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Población y sociedad

versão On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.24 no.1 San Miguel de Tucumán jun. 2017

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

El papel de la familia en la inscripción territorial. Exploraciones a partir de un estudio de hogares de clase media en el barrio de Caballito, Buenos Aires

The role of family networks in home location. A case-study of middle-class households in Caballito neighborhood, Buenos Aires

 

Natalia Cosacov*

* Socióloga (Universidad de Buenos Aires), Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) e Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Desde el año 2006 es miembro y actualmente Coordinadora del Área de Estudios Urbanos del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde integra proyectos de investigación referidos a procesos de renovación urbana, desigualdad social y movilidades espaciales de la población. Correo electrónico: nataliacosacov@gmail.com

RECIBIDO: 10/08/2015
ACEPTADO: 01/08/2016

 


RESUMEN

Basado en una investigación cualitativa sobre trayectorias residenciales y movilidad cotidiana, el artículo evidencia que las redes familiares modulan los usos de la ciudad y traccionan las decisiones de localización residencial. La proximidad geográfica con la familia parece un valor a alcanzar al momento de decidir el destino de una mudanza. Se trata de una lógica residencial que prioriza no vivir juntos, pero sí cerca y la geografía de las familias parece dar cuenta de ello. Además, las redes familiares operan en la inscripción territorial porque a través de la herencia, préstamos familiares y regalos monetarios provee recursos para acceder a una vivienda en propiedad.

Palabras clave: Movilidades; Decisiones de localización; Clases medias; Redes familiares

ABSTRACT

Based on qualitative research on moving patterns and daily mobility of residents of a neighborhood in Buenos Aires city, the paper shows that family networks shape city “usage” as well as decisions concerning choice of location.  Geographical proximity to members of the family seems to be a point to consider when contemplating moving. It is a logic that prioritizes not living together but near; something that the “geography” of families seems to attest to. Besides, family networks also influence location since through inheritance, family loans or monetary gifts families provide access to home ownership.

Keywords: Mobility; Location choice; Middle-classes; Family networks


 

Introducción

En los últimos años, el interés por las clases medias ha vuelto a estar en la agenda de investigaciones locales (Visacovsky & Garguin, 2009; Adamosvsky, 2009; Adamovsky et al., 2014). Sin embargo, aún son muy escasos los trabajos que abordan cómo este conjunto social, con toda su heterogeneidad y sus ambivalencias, usa, se apropia y contribuye a la construcción de ciudad.1 Menos aún ha sido indagado el papel de los soportes y la red de relaciones en la inscripción territorial de estos sectores. Podríamos decir que, pese a la omnipresencia de lo urbano en la caracterización de las clases medias, en el estudio de estos sectores la espacialidad ha sido negada como una dimensión de análisis, así como desatendidas las preguntas sobre cómo estos sectores logran su inscripción en la ciudad.
Los estudios urbanos han estado poco interesados en este sector social. Sabemos más sobre cómo los hogares de sectores populares habitan, se apropian, usan la ciudad y movilizan su red de relaciones,2 que sobre cómo lo hacen las clases medias. Probablemente el carácter normalizado de la experiencia social y urbana de las clases medias abonó la escasa producción de indagaciones sobre los modos singulares en que estos sectores consiguen ser parte de la ciudad, los modos en que producen su anclaje territorial, y más aún el papel de la red de relaciones en la producción diferenciada de esos anclajes.
Por su parte, los estudios que abordaron la familia en América Latina y que pusieron el foco en la comprensión de la dinámica y organización de las unidades domésticas en contextos tanto rurales como urbanos, también privilegiaron a los sectores populares3 y han permanecido tradicionalmente ajenos a incluir las expresiones e interacciones que establecen los miembros del hogar con el territorio, siendo esta sólo una variable contextual (Di Virgilio, 2007; Salazar Cruz, 1999). Retomando la sistematización propuesta por Acosta (2003), esta línea de investigación privilegió, desde diferentes disciplinas -principalmente la sociología, la sociodemografía, la antropología social y la historia-, el análisis de las diversas actividades que llevan a cabo los diferentes miembros de la familia para hacer posible su reproducción cotidiana y generacional en su interacción con la estructura social. A este conjunto de actividades se las denominó de diversas maneras -estrategias de supervivencia, estrategias de sobrevivencia, estrategias de reproducción, estrategias familiares de vida-, dependiendo del interés específico y de la orientación teórico-metodológica de los estudios. De los elementos incorporados al análisis y la discusión por este corpus bibliográfico, destaca el papel dentro de las estrategias familiares, de las redes de relaciones sociales que establecen las unidades domésticas.
Estos trabajos mostraron -como señala Jelin (1994)- que, si bien la secularización extendió el papel de diversas instituciones estatales y privadas en la resolución de algunas necesidades cotidianas, así como también las relaciones sociales electivas, como los lazos de amistad, no por ello las relaciones de parentesco perdieron lugar. Colocando en el centro de indagación la unidad doméstica urbana, tornaron visibles cómo en la resolución de las tareas cotidianas de mantenimiento y reproducción, se integraba en redes más amplias de ayuda mutua, redes de parentesco, vecindario y lazos de amistad. Sin embargo, la atención en los sectores populares evidencia un supuesto en esa línea de investigación -aunque se extiende más allá de ella- que obstaculiza la posibilidad de preguntarse por la trama relacional de las clases medias. Ese supuesto es que, a menor presencia estatal, mayor marginalidad, mayor uso de las redes de ayuda mutua, entre ellos el parentesco. La pregunta por la trama relacional de unas clases medias integradas e individualizadas, parece difícil de formular.4
El presente artículo busca aportar a llenar esta vacancia. Aborda el papel de la familia en la inscripción territorial de hogares de clase media residentes en un barrio de Buenos Aires.  En particular, hace foco en cómo la familia provee recursos para acceder a la primera propiedad, cómo orienta las decisiones de localización residencial y el lugar que ocupa en el espacio y tiempo cotidiano de estos hogares.
Los resultados presentados en este trabajo se sustentan en una investigación de carácter cualitativo sobre trayectorias residenciales y usos cotidianos del espacio urbano de residentes en el barrio de Caballito en la ciudad de Buenos Aires.
Este artículo, se inscribe en la intersección de dos agendas. Por un lado, la agenda de investigación sobre movilidad espacial y estrategias residenciales, centrada en la comprensión de la dimensión colectiva de las prácticas residenciales de distintos grupos sociales (Authier et al., 2010; Dureau, 2004; Delaunay & Dureau, 2004; Dureau, et al., 2002. Por otro lado, la agenda preocupada por las dinámicas de movilidad/ anclaje territorial de las clases medias de distintas ciudades en el contexto de la globalización (Andreotti et al., 2014; Savage, 2010; Blokland-Potters & Savage, 2008; Savage et al., 2005).
El artículo se estructura de la siguiente manera. En primer lugar, se realizan unas breves consideraciones teórico-metodológicas necesarias para orientar al lector en el enfoque, dispositivo y nociones que permitieron el abordaje empírico de estas cuestiones. Los apartados que siguen presentan los hallazgos: partiendo de la constatación de que la co-residencia con parientes -allegamiento- es excepcional, se muestra cómo el análisis de la movilidad cotidiana evidencia que estos residentes dedican tiempo y usan la ciudad modulados por la geografía de la parentela no co-residente. Luego se aborda el papel de la familia en las decisiones de localización residencial, mostrando que es uno de los factores que traccionan el lugar dónde residir. Finalmente, en el tercer apartado se introduce el papel de la familia en la provisión de recursos para acceder a la vivienda en propiedad. El artículo finaliza realizando algunas consideraciones sobre los hallazgos expuestos.

Breves consideraciones teórico-metodológicas

Un corpus de trabajos inscriptos en la agenda de investigación sobre movilidad espacial y estrategias residenciales, se ha centrado en la comprensión de la dimensión colectiva de las prácticas residenciales (Authier et al., 2010; Dureau et al., 2007; Dureau, 2004; Delaunay & Dureau, 2004; Dureau et al., 2002.  Estos trabajos ponen en tensión el tríptico urbanización-industrialización-nuclearización de las familias (Segalen, 2006)5 y el efecto que ha tenido en la superposición e identificación entre familia,6 unidad doméstica7 y co-residencia.8  En su lugar, indagan en el sistema de relaciones entre individuos, familias y lugares. Con ello iluminan no sólo prácticas pluri-locales o de multi-residencias, sino también las movilidades que sostienen (y producen) esas configuraciones, así como las lógicas familiares de las prácticas espaciales de los individuos y hogares.
En términos metodológicos, este enfoque aboga por una aproximación integral de la movilidad espacial, colocando en el centro de la indagación cómo se articulan las distintas escalas espaciales y temporales en la producción de relaciones de los individuos y de los grupos con los diferentes lugares que practican (Dureau et al., 2007; Dureau, 2004; Dureau et al., 2002). Propone analizar las prácticas espaciales considerando tanto “las distintas escalas de tiempo del individuo (de lo cotidiano a lo biográfico), las diferentes escalas espaciales de la movilidad (del barrio a los movimientos internacionales) y las múltiples escalas sociales (del individuo a la familia y otras redes)” (Dureau, 2004: 43).
Esta agenda hace propio uno lo de los postulados básicos del llamado giro de la movilidad (Urry, 2000). Esto es, la necesidad de centrar el análisis de los procesos sociales en las redes, las relaciones y los flujos asumiendo el papel constitutivo del movimiento dentro del funcionamiento de las instituciones y prácticas sociales (Sheller & Urry, 2016; Urry, 2000). Desde esta perspectiva la pregunta por la inscripción territorial se desmarca de un tipo de análisis que trata la estabilidad como normal y la distancia, el cambio y el desplazamiento como problemático. Y habilita la emergencia de una rica trama de relaciones sociales y espacios practicados con mayor o menor grado de estabilidad, continuidad e intensidad.
En la investigación que nutre este artículo, asumir este enfoque implicó preguntarse por la inscripción territorial reconstruyendo las prácticas de movilidad residencial y movilidad cotidiana de individuos y hogares. Esto supuso movilizar tanto una perspectiva biográfica para reconstruir las trayectorias residenciales (movilidad residencial), como transversal para evidenciar los usos de la ciudad por distintos motivos (movilidad cotidiana). Esto implicó definir y operacionalizar los conceptos de movilidad cotidiana y movilidad residencial.
La movilidad cotidiana o habitual es llamada también pendular (Módenes Cabrerizo, 1998) porque encuentra como punto de retorno la residencia base9 y es definida como una práctica social de desplazamiento que permite el acceso a actividades, personas y lugares (Vega Centeno, 2003; Bericat Alastuey, 1994). Al poner el foco en la movilidad cotidiana, la residencia base funciona como lugar de retorno desde aquellos anclajes espaciales que se producen por distintos motivos (laborales, consumo, ocio, familiares, etc.) y que llevan a los residentes a desplazarse de un lugar a otro de modo habitual.
El abordaje empírico de la movilidad cotidiana consistió en elaborar una matriz a partir de las entrevistas realizadas, que permitió reconstruir con qué lugares esas personas interactúan -están en relación- como resultado de sus movimientos cotidianos realizados por distintos motivos. La unidad mínima de referencia para identificar los lugares que frecuentan fueron los barrios (al interior de la Ciudad de Buenos Aires) y los Municipios para el caso de movimientos hacia la Provincia de Buenos Aires.10 El mapeo de la movilidad cotidiana permitió hacer visible qué lugares son más frecuentados y por cuáles motivos. En este artículo sólo se trabaja con la movilidad cotidiana por motivos familiares.11
Por su parte, la movilidad residencial se define como “los cambios de domicilio que responden a estrategias y necesidades habitacionales relacionados con el tipo, características, forma de tenencia, localización y entorno de la vivienda y no en tanto que procesos migratorios” (Duahu, 2003: 188). El abordaje empírico consistió en reconstruir las trayectorias residencialesde los hogares bajo estudio, desde la emancipación del hogar paterno hasta la residencia actual. Di Virgilio (2007) denomina trayectorias residenciales al “conjunto de los cambios de residencia y de los cambios de localización de un hogar en el medio urbano” (2007: 7). Esta noción de trayectoria sugiere que una serie de posiciones sucesivas no se concatenan entre sí por casualidad, sino que se encadenan según un orden inteligible y su uso, expresa la preocupación analítica de dar cuenta cómo los actores producen unos desplazamientos en el marco de condicionamientos sociales y espaciales, que son a la vez constrictivos y habilitantes de sus prácticas (Di Virgilio, 2011). A través de las entrevistas biográficas, se reconstruyó para cada movimiento residencial el tipo de vivienda ocupada, el arreglo residencial que posibilitó su ocupación,12 la localización y los recursos movilizados para acceder a la vivienda en propiedad. Eso permitió objetivar los movimientos residenciales y construir lo que hemos denominado un Calendario del Cursus Residencial de cada entrevistado, una tabla sintética que recoge información objetiva de cada trayecto residencial. Al mismo tiempo, la entrevista biográfica se detuvo en comprender las decisiones residenciales, es decir, indagar en los modos en que los hogares decidieron sus desplazamientos, identificando los condicionamientos sociales, culturales y espaciales, así como sus propias evaluaciones producidas en contextos específicos.
Se trabajó con entrevistas biográficas realizadas a 40 jefes y jefas de hogar,13 a quienes se los entrevistó entre dos y tres veces y en la gran mayoría en su vivienda. La muestra se compone de 19 varones y 21 mujeres de edades que van de los 28 a los 70 años, que residen en diversos tipos de vivienda.14 En cuanto a sus credenciales educativas se trata de un universo relativamente homogéneo: todos tienen secundario completo y en su gran mayoría realizaron algún estudio terciario o universitario, aunque algunos no llegaran a concluirlo.15 En cuanto a su ocupación, la mayoría son profesionales autónomos o asalariados (20), pero hay también patrones (3), Gerentes (2), Cuentapropistas (9), y técnicos superiores o medios asalariados (6). La gran mayoría es propietaria de la vivienda en la que reside (31), pero también están los que alquilan (9), en su mayoría jóvenes.
Interesa destacar que tanto el barrio seleccionado (Caballito) como la muestra de hogares relevados responden a un muestreo teórico que respondió al interés de la investigación por comprender los modos en que hogares pertenecientes a las clases medias usan y se apropian la ciudad y en particular cómo habitan la centralidad. Por ello se seleccionó una localización al interior de la ciudad de Buenos aires. Es sabido que el modo en que se distribuyen en el territorio redes de infraestructuras, servicios, equipamientos y mercados, marcan la organización de una ciudad y condicionan su apropiación y uso por parte de los habitantes. En ese marco, la localización residencial y en particular, su accesibilidad, ha sido señalada como un aspecto central a considerar (Del Río, 2011; Pírez, 2009; Di Virgilio, 2007; Katzman, 2000; Harvey, 1977). De lo anterior se desprende que barrios y localizaciones en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) definen distintas oportunidades de gozar la centralidad e implican condiciones de integración/segregación diferenciales. El barrio de Caballito está ubicado en el centro geográfico de la ciudad. Allí convergen una línea ferroviaria, dos líneas de subterráneos y una gran cantidad de líneas de colectivos que lo comunican con diversos puntos de la ciudad y el AMBA. El barrio tiene un tejido urbano continuo, dotado con la infraestructura y el equipamiento propios de un espacio urbano central y consolidado, con calles pavimentadas y redes de servicios que alcanzan prácticamente a la totalidad de sus residentes,16 expresando una clara presencia del Estado y las empresas prestatarias de servicios. Tiene manzanas donde predominan edificios y otras que presentan un marcado carácter residencial de baja densidad, es uno de los barrios más densos de la ciudad (27.000 habitantes por km2). En Caballito el parque habitacional responde casi en su totalidad a la dinámica del mercado inmobiliario formal y es el título de propiedad el modo predominante de tenencia de la vivienda.17
Seleccionado el barrio, se entrevistó a jefes y jefas de hogares residentes en Caballito que tuvieran al menos secundario completo y con inserciones ocupacionales correspondientes a las posiciones de clase media (Dalle, 2016; Sautu 2011). Esta operación necesaria para iniciar la investigación, para definir una muestra, no supone asumir que esa inserción objetiva en la estructura económico-ocupacional defina una clase social. En todo caso, es el desarrollo de esta y otras investigaciones las que pueden mostrar la existencia de campos de interacción y experiencias en común, formas de sociabilidad, gustos y horizontes de expectativas; en qué medida se articulan con esas inserciones objetivas o con otras dimensiones de la vida social así como también evidenciar si la clase media como identidad construida social e históricamente, funciona como una categoría de identificación y como modo de representar un lugar en la sociedad. 
El artículo ofrece un análisis cuantitativo a partir de datos cualitativos y se apoya en fuentes secundarias para contextualizar dicho análisis.  Cabe destacar que en el marco de este estudio no se pretende hacer generalizaciones, las afirmaciones se circunscriben a los hogares entrevistados. Con todo, constituyen un buen punto de partida para futuras investigaciones.

Una lógica residencial que prioriza vivir cerca pero no juntos

En Caballito, el patrón dominante de residencia es también el que predomina a nivel ciudad, el de hogares familiares y en particular, nucleares. Pero en Caballito los hogares unipersonales y nucleares representan una mayor proporción que lo registrado a nivel ciudad, mientras que los hogares extensos tienen una menor incidencia (Cuadro 1).

Cuadro 1. Hogares por tipo de hogar (%). Ciudad de Buenos Aires y barrio de Caballito, 2010

Fuente: elaboración propia basado en datos Censo de Población, Hogares y Viviendas 2010, INDEC.

En sintonía con esa dinámica, las entrevistas realizadas evidenciaron que resulta muy poco frecuente que la generación más vieja resida en la misma vivienda con sus descendientes adultos que ya han conformado su propio hogar Tampoco es frecuente que los hijos recién unidos o en general las familias jóvenes vivan en la casa de sus padres. En efecto, la reconstrucción de las trayectorias de los entrevistados, desde la emancipación del hogar paterno hasta la residencia actual, evidenció que la co-residencia con familiares -allegamiento- es un arreglo residencial18 excepcional. Sin embargo, evidenciamos en este trabajo una pauta residencial que indica que, aunque eligen no vivir juntos, buscan estar cerca. Al reconstruir las decisiones de localización residencial veremos que la proximidad a parientes es un valor que buscan realizar. Es decir, escogen -en la medida en que eso es posible- la proximidad geográfica con la parentela, pero vivir juntos es una excepción.
Para comprender el carácter excepcional del allegamiento dentro de este grupo social, es preciso partir del hecho de que los modos de habitar participan, y no pueden ser comprendidos, por fuera de los modelos de familia y convivencia propios de cada época y de aquellos que se tornan predominantes en ciertos grupos sociales. En la base de las prácticas residenciales de este grupo social, operan la nuclearidad y la neolocalidad19 como modelos de convivencia asociados al deber ser de los hogares decentes y respetables (Cosse, 2006). Es desde ese modelo cultural que puede comprenderse, en parte, por qué la situación de allegamiento resulta una estrategia residencial poco frecuente y sólo desplegada en momentos de crisis económica o familiar.
Adela es arquitecta, nació en Caballito y hoy vive en la que fuera la casa de sus padres. En 1989 tuvo que regresar a su casa natal después de vivir dos años con su marido en un departamento alquilado en Caballito, detrás de Ferro y a pocas cuadras de esa vivienda

[…] como no podíamos pagar el alquiler porque los alquileres con Alfonsín aumentaban el 100%, era una locura seguir alquilando, entonces nos vinimos a vivir acá con mis viejos, a una piecita que hay arriba en la terraza, que es como el cuarto de servicio. Tratamos de arreglarla entre los dos, como para vivir ahí un tiempo, hasta poder comprar algo.20

Unos meses después, ella y su marido se enteraron de que serían padres y eso les marcó la urgencia de resolver su situación habitacional. Compraron un departamento en el Once, ubicado en el céntrico barrio de Balvanera.

Encontramos en Once un departamentito tres ambientes, segundo piso por escalera, que había que hacerle un montón de cosas.
¿Y por qué eligieron Once?
No elegimos, ¡las pelotas!, ¡era lo que podíamos! Vendí el autito que tenía y con un puchito que me prestó mi vieja y otro puchito que me prestó mi hermana llegamos a ese departamento a 7.000 dólares…lo único que conseguimos.21

También con la crisis económica hiperinflacionaria de 1989, Antonia tuvo que vender no sólo su auto sino incluso su departamento, mudándose al de su suegra con quien convivieron cinco años, hasta que pudieron comprar otra vivienda.

En ese período nos fuimos a vivir con mi suegra, a su departamento que era de tres ambientes, acá en Acoyte y Neuquén y yo ya tenía dos chicos. Fueron 5 años, tuvimos que vender coche, departamento, todo para bancar el local. Decíamos tenemos que hacer fuerza porque éste es el lugar que nos iba a dar de comer.22

Si la nuclearidad y la neolocalidad son las pautas sociales predominantes -y las que gozan de mayor consideración social- lo cierto es que están condicionadas en gran medida por las posibilidades de inserción en los mercados de trabajo, tierra y vivienda. Es decir, se requieren recursos para llevar adelante este modelo cultural que supone que la formación del nuevo hogar se realiza en una residencia separada de la de otros parientes. En la ciudad de Buenos Aires, casi el 4% de los jóvenes (generación post-setenta) que convive en pareja no ha podido independizarse de la vivienda de sus padres (Mazzeo & Ariño, 2013).
Los hogares aquí estudiados tienen los recursos para sostener la pauta cultural de separación residencial entre las generaciones y el allegamiento es al interior de este grupo social un arreglo residencial transitorio siempre vivido como un momento de excepcionalidad. Ahora bien, intentaremos evidenciar que la vivienda en la cual residir, se busca que esté emplazada en las proximidades de los parientes.

La geografía de la parentela

Al examinar la movilidad cotidiana por motivos familiares, se evidenció la proximidad geográfica de las familias. Tal como se puede observar en la Figura 1 los movimientos producidos para sostener vínculos familiares se realizan principalmente dentro del barrio o en otros barrios próximos a la localización residencial y casi en su totalidad al interior de la ciudad.


Figura 1. Movilidad cotidiana por vínculos familiares

Fuente: elaboración propia a partir de la matriz de análisis de movilidad cotidiana vinculada al mantenimiento de redes familiares, basado en entrevistas biográficas (Cosacov, 2014).

En efecto, el análisis de los lugares-destino con los que se está en interacción como resultado de los movimientos producidos para el sostenimiento de los vínculos familiares muestra que la visita a parientes los lleva a circular por el mismo barrio (el 38,04% de los lugares-destino se concentra en Caballito)23 o por zonas cercanas o contiguas a Caballito, sea hacia el norte (29,35%), el oeste (17,39%), este (9,78%) o hacia el sur (5,43%). Si se compara la movilidad por vínculos familiares con la producida por otros motivos -algo abordado en otro trabajo (Cosacov, 2015)-, emerge con claridad que es la que registra una distribución de frecuencias más similares entre las distintas direcciones contempladas, lo que permite afirmar que la visita a parientes los lleva a moverse no tanto a una dirección predominante sino sobre todo a lugares cercanos al lugar de residencia, sea el mismo barrio u otros aledaños. Distinto es el caso de la movilidad cotidiana por motivos laborales que muestra que al momento de realizar esas actividades es la zona céntrica de la ciudad la que concentra mayores frecuencias como lugar-destino (41,8%) mientras que las actividades de consumo y ocio se resuelven de manera predominante en la zona norte (50,41%) de Buenos Aires y utilizando más frecuentemente una escala metropolitana, en comparación con las otras movilidades.
Los hallazgos obtenidos al reconstruir la movilidad cotidiana no sólo proveen información sobre el uso de la ciudad y los lugares con los que están en relación cada uno de los jefes de hogar entrevistados. También pueden ser leídos como evidencia de la geografías de las familias (Dureau, 2004). Es decir, donde habitan los parientes que no residen con ellos en la misma vivienda y con los que tienen un contacto frecuente. Lejos de una dispersión geográfica, se evidencia una significativa concentración espacial, notable incluso a escala barrial. El Cuadro 2 muestra que tomados en conjunto, el 42% de los parientes reside en el mismo barrio que los entrevistados, un 47% lo hace en otros barrios pero dentro de la misma ciudad y un 13% vive en la misma provincia pero no en la Ciudad de Buenos Aires.

Cuadro 2. Distribución geográfica de los parientes de residentes en Caballito

Fuente: matriz de análisis de entrevistas biográficas (Cosacov, 2014).

La geografía de las familias y los disímiles trabajos de movilidad

Señala Jelín que para sostener una red de reciprocidad es necesario cuidarla y alimentarla, manteniéndola activa y reforzándola constantemente. Los intercambios entre miembros de redes tienen una doble función: por un lado, obtener o prestar el bien o servicio específico del que se trata, y por otro, aceitar el sistema de relaciones de reciprocidad para mantenerlo en funcionamiento (Jelin, 1984). Son esas prácticas ligadas a mantener la red familiar las que demandan un lugar significativo como motivo de desplazamientos por el espacio urbano. Desde esa perspectiva, la movilidad cotidiana por motivos familiares, puede ser entendida como la dimensión espacial de las prácticas realizadas para sostener la red familiar. Ahora bien, sin lugar a dudas, la distribución espacial de la parentela no co-residente, condiciona las prácticas y ritmos orientados a sostener esa red. Hay una relación inversa entre proximidad de la parentela y trabajo de movilidad. Bericat Alastuey (1994) refiere con este término al esfuerzo psicofísico y económico y el tiempo que implica para las personas, desplazarse de un lugar a otro por la ciudad. La proximidad geográfica, minimiza el trabajo de movilidad, ahorrando desgaste físico, psicológico y monetario. El papel de la proximidad residencial con la parentela debe ser considerada como parte de las estrategias de reproducción social y económica de estas familias.
Del análisis de las entrevistas se desprende que las visitas a parientes se realizan con mayor frecuencia durante la semana entre aquellos que han logrado mantener una proximidad física, sobre todo quienes tienen a la parentela no co-residente en el mismo barrio o en sus proximidades. Ese es el caso de Daniela, Jimena, Marcos, Ramiro, Pochi y otros entrevistados que tienen a sus abuelos, padres, hermanos o hijos en el mismo barrio pudiendo visitarlos durante la semana. Ramiro está a cargo de su mamá, a quien asiste durante la semana con bastante frecuencia, ya sea acercándole alguna medicación, haciéndole alguna compra. Susana recoge a su nieta todos los días por la guardería. Marcos es común que realice algún mandado a sus abuelos, que viven en el mismo barrio. Esas relaciones de cooperación y afecto son sostenidas con una dedicación de tiempo que la proximidad espacial facilita en el contexto de una gran ciudad. Julieta, que nació en Caballito pero al momento de vivir sola eligió Palermo, volvió al barrio cuando tuvo su primer hijo: “mi trabajo está en Flores y desde acá me queda más cerca, pero además quería estar cerca de mis padres”.24 Algunos días de la semana su madre busca a los niños en el jardín de infantes y se los lleva a su casa hasta el regreso de Julieta.
Pero aún en los casos de una mayor distancia física, muchas personas están dispuestas a moverse -aun a una escala metropolitana- para cooperar con el hogar de un familiar, es el caso de Antonia, cuya hija vive en Ciudadela,25 porque no pudo alquilar ni comprar en Caballito. Antonia, dos veces por semana se dirige hacia allí para cuidar a su nieta. O Mariana, que hace apenas un año se mudó a una de las nuevas torres amuralladas construidas en Caballito, y una vez a la semana cena en lo de sus padres en Recoleta. Sin embargo, es posible afirmar que quienes tienen mayor trabajo de movilidad por la distancia geográfica con sus parientes no co-residentes, utilizan en mayor medida los fines de semanas como momento para visitarlos y la visita es más una actividad de ocio que estrictamente de cooperación. Como Nacho, que nació en Ciudad Evita donde aún residen su madre y su padre, motivo por el que regresa al barrio con cierta frecuencia, por lo general durante el fin de semana.
Sin embargo, como señala Dureau (2004), es preciso aclarar que la distancia o proximidad espacial con la familia no supone afirmar linealmente algo acerca de la intensidad de los vínculos familiares.

Las geografías de las familias como resultado de trayectorias residenciales

Ahora bien, esa distribución espacial de la parentela no co-residente -geografía de las familias-  deben ser comprendidas como producto de las trayectorias residenciales de Ego (entrevistado) y sus parientes, y en particular, de las decisiones de localización residencial y el modo en que interaccionan con las propias dinámicas de la ciudad, en especial con el mercado de tierra y vivienda (Dureau, 2004). De modo que hay una estrecha relación entre los usos cotidianos del espacio urbano vinculados a sostener la red familiar -legibles a través de la movilidad cotidiana- y las trayectorias residenciales. Prácticas espaciales con temporalidades distintas pero que operan en conjunto para definir los sistemas de relación entre individuos, familias y lugares.
La geografía de las familias de estos hogares residentes en Caballito, está estrechamente vinculada al tipo de trayectorias residenciales ya que predominan aquellas producidas en el mismo barrio o dentro de la ciudad.  La reconstrucción de las trayectorias residenciales en función de las localizaciones sucesivas que la conformaron para cada uno de los entrevistados,26 evidencian un patrón de movilidad residencial caracterizado por movimientos de corta distancia (entre barrios o al interior del mismo barrio) y con una orientación predominante hacia el centro consolidado de la ciudad. La cuantificación de estas trayectorias permite observar que el universo de análisis está conformado por hogares que provienen de manera predominante del mismo barrio o de otro barrio de la ciudad (31 experiencias de las 40 relevadas), siendo menores los casos de trayectorias interurbanas. Pese a la falta de datos estadísticos de movilidad intraurbana27 y de grados de retención residencial28 para contrastar este patrón, es posible afirmar que un 70% de la población de Caballito, nació en la ciudad de Buenos Aires. Se trata de un barrio que recluta de manera predominante a hogares nacidos en esta ciudad.29 Y probablemente, una parte significativa haya nacido en el mismo barrio, un dato que no es relevado por ninguna estadística oficial.
Este análisis cuantitativo puede complementarse -y no sólo por decisión metodológica sino también porque la escasez de estadística lo requiere- con el análisis de las decisiones de localización residencial, reconstruidas mediante los relatos de los entrevistados. Las entrevistas biográficas revelaron que al momento de decidir una mudanza las priorizaciones pivotean entre la proximidad familiar y la búsqueda de centralidades urbanas. En este sentido, es crítico considerar la propia dinámica urbana, el modo que asume la expansión de la ciudad y su estructura de centralidades, así como las oportunidades residenciales que presentan determinadas áreas, dado que operan en las posibilidades de concretar e incluso compatibilizar esas priorizaciones.
Muchos de quienes viven hoy en Caballito presentan trayectorias intrabarriales, viven en el mismo barrio donde se localizaba su hogar paterno al momento de emanciparse. Algunos llegaron con sus padres desde otros barrios de la ciudad, otros suman más de tres generaciones en ese espacio barrial. Como Cristina, que tiene 60 años, reside en Caballito junto a su marido, que es médico de planta del Hospital público Ramos Mejía de la CABA y una de sus hijas, porque la otra ya se emancipó y vive a unas pocas cuadras de su vivienda. A Cristina le faltó una materia para recibirse de médica y es Profesora de Educación Especial en distintas instituciones. Hija de un tornero, nació y se crio en Caballito. Su abuelo llegó al barrio en 1917. El abuelo de Cristina fue uno de los cuatro millones de europeos que arribaron entre1880 y 1910 a la Argentina y parte de ese 60% que se radicó en Buenos Aires (Aboy, 2007). Ramón, llegó de España a Buenos Aires. Vivió en piezas de distintos conventillos e inquilinatos, ubicados en el centro de la ciudad. Durante cinco años fue chofer de una familia adinerada y luego se transformó en taxista. En 1917 compró un terreno en Caballito. Además del financiamiento ofrecido por loteadores, Ramón solicitó dinero a prestamistas en distintos momentos. Con ese dinero construyó su casa, primero de un piso, luego le agregó otro piso, hizo un gran garaje y arriba del garaje construyó dos departamentos para alquilar. Al poco tiempo, el abuelo de Cristina vivía de rentas. Desde aquel momento, la familia de Cristina se dispersó por el barrio. Actualmente ella vive en la que era su casa paterna y su hermana, a unas pocas cuadras de allí.
Entre quienes presentan trayectorias intrabarriales al momento de dejar el hogar paterno, algunos, sea alquilando o comprando una vivienda, pudieron mantener la misma localización que sus padres, mientras que otros salieron del barrio, pero luego regresaron. A esa movilidad intrabarrial la he llamado pendular: salen del barrio al emanciparse, en general buscando una vivienda más asequible, pero buscan regresar en un momento de mayor consolidación familiar y/o laboral. Como Omar que vivió con sus padres en Caballito hasta los 27 años. Es licenciado en comunicación, hizo un posgrado en la facultad de psicología y tiene su propia consultora de marketing. En 1995 Omar decidió emanciparse y comenzó a buscar en Caballito un departamento para alquilar:

[…] los precios estaban muy altos, yo trabajaba en relación de dependencia en ese momento, pero no me daba para alquilar en Caballito, así que me fui a Flores. A Nazca y Vallese. Viví 5 años ahí. Siempre trabajé en el centro, así que siempre sufrí como un plus cuando viajaba porque pasaba por Caballito y tenía que seguir a Flores. Siempre lo viví como una pérdida de tiempo, de alguna forma me había alejado del centro. Y además Flores tiene sus particularidades que no son para todos los días. Yo vivía a unas cuadras del hospital Álvarez y algo que nunca estuvo en Caballito son los travestis. Flores como que tiene más minorías, yo cruzaba Nazca y había como muchos ortodoxos judíos, incluso en verano vestidos con saco con pieles, realmente otra visión […]. Caballito nunca tuvo eso, era más familiar.30

Omar se casó en el año 2000. Compraron con su mujer un departamento en Caballito a través de un crédito hipotecario del Banco Galicia. Allí vive actualmente, a unas cuadras de sus suegros y de su hermana. Algo similar cuenta Aldo que también nació en Caballito y vivió unos años en Floresta hasta poder comprar en su barrio natal.

La primera vivienda que compramos fue en Floresta, con la plata que teníamos nos alcanzó para un ph ahí, unos pequeños ahorros, más plata de ella que le había dado el padre. Estuvimos ahí unos años hasta que pudimos vender, y con la misma plata compramos donde yo vivo ahora, a una cuadra y media de Ferro, un ph de dos ambientes y medio. Nunca me gustó mucho Floresta, yo soy un bicho de Caballito, nacido y criado acá, pero en ese momento no tuvimos opción.31

Julieta, al emanciparse se fue a vivir a Palermo, a un departamento que le compró su padre, un mediano empresario metalúrgico que reside en Caballito. En su caso, el movimiento hacia Palermo fue una elección.

[…] la mayoría de mis actividades estaba por esa zona, mis amigas estaban por ahí, mis amigas del colegio ya no vivían en Caballito, algunas se habían ido a vivir al exterior, otras se habían mudado para esa zona, a Belgrano, Palermo, y además me parecía una zona más linda, a la noche siempre tenés mucha más actividad.32

Julieta tiene 34 años, es ingeniera en tecnología de alimentos, estudió en la Universidad Católica y trabaja en la Planta de Concentrados de Coca-Cola, ubicada en Flores. La llegada de su primer hijo fue un momento de inflexión, la ocasión en que volvió a Caballito: “quería estar cerca de mi mamá y además me quedaba mejor para ir al trabajo”.33 Julieta vive en un departamento en una de las nuevas torres amuralladas. Puso en alquiler el departamento de Palermo y con eso paga el alquiler de su departamento actual.
Adela nació en Caballito, es arquitecta y en 1989, luego de vivir un tiempo con su marido en la casa de sus padres porque no podían pagar un alquiler, compraron un departamento en Once. Al igual que Omar y Aldo, tuvo que salir del barrio al momento de buscar una vivienda para constituir su propio hogar, porque el dinero que tenían no alcanzaba para comprar en Caballito. En 1993, a unos meses de nacer su segundo hijo, comenzaron a buscar una casita porque quería volver a Caballito. El regreso se vinculó no sólo a lo que el barrio significa para Adela y el hecho de que sus padres vivieran allí, sino también a que su marido había ganado un concurso en el hospital Méndez, ubicado en ese barrio. Estas trayectorias revelan que las prácticas residenciales de las familias se ven limitadas (o posibilitadas) por las etapas de desarrollo de una ciudad (Dureau, 2004). De modo que la geografía de las familias, está siempre afectada por la forma que asume la expansión de la ciudad. Por un lado, la dinámica del mercado inmobiliario parece pautar con fuerza si las mudanzas pueden realizarse conservando o no la proximidad residencial con los parientes. Las trayectorias intrabarriales pendulares son evidencia de ello. Por otro lado, los atributos del barrio en cuanto a localización, accesibilidad y posición respecto a la estructura de centralidades, también afecta la proximidad geográfica de la parentela, pero lo hace de modo ambivalente: puede ejercer una fuerza centrípeta ya que sus atributos le permiten a sus residentes gozar de la centralidad, de los efectos de la aglomeración (Topalov, 1979) -algo considerado un valor al decidir una mudanza- pero al mismo tiempo, puede expulsar a sus residentes ya que los valores del suelo y las viviendas pueden obstaculizar la permanencia allí. En particular Caballito, ubicado en el centro geográfico de la ciudad constituye una importante subcentralidad urbana, que atraviesa un proceso de valorización inmobiliaria, expresada en un aumento del valor de las propiedades y los alquileres.34 Es posible señalar entonces que quienes protagonizan trayectorias intrabarriales lo hacen porque han tenido los recursos para permanecer allí y compatibilizar proximidad espacial con la parentela no co-residente y goce de la centralidad.
Marcos, es politólogo, tiene 33 años, nació en el barrio. Reside en un ph que alquila a unas pocas cuadras de sus padres y a otras de sus abuelos maternos. Sus padres y sus abuelos son propietarios de la vivienda en la que residen. El ph que alquila Marcos es de un amigo de los padres, que le cobra un poco menos de los precios actuales, haciendo posible que Marcos mantenga una localización que para él tiene mucho valor. Marcos me aclara que de no mediar esta facilidad vinculada a su capital social, no podría residir en Caballito, que tendría que residir en un barrio más barato:

[…] si yo tuviera que pagar un departamento en Caballito, con los costos reales que tiene más expensas, más algunos otros costos, digamos, me costaría bastante más, no me alcanzaría mi ingreso actual, por lo cual debería buscar barrios más baratos, trataría que no fuesen lejos de acá, tal vez Almagro, o por el Abasto o tal vez Flores, algo cercano, digamos, y hasta mi General Paz que es Carabobo.35

El trabajo de campo reveló que esa valorización inmobiliaria ha tenido por efecto dificultarle a la descendencia de algunos entrevistados, la perpetuación de la misma posición espacial, afectando la lógica de cooperación familiar. A diferencia de Marcos, otros hijos de residentes en Caballito no han podido al emanciparse mantener la misma localización residencial. Antonia vive hace más de 30 años en Caballito, vive en un ph del cual es propietaria junto a su marido. Tienen un negocio en el centro de la ciudad en el que trabajan ambos. Sus cuatro hijos nacieron en el barrio, dos continúan viviendo con ellos, dos formaron su propio hogar en otro barrio. Aunque quisieron no pudieron quedarse en Caballito.

Mi hija se metió en un departamentito de dos ambientes por Floresta. Lo está pagando todavía porque la abuela le prestó la entrada, sacó un crédito del 75% del Banco Nación, hace 5 años y lo sigue pagando, creo que es a diez años. Mi suegra vendió una casita en Miramar, con eso la ayudó a que se metieran. Natalia [su hija] buscó por acá, pero no pudo comprar, Caballito está imposible, era mucha la diferencia y no llegaba de ninguna manera. Y ahora alquiló el depto de Floresta y con ese alquiler que recibe puede alquilar una casa en Ciudadela más amplia […]. Mi hija tenía miedo de irse a Ciudadela, pero ahora ya se acostumbró. Y después tengo el otro que hace dos meses se fue a vivir con la novia a Berazategui porque acá no conseguía, así que los tengo lejos, pero bueno, voy yo bastante a Ciudadela a cuidar a mis nietos y además los domingos siempre tengo a mis hijos comiendo en casa.36

Patricia tiene 61 años, nació en Caballito y nunca se movió del barrio a pesar de haberse mudado tres veces. Vive en una casa, con patio y terraza, frente a una pequeña plaza que cuida ella junto con otros vecinos.

Nací a una cuadra del Parque Rivadavia, en una casa que alquilaban mis padres. Después ya compraron cuando yo tendría 13 años. Mi papá tenía una escuela de enseñanza de radio y televisión, se había recibido de ingeniero y mi mamá siempre fue modista. Mi papá ganaba mucho, estábamos re bien. La casa que compró era un palacete. Garage, terraza, tenía vitraux, construida a principio de siglo, tuvo que arreglar muchas cosas, hace poco la tiraron abajo para hacer un edificio. La disfrutamos muchísimo, hicimos unas fiestas, un lujo, siempre nos hicieron sentir con mi hermana como princesas. La verdad que eso me hubiese gustado podido darle a mis hijos, eso es lo que me hace sentir menos.37

Patricia cuenta que lamenta que sus hijos no hayan podido vivir en Caballito: “los tengo dispersos porque no han podido ni siquiera alquilar por acá”. En su relato, esa dificultad que enfrentan sus hijos para reproducir su posición espacial, se enmarca en un sentimiento más general de no haberles podido dar lo que le dieron sus padres a ella.

--  ¿Y dónde viven?
-- Uno en la casa de la madre de mi nuera, que se fue a España en 2001, y bueno se quedaron ahí en su casa que es en Mataderos. Después tengo otro que hace teatro que vive en Villa Urquiza, vive en una casa tipo ph muy chiquita que la consiguió por la parroquia, el párroco de acá del Buen Pastor y no paga alquiler. Mi hija en Villa Crespo, en un departamento que es del marido. Y después los otros dos viven conmigo, el mayor y el menor. Pero eso sí, los domingos no se pierden la pasta de la mamma [risas].38

El conjunto de los relatos muestra cómo se movilizan recursos para mantener una proximidad espacial con los parientes, lo que permite no sólo poner en cuestión esa idea extendida acerca de que las metrópolis implican una pérdida del peso relativo de los lazos de parentesco, sino también que la centralidad del parentesco en las lógicas residenciales parece no ser sólo patrimonio de los sectores populares. En las decisiones residenciales de las clases medias, los vínculos familiares son uno de los factores que orientan las pautas de movilidad residencial.
El peso de los entramados de relaciones de los hogares y los repertorios geográficos propios (Savage, 2010) ligados a la trayectoria residencial y familiar, no parece ser exclusivo de quienes protagonizan una movilidad residencial intrabarrial. También entre aquellos que tienen trayectorias intraurbanas (llegan desde otros barrios) o interurbanas (desde fuera de la ciudad), la red de relaciones familiares modula las trayectorias residenciales, y en particular, las decisiones de localización. Es el caso, por ejemplo, de Susana que nació en 1950 y vivió hasta los 21 años en su casa paterna, en Villa Urquiza, momento en que se casa y se traslada a Ramos Mejía, donde tuvo la oportunidad de comprar una vivienda desde el pozo.

Estuve ahí hasta el ‘74, ‘75. Yo trabajaba en el Banco Francés, donde trabajé toda mi vida hasta el 2000. Así que venía todos los días, por acá por Caballito, lo dejaba a Diego [su primer hijo] en el jardín -que habíamos decidido que sea acá porque a unas cuadras vivía mi suegra que lo buscaba- y me tomaba el subte y me iba al centro a trabajar. Eso todos los días, ¡era una locura! Entonces después de vivir unos años así, yendo y viniendo, decidimos vender aquello y venirnos a vivir a Caballito. Compramos un departamento cerca de lo de mi suegra, pagado con la casa anterior más un préstamo del Banco Francés, por ser empleada yo tenía una tasa accesible.39

La historia de Susana muestra cómo se va construyendo la relación con un lugar y el papel que en ello tiene la red de relaciones familiares. El hecho de que viviese ahí su suegra los llevó a tomar la decisión de llevar a su hijo a una escuela en Caballito para que pudiera colaborar buscándolo algunos días de la semana. La movilidad cotidiana modulada por las actividades laborales y por la localización de la parentela, orienta las decisiones residenciales puesto que el uso frecuente de una zona puede derivar en la elección de la misma como anclaje residencial. Así fue que Caballito comenzó a formar parte del horizonte de posibilidades donde residir.
Muchas veces también ocurre que aquellos que llegaron al barrio ya no traccionados por la red familiar, sino buscando netamente una mejor localización, desencadenan con su movimiento residencial, la mudanza de otros parientes, como el caso de Virginia, quien llegó a Caballito buscando acercase a su hijo. Virginia tiene 70 años, nació y siempre vivió en el barrio porteño de Mataderos, ubicado al suroeste de la ciudad. Desde que sus abuelos inmigrantes llegaron a Mataderos hacia finales del siglo XIX, su familia nunca se cambió de barrio. Ella protagonizó cuatro mudanzas dentro de Mataderos buscando llegar -como ella refería- a la casa de sus sueños. Pero hace tres años se mudó a Caballito, siguiendo a su hijo, quien decidió cambiar de barrio con su familia nuclear buscando una mejor localización y oferta educativa para sus hijas. Luego de que Virginia se mudara, también su prima compró un departamento en el mismo edificio. En poco tiempo, la familia de Virginia movilizó recursos y logró conservar la proximidad geográfica de la parentela no co-residente.
Algo similar es el caso de Maximiliano quien se mudó a Caballito buscando una mejor localización y al tiempo también lo hizo su hermano, quien vive a unas pocas cuadras de distancia. Maximiliano es ingeniero en telecomunicaciones, tiene 30 años, nació y vivió hasta 2008 en Haedo, Provincia de Buenos Aires, junto a sus padres. La adolescencia de Maxi está atravesada por los viajes interminables -en sus propias palabras- de Haedo a Capital. Maximiliano trabaja en el barrio porteño de Barracas, en el sur de la ciudad, es ingeniero de preventa en una empresa trasnacional que produce tecnologías de transporte óptico y le provee a Telmex, Claro, Telefónica y Telecom, entre otras. Al crecer laboralmente y poder pensar en emanciparse, definió que buscaría un lugar en la Capital: “buscaba para mudarme lugares que fuesen accesibles en términos de transporte, conectividad y llegada”.40 Maximiliano, como otros entrevistados, llegaron a Caballito buscando acercarse tanto a la centralidad, como a un barrio con accesibilidad. Pero esto le implicó alejarse de sus padres -a quienes visita durante los fines de semana, en general los domingos-  aunque no de su hermano, que luego también se mudó a Caballito.
Con todo el análisis de la movilidad cotidiana reveló que pese a la mayor distancia geográfica, el sostenimiento de las redes familiares ocupa también un lugar en el tiempo y en espacio de la cotidianeidad de estos hogares, aunque tengan que realizar un mayor trabajo de movilidad respecto de quienes tienen a su familia en las proximidades.

El papel de la familia en el acceso a una vivienda en propiedad

Hemos visto que la geografía de la familia modula el uso de la ciudad y que la red familiar tracciona las decisiones de localización residencial. En este último apartado, se aborda otra dimensión que resulta crítica en la inscripción territorial: el papel de la familia como proveedora de recursos para acceder a la vivienda en propiedad. Antes de continuar el análisis, cabe aclarar que, dado que el universo de análisis está conformado por jefes y jefas de hogares de distintas edades, existen diferencias generacionales que implican que tanto sus trayectorias sociales como residenciales se desarrollen en contextos sociales, económicos, políticos y urbanos bien distintos. Si bien en la investigación que da origen a este artículo el clivaje generacional es considerado en el análisis, los datos que a continuación se exponen analizan los recursos movilizados41 para acceder a la propiedad, sin introducir ese clivaje, para ellos se remite a Cosacov (2014).42
Es ampliamente aceptado que la distribución de la riqueza social se vincula a la inserción en el mercado de trabajo. Beccaria & Kessler señalan que “el despliegue de la fuerza de trabajo de los miembros del hogar es el medio al que recurre la mayor parte de los hogares para obtener recursos” (1999: 2). Son esas inserciones las que habilitan mayores o menores capacidades de acumulación. Según Badock (1984), esas condiciones diferenciales de acumulación son las que permiten ingresar diferencialmente al mercado de tierra y vivienda.
Ahora bien, el análisis de los recursos movilizados por los hogares entrevistados para acceder a la propiedad de la vivienda, permite afirmar que el ahorro proveniente de la inserción en el mercado de trabajo constituye apenas uno de esos recursos. En los hogares que constituyeron el universo de análisis, el papel que tiene la familia en la ubicación y el establecimiento social de los individuos, y en particular en las posibilidades de apropiación del espacio, parece ser un factor fundamental. La Figura 2 muestra que el 46% de los recursos movilizados para acceder a la primera propiedad está constituido por dinero o patrimonio recibido en herencia o regalo familiar (39%) y préstamos familiar (7%).


Figura 2. Recursos movilizados para acceder a la primera propiedad

Fuente: Elaboración propia basado en entrevistas biográficas (Cosacov, 2014).

La transmisión intergeneracional del patrimonio material, esto es, la herencia, parece ser uno de los principales recursos para acceder a la propiedad y puede ser concebido, en términos de Bourdieu (2007) como una de las formas que asume la perpetuación de un grupo social. Se trata de un capital económico que bajo la forma de patrimonio circula a través de las redes de parentesco. Siguiendo a Sautu (2011), en nuestra sociedad la herencia se apoya sobre el parentesco jurídicamente sancionado (y socialmente legitimado). Pero, además, la transmisión de ese patrimonio, también se produce por cesiones en vida o regalos mediante los cuales los padres muchas veces adelantan ese patrimonio transmisible a sus hijos (Martín, 2012). Al momento de emanciparse o emprender un proyecto conyugal, la familia regala dinero, o directamente afronta la compra de una vivienda para ese nuevo hogar u otorga un préstamo que permite evitar los circuitos bancarios ordinarios, que exigen requisitos que no siempre se pueden cumplir.
El hecho de que la herencia, los regalos y los préstamos familiares representen en conjunto el 46% de los recursos movilizados, estaría indicando la importancia crucial del papel desempeñado por las redes familiares al momento de acceder a una vivienda en propiedad. Ya Katzman (2000) ha señalado que la contribución de las redes familiares para acceder a la propiedad es uno de los ámbitos donde juega el capital social como fuente de ventajas. Katzman señala que dado el carácter estratégico y a la vez costoso que implica adquirir una vivienda en propiedad, no resulta sorprendente que sea un campo preferencial para el despliegue de mecanismos de capital social de carácter intergeneracional.
La importancia de la red familiar es lo que diferencia la posición que Marcos y Jimena tienen en el mercado de tierra y vivienda, siendo ambos menores de 34 años, profesionales e hijos de profesionales. El padre de Marcos es ingeniero, pero tiene una agencia de turismo mientras que su madre tiene un título de posgrado, es empleada pública en la Municipalidad de la Ciudad y docente universitaria. El padre de Jimena es contador y tiene una inmobiliaria y su madre es odontóloga, pero no ejerce la profesión. Los padres de Jimena pudieron comprarle un departamento, mientras que los padres de Marcos, que viven también en Caballito, no podrían comprarle una vivienda a su hijo, aunque sí quizás ayudarlo a adquirirla. Por eso Marcos alquila un ph a unas pocas cuadras de sus padres y sus abuelos.
Es importante remarcar que en la mayoría de los casos se moviliza más de un recurso, de modo que, por lo general, se accede a la vivienda a través de una combinación de aquellos; pero, cuando sólo se moviliza uno, mayormente proviene de la familia bajo la forma de herencia o regalo.
El crédito hipotecario, público o privado, es el segundo recurso que con más frecuencia se moviliza para acceder a la propiedad (30%). Un análisis del sector desde el cual provinieron esos créditos -siempre considerando el acceso a la primera vivienda de todos los entrevistados que pudieron concretarla-, señala la preeminencia del crédito hipotecario privado. El ahorro, por su parte, representa el 15% de los recursos movilizados y el financiamiento de loteadores, constructoras o desarrolladoras, el 9%. En la mayoría de los casos, más que ingresar al mercado de tierra y vivienda, el ahorro ha permitido complementar otro recurso.
El accionar del Estado, específicamente a través de sus políticas habitacionales, ya facilitando el acceso a la vivienda con políticas de créditos hipotecarios o proveyendo viviendas de manera directa, ocupa un lugar menor. Entre los entrevistados, la presencia del Estado en las trayectorias residenciales parece estar por detrás de la familia y el mercado, y cuando ha dejado huellas, ha sido exclusivamente bajo la forma de créditos hipotecarios. Ninguno de los entrevistados fue beneficiario de alguna política directa de vivienda.
De modo que es posible afirmar que, en los hogares bajo análisis, el acceso a la propiedad de la vivienda es vía el mercado formal de tierra y vivienda que resulta facilitado por la movilización de recursos, sobre todo de aquellos provenientes de la familia y en menor medida de créditos hipotecarios, del ahorro y del financiamiento ofrecido por loteadores, constructores o desarrolladores.

Conclusiones

Preguntarse por la inscripción territorial reconstruyendo la movilidad cotidiana y residencial, parece una entrada productiva para estudiar, al mismo tiempo, las prácticas de movilidad espacial de estos hogares y los modos en que producen su anclaje territorial. Los hallazgos expuestos señalan que las redes familiares traccionan las decisiones de localización residencial, modulan los usos cotidianos del espacio urbano y facilitan la movilización de recursos para acceder a la propiedad. Parecería posible afirmar que el acceso a la ciudad está mediado por las redes de relaciones, en particular la familia, pero también que los espacios y lugares estructuran y perpetúan esas redes. La posición espacial no les resulta en nada indiferente en la (re)producción de ese entramado de relaciones. Además, la significativa concentración geográfica de las familias, abre la pregunta y proporciona una idea -sin agotar- de la sociabilidad de estos hogares y su grado de arraigo en el contexto local. Pese al escaso interés que ha suscitado la pregunta por el entramado relacional en la que están insertas las clases medias y en particular el modo en que operan en la inscripción territorial, resulta evidente su importancia.
Con todo, es preciso continuar profundizando estas exploraciones, incorporando en la investigación residentes de sectores medios localizados en otros barrios y zonas del AMBA, ponderar mejor la extensión de esta lógica residencial que prioriza no vivir juntos pero sí cerca, qué otras geografías de las familias se configuran, cómo operan otras redes sociales (laborales, de amistad, etc.) y cómo se combinan lógicas globales y locales en la producción diferenciada de clases medias con mayor grado de cosmopolitismo o arraigo local.

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NOTAS

1 Entre los trabajos que han considerado en alguna medida la dimensión espacial al abordar las clases medias, se pueden nombrar los de Wortman (2003); Svampa (2001); Arizaga (2005); Di Virgilio (2007); Aboy (2007).

2 Sin ofrecer un listado exhaustivo pueden mencionarse Liernur (1984); Bellardi & De Paula (1986); Pastrana et al. (1995); Rodríguez (2005); Cravino (2008).

3 Sin agotar las referencias bibliográficas, pueden mencionarse los trabajos de Roberts (1973); Lomnitz (1975); Jelin (1979); González de la Rocha (1986).

4 De hecho, los trabajos  locales que exploraron el papel de las redes de relaciones en las clases medias, en general se han vinculado a contexto de empobrecimiento de una parte de estos sectores. Por ejemplo, Lvovich (2000); Kessler (2000); González Bomba (2002).

5 Entre los factores que señala Segalen (2006) para explicar por qué el parentesco perdió lugar en el estudio de las sociedades modernas, destaca no sólo la emergencia del Estado moderno, de un sistema de mercado y de las relaciones salariales, sino también el consenso paradigmático y la certeza acerca de que la modernidad de la familia se caracteriza por su tamaño pequeño y nuclear, íntimamente asociada con la teoría de la industrialización y la urbanización.

6 Como señala Jelín “[…] la familia tiene un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a la procreación, constituyéndose en la institución social que regula, canaliza y confiere significados sociales y culturales […]. Además, está incluida en una red más amplia de relaciones de parentesco, guiadas por reglas y pautas sociales establecidas” (1994: 20).

7 Refiere al ámbito social donde los individuos unidos o no por lazos de parentesco organizan su vida cotidiana.

8 Refiere a habitar una misma vivienda.

9 Residencia base es la residencia fija, multi-residencia o área de acción a partir de  la cual se operan los desplazamientos. En el universo analizado no se constataron casos de multiresidencia. La residencia base es equivalente a una única vivienda que funciona  como residencia fija.

10 Si bien no sucede al interior del universo analizado, la movilidad cotidiana puede incorporar desplazamientos no sólo más allá de una ciudad o de un área metropolitana, sino, por ejemplo, desplazamientos diarios a otras ciudades (Cfr. Bertoncello, 2001).

11 Se les preguntó a los jefes y jefas de hogares entrevistados con qué parientes no co-residentes tenían una relación y frecuencia de contacto al menos cada 15 días, una decisión arbitraria al respecto. Además, se buscó no establecer a priori el grado de parentesco, sino que emergiera de las entrevistas los parientes con los que están en relación. Fueron los abuelos, padres, hermanos, hijos y tíos directos los mencionados. Finalmente, cabe aclarar que, a los fines de no perder información, cuando el Jefe o Jefa de hogar mencionaba a su familia política (por ejemplo, los padres o hermanos de su cónyuge) se los tomó en cuenta, dado que es parte de la red familiar de ese hogar entrevistado. Esto último buscó escapar a las desventajas que tiene entrevistar sólo a un miembro del hogar.

12 Los arreglos residenciales remiten a arreglos, jurídicos o no, en virtud de los cuales los hogares ocupan una vivienda para satisfacer una necesidad habitacional, ya sea como propietarios, inquilinos, ocupantes de hecho o compartiéndola con otros hogares, entre otras modalidades.

13 Los nombres de los entrevistados han sido modificados por nombres de fantasía.

14 Algunos residen en viviendas unifamiliares (12), otros en departamentos tipo “ph” o de pasillo (6); la mayoría lo hace en departamentos en edificios entre medianeras (16) y en menor medida en departamentos ubicados en las nuevas torres amuralladas (6).

15 En Caballito, el 86,1% de la población tiene al menos secundario completo. En particular, un 43,4% tiene título universitario o de posgrado y un 42,7% tiene secundario completo o universitario incompleto; lo que ubica a Caballito por debajo de Recoleta, Belgrano y Palermo, cuyas poblaciones presentan los niveles educativos más altos de la ciudad (Encuesta Anual de Hogares, 2014).

16 Según datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2010, de los 75.189 hogares que residen en Caballito, el 99,5% tienen cloacas, un 99,2% agua de red y un 98,3% cocina con gas de red.

17 En Caballito, el 60% de los hogares es propietario de la vivienda en la que reside, mientras un 27% alquila (Censo de Población, Hogares y Viviendas 2010).

18 Sólo cinco de los cuarenta entrevistados, habiendo formado ya su propio núcleo familiar, convivieron con otros familiares.

19 Familia nuclear neolocal es aquella constituida por un núcleo conyugal que, al momento de formarse, fija una residencia separada e independiente de otros parientes (Torrado, 2000).

20 Entrevista a Adela, 8 de Septiembre de 2011.

21 Idem.

22 Idem.

23 Con la finalidad de reforzar el análisis gráfico, se recurrió a una prueba de Chi cuadrado (x2) para identificar frecuencias estadísticamente significativas. Este patrón de movilidad cuya mayor frecuencia se registra dentro del barrio, es estadísticamente significativo ya que la prueba Chi cuadrado (X2= 33,87) arrojó un valor de probabilidad P < 0,001.

24 Entrevista a Julieta, 7 de Noviembre de 2011.

25 Partido Tres de Febrero, en las zona oeste del Gran Buenos Aires.

26 A partir de las entrevistas realizadas, se reconstruyeron las trayectorias residenciales teniendo en cuenta la sucesión de localizaciones desde el momento en que el jefe de hogar se emancipó de su hogar paterno. Luego, se elaboró una tipología de esas trayectorias en función de la escala espacial de los tramos seguidos hasta la llegada a Caballito: trayectorias intrabarriales que tienen su punto de origen y destino en Caballito; trayectorias intraurbanas, iniciadas en otros barrios de la ciudad; y trayectorias interurbanas, protagonizadas por hogares cuyos movimientos residenciales atravesaron los límites de la Ciudad de Buenos Aires.

27 Poca atención se ha prestado a la movilidad intrabarrial o intraurbana, esto es, los movimientos residenciales de un barrio a otro al interior de la metrópoli, tópico que constituye un área de vacancia tal como señala Bertoncello (2010).

28 Con este término Dureau (2004), refiere a la información acerca de cuántos viven en el mismo barrio que constituyeron sus espacios de sociabilidad y socialización.

29 La bibliografía sobre movilidad residencial señala que la localización incide en el tipo de trayectorias que recibe. En su estudio sobre trayectorias residenciales en el AMBA, Di Virgilio concluyó que la localización y el tipo de hábitat allí predominante, inciden en el tipo de trayectoria residencial que un territorio recluta. Señala que “la Boca y sus inquilinatos parecen ser el hábitat elegido por aquellos hogares [de sectores populares] que llegan al AMBA por primera vez (46.8%). Las características del mercado de alquiler de piezas en inquilinatos y conventillo, en particular, la flexibilidad de los requisitos para acceder a ellas […] constituyen factores que permiten comprender este tipo de acceso al hábitat popular” (2011: 244).

30 Entrevista a Omar, 21 de Abril de 2012.

31 Entrevista a Aldo, 15 de Abril de 2012.

32 Entrevista a Julieta, 7 de noviembre de 2011.

33 Idem.

34 Como han mostrado Baer (2011) y Duarte (2006) en toda la ciudad se registran aumentos del valor del suelo, pero en  algunos barrios más que en otros. Además, el boom inmobiliario pos devaluación del 2008, tuvo una alta concentración geográfica, siendo Caballito uno de los seis barrios donde se concentró.

35 Entrevista a Marcos, 5 de Junio de 2012.

36 Entrevista a Antonia, 18 de Agosto de 2010.

37 Entrevista a Patricia, 18 de Agosto de 2010.

38 Idem.

39 Entrevista a Susana,  14 de Septiembre de 2010.

40 Entrevista a Maximiliano,  12 de Enero de 2012.

41 La reconstrucción de los recursos movilizados se relevó indagando de qué modo los entrevistados habían logrado acceder a la propiedad, cada vez que así lo hicieron a lo largo de la trayectoria residencial. Luego, se realizó un análisis de frecuencias tomando sólo el acceso a la primera propiedad, englobando los recursos mencionados en las categorías que figuran en la Figura 2.

42 La importancia del clivaje generacional en el análisis de las trayectorias residenciales y recursos movilizados para acceder a la propiedad se desarrolla en Cosacov (2014), en particular capítulos  IV y V.

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