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Población y sociedad

versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.19 no.2 San Miguel de Tucumán jul./dic. 2012

 

RESEÑAS

El peronismo después del peronismo. Resistencia, sindicalismo y política luego del 55.
Julio César Melón Pirro, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, pp. 288.

 

Como en otros casos, las primeras aproximaciones que hemos tenido a la historia del peronismo se vinculan con la memoria de los actores; de ahí que persista sobre este tema un sedimento de visiones que se relacionan con nuestra subjetividad y la de los relatos a los que hemos recurrido. Puede que una de las claves del trabajo del historiador esté en desautomatizar esos preconceptos, los ajenos, pero sobre todo los propios y que se vinculan con la experiencia vital y la forma de entender el mundo que tenemos aún antes de arribar a una profesión o campo disciplinario. Ese mismo es el camino que eligió Julio César Melón Pirro al encarar sus investigaciones: revisar su propia experiencia y aquellas ideas que forman parte de su concepción de la Argentina para rastrear los puntos en común y, sobre todo, los divergentes entre el relato heroico que la memoria colectiva puede formar y los datos empíricamente contrastables.
El peronismo después del peronismo es un libro de divulgación y, a su vez, el resultado de los muchos años en los que su autor recabó, escrutó e interpretó complejas, variadas y numerosas fuentes, además de cotejar las perspectivas que ofrece la historiografía. Sobre estas cuestiones Melón Pirro centró los trabajos de investigación que coronaron su Maestría en Historia, defendida en la Universidad Nacional de Mar del Plata, y su Doctorado, en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, donde había cursado su carrera de grado (en ambas universidades se sigue desempeñando como profesor de Historia Contemporánea). Las propuestas de Melón Pirro se han ido confrontando en numerosas publicaciones y presentaciones en jornadas y congresos, por lo que su labor es conocida entre los historiadores que se ocupan de temas relacionados; por eso no sorprende que veamos la rápida circulación de este libro en las universidades: es que se ha valorado rápidamente el trabajo intenso y meditado.
La historia que nos cuenta se basa entonces en temas de los que podemos tener conocimiento y definiciones, pero no es igual. En su lectura, el peronismo, movimiento político nacido al calor del estado, se encuentra en una situación desconocida: derrotado por la Revolución Libertadora y posicionado en un sentido inverso a los dictados de la experiencia, prohibido y perseguido, se vio sujeto a una serie de cambios frente a los que se enfrentaron de diferentes maneras que, sin dejar de superponerse, pasaron por la violencia, el sindicalismo y la política.
En el paso "del poder a la marginación" del peronismo operan distintos factores que hacen ver el agotamiento del régimen encabezado por Perón. A la necesidad de reformular claves de la política económica se suma el desgranamiento de los apoyos y, sobre todo, la falta de reacción de los partidarios del gobierno. Mientras los opositores se aglutinan y organizan con la única perspectiva del golpe, las prácticas sobre las que el peronismo refrenda su poder van perdiendo eficacia. La ritualización de los actos donde una plaza repleta respaldaba las posiciones del líder se automatizaron, y las conductas "...a fuer de repetirse, se volvieron estereotipadas y perdieron credibilidad ante propios y extraños" (p. 25). La perspectiva de un gobierno que tuviera como sostén a la CGT instaló en el frente militar una inquietud que modificó el mapa de legitimidades del gobierno. Cuando en septiembre de 1955 Perón volvió a presentar su renuncia ante el Comando de Represión del alzamiento, el ritual se rompió. En lugar de convocar masas que pidieran por aclamación el retiro de la renuncia, la Junta la aceptó. A partir de ese momento, los términos se invirtieron: la Revolución Libertadora había triunfado y los peronistas pasaron al campo de los derrotados.
A partir de las múltiples reacciones frente a esa situación nueva es que Melón Pirro construye su relato. Lo arma también pensando en las narrativas más difundidas del peronismo en la proscripción: relato militante, memorias y ensayos, y el análisis científico: sociología y ciencia política primero, e historia después. Los acercamientos oblicuos han tratado la violencia política como epifenómeno del sindicalismo y del mundo del trabajo en general, esto es, se han referido a la violencia política como forma de hablar del peronismo. Sobre esto, el texto es contundente "... si la historia del peronismo y la del movimiento obrero después de 1955 se superponen, también se exceden recíprocamente" (p. 120). De esta manera es  que El peronismo después del peronismo intenta sobreponerse, desde una visión iconoclasta, al apriorismo que sobrevuela los problemas que aborda. La primera reacción es la desmoralización por la derrota, y se manifestó en el "desbande" de los sectores peronistas. En el arco de actitudes de los derrotados encontramos desde brotes de espontaneísmo popular, como una rebelión suburbana en Rosario, hasta la súbita conversión de dirigentes, cuyo paradigma fue el ex vicepresidente, contraalmirante Teissaire. El nuevo gobierno soportaba las presiones de los propios para que no hubiera ni vencedores ni vencidos mientras la dirigencia partidaria aceptaba la ausencia del líder como algo definitivo y buscaba ubicarse sin tutelas en un nuevo esquema, los sectores sindicales entraban en un recambio que volcaría hacia el centro a dirigentes menos comprometidos. Pero, a medida que se tensaban las posiciones en el nuevo gobierno, las posibilidades de inserción del movimiento pasaban al terreno de las fantasías.
Cuando Aramburu reemplazó a Lonardi, las ambigüedades para los peronistas dejaron de tener cabida: en el plano político se cercenaron los canales de expresión y el sindicalismo peronista vería su central intervenida como correlato de una nueva política económica. Es ahora, con el movimiento definitivamente prohibido y proscripto, cuando las manifestaciones de los peronistas se atomizan en la dinámica dialéctica de la resistencia inorgánica, el surgimiento de políticos neoperonistas y la recuperación de los sindicatos por un lado, y la competencia por el favor del líder en el exilio, por el otro.
Por fuera de los canales consagrados, las bases se manifiestan y sus expresiones pasarán definitivamente a formar parte del folklore del movimiento y el imaginario político argentino. Así surgió la resistencia, con expresiones que fueron desde provocaciones en actos partidarios de la Libertadora, escaramuzas, fijación de símbolos peronistas en lugares significativos o distribución de panfletos hasta practicar actos de sabotaje en zonas industriales. Aquí, nuestro autor parte del tratamiento de conceptos que se emparientan con la lógica discursiva militar para relacionarlos con el objeto que pasarán a denominar ("resistencia", "comando", etc.). Es difícil ver un compromiso de los sindicatos desmantelados o de sus cuadros medios con estos eventos, lo que se aleja de la interpretación de Daniel James; antes bien, los sabotajes aparecen como respuestas demasiado primarias e inorgánicas como para propender a cualquier objetivo que no fuera la intimidación en el marco de conflictos localizados y que, a medida que se generalizaran, causarían alarma a la par de marcar la presencia de un sector social y político que no requería identificación.
Por si estas acciones, sumadas a una primitiva acción terrorista, no bastasen por si solas en su efecto propagandístico, la prensa las reproducía e interpretaba de manera que todo cobraba coherencia en un complot comandado desde el exilio. Pero si bien esa fue la lectura más establecida entre los contemporáneos, Melón Pirro vuelve a tomar riesgos: las directivas de Perón tendientes a desestabilizar el "régimen" promovían prácticas que ya se venían desarrollando; lo que sí lo ocupaba era mantener su jefatura y la línea intransigente, descalificando las primeras manifestaciones de neoperonismo, el pragmatismo sindical y las mesiánicas expectativas de un golpe militar. En función de satisfacer esos intereses, y de buscar posicionamientos propios, es que surge una competencia por "representar la clandestinidad" por parte de distintos dirigentes que, exhibiendo sus virtudes organizativas y su llegada a las bases, pugnaban por liderar la representación de todo el movimiento proscripto. Las falencias organizativas, la falta de comunicación y de elementales medidas de seguridad para la acción clandestina no sólo alimentaron rivalidades entre los distintos grupos sino también recelos operativos.
Con estos dirigentes que compiten por el favor de Perón es visible el quiebre que existe entre las lecturas de las bases y las del lejano líder. El caso más concreto gira en torno a las expectativas golpistas que los dirigentes abrigaban. Cualquier militar que tuviera éxito en un golpe representaba un peligro para el poder de Perón, y él se había manifestado por todos los canales en contra de un eventual golpe peronista, juzgando con acritud a sus ex camaradas. Que operaran a favor de esa opción, y que Tanco y Valle sabiéndose descubiertos prosiguieran con su movimiento, esperanzados en la capacidad de movilización de sus contactos civiles, es otro indicador del carácter difuso del ascendiente que sobre las bases podían tener las consignas desde el exilio. La desmesurada represión a aquel intento clausuraría las esperanzas que en un golpe podían depositar los peronistas; los dirigentes políticos se proyectarían hacia las posibilidades que el nuevo cronograma electoral podía ofrecerles y los sindicales se retraerían hacia la consolidación de los espacios propios en los niveles más básicos de la representación.
Pero a fines de 1956 la violencia resistente entra, para Melón Pirro, en una nueva etapa caracterizada por el abandono del sabotaje en las fábricas y la imposición de una metodología más relacionada con el terrorismo.  Esta forma de "propaganda por los hechos" consistía en la detonación de explosivos en objetivos que facilitaran la interpretación y filiación política. La relación de estas prácticas con el mundo del trabajo -premisa que para el autor encorseta las posibilidades hermenéuticas- pasa a ser cada vez más débil. En vez de una inspiración exógena e inmediata, encuentra "...asociaciones irregulares de personas agrupadas con un fin específico y acotado, cuando no de individuos que decidían poner en práctica curiosas empresas reivindicativas" (p. 127), de base barrial o familiar; lo que explicaría lo limitado de su acción. Por la precaria calidad de los artefactos (cilindros de metal cerrados y con una mecha en un extremo: "caños") y las "fábricas" caseras, se ven como grupos inconexos de aficionados. Básicamente son "...agrupaciones espontáneas de peronistas que seguían proponiéndose, un tanto vagamente, 'hacer algo' contra el gobierno militar" (p. 154), en células sumamente aisladas, coincidentes con la lógica de la guerra de desgaste contra el régimen. Una forma de afirmar la identidad peronista,  sustentada en una experiencia de clase, e inspirada y movilizada a partir de la búsqueda algo mítica de un objetivo: la vuelta de Perón.
Por un carril diferente, el sindicalismo se había propuesto recuperar cuotas de legalidad y aceptación. Esto se explica por las formas en que los distintos niveles de organización se van oponiendo a los intentos gubernamentales por reorganizar la CGT en detrimento de los peronistas. Para tal tendencia, los sindicalistas necesitaban, además de afinar sus capacidades en la disputa netamente política, consolidar una imagen de sí que los presentara como dirigentes "responsables", lo que refuerza la visión de un sindicalismo poco proclive a exponerse en la participación de actividades terroristas. En cuanto a la política, Melón Pirro presenta las distintas formas en que los peronistas van proyectándose hacia el proceso electoral. También vemos la modalidad con que todos los sectores políticos van a percibir la necesidad de competir por el voto peronista. En el primer sentido, el rechazo de la tibieza y el combate a los neoperonismos cobran el mismo sentido para el líder que había tenido antes la negativa a acompañar un eventual golpe peronista: el riesgo de que surgieran rivales en la conducción del movimiento. Mientras desde el exilio se especulaba sobre las formas de mantener su protagonismo, modos de desestabilizar al régimen y alternativas políticas más saludables para la reinserción de Perón, en el país el gobierno reprimía con censura, clausura y cárcel las expresiones que reivindicaran al régimen depuesto. Así, lo que se percibe es cómo, mientras el gobierno va ahogando las posibilidades de erosionar desde su propio movimiento el poder de Perón, el exiliado se va haciendo a la idea de hacer jugar su capital político en el próximo proceso electoral. Estas variables aparecen atentamente combinadas por el autor. Cabe mencionar, además, el balance de los procesos electorales en que las legitimidades se ponen en juego. A partir de 1954, punto máximo de caudal electoral del peronismo, se analizan las elecciones de 1957 y 1958 de manera sumamente detallada en cuanto a números y partidos con una base metodológica que permite al lector captar la lógica interpretativa del autor y percibir las incógnitas que a los mismos actores se les imponían. Si sumamos a esto que el libro está muy bien escrito, podemos ponderar El peronismo después del peronismo como un importante aporte a la difusión histórica. Las propuestas están sólidamente fundamentadas y al lector se le abren perspectivas que superan las historias sesgadas. Si revisamos la visión de un líder todopoderoso y la reemplazamos por la de un actor político que se adapta -no sin inteligencia- a las posibilidades que la dinámica le impone, podremos conocer mejor a este sujeto polimorfo que es el peronismo, y que ha sabido mantener un rol protagónico en los procesos políticos argentinos.

Carlos Fernando Hudson
CONICET - UNMdP

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