Editorial

Claudio Maíz

Director de los Cuadernos del CILHA
UNCuyo / CONICET
cmaiz@logos.uncu.edu.ar

Desde aquel mítico enero de 1959 a nuestros días no es poca el agua que ha corrido en la historia cubana. América Latina alcanzó su cota más alta en el conocimiento internacional gracias a los acontecimientos que se vivían en la isla. Ya no era el paraíso genésico el que convocaba a hombres y mujeres, como había ocurrido al comienzo del descubrimiento, sino que el atractivo irresistible era la utopía que imantaba la conciencia de los actores relevantes del mundo de la política y la cultura. Un mundo distinto era posible. Ese esplendor es parte de la historia ya no solamente política sino de un "circuito de fantasías" como diría Libertella; una cadena  de imaginaciones, emociones, delirios que la historia no recoge pero sí lo ha hecho la literatura durante todo este tiempo. Como bien dice Jorge Fornet, el responsable de este dossier "Cultura cubana actual", durante la década del ochenta se asistió a "una distensión y una efervescencia creadoras en la literatura, el cine y, sobre todo, las artes plásticas"; pero será "en la década siguiente cuando el ensayo y la crítica alcanzarían un momento de particular intensidad". Curiosa inversión de los términos.

Cuba se reinventa en lo cultural, busca nuevos estímulos, recurre a los jóvenes para que aporten una mirada descontaminada del costado político que ha tenido como emblema vergonzante el bloqueo económico de una potencia militar. Hacer cultura en contextos tan desfavorables constituye quizás el mayor aporte de la isla a la experiencia de América Latina.