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Cuadernos del CILHA

versão On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.14 no.1 Mendoza jun. 2013

 

MISCELÁNEAS

Informe sobre peronistas en Sobre héroes y tumbas

Report on Peronists in On Heroes and Tombs

 

Marina Guntsche

Ball State University, Estados Unidos
mguntsche@bsu.edu

 

Recibido: 29/V/2013
Aceptado: 27/VII/2013

 


Resumen: Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato ha sido objeto de numerosísimos estudios críticos. Este abrumador corpus ha ignorado, sin embargo, un asunto central en la configuración novelística: la influencia de Perón y del peronismo potencializada en el tercer capítulo "Informe sobre ciegos". Sin la experiencia peronista según Sábato la novela carecería de Fernando y su informativo descenso a las cloacas de Buenos Aires. La situación ignota y relegada del mundo trabajador previo a Perón se presenta en el "Informe sobre ciegos" como la condición de inexplorado del mundo de los ciegos. El descenso infernal de Fernando a este ignorado submundo le permite conocerlo y darlo a conocer con su "Informe" a los ignorantes ciudadanos videntes, al igual que la experiencia del primer peronismo, infernal según Sábato, impuso a las ignorantes clases altas la imperiosa necesidad de conocer el mundo de la masa trabajadora. Sobre héroes y tumbas retoma la tradicional dicotomía civilización y barbarie, pero, gracias al "Informe sobre ciegos", este leit motiv liberal se transforma en el modelo integrador de civilización más barbarie. La consideración del peronismo en el "Informe sobre ciegos" permite restar validez a juicios críticos negativos que desestiman el carácter novedoso o la calidad literaria de Sobre héroes y tumbas por la aparente ideología tradicional o reaccionaria de su autor. Además, este enfoque contribuye a destacar la crucial deuda del "Informe" con el fenómeno peronista.

Palabras clave: Sábato; Perón; Peronismo; Civilización; Barbarie.

Abstract: On Heroes and Tombs by Ernesto Sábato has been the object of numerous critical studies. However, this overwhelming corpus has ignored a fundamental element in the novel: Perón's and Peronism's compelling influence in the third chapter, "Report on the Blind". Without the Peronist experience according to Sábato, the novel would lack Fernando and his informative descent to the sewage system in Buenos Aires. The unknown and marginal situation of the Argentine workers' world before Perón parallels the unexplored condition of the blinds' world in the "Report of the Blind." Fernando's hellish descent to this ignored underworld allows him to get to know it and, by means of his "Report," to let it be known to the ignorant, sighted citizens. In similar fashion, the first Peronist experience, a hellish one according to Sábato, forced the ignorant upper classes the imperative need to know the massive workers' world. On Heroes and Tombs includes the traditional dichotomy of civilization and barbarism. However, thanks to the "Report on the Blind," this conservative topic is transformed into the inclusive model of civilization plus barbarism. The analysis of Peronism in the "Report of the Blind" lessens the legitimacy of negative critical conclusions that undervalue the innovation and literary qualities of On Heroes and Tombs due to the apparent traditional or reactionary ideology of its author. Moreover, this critical framework sheds light on the crucial debt the "Report" has to the Peronist phenomenon.

Keywords: Sábato; Perón; Peronism; Civilization; Barbarism.


 

Hace más de medio siglo que apareció Sobre héroes y tumbas (1961), clásico ya de las letras argentinas e hispanoamericanas. Desde entonces, e ininterrumpidamente hasta el día de hoy, la gran novela de Ernesto Sábato (1911-2011) ha sido objeto de numerosísimos estudios críticos, la mayoría elogiosos1. Sin embargo, este abrumador y variado corpus ha ignorado un asunto central en la configuración novelística: la influencia de Perón y del peronismo potencializada en el tercer capítulo "Informe sobre ciegos"2. Sin la experiencia peronista según Sábato la novela carecería de Fernando y su informativo descenso a las cloacas de Buenos Aires.

Trece años median entre la publicación de El túnel (1948), la primera novela de Sábato, y la segunda, Sobre héroes y tumbas. El mismo Sábato explica en varias oportunidades que durante esos años confrontó fantasmas u obsesiones personales y manuscritos impublicables. En la nota introductoria de Sobre héroes y tumbas el autor da cuenta de que durante tal largo lapso siguió "explorando ese oscuro laberinto que conduce al secreto central de nuestra vida"3. Varios "manuscritos" fueron el resultado de esta exploración, pero, "desalentado por los pobres resultados", los destruía. En un reportaje de 1962 publicado en Clarín aclara que la labor del novelista no le gusta porque "escribir novelas no es un pasatiempo" sino un tormento4. En El escritor y sus fantasmas repite palabras similares5. La crítica también se ha preguntado sobre esta distancia cronológica, con interpretaciones que siguen la misma línea establecida por Sábato6. Con todo, pesar de que las propias palabras del autor y de la crítica no lo favorecerían, cabe mencionar otro tormento padecido durante todos esos años, no individual sino nacional, no espiritual sino político, no nombrado pero candente: Sábato necesitó esa larga década para digerir el fantasma de Perón (entonces, el innombrado por excelencia), y su creatura, el peronismo, fenómeno que no concluyó en 1955 con la deposición del líder, tal como muchos esperaban, sino que se volvió factor insoslayable en el acontecer nacional en las décadas por venir7.

Sábato detestó a Perón, y de ello ha dado testimonios inequívocos. En el ensayo El otro rostro del peronismo de 1956 se refiere al líder recientemente depuesto como "demagogo", "aventurero" y "canalla"8. Lo acusa de "su absoluta falta de escrúpulos", de que "casi nunca dijo la verdad", de ser una "especie de formidale commediante dell'arte que iba improvisando su libreto a medida que actuaba en el escenario"9. Para resumir, los dos primeros gobiernos del líder entre 1946 y 1955 equivalieron a "la pesadilla peronista"10. Asimismo en 1956, en el artículo "Una efusión de Jorge Luis Borges", publicada en la revista Ficción, se refiere a Perón como "siniestro demagogo"11. Este odio furibundo hacia Perón no fue exclusivo de Sábato sino compartido por los intelectuales liberales de la época, "frente macizamente antiperonista" en palabras de Terán12. A diferencia de ellos, sin embargo, Sábato llegó a apreciar al peronismo por su legado "histórico y justiciero", es decir, su reconocimiento de las masas trabajadoras o "el advenimiento del pueblo desposeído a la vida política de la nación"13. Como se verá, en Sobre héroes y tumbas se despliega otro advenimiento de desposeídos (visuales) a la vida novelística. Si la presencia de los ciegos ya se había registrado en El Túnel en forma individualizada (un personaje: Allende), trece años después irrumpe la masiva y poderosa Secta de los ciegos. Es el tenebroso Fernando (tan diabólico, histriónico y canalla como el Perón de Sábato) quien da a conocer un submundo hasta entonces ignorado.

El derrumbe de Perón como consecuencia del golpe militar de 1955 generó en Sábato sentimientos encontrados. Por un lado, junto con "doctores, hacendados y escritores", festejó "ruidosamente" en Salta el suceso que, se creía, pondría fin a la violenta censura y represión de que habían sido víctimas por opositores14. Pero por otro lado, tras observar a "dos indias" con "los ojos empapados de lágrimas"15, la alegría inicial se vio pronto aunada a una sensación de confusión e incertidumbre con respecto al camino socio-político que la Argentina habría de seguir a partir de entonces. El presente del país, polarizado entre peronistas y antiperonistas, tildado de "grave momento" y de "drama" por Sábato16, se le presentaba caótico por sus fuerzas en pugna incapacitadas para la mutua comprensión17. Sobre héroes y tumbas transmite esta percepción pesimista de una Argentina mortalmente bipolarizada. Mientras Martín deambula por las calles otoñales de Buenos Aires, reflexiona: "había dos naciones en el mismo país, y esas naciones eran mortales enemigas, se observaban torvamente, estaban resentidas entre sí" (Sábato, 1991: 197). El "Informe sobre ciegos" deparará la respuesta sabatiana a este dilema, a modo de plan de reconstrucción nacional.

La línea argumental de Sobre héroes y tumbas se desdobla entre la frustrante relación amorosa de Alejandra y Martín en los días finales del gobierno peronista (argumento principal) y el contrapunto histórico de la fracasada campaña militar de Lavalle al noroeste argentino en 1841. El nombre de Perón aparece ya en las primeras páginas de la novela: Martín observa en un diario, abandonado en una plaza, la foto medio embarrada de Perón (Sábato, 1991: 11-12). A partir de entonces, la mayoría de los personajes tiene algo embarrador que decir sobre él, con la única excepción de Poroto, personaje de importancia casi nula. Estas opiniones no sorprenden, son las esperables de acuerdo con el estrato social que representa cada uno de los hablantes. Por ejemplo, el pintor (de paredes) Tito D'Arcángelo, hijo de inmigrante italiano, se queja en el café de Chichín, cuyos feligreses corresponden a las clases bajas, del endémico problema argentino de la corrupción, presente no sólo con Perón, sino también en los gobiernos de conservadores, radicales y militares: "Aquí todo es cuestión de coima. Y te advierto que yo no estoy hablando de Perón. …. Lo conserva: coima y robo. … radicale: coima y robo. … Después la revolución del 45. Siempre eso milico dicen que vienen a limpiar, pero a la final coima y robo" (Sábato, 1991: 102, énfasis del autor). Poroto participa en la discusión del café gritando: "hace bien Perón y todo eso oligarca habría que colgarlo todo junto a Plaza de Mayo" (Sábato, 1991: 102, énfasis del autor). El exitoso empresario Molinari tiene en su escritorio, hipócritamente, un retrato dedicado de Perón (Sábato, 1991: 140 y 144), aunque espera del "sindicato o Perón, o los dos juntos, … una zancadilla" (Sábato, 1991: 146). Bruno, intelectual liberal de clase media al igual que Sábato, expresa su descontento por la situación del país con una clara alusión a Perón: "porque corrompe todo lo que toca, porque es un cínico que no cree en nada, ni en el pueblo ni en el peronismo siquiera, porque es un cobarde y un hombre sin grandeza" (Sábato, 1991: 154). Una clienta de la exclusiva boutique de Wanda considera imperioso "matar a Perón" (Sábato, 1991: 232). Para la mujer oligarca que salva una imagen de la Virgen y unas casullas en el episodio de la quema de las iglesias, Perón es "esa vergüenza, ese degenerado" (Sábato, 1991: 256) y "un canalla" (Sábato, 1991: 257).

Todas estas menciones explícitas a Perón o al peronismo deparan breves referencias a su nombre, intrascendentes desde el punto de vista de la acción. Como afirma Romano, se trata de "referencias circunstanciales al peronismo"18. "Donde se le dedica mayor atención", continúa Romano, "es en el capítulo XXVII de la segunda parte"19, en el que Martín atestigua el incendio de varias iglesias porteñas. Es en efecto este episodio el más comentado por la crítica en torno al peronismo, si bien casi nunca como tema de análisis principal20. En otras palabras, ni Romano (1983) ni la mayoría de los críticos perciben peronismo en "El informe sobre ciegos". Bacarisse (1983) parece ser el único que lo hace, al relacionar, si bien brevemente, a Fernando con Perón21.

Las referencias explícitas a Perón también aparecen en el "Informe sobre ciegos", siempre transmitidas por Fernando. Éste nos informa, por ejemplo, que el socialista Américo Pugliese, el padre de Norma, era "una persona muy decente que", como se espera por su afiliación política, "detestaba a Perón" (Sábato, 1991: 308). Para la señora Etchepareborda, al igual que la mujer oligarca (y al igual que Sábato), Perón es un "canalla" (Sábato, 1991: 320), aunque por razones diferentes: porque "parecía un cura" (Sábato, 1991: 320) (ella y su difunto marido participaban en la secta espiritista de la Escuela Científica Basilio). En el baño del café Antigua Perla del Once, Fernando observa una de las inscripciones en la pared: "Viva Perón", con el "Viva" tachado por "Muera" (Sábato, 1991: 324). Fernando no lo reconoce de manera explícita, pero en realidad le molesta la omniprescencia de Perón. Cuando pasa por Montevideo en su ruta a París, se encuentra con unos conocidos en el café Tupi-Nambá, quienes, entre otros temas "[h]ablaron de Perón (cuándo no)" (Sábato, 1991: 364). Pero la influencia del peronismo como motor genético del tenebroso "Informe sobre ciegos" se delata no tanto en este tipo de referencias explícitas a Perón, cuanto en la inesperada plasmación del mismo Fernando, que resulta impensable sin la experiencia peronista según Sábato. La evocación por parte de Bruno del demoníaco Fernando remeda las mismas características canallescas, luciferinas e histriónicas que Sábato le atribuyera a Perón en su ensayo El otro rostro del peronismo, mencionadas anteriormente. Dice Bruno:

Yo lo he visto en Capitán Olmos, de chico, cometer actos de horrible crueldad con animales indefensos y luego en actitudes de ternura que eran totalmente incompatibles. ¿Simulaba? ¿Era una representación que hacía ante mí, movido por su ironía, su cinismo? No lo sé. . . . Tampoco su cara permanecía idéntica a sí misma. La verdad es que siempre pensé que en él habitaban varias personas diferentes. Y aunque sin duda era un canalla, me atrevería a afirmar que sin embargo había en él cierta especie de pureza, aunque fuera una pureza infernal. Era una especie de santo del infierno (Sábato, 1991: 419).

Los paralelismos entre el Perón de El otro rostro del peronismo y Fernando continúan. En su ensayo de 1956, Sábato equipara el oportuno éxito de Perón en atraer a la clase trabajadora a una conquista amorosa por parte de un pretendiente inescrupuloso. Las masas, "que son femeninas", aclara el autor, se enamoraron no del "excelente candidato, honrado y puro, buen muchacho y trabajador" (el Partido Socialista), sino del "primer aventurero que supo llegar a su corazón", es decir, Perón22. Fernando, por su parte, relata múltiples aventuras amorosas, entre ellas, la de Norma Pugliese, hija de un socialista, la cual, a poco de conocerlo, se olvida de su serio novio, un teniente de navío. Perón se rodeó de "ladrones" y "asesinos"23, de "criminales mercenarios", "aventureros", "amorales", "resentidos y canallas"24, entorno semejante al de la banda de asaltantes liderada por Fernando, junto con otros de sus cómplices, si no asesinos, sí tan corruptos y amorales como aquéllos. Perón, al igual que todo dictador absolutista, despreció al ser humano, lo que condujo al "servilismo, la degradación de todo lo que es noble"25. Fernando, misógino y feroz crítico de la condición humana, se jacta del "servilismo en la cama" (Sábato, 1991: 300) y corrupción a los que logró someter a Norma Pugliese. Reconoce el "pequeño placer que encontraba en corromper a la maestra" (Sábato, 1991: 294), a la que condujo "del profesor Juan B. Justo al Marqués de Sade" (Sábato, 1991: 308).

Además de sus numerosas canalladas, se dan entre Perón y Fernando semejanzas encomiables. La labor investigadora de Fernando, que culmina con el "Informe sobre ciegos", se inicia con la llamada de una campanilla que una humilde ciega tocaba en la resonante Plaza de Mayo a fin de despertarlo (Sábato, 1991: 263), la misma plaza en la que el 17 de octubre de 1945 se sintió el clamor de los trabajadores que demandaron exitosamente la liberación de Perón, encarcelado por los militares por su creciente poder. De este insistente llamado se origina el legado fundamental de la trayectoria de Perón y Fernando: reconocer y sacar a la luz dos submundos hasta entonces ignorados, el de los trabajadores y el de los ciegos. La situación ignota y relegada del mundo trabajador previo a Perón se presenta en el "Informe sobre ciegos" como la condición de "inexplorado" del mundo de los ciegos. Fernando aclara que su "Informe", resultado de investigaciones llevadas a cabo entre 1947 y 1955, es decir, prácticamente durante los años de los dos primeros gobiernos de Perón, "está destinado … a un instituto que crea de interés proseguir las investigaciones sobre este mundo que hasta hoy ha permanecido inexplorado" (Sábato, 1991: 282). El demoníaco Fernando, entonces, cuenta con aspectos positivos, luminosos, en tanto permite experiencias cognitivas. El descenso infernal de Fernando, esa "especie de santo en el infierno" según Bruno, al ignorado submundo de los ciegos y posteriormente a las no menos ignoradas cloacas de Buenos Aires, le permite conocer y dar a conocer este mundo a los, por consiguiente, ignorantes ciudadanos videntes, al igual que la experiencia del peronismo, pesadillesca según Sábato, ha impuesto a las ignorantes clases altas la imperiosa necesidad de reconocer el mundo de la masa trabajadora, "ese continente de las sombras" donde "se gestan las fuerzas más potentes de la nación", a las que es necesario escuchar porque son "rumores verdaderos"26.

Por otra parte, además de remitir a Perón, Fernando, uno de los últimos resabios del patriciado argentino en vías de extinción, es también digno representante de su clase en cuanto a la paranoia persecutoria que le inspiran los ciegos, "aquellos monstruos … que pretenden dominar el mundo entero" (Sábato, 1991: 271). Desde niño, y de manera continuada, Fernando ha tenido un sueño terrorífico y premonitorio, el de una realidad que se resiste a permanecer inmóvil. Por el contrario, se mueve y se resquebraja:

El sueño me atormentó durante años porque comprendía que, como casi todos los sueños, debía tener un sentido oculto y que, en este caso, era el anuncio indudable de algo que alguna vez tenía que sucederme. …. Tuve de pronto la revelación de que la realidad podía empezar a deformarse si no concentraba toda mi voluntad para mantenerla estable. Temí que el mundo que me rodeaba pudiera empezar en cualquier momento a moverse, a deformarse, a perder todo sentido (Sábato, 1991: 277-78).

Fernando debe realizar grandes esfuerzos mentales para evitar la disgregación, para "mantener la realidad en su sitio y en su forma" (Sábato, 1991: 278). Sin embargo, no siempre su lidia termina con éxito:

Pero a veces, por más intensos que fueran mis esfuerzos, la realidad empezaba a disgregarse poco a poco, a deformarse….: una cara empezaba a hincharse, de un lado se inflaba un globo, los ojos se juntaban poco a poco, la boca se agrandaba hasta que reventaba, mientras una mueca horrible iba desfigurando el rostro (Sábato, 1991: 278-79).

Así concluye la constante pesadilla de Fernando, con "una mueca horrible". Su temor enfermizo es relacionable con la paranoia de la alta burguesía argentina ante la invasión de los peronistas, los monstruosos cabecitas negras que les estaban desmantelando sus espacios sociales y privilegios políticos. Portantiero se refiere al violento impacto peronista en la realidad "idílica y mistificadora" acuñada por el liberalismo a comienzos del siglo XX. Se trataba ahora de "Una realidad desagradable": "La realidad era, en cambio, dura y sensual, llena de monstruos extraños, sofocantes y agresivos"27.

Los ciegos, esa "multitud de seres" (Sábato, 1991: 265) a quienes Fernando estima resentidos contra los videntes, y con quienes se topa sobre todo en los subterráneos y las cloacas de Buenos Aires, desarrollan la imagen, también presente en el ensayo de Sábato, de las relegadas masas de los trabajadores, que "hipnotizadas"28 siguieron a Perón, según el ensayista, por su resentimiento hacia las clases altas que hasta entonces las habían ignorado, en el mejor de los casos como "poco más que basura"29. Precisamente las cloacas de Buenos Aires en Sobre héroes y tumbas son la "patria" de los inmundos relegados: "¡Abominables cloacas de Buenos Aires! ¡Mundo inferior y horrendo, patria de la inmundicia!", patria a donde va a parar "la inmensa, la innumerable Basura de Buenos Aires" (Sábato, 1991: 386).

La temible masa de los ciegos de Sobre héroes y tumbas remite a la no menos temible masa de trabajadores de la Argentina a partir de Perón. Los ciegos se han vuelto poderoros y por ello temibles. Como afirma Wainerman (1978), "Allende, el ciego de El túnel, ha pasado en Sobre héroes y tumbas de su condición de pobre diablo a la de dominador del mundo"30. Fernando los teme. Intenta perseguirlos pero su caza es inútil porque se da cuenta de que él mismo ha entrado en una carrera de persecusión que conducirá inexorablemente a su muerte31. Sus enemigos son invencibles. Por esta razón, la crítica de Avellaneda (1972) a Sobre héroes y tumbas no es enteramente apropiada. Para Avellaneda (1972), esta novela depara una "perspectiva acentuadamente tradicional y programática" que sus "nuevos recursos técnicos" no alcanzan a superar32. Sábato, según Avellaneda (1972), aparenta ser novedoso, pero su tradicionalismo lo desmiente, dado que no acepta los movimientos sociales que alteran la supremacía de la vieja oligarquía criolla. La relación amo-criado, que significa la incuestionada sumisión del criado socialmente inferior a la superioridad del amo, es uno de los resultados de la homogeneidad ideológica de la novela. Avellaneda (1972) la corrobora con tres ejemplos acertados: el sargento Sosa se anula como individuo en el siglo XIX por la incondicional adhesión a su amo, el general Lavalle. En el XX, la sirvienta Hortensia Paz reconoce, tímida y respetuosamente, la superioridad de Martín; el digno obrero peronista siente timidez y vergüenza en el lujoso departamento de la mujer oligarca, ante la que continuamente baja la cabeza y pide disculpas33. Avellaneda (1972) no se equivoca en cuanto a Sosa, Hortensia y el muchacho peronista, todos ellos personajes secundarios. Sin embargo, esta relación se rompe con Fernando (el amo por su condición de clase) y los ciegos. Éstos no se someten a un Vidal Olmos; por el contrario, le demandan reconocimiento. Son poderosos y activos: lo obligan a descender a su submundo para llevar a cabo la exploración que culminará con el "Informe sobre ciegos". Y si según la tradición liberal el deber de las clases altas era educar a los ignorantes bárbaros, son ahora las masas ciegas las que educan a Fernando, labor educativa que Sábato estimaba urgente en 1956: "Es hora de que comprendamos la urgencia de reeducar también a la masa antiperonista"34. Tildar entonces a Sobre héroes y tumbas de tradicional es simplificar su complejo mundo, el cual resulta de un "espíritu contradictorio", como temprana y repetidamente reconoció Sábato en El escritor y sus fantasmas35. La novela contiene la tradicional relación amo-criado, y también su subversión. Fernando es un aristocrático y decadente Vidal Olmos y al mismo tiempo se asemeja a Perón. Perón aparece explícitamente embarrado y, como se analiza más adelante, merecedor de un implícito elogio por su genialidad.

El análisis de Predmore (1981) contiene omisiones más serias. Para este crítico, los únicos representantes "de las clases más bajas que aparecen más de una vez" en la novela son "sólo" el "pintor Humberto J. D'Arcángelo", el "camionero Bucich, y Chichín, dueño de un humilde café"36. Predmore (1981) ignora a los ciegos, vendedores de ballenitas y otras baratijas, a pesar de que su condena social y laboral al subsuelo de la ciudad es semejante a la de "los obreros que de cuando en cuando se ven obligados a penetrar en esos antros" (Predomer, 1981: 387), como reflexiona Fernando al explorar las cloacas de la ciudad. Predmore emite un juicio categórico: "La novela no vierte luz sobre Perón o el peronismo"37.

La crítica coincide en señalar el carácter sacrílego del "Informe sobre ciegos", en tanto investigación del mal: "Escribir un Informe sobre Ciegos es investigar un enigma prohibido, violar el secreto de lo Sagrado", en palabras de Wainerman (1978)38. También Olguín sigue esta línea interpretativa: Fernando es el héroe mítico que desciende al infierno, "al reino de las sombras en pos de algo muy valioso, y asciende pleno de sabiduría"39. Su pecado "consiste en penetrar en lo sagrado, ver más allá de lo permitido. Fernando busca el misterio de la existencia, la raíz del mal"40. Para Lojo (1997), la investigación de Fernando consiste en "indagar en la génesis y el sentido de la existencia, conocer lo inconocible, ver lo invisible. Aspiración eminentemente prometeica, transgresora"41. Las interpretaciones psicoanalíticas, simbólicas o míticas de Wainerman (1978), Olguín (1988) y Lojo (1997) pueden trasladarse al plano socio-político: Fernando indaga simultáneamente en la génesis y el sentido de la existencia nacional, en un intento por conocer las ignoradas clases bajas. Su empresa transgrede los valores de las clases privilegiadas argentinas. Para éstas, desde 1880 hasta la llegada de Perón el gran tabú socio-político provenía de la masa de los trabajadores, marginalizados a partir de la era peronista como monstruos invasores, tal como lo indica Portantiero en cita anterior. Darlos a conocer y ser portavoz de sus necesidades era tarea prohibida. Fernando Vidal Olmos, por el contrario, se rinde rebeldemente ante la llamada de la campanilla. Tras oírla, se apresta a violar el veto sagrado: reconoce la existencia de los ciegos, se acerca a ellos y los da a conocer, pleno de una nueva sabiduría social.

Fernando es además un héroe en otro sentido: es el único personaje de la novela con aspiraciones literarias o artísticas42 que cumple con su cometido. El padre de Martín y Georgina, la madre de Alejandra, son pintores fracasados o inseguros de la calidad de sus obras. Bruno nunca se ha animado a publicar sus escritos. Fernando, en cambio, se propone escribir un informe y logra darlo a conocer, a pesar de su muerte. En ningún momento duda de la importancia de su labor. No resultan convincentes, por tanto, los críticos que ven en Fernando a un héroe fracasado. Para Gálvez Acero, por ejemplo, "lo esencial de este personaje" es que "Fernando lleva a cabo una búsqueda alucinada del origen del mal que finalizará en fracaso y en muerte", al igual que la actuación de Lavalle, por su "fe ciega y sin sentido en algo, impreciso y desorientador"43. Para Aldrich (1979) las palabras extrañas de Fernando sólo dan cuenta de sí mismo y de una experiencia totalmente subjetiva, irracional, incomunicable e infernal44. Asimismo Olguín (1988) estima que la "epopeya onírica" de Fernando concluye trágicamente con su muerte, tanto como la "epopeya histórica" de Lavalle, ambos "jinetes derrotados"45.

Efectivamente, Fernando muere pero sólo tras completar su obra. La verdad del mundo de los ciegos, el preciso objetivo perseguido por el heroico escritor, queda preservada y enteramente comunicable en su "Informe" para quien se tome la molestia de leerlo sin prejuicio de su aparente irracionalidad.

Tampoco necesita el "Informe" de lectores bienintencionados pero incapaces de captar su mensaje profundo, como el lector soñado por Martín:

En medio de una multitud se acercaba un mendigo cuyo rostro era imposible ver, descargaba su hatillo, lo ponía en el suelo, desataba los nudos y, abriéndolo, exponía su contenido ante los ojos de Martín. Entonces levantaba su mirada y murmuraba palabras que resultaban ininteligibles (Sábato, 1991: 128)46.

Martín se angustia al despertar. Comprende que el mendigo le ha ofrecido una "carta decisiva", pero ha sido incapaz de captar sus palabras por "indescrifrables, desfiguradas y borradas por el tiempo, la humedad y los dobleces" (Sábato, 1991: 128). Tampoco se ha dado cuenta de que el mendigo es ciego, como sí nota Wainerman (1978): "Mendicidad y carencia, he ahí el epifenómeno más doloroso de la ceguera"47. Para Martín, se trata de "un simple mendigo" con "gestos comunes" (Sábato, 1991: 128). Más tarde Fernando ofrecerá otra carta decisiva, tal su "Informe sobre ciegos", en el que se revela que los mendigos-ciegos no tienen nada ni de simples ni de comunes. Piden más que una "limosna" pordiosera, como sostiene Wainerman (1978) del mendigo soñado y de Martín48. Demandan reconocimiento e incorporación de su mundo. A Martín le falta todavía leer el "Informe" y captar el antiguo clamor de los ciegos. Matamoro, por su parte, reconoce la ceguera del mendigo, pero identifica sus palabras con el deteriorado "discurso de los Vidal, discurso de ciegos que nada dice"49. Por eso Martín no comprende su mensaje obsoleto, al que rechaza. La consideración por parte de Matamoro de los Vidal Olmos como representantes de la caduca ideología liberal es acertada. En cambio, resulta inverosímil postular a un mendigo como portavoz de esa ideología. Además, un Vidal Olmos en particular se rebela: el discurso de Fernando como informante de los ciegos subvierte el código familiar por las razones explicitadas anteriormente: Fernando dice mucho. En cuanto a Martín, no se trata de rechazo a un código caduco sino de incomprensión a otro, viejo y enmohecido, sí, pero todavía vigente.

Con la oposición de unitarios versus federales en el XIX, y la de peronistas versus antiperonistas en el XX, Sobre héroes y tumbas retoma la dicotomía distintiva de la novela argentina, presente desde sus orígenes con Amalia (1851): civilización y barbarie. Este planteamiento programático de la identidad nacional equivalía, en realidad, a civilización menos barbarie. El país proyectado por Sarmiento y Alberdi, y ejecutado por la generación de 1880, jerarquizaba con exclusividad la civilización europeizante, que, detentora de la verdadera faz nacional, tenía el derecho y el deber de educar, a la fuerza si era necesario, a la barbarie autóctona de indios y gauchos y, pronto, de inmigrantes, hasta hacerla desaparecer50.

Posteriormente, los obreros también se sumarían al polo bárbaro como bestias o monstruos invasores51. Sábato desarrolla en su segunda novela este leiv motiv liberal pero con un significativo cambio gracias al "Informe". Tal como explicitara en su ensayo de 1956, a partir del peronismo la dicotomía debe resolverse en una ecuación matemática de signo opuesto: civilización más barbarie: "Un pueblo no puede resolverse por el dilema civilización o barbarie. Un pueblo será siempre civilización y barbarie"52. Según el ensayista, la civilización o lo diurno (la "parte razonable" y "pura") posee tanta legitimidad existencial como lo bárbaro o nocturno (las "ansiedades profundas e inconscientes", los "sentimientos y pasiones", los "amores y odios", que deparan el lado "más profundo" de la realidad nacional: "sus mitos, … su alma, su sangre y sus instintos")53. La faz del país, pues, como el sol y la luna de todo un día, no sólo la depara la civilización sino también el otro rostro de la barbarie. De allí la necesidad crucial de conocer y respetar al supuesto adversario a fin de que éste deje de ser un enemigo aborrecible y temido, relegado a las profundidades de un submundo escalofriante al que se desea aniquilar o, en el mejor de los casos, anular con la ignorancia. Tal es la propuesta reconstructiva del "Informe sobre ciegos" inspirada por el legado peronista: el acercamiento integrador a las masas populares que termine con la mortal bipolarización que desangra al país.

Para Sábato, la forzada escisión entre civilización y barbarie no se limita a la Argentina, sino que se inserta, junto con la crisis del hombre contemporáneo, en la polarización aniquilante de la cultura occidental54. Desde el Renacimiento, Occidente ha privilegiado la razón y la ciencia como únicos medios legítimos para sistematizar abstractamente la realidad natural. Asimismo, el hombre concreto sufrió paralela división jerárquica entre intelecto y cuerpo: "Esta civilización, que es escisora, ha separado todo de todo: también el alma del cuerpo"55. Durante siglos, lo abstracto ha predominado sobre lo concreto, porque se trata de una "civilización que no ha creído más que en la razón pura"56, y que ha ignorado o subestimado lo folklórico, lo primitivo, lo salvaje, lo esporádico. Los sentimientos y pasiones del ser humano, junto con su fantasía, también fueron relegados a causa de su subjetividad. Sólo lo cuantificable tiene validez, lo que la ciencia universaliza y lo que el dinero compra. Occidente, con su fe en la ciencia y la máquina, se ilusionó con un mítico progreso indefinido que el siglo XX pulverizó con bombas, guerras y genocidios. Concluyó, en cambio, en una civilización tecnolátrica favorecedora de estados totalitarios, en una naturaleza mecanizada y un ser humano cosificado. La Argentina, por su consolidación liberal, se integró al destino de Occidente, a "la civilización que sufre ese cataclismo"57. Hacia 1853, después de Rosas, el país se organizó según "los maravillosos principios de la civilización europea"58, con la consiguiente marginalización de gauchos, peones e indios y, poco después, de inmigrantes. Los "bien intencionados"59 ideólogos liberales no previeron, sin embargo, que contribuirían a acrecentar la injusta distancia entre los desposeídos y las clases privilegiadas, junto con el resentimiento de aquéllos por éstas. Este desfazaje y descontento explican en parte el fenómeno peronista y la continuación de la dicotomía nacional, ahora entre peronistas y antiperonistas. Pero ni Occidente, ni el hombre contemporáneo, ni la Argentina pueden seguir irreconciliablemente escindidos, so pena de su autodesintegración. La salvación reside en la suma integradora de sus polos. Occidente debe lograr una síntesis entre lo objetivo y lo subjetivo, lo que ya han intentado, a partir del Romanticismo, los mejores escritores, artistas y filósofos. Se trata de una "vasta síntesis espiritual a que asistiremos como superación de la crisis contemporánea (si es que las tremendas fuerzas materiales en juego nos lo permiten)"60. También el ser humano auténtico resulta de una suma: "lo humano es lo abstracto y lo concreto, lo racional y lo irracional, la máquina y la naturaleza, la ciencia y el arte"61. El reclamo de Sábato se reitera obsesivamente en Hombres y engranajes: "Vivimos el momento en que es necesaria una nueva síntesis. El que no comprenda esta necesidad no podrá comprender a fondo los problemas del hombre de nuestra época"62. Un escritor argentino, Fernando, sí lo ha comprendido. En la suma está la verdad de Buenos Aires, y, tras la ciudad, de toda la Argentina: ciudadanos videntes más ciudadanos ciegos, ciudad visible más sus cloacas, luz más sombra, es decir, civilización más barbarie.

No todos los críticos perciben la proyección novedosa del "Informe sobre ciegos". Para Avellaneda (1972) la novela depara "una propuesta de reconstrucción nacional" tradicional que consiste en el rechazo del presente caótico y corrupto y el "rescate iluminador del pasado"63. Este rescate esencialista se propone salvar los valores puros (generosidad, cortesía y verdad) del viejo patriciado criollo. Pero el "Informe sobre ciegos" no se ajusta totalmente a la interpretación de Avellaneda (1972) en tanto depara otro plan de reconstrucción nacional con proyección hacia el futuro que intenta el rescate, la iluminación, de la masa de los ciegos o trabajadores, para incorporarlos a la realidad total del país. Para Matamoro, el mundo de Fernando remite al pasado caduco, mientras que el camionero Bucich conduce al futuro: "El mundo de Vidal Olmos es el orbe del pasado, lo contemplativo y lo aristocrático. El cosmos que propone Bucich es el futuro, la actividad y lo laboral"64. Fernando, como uno de los maestros de Martín, "es la valorativa del pasado muerto, señoril y militar de la Argentina patricia"65. No sorpende entonces la conclusión de Matamoro (1983): Fernando es un reaccionario fascista. Su "ideología" sexista y ahistórica se conecta "con ciertas categorías del pensamiento fascista, propias de la mentalidad de su clase y de su época". Su nacionalismo "es muy característico de cierto pensamiento reaccionario argentino de los años treinta. Fernando, como los fascistas, ve amenazado el mundo por la sombra de la corrupción (lo femenino-histórico)"66. Todos los Vidal carecen "de proyecto (de proyección hacia el futuro)" y "de conciencia histórica"67. Como Avellaneda (1972), tampoco ve Matamoro (1983) la propuesta futurista de Fernando, su legado a la posteridad: la imperiosa necesidad de conocer el verdadero submundo de los ciegos. Fernando sabe que ha ocurrido un cambio histórico, que es hora de conocer e incorporar a los poderosos ciegos68.

Bacarisse (1983) reconoce en parte la reactualización sabatiana de la tradicional polarización entre civilización y barbarie. Sostiene que la historia y la literatura anterior a Sábato (Echevarría, Mármol y Sarmiento) perpetúan este simplista esquema que "elimina todas las complejidades históricas". En Sobre héroes y tumbas reaparece la escición: "La profunda escisión del país de que fue causa la tiranía de Rosas, y que dividió a los antepasados de Alejandra …, divide también a los descendientes de hoy"69. Pero la novela de Sábato sobrepasa la simplificación al proponer, por medio de Martín, una "'solución' ante la desgarrada y contradictoria historia argentina". Esta "'solución' política" proviene de "la armonización de contrarios" que "dolorosamente" efectúa Martín: su inmersión en la historia argentina, "su relación con Alejandra (que recoge la herencia india)", "su identificación con el alférez Celedonio Olmos (la inglesa)", y "su amistad con D"Arcangelo (la italiana)"70. No obstante, Bacarisse (1983) tampoco aprecia la solución prospectiva del "Informe sobre ciegos".

En realidad, el diabólico Fernando propone no una dolorosa armonización sino una genial integración de aparentes contrarios. Fernando define con precisión a un genio:

Un genio… es alguien que descubre identidades entre hechos contradictorios. Relaciones entre hechos aparentemente remotos. Alguien que revela la identidad bajo la diversidad, la realidad bajo la apariencia. Alguien que descubre que la piedra que cae y la Luna que no cae son el mismo fenómeno (Sábato, 1991: 301).

Para Fernando, Newton y Darwin fueron genios porque descubrieron, respectivamente, la ley de la gravedad y "la ley de la evolución de las especies" (Sábato, 1991: 301). Fernando no lo admite explícitamente, pero, según esta definición, él mismo, y su alter ego Perón, deberían integrar la lista. Fernando exploró en los subterráneos y las cloacas la masiva realidad de los ciegos, enterrados bajo la apariencia de una ciudad limpia y vidente. Perón estimuló el ingreso irreversible de la masa de los trabajadores en el acontecer socio-político de un país liderado y modelado hasta entonces según patrones aristocráticos o civilizados. El legado de Perón, según Sábato, fue la imperiosa verdad de una identidad nacional dada por la suma de las aparentemente remotas civilización y barbarie. Difícilmente podía el autor admitir de manera explícita la genialidad de Perón, por dos motivos, uno personal y el otro político. Sábato nunca escatimó críticas públicas hacia la persona de Perón; sí, en cambio, el elogio a quien detestó visceralmente. Además, el ambiente represivo del país tras la caída del líder, y durante la mayor parte de la década de 1960, no favorecía comentarios a su favor. Recuérdese el decreto del 5 de marzo de 1956, promulgado por el gobierno de facto que derrocó a Perón, que prohibía, con pena de cárcel, hasta pronunciar su nombre y el de su partido71. Y si bien este decreto se abolió en 1958, no ocurrió lo mismo con la represión militar antiperonista que, a partir de la revolución cubana de 1959, equiparó al peronismo con un virus terrorista al que había que eliminar porque: "el 'virus' … preanunciaba el afianzamiento del marxismo en el país"72. Desde 1955, durante los años que precedieron la publicación de Sobre héroes y tumbas, se podía criticar públicamente a Perón, pero no elogiarlo.

A pesar de que Perón había sacado a la luz a los trabajadores, Sábato volvió a enterrarlos como ciegos en el subsuelo de Buenos Aires. Tal era otra vez la situación de los trabajadores tras la caída del líder a causa de la campaña antiperonista castrense73, que ni siquiera el conciliador gobierno de Frondizi, entre 1958 y 1962, pudo evitar. El "Informe" de Fernando puede entenderse como un efectivo recordatorio de la situación marginal reimpuesta a los ciegos, y de la imperiosa necesidad de volverlos a aceptar en el lugar luminoso que merecen.

El análisis de la presencia peronista en "El informe sobre ciegos" no agota, ni mucho menos, el complejo enjambre de sus contenidos. Habría que agregar, entre otros, aspectos biográficos del autor (su infancia, su experiencia surrealista en París); filosóficos (como el existencialismo); y los freudianos, jungianos y míticos en relación a la personalidad de Fernando y sus pesadillas, todos éstos asuntos privilegiados por la crítica. Enfoque limitado, la consideración del peronismo, sin embargo, permite restar validez a juicios críticos negativos (la minoría, afortunadamente) que desestiman el carácter novedoso o la calidad literaria de Sobre héroes y tumbas por la aparente ideología tradicional y reaccionaria de su autor. Esta novela resultó de obsesiones, tormentos y contradicciones, particularmente notorios en el "Informe sobre ciegos": relación amo-criado tradicional y su ruptura; Fernando Vidal Olmos y Fernando-Perón; Perón embarrado y Perón elogiado. La complejidad temática, ideológica y estilística de Sobre héroes y tumbas rebasa cualquier intento de rígida categorización. En segundo lugar, el enfoque peronista contribuye a destacar un asunto crucial aunque relegado hasta ahora por los estudiosos: la deuda del "Informe" con un fenómeno nacional que no sólo transformó social, política y culturalmente a la Argentina, sino que, como parte de esta transformación, renovó su producción novelística e impulsó la gestación de obras maestras como Sobre héroes y tumbas74.

Notas

1. Ya en 1992 Urbina se refería al corpus crítico sobre toda la obra de Sábato (novelas y ensayos) como "vasto y voluminoso" y que "uno se siente perdido e impotente ante el número de contribuciones" (69). Urbina (1992) ofrece una valiosa y exhaustiva clasificación de este material crítico en dieciséis categorías (Urbina, 1992: 66-96). En cuanto a Sobre héroes y tumbas en particular, Petrea (1996) agrupa las interpretaciones en tres líneas: "la línea existencialista (con frecuente referencia a Sartre), la psicológica (relacionada a Freud y a la obra de Dostoievsky) y por fin, la mítica y arquetípica (que sigue a Jung, Frye, Campbell, Mircea Eliade)" (Petrea, 1996: 123). A esta clasificación, habría que agregar dos de las categorías propuestas por Urbina: "La crítica sociológica" e "Interpretaciones históricas".

2. La crítica sí ha reconocido la influencia del peronismo en la novela, pero no la ve en el "Informe sobre ciegos". Las interpretaciones van desde la presencia del primer peronismo como mero referente biográfico de las ideas políticas de Sábato sobre Perón (Wainerman, 1978: 98-99) o referente histórico al presente de la novela (Foster, 1975: 91; Omil, 1983: 477 y Petrea, 1996: 141); hasta el peronismo como referente histórico anticipatorio de la decadencia y fragmentación del país en los años setenta (Sauter, 1999: 178); como contexto histórico de producción que delata la ideología conciliadora (Romano, 1983: 385), ahistórica (Mayer, 1986: 51-53) o esquemática-deformante (Predmore, 1981: 67-79) del autor; como el transfondo político optimisma por la caída de Perón, a diferencia del clima claustrofóbico presente en El túnel (Gimelfarb, 1986: 954); como sustancial para entender algunos pasajes de la novela, en especial el episodio de la quema de las iglesias al final del segundo capítulo (Olguín, 1988: 32 y Bacarisse, 1983: 440-41); y como una de las "referencias importantes a la historia y la cultura argentinas" con la que "Sábato trata de acercarse a la raíz óntica de la Argentina" (Woscoboinik, 2006: 99). Ver, además, en nota 20, los autores que analizan en particular el episodio de la quema de las iglesias de junio de 1955.

3. Sobre héroes y tumbas. 5. ed (definitiva). Barcelona, Seix Barral: 1991. Todas las citas corresponden a esta edición.

4. En Constenla (2000: 64).

5. Escribir novelas lo "atormenta mucho" y "no es un goce ni un pasatiempo" (Sábato, 1963: 16).

6. Al respecto, Sábato (1971) le contesta a Correa: "No podría responder con claridad, y mucho menos en pocas palabras, sobre las razones de esta actitud, porque más bien que razones son motivos que tienen su raíz en lo más profundo de mi espíritu" (Sábato, 1971: 99). Bacarisse (1983) menciona "La lenta gestación de esta novela y los sucesivos borradores de que fue objeto" como resultado de la voluntad expresiva del autor. Sábato necesitó tiempo para recrear "en función de una totalidad [….] entes de ficción [que] salen de lo más profundo del insconciente" (Bacarisse, 1983: 439). Estrada (1983) se refiere a su "elaboración angustiante y parcelada" (Estrada, 1983: 340). Petrea (1996) alude a la necesidad de Sábato de un "lapso considerable de tiempo … para seguir explorando estas zonas oscuras y profundas del subconsciente que encierran el secreto central de nuestra existencia" (Petrea, 1996: 123). Catania (1987) arguye que Sobre héroes y tumbas nació "no tras un período de silencio después de El túnel, sino tras un lapso de encarnizada batalla consigo mismo", idea con la que Sábato concuerda (Sábato y Catania, 2003: 221, el énfasis es del autor).

7. Rodríguez Lamas (1986b)  se refiere a esta creencia por parte de las nuevas autoridades que derrocaron a Perón: "Todo se reducía entonces, a que roto el cordón umbilical que unía al presidente depuesto con el movimiento obrero organizado, este último se sumaría (una vez consciente de su error) a la empresa libertaria que acaba de iniciar el gobierno provisional" (Rodríguez Lamas, 1986b: 106). También Terán (1991) alude a este mito post 1955 (compartido por militares e intelectuales liberales, ambos antiperonistas) según el cual el peronismo había sido un fenómeno "exógeno" y "pasajero" (Terán, 1991: 44) en el escenario nacional, y que, por tanto, habría de desaparecer una vez caído su líder. Pero "esta creencia se estrelló contra la inesperada persistencia de esa adhesión en la sociedad" (Terán, 1991: 45).

8. El otro rostro del peronismo (Sábato, 1956: 11 y 19, 20 y 39 respectivamente).

9. El otro rostro (Sábato, 1956: 19 y 24, 23 y 24 respectivamente, énfasis del autor).

10. El otro rostro (Sábato, 1956: 35).

11. Artículo incluido Claves políticas (Sábato, 1971: 57-61, la cita corresponde a 60). Años más tarde, en Apologías y rechazos, de 1979, Sábato vuelve a reprochar las palabras engañosas de Perón a las que, hacia 1973, "[c]ientíficos de rango mundial tuvieron la patriótica ingenuidad de creer" (Sábato, 1979: 113). Durante el tercer gobierno de Perón, con López Rega al centro del poder efectivo, "les negaron trabajo, los ignoraron, se mofaron de sus títulos e investigaciones" (Sábato, 1979: 113).

12. Terán (1991: 46). Además de Sábato, los escritores que generalmente se incluyen bajo el rótulo liberal son: Enrique Anderson Imbert, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Bullrich, Julio Cortázar, Adela Grondona, Beatriz Guido, Eduardo Mallea, Ezequiel Martínez Estrada, Héctor A. Murena, Victoria Ocampo y Manuel Peyrou. Así, por ejemplo, los clasifican Borello (1991: 147-221) y Goldar (1971: 143-145). Avellaneda (1983), en su estudio sobre Borges, Bioy Casares, Cortázar, Martínez Estrada y Cortázar, aclara con respecto a los intelectuales liberales que "se trata de intelectuales: a) representativos de un entronque histórico con la corriente de interpretación de cuño decimonónico que postula para la realidad argentina el uso de la dicotomía sémica civilización/barbarie; y b) adscriptos a un sistema cultural establecido y aceptado extensamente como dador de prestigio" (Avellaneda, 1983: 10-11).

13. El otro rostro (1956: 40 y 48 respectivamente). Terán (1991) reconoce el resquebrajamiento ideológico del frente liberal producido por las posturas de Sábato y Ezequiel Martínez Estrada (1991: 46-48). Asimismo Romano (1983: 367, 368).

14. El otro rostro (Sábato, 1956: 40).

15. El otro rostro (Sábato, 1956: 40).

16. El otro rostro (Sábato, 1956: 9 y 11 respectivamente).

17. Este diagnóstico de Sábato en 1956 sobre un país gravemente polarizado resultó, desafortunadamente, correcto. Rodríguez Lamas (1986a) alude a "la lacerante división peronismo-antiperonismo que había sumido al país en una antinomia estéril y ciertamente perjudicial para el desarrollo armónico de las potencialidades de la Nación" (Rodríguez Lamas, 1986a: 14). Y más adelante: "Es que el país continuaba herido de gravedad y virtualmente dividido en dos grupos antagónicos, adoleciendo de un padecimiento crónico que deterioraba la salud de la Nación y lo hacía pasible de una aflicción, por el momento, sin remedio efectivo" (Rodríguez Lamas, 1986a: 124).

18. Romano (1983: 385).

19. Romano (1983: 385).

20. Se relaciona este episodio con lo grotesco y carnavalesco (Omil, 1983: 479 y Goldar, 1971: 114-17), con el símbolo purificador del fuego (Foster, 1975: 77; Goldar, 1971: 117; Chiesi, 1985: 156 y Olguín, 1988: 113), con la ambigua postura antiperonista y burguesa del autor (Borello, 1991: 193-208), como propuesta conciliatoria de los opuestos peronistas-antiperonistas (Foti 89 y Catania 110), como anulación ahistórica de esta antinomia (Mayer, 1986: 51-53), con el tema de la violencia en el cuerpo social (Lukavská, 1992: 55-56 y Lojo, 1997: 125-126, 270-71 y 287).

21. Para Bacarisse (1983), Perón es "el lado oscuro de Fernando", el lado de la barbarie (Bacarisse, 1983: 453). Su relación Perón-Fernando se da en el contexto de la dicotomía civilización y barbarie: "Rosas y Perón encarnan en la nación las fuerzas oscuras que, en la ficción, encarnan Fernando y Alejandra, el único sentido en que pueden ser hoy 'federales'. Son fuerzas oscuras que no es posible ignorar" (Sábato, 1991: 443).

22. El otro rostro (Sábato, 1956: 20).

23. El otro rostro (Sábato, 1956: 26).

24. El otro rostro (Sábato, 1956: 41).

25. El otro rostro (Sábato, 1956: 27).

26. El otro rostro (Sábato, 1956: 44-45).

27. Portantiero (1961: 80, énfasis del autor).

28. El otro rostro (Sábato, 1956: 30). En Sobre héroes y tumbas, la condición de ciego se equipara al caminar sonámbulo o hipnótico. También nota Wainerman (1978) que "Sábato identifica al sonámbulo con los ciegos, y a éstos con los mendigos" (Wainerman, 1978: 58).

29. El otro rostro (Sábato, 1956: 57).

30. Wainerman (1978: 68). Hay muchos estudios que analizan el significado filosófico, mítico o psicoanalítico de la ceguera. Los más exhaustivos son los de Wainerman (1978), Lojo (1997) y Woscoboinik (2006).

31. Wainerman (1978) analiza esta dualidad perseguidor-perseguido, a la que denomina "El mito del Cazador Ciego o del Celador Ciego" (énfasis del autor).

32. Avellaneda (1972: 70, el énasis es del autor).

33. Avellaneda (1972: especialmente 65-66, y 70).

34. El otro rostro (Sábato, 1956: 53).

35. El escritor y sus fantasmas (Sábato, 1963: 9). Además, también en este ensayo: "En una novela, en fin, hay algo tan esencialmente contradictorio como en la vida misma" (Sábato, 1963: 17). "Un novelista no tiene por qué ser coherente ni estar exento de contradicción" (25). "Por otra parte, es verdad que soy una persona llena de contradicciones y dudas" (Sábato, 1963: 48).

36. Predmore (1981: 69).

37. Predmore (1981: 100). Predmore (1981) considera "superficial y errónea" la actitud de Sábato en el tratamiento del peronismo porque el autor "destaca los factores emocionales e irracionales de los movimientos sociales a expensas de las poderosas fuerzas sociales, políticas y económicas. [….] La manera más obvia como usa Sábato a Perón y el peronismo es como recurso retórico para dramatizar ciertas acciones anecdóticas" (Predmore, 1981: 72): los últimos años de la admistración de Perón, y especialmente el episodio de la quema de las iglesias al final del segundo capítulo. Predmore (1981), pues, no percibe la importancia del peronismo en el "Informe sobre ciegos" ni el poder de los ciegos.

38. Wainerman (1978: 35). También para Urbina (1991: 60) y Llorente (1996: 77) los ciegos son símbolos o representantes del mal. Según Wainerman (1978), el mal es el incesto, "tabú de nuestra sociedad". Para Mayer (1986) el incesto entre Fernando y Alejandra consuma el "deseo original" de su clase: "Es el cierre endogámico de una clase social que se agota en su propio deseo de perpetuarse, en su propia imposibilidad de concebir un deseo que trasponga los umbrales de su lugar social" (Mayer, 1986: 55-56). El mal de los Vidal Olmos "es su fracaso social, su incapacidad de abrirse" (Mayer, 1986: 56). No concuerdo enteramente con Mayer (1986) ya que un Vidal Olmos, Fernando, sí se abre a la masa de los ciegos, o masa de los trabajadores, y urge a su conocimiento. Prefiero la interpretación de Lojo (1997), para quien Fernando es en cierta medida "un poeta surrealista" embargado en una "aventura creativa verbal" (Lojo, 1997: 83). Para Lojo (1997), en las páginas finales del Informe, específicamente a partir de la cópula con Ella, "se superan las antinomias de la vigilia y del sueño, de la realidad y del sueño, de la razón y de la locura, de lo objetivo y lo subjetivo", etc. (Lojo, 1997: 84).

39. Olguín (1988: 120).

40. Olguín (1988: 130, el énfasis es del autor).

41. Lojo (1997: 82).

42. Z. Nelly Martínez (1972) se refiere a Fernando como la encarnación "sabatiana del artista" (630), rebelde y visionario, que denuncia al hombre moderno por su afán racionalista en desmedro de lo instintivo o irracional. Para Lojo la labor de Fernando como escritor equivale a "una empresa de búsqueda metafísico-religiosa" (Martínez, 1972: 82).

43. Gálvez Acero (1983: 466).

44. "His search, of course, leads him ultimately into himself and into a totally sujective, irrational, noncommunicable, nightmarish experience" (Aldrich, 1979: 11). La traducción al español es mía.

45. Olguín (1988: 141-42).

46. Este sueño se repite, con palabras casi idénticas, en las últimas páginas de la novela (Sábato, 1991: 491).

47. Wainerman (1978: 59).

48. "Eso ininteligible que murmura el mendigo, ¿qué otra cosa puede ser que un pedido de limosna? Martín ha tenido una actitud pordiosera en el amor, por eso le aterra un sueño aparentemente tan trivial" (Sábato, 1991: 59). Para Wainerman (1978), Martín se ha comportado como otro pordiosero con Alejandra, "porque su amor era carente y necesitado" (Wainerman, 1978: 59).

49. Matamoro (1983: 491).

50. Onega (1982), en su estudio sobre el fenómeno inmigratorio en el país y su representación literaria por parte de los intelectuales argentinos entre 1880-1910, se refiere a "Los proyectistas" Sarmiento y Alberdi, promotores de la inmigración (Onega, 1982: 23-38) y a "Los ejecutores liberales del 80", que deparan una visión degradante de los inmigrantes, especialmente los italianos (Onega, 1982: 38-57).

51. Halperín Donghi (1986) se refiere a la "visión apocalíptica" de un país que hacia 1943 había sido transformado radicalmente por el "aluvión zoológico" de trabajadores provenientes del interior (Halperín Donghi, 1986: 27). De este multitudinario "aluvión" saldrían las masas peronistas.

52. El otro rostro (Sábato, 1956: 45).

53. El otro rostro (Sábato, 1956: 44-45).

54. Sábato desarrolla este tema sobre todo en su ensayo de 1951 Hombres y engranajes. Además, aparece con frecuencia en El escritor y sus fantasmas.

55. El escritor y sus fantasmas (Sábato, 1983: 144).

56. El escritor y sus fantasmas (Sábato, 1983: 10).

57. El escritor y sus fantasmas (Sábato, 1963: 40).

58. El otro rostro (Sábato, 1956: 15).

59. El otro rostro (Sábato, 1956: 15).

60. Hombres y engranajes (Sábato, 1970: 84).

61. Hombres y engranajes (Sábato, 1970: 96-97).

62. Hombres y engranajes (Sábato, 1970: 108).

63. Avellaneda (1972: 70).

64. Matamoro (1983: 486).

65. Matamoro (1983: 487).

66. Matamoro (1983: 496). Implícitamente, Matamoro (1983) acusa de lo mismo a Sábato por su "intento … de revalorizar la Argentina 'anterior al Ochenta'" (Matamoro, 1983: 489).

67. Matamoro (1983: 489).

68. Predmore (1981) va aún más lejos que Avellaneda y Matamoro, al negar la existencia de un plan de reconstrucción nacional: "la posibilidad de una nueva ordenación y consolidación ... no se produce en Sobre héroes y tumbas" (Predmore, 1981: 45-46).

69. Bacarisse (1983: 441).

70. Bacarisse (1983: 452).

71. Maceyra (1983: 11-12) comenta sobre este decreto.

72. Rodríguez Lamas (1986a: 38).

73. Maceyra (1983: 11-12) se refiere a la sistemática intención castrense, registrada desde 1955, de borrar al peronismo.

74. La influencia decisiva del peronismo en la evolución de la novela argentina rebasa las intenciones de este trabajo. Baste decir, por el momento, que su desarrollo a partir de fines de la década de 1950 va paralelo al devenir del líder y de su partido. La caída de Perón en 1955 y la incertidumbre con respecto al camino socio-político que la Argentina habría de seguir desde entonces hizo urgir entre los intelectuales, liberales o no, una imperiosa necesidad de comprensión nacional, que se manifestó en un fuerte impulso autocrítico tendiente a dilucidar el fenómeno peronista, el caos socio-político vigente en el país, y su incierto futuro. Muchos novelistas, por su parte, comenzaron a rastrear el pasado argentino en procura de claves históricas que ayudaran a descifrar el turbulento presente y, al mismo tiempo, el modo más apropiado de narrarlo. Este intento dio por resultado la renovación del género.

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