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Cuadernos del CILHA

versão On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.14 no.1 Mendoza jun. 2013

 

DOSSIER

Intelectuales y transición: años 1980 (Brasil y Argentina)

Intellectuals and Transition: 1980 (Brazil and Argentina)

 

Claudia Wasserman*

UFRGS, UFRJ, CNPq, Brasil

 

Recibido: 12/II/2013
Aceptado: 13/IV/2013

 


Resumo: El articulo trata de los ambientes intelectuales y culturales brasileño y argentino en los años 1980, especialmente, sobre las transiciones democráticas en los dos países. Trata de hacer un recorrido por la crisis de los regímenes dictatoriales, las leyes de amnistía y el retorno de los intelectuales pasada la dictadura. Las dificultades, los debates y las polémicas en los medios culturales en torno a temas como el rol de los intelectuales en la política y el valor de la democracia, así como la defensa del socialismo, son las llaves que organizan ese artículo.

Palabras-llave: Años 1980; Transición democrática; Historia intelectual.

Abstract: The article focuses on the intellectual and cultural Brazilian and Argentinean contexts in the 1980s, especially on democratic transitions in those countries. It looks for to make a tour on the dictatorial regimes' crisis, the amnesty laws and the return of the intellectuals after the dictatorship period. The difficulties, the debates and controversies in cultural circles around issues like the role of intellectuals in politics, the value of democracy and defense of socialism, are the keys that organize the article.

Key words: 1980'; Democratic transition; Intelectual history.


 

El ambiente cultural y el contexto intelectual de los 1980 en Brasil y en Argentina estuvieron marcados por la transición democrática. Los años de la dictadura autoritaria y después la transición democrática provocaron cambios profundos en el campo intelectual y cultural de las sociedades latinoamericanas. El retorno de los exilados fue un de los elementos a contribuir para la caracterización de la cultura política de las sociedades sudamericanas en el período. Los intelectuales que estuvieron exilados durante las dictaduras, retornaron a los países de origen y tuvieron que adaptarse a las nuevas estructuras.

Intelectuales y artistas formaron los grupos que más se encontraron desafiados por la necesidad de revisar sus concepciones de mundo. Muchas de las certezas, relacionadas con los proyectos intelectuales anteriores a los golpes, fueron irremediablemente abaladas. Los intelectuales y artistas en general tuvieron que adaptarse a una nueva cultura política democrática y a las transformaciones en el ambiente cultural que se habían operado durante su ausencia.

Los años anteriores a los golpes habían sido de intensa actividad cultural en los dos países, Argentina y Brasil. A lo largo del período dictatorial, esa efervescencia cultural fue retrayéndose, hasta desaparecer casi integralmente. En los 1980, los lugares de sociabilidad de la intelectualidad y de los artistas, que existían antes de los golpes, se habían modificado, algunos de los cuales desaparecieron por completo. El ambiente de los periódicos culturales y políticos que existían antes de la implantación de las dictaduras se habían modificado y las universidades ya no eran las mismas. En general, los intelectuales y artistas brasileños y argentinos dejaron países tensionados entre la izquierda revolucionaria y la derecha autoritaria, y retornaron a países marcados por los llamamientos a la redemocratización como eje central de todas las tendencias político-ideológicas. Por otra parte, la caída del socialismo sacudió convincentemente los medios intelectuales de izquierda, justamente los que sufrieron el exilio y que se encontraron desafiados a comprender la socialdemocracia europea y el eurocomunismo.

La visión del prototipo del artista el del intelectual de los 1960/70 como el sujeto con una postura comprometida, de izquierda e casi siempre revolucionaria, sufriera un revés enorme en los años 1980. Se postulaba, en la redemocratización, que los intelectuales y artistas tuviesen que seguir un padrón más autónomo y democrático. La arte comprometida dio espacio a la valorización de la estética pura; la intelectualidad comprometida con causas sociales dio lugar a intelectuales comprometidos con causas más difusas o muy particulares. Cambiaron las instituciones, se transformaron los contextos políticos y cambiaron los intelectuales y artistas.

Los exilados, aquellos que tenían una noción idílica de retornar a la condición anterior, sufrieron un baque muy grande y tuvieron que adaptarse. El artículo procura abordar esas transformaciones y ese alejamiento provocado por el retorno a condiciones adversas en los dos países. Buscarse a hacer una análisis por medio de una descripción de los procesos de transición en los dos países, una investigación sobre el ambiente intelectual e artístico e también traer a la superficie las disputas y preocupaciones intelectuales, por medio de los relatos de aquellos que retornaron del exilio y de los que permanecieron en la sombra durante la dictadura.

Volver a su propio país después de años viviendo en el exilio fue una experiencia dolorosa para todos los que tuvieron que dejar a Brasil después de 1964 e os que dejaran a Argentina después de 1966/76. Los exilados intelectuales brasileños y argentinos fueron en general bien amparados en las universidades mexicanas, chilenas, norte-americanas y europeas, y, por eso, en el retorno, tuvieron un alejamiento aún más grande. El cambio en los ambientes profesionales y en la cultura política de Brasil y de Argentina era evidente e correspondía a las transformaciones ocurridas en el ámbito internacional e interno.

Las sucesivas crisis del petróleo (1973 e 1978) prenunciaban los problemas económicos del mundo capitalista en los 1980, que iniciaron marcados por las elecciones de Margareth Tatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en los Estados Unidos, por la creación del Sindicato Solidaridad en Polonia y que tuvieron su desfecho marcado por la caída del Muro de Berlín y por la reunificación Alemana. Internacionalmente, la década de 1980 fue, por lo tanto, caracterizada por la ascensión y por el predominio del neoliberalismo como doctrina económica y por el conservadurismo en el campo político. Considerada como la "década perdida", los años 1980 anunciaban el inicio de la crisis del socialismo, la victoria del pensamiento único y el fin de la historia1.

En Latinoamérica, a contrapelo de las tendencias internacionales, los movimientos de resistencia a las dictaduras se intensificaron y los regímenes militares presentaban las primeras señales de agotamiento. En Brasil, hubo el incremento del proletariado urbano, protagonista de cinco huelgas generales, entre 1983 e 1989, la creación del Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 y la fundación de la Central Única de los Trabajadores (CUT) en 1983. En Argentina, el movimiento de derechos humanos se expandió. Partidos políticos y sindicatos convergirán para las demandas y denuncias de movimientos como, por ejemplo, la "Marcha por la Vida", de 05 de octubre de 1982, y de la Asociación de las Madres de la Plaza de Mayo. La reorganización de la Unión Cívica Radical (UCR) en torno de Raúl Alfonsín y del "Movimiento de Renuevación y Cambio" fueron igualmente importantes para la desestabilización del régimen.

Del punto de vista económico, los años 1980 fueron marcados por fuerte estagnación en toda Latinoamérica, fase de intensa contracción de la actividad industrial. En ese sentido, los intelectuales y políticos brasileños y argentinos dejaron a sus países en la década de 1950-60 en los cuales predominaban perspectivas optimistas sobre el desarrollo económico y retornaron con una fuerte crisis de realización de la actividad industrial, crisis de la divida externa, índices altísimos de inflación y grave desempleo.

Políticamente, el debate sobre la redemocratización predominaba en las sociedades brasileña y argentina. En Brasil, el gobierno de los militares, sobre el comando del general João Batista Figueiredo, emitía los primeros e más consistentes señales de retorno de los militares a los cuarteles. El Ato Institucional numero 5 fue derogado en enero de 1979, la Ley de Amnistía promulgada en agosto e, en diciembre, fue promulgada la "Nueva Ley Orgánica de los Partidos Políticos" que extinguía ARENA e MDB e instituía el pluripartidismo, abriendo camino para la creación de varios partidos, contando con toda la diversidad de opositores del régimen militar.

En Argentina, el gobierno de las juntas militares también presentaba señales de agotamiento, en gran medida por las presiones económicas y disputas internas entre los militares. El fin de la dictadura fue, entretanto, precipitado por la Guerra de las Malvinas. La invasión de las islas, en abril de 1982, fue una tentativa de extender la dictadura militar ya corroída. La derrota en la guerra para el Reino Unido en junio apresuró el fin del régimen. El entonces jefe de la junta militar, Leopoldo Galtieri, fue depuesto e fueron convocadas elecciones para la presidencia, que transcurrieran en octubre de 1983. En marzo de 1983, frente a la posibilidad de juicio de los crimines cometidos por los agentes da dictadura, fue decretada a Ley de Auto-amnistía. El colapso abrupto da dictadura argentina paralizó la organización de los civiles e impidió una transición llevada a cabo por la oposición al régimen (Nuevaro e Palermo: 2007: 617).

Para todo el universo de la izquierda brasileña y argentina, especialmente para los exilados, el panorama era de cautela y de reconocimiento de la situación, fase de lenta adaptación y gradual reinserción después de tan prolongada ausencia. Después de todo, fueron años sin pisar en la tierra natal, sin saber exactamente lo cuanto estaban cambiados las costumbres, la cultura del país y también cuales eran los criterios actuales de excelencia en los ambientes académicos y profesionales que ellos habían frecuentado antes de la dictadura.

Daniel Aarão (2006), en un capítulo del libro Intelectuales: sociedade e política se refiere al problema del retorno del exilio. En la presentación parcial de los resultados de las entrevistas realizadas con Vera Sílvia Araújo Magalhães, militante considerada por el autor como emblema brasileño de esa generación, Aarão destaca la participación política e intelectual de quien estuve "en la línea de frente" de la rebeldía de los años 1960; sufrió el "exilio de amarguras, dudas y desesperos, como siempre, mas también de mucha creatividad"; y volvió al país con la amnistía: "un país otro, transformado por los años de dictadura, otras gentes, otras expectativas, diferentes circunstancias internacionales".

Utilizando como ejemplo la historia de Albert Camus del libro "El Extranjero", Reis resalta que "Vera se sintió diferente. Una étrangeté que, a rigor, la perseguía por longo tempo" (246, 247). Segundo Aarão, Étrangeté se refiere al alejamiento: "Estar sin estar, estar de un modo no confortable, como si estuviese fuera del lugar donde debería estar, y, sin embargo, el lugar es ese mismo donde se está, muy familiar, lo que no quiere decir que sea amigable, o acogedor, apenas familiar, y, súbito, la percepción de una difícil inserción..." (252).

El retorno evidenciaba el descompaso, el alejamiento y condicionaba un retorno al pasado; llevaba a un cuestionamiento sobre los motivos que produjeron la salida del país: "[...] en la vuelta al país... en el reencuentro... , cuando volvió imperioso el aggiornamento, el alejamiento apareció en todo su esplendor, y en todo su malestar, iluminando las raíces de la rebeldía, en pasado longincuo, evidenciando las razones profundas de la inadaptación del exilio, y los desajustes inevitables que acompañaron su trayectoria..." (Reis, 2006: 252).

Los exilados encontraron inequívocamente países diferentes de aquellos que sufrieron los golpes militares. Acometidos por la crisis económica internacional y por la crisis de la divida externa, Brasil e Argentina contaban con una nueva configuración político-partidaria y los debates giraban en torno de la democracia, con el abandono gradual de discusiones sobre cualquier alternativa al capitalismo y a la democracia burguesa. La enseñanza superior se había masificado; en las ciencias sociales y humanidades había se rompido el paradigma epistemológico de la modernidad que vigorara hasta entonces.

Geoff Eley (2005) hace referencia a la necesidad que tuve la izquierda europea de repensar sus propias concepciones en los 1980, constituyéndose, según su punto de vista, en "un enorme desafío a las premisas tradicionales", observación que es pertinente también para la izquierda latinoamericana como un todo: " La crisis del socialismo de los 1980 no solamente impuso repensar las fronteras y los significados de la izquierda, las necesidades de la democracia y la propia naturaleza de la política en sí, mas también llevó los historiadores a cargar las mismas cuestiones de vuelta al pasado" (14).

Eley alude a su propia tentativa de, como historiador durante la escritura de su libro, "captar el drama de una transición contemporánea aún en marcha" (14) y la constatación de las "agonías de la epistemología", "frustraciones de la teoría" (15). Esa sensación de un mundo en cambio y de inseguridad atingió todas las ciencias sociales y humanidades, especialmente entre los intelectuales de América del Sur, donde las transformaciones tuvieron intensidad aún mayor. Roxana Patiño (1998) analiza la transición argentina y las transformaciones operadas en el campo cultural e intelectual del país en los 1980 y advierte: "el intelectual de la transición que piensa cómo reconstruir una cultura lo hace articuladamente con la producción de una nueva cultura política" (1).

El derrumbe de la dictadura y la necesidad de afirmación de una cultura democrática, aún que inmersa en un ambiente con fuertes residuos autoritarios, exigió una redefinición del papel de los intelectuales, al mismo tiempo en que tornó residuales las perspectivas que se inspiraban en una cultura política revolucionaria, hegemónica en los años 1960 e 1970. El intelectual engajado y comprometido con la revolución de los 1960-70 perdió espacio, fue obligado a revisar su concepción de mundo. Ocurrió una relativa inadecuación teórica -la epistemología de la modernidad pasaba por graves cuestionamientos frente a la valorización del relativismo- como también se creó una nueva cultura política que exigía más atención a los problemas de orden práctica y más independencia para proceder a debates sobre la democratización, la vía político-partidaria, la constituyente etc. El proceso de recolocación de intelectuales y artistas en esa nueva realidad estuvo influenciado, por lo tanto, por esos novedosos valores, jerarquías y necesidades.

La producción de esa nueva cultura política exigió de los intelectuales una adhesión más consistente a la vía institucional y un abandono de las alternativas insurreccionales que habían vigorado entre una parte de la intelectualidad de izquierda en el período inmediatamente anterior a los golpes militares y luego después de la intensificación de los regímenes autoritarios, más allá de un examen de los equívocos del pasado.

Ese ambiente, que incluía la revalorización de la democracia y de las vías institucionales, en el contexto de la crisis del paradigma de la modernidad, atinge a toda la izquierda brasileña e argentina, tanto aquella que permaneció en el país, como también la que estaba en el exilio. Segundo Patiño (1998): "la apertura de la esfera pública durante la transición y la llegada de los exiliados al país… permite poner en contacto circuitos intelectuales y diferentes modos de procesar los años de la dictadura" (3).

El relativo alejamiento vivido por los exilados y la necesidad de adaptarse a la cultura autoritaria por parte de los que permanecieron en el país es percibido como divisores de la izquierda. Rollemberg (2007) también hace una distinción entre los exilados y los que permanecieron en el país: "Las izquierdas que retornaron del exilio enfatizaron las rupturas, percibiendo menos as continuidades, comprendiendo deficientemente las modernizaciones por las cuales el país había pasado en los años de dictadura, poco alcanzando comprender sobre a sociedad en la cual vivirían en los años siguientes, ignorando la zona gris en la cual permanecieron la enorme mayoría de los brasileños en los últimos 21 años. Un pasado ineludible en el presente" (213-214).

La intelectualidad de izquierda, especialmente aquella que había permanecido en Brasil y en la Argentina durante la dictadura, fue obligada a si acomodar a la realidad autoritaria. De un lado, los intelectuales de izquierda, que vivieran el período autoritario internamente, se impusieran una especie de autocensura procurando evitar la represión, driblar la censura y, en el límite, mantenerse vivos. De otro lado, se produje una crítica a los movimientos guerrilleros, acusados de impedir la negociación de retorno a la democracia.

Sin embargo, la adaptación a la nueva realidad, al proceso de redemocratización, fue una empresa de todos los grupos de izquierda, de aquellos que permanecieron en Brasil o en Argentina resistiendo en las franjas del régimen autoritario y sujetos a la represión, censura y autocensura, pero también fue un imperativo para los que retornaron del exilio o salieron de las sombras después de la amnistía. Segundo Rollemberg (2007), los que volvieron del exilio tenían una imagen de que "la sociedad era sometida a ferro y fuego por los militares, o que ni lejos era la realidad" (202). En función de esa imagen distorsionada, Rollemberg corrobora la idea de que "[...] muchos vivieron como drama la constatación de que el país se transformara... los años de reintegración al país fueron difíciles, de adaptación, de reconstrucción, como hubiera sido el propio exilio" (202).

Beatriz Sarlo (2005), por otra parte, ofrece una imagen optimista frente a la derrocada de la dictadura y de la inauguración de nuevos tempos: " [...] casi todos creían que estaba llegando un longo período de bienestar social. Se creía que, si habíamos sido capaces de reinstalar las instituciones, podríamos también reconstruir a Argentina con la cual soñábamos, un país industrializado en el cual habría un alto padrón de consumo. Las cosas no fueron bien así, pero estuvimos durante algunos años sumergidos en la ilusión".

La incredulidad en relación a la transición no fue inmediata, más se hizo sentir en los medios intelectuales brasileños y argentinos: "En un simposio sobre la transición brasileña, realizado en principio de 1987 en la Universidad de São Paulo, Guillermo O'Donell afirmó que la transición brasileña estaría amenazada de "muerte lenta". [...] Digase de pasaje que, pesimista en relación al proceso brasileño, O'Donell no llegaba a ser propiamente optimista en relación a las posibilidades da transición en su propio país, a Argentina" (Weffort, 1989: 72).

En los dos casos, la promulgación o decretos de leyes de amnistía permitió el retorno de los exilados, pero las leyes determinaran también la impunidad para los crimines cometidos por los agentes de la represión y fueron responsables por la interdicción del pasado. En Brasil, hubo un planeamiento minuciosamente diseñado para que a interdicción al pasado y la impunidad fuesen inmediatas y permanentes, siendo la redemocratización y la nueva Constitución, los ejes que articulaban los debates. En Argentina, hubo la precipitación del fin de la dictadura, sin que los órganos de represión y el régimen pudiesen planear el proceso tal como ocurrió en Brasil. La centralidad de los debates recayó, entonces, sobre la cuestión de los derechos humanos y sobre el juicio de los crimines cometidos por la dictadura. Eso explica las diferencias entre la sensación de entusiasmo de los argentinos y la cautela de los brasileños en relación al proceso de redemocratización.

Los intelectuales brasileños que por motivos político-ideológicos salieron del país después do golpe de 1964, pudieran retornar después de la promulgación da Ley da Amnistía de 28 de agosto de 19792. Los primeros exilados célebres a retornar al país fueron Leonel de Moura Brizola, ex-gobernador de Rio Grande do Sul, y Miguel Arraes, ex-gobernador de Pernambuco. Brizola entró en Brasil por Foz do Iguaçu en el día 06 de septiembre de 1979 y hablo poco, dejando claro que aquellos que lo siguiesen en el retorno al Brasil deberían tener "cautela, paciencia y prudencia" (sitio del Partido Democrático Trabalhista (PDT), acceso en marzo de 2012). Era la primera señal de que se abría en el país un período de conciliación nacional prudentemente articulado por las fuerzas conservadoras para impedir la crítica al período anterior.

De acuerdo con el científico político brasileño José Álvaro Moisés (1989), "[...] la transición política brasileña caracteriza un caso bien sucedido de lo que se tiene llamado chamado de "transiciones pactadas", o sea, de casos en que u amplio proceso de entendimientos y de negociaciones, explícitas o no, entre los 'blandos' de los regímenes autoritarios y los 'moderados' de las oposiciones democráticas acabaron por llevar a cabo las salidas negociadas del autoritarismo..." (138).

En Argentina fue decretada en marzo de 1983 a Ley de Auto amnistía, nº 22.924, segundo la cual los crimines cometidos entre 1973 e 1982, por motivación terrorista o subversiva, estaban extintos3. El decreto también hacia la reserva de que estaban excluidos de los beneficios de la ley los miembros de asociaciones ilícitas, terroristas o subversivas. Los delitos relacionados con el "combate a la subversión", sin embargo, no podrían ser interrogados, investigados e indiciados (LEIS, 1989). El decreto, publicado nueve meses antes de terminar la dictadura, fue derrocado por el gobierno Raúl Alfonsín4.

Siendo así, al iniciar el período de redemocratización, Brasil e Argentina vivieron situaciones bastante desiguales en que se refiere al ajuste de cuentas con el pasado. La "cautela, paciencia y prudencia" anunciadas por Leonel Brizola, este considerado por las Fuerzas Armadas Brasileñas un de los más "peligrosos" enemigos del régimen, no hicieron parte del vocabulario de los nuevos mandatarios argentinos a partir de la caída de la dictadura.

Según Carlos Altamirano (1998), sociólogo argentino, uno de los fundadores de la revista Punto de Vista: "Luego se precipita la crisis del régimen militar, se produce esa salida sin pacto,… A partir de 1983 comienza a regresar la mayoría de la gente que estaba en México nucleada alrededor de la revista Controversia y, junto con ellos, fundamos el Club de Cultura Socialista en el año 1984. La fundación del Club de Cultura Socialista estuvo muy ligada al clima alfonsinista, a las expectativas que se habían generado en torno al alfonsinismo…" (17).

Los espacios culturales argentinos y brasileños fueron se reorganizando en torno de periódicos5 culturales, políticos y académicos que surgieron o fueron recuperados, y en los ambientes académicos, institutos de pesquisa y universidades. Otros ambientes, tales como el "Club de Cultura Socialista", en Argentina, 1984, el Centro de Estudios de Cultura Contemporánea (CEDEC), de la Universidad de São Paulo, fundado en 1976, el Centro Brasileño de Análisis y Planeamiento (CEBRAP), fundado en 1969, también fueron importantes espacios de discusión sobre el proceso de redemocratización en los dos países.

Cautelosos, los intelectuales brasileños y argentinos discutieron menos la revolución y el socialismo y más la democracia. Acerca de Argentina, Portantiero (1979a) se refiere de la siguiente manera a los temas de preferencia de las izquierdas en la transición: "Frente a una realidad trágica que dejó atrás el optimismo de 1970, que no coloca en la agenda de las próximas horas la "actualidad de la revolución", el pensamiento tiende a hacerse más prudente: temas que para las izquierdas fueron casi siempre motivo de manipulación, aparecen ahora cargados de sentido sustancial. Por ejemplo, el de la democracia" (11).

En Brasil, el fin de la dictadura, la amnistía y el retorno de los exilados fueron marcados por la necesidad de readecuación de los debates acerca del socialismo, de la Revolución Brasileña y de la democracia. La derrota de la lucha revolucionaria no disminuyo los debates sobre la transición al socialismo que perduraron a lo largo de los 1980. Al mismo tiempo, las discusiones acerca de la democracia fueron ganando más destaque y adquirirán mayor relevancia. Las transformaciones del mundo socialista y el fracaso del comunismo determinaron, a lo largo de los años 1990, el abandono gradual de la utopía socialista, la palabra casi desapareció del vocabulario de las izquierdas brasileñas6.

La apropiación de Antônio Gramsci por parte de la intelectualidad de izquierda fue importante en Argentina y en Brasil. Autores como José Aricó e Juan Carlos Portantiero, en Argentina, Carlos Nelson Coutinho, Leandro Konder e Werneck Vianna, en Brasil, fueron algunos de los responsables por la asimilación de Gramsci y por una lectura particular sobre la "revolución pasiva", que se manifiesta en el apoyo a los gobiernos Raúl Alfonsin e José Sarney y que evidencian el aspecto moderado de la transición para una parte de la intelectualidad sudamericana, particularmente los comunistas.

Los ambientes culturales e intelectuales durante el período de transición no estuvieron apenas más alejados de los temas relacionados al socialismo y a la revolución, pero también pasaron a producir críticas y autocríticas en relación al papel desempeñado por la sociedad civil y por la intelectualidad, en particular, en el período de la dictadura. De acuerdo con Marcelo Ridenti (2003), "A veces la (auto) crítica del compromiso de los años 1960 no fue nada pero la máscara para el triunfo de la concepción (neo) liberal del individuo, de la sociedad y de la política. En el lugar del intelectual indignado, dilacerado por las contradicciones de la sociedad capitalista, agravadas en las condiciones de subdesarrollo, pasaba a predominar el intelectual profesional competente y competitivo en el mercado de las ideas, centrado en la carrera y en el propio bienestar individual" (206).

Pero no era solamente eso, algunos intelectuales que en los años 1960 estaban plenamente comprometidos con luchas transformadoras, al retornar del exilio y cuando, en los años 1980, se sintieron a la voluntad para expresar sus impresiones e ideas, lo hicieron con una autocrítica relativa a la responsabilidad por lo ocurrido en las sociedades argentina e brasileña.

Daniel Aarão Reis Filho (1999) se refiere a una "sintonía entre las políticas adoptadas por la dictadura y los intereses de amplios contingentes que sentían y sienten un gran miedo de los de abajo...". Mientras tanto, según el mismo autor, al final del período dictatorial, "no ha prácticamente nadie que reivindique algún tipo de intimidad con la dictadura que regio durante tantos años la sociedad brasileña" (01).

Beatriz Sarlo (1984) define ese estado de espirito de auto-reprobación: "Estamos hoy enfrentados con todo nuestro pasado y, se sabe, allí no todas las condenas ni todas las acusaciones pueden tener a los militares como objeto. Nuestra autobiografía tiene un lugar abierto para nuestras responsabilidades: somos una parte de lo ocurrido en Argentina, y haber sufrido más no es una razón para que en la reconstrucción del pasado nos olvidemos de nosotros, cuya soberbia nos hizo creer, en algunos momentos, que en la claridad de la revolución futura nos habíamos convertido en amos de la historia" (2). 

La transformación en el perfil de los intelectuales entre los años 1960 y 1970 fue otro tema aludido por los intelectuales, de un lado inconformados con la ideología de la conciliación y, de otro, con el abandono de las teses revolucionarias.

Carlos Altamirano (1986) advierte en el mismo sentido, de que es posible visualizar el desplazamiento del modelo de intelectual "total", portador de las grandes síntesis, porta-voz del sujeto colectivo -pueblo, nación, clases oprimidas- para otro tipo de intelectual que busca su lugar en instancias más institucionales: la institucionalidad académica, estatal y vinculada a los medios de comunicación. Alerta para el risco de 'esclerose y moderación', de modo que el intelectual termine siendo "el intérprete de un orden" (04).

Ruy Mauro Marini (1991) se refiere al cambio en el perfil de los intelectuales, ocurrido entre la dictadura y el proceso de transición: "[...] la mayoría de la intelectualidad brasileña de izquierda colaboró, de manera más o menos consciente, con la política oficial, cerrando el paso a la difusión de los temas que agitaron la izquierda latinoamericana en la década de 1970... En Brasil y en el resto de Latinoamérica, la disputa por la obtención de los recursos... reconstituyó la elite intelectual sobre bases totalmente nuevas, sin cualquier relación con las que -fundadas en la radicalización política y en la ascensión de los movimientos de masas- la habían sustentado en la década de 1960". Con eso, el tristemente concluí: "Fuese lo que fuese, ese era el país a lo cual yo debía me reintegrar" (36).

Theotônio dos Santos (1994) también hace referencia a las dificultades que enfrentaría en el retorno al Brasil y ensaya una explicación: " En 1979 en México había organizado, en la División de Pos-Graduación de Economía de UNAM, un debate sobre el retorno de la democracia en Brasil en que llamamos varios científicos sociales brasileños. En ese debate, empecé a sentir que a mi retorno no sería tan bien recibido. Había grandes divergencias entre mi visión del proceso de democratización de nuestro país y de las implicaciones económico-sociales y, especialmente, de política económica, en relación aquella que venía presidiendo grande parte de los pensadores sociales en Brasil" (60).

La dificultad de reintegración de los exilados a los ambientes académicos estuve relacionada a las transformaciones sufridas por la enseñanza superior en Brasil y en Argentina en aquello período, a la adaptación de las elites académicas al régimen autoritario, a la cooptación de intelectuales de izquierda por medio de financiación de pesquisas, de becas y a los sistemas de promoción en la carrera universitaria.

Marini hace referencia al rol desempeñado por la política cultural de la dictadura en el padrón impuesto a los intelectuales brasileños. Según ella "Esa política iba tener resultado, sin embargo, menos exitoso si más y más intelectuales no hubiesen sido cooptados por el sistema, incluso aquellos que se situaban en oposición al régimen. Ocurrió en el país un fenómeno curioso: intelectuales de izquierda, que llegaban a ocupar posiciones en centros académicos, o que os criaban con la finalidad precipua de ocupar posiciones, establecían al su redor una red de protección contra el cerco de la dictadura y utilizaban su influencia sobre a destinación de verbas e de bolsas para consolidar o que habían conquistado, actuando con base en criterios sumamente grupales. Sin embargo, lo que aparecía, originalmente, como autodefensa y solidaridad se tornó, con el correr do tempo... una vocación irresistible para el corporativismo, la complicidad y el deseo de exclusión de todo aquello... que amenazase el poder de las personas y grupos beneficiarios de ese proceso... resultaba provechoso... monopolizar y personalizar as ideas que florecían en la vida intelectual da región, adecuando-as previamente a los limites establecidos por la dictadura. En ese contexto, la mayoría de la intelectualidad brasileña de izquierda colaboró, de manera más o menos consciente, con la política oficial, cerrando el paso a la difusión de los temas que agitaron la izquierda latinoamericana en la década de 1970..." (Memória, 1991: 37).

Sobre esa visión de Ruy Mauro Marini acerca del proceso de cooptación de los intelectuales de izquierda en el período de la dictadura, no resisto a citar Celso Furtado en entrevista concedida a Aspásia Camargo y Maria Andréa Loyola (2002): "Se tuviese de, en pocas línea, diseñar el retrato típico del intelectual en nuestros países subdesarrollados, yo diría que el reúne en si 90% de malabarista y 10% de santo. Así, la probabilidad de que se corrompa... es de 9 en 10. Si escapa a la regla, será implacablemente perseguido..." (36).

Otro dilema relativo a la transición en los de los países se refiere a la democracia y sus relaciones con la modernización y con el socialismo. Ya se aludió la asimilación de las tesis de Gramsci sobre la revolución pacífica y sobre la conquista de consensos para la construcción de espacios hegemónicos. Sin embargo, aún que prudentes, la mayor parte de los intelectuales brasileños y argentinos no se sentían confortables frente a una democracia cuaquier.

Francisco Weffort (1989) enfatizaba la necesidad de cuestionarse sobre la eficacia de la democracia política: "El hecho de que luchemos por la democracia política como un valor en sí no puede (ni debe) impedirnos de reconocer que la democracia política tiene que hacer a su prueba de validez y de eficacia (94)".

Juan Carlos Portantiero (1979 b), por su parte, advertía que el debate sobre el tipo de democracia estaba directamente relacionado con la cuestión de la crisis económica y de las propuestas de desarrollo emanadas de los sectores dominantes: "Por un lado, la democracia formal ya no aparece como un puro reclamo liberal. Por el otro, la hondura de la crisis y el monto de los cambios que el grupo dominante quiere efectuar en la Argentina, obligan a pensar en cuáles serían las bases para la estructuración de un proyecto democrático que sea a la vez político y social, formal y fundamental. […] habría que ver cuáles son en esta hora las condiciones sociales que pueden hacer posible a la democracia; qué "estilo de desarrollo" le es afín y cuál le es irremediablemente hostil" (07).

La redefinición de la orden económica internacional estaba en el horizonte de las preocupaciones de los intelectuales de izquierda que discutían el tema de la democracia. Intelectuales brasileños y argentinos tenían inquietudes semejantes concernientes a la crisis económica que atingía la América del Sur, y particularmente sus propios países: "Está evidente que la construcción de la democracia política tiene que si relacionar con el desarrollo económico y social de nuestros países. Pero es necesario también dejar claro que si entendemos la democracia como un valor en sí, eso no quiere decir que la tomemos 'en lugar de' alguna otra cosa" (Weffort, 1989: 95).

Las reservas en relación a la "democracia como un valor en sí" partían de intelectuales latinoamericanos que, diferentemente de Weffort, no se conformaban con la idea de priorizar la democracia y el desarrollo en relación al socialismo y a la consciencia de pertenecer al eje débil del sistema capitalista mundial. Agustin Cueva (1988) fue uno de esos intelectuales que se posicionaba contra lo que él llamó de "democracia sin adjetivos" (28). Para él era absolutamente primordial discutir la distinción entre democracia formal y su contenido. De un lado estaba Weffort (1989), para quien: "...la disyuntiva, célebre en la América Latina, entre el carácter 'formal' de la democracia y su contenido 'substantivo' encuentra, en la época actual, el momento de una posible superación" (105). De otro parte estaba Cueva (1988), para quien: la posibilidad de superar la contradicción no era encarada con tanta naturalidad. Segundo él, la democracia política formal no sería suficiente para acabar con las desigualdades sociales, la miseria y la dependencia, pues esas eran características estructurales del sistema capitalista en la periferia y la ausencia de democracia -y la violencia- era el modo del sistema mantener las masas populares controladas.

Los mismos autores que en los años 1960 y 1970 teorizaban sobre a disyuntiva Feudal Versus Capitalista para caracterizar las sociedades coloniales latinoamericanas y, al mismo tiempo, manifestar sus convicciones acerca de la proximidad del socialismo, en los años 1980, en contexto posmarxista, se posicionaban acerca de las posibles contradicciones entre el socialismo y la democracia: " [...] la relación entre democracia y socialismo está en el mismo centro de la polémica actual del marxismo contemporáneo. Más aún: quisiera decir que si el marxismo no resuelve esa dificultad de la interacción entre ambos términos estará agotado como programa de la revolución contemporánea y quedará confinado como una teoría estatista de la acumulación del capital en sociedades atrasadas" (Portantiero: 1979ª: 12).

En el período de transición, conciliar democracia y socialismo podría significar mucho para os intelectuales que retornaban del exilio y para aquellos que conseguirán permanecer en Brasil y en Argentina pero sin manifestarse. Significaba, por ejemplo, dar respuesta a la crisis que se abatiera sobre el "socialismo real", con el debacle de la URSS. Significaba, igualmente, reconquistar el prestigio del marxismo, a pesar de la derrota del socialismo en la práctica, procurando restablecer así la unidad entre teoría y práctica. Intelectuales como Wefort (1989), Aricó, Portantiero y Carlos Nelson Coutinho estuvieron más inclinados a la valorización de la democracia como "valor en sí".

José Aricó disertó sobre el tema: "Sobre los pilares de las ideas de "socialismo" y de "democracia" (y de democracia formal, acentuaría) puede constituirse esa síntesis de la que requiere hoy el movimiento socialista para reconquistar la unidad entre teoría y práctica, ética y política, ser y deber ser que constituyó durante muchos años la razón de su capacidad expansiva y transformadora, el secreto de su fuerza mítica" (Aricó: 1979: 13).

Carlos Nelson Coutinho (1979) profundaba esa tendencia a la valorización de la democracia como valor universal e incuestionable: " [...] el valor de la democracia no se limita a áreas geográficas. Pues se existe por su vez algo de universal en las reflexiones teóricas y en la práctica política de lo que es hoy llamado de eurocomunismo, ese algo es precisamente el modo novedoso -un modo dialécticamente nuevo, no una novedad metafísicamente concebida como ruptura absoluta- de concebir esa relación entre socialismo y democracia" (33).

Era evidente entre la intelectualidad marxista y de izquierda que se podría establecer una relación original entre socialismo y democracia, antes impensada, pero para algunos otros intelectuales, tales como Cueva, Marini, Dos Santos y Fernandes, la relación entre democracia y socialismo debería estar asentada, de un lado, en la crítica a los equívocos de URSS, pero también en la crítica a la democracia formal burguesa, de modo que no se abandonase la utopía del socialismo.

Las palabras de Florestan Fernandes (1990) ilustran muy bien este tipo de posicionamiento: "Carecemos con urgencia de la democracia. Pero de una democracia que no sea el túmulo del socialismo proletario y de los sueños de igualdad con libertad de las clases trabajadoras" (159). Fernandes menciona Rosa de Luxemburgo y Gramsci para explicar la crítica que ellos hicieron a las tentativas socialdemócratas de "degradación aburguesada del socialismo" (157), que según él, estaba en pleno vigor en la transición brasileña. Según sus palabras, "Las dificultades y adulteración del marxismo, por causa del alejamiento y de las consecuencias imprevistas de la Revolución Rusa, suscitaban una apariencia de verdad a las versiones de la 'democracia por encima de todo'' do farisaísmo pequeño burgués e intelectualista" (157-158).

Esos últimos fragmentos de Florestan Fernandes están en pleno desacuerdo con Weffort (1989: 105, referido anteriormente) o con Aricó (1983), para quien: "En esta desaparición de las fronteras fijas entre democracia radical y socialismo, el mito de la democracia, de la invención democrática, puede convertirse tal vez en el mito laico que unifique a las fuerzas sociales en pro de su recomposición. Pienso que la conquista de la democracia como un elemento sustantivo en sí mismo, como un objetivo ideal que se agote en sí mismo debe tender a transformarse en el nudo central de la actual reconstrucción de la cultura de izquierda en América Latina" (29).

La misma disputa que dividía a los intelectuales brasileños y argentinos en torno de las contradicciones entre democracia y socialismo, evidenciadas en los fragmentos mencionados anteriormente, también apuntaba en la dirección de los procesos de reconciliación con el pasado y en las posibilidades de acomodación -aggiornamento7- con la nueva situación de los dos países.

En los años 1980, Brasil y Argentina se habían modificado mucho, pero existían múltiples pasados, de los vencidos, de los vencedores, de aquellos que habían sufrido el exilio y de los que permanecieran en los países, de los que habían sufrido la tortura y represión y de los que pasaron incólumes por el proceso. Muchos de esos procesos aún no estaban resueltos, lo que significa que eran pasados que no habían pasado, la mayoria de ellos irreconciliables entre sí.

La imposibilidad de reconciliación de los múltiples pasados -que se refieren a las más diversas formas por medio de los cuales la intelectualidad brasileña y argentina vivenció el período dictatorial y la fase de las transiciones- estuve evidenciada en las formas como ocurrió el reingreso de cada intelectual mencionado en los espacios académico, cultural y político después de la amnistía. Para tener lugar privilegiado en esos espacios, fue decisiva la adhesión de los pensadores brasileños y argentinos a la ideología de la conciliación, lo que ni de lejos caracterizaba el pensamiento unánime de los intelectuales mencionados en esas páginas.

Notas

* Profesora Asociada do Departamento de Historia da UFRGS. Doctora en Historia Social pela UFRJ. Investigadora del CNPq. Coordinadora brasileira del proyecto - CAPES/MERCOSUL - "Redes Intelectuales y espacios de frontera: más allá del ámbito del Estado Nación".

1. La vitoria del pensamiento único refierese al coronamiento del capitalismo como sistema dominante en el mundo y su triunfo sobre la alternativa socialista. O fin da historia fue una expresión acuñada por Hegel para designar el momento en que la humanidad encontraría un régimen más duradero. Fue retomada por el norte-americano Francis Fukuyama para designar el triunfo del capitalismo.

2. La Ley da Amnistía,  n° 6.683, fue promulgada por el presidente João Batista Figueiredo en 28 de agosto de 1979, aún durante la dictadura militar y establece: "Art. 1º Es concedida amnistía a todos cuantos, en el período comprendido entre el 2 de septiembre de 1961 y el 15 de agosto de 1979, cometieron crímenes políticos o relacionados con estos, crímenes electorales, a los que tuvieran sus derechos políticos suspendidos y a los empleados de la Administración Directa e Indirecta, de fundaciones vinculadas al poder público, a los servidores de los Poderes Legislativo y Judicial, a los Militares y a los dirigentes y representantes sindicales, puestos como funamento en los Actos Institucionales y Complementarios..." § 1º - Considéranse relacionados, para efectos de este artículo, los crímenes de cualquieer naturaleza relacionados con los crímenes políticos o practicados por motivación política".

3. Con la Ley de autoamnistía, n.º 22.924, los dirigentes de la dictadura militar procuraron protegerse, frente la posibilidad de los juicios. El articulo nº 1 de la Ley declaraba: "Declárense extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los beneficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiera sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos y a los delitos militares conexos".

4. Raúl Alfonsín, candidato a las elecciones de 1983 en Argentina por la Unión Cívica Radical, posicionó desde el período electoral contrario a la continuidad de la Ley de Auto-amnistía y se comprometió a extinguirla caso electo. Así que asumió la presidencia, Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley, en seguida aprobado, Ley n.º 23.040, tornando sin validad la Ley de Auto-amnistía.

5. Entre los periódicos destacanse Punto de Vista, Controversias, Cadernos CEBRAP, Civilización Brasileira, Paz e Terra, pero también se puede mencionar periódicos de organizaciones revolucionarias que reunieron gran parte de los intelectuales brasileños y argentinos, tales como Em Tempo, Jornal da Convergência Socialista, Tribuna Operária e Classe Operária, no Brasil; na Argentina, algunos periódicos como Nueva Hora, Ciudad Futura, entre otros.

6. Rodrigo Dias en su disertación de Maestría estudio los cuadernos de formación de cuadros del Partido de los trabajadores y constato que la palabra socialismo fue casi eliminada por completo de ese material.

7. Aggiornamento es un termo italiano, utilizado durante el Concilio Vaticano II, popularizada por el Papa João XXIII para explicar la necesidad de la Iglesia adaptar los principios católicos al mundo actual y moderno. Puede ser utilizada, en ese caso, pues se refiere a una especie de acomodación compulsoria.

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