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Población y sociedad

versão On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.22 no.1 San Miguel de Tucumán jun. 2015

 

RESEÑAS

Under an algarrobo tree. A memoir.
David Leake, Loxwood Press, Worthing, 2014, pp. 290.

 

La historia que narra este libro comienza con la llegada del padre del autor al Chaco argentino, en 1926. Con apenas veinticuatro años de edad, Alfred Leake, un joven misionero anglicano de la South American Missionary Society (SAMS), se integra al staff de la Misión El Algarrobal (o "Misión Chaqueña"). La SAMS se había asentado en la zona en 1911, y principalmente en la provincia de Salta, debido a su estrecha relación con los hermanos Leach, por entonces dueños del ingenio azucarero La Esperanza. Cuando llega Leake es recibido por Richard Hunt, un misionero reconocido por sus trabajos en lingüística wichí y chorote, y por quien luego sería su cuñado y fundador de la primera misión anglicana en Bolivia, Henry Grubb. Recorrer en estas páginas la vida del padre del autor y la de David Leake, uno de los primeros hijos de misioneros que nace en el Chaco, es trazar entonces una especie de historia de las misiones anglicanas y de los pueblos indígenas con los cuales trabajaron. Esta historia es bienvenida, porque falta todavía mucha información sobre los emprendimientos anglicanos en Argentina, Paraguay y Bolivia. Este libro es una buena manera de echar nueva luz sobre ese pasado.
David Leake recapitula la vida de su padre como misionero y a la vez su propia biografía; de hecho, él mismo nace en el Chaco y se cría entre los niños tobas, con quienes aprende la lengua y absorbe su cultura. Alfred Leake junto a su colega Alec Sanderson organizan la primera misión anglicana entre los tobas. En 1930, luego de insistentes pedidos por parte de los tobas, wichí y pilagás de la región para instalar más misiones, Alfred Leake y Sanderson eligen el paraje formoseño de Sombrero Negro, a millas de la localidad de Ingeniero Juárez, y fundan la Misión El Toba. El autor sigue la historia de su padre paralelamente al desarrollo regional de las misiones de la SAMS: la fundación de la primera iglesia en la Misión San Andrés, las rotaciones de los misioneros por las diversas estaciones, los matrimonios entre los religiosos, la etnolingüística misionera (la
traducción de la Biblia, las gramáticas en los distintos idiomas indígenas, los primeros diccionarios).
Leake describe luego el casamiento de Alfred con su esposa Dorothy, en 1934, e ilustra el relato con fotografías de la joven novia inglesa en la Misión El Toba, bajo el sol formoseño. Mientras tanto, la guerra del Chaco enfrenta a Bolivia y Paraguay a escasos cientos de metros, en la otra orilla del Pilcomayo. La historia familiar prosigue. David Leake nace en una casita de adobe, y su madre es asistida por su cuñada en el parto: "Cuando nací no tenía cabello sino sólo unas orejas sobresalientes, por lo cual inmediatamente fui llamado Quitelaic (Orejas Grandes). Los indígenas siempre han sido agudos observadores de las características físicas y el comportamiento humano, y rápidos para fijar un apodo apropiado" (p. 47). Leake rememora los primeros años con sus compañeros tobas: las expediciones de pesca en el Pilcomayo, los juegos, los viajes a caballo. Luego, con ocho años de edad, asiste en 1944 a una escuela inglesa de Buenos Aires (St. Alban's), y comienzan los días ajetreados alternando entre el internado y los viajes en tren desde Formosa hasta Buenos Aires en los recesos escolares. Durante los años siguientes, a la vez, surgen viajes entre Argentina y el viejo continente, a medida que el joven crece y asume responsabilidades dentro de la misión.
El 21 de septiembre de 1959, en la Abadía de St. Alban's (Reino Unido), David Leake se ordena como ministro de la iglesia anglicana y tras su casamiento en 1961 regresa al Chaco argentino, junto a su esposa Rachel. Comienza una nueva etapa para las misiones y los cambios institucionales están en marcha. Leake se instala en una casa en Ingeniero Juárez, donde monitorea el trabajo regional de las misiones. Otro punto de control es la Misión El Algarrobal, a cargo de Francis Tompkins (hijo también de uno de los fundadores de esa misión), y un tercer punto es la Misión La Paz, a orillas del Pilcomayo: "Cada centro estaría ocupado por misioneros que harían foco en áreas con una particular necesidad de la zona" (p. 150). Un hito en la historia de la evangelización anglicana de aquellos años es la consagración del primer obispo indígena, Mario Mariño, en 1975.
El autor dedica luego un apartado a la guerra de Malvinas de 1982, y describe la experiencia de quienes siendo ingleses les tocó vivir el conflicto en Argentina. La mayoría de los misioneros anglicanos fueron evacuados a Paraguay, como el matrimonio que vivía en la Misión La Paz, pero David junto a su familia optó por quedarse en el país a pesar de la sensación de malestar. Tras la guerra, cuando crecen sus hijos y piensa que nunca abandonaría el Chaco, Leake es designado obispo de la diócesis de Argentina y se traslada a Buenos Aires, para hacerse cargo de la catedral San Juan
Bautista de la Iglesia Anglicana en pleno centro porteño. Poco tiempo antes de jubilarse, el embajador inglés le anuncia que la Reina de Inglaterra lo condecorará con la orden CBE en el palacio de Buckingham: "Fue un día feliz y memorable, todo tan alejado de mi niñez bajo la sombra de los algarrobos en Sombrero Negro" (p. 257). Culmina así la historia de vida de David Leake, estrechamente ligada con la experiencia de las misiones anglicanas en el Chaco argentino; una experiencia que, por increíble que parezca, muestra que durante décadas la incorporación de los indígenas chaqueños a la sociedad nacional estuvo a cargo de misioneros ingleses.
El balance científico del período cubierto por el libro no es desdeñable. En primer lugar, David Leake recapitula los avances anglicanos en lingüística indígena: en muchos casos, de hecho, sus gramáticas y diccionarios formaron la base sobre la cual se sustentó luego la lingüística profesional. En segundo lugar, el libro abunda en detalles etnográficos: "Los tobas estaban orgullosos de haber atraído la presencia de los extranjeros. Él [Alfred Leake] fue inicialmente llamado Cadeta, 'nuestro padre'; luego de que su presencia se hiciera más familiar fue llamado Cadacaya, 'nuestro prójimo'; y al final Cadanoguiagaua, 'nuestro compañero de crianza' (suckling companion)" (p. 23). El pasaje muestra la sutileza de la descripción. Leake reporta los nombres indígenas de cada misionero y la forma de poner apodos de cada grupo; no sólo conoce de primera mano la onomástica nativa sino también las reglas de sociabilización ligadas con la imposición de los apodos. Finalmente, el volumen nos ofrece una serie de fotografías inéditas en blanco y negro que son el mejor testimonio de las palabras del autor, además de varios mapas de las misiones y de la región geográfica, así como también un detallado glosario e índice temático.
Quizás la única desavenencia que tenemos con David Leake es cuando dice: "Aquellos que buscan un tratado antropológico erudito pueden quedar desilusionados con mi historia porque no es su propósito; ésta es una simple historia de circunstancias especiales" (p. 9). Por el contrario, creemos que este libro, escrito con sencillez, con un relato que fluye agradablemente y abunda en detalles etnográficos y referencias históricas, ilustra bien esas "circunstancias especiales" que son invalorables para quienes trabajamos con esos mismos pueblos indígenas.

Lorena Córdoba
CONICET - UBA (Argentina)
CIHA (Bolivia)

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