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Población y sociedad

versão On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.20 no.1 San Miguel de Tucumán jan./jun. 2013

 

INTRODUCCION

ALFREDO SEGUNDO CLEMENTE BOLSI
(05.05.1937- 25.01.2013)

Quisiera ser un humilde charco de agua
que refleje la luz del cielo.
HÉLDER CÂMARA

Hombre de caminar sereno, expresión tranquila y gesto humilde, cuya ideología estuvo definida por una marcada sensibilidad por el dolor ajeno, encontró en la investigación científica el ejercicio de su pasión. Sumamente exigente, con una inteligencia caracterizada por su observación aguda, una amplia experiencia en el campo, la lectura atenta, la intuición y la sagacidad; con un manejo sutil y espléndido de la ironía, muchas veces temperamental pero al mismo tiempo enormemente generoso, descubrió en la investigación un norte fundamental en su vida.
El rigor y la excelencia fueron las características distintivas de esa pasión. Amante de los viajes al campo y del conocimiento in situ logró construir -a partir de esto- una escuela de pensamiento en las ciencias sociales en general y en la geografía en particular con importantes reconocimientos, destacando el amplio enfoque conceptual y disciplinar que dio a los estudios regionales, articulando la geografía con la demografía y la historia.
Alfredo o "El Indio" como muchos amigos lo llamaban, nació el 5 de mayo de 1937 en Rafaela (Santa Fe). Hijo de una maestra y un comerciante realizó un apreciable derrotero por la escuela pública argentina; cursó sus estudios primarios en Rafaela, los secundarios los realizó en el Instituto Técnico y en el Colegio Nacional de San Miguel de Tucumán. Luego, en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), alcanzó el título de Profesor en Geografía. Años más tarde, en la Universidad Nacional de Cuyo y bajo la dirección de Mariano Zamorano obtuvo el título de Doctor en Geografía. Su trabajo de investigación se centró en ese entonces en el problema del poblamiento y la colonización en Misiones y su relación con la yerba mate. Su trayectoria, como pudo observarse, estuvo definida siempre por el sistema público de educación, de lo cual se enorgullecía.
En 1969 recibió la beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. Así pudo estudiar en Paris con la reconocida geógrafa Jacqueline Beaujeu-Garnier y en Berkeley (EE.UU) con el ilustre mentor de la Geografía Cultural, el Dr. Carl Sauer. Con este último mantendría un vínculo especial y una genuina admiración.
Fue profesor de la Universidad Nacional de Tucumán, emigrando en 1966 -luego del golpe de Estado- a Resistencia (Chaco) donde vivió veinte años. Creó allí el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI) y fue su primer director, convirtiéndolo en una institución clave para las investigaciones sociales del Nordeste Argentino. Conformó allí un nutrido equipo de investigación y fue perfilando lo que con los años llamaría la estructura discipular, es decir, aquel sistema que vincula al maestro con el discípulo y que redundaría en un claro y exitoso ejemplo del "cómo" investigar. Sobre dicha estructura puso un notorio énfasis a lo largo de su vida, reconociéndose él mismo como el principal "aprendiz".
Las constantes inundaciones y crecidas del Río Paraná en Resistencia, con el consabido riesgo para su familia, lo hicieron regresar a Tucumán en 1986. Poco antes, en 1985, ingresó como miembro de número en la Academia Nacional de Geografía.
En Tucumán ganó el concurso para el cargo titular de la cátedra Geografía Humana General de la carrera de Geografía de la UNT. Accedió también al cargo de director del Instituto de Estudios Geográficos (IEG) en la misma universidad. Consiguió fondos que permitirían remodelar y ampliar las instalaciones de la institución. También obtuvo subsidios nacionales e internacionales que permitirían la realización de significativas investigaciones sobre el Noroeste Argentino.
En el IEG se radicó la sede de la Maestría en Ciencias Sociales y luego el Doctorado en Ciencias Sociales (orientaciones historia o geografía), carreras de las que fuera fundador y director hasta no hace muchos años. Dicha maestría fue en el Norte Argentino una de las primeras ofertas de posgrado en ciencias sociales, que tendría, años más tarde, a sus primeros egresados.
En el año 1993 fundó la Revista Población & Sociedad, una publicación científica que buscaba ofrecer a los investigadores un espacio de debate comprometido con los principales problemas regionales. Por otra parte, distintas revistas científicas lo convocaron como miembro de su comité editorial, entre las que pueden destacarse Cuadernos Geográficos (Universidad de Granada), Meridiano (Centro de Estudios Alexander Von Humboldt, Buenos Aires), Ería (Universidad de Oviedo), Andes (Universidad Nacional de Salta), Estudios Rurales (Universidad Nacional de Quilmes), Trabajo y Sociedad (Universidad Nacional de Santiago del Estero), Revista de Geografía (Universidad Nacional de San Juan), Folia Histórica del Nordeste (Universidad Nacional del Nordeste), Mundo Agrario (Universidad Nacional de La Plata), Breves Contribuciones del Instituto de Estudios Geográficos (Universidad Nacional de Tucumán) y Población de Buenos Aires (Dirección General de Estadísticas y Censos).
Su exitosa carrera docente fue acompañada de manera similar en CONICET, alcanzando la jerarquía de Investigador Superior. En esa institución se desempeñó, por varios años, como miembro de la Junta de Calificaciones y Presidente de la Comisión Asesora del Gran Área del Conocimiento de Ciencias Sociales y Humanidades.
La formación de recursos humanos fue prolífica en Alfredo, basada siempre en aquel proyecto de estructura discipular. Dirigió becas y tesis de licenciatura, maestría y doctorado, tanto en Argentina como en el exterior. Fue también jurado de tesis y de concursos en distintas universidades argentinas, europeas y norteamericanas. Es destacable también su excelencia como evaluador de artículos científicos en prestigiosas revistas y proyectos de investigación en distintos ámbitos académicos.
Entre sus labores académicas fue un excelente vinculador de universidades. Buen ejemplo de ello son los convenios que promovió con universidades de España (Andalucía) y Alemania (Marburg), que permitieron establecer valiosos lazos humanos y líneas de investigación como la realización de viajes, libros y congresos.
En 2007 participó activamente de la creación del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), una institución dependiente del CONICET y de la UNT, cuyos intereses están relacionados con los problemas del desarrollo histórico, social y territorial del Norte Argentino en el amplio contexto espacial y cultural del área surandina. Fue director fundador del ISES y uno de los más renombrados investigadores entre sus integrantes. Poco tiempo antes de la creación de ese instituto, como corolario a su trayectoria, la UNT lo distinguió como Profesor Emérito, título con el cual reconocía los logros de su trayectoria y su incansable accionar a favor de la Universidad.
Alfredo no se limitó a ser un investigador de gabinete; estuvo siempre atento a la vida política, económica y social del país y ese interés lo llevó a constituir e integrar uno de los grupos intelectuales de pensamiento en Tucumán. Las críticas relacionadas con respeto a la Constitución Nacional y Provincial, como también una prolífica denuncia social manifestada en cartas al director en el diario local constituyen los principales argumentos de sus preocupaciones. Temas como la constitucionalidad, los derechos, la pobreza, las dádivas, los discursos, la confrontación, la desnutrición, entre otros, ocuparían muchas horas en el marco de sus aflicciones.
Dentro de las preocupaciones de Alfredo, la construcción del territorio, su devenir histórico y la articulación con las sociedades que lo habitan, ocupó un núcleo central de su pensamiento. Sobresalen en sus escritos los conceptos de territorio, pobreza, sociedad, estructura socioeconómica, justicia territorial, residuos humanos, libertad, ignominia, indígenas, campesinos, villeros, políticas de estado y fundamentalmente el concepto del bien común. El territorio conformaba, de acuerdo a la visión de Alfredo, el resultado de la articulación de la sociedad y la naturaleza a lo largo del tiempo. Constituía a su vez, principalmente, el espacio donde deberían aplicarse las políticas orientadas al bien común.
A los investigadores nos dejó valiosísimas enseñanzas, tal vez una con la que más fuerza insistió pueda sintetizarse en el siguiente párrafo:

Por más que la tengamos delante de nuestras narices no seríamos capaces de reconocer la verdad. Dice Jenófanes: la verdad la conocen únicamente los dioses. A nosotros nos toca enfrentarnos sólo a una maraña de sospechas. No obstante, nos vamos acercando a ella, quizá en un camino que nunca termine. […] Si esto es cierto, si nadie tiene la verdad (sólo aproximaciones a ella), nadie es "autoridad". Popper es fantástico en esto. Léanlo. Dice que todos cometemos errores. Estamos fatalmente condenados a ello. Nuestra obligación, por lo tanto, es descubrirlos. Y nos alerta con el dramático ejemplo del discípulo de Pitágoras que le descubrió al maestro un error. Como el maestro no podía estar equivocado, porque tenía la verdad, terminó ahogado en el mar (supongo que el Jonio). A partir de esto, Popper describe toda una nueva ética del investigador, que merece ser leída, aprendida, discutida, pero no olvidada.

Se destaca en Alfredo su pensamiento orientado hacia la excelencia, el mantenimiento de valores éticos y principios consecuentes hacia el bien común, la responsabilidad moral por el desempeño de la función del investigador, la necesidad de la investigación puesta al servicio de la sociedad, su entusiasmo inagotable, su enorme generosidad, y la constante generación de ideas y proyectos. El gesto paternal se completaba en familia con la admirable presencia de Negrita y sus hijos. Nada que yo pueda agregar supera esta imagen del maestro y amigo.
Lo extrañaremos siempre, agradecidos, enriquecidos y transformados con su ejemplo.

Fernando Longhi
Tucumán, Abril de 2013