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Población y sociedad

versão On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.19 no.2 San Miguel de Tucumán jul./dez. 2012

 

RESEÑAS

El mapa de la desigualdad en la argentina del siglo XIX.
Jorge Gelman (coordinador), Prohistoria, Rosario, 2011, pp. 405.

 

Una de las características principales de América Latina como región la constituye su intensa desigualdad, tanto entre las regiones que la componen como al interior de las mismas. Este tópico ha ido ganando espacio tanto en los debates académicos como en los políticos, al punto en que se ha logrado cierto consenso en que la evolución de las disparidades recientes no sólo se vieron influidas por sus determinantes directos, sino que también existe un componente de tendencia o persistencia histórica que hay que ubicar más atrás en el tiempo. En consecuencia, gran parte de la discusión gira en torno a cuál episodio histórico constituyó el disparador de esa persistente y elevada desigualdad que caracteriza a la región. Y los interrogantes más importantes en los debates recientes aluden a la (compleja) asociación entre el modelo de desarrollo y la distribución de alguna medida de bienestar.
Este libro trata precisamente sobre estos temas: a través de un estudio cuantitativo y riguroso para diversas provincias, se postula la primera mitad "larga" del siglo XIX como laboratorio para el caso argentino poniendo énfasis en dos grandes tópicos: las diferencias regionales por un lado y, por otro, la desigualdad personal y su relación con el crecimiento y otros posibles determinantes.
La obra se estructura en un capítulo introductorio y nueve restantes en los que renombrados investigadores de diversas universidades e institutos del país analizan para diferentes provincias –en algunos casos realizando comparaciones entre las mismas–, el comportamiento y la magnitud de la distribución de la riqueza y su relación con los fenómenos de crecimiento, urbanización, diferencias regionales, especialización productiva, dotación de factores, derechos de propiedad y factores demográficos e institucionales en episodios particulares del período para los cuales las fuentes lo permiten. Cada capítulo, además, contiene los tópicos relevantes a las temáticas clásicas de las historiografías provinciales sobre los que aún falta mucho por conocer y debatir.
Esta compilación constituye, en mi visión, un valioso aporte en al menos tres sentidos. En primer lugar, el uso de de las fuentes y una metodología común para las distintas regiones en esta etapa pre estadística no sólo son importantes para enriquecer el debate con los resultados conseguidos, sino que este esfuerzo riguroso realizado por los autores pone de manifiesto la necesidad de abandonar la idea de estudiar Buenos Aires o el litoral como exponentes de la realidad nacional y de contemplar los diferentes espacios que componen el complejo mapa de la Argentina a la hora de extraer conclusiones. Por supuesto, aunque la obra no es exhaustiva sí comprende las realidades sociales más variadas y representativas del territorio.
En segundo lugar y en relación con lo anterior -como menciona Jorge Gelman en el capítulo introductorio-, de la evaluación de los resultados obtenidos para las provincias analizadas tomadas en conjunto surge que la divergencia regional constituye el rasgo particular de este período. De esta manera, la desigualdad regional, entendida primero como el liderazgo o la ventaja de Buenos Aires en relación al resto y segundo del litoral respecto de las restantes regiones, no habría sido siempre así en la historia del territorio argentino, sino que tendría un inicio, o al menos un episodio en que se dispara, y otros de caídas o bajas de desigualdad o, como afirma el autor, de cierta convergencia. Es decir, es en esta etapa posterior a la crisis del orden colonial y previa al modelo agroexportador que se registraron por primera vez y de manera significativa las disparidades regionales; si bien en la segunda mitad del siglo XIX las mismas se redujeron, la divergencia generada en el período que abarca esta obra fue de tal magnitud que no se pudo revertir bajo ningún otro modelo de desarrollo. Son estos resultados los que le permitieron a  Gelman postular la hipótesis de ubicar a este período como el despegue de la divergencia regional. A modo de ejemplo, resultan paradigmáticos los contrastes entre Buenos Aires y Córdoba a fines de los años 1830 (capítulo 2 de Gelman y Santilli) o incluso entre Buenos Aires y las economías provinciales más exitosas entre las décadas de 1850 y 1870.
Esta misma divergencia se manifiesta al interior de las provincias, dentro de las cuales parece no existir un patrón sistemático. Así lo documenta la comparación de Jujuy, con subregiones drásticamente diferentes, versus Tucumán, donde parece haber existido una relativa homogeneidad, como lo documentan Parolo y Fandos en el capítulo 9. A partir de estos resultados el autor propone además que ese desempeño económico dispar de las regiones argentinas en esta primera mitad larga del siglo XIX, si bien intervienen otros factores, se explica principalmente por la disímil dotación de recursos y más aún por la ubicación geográfica de los mismos en una etapa de atlantización del comercio, en la que se debilitan los mercados interiores.
Finalmente, teniendo en cuenta todos los casos analizados y la variedad en los resultados conseguidos, es factible concluir, como lo hace Jorge Gelman, que el crecimiento no impacta en la desigualdad ni existe ningún tipo de asociación directa entre ambas variables. Coexisten casos como el de Buenos Aires (capítulo 5, Gelman y Santilli) de intenso crecimiento económico con elevada desigualdad y de  estancamiento con elevada desigualdad como Entre Ríos (capítulo 4, Djenderedjian y Schmit) a finales del período. Y lo mismo ocurre con el resto de los determinantes. Casos como el salteño (Mata, capítulo 8) donde la relativamente alta "propietarización" modera la elevada desigualdad, y como el tucumano (Parolo y Fandos, capítulo 7) donde la alta fragmentación de la propiedad de la tierra coexiste con desequilibrios intensos en la distribución de la riqueza. Asimismo, la condición urbano-rural tampoco presenta regularidades en su relación con los niveles de desigualdad. Mientras la ciudad de Buenos Aires (Guzmán, capitulo 1) parece ser más equitativa que la campaña (Gelman y Santilli, capítulo 5), lo opuesto ocurre en Tucumán (Parolo y Fandos, capítulo 7). Y lo mismo ocurre con el resto de las variables analizadas a lo largo de los capítulos. Resulta evidente entonces que al hablar de desigualdad no estamos hablando únicamente de desarrollo económico y dotación de factores, sino que son un número grande de  interacciones entre otras características -sintetizadas por Gelman en el papel de la historia, las instituciones y las políticas- las que determinan los niveles y evolución de la desigualdad.

Beatriz Álvarez
Universidad Nacional de Tucumán

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