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Población y sociedad

versión On-line ISSN 1852-8562

Poblac. soc. vol.24 no.2 San Miguel de Tucumán dic. 2017

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

¿Perón cumple? Los comportamientos de los peronistas como acciones

Peron delivers? The behaviors of Peronists as actions

 

Mariana Garzón Rogé*

* Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires. Doctora en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Cuyo. Sus investigaciones se han enfocado principalmente en los años del primer peronismo, tema sobre el cual ha publicado el libro El peronismo en la primera hora así como numerosos artículos en revistas científicas y compilaciones especializadas. Prepara un libro sobre Historia pragmática, que aparecerá publicado en la Editorial Prometeo. Correo electrónico: mariana.garzon.roge@gmail.com

RECIBIDO: 26/09/2016
ACEPTADO: 27/03/2017

 


RESUMEN

El artículo aborda el problema de la acción de los peronistas durante el primer peronismo desde una perspectiva de historia pragmática. Examina qué hacían cuando evocaban al peronismo, cuando le agradecían, mientras esperaban el cumplimiento de ciertas promesas. Avanza sobre un proceso observable en pequeña dimensión: la formación de cooperativas de trabajadores que tomaron a su cargo el control de las empresas de transporte en una ciudad del interior argentino. La indagación permite exponer los límites de la noción de agencia para ofrecer una comprensión desde abajo del populismo argentino y para encarar una exploración de las capacidades concretas de sus actores para producirlo.

Palabras clave: Acción; Pragmáticas; Peronismo; Asociaciones; Argentina

ABSTRACT

The article deals with the problem of Peronists’ action during the first Peronist period from the perspective of pragmatic history. It analyzes what actors did when they evoked peronism, thanked it or expected the fulfillment of certain promises. It explores these processes in a small dimension of analysis: the formation of cooperatives of workers which took control of the bus services in an Argentinean city. The research allows exposition of the limitations of the notion of agency to offer both a bottom-up understanding of Argentinean populism and an exploration of the concrete capacities of its actors to produce it.

Keywords: Action; Pragmatics; Peronism; Asociations; Argentina


 

A principios de 1950 los trabajadores reunidos en el Sindicato de Micros y Ómnibus de la provincia argentina de Mendoza comenzaron a imaginar la expropiación de las líneas locales de transporte y a movilizar recursos diversos para convertirse en los dueños de sus instrumentos de trabajo. Tres años más tarde, las líneas de ómnibus se encontraban en manos de veintidós cooperativas independientes de trabajadores. Las cooperativas contaban con un número de socios que oscilaba entre diez y cuarenta y cuatro personas. La mayoría de los trabajadores del sindicato participaba de ellas. La iniciativa había requerido una financiación de 17.000.000 de pesos, de los cuales diez millones habían sido aportados por el Banco Industrial Argentino y los restantes, por el gobierno provincial. Este les brindó, además, asesoramiento administrativo y técnico durante el proceso de formación de cooperativas, expropiación de líneas y compra de unidades y motores.1 En septiembre de 1952 se constituyó una Federación de Cooperativas Obreras del Transporte que nombró a un delegado para que se integrara como representante del gremio en la Comisión Oficial de Asesoramiento y Control de Transporte Automotor de Pasajeros de la Provincia de Mendoza.2
Presentada de ese modo, esta exitosa experiencia de formación de cooperativas durante el primer peronismo parece ser el resultado de una pujante acción estatal que benefició a los trabajadores. Esa visión, una visión desde arriba, está moldeada por una perspectiva clásica sobre el lazo político que el estado y las masas sostienen en el marco de los populismos.3 Los actores ocupan, frente a ese centro de poder en expansión que es el estado peronista, un lugar de beneficiarios pasivos -que eventualmente podrán retribuir los favores recibidos legitimando a sus benefactores a través del voto y otras formas de la adhesión política-.4 Si el estudio de los casos y de los procesos concretos de contacto entre la sociedad civil y el primer estado peronista es realizado principalmente desde discursos y documentos oficiales -que son muchas veces las únicas fuentes con las cuales podemos contar a la hora de la reconstrucción histórica- la tenacidad de aquella mirada analítica sobre la política se fortalece (De l’Estoile, 2013). Si esos documentos describen la realidad o si son verdaderos actos de habla (a través de los cuales sus enunciadores fundaron o pretendieron fundar la paternidad de ciertas iniciativas en las que, en verdad, tuvieron otro tipo de participación) es algo que permanece como un asunto indecidible para investigación.5
En enero de 1950, por ejemplo, el diario La Mañana de la provincia de Buenos Aires anunciaba una "feliz iniciativa del coronel Mercante" que "dispone entregar a los obreros la explotación directa, por su cuenta y sin cargo alguno, de todos los servicios de transportes de la ciudad de La Plata". Allí, la posibilidad de "asumir el control y empleo de los elementos de trabajo, eliminando el irritante sistema de la explotación del hombre por el hombre" se exponía como propiciada por el gobierno de esa provincia, como voluntad política que descendía desde el estado peronista y se acogía con descontado agradecimiento entre los hombres de trabajo.6 Semejante presentación de la novedad no es prueba de que el emprendimiento haya sido obra del gobernador bonaerense, aunque tampoco es prueba de lo contrario. Lo único seguro es el interés del gobierno de Mercante por presentar esa conquista como propia, haya sido el caso o no.7
En otro andarivel de la historiografía se situaron los estudios que, en lugar de pasividad, subrayaron la actividad de los apoyos sociales al peronismo. La historia de los trabajadores fue el primer territorio conquistado en tal sentido. La racionalidad que Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero (1971) atribuyeron a la estrategia de los sectores trabajadores en los orígenes del peronismo constituyó un primer paso fundamental seguido por investigaciones ahora clásicas como las de Hugo del Campo (1983), Juan Carlos Torre (1990), Louise Doyon (2006) o Daniel James (1990). En esta perspectiva, los trabajadores peronistas resultaron reivindicados, repuestos en tanto que agentes del proceso histórico del cual fueron partícipes. Al mismo tiempo, Perón y el estado peronista fueron concebidos como un contrapeso desmovilizador, como un polo domesticador del poder obrero.8 En los cambiantes equilibrios de esa fórmula (tensionada por dos pulsiones que van en sentido contrario) se encontraba la clave explicativa de la durabilidad de la adhesión de los trabajadores al populismo.
Investigaciones sobre gremios específicos o sobre las cartografías de la vida sindical en diversas geografías argentinas han profundizado, a través de estudios de caso muy consistentes, las líneas abiertas en aquellas pesquisas, corrigiendo imprecisiones, matizando afirmaciones y enriqueciendo las interpretaciones.9 Estos estudios proyectan una imagen de gran complejidad acerca de cómo fue el vínculo entre Perón y los trabajadores, se trata de una imagen en la que de manera cada vez más pronunciada se ve agencia en donde antes se había visto pasividad y se ve autonomía en donde antes se había visto heteronomía obrera en relación al peronismo. Precisamente, la agencia que ha recibido mayor atención es aquella que puede ser leída como signo de autonomía obrera: la que se pone de manifiesto en las negociaciones, en las huelgas, en las dificultades atravesadas en el camino hacia la organización, en las disputas entre las bases y las dirigencias y, como recientemente comenzamos a conocer, también en las luchas que los sectores obreros fueron dando al interior del Partido Peronista con el objetivo de prevalecer sobre los sectores no obreros de esa fuerza política.10 Conocemos menos acerca de cómo los trabajadores interactuaron con el peronismo más allá de la defensa de su autonomía obrera. Cuando los gremios obreros eran intervenidos por el gobierno o cuando se levantaba una medida de fuerza es más habitual leer un avance de las cúpulas peronistas (que pueden ser acompañadas por la actividad de algunos grupos obreros adictos que nunca son el objeto específico del estudio) que agencia desde abajo.
Es una deuda pendiente discutir en profundidad la influencia de aquellas keywords que la obra de E. P. Thompson legó al estudio de las primeras adhesiones al peronismo (Thompson, 2000). La inspiración de la obra del historiador británico aterrizó en las bibliotecas de muchas de las investigaciones que, desde diferentes ángulos, se abocaron a la búsqueda de agencia para contar una historia desde abajo del primer peronismo.11 No es claro quién es ese sujeto histórico que se encontraría abajo (Cerutti, 2016). Sin embargo, la distinción con quienes seguro no eran los de abajo hizo posible adaptar la metáfora topográfica al estudio del peronismo. La figura del quiebre de la deferencia que se habría producido en relación a un orden político anterior o la imagen de una iconoclasia laica que se habría volcado al espacio público durante las manifestaciones de octubre de 1945 suponen un abajo social, los dominados, que no tiene un lugar de pasividad sino de actividad en su propio destino.12 Luego, durante la década peronista, la relación de poder se trasladó al interior del peronismo: así, de un lado encontramos a quienes se esforzaban por evadir la domesticación o los avances de quienes, desde la otra orilla, pretendían imponérselos (el estado peronista o las elites peronistas, las llamadas cúpulas). 
El asunto de la pasividad/agencia de los peronistas se desplegó más tarde en otras áreas de estudio sobre esa experiencia política, con los mismos buenos resultados para el conocimiento del período: en los estudios sobre el Partido Peronista, en las investigaciones sobre los peronismos extracéntricos, en las pesquisas sobre la vida asociativa, en las búsquedas relativas a las prácticas culturales, entre otras tantas dimensiones. En muchos lugares en donde antes se había supuesto la existencia de un vacío, acompasado por la adhesión pasiva de los peronistas, se fue descubriendo que había habido agencia. La estructura partidaria que había sido pensada como inexistente, como una cáscara vacía, se pobló de facciones, de procedimientos escritos y tácitos, de disputas variadísimas en donde las directivas de los organismos centrales eran diferidas o cuestionadas.13 Las experiencias provinciales o locales que antes habían sido vistas como creaturas artificiales del poder central se iluminaron con la complejidad de las relaciones de poder situadas, con las historias de los grupos vernáculos, con los relieves de la resistencia a la centralización política que el peronismo promovió.14 En las cartografías asociativas en las que se había visto un terreno sólo fértil para el autoritarismo sofocante del estado peroniano se vio florecer una trama vigorosa y beligerante de entidades que, ciertamente a partir de una reformulación de su lazo con la política y el estado, fue barcaza del peronismo durante los años en los que Perón estuvo en el exilio.15 Aquella vida cultural que languidecía pasivamente bajo la batuta de un estado que pretendía imponer mitos monolíticos y que prefería las alpargatas a los libros fue sacudida por historias que narraban los entramados complejos que, tras los grandes monumentos o las sentencias antiintelectualistas, fueron el bastidor real de las prácticas culturales de la época.16
Los estudios recientes muestran, en definitiva, que los peronistas fueron agentes no totalmente domesticables, que quisieron y presionaron en la medida de sus posibilidades por más reformas y que, al mismo tiempo, ofrecieron resistencia a las intrusiones de las cúpulas del peronismo. La Confederación General del Trabajo y las bases, el Consejo Superior y los activistas del partido, el estado nacional y las provincias, la Nueva Argentina y los entramados sociales morochos y heterogéneos, todas esas duplas son vistas como polos en tensión, fuerzas que bregan en sentido opuesto: unas desean disciplinar, despolitizar (terminar con la politiquería)17 y acallar cualquier movimiento mientras que las otras buscan impulsar formas democráticas, tener voz y defender autonomías. Hubo agencia de los peronistas y se trató de una agencia en un determinado sentido: racional, estratégica, de negociaciones, de contrabalanceos de poder, de tires y aflojes. Perón, las cúpulas, las dirigencias, predominaron de manera creciente a medida que sus años en el gobierno se sucedían, reduciendo el margen para la agencia de los de abajo.18
Este artículo constituye un esfuerzo por avanzar en la conversación acerca de la actividad de los peronistas, asunto que da por aceptado, considerando que ya no hace falta continuar refutando que la relación de los peronistas y el peronismo fue la de unos alucinados y un demiurgo. Al centro de esa conversación se desplaza, en un enfoque de historia pragmática, una pregunta por los alcances de esa agencia de los peronistas para modelar lo que el peronismo terminó por ser.19 Si el peronismo no fue fruto de una idea de Perón desplegada ante la aceptación pasiva de sus seguidores, entonces debería ser posible describir acciones, modos de actuar, de los peronistas que crearon al peronismo y las maneras de ser peronista. Se sostendrá que los peronistas actuaron más allá de la resistencia o de la presión (acciones por reacción que implican un posicionamiento exterior al fenómeno político del que participaban), desplegando una variedad muy compleja de capacidades que fueron tallando las formas específicas de ser en el peronismo. Al describir esas capacidades, habilidades que se ponen en juego de manera diestra en cada situación, los peronistas difícilmente pueden ser vistos como actuando de una manera predeterminada (Chateauraynaud & Cohen, 2016; Hacking, 2000; Joas, 1993; Lepetit, 1995; Joas, 1993).
La escala de observación escogida para poder captar esas capacidades de los peronistas es pequeña dado que, para poder leerlas como tales, es necesario conocer intensivamente universos sociales en los cuales los comportamientos pueden ser vistos como acciones (Lepetit, 2015). Se avanzará sobre un proceso concreto en el cual los trabajadores de micros y ómnibus de la ciudad de Mendoza consiguieron hacerse cargo entre 1950 y 1954 del control de las líneas de transporte en las que hasta entonces habían estado empleados. No se trata de un caso representativo de otros, ni ha sido escogido por su excepcionalidad (Rosental, 2015). El proceso es singular para la mirada observadora en tanto dejó huellas, las actas gremiales, en las que los de abajo discutían diversos asuntos. En ellas es posible perseguir los métodos que los actores empleaban para interpretar sus cambiantes realidades e interactuar con otros y, por lo tanto, ofrecer algunas respuestas tentativas a la pregunta por las capacidades que los peronistas pusieron en juego y por los comportamientos que eran, en verdad, acciones que inauguraron una tradición política de gran arraigo en la Argentina moderna. 

Hablar peronismo como acción

Las primeras actas sindicales que aluden a la posibilidad de que los trabajadores tomaran a su cargo las líneas de micros y ómnibus de la ciudad de Mendoza en 1950 no dan pistas sobre el origen de la iniciativa. No es posible saber a través del material compulsado si la idea nació de las filas obreras o si fue una propuesta del gobierno que los trabajadores aceptaron. Lo que sí se puede sospechar en la lectura de la fuente es el sentido de la oportunidad con el que se activó el proceso de formación de cooperativas obreras. Las notables deficiencias del funcionamiento de ese servicio público hacían posible que el gobierno tuviera intención de tomar cartas en el asunto, produciendo algún tipo de modificación que sería bien acogida entre los usuarios. El contexto político local era favorable para propulsar peticiones obreras de esa magnitud. En 1949 había asumido el gobierno provincial el teniente coronel Blas Brisoli, identificado de manera muy clara con la línea laborista del peronismo vernáculo, enemigo íntimo de los ex radicales renovadores a quienes había logrado desplazar después de un álgido combate político cuyos estertores no se acallaron hasta la nueva sucesión en 1952. 
Los trabajadores de micros, por su parte, encontraron en la nueva constitución nacional un pilar discursivo adecuado para producir la demanda. Tanto la vocación expresada en esa norma de que los servicios públicos en la Argentina peronista no debían ser una fuente de explotación laboral, como la voluntad de imprimirle a la propiedad privada una función social, eran dos columnas ideológicas sobre las cuales pretendía asentarse la reivindicación gremial de los trabajadores que solicitaban la expropiación de sus herramientas de trabajo.

Si somos argentinos y hemos jurado respetar la Constitución Nacional en su reciente reforma debemos seguir con la expropiación de líneas y no seguir siendo asalariados como hasta ahora ya que nos ofrece la oportunidad de liberarnos del yugo patronal y cumplir con nuestras aspiraciones de que sean nuestras las herramientas con que trabajamos.20

Una hipótesis pragmática de antemano sospecha que es posible que estemos frente a una acción y no frente a un simple comportamiento (Bazin, 2000). En lugar de ver un uso retórico de la constitución para adobar la reivindicación de los trabajadores de micros que sería expresión de un modo de ser de los peronistas, imagina la existencia de una operación compleja en el hecho de que el nuevo texto constitucional es emplazado como génesis de la medida con determinados fines prácticos. En un primer momento es posible advertir que los trabajadores tomaron la palabra para investir su demanda privada de un sentido público, operación clásica de todo particular que pretende legitimar su demanda, y ello respondía a procesos menos abstractos que las nuevas ideas sociales plasmadas en el texto constitucional. Esos procesos menos abstractos en los que la propuesta cobró sentido específico y credibilidad terrenal para propios y ajenos, se inscribieron en la lengua forjada por el peronismo y los peronistas en esos años.
La evocación de la nueva constitución peronista a la hora de tocar el tema de la formación de cooperativas tenía además otras facetas. No sólo pretendía indicar el interés público que podía tener la iniciativa para la vida provincial en un momento de duras críticas al funcionamiento del servicio de transportes urbano o para contestar a los cuestionamientos relativos a su legalidad frente a la reivindicación de la propiedad privada de los empresarios del sector. La evocación de la nueva constitución además se presentaba como si se tratara de una nueva obligación legal que el gremio había contraído.
Si debían seguir con la expropiación de las líneas porque habían jurado respetar la nueva constitución era menos para encauzar sus prácticas al cumplimiento de la norma que para hacer cosas con palabras. Podemos leer las evocaciones de la constitución como enunciados polifónicos que se tramaban con otros enunciados anteriores o supuestos en los cuales, por ejemplo, se dudaba de los motivos para realizar las expropiaciones o, más frecuentemente, de la viabilidad de la iniciativa. Vistas así, las evocaciones a la constitución no sólo fueron un modo en que los actores sociales tomaban la palabra peronista para articular sus demandas. Desde un punto de vista pragmático es posible captar que la evocación de la constitución en los debates internos del sindicato también servía para interpelar a los afiliados que no estaban convencidos de la necesidad de continuar en el camino de las cooperativas o para disputar con los que directamente rechazaban el emprendimiento.

El delegado Castellino manifiesta que ninguno de los obreros de las líneas diez y diez y siete están dispuestos a aceptar la incautación de líneas. Le contesta [el secretario general] Pereyra que la nueva Constitución establece lisa y llanamente que el transporte de pasajeros debe ser explotado por el personal que trabaja con esas herramientas y quienes en la actualidad no quieren entrar a formar sociedad para ese fin con el tiempo pasarán a depender del gobierno ya que será éste quien expropie esa línea de acuerdo a la nueva Constitución.21

La complejidad de la evocación a la constitución peronista a la hora de producir la iniciativa obrera, es decir, de darle a la propuesta sentidos concretos en función de universos sociales específicos, revela la dimensión creativa del comportamiento de los trabajadores frente a las posibilidades abiertas durante el primer peronismo y los reubica en un lugar no sólo activo para recibir lo que el peronismo ofreció sino también productivo del curso de su propia historia. Hubo tomas de la palabra, una serie de tropos a disposición de los sujetos sociales a los que podían echar mano para legitimar demandas, para formularlas de modo eficaz y para revestirlas de un acento político (de identificación con el gobierno, identificación que seguramente facilitaba las posibilidades de su éxito). Pero más allá de esos usos desde abajo de los discursos producidos por las cúpulas del peronismo, también hubo pragmáticas, producción de esos discursos y de los sentidos que esos discursos adquirían en las situaciones concretas. Expropiar las líneas de colectivos provinciales no era, por ejemplo, una acción contra la existencia de la propiedad privada, era una manera de cumplir con la constitución nacional. No era tampoco un proyecto de los trabajadores más combativos frente a la explotación laboral (es decir, un proyecto de subversión del orden capitalista) si no una obligación legal que todos los trabajadores peronistas del gremio debían cumplir.

Ser buenos peronistas como acción

La producción del sentido de la iniciativa no se encontraba, por supuesto, únicamente en manos de los trabajadores. Por eso, el lugar para enunciar la demanda debía ser construido cuidadosamente, frente a la condena social que impugnaba las competencias de los obreros para manejar las empresas. Un vespertino de la ciudad, por ejemplo, disparaba contra el gremio en los siguientes términos: "Se puede suponer que los obreros que conducen los vehículos sean muy capaces de seguirlos conduciendo con la misma habilidad como patrones, pero no será posible responder en igual forma con respecto al éxito financiero de esas cooperativas".22
El discurso social de la incompetencia de los trabajadores para asumir lugares de poder o de dirección en las empresas o el estado y las pragmáticas que involucró entre diferentes actores durante el primer peronismo es algo que requería un estudio específico (¿cómo fue ser legislador obrero durante el peronismo? ¿cómo fue para los trabajadores integrar comisiones, dependencias, juntas consultivas?). Valga aquí señalar que este gremio de micros y ómnibus ya había atravesado una censura pública parecida en el verano de 1945-1946, cuando el dirigente de micros y ómnibus Albino Sánchez, presidente del Partido Laborista local, había intentado candidatearse como senador nacional por la provincia. En aquel momento se habían promovido virulentas críticas a sus competencias intelectuales para asumir un cargo legislativo de nivel, por el hecho de ser trabajador. Un comentario jocoso publicado en la prensa local señalaba en esa oportunidad que

[Sánchez] acelera el coche cada vez que pasa por la puerta de un colegio, a los que no ha entrado nunca y será muy buena persona, ni lo discutimos, pero en el senado no servirá más que para atropellar con el ómnibus a todo el que le discuta algo si es que se atreve a discutir.23

El rechazo a que un chofer llegara a la cámara alta de la Nación en esa ocasión fue utilizado por sus socios de fórmula de la Unión Cívica Radical Junta Renovadora quienes, valiéndose de la adhesión pública que había cobrado ese argumento entre propios y ajenos, terminaron por usurpar el cargo que les correspondía a los laboristas y por colocar a un candidato propio.
¿Es que en el hecho de convertirse en socios de cooperativas de micros y ómnibus se manifestaba la dimensión herética del peronismo, la inversión de las jerarquías sociales y la autoestima de los de abajo sobre la cual el peronismo luego edificó su larga hegemonía? El discurso social de la incapacidad intelectual de los trabajadores del transporte para asumir la responsabilidad que pretendían asumir habla más de la exacerbación de las delimitaciones imaginarias de las jerarquías sociales que de una vía abrupta de integración a la Argentina moderna. La dimensión herética del fenómeno peronista para el caso aparece más bien violentamente decapitada por la reubicación de los actores en determinados lugares sociales. Si bien en esta oportunidad los trabajadores terminaron por hacerse cargo efectivamente de las líneas de micros y ómnibus de la ciudad, más allá de cualquier cosa que se dijera al respecto, ellos no fueron sordos al discurso que los estigmatizó como siendo incapaces de hacerlo.
En septiembre de 1950 el presidente del sindicato exclamaba frente a una asamblea general del gremio que, ante la "campaña de desprestigio" que estaban sufriendo debían "demostrarles que somos capacitados física y moralmente de llevar adelante nuestros propósitos, de que cuando sean nuestras las unidades comprobarán que su maquiavélico plan ha fracasado".24 ¿De qué maneras los trabajadores podían demostrar su capacitación para encarar el proceso de formación de cooperativas ante la sociedad, ante el gobierno, ante la oposición, contra los intereses empresariales? Más allá de la respuesta, la pregunta es fundamental en cuanto nos invita a atender a los modos en los que los trabajadores del gremio pretendieron construir sus imágenes frente a sus interlocutores, a las maneras en las que intentaron edificar para sí mismos una capacidad para avanzar en el proyecto de expropiaciones y a las figuras con las que aspiraron a merecer el apoyo del gobierno peronista.
La documentación disponible no permite avanzar en profundidad sobre formas de la performance de competencia que ensayaron, pero permite leer algunos modos en los que se construía el merecimiento del apoyo oficial, más allá de la evocación a la nueva constitución nacional. Los trabajadores de micros y ómnibus imaginaban que sus chances de éxito serían mayores si eran vistos de determinadas maneras. La lectura de las actas sindicales permite detectar al menos dos modos de comportarse que los trabajadores consideraban importantes. En primer lugar, mostrarse unidos, lo cual no quería decir que debían unirse sino que debían hacer esfuerzos específicos para que en las instancias de diálogo con el gobierno no se trasluciera ningún signo de las divisiones internas que atravesaban al gremio o de las actitudes dubitativas de ciertos grupos trabajadores frente a la aventura de las cooperativas.

El compañero presidente expresa que ante el gobernador no debemos mostrarnos desunidos, pues eso sería formar al Poder Ejecutivo una idea pésima de nosotros, por ello solicita que en la audiencia con S.E. no se trate en lo más mínimo nuestro problema con la cooperativa Tomás Godoy Cruz, que el mismo debe ser tratado y resuelto en el sindicato, siendo aprobadas por unanimidad dichas palabras.25

En segundo lugar, los trabajadores consideraban que era importante esforzarse por demostrar un amplio compromiso con las gestiones que el sindicato llevaba adelante en pos de la expropiación de las líneas. En ocasión de planificar un viaje para tener una audiencia en un ministerio nacional, los miembros de la comisión directiva del gremio proponían, por ejemplo, que se trasladara la mayor cantidad de trabajadores a Buenos Aires con el objetivo de impresionar favorablemente a los funcionarios.

Que viaje uno por cada cooperativa para que los gastos sean repartidos por partes iguales y obtener un número elevado de compañeros, considerando que mientras más crecido sea su número mejor impresionaremos al Sr. Ministro de Finanzas de la Nación.26

Más allá de mostrarse unidos y de impresionar por el número, los trabajadores en vías de formar cooperativas también consideraban cuidadosamente la importancia de participar de las movilizaciones públicas asociadas al peronismo, menos como respuesta a una directiva bajada desde un poder que pide demostraciones de lealtad que como parte de lo que creían que se esperaba de ellos si pretendían mejorar sus chances de alcanzar los objetivos que se habían propuesto. En 1953, por ejemplo, el delegado que había participado de una reunión intersindical preparatoria del acto provincial del 1° de mayo había llegado a la conclusión de que necesitaban demostrar una capacidad de movilización cuando menos similar a la que otros gremios de transporte prestarían para el evento.

El sindicato de tranviarios pondría en servicio nueve tranvías para llevar gente al acto, así como el Sindicato de Obreros del Transporte de Pasajeros y Afines (SOPTA) puso a disposición de la CGT y del Partido Peronista las unidades necesarias. Por ello, Aromataris solicita a la asamblea que es muy conveniente que el sindicato adopte medidas similares de colaboración.27

La espera como acción

Los trabajadores de micros y ómnibus no se embanderaron tras una consigna abstracta, tampoco se sentaron a esperar pasivamente que el estado peronista diera una respuesta a su pedido de expropiación. El proceso de expropiación de las líneas y de formación de cooperativas obreras de micros y ómnibus requirió de un gran esfuerzo de parte del sindicato, quien organizó e impulsó el proyecto aun cuando no contaba con los más mínimos recursos económicos para hacerlo.28 La asociación obrera se encargó de gestionar ante diferentes organismos públicos y privados los préstamos necesarios para poder adquirir las líneas y solventar los gastos de las gestiones que durante esos años debieron realizar. También fue imprescindible la buena voluntad de los trabajadores que debieron primero formar cooperativas para luego poder iniciar las negociaciones relativas a las expropiaciones. Durante ese tiempo debieron sostener sus espacios de trabajo en las mismas pequeñas empresas que estaban intentando expropiar con un nivel de conflictividad interno muy fuerte. En algunas oportunidades los conflictos se desarrollaron de manera abierta, llegando a iniciarse causas judiciales entre obreros y patrones.
La lectura de las actas gremiales atestigua que los trabajadores no cesaron, durante todo el tiempo que tomó el proceso, de desconfiar del definitivo éxito de la aventura en la que se habían embarcado, ni de manifestar las ansiedades que ella les despertaba. Los primeros problemas comenzaron apenas estuvo instalada en el ámbito gremial la idea de formar las cooperativas. Los empresarios iniciaron rápidamente maniobras de retirada que agitaron las aguas: dejaron de comprar repuestos y de mantener a punto los coches, despidieron personal de manera arbitraria, trataron de seducir a algunos empleados y a los delegados de línea para que se negaran a formar cooperativas, empezaron a vender los vehículos más nuevos, a estacionarlos en la calle para que no pudieran ser intervenidos, entre otras cosas. El conflicto despertado en el marco de esas escenas en algunas oportunidades terminó en peleas cuerpo a cuerpo entre empelados y patrones. Los trabajadores reunidos en el gremio manifestaron con frecuencia su temor a que, cuando se hubieran efectivizado las expropiaciones y las líneas estuvieran finalmente sus manos, las empresas hubieran sido completamente saqueadas por los empresarios.
Otro tema delicado eran los salarios, que ante el hecho de estar solicitando la expropiación se mantuvieron congelados. La dificultad de solicitar aumentos en un contexto de alta inflación como el de 1950 era un aspecto extremadamente desmoralizante para el emprendimiento en el que los trabajadores se habían montado. ¿Cómo negociar salarios si se esperaba que el estado expropiara las líneas de un momento a otro? Los empresarios evidentemente tenían la peor de las predisposiciones a realizar aumentos. Varios afiliados del sindicato (e incluso algunos dirigentes) enunciaron en las reuniones del gremio la necesidad imperiosa de postergar o directamente no proseguir con las gestiones iniciadas relativas a las expropiaciones con el objetivo de negociar aumentos salariales de manera urgente.

El compañero Fernández hace algunas preguntas a la presidencia de la seriedad y garantías del proceder del gobierno provincial sobre la tardanza en expedirse en esta cuestión tan importante para nuestro gremio y emite su opinión al respecto de que se puede estudiar la posibilidad de conseguir un aumento de sueldo y visto que la expropiación de líneas es muy remota según su opinión y modo de ver no cree que sea conveniente seguir adelante con las gestiones de expropiación de línea […]. El compañero Pereyra llama la atención a este compañero por su modo de pensar en este caso en que el sindicato se ha expedido en definitiva, de cooperar con el Gobierno de la Provincia en gestionar que las líneas pasen a poder del personal de cada una y no hacer ver al gobierno la poca seriedad de este sindicato de pedirle ahora aumento de sueldo cuando ya se ha expedido por la expropiación.29

El proyecto tenía el efecto de aquietar otras demandas obreras durante el tiempo que durara la efectivización de las cooperativas y las expropiaciones de cada línea. Tuvo un efecto de domesticación, desde un cierto punto de vista. Es cierto que los trabajadores de micros y ómnibus no fueron a la huelga mientras las gestiones se producían, ni se amotinaron contra sus empleadores, ni tomaron por asalto sus herramientas de trabajo. Pero la historia que atravesaron los trabajadores de micros mendocinos no es la historia de una falla o de lo que no hicieron. Observando un proceso como este en la escala pequeña y desde una mirada pragmática (es decir, que no lee signos a descifrar en la acción sino maneras razonables y diestras de comportamiento que si no resultan comprensibles se debe más a la falta de información del analista que a la irracionalidad de los sujetos estudiados), la actividad de esperar difícilmente puede ser entrevista como pasiva.30
Si la espera fue posible es porque los trabajadores de micros fueron diseñando de manera contundente los motivos, las razones, las legitimidades del estado de cosas en el que se encontraban las gestiones y midiendo las posibilidades de éxito y fracaso, involucrándose de diversos modos en el emprendimiento (Thévenot, 2006). La decisión había sido tomada y había que empujarla hacia adelante. ¿Cómo podían dar marcha atrás si ya habían enfrentado a los patrones? Las formas de la duda y de la vacilación se multiplicaban pero no podían volver fácilmente sobre los pasos dados. Los trabajadores de alguna línea llegaron a obtener aumentos salariales a cambio de manifestarse contra la expropiación. Sin embargo, y aunque áridamente, línea por línea, la compra estatal de las empresas y la entrega a sus obreros cooperativizados se producía. Esta constatación funcionaba como un farolito titilando en el horizonte para los demás, para los que todavía esperaban y construían su turno, muchas veces de modo poco optimista.
A medida que pasaban los meses, la preocupación de los trabajadores que esperaban la expropiación de las líneas se incrementaba porque, naturalmente, a más tiempo transcurrido, tenían más conflictos con los patrones y menores posibilidades de hacerse cargo de empresas que estuvieran en buenas condiciones. Pronto los más entusiasmados con la idea de que era posible el proyecto de las cooperativas obreras comenzaron a proponer no sólo organizar reuniones con funcionarios del gobierno provincial e incluso con el gobernador Brisoli, sino también viajes a Buenos Aires en la búsqueda de interlocutores que pudieran encauzar sus demandas por vías más certeras y rápidas para conseguir los fondos oficiales necesarios para concretar la compra de todas las líneas.
La práctica de peregrinar hacia la capital del país con el objetivo de ser atendidos por quienes tenían (así lo imaginaban los trabajadores) las herramientas para dar solución a un pedido se habían convertido era moneda corriente en los círculos del peronismo mendocino. Así, por ejemplo, se dirimía en muchas oportunidades la conflictividad interna del Partido Peronista, al cual varios de los miembros del gremio pertenecían. En esos viajes e incluso en la posibilidad eventual de poder hacerlos (más allá de si se realizaban finalmente o no) se depositaba una poderosa promesa. Muy cerca en de las fantasías de los peronistas de a pie, estaban Perón y Evita, y sus posibilidades imaginadas de contribuir más tarde o más temprano con una solución definitiva.
La idea de que llegando de manera directa a los líderes tendrían mejor suerte estaba en el horizonte y se complementaba con la teoría del cerco que indicaba que si las cosas no se habían hecho o no se estaban haciendo lo suficientemente bien era porque los intermediarios no eran buenos. Si un problema no hallaba solución en el espacio local, no debía ser adjudicado a eventuales límites del proyecto peronista, sino a los obstáculos propios del pago chico: los pleitos de facciones, los compromisos adquiridos, los recelos de vecinos, los vínculos de la patronal con funcionarios locales.

Anastasi hace moción de que se nombre una comisión para viajar a Buenos Aires y hablar con la señora Eva Perón que es quien puede darle solución inmediata a este problema nuestro.31

El compañero Gibson informa que la situación de la línea 6 es desesperante, por lo que sugiere que deberíamos tratar de ver al general Perón para solicitarle nos solucione nuestros problemas aparentemente por ahora sin solución.32

La expansión del estado nacional a partir de 1943 fue fundamental para la existencia de esta promesa política por la cual los asuntos que llegaban a un punto muerto en el plano provincial podían ser resueltos fuera del pago chico, por otros, cuyas figuras al final de cuentas podían ser Perón o Eva Perón. Ya ha sido señalado en la historiografía que fue con el peronismo que los sectores populares comenzaron a tener una idea del estado inteligible a nivel nacional y, por lo tanto, a extender el plano de la demanda más allá de lo que antes finalizaba en el municipio o la provincia (Acha, 2004). Antes del peronismo las instancias de diálogo de los trabajadores con el estado podían llegar, en el mejor de los casos, hasta el gobernador, con quien muchas veces se encontraban precisamente enfrentados. Ante la falta de una definición legal en torno a la jurisdicción (nacional o provincial) de las capacidades estatales para intervenir en las relaciones laborales el vínculo entre los trabajadores y los gobiernos estaban fuertemente sujetadas a un juego de poderes locales (Garzón Rogé, 2014b). Durante el peronismo, por el contrario, el gobernador podía ser de una facción peronista contraria a la de los trabajadores peronistas y estar ampliamente en disputa con las reivindicaciones obreras, pero los trabajadores podían avanzar hacia el gobierno nacional por otras vías, invitando al mismo incluso a intervenir y a aprovechar esas internas locales en su favor.33 La organización de la sociedad política peronista habilitaba vías para conducirse más allá de lo que antes se hubiera podido. Por ejemplo, el hecho de que existiera un movimiento obrero con real presencia nacional articulado en una central cuyo poder político era reconocido en el partido oficial o una oficina en Mendoza de la Fundación Eva Perón eran percibidos por los actores como rutas posibles en donde antes sólo había impenetrables malezas.
La promesa que suponían estas nuevas rutas de llegada a instancias de gestión de soluciones para los problemas locales, sin embargo, no estaba destinada forzosamente a cumplirse y, ni siquiera, a establecerse realmente pero su posibilidad configuraba modos de activación social (y también política) específicos y nuevos. El Sindicato de Micros y Ómnibus no tenía a veces los fondos mínimos para emprender esos viajes que, siempre se remarcaba, era de fundamental importancia realizar. En varias oportunidades se debatió cómo reunir el dinero para enviar a un delegado a Buenos Aires y una pauta del nivel de escasez presupuestaria es la recurrente propuesta de rifar la única propiedad del gremio, una bicicleta (que una vez se rifó y afortunadamente quedó nuevamente en manos de la asociación). En varias ocasiones los dirigentes sindicales consiguieron viajar a Buenos Aires para realizar gestiones por el tema de las cooperativas. En algunos casos, al comienzo de los periplos, la definición de quién sería el enviado estaba influenciada por el hecho de tener familia en la capital que pudiera evitarle al sindicato los gastos de alojamiento. Esta cualidad supuso que, en breve tiempo, unos pocos dirigentes se convirtieran en los naturales viajeros que conocían los circuitos a seguir en la capital y adquirieran experiencia en ese tipo de gestiones. El tener parentela o amistades en Buenos Aires que pudieran alojarlos terminó por ser un determinante para que ciertos dirigentes asumieran ciertos espacios de gestión en relación a las expropiaciones e interactuaran con actores políticos y sociales del peronismo y del estado nacional.

La deferencia como acción

El gobernador de la provincia de Mendoza, amigo de las causas obreras, no era un eslabón a saltar. Blas Brisoli fue construyéndose como un garante de que no serían en vano el tiempo invertido, ni el esfuerzo realizado, ni las penurias sufridas durante la espera para que el proyecto de las cooperativas se hiciera realidad. Humberto Pereyra, presidente del sindicato de micros, después de una reunión con el mandatario en julio de 1950 aseguraba a los afiliados, por ejemplo, que lo había encontrado "compenetrado en nuestras inquietudes y anhelos y ha pedido a los socios paciencia por un tiempo más".34 Brisoli tuvo algunos gestos concretos para encauzar la expectativa de los trabajadores. Entre esos gestos cuenta el facilitar un aumento salarial del 40% que llegó en la primavera de 1950 para aliviar la situación gremial, aunque por dos años.35 Otro de los gestos fue la intervención de algunas líneas de transporte en las que se estaba dejando cesante al personal con ánimos de retirar de circulación los coches.36 Un tercer gesto importante del gobierno con los trabajadores del volante fue designar a un contador público del Ministerio de Economía, Obras Públicas y Riego para que siguiera desde cerca el proceso de expropiación de las líneas y de formación de las cooperativas asesorando y asistiendo a los trabajadores en las tramitaciones.37

Brisoli nos autoriza a que viajemos a la Capital Federal con autorizaciones escritas por él, nos hace acompañar por [el contador] Linares Benegas y nos recomienda que llevemos recomendaciones de la CGT, que en la Capital Federal por intermedio de la CGT o de la Dirección Financiera demos solución a este problema y que si no nos es posible lograrlo tratará de solucionarlo él de cualquier manera.38

Hacia 1952, los esfuerzos realizados en tándem por el sindicato y el gobierno provincial para concretar el funcionamiento de las cooperativas de transporte habían cimentado un horizonte que era presentado como común. Ya no era tan evidente que el sentido de la demanda fuera de los trabajadores hacia el gobierno. Los trabajadores también se habían comprometido e involucrado en la concreción de aquella promesa que había insumido energías de funcionarios estatales y estímulos gubernamentales varios, a la vez que había determinado la imposibilidad de dar marcha atrás por la situación de alta tensión con una patronal que era lentamente destituida. La situación planteada tenía el efecto de empeorar el funcionamiento del servicio de transporte urbano y ello ocasionaba problemas al gobierno por las quejas de los usuarios y las críticas de la prensa opositora.
A través de la lectura de las actas sindicales es posible captar que la gratitud hacia el gobierno local frente a lo conseguido y frente a lo esperado se expresaba cada vez más en términos de obligación de cooperación mutua. Esta mutación de sentidos en relación a las deudas y las obligaciones de las partes se trasluce en modos de formular el tema que comenzaron a aparecen en las actas. En una reunión de Comisión Directiva en la que se había resuelto que algunos delegados viajaran a Buenos Aires, por ejemplo, se llegó a destacar la importancia de ir en busca de fondos "así el Tte. Coronel Blas Brisoli puede cumplir con su promesa de expropiar las 18 cooperativas inscriptas desde el año 1950 en el ministerio de industria y comercio de la nación".39 Si había que facilitarle a Brisoli la posibilidad de cumplir con su promesa era porque en pocos meses dejaría la gobernación de Mendoza, desplazada la tendencia que representaba en las internas peronistas por un grupo menos comprometido con las reivindicaciones obreras y más moderado en relación a los pleitos que desde 1948 el peronismo local atravesaba como consecuencia del desplazamiento de los ex radicales renovadores. Las elecciones de noviembre de 1951 habían certificado que el brisolismo se retiraba de la primera línea de poder vernáculo y, por lo mismo, vaticinaban que el impulso obrerista de la política estatal tenía los días contados.40
No sólo había, sin embargo, una cuestión de lealtades políticas en la manera en la que la deuda ahora se presentaba como de los trabajadores con el gobernador saliente. Desde una perspectiva pragmática es posible advertir que cuando los trabajadores evocaban la promesa recibida y le adjudicaban a su autor una voluntad política positiva lo que hacían era reforzar la demanda. En la idea de ayudar a Brisoli a cumplir con su promesa no sólo había una celebración de su acción si no también un cuestionamiento a las demoras experimentadas. Y una expectativa de que, como en un último aliento, se propulsara con nuevos bríos el proyecto en el escaso tiempo que le quedaba en el gobierno. En la práctica del agradecimiento peronista, descifrada frecuentemente como expresión de mera deferencia (es decir, práctica ciega, exagerada, obsecuente, etc.), también podemos ver complejas acciones producidas por sujetos habilidosos. Ello no quiere decir que necesariamente estas prácticas discursivas de alta sofisticación fueran llevadas a cabo de manera estratégica por los trabajadores en cuestión. Esas prácticas de agradecimiento se fueron tramando de manera situada como formas que los actores conocían al dedillo a partir de su corta e intensa vinculación con el estado y la política peronista. No es que los actores aplicaran reglas -del mismo modo que hablar una lengua no es aplicar una gramática- pero sus comportamientos pueden ser vistos como acciones al prestar atención al contexto específico en el cual se inscribían.
El contador designado por el gobernador, Vidal Linares Benegas, se instaló como el rostro más a mano del estado peronista para los trabajadores del gremio de micros y ómnibus. Apenas designado, comenzó a participar directamente de las reuniones sindicales de rutina, en donde presentaba informes sobre la marcha de las gestiones, daba respuestas a las inquietudes de los socios y tomaba nota de la situación de cada línea y de las posibilidades inmediatas que había en relación a cada caso particular. El funcionario poco a poco empezó a acompañar a los dirigentes en sus trámites y pronto llegó hasta a viajar en su propio automóvil con ellos a Buenos Aires para hacer gestiones ante distintas entidades nacionales.41 La presencia de este contador público en la vida del gremio lejos estaba de ser rechazada por los trabajadores. En un momento en que anunció que se retiraba de la función pública, de hecho, el sindicato le solicitó al gobierno que permaneciera como asesor de las cooperativas.42 Cuando el gobierno de Carlos H. Evans pretendió reemplazar a Linares Benegas por otro contador, el secretario del gremio expuso "la conveniencia de que el señor Linares siga al frente de las cooperativas dentro de su cargo en el gobierno". 43 Una vez que el nuevo gobernador asumió el mando de la provincia en 1952, el sindicato nombró a una comisión para que lo entrevistara en relación a este asunto. Linares Benegas era el rostro de estado para el gremio de los trabajadores de micros y ómnibus, pero no por ello era un rostro intercambiable por cualquier otro. En abril de 1952, la Comisión Directiva del sindicato resolvió aplicar una medida disciplinar, una suspensión, a un socio que se había atrevido a abordar a Linares Benegas con palabras mordaces que se fueron tornando injuriosas a medida que la interpelación avanzaba en el hall del Ministerio de Economía, vale decir, casi en público, acto incalificable para nosotros que sabemos de la integridad del señor Linares y que además sabemos que en junio de 1951 renunció a su cargo y a nuestro pedido desistió de tal renuncia para poder terminar con el programa trazado.44
Los lentos, pero persistentes, avances en relación al proyecto obrero y la intervención directa del gobierno al determinar la suba de salarios, por ejemplo, llevaron al sindicato poco tiempo después de iniciado el proceso a proponer un vino de honor en homenaje al gobernador y al contador Linares Benegas "en agradecimiento por todas la gestiones realizadas en beneficio de las cooperativas".45 En la propuesta de realizar un brindis en 1950 había una exigencia de los trabajadores al gobierno para que continuara impulsando el proyecto. Brisoli, en esa ocasión, les comunicó que no deseaba recibir agradecimientos sino que su único deseo era que en la próxima visita de Perón enarbolaran un cartel "expresando lo siguiente: "Perón cumple"".46

Una reflexión final

El gobernador de Mendoza les dijo a los trabajadores de micros que no quería que lo homenajearan públicamente. Sólo les pedía que cuando Perón visitara la provincia lo esperaran con un cartel que dijera Perón cumple. Era la primavera de 1950 y por entonces las gestiones iniciadas para que las cooperativas pudieran hacerse cargo del transporte provincial estaban lejos de llegar a buen puerto. De modo que Perón todavía no había cumplido y, en ese momento, no se sabía ciertamente si lo haría. Los trabajadores deseaban que la consigna Perón cumple se hiciera realidad y habían conseguido ciertamente involucrar al gobierno provincial en el proyecto. Sin embargo, en los carteles que los trabajadores levantaron ante la visita del presidente no había una descripción de los hechos o un comportamiento deferente sino una acción. Si manifestaban una gratitud, se trataba de una gratitud a cuenta; si respondían de manera benévola a un pedido del gobernador, lo hacían con la convicción de que con ello propulsaban una demanda en curso. En la consigna de Perón cumple, mantra de la época, pueden leerse acciones. La complejidad de esa acción de los peronistas es atendible en la pequeña dimensión en donde se hace posible reponer el sentido que tenía para los actores en situación, sentido que es imperceptible a otra escala en donde esa dimensión de lo real se pierde.
En otras de las pragmáticas que se examinaron en este artículo vemos de manera semejante cómo ciertos comportamientos pueden ser vistos como acciones de los peronistas a través de las cuales intervenían en sus universos sociales de referencia. En la evocación a la constitución nacional de 1949 encontramos, ya no formas vacías de la retórica peronista sino, acciones tales como intentar persuadir a otros trabajadores que no querían involucrarse en el proceso de formación de cooperativas para que sí lo hicieran o convencerlos de que no tenían otra opción. En el envío de un determinado número de micros para colaborar en los preparativos del acto del primero de mayo hallamos, ya no formas clientelares en donde se intercambian favores por votos sino, trabajo político de los peronistas para impulsar una demanda en la que se encontraron cada vez más involucrados a medida que los meses pasaban.47 En la espera para que el gobierno cumpliera con su promesa de expropiación de las líneas de transporte encontramos, entre otras cosas, ya no una instancia de la reproducción de la dominación del estado sino, una instancia concreta de producción desde abajo del vínculo carismático.
Este artículo ha mostrado que muchos comportamientos aparentemente insignificantes de los peronistas podrían ser vistos como acciones cuyos fines prácticos sólo tienen sentido en situación. Esas acciones afectan directamente a los modos de identificación con el peronismo, en el sentido de que producen modos de ser muy complejos en los que si habitualmente los mismos actores intentaban invisibilizar las mediaciones y mostrarse pasivos era con objetivos prácticos evidentes para ellos aunque puedan parecer muy opacos para quien los observa sin conocer su juego.
¿Cómo detectar qué comportamientos de los peronistas podrían ser observados como acciones para reponer la vivacidad del haber sido peronista durante esos primeros años? Perseguir a los actores en sus universos sociales de referencia, sospechando que lo que hacían era razonable para ellos (aunque no lo sea para quien los investiga desde el presente), permite abandonar la explicación de los comportamientos como costumbres (signo de lo que son: los peronistas hablan así, se comportan así) y hacer lugar al aprendizaje acerca de lo que estaban haciendo concretamente en cada situación con el objetivo de ponderar los efectos que esos modos de actuar tuvieron sobre lo que terminaron por ser.
Como se ha propuesto a lo largo de este artículo, la agencia de los peronistas desde una perspectiva pragmática ya no es una instancia en la que se expresa una reacción a los avances de un peronismo externo y anterior a los actores. Desfigurando una bella frase de Julio Cortázar sobre el amor, el peronismo podría ser pensado como lo que los peronistas hacían cuando estaban juntos. 

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NOTAS

1Agua, Vivienda y Salud. Tres años de labor justicialista. Mendoza, 1952.

2Mensaje del gobernador de Mendoza, 4 de junio de 1954. Diario de Sesiones del Honorable Senado. Período 1954-1955. Mendoza.

3 Existen revisiones recientes sobre la literatura sobre el populismo latinoamericano (Abromeit, Norman, Marotta, & Chesterton, 2015; Jansen, 2011). Entre los trabajos más destacados y menos discutidos que se valen de la noción de consenso pasivo para el examen del peronismo se encuentra el clásico Mañana es San Perón de Mariano Plotkin en donde el autor indaga sobre la construcción del carisma a través de los rituales y la propaganda peronistas (Plotkin, 1994). Un trabajo de amplia divulgación sobre el período que abona esa interpretación es el Loris Zanatta (Zanatta, 2008).

4 La discusión inicial sobre el clientelismo, en donde originalmente había una pretensión de devolver racionalidad (instrumental) a la adhesión política de los subalternos frente al populismo (Auyero, 2001, 2012), ha sido ampliamente discutida por las investigaciones más recientes que se han dedicado a explorar en clave etnográfica los aspectos involucrados en la movilización popular (Quirós, 2011; Quirós & Vommaro, 2011).

5 Sobre los actos de habla (Austin, 1970; Fraenkel, 2007).

6 Diario La Mañana, 06.01.1950. Agradezco a Agustín Nieto por los recortes de prensa que me facilitó sobre cooperativas de transporte en la provincia de Buenos Aires.

7 Un artículo que examina los problemas que supone el tratamiento de los documentos de las élites de gobierno es el que propusieron Omar Acha y Nicolás Quiroga en torno al enfoque del Plan político de 1955-56 que realizó Walter Little (Acha & Quiroga, 2011; Little, 1982).

8 Un artículo de Gustavo Contreras sobre la CGT durante el primer peronismo desglosa varias citas de los textos canónicos que se dedicaron al tema en donde esa lucha social despojada de todo el primer impulso político que implicó para los trabajadores la adhesión a Perón se debate contra los intentos disciplinadores del estado peronista y de la central obrera como representante del estado ante el movimiento obrero (Contreras, 2015).

9 Entre esos estudios pueden mencionarse, sin ánimo de exhaustividad, las elaboraciones sobre el gremio de bancarios (Acha, 2008), sobre los petroleros (Carrizo, 2013), sobre ferroviarios, estatales y trabajadores de la carne (Contreras, 2013), sobre los vitivinícolas y los gremios en Mendoza (Garzón Rogé, 2012), sobre los trabajadores del azúcar y los gremios en Tucumán (Gutiérrez, 2012; Lichtmajer, Gutiérrez, & Santos Lepera, 2016; Rubinstein, 2006), sobre los gremios de Bahía Blanca y Mar del Plata (Marcilese, 2013; Nieto, 2015), sobre metalúrgicos y textiles (Fernández, 2005; Schiavi, 2014), sobre el uso de los tribunales laborales (Stagnaro, 2016). Un balance del estado del arte en las investigaciones sobre el tema fue propuesto por Omar Acha en un trabajo reciente (Acha, 2015).

10 Entre las investigaciones que sostienen ideas sobre la autonomía del movimiento obrero peronista en relación al peronismo, la de Marcos Schiavi destaca la dimensión política de esa adhesión. El autor sostiene que allí en donde antes se había visto debilidad sindical es posible advertir la existencia de una opción política libre y consciente: En la década peronista el movimiento sindical logró y defendió un importantísimo poder político, económico y social; gracias al cual mantuvo cierto margen de movimiento, un margen determinado por su vínculo orgánico con el gobierno. Partir de esta suposición, y no desde la negatividad, desde la heteronomía y la verticalidad, permite que vaya tomando forma una nueva hipótesis general del período. Permite pensar la presencia de tres sindicalistas en el primer gabinete de Perón como una demostración de fuerza y no como cooptación; hace que la caída de la conflictividad en plena crisis se explique por decisiones político-estratégicas de las organizaciones y no por pura represión estatal; complejiza al movimiento sindical en su conjunto; y, hace posible que se pueda deslizar que la identificación política peronista no era un síntoma de debilidad sindical sino su opción política, una opción libre y consciente (Schiavi, 2013).

11 Las citas no fueron tan frecuentes como bien acogidos ciertos conceptos como el quiebre/crisis de la deferencia evocado por Juan Carlos Torre o Moira Mackinnon o el contrateatro en James (James, 1987; Mackinnon, 1996; Torre, 1989). Investigaciones sobre los trabajadores del interior del país en períodos anteriores a la emergencia del peronismo son más profusas en sus evocaciones al aparato conceptual thompsoniano (Ullivarri, 2011).

12 Otro insumo no siempre explícito en las bibliografías fue el texto de James Scott sobre el arte de la resistencia (Scott, 2000).

13 La bibliografía sobre el Partido Peronista se multiplicó en los últimos quinquenios de manera que contamos hoy con un frondoso estado del arte relativo al tema (Aelo, 2010; Aelo & Quiroga, 2006; Barry, 2009; Correa & Quintana, 2005; Mackinnon, 2002; Marcilese, 2014; Melón Pirro & Quiroga, 2014; Prol, 2009). Las ideas de cáscara vacía y estructura inexistente para pensar la estructura partidaria del peronismo fueron de Walter Little y Félix Luna respectivamente (Little, 1973; Luna, 1984).

14 Las experiencias políticas en el interior argentino también recibieron atención específica (Alonso, 2015; Camaño, 2014; Garzón Rogé, 2014a; Gutiérrez & Rubinstein, 2012; Healey, 2011; Kindgard, 2001; Leoni & Solís Carnicer, 2013; Macor & Iglesias, 1997; Macor & Tcach, 2003; Rafart & Masés, 2003; Salomón, 2012; Tcach, 1991).

15 El trabajo pionero en esa revisión interpretativa fue el de Omar Acha sobre la sociedad política (Acha, 2004). En una línea similar pero sobre las unidades básicas avanzó Nicolás Quiroga (Quiroga, 2008).

16 Por diferentes aristas de una vida cultural vibrante durante el primer peronismo han avanzado, entre otras investigaciones, los trabajos de Flavia Fiorucci sobre las asociaciones intelectuales, el de Hernán Comastri sobre política científica y la inventiva popular, el de Oscar Chamosa sobre las asociaciones musicales, el de Eduardo Elenasobre las prácticas del consumo, el de Lucía Santos Lepera sobre las manifestaciones de duelo ante la muerte de Eva Perón (Chamosa, 2012; Comastri, 2015; Elena, 2007; Fiorucci, 2011; Santos Lepera, 2012).

17 Sobre las nociones de politización, polarización y peronización ver el trabajo de Nicolás Quiroga (Quiroga, 2013).

18 Los rastros de la agencia de los peronistas durante la segunda presidencia de Perón son opacos al punto de que hacer posible la lectura de una máquina orwelliana que iba imponiendo su sombra sobre todo el movimiento. Sin embargo, la historiografía ha podido detectar signos de agencia hasta el último aliento, tal es el caso del comportamiento obrero durante el Congreso de Productividad (Bitrán, 1994; Schiavi, 2014) o de los cambios operados en las cúpulas del Partido Peronista en 1955 (Aelo & Quiroga, 2006).

19 La variedad de asuntos que se engloban bajo la noción de práctica es muy amplia y la historiografía ya migró hace décadas a un paradigma que celebró su estudio en contraposición al estudio de los discursos, de las instituciones, de las normas, etc. (Torre, 2016). Sin embargo, esa conversación aún tiene un futuro por delante, tal como lo adelantan las conversaciones que ya tienen lugar en sede sociológica, antropológica o filosófica y que comienzan a tenerlo en la historiografía (Chateauraynaud & Cohen, 2016).

20 Acta de Asamblea General Extraordinaria del Sindicato de Micros y Ómnibus, 12 de mayo de 1950.

21 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 15 de mayo de 1950.

22 Crónica, 13 de septiembre de 1950.

23 Crónica, 16 de enero de 1945.

24 Acta de Asamblea General Extraordinaria del Sindicato de Micros y Ómnibus, 13 de septiembre de 1950.

25 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 5 de noviembre de 1951.

26Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 7 de abril de 1952.

27 Acta de Asamblea General Extraordinaria del Sindicato de Micros y Ómnibus, 27 de abril de 1953.

28 Muestra de ello es tanto el hecho de que sólo tenía un dirigente rentado por la tarde para atender la secretaría como el hecho de que compartía su sede con tres o cuatro sindicatos más.

29 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 3 de julio de 1950.

30 Una perspectiva que, en lugar de ver agencia, ve los tiempos de la espera como instancia de producción de la dominación y domesticación de los sectores populares que se convierten en "pacientes del estado" es la de Javier Auyero (Auyero, 2012). 

31 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 10 de julio de 1950.

32 Acta de la Asamblea General Extraordinaria del Sindicato de Micros y Ómnibus, 10 de marzo de 1952.

33 En los ámbitos de trabajo, concretamente, fue fundamental la jerarquización de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social ya que zanjó el viejo problema de la jurisdicción de la autoridad estatal para aplicar multas en relación al cumplimiento de los derechos obreros en el interior argentino. Hasta entonces, había existido una puja muy fuerte por la definición de qué tipo de vínculo tenían los trabajadores con sus empleadores. En función de la respuesta que se le diera a esa pregunta es que las relaciones laborales eran jurisdicción del estado nacional o de los estados provinciales, pero en la práctica la disputa misma por la jurisdicción terminaba por hacer que los trabajadores debieran navegar esa situación de indefinición posicionándose frente a los gobiernos provinciales (Garzón Rogé, 2015).

34 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 3 de julio de 1950.

35 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 6 de octubre de 1950.

36 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 1 de septiembre de 1950.

37 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 29 de mayo de 1950.

38 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 21 de abril de 1952.

39 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 14 de abril de 1952.

40 Antes de que el gobernador dejara el puesto a su sucesor en el ejecutivo en 1952, los trabajadores de micros volvieron a intentar rendirle un homenaje "de gratitud" y otorgarle una placa por "su labor y gestiones a favor de las cooperativas obreras". Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 12 de mayo de 1952. Cuando ya se había retirado de su cargo, Brisoli acordó con ellos "no hacer ninguna demostración con motivo de la entrega de la placa y que ésta se la podrán entregar en cualquier momento". Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 23 de febrero de 1953. Las intrigas políticas por la importancia que había adquirido su figura en la provincia seguramente estaban vinculadas a esta modosa respuesta del gobernador saliente (Garzón Rogé, 2013).

41 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 2 de febrero de 1952.

42 Acta de Asamblea General Ordinaria del Sindicato de Micros y Ómnibus, 11 de junio de 1951.

43 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 7 de julio de 1952.

44 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 21 de abril de 1952.

45 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 23 de octubre de 1950.

46 Acta de reunión de Comisión Directiva del Sindicato de Micros y Ómnibus, 11 de diciembre de 1950.

47 Sobre el concepto de trabajo político para pensar el activismo en el peronismo ver el libro de Julieta Gaztañaga (Gaztañaga, 2010).

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