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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.11 no.1 Mendoza ene./jun. 2010

 

MISCELÁNEAS

Juan Preciado: viaje, ilusión y esperanza

Juan Preciado: Journey, Illusion, and Hope

Sonia Peña
Universidad Nacional Autónoma de México, México
sonia-pena@hotmail.com

Recibido: 21-II-2009 
Aceptado: 31-III-2009   

Resumen: Pedro Páramo es quizás uno de los textos que más ha influido en las letras hispanoamericanas. Muchos son los estudios que se han realizado a esta obra, algunos de ellos insisten en el tono pesimista de la misma. La novela inicia con un viaje, el del hijo que sale en busca de su padre para cumplir la promesa hecha a la madre en el lecho de muerte. Esta ha sido la interpretación más difundida por la crítica. Sin embargo, si se lee detenidamente el discurso del protagonista se cae en la cuenta de que no es ése el motivo principal de su viaje a Comala. En realidad, Juan Preciado es movido por la esperanza que era "aquel señor" llamado Pedro Páramo, no por la promesa hecha a Dolores, de la que él mismo dice que no pensaba cumplir hasta que comenzó a llenarse de sueños, de ilusiones y de esperanza. El viaje de Juan va de la esperanza a la ilusión para terminar en la muerte. La acción se arraiga en ese sentimiento que mueve a todo ser humano y se convierte así en una extensa metáfora del sentido (o sin sentido) de la vida. Este escrito reflexiona sobre la presencia de la esperanza y de la ilusión en la  novela de Juan Rulfo.

Palabras claves: Rulfo; Viaje; Ilusión; Esperanza.

Abstract: Pedro Paramo is perhaps one of the literary texts that has had the greatest influence on Spanish American letters. Many studies have been done related to this work, and some of them insist on its pessimistic tone.  The novel begins with the journey of a son who sets out to look for his father in order to fulfill the promise made to his mother as she lay dying.  This has been the most widely diffused interpretation given by critics.  Nevertheless, if one reads carefully the discourse of the protagonist, one comes to understand the principle motive for his journey to Comala. In reality, Juan Preciado is motivated by the hope that it was "that man" named Pedro Paramo that prompted the journey, not the promise made to Dolores, something that he himself says that he was not planning to fulfill until he started to be filled with dreams, illusions, and hope. Juan's journey goes from hope to illusion, culminating in death. The action is rooted in that sentiment that moves every human being and thus changes in an extensive metaphor for the meaning (or without meaning) of life.  This manuscript reflects on the presence of hope and illusion in the novel of Juan Rulfo.

Keywords: Rulfo; Journey; Illusion; Hope.

En la cultura judeo cristiana Abraham es considerado el padre de la fe y quien inaugura la esperanza bíblica: él espera contra toda esperanza, y esa esperanza es fruto de una promesa. Al patriarca le fue prometida una descendencia semejante al número de estrellas (Gn. 15, 5). Asimismo se le ordena abandonar su tierra: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré" (Gn. 12, 1). Otro personaje de la literatura hebrea, Moisés, parte junto a su pueblo tras la promesa de "la tierra que mana leche y miel" (Ex. 3, 8). El tema del viaje ha sido ampliamente estudiado en la literatura, desde las peregrinaciones medievales hasta los fantásticos viajes al futuro. La acción, el motivo de salir por voluntad propia o enviado por una fuerza suprema, como es el caso de Abraham y de Moisés, es la metáfora que ha encontrado el hombre para ilustrar su destino: el de peregrino en la romería de la vida. Muchas veces ese caminar supone una promesa, otras persigue un bien posible. Indudablemente el viaje es sinónimo de esperanza, el que camina, el que viaja, espera llegar a un fin deseado o prometido. Antonio Machado expone en varios de sus poemas esta idea:

¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar (1997: 126).

El juego que se establece aquí con la palabra mar (equivalente a muerte en Machado) es de destacar. El que camina, el que espera, anda sobre el mar, es decir, vive desandando la muerte. En el texto seleccionado para esta reflexión se presenta como acción central el viaje del personaje, a su vez, esto nos remite a la esperanza que lo impulsa a salir de su tierra. En su mayoría, los personajes rulfianos están señalados por el fracaso, la frustración y la angustia. Pero ¿cuál es el motivo inicial que los impulsa a realizar un viaje? Los seres que presenta Rulfo se dejan llevar por la convicción de que encontrarán el bien deseado; su motivo primigenio es la esperanza de que las cosas cambien y cesen sus males. Lo que sucede después está marcado por acontecimientos ajenos a ese esperar, situaciones sociales, políticas, religiosas: algo que se encuentra fuera del ser que espera. Muchas veces esa situación, extraña al sentir del personaje, desencadena en él la idea de fracaso, de angustia y desesperación1. Pero en definitiva, la pregunta aquí debería ser ¿cuál es el impulso que hace del hombre ese Homo Viator del que habla Gabriel Marcel (2005)?, el eterno romero, en palabras de León Felipe:

Ser en la vida romero,
romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin otro oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero... sólo romero (1981: 18).

El poeta ilustra el verdadero "oficio" del ser humano. Acaso el famoso verso de Machado: "caminante no hay camino/se hace camino a andar" (1997, xxix: 133), encierra también esta imagen, la del peregrino o caminante que cruza siempre por caminos nuevos, que no posee más oficio y que está condenado a no tener pueblo. Este tema se ha trabajado ampliamente en la literatura. No está exento de ello el autor que me ocupa aquí. Cuando se analiza la novela de Rulfo se consideran sobreentendidos algunos aspectos de la misma. Los críticos, en la mayoría de los casos, hacen referencia al viaje de Juan a Comala como el cumplimiento de un expreso pedido de su madre moribunda. En este pedido se le asigna al protagonista una misión: ir en busca  de su padre, cobrarse caro el olvido y el desprecio. El protagonista es hijo de un matrimonio donde no existió ninguna base afectiva, al menos por parte del padre. Juan es el hijo (des) preciado, el nacido por casualidad, uno más del montón, como lo confirma Eduviges: "Pues sí, yo estuve a punto de ser tu madre" (Rulfo, 2000: 19), ese mismo es el que viene ahora en busca de sus raíces. El motivo del viaje, en Juan, está asociado a la esperanza. El personaje lo confirma desde el inicio de la novela y a la vez confiesa que no estaba dispuesto a cumplir su promesa: "Pero no pensé cumplir mi promesa" ¿Qué lleva al protagonista a cambiar de idea? Lo aclara inmediatamente:

Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y este modo se me fue formando un mundo de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre (2000: 5).

El narrador introduce algunos conceptos que difieren entre sí. Tanto el ritmo como el orden es ascendente: sueños, ilusiones, esperanza. En un primer momento todo está en un mismo nivel; el personaje les otorga la misma jerarquía, para él son sinónimos. Pero ¿es lo mismo decir que se tiene un sueño a decir que determinada persona es la esperanza? La situación cambia completamente según el enunciado que se utilice. Antes de adentrarme en las páginas de la novela me gustaría aclarar algunos conceptos sobre la palabra ilusión, para ello tomo en cuenta el libro de Julián Marías Breve tratado de la ilusión (1997), este trabajo es de suma utilidad para el tema que me ocupa. Su primer acercamiento a la palabra es etimológico:

La palabra ilusión, que aparece en todas las lenguas románicas y en algunas con un elemento románico, como el inglés, se deriva directamente del latín illusio, sustantivo procedente del verbo illudere, cuya forma simple es ludere, derivado a su vez del nombre ludus. Ludus quiere decir "juego", más bien de hecho o acción, a diferencia de iocus, juego verbal, aunque esta distinción se va borrando pronto. Illudere es jugar, divertirse con algo, pero su sentido fuerte es bromear, burlarse, ridiculizar; a veces, estropear o destruir. Illusio es burla, escarnio (en retórica, a veces ironía, equivalente de la eironeía griega); en la Vulgata adquiere un sentido que va a predominar después y ser decisivo: engaño (10-11).

Líneas más adelante el autor se refiere al empleo que los místicos han hecho de este término. La palabra adquiere así un carácter negativo de burla, escarnio y ardid, especialmente diabólico. La connotación negativa de la palabra se encuentra también en otras lenguas, incluso en italiano e inglés prevalece esta interpretación; según Marías (1997):

La idea de engaño, espontáneo o provocado, domina; no falta la referencia a los engaños del Demonio, o de la magia; también "pensamientos e imaginaciones quiméricas"; finalmente, "ciertos sueños o fantasmas agradables o desagradables" que halagan o turban la imaginación (13).

El autor recorre varios diccionarios donde se insiste en el carácter de engaño de la palabra ilusión. A esta acepción la califica de negativa. Ello lo lleva a hablar de otro aspecto relacionado con el término: su carácter positivo.

La tesis de Marías (1997) afirma que es una innovación romántica la que otorga el sentido positivo a la palabra ilusión. Es Espronceda (1808-1842) quien pasó de la vieja acepción a otra completamente diferente y que es la que se encuentra en los diccionarios actuales, donde se le define como sinónimo de esperanza. El autor remite a un poema que Espronceda compone y publica en su juventud: "El Pelayo".Con varios poemas del romántico ilustra su idea de que "la palabra 'ilusión' adquiere un nuevo sentido, que no es el deengaño, irrealidad o, menos aún sarcasmo" (18). Hay, según las ideas de este estudio, una valoración de la palabra ilusión, valoración que la une a la esperanza:

¡Blanca ilusión! ¡Benéfica esperanza!
Triste y última luz del corazón,
a cuyo resplandor se alcanza
un más allá en el hondo panteón" (26, las cursivas son del autor).

La pregunta que guía el estudio de Marías (1997) es:

¿Cuál es el sentido de esta variación de la palabra "ilusión" en la poesía romántica española?   
¿Cómo se pasa del sentido etimológico, originario, presente en todas las lenguas, de engaño  
(o escarnecimiento), a este otro nuevo, próximo a la esperanza? (26).

A esa pregunta trata de responder el autor; por mi parte y para los fines de este escrito sólo me limito a la diferencia que marca el autor en cuanto a los dos sentidos de la palabra: 

Sentido negativo = engaño, farsa, alucinación
Sentido positivo = cercana a la esperanza

Tomo en cuenta estas características para identificar en la novela de Rulfo estas dos acepciones. Y aquí surge la duda respecto a las primeras palabras de Juan. ¿Cuál de estos sentidos es el que se deduce del párrafo antes citado? Recuerdo la escena: Juan, uno de los tantos hijos del cacique de Comala, promete a su madre ir en busca de su padre. Pero una vez muerta la mujer Juan no tiene la mínima intención de cumplir la promesa arrancada por la moribunda. Sin embargo, luego cambia de idea, ¿por qué? Porque comienza a llenarse de sueños, ilusiones, esperanza. Esperanza que relaciona con su padre: "la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo" (5). Aparentemente, aquí los tres términos son sinónimos. Pero lo ilógico e incomprensible del discurso es la relación esperanza/Páramo. Sobre todo si se tiene en cuenta lo que luego le dice el personaje a Eduviges: "La de cosas que han pasado [...]. Vivíamos en Colima arrimados a la tía Gertrudis que nos echaba en cara nuestra carga" (24). Sumado a esto recuérdense las claras palabras de Dolores antes de su muerte: "el olvido en que nos tuvo" (5). El personaje llama "aquel señor" a Pedro Páramo sabiendo que es su padre. Hay en él una marcada actitud despectiva. Franz Kafka, en el feroz alegato contra su padre, lo llama "Querido padre" (2001: 9). Aun cuando el uso de esta fórmula es propio del género epistolar, a lo largo de toda la misiva el hijo trata en forma respetuosa a su progenitor, pese a las fuertes acusaciones en su contra. En Juan, las palabras denotan una gran distancia respecto a la figura paterna. Sin embargo, es a ese hombre al que asocia con la esperanza. ¿Qué lleva a Juan a un viaje hacia la muerte? La respuesta está en el inicio: la esperanza.

Antes de apresurar conclusiones respecto a la actitud del protagonista, quiero detenerme en las relaciones que establece con algunos habitantes que encuentra en su camino. Mejor dicho, a la concepción que estos personajes tienen de la esperanza/Páramo.

El primero que se presenta en el camino de Juan es un arriero. Así cuenta el narrador el episodio: "Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre" (7). Llama la atención que el protagonista se muestra en una actitud de espera; las palabras "hasta que al fin" refuerzan esta idea. La expresión es común cuando se espera a alguien que tarda en llegar, y cuando llega se le reprocha la demora con un recriminador ¡al fin! A esta situación remiten las palabras de Juan. El nombre del lugar donde se topan evoca el carácter ritual del acontecimiento. El camino hacia la esperanza (Pedro) comienza con una espera. El paso de la espera a la esperanza es efímero, sólo basta (en el caso de Juan) dejar a un lado la pasividad y ponerse en camino, Juan es aquí el homo viator de Marcel (2005). Pero en el camino de este hombre viajero, también puede suceder que se atraviese el opuesto a la esperanza: "Entre la desesperación y la esperanza no hay grados intermedios, sólo hay un salto abismal, del todo a la nada" (Francesco Alberoni, 2001:14). Si es este aspecto el que prevalece luego no es lo que interesa resaltar aquí, sólo pretendo que se tenga en cuenta el móvil que lleva al personaje a ponerse en camino hacia Comala. Y aquí es necesario recordar las palabras iniciales. No es la promesa hecha a Dolores lo que mueve a Juan: "no pensé cumplir mi promesa" (5), sino la esperanza llamada Pedro Páramo: "Por eso vine a Comala" (5).

El protagonista muestra cómo esa esperanza se va desvaneciendo a lo largo del camino. No hay una aniquilación directa, sino gradual. La esperanza que movía al hijo se debilita a medida que comprueba por sí mismo quién era realmente Pedro Páramo. Y si el peregrino Tanilo a mitad del camino a Talpa quería volver atrás, en Juan Preciado, por el contrario, se ve un hombre obstinado que persiste en su peregrinar, hasta que lo detiene la muerte. Y aquí hablo de "peregrinar" y no de "deambular", puesto que Juan es un peregrino: quien anda por tierras extrañas. Una vez que comprende que se ha tropezado con puras almas en pena comienza su "deambular", un andar sin rumbo, buscando en vano la salida de aquel lugar habitado por los murmullos.

El primer golpe directo a la esperanza de Juan se lo da su medio hermano Abundio. Al preguntarle si conoce a Pedro Páramo, el otro responde que es "un rencor vivo" (8). Sin embargo, esta respuesta no parece perturbar al caminante, quien continúa sin inmutarse, aún después de que el arriero le advierte: "no estaría por demás que le echara una ojeada al pueblo, tal vez encuentre algún vecino viviente" (12). El segundo encuentro de Juan es con doña Eduviges. Esta mujer que estuvo a punto de ser su madre también contribuirá a golpear la esperanza/Páramo. Juan conoce los detalles de la partida de su madre en la versión de Eduviges:

Se fue de la Media Luna para siempre. Yo le pregunté muchos meses después a Pedro Páramo por ella.
   -Quería más a su hermana que a mí. Allá debe estar a gusto. Además ya me tenía enfadado. No pienso inquirir por ella, si es eso lo que te preocupa.
-¿Pero de qué vivirán?
-Que Dios los asista (23).

El hombre a quien Juan continúa buscando está muerto (ya se lo dijo Abundio). El padre a cuyo nombre asociaba la esperanza,  es el mismo que lo expulsa junto a su  madre y los encomienda a la asistencia de Dios. Pese a todo Juan continúa su destino, como los obcecados campesinos de "Nos han dado la tierra" (Rulfo, 2003: 37). El próximo encuentro es con Damiana Cisneros. También esta antigua conocida de su madre le da pistas para deducir que el pueblo es un lugar muerto. Al referirle Juan su experiencia con Eduviges, comenta Damiana: "Pobre Eduviges. Debe de andar penando todavía."(39). Y es justamente en este momento cuando Juan comprende que ha estado hablando con muertos, de allí la pregunta que sólo repite el eco: "¿Está usted viva, Damiana?" (49). A partir de aquí el peregrinar se transforma en deambular por el pueblo y aparece entonces la pareja de hermanos incestuosos. Este enigmático "matrimonio de hermanos" ha dado lugar a múltiples y variadas interpretaciones. La mayoría de ellas concuerda en que se trata de una pareja edénica y adánica (Carlos Fuentes, 1969: 15). Considero que la escena de la pareja al final de los acontecimientos sugiriere una visión esperanzada dentro de la obra: ellos son las últimas personas con las cuales se encuentra Juan, pero lo importante es que ellos, a diferencia de los demás personajes, están vivos. Donis, el hermano de la muchacha, y Dorotea, son los encargados de sepultar el cuerpo de Juan, último vástago que los unía al pasado. Además, es sepultado junto a la misma Dorotea, testigo directo del antiguo sistema caciquil. Los hermanos están llamados a una nueva creación, sin el poder absoluto y despótico de Páramo o de Rentería. La referencia a que la pareja estaba "como Dios los echó al mundo" (54), refuerza la imagen de pureza, de aires nuevos. Sobre estos personajes, escribe Julio Ortega: "¿Cómo no pensar en los primeros padres condenados a lamentar su culpa en el Infierno? Adán y Eva viven al centro de este Infierno" (1974: 81). La identificación de Comala con el Infierno es lo que lleva a este tipo de afirmaciones. No se dice en la Biblia que los primeros padres fueron condenados al Infierno, sino que fueron echados del Paraíso (Gn. 3, 24). La aparición de los hermanos es el cierre para los encuentros del peregrino Juan, el fin de la vida del hijo que partiera alentado por la esperanza que era "aquel señor llamado Pedro Páramo" (5). La presencia de esta pareja al final del viaje insinúa un rasgo de esperanza, y aunque la mujer parece atada a un pasado de culpa (no se observa esto en el varón), no les queda otro camino más que el de mirar hacia el futuro de otro Comala, lejos del antiguo régimen, cuyo último lazo acaba de sepultar Donis.

Finalmente voy a ocuparme del diálogo que en la misma tumba mantienen Juan y Dorotea. Este fragmento es sumamente valioso para los fines del presente escrito:

-Mejor no hubieras salido de tu tierra. ¿Qué viniste a hacer aquí?
-Ya te lo dije en un principio. Vine a buscar a Pedro Páramo, que según parece fue mi padre. Me trajo la ilusión.
-¿La ilusión? Eso cuesta caro (69).

Aquí se puede apreciar cómo Juan ha cambiado de parecer, puesto que la esperanza del comienzo se trasforma en "ilusión". Y es en este apartado donde el lector se entera de que no era él el destinatario de las primeras palabras de Juan, sino otro muerto, que la novela está hecha de voces de muertos y narrada desde una tumba. Pero la pregunta aquí es ¿por qué aquello que Juan en un principio llamó esperanza es ahora ilusión? La esperanza de la que habla al comenzar su relato es la que relaciona con su padre. Había venido a Comala traído por la esperanza que era Pedro Páramo, esta esperanza es la que en el inicio asocia a la ilusión en el sentido positivo del que habla Julián Marías (1997). Pero, en el diálogo que mantiene con Dorotea, ¿tiene ese mismo significado? Es evidente que el significado de ilusión no es el del comienzo de la obra (ilusión = esperanza). Aquí se le otorga el sentido negativo de falsedad, engaño o burla. Las palabras de Dorotea confirman esta interpretación, la ilusión, el ir tras "pensamientos o imaginaciones quiméricas" (Marías, 1997: 13) cuesta caro. Tal como lo relata luego al hablar de sus propias ilusiones.

La esperanza que guiara al narrador al inicio de la obra (Pedro Páramo) se ha ido desvaneciendo a lo largo de su peregrinar. Los testimonios y los murmullos que atormentan al protagonista son los que han contribuido a matarla. Por ello el personaje que aparece en actitud de espera en el principio, el esperanzado Juan, termina siendo un iluso, lo cual "Rigurosamente quiere decir engañado, o burlado" (Marías, 1997:13). En el protagonista se manejan las dos acepciones de la palabra ilusión, tal como lo plantea Julián Marías (1997) en su estudio. En el génesis de la obra prevalece el significado positivo y es donde se encuentra el lector con el peregrino Juan, llevado por la esperanza "que era aquel señor llamado Pedro Páramo" (5); a mitad de la novela el personaje termina confesando que aquella esperanza se ha truncado en pura ilusión, engaño de la imaginación. El peregrinar del narrador es un frustrado viaje hacia la tierra "que fluye leche y miel" (Ex. 3, 8): "Un pueblo que huele a miel derramada" (22). Como Moisés, Juan no alcanza a ver la tierra prometida y realiza el viaje tras una esperanza que se transforma en simple ilusión, en un mundo donde "todo parecía estar como en espera de algo" (8). El planteamiento que se realiza en la novela muestra un ser que camina hacia la muerte, movido por la esperanza. En el cuestionario que el periodista argentino Máximo Simpson le acercara a Juan Rulfo, el cual el escritor contestó en parte a mano y en parte de forma mecanografiada, se lee lo siguiente:

Yo no me preguntaría por qué morimos, pongamos por caso; pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan miserable nuestra vida. Usted dirá que ese planteamiento no aparece nunca en Pedro Páramo; pero yo le digo que sí, que allí está desde el principio y que toda la novela se reduce a una sola y única pregunta: ¿dónde está la fuerza que causa nuestra miseria? (Alberto Vital, 2004: 200).     

El autor dice que este planteamiento recorre toda la novela, pregunta que podría resumir gran parte de la literatura universal: ¿qué es lo que causa la miseria del hombre? ¿Qué causa la miseria de Juan? La pérdida de la esperanza podría arriesgarse como respuesta. Pero siguiendo con las respuestas de Rulfo a Simpson, más adelante propone este último una hipótesis sobre el desamparo que transmite la novela, a lo que Rulfo contesta:

Quizás el personaje, en el fondo, va en busca de sus raíces. Esto sólo los que han crecido en la orfandad pueden entenderlo cabalmente. La esperanza es uno de los más grandes resortes del mundo y todos nos entregamos a ella en algún momento. Tiene, según yo pienso, el mismo valor de la ilusión, y cuántos vivimos en ese estado permanente, sólo que a veces no queremos reconocerlo (Vital 2004: 202).

Obsérvese que al momento de mencionar el viaje de Juan el autor termina hablando de esperanza. Y aclara además que según él la ilusión y la esperanza tienen el mismo valor, no dice que son sinónimos, pero sí les otorga el mismo peso. Ese estado del hombre al que Rulfo describe como "permanente" es el que guía a su personaje.

Finalmente me queda destacar que Juan Preciado, al comienzo de la obra, es movido por la esperanza, finalmente se describe la transformación de esa esperanza en ilusión, en su sentido negativo de engaño o falsedad. Ello ocurre por las circunstancias que rodean al protagonista y que lo acorralan hasta conducirlo a la muerte. Se demuestra así que para el ser humano es imposible vivir sin esperanza. Afirmar que los personajes de Rulfo están signados por la desesperanza es olvidar que el hombre no desesperaría si no esperase. Ésta es su condición humana, y puesto que nació para la espera y la esperanza: "en cuanto ser viviente, el hombre no puede no esperar, existe y tiene que existir esperando." (Laín Entralgo, 1957: 514). Y esto se observa incluso en obras que son consideradas pesimistas y desesperanzadas, como la del mexicano Juan Rulfo. Para cerrar esta reflexión respecto a la esperanza y su enfoque en la novela de Rulfo, cito esta ilustrativa observación al respecto:

[...] la alternancia de campos fértiles, donde crecen los pastos, y de amplias regiones amarillas, donde apenas se alzan cactos y nopales -famélicos campesinos sin perfil, las manos siempre arriba-, reaparecerá en la prosa rulfiana como un péndulo entre la esperanza y la frustración (Vital, 1998: 4).

La imagen del péndulo respecto a la esperanza y la frustración en la narrativa rulfiana es la más acertada para describir el juego que el autor propone al respecto. Este péndulo es el que a diario percibimos los seres humanos, a su ritmo nos movemos, de él dependemos. Porque ésa es nuestra condición humana primordial, y ese el espejo que nos ofrece Juan Rulfo.

Notas

1 En El Llano en llamas son numerosos los relatos en los cuales se percibe un evidente rasgo de esperanza que se relaciona con un viaje, ejemplo de ello son: "Nos han dado la tierra"; "No oyes ladrar los perros"; "Luvina"; "Talpa". En otros asoma la esperanza como una luz débil pero presente: "Es que somos muy pobres"; "¡Diles que no me maten!". 

Bibliografía

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