SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 número1Literatura testimonial en la Argentina: un itinerario histórico (1957-2012)Construir sobre ruinas: algunas reflexiones sobre la novelística de Héctor Tizón índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Cuadernos del CILHA

versão On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.18 no.1 Mendoza jun. 2017

 

MISCELÁNEAS

Literatura de izquierdas, crisis del ’30 y representaciones de los desocupados en Argentina*

Leftist literature, crisis of 1930 and representations of the unemployed in Argentina

 

José Daniel Benclowicz

Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio
CONICET/UNRN
Argentina
jd.benclowicz@gmail.com

 

Recibido: 20/4/201
Aceptado: 22/5/2017


Resumen

Este trabajo aborda el estudio de las diversas representaciones que circularon en el campo de la literatura de izquierdas argentina sobre los desocupados, en el contexto de la crisis del ’30. Para eso examino las características de distintos textos, en su mayoría desconocidos. Durante la década previa, distintos escritores vinculados al grupo de Boedo elaboraron textos que apuntaban a impulsar la toma de conciencia política y social. Los personajes-víctimas que pueblan buena parte de esos relatos aparecen más como objetos que sujetos de una transformación social. ¿Hasta qué punto esto último se reproduce –y de qué manera– en las composiciones literarias de los años subsiguientes que toman al desocupado como figura central? ¿Cuáles son los elementos que caracterizan a la figura del desocupado? El artículo apunta a responder estos interrogantes, atendiendo a la relación que guardan esos elementos con las representaciones planteadas por las corrientes obreras de la época.

Palabras clave: Literatura Social; Crisis de 1930; Representaciones de desocupados; Escritores de Boedo; Argentina.

Abstract

This paper deals with the study of the representations that circulated in the field of Argentinian leftist literature about the unemployed, in the context of the crisis of 1930. For that I examine the characteristics of different texts, mostly unknown. During the previous decade, various writers linked to the group of Boedo produced texts that pointed to boost political and social consciousness. The characters-victims of many of these stories appear more as objects than as subjects of social transformation. Is this reproduced –and how– literary compositions of the subsequent years that take the unemployed as the central figure? Which elements characterize the figure of the unemployed? The article aims to answer these questions, taking into account the relationship of those elements with the representations raised by the working class tendencies of the time.

Keywords: Social literature; Crisis of 1930; Representations of the unemployed; Boedo writers; Argentina.


 

Corre el año 1932. La desocupación arrecia en la Argentina, al igual que en la mayor parte del mundo. En el mes de febrero la dictadura encabezada por Félix de Uriburu se retira, cediendo el poder tras elecciones fraudulentas a Agustín P. Justo. El restablecimiento de las libertades públicas, que en seguida se revelaría más ilusorio que real, favorece la divulgación de distintas producciones literarias que se proponen representar la situación social y alentar su transformación. En la literatura de izquierdas, comienza a destacarse una nueva figura: particularmente durante 1932 y 1933, cuando se conocen los efectos sociales más adversos de la crisis económica, el desocupado va ocupar un lugar central. Este trabajo aborda el estudio de las diversas representaciones que circularon en el campo de esa literatura; para eso examino las características de distintos textos, en su mayoría desconocidos, atendiendo a los atributos que se plantean sobre los desocupados.

En buena parte de las obras literarias de la década previa a la crisis, los escritores del grupo Boedo, entre los que se ha destacado a Elías Castelnuovo, desarrollaron una literatura que buscó exponer con la mayor crudeza las consecuencias sociales del capitalismo. La pobreza degrada a los personajes hasta desfigurarlos y hacerles perder sus características humanas, situación de la que parece no haber salida. De ahí que este realismo haya sido pensado tempranamente por Juan Carlos Portantiero (1961) como una visión superficial, humildista, piadosa y populista de la clase trabajadora, cercana al anarquismo, que invita a proteger a unos sujetos indefensos. En esta línea, las producciones boedistas fueron consideradas por Adolfo Prieto (1969) como incapaces de ir más allá de una piedad mitigadora1.

Lo cierto es que, como han señalado distintos críticos, estos textos se proponen impulsar la toma de conciencia política y social. En esta línea, puede pensarse en la sobrerrepresentación de la miseria, típica en autores como Castelnuovo, como instrumento de denuncia capaz de contribuir a la revolución social: las situaciones trágicas que se describen no tienen solución dentro de la literatura, sino que las narraciones procuran la adhesión de los lectores a una perspectiva revolucionaria (Blanco, 2012; Bonfiglio, 2012). Pero la consecuencia es que los personajes-víctimas que pueblan estos relatos son objetos más no sujetos de la transformación social. ¿Hasta qué punto esto último se reproduce –y de qué manera– en las composiciones literarias de los años subsiguientes que toman al desocupado como figura central? ¿Cuáles son los elementos que caracterizan a la figura del desocupado? El artículo apunta a responder estos interrogantes, atendiendo a la relación que guardan esos elementos con las representaciones planteadas por las corrientes obreras de la época. Así, el trabajo ilumina diversos aspectos de unas representaciones sociales en disputa que han sido escasamente exploradas.

La revista Claridad, central para el grupo Boedo, operó como un foro de debate de ideas izquierdistas, incluyendo socialistas, anarquistas y comunistas. Así, resulta una fuente obligada y privilegiada para llevar adelante el análisis que me propongo aquí, que incluye todos los cuentos y poemas que toman la desocupación y los desocupados como figuras centrales entre 1932 y 1933. Se trata de cinco relatos y tres poemas, desconocidos hasta el momento, escritos varios de ellos por autores ignotos. Antes de eso, examino dos piezas que los preceden en distintos sentidos. La primera, el cuento “Sin trabajo” de Emile Zolá, un antecedente central, escrito en clave naturalista-realista y reproducido durante el período por el diario socialista La Vanguardia. La segunda, un relato de uno de los colaboradores de Claridad, Alfonso Longuet, publicado en la revista anarquista Nervio, la primera producción literaria sobre el tema en el período. El corpus incluye finalmente un texto algo más conocido pero que no ha sido examinado en profundidad: el guión para teatro “La marcha del hambre” de Elías Castelnuovo, publicado por primera vez en 1933. En este último aparecen elementos realmente novedosos, que marcan un punto de ruptura con la producción anterior.

 Convergencias y divergencias en las representaciones socialistas y anarquistas

La persistencia de la crisis y la multiplicación de desocupados a lo largo de los años que siguieron al viernes negro de 1929 pusieron en movimiento un conjunto de representaciones asociadas al desempleo, con las que se buscaba dar cuenta de una realidad ofensiva para los creyentes del progreso. Las autoridades, desbordadas por unos acontecimientos que no terminaban de comprender, oscilan entre la vigilancia y la represión. La crisis se prolonga más allá de lo imaginable para el pensamiento dominante de la época, feligrés del liberalismo decimonónico. Justamente, ese es el escenario donde fermentan las ideas keynesianas. Pero eso no es inmediato. No sólo los conservadores, hasta los socialistas esperan el restablecimiento del dudoso equilibrio anterior al derrumbe de Wall Street. Su inquietud se centra en el impacto que podría tener el paro forzoso” que depresiona los espíritus, que quebranta los más nobles ideales”2. En particular, les preocupa los efectos de la desocupación prolongada en lo que hoy llamaríamos la “cultura del trabajo”. En esta línea, Nicolás Repetto se pregunta “¿Quién no ha visto en los pueblos de campo y en las ciudades… en un día de trabajo, el espectáculo que da la impresión de un día de fiesta, pues todas las esquinas están ocupadas por una cantidad enorme de gente que por no tener trabajo pasa el día en las aceras del pueblo? […] pensemos en la influencia que este estado de desocupación puede ejercer sobre la cultura argentina”3.

La cuestión de la pérdida de la voluntad asociada a la desocupación atraviesa el pensamiento de distintas corrientes políticas y se hace presente en diversas expresiones literarias y artísticas en general. En octubre de 1933 el diario socialista La Vanguardia, a propósito del tema, publica el cuento “Sin trabajo” de Émile Zola. La pieza, de 1872, es una de las primeras en abordar la temática dentro del campo del realismo en sentido amplio. Su escenario es la primera gran crisis del capitalismo, iniciada hacia 1870. El desocupado forzoso, que empieza a ser pensado conceptualmente para esta época, aparece en la pluma de Zola profundamente angustiado, desesperado, al borde del suicidio ante la imposibilidad de llevar el pan a su hogar. Con todo, el obrero no es la única víctima. El dueño de taller donde trabajaba se encuentra en una situación igual o peor, confraterniza con los obreros, les habla como un amigo y se lamenta junto a ellos. El funcionamiento de las máquinas marcaba un ritmo vital, y junto al sonido de las herramientas producía una animada música ahora acallada. La paralización del trabajo genera tristeza. Sólo las grandes fortunas permanecen intocadas y se exhiben en joyerías y restaurantes lujosos. En contraste, el barrio obrero es un espacio lodoso, y sus casas buhardillas feas, con paredes desnudas y muebles rotos. Esta visión del mundo parece adecuarse bastante bien a la realidad del Partido Socialista argentino, fuertemente influenciado por sectores medios e intelectuales y orientado a una reforma gradual que no altere la estabilidad del orden político existente. Sin embargo, este tipo de representaciones no dejan de estar presentes en la izquierda más radical de la época.

Dentro de las heterogéneas representaciones del anarquismo argentino, la del desocupado como un sujeto desmoralizado y vencido por la situación que le toca vivir es la que aparece con mayor frecuencia en las páginas de La Protesta, el principal periódico anarquista. Allí predomina la figura del desocupado como un sujeto derrotado, pasivo, incapaz de organizarse y carente de lazos de solidaridad por la situación a la que fue sometido por el capitalismo (Benclowicz, 2016a). Eventualmente, esta representación es extremada y reforzada con el recurso de la imagen: por ejemplo, en una ilustración titulada “Sin pan y sin trabajo”, puede verse a un desocupado con la cara desencajada dispuesto a suicidarse saltando desde la azotea de un edificio4. Pero a diferencia de los socialistas, la preocupación anarquista no pasa por la capacidad del desempleo de atentar contra la reaceptación del trabajo asalariado, sino de minar la voluntad de rebelión contra el capitalismo. En sus propias palabras, “Nosotros tememos que también la desocupación crónica llegue a crear esa masa amorfa de vencidos con la cual será luego imposible de iniciar acción seria de resistencia y de ataque. […] Si esperamos a que la miseria creciente haya abatido y desmoralizado por completo a los hombres acudiremos tarde”5.

Esta representación del desocupado tiene su correlato en la producción literaria libertaria. Alfonso Longuet, uno de los animadores de la revista anarquista Nervio, publica en la edición de febrero de 1932 el cuento “Tengo Hambre”, posiblemente el primer producto literario argentino que aborda específicamente el tema. Longuet retoma parcialmente los motivos de Zola; su desocupado está angustiado, lo embargan además un cansancio y una tristeza infinita, que lo hacen pensar en un largo descanso: la idea del suicido también ronda aquí. Su hogar es, nuevamente, una buhardillari copada por la miseria. Pero a diferencia del personaje de 1872, éste alterna su desánimo con sentimientos de repulsión y cólera, que sin embargo no alcanzan a materializarse en acciones concretas. Ve pasar una movilización desde el banco de una plaza pero no piensa siquiera en sumarse o en encarar una acción semejante: su pensar se ha tornado monótono y estúpido. Como en las representaciones anarquistas de La Protesta, su desesperanza lo ha convertido en un sujeto pasivo, incapaz de cualquier acción colectiva. Sí es capaz al menos de imaginarse pidiendo (aunque sin llegar a rogar) y aceptando un jornal miserable, como en el caso del desocupado de Zola. Con todo, el empresario que se lo otorgaría no es víctima de la crisis sino victimario, no está a la par del obrero sino que se parapeta detrás de su escritorio y lo observa con la asimetría con la que un general mira a un soldado; se aprovecha de la situación, mide la docilidad del obrero, ofrece una limosna en lugar de un salario digno. La simpatía con los sectores de la pequeño burguesía no asoma por aquí, no hay talleres sino fábricas. Las víctimas que aparecen en el escenario de Longuet son exclusivamente obreros y especialmente desocupados maldecidos doblemente por la aceleración de los tiempos y el consumismo alentados por el maquinismo moderno y la expulsión forzada del mundo del trabajo y del consumo. En el cuento anarquista las máquinas no cantan: imponen una prisa que no es humana, generan bienes y hombres indiferenciados producidos en serie.

Como se mencionó, el propio Longuet colabora también en Claridad, que tiene un carácter mucho más heterogéneo: alberga textos literarios y de actualidad de las diversas izquierdas. Esta revista es la que mayor cantidad de relatos publica sobre el tema en el período analizado.

Los relatos de Claridad

Claridad publica en 1932 cinco relatos que toman como tema central al desocupado y la desocupación. Se trata de “Gerencia de personal” de Pedro Pucheu (n. 245), “La tragedia de Juan” de Ignacio Prieto del Egido (n. 248), “Impotencia” de Enrique Agilda (n. 249), “Moxis Vangil” de Osvaldo C. Durán (n. 258) y “Por los caminos…” de Antonnio Helguera (n. 260). El número 254 incluye asimismo un poema, “Perfiles de los tiempos” firmado por C. Galván Moreno. Para el año siguiente, registramos sólo dos poemas, publicados en los números de enero y marzo: “El desocupado” una poesía de Ada Negri traducida del italiano (n. 261) y “Esquematización de una ausencia” de José Portogalo (n. 263). Este último está escrito en un estilo metafórico que se aleja de la representación particular y circunstanciada de ambientes, objetos y sujetos que caracteriza al realismo literario moderno (Gramuglio, 2002). El resto de las producciones se pueden ubicar en el realismo característico de la literatura social de los años 1920 y 1930, predominante en Claridad. Cabe aclarar que la presente selección no incluye a los escritos que rozan el tema sin abordarlo de lleno, como es el caso de los variados relatos que giran en tono a la pobreza, la explotación o la mendicidad6, sino que se centra en aquellos que abordan específicamente la condición del desocupado en el contexto de la desocupación masiva de la época.

La figura de los sectores medios como víctimas de la crisis, presente en el cuento de Zola, es retomada desde otro ángulo en “Gerencia de personal” de Pedro Pucheu, autor ignoto hasta el momento. Este texto es el primero en ser publicado por la revista en el período bajo observación. Allí, el protagonista es un desocupado poco cercano al mundo obrero. Paco Pico está bien relacionado: por medio de un amigo común, consigue una entrevista y un ofrecimiento de empleo por parte de uno de los directores de una cadena de grandes almacenes. Se trata de cubrir la gerencia de personal e instrumentar una serie de medidas de racionalización que apuntan a la reducción de salarios y al mejoramiento del rendimiento de los asalariados. Básicamente, el nuevo gerente deberá despedir a buena parte de los empleados, de edad avanzada según los criterios de la empresa, y reemplazarlo por personal joven y con una limitada instrucción educativa, que resulta innecesaria para la tarea a desempeñar y encarece la mano de obra. Se prefiere además el personal femenino, que se presume más dócil que el masculino. Paco Pico no duda: a pesar de que su situación económica es “desesperada”, actúa con coraje: considera y proclama que la política de la empresa es “una infamia propia del régimen capitalista”, juzga indigna la tarea que se le encomienda y la rechaza. Así, tras cubrir al director de los grandes almacenes con una lluvia de improperios a tono con su pensamiento y decisión, se marcha sin el empleo, pero desbordante de alegría.

El relato plantea una actitud ejemplar a través del protagonista, que es capaz de impugnar las tendencias del capitalismo en la cara de una de sus personificaciones –el director de los grandes almacenes– y negarse a llevar adelante la tarea que se le propone. Así, más allá de la desesperación que genera el desempleo, es posible –y preciso– conservar la dignidad negándose a aceptar tareas infames alentadas por la crisis, que afectan severamente a otros hombres. Semejante determinación hace renacer la satisfacción y la alegría a la que puede aspirar quien conserva la dignidad y no se deja ganar por la desesperación y la desesperanza, como le ocurre al dueño del taller de Zolá. Ahora bien: igual que en ese último caso, se trata de una víctima de clase media, lo cual se condice con las perspectivas políticas del autor, militante del socialismo y férreo defensor de la dirección partidaria7. En contraposición, el lugar donde ubica a las víctimas de la clase obrera es el de la completa pasividad y resignación, “en sus fibras no anida ni un átomo de rebeldía”8, apunta en un texto sobre la orientación política del PS. En el resto de los relatos de Claridad entran en escena obreros desocupados que se encontrarían mas bien en el lugar de los trabajadores que el frustrado gerente de personal hubiera debido despedir o eventualmente contratar.  Como se verá en seguida, las representaciones construidas en torno a estos personajes varían sensiblemente de las propuestas para el amigo bien relacionado.

“Impotencia” de Enrique Agilda, concentra un conjunto de representaciones que se desarrollan con grados variables en diferentes relatos sobre el impacto de la desocupación en el mundo obrero. Vinculado al socialismo como Pucheu, Agilda es conocido por su papel de director del grupo escénico “Juan B. Justo”, contemporáneo del Teatro del Pueblo, pero no como escritor. La figura central de su cuento es Pablo; el protagonista es fuerte, voluntarioso, lleno de vigor y trabajador. Es, además, un obrero calificado. A pesar de eso perdió su trabajo como consecuencia de la crisis y aunque buscó empleo durante meses, sin importar el tipo de ocupación, no lo consiguió. Como consecuencia de eso, su núcleo familiar se encuentra sumido en la miseria, su mujer muere y aun así, Pablo conserva el entusiasmo, el deseo de trabajar y la energía. El hombre recién se quiebra al no poder satisfacer el deseo de su hijo, que espera un regalo para Reyes. Impotente y avergonzado, piensa en desaparecer o en matarse, y termina estallando en un llanto con rasgos de locura. Fuerza y energía acumuladas, impotencia y vergüenza terminan por quebrar la voluntad –inquietud presente por motivos disímiles en socialistas y anarquistas– y concluyen con frecuencia en actos y reacciones desesperadas: huir del hogar, suicidarse, enloquecer. La caracterización de Pucheu de los obreros desocupados a la que nos referimos más arriba, se hace relato en Agilda.

“Moxis Vangil” relata la historia de un trabajador humilde de origen extranjero, afincado en un pueblito de la campaña bonaerense. No se encontraron referencias sobre su autor, Osvaldo C. Durán, aunque por otras producciones publicadas en Claridad se puede deducir su cercanía al socialismo9. La vida de Moxis transcurre apacible, de la fonda donde se aloja al trabajo y del trabajo a su habitación. Hasta que es acusado de un crimen que no cometió y es encarcelado. Moxis es indultado y lo recibe el mundo en crisis. Busca trabajo sin descanso, llega a ofrecerse a cambio de alimento, pero aún así no tiene éxito. El personaje no termina de comprender por qué queriendo trabajar no logra obtener empleo alguno, y se desliza hacia la locura. Este tópico, que aparece repetidamente en la producción literaria de la época y en las crónicas periodísticas, plantea una realidad paralela al del suicidio: ambos nacen y se desarrollan como consecuencias de la completa falta de horizontes que padece el individuo sumido en desesperanza y la desesperación. En el caso del suicido, la consecuencia más directa la sufre el propio individuo, en el caso de la locura, no siempre es así.

En “La tragedia de Juan” de Ignacio Prieto del Egido, el personaje es un hombre fornido que está hambriento y desesperado; fue despedido injustamente y durante un mes estuvo buscando trabajo sin éxito. Desde que perdió el empleo no se atreve a volver a su hogar, donde abandonó a su mujer y a sus hijos pequeños, no se atreve a enfrentarlos y confesarles que han sido condenados al hambre. Nuevamente, la injusticia, la vergüenza y la impotencia conducen la trama. El vigor y la fuerza propios del obrero devienen inútiles y se escurren hacia la irracionalidad. Juan alterna sus búsquedas de trabajo con la bebida y, aturdido, recorre las calles “de una manera maquinal y estúpida”; exactamente lo mismo se plantea en el cuento de Longuet, mencionado en la sección anterior. Durante ese tiempo, crece su desesperanza, su angustia y su resentimiento: su cerebro se va poblando de “ideas siniestras de odio y de venganza”. Juan ha sido quebrado por el desempleo, la miseria y el hambre, y se encamina progresivamente hacia la locura, que brota ya sin contención cuando ve bajar de un auto lujoso al gerente responsable por su despido. Juan no sólo estrangula al gerente y le fractura el cráneo, se ríe salvajemente y sentado sobre el muerto, le hace saltar las órbitas de los ojos.

El relato llama la atención no sólo sobre el drama de la desocupación entre las familias proletarias, advierte sobre consecuencias más amplias que podría tener la descomposición del régimen capitalista. El autor de “La tragedia de Juan” no es fácilmente catalogable. Se permite reivindicar en un mismo texto a Alfredo Palacios y a Litvinoff, delegado soviético ante la Liga de las Naciones, y a pregonar la abolición de las fronteras nacionales10. La figura del desocupado que propone se aparta de la de la mayor parte de los escritores izquierdistas a los que nos referimos, no se trata de una víctima condenada a la pasividad en procura de simples sentimientos de piedad. El relato apunta a conmover a los lectores, aunque de manera más compleja. A diferencia de lo que ocurre en “Tengo hambre” del anarquista Longuet, donde la repulsión y la cólera no alcanzan a traducirse en acciones concretas, aquí asumen una orientación trágica, que impacta directamente sobre las clases dominantes. Prieto del Egido convoca a estas últimas desesperadamente a enmendar el sistema, so pena de que la tragedia las toque también a ellas. El desocupado se convierte aquí en una consecuencia activa de la descomposición del sistema, en un lumpen. Paradójicamente, su asociación con esta figura de marxista, común entre las filas socialistas y anarquistas, fue desechada por los comunistas, como se verá en el siguiente apartado. El desocupado, que entraña un peligro para la clase obrera ocupada en el caso anarquista, “se convierte en un menesteroso, en un delincuente, en una palabra, en un ente peligroso para la sociedad en que se desenvuelve”11, para los socialistas. Y es esto último lo que pasa con el Juan de Pietro del Egido: se trata de un peligro para el orden social.

Las clases dominantes deberían temer la locura generada por el sistema en crisis que ellas mismas sostienen o, en el caso de “Por los caminos”, firmado por un ignoto Antonnio Helguera12, por la presencia de algunos audaces entre esa multitud confusa y desordenada que son los desocupados, capaces de sacrificar sus ovejas para saciar el hambre. Pero no mucho más, en este relato los parias se cruzan y hasta se juntan, pero sólo para caminar y procurar un empleo incierto con la fuerza que les otorga la esperanza de encontrarlo. A la fuerza, se han convertido en “lingheras”. Así las cosas, la transformación social es un proceso pensado para “un porvenir lejano aún”.

Las estrofas de Galván Moreno, tituladas “Perfiles de los tiempos”, completan el cuadro de producciones literarias publicadas por Claridad a lo largo de 1932 que toman como eje a los desocupados y la desocupación. Aquí encontramos en verso parte de lo que reseñamos para la prosa. Un hombre sano y fuerte que busca trabajo por doquier sin encontrarlo, un hombre que forma parte de vastas legiones condenadas a mendigar y a recibir el desprecio de los que gozan. Se trata de un ser hambriento cuyo carácter humano se ha desfigurado, hecho que subleva al escritor y a su público, aunque no a los desdichados, que sólo imploran. Galván Moreno, es un escritor cercano al socialismo, que publica distintos textos de índole histórica13. En Claridad escribe distintos artículos desde una perspectiva heterodoxa, que habilita tanto la reivindicación de la Unión Soviética14, como de la figura de Juan B. Justo, al tiempo que reclama, en línea con el enfoque socialista, un “mejor reparto” de la riqueza social y el restablecimiento del librecambio previo a la crisis15. Con relación a los desocupados, comparte la perspectiva anarco-socialista.

Para el primer número de 1933 Claridadtraduce el poema “El desocupado” de la escritora italiana Ada Negri, ligada al socialismo durante los primeros años 20. No deja de resultar extraño que Claridad traduzca y publique en este momento a Negri: la escritora había sido galardonada en 1931 por Benito Mussolini y no rechazaba su acercamiento al fascismo (Zovatto, 2009). Estos versos abundan en motivos conocidos: el desocupado “de hercúleo torso” es sano, alto, fuerte, resiste la fatiga pero por más que ha buscado y migrado no encuentra quién lo emplee. Hambriento solloza y le implora la muerte que se lo lleve.

En “Esquematización de una ausencia” José Portogalo recorre varios de los rasgos mencionados desde un registro fuertemente metafórico que distingue al texto del resto, escritos en clave realista. Una voz en primera persona se lamenta por la imposibilidad de construir un poema ante la ausencia de alegría, que fue, asimismo, pan en la mesa. La vida sigue aunque sin anhelo, el hombre se convierte en un ser que genera inquietud y disgusto, especialmente entre las mujeres. Sin techo, recorre los campos, duerme bajo el cielo y sufre la represión que acosa al vagabundo. Se angustia, se deprime, la ausencia es esa falta de trabajo que lo convierte en un sujeto inútil, apenas capaz de procurarse una ración de pobre diablo. El texto es bien diferente desde el punto de vista formal, pero desde el punto de vista de las representaciones que propone, la coincidencia es notable. Portogalo, quien se hacía conocido poco después por su libro de poemas Tumulto de 1935, premiado y prohibido casi inmediatamente16, se identificaba por entonces con el pensamiento libertario. Y las representaciones sobre los desocupados que predominan entre las filas ácratas no dejan de manifestarse en “Esquematización de una ausencia”, Desazón, desesperanza y angustia envuelven la vida de los desocupados, esos seres segregados y derrotados que brotan de las plumas anarquistas –y socialistas–. Estas mismas imágenes pueblan relatos más sofisticados y de amplia circulación, como el caso de “$1 en Villa Desocupación”, de Enrique Amorim. El cuento, publicado en 1933 en la Revista Multicolor de los Sábados, el suplemento literario del masivo diario Critica, confirma este sentido común sobre los desocupados, que Castelnuovo intenta conmover.

El comunismo, Castelnuovo y los desocupados como sujetos de la revolución

Al igual que parte significativa del anarquismo, los comunistas consideraban que se asistía, hacia 1930, a una crisis general y definitiva del capitalismo. Asociado a eso preveían que el desempleo, que venía incrementándose como consecuencia de la racionalización capitalista y la creciente maquinización, progresaría rápidamente y crearía condiciones revolucionarias a nivel mundial. Pero esta orientación, que signó las políticas comunistas entre 1929 y 1935, le asignaba un papel activo y privilegiado para los desocupados. En función de los acontecimientos desarrollados en Europa –y en menor medida, en Estados Unidos–, donde se registraron movilizaciones masivas y se pusieron en pie importantes movimientos de desocupados, la III Internacional deducía que los desocupados eran capaces de desencadenar movimientos de masas de características revolucionarias. En efecto, a diferencia de las representaciones que parecen predominar en el ambiente libertario, los desocupados son caracterizados repetidamente por los comunistas como una “vigorosa y extraordinaria fuerza revolucionaria”17, que es preciso organizar18.

Justamente, va a ser de la mano de escritores cercanos al comunismo que se va a proponer otro tipo de representaciones de los desocupados. Probablemente, la imagen que más contrasta con la del desocupado como sujeto pasivo y desmoralizado es la que ofrece Elías Castelnuovo, quien en su conversión del anarquismo al comunismo, abrevó en las aguas del anarco-bolchevismo, movimiento que sin dejar de reivindicarse libertario, apoyaba el accionar bolchevique19. Tras su viaje a la Unión Soviética en 1931 se profundiza su acercamiento al comunismo, y en 1932 integra el equipo de redacción y dirige la revista comunista Actualidad. La colisión entre su heterodoxia y la ortodoxia comunista del resto del equipo lo llevó a alejarse por un corto período para regresar en 1934 (Saítta, 2008). Antes de eso, en 1933, publica en dos entregas “La marcha del hambre”20, un guión para teatro centrado en el caso de un importante campamento de desocupados instalado en los bajos de Palermo, en torno a la calle Canning y la costanera del Río de la Plata.

En esa obra, que integra junto a otras dos el libro Vidas proletarias21, se describen las condiciones sociales y políticas en las que se vive en el asentamiento. Aparece con nitidez la miseria imperante y la heterogeneidad de la población, la intervención de la izquierda radicalizada y de los espías de la Sección Especial para la Represión del Comunismo de la Policía. Lo distintivo del texto de Castelnuovo es la representación del desocupado como un sujeto activo, capaz de movilizarse y reclamar por sus derechos. Ya desde el título, se plantea un paralelismo con las Hunger Marches inglesas, a través de las cuales el influyente National Unemployed Workers Movement, alentado por el Partido Comunista de Gran Bretaña, logró poner sobre el tapete las reivindicaciones de los desocupados. Si bien los éxitos de los comunistas argentinos son en este sentido muy limitados, el caso es que un contexto en el que la represión estatal recrudecía hasta alcanzar límites insospechados, los comunistas lograron poner en pie comités de desocupados y organizar en torno a ellos actos, movilizaciones, campañas de solidaridad con trabajadores ocupados y hasta saqueos de grandes almacenes (Benclowicz, 2016b; Iñigo Carrera y Fernández, 2011). Justamente, es este tipo de perspectiva la que aparece subrayada en La marcha del hambre. De los relatos bajo análisis, este es el único que, sin dejar de mostrar otras orientaciones, enfatiza el potencial disruptivo de los desocupados desde el punto de vista de la acción colectiva. Detengámonos en él.

El guión cuenta con seis episodios: el primero, “El campamento de los parias” presenta a los personajes y a sus condiciones de vida en los bajos de Palermo. En ese contexto se prepara la marcha del hambre hacia el centro de la ciudad, organizada por los comunistas, que asume ribetes revolucionarios. El segundo episodio, subtitulado “La fábrica cerrada”, escenifica la llegada de la manifestación y su protesta frente a ese espacio, custodiado por marineros armados.  El tercero, “Cristo de piedra” encuentra a la manifestación llegando al amanecer a una Iglesia que permanece con las puertas cerradas. En el cuarto episodio, “El muro de los lamentos” se produce un diálogo entre un sacerdote pobre y otro rico, mientras se forma una fila de desocupados a la espera de las sobras que reparten al mediodía. Por allí también pasa la manifestación. En el quinto episodio, “La draga que canta”, dialogan los pocos pobladores del campamento que no participan de la marcha. Por último, en el sexto episodio, los desocupados se encuentran de regreso en el asentamiento y son sitiados por unas fuerzas represivas dispuestas a tomarlo por la fuerza; los habitantes resisten, aunque con escasas o ningunas posibilidades de salir airosos.

El primer episodio presenta antes que nada el campamento como un espacio desolador y miserable: allí los árboles son escasos y raquíticos y la luna proyecta estamentos de ceniza sobre el pasto. Más adelante, el autor asimila ese espacio a un campo de concentración. Entre las construcciones precarias donde moran los desocupados se destacan una “especie de trinchera”, un refugio “vergonzante” similar al cobertor de un almácigo, carpas de trapo o de lata. Los documentos fotográficos de la época coinciden con sorprendente exactitud con las indicaciones escénicas de Castelnuovo, que en este punto hace gala de un realismo sin exageraciones22. En ese escenario, se van desplegando distintos personajes. En ellos se puede encontrar una representación heterogénea de los rasgos de los sujetos sometidos al paro forzoso, que incluye las figuras que reseñamos en los apartados anteriores, aunque aquí el espectro se amplía, dando lugar a un rico intercambio entre variados personajes y perspectivas sociales y políticas.

El primer personaje que aparece es un italiano desocupado, habitante de la especie de trinchera, que se ha vuelto loco. Como se vio, la locura asociada a la desocupación y el hambre aparece en distintos relatos de la época, “Moxis Vangil” o “La tragedia de Juan”, son buenos ejemplos. Esta imagen es también tema de la prensa masiva. El diario Crítica, en particular, se refiere a esta situación precisamente a partir de una crónica sobre el campamento de desocupados de Palermo. En este caso la nacionalidad del enloquecido es checoslovaca:” por sobre aquel escenario de miseria y hondamente triste, hay algo que mueve a la más sentida conmiseración: un checoslovaco que todo el día camina a lo largo del baldío, riéndose a gritos o hablando fuerte. Está loco. Loco de hambre y de tristeza”23. Pero en Crítica, por entonces cercano al gobierno de Justo, se trata de notas de color, en cuya resolución trabaja el poder político24. En el relato de Castelnuovo, el loco está donde está porque no tiene ningún otro lugar donde ir; los manicomios están llenos, de los bancos de las plazas los desocupados son expulsados por la Policía, tampoco hay espacio en los hospitales, sólo la cárcel o el cementerio aparecen como alternativas entre los lugares habilitados para los parias sin trabajo.

Luego, un polaco que vive en el refugio vergonzante y un alemán, ambos desocupados, que conversan con un criollo que se encuentra en la misma condición. El criollo esperanzado por la promesa del gobierno de generar trabajo, es desengañado por los europeos, que le llaman la atención sobre el carácter ilusorio de esa perspectiva. El alemán en particular asume una posición clasista, antifascista y anticapitalista –y pedagógica hacia el criollo, que le cuesta entender– y apunta entre otras cosas que ya no busca trabajo, sino que espera la caída del capitalismo. La misma idea es planteada por otro desocupado sin identificar, que ha escuchado las diatribas de la Juventud Comunista, presente en el asentamiento. Resulta significativo el hecho de que el criollo aparezca como un personaje despolitizado, pronto a creer en las (falsas) promesas del gobierno. El alemán, en cambio, parece tener mucho más clara la situación, aunque más adelante es reconvenido por un militante comunista, quien le hace un señalamiento que lo deja pensando: el capitalismo no caerá si no es derribado, y para eso deben unirse ocupados y desocupados. Aparece aquí sin filtro el programa del Partido, empeñado en una campaña en pos de la organización de los desocupados que constituirán, junto al resto de los trabajadores, un elemento central de la revolución que se avecina. El debate entre dos inmigrantes judíos también sirve para reforzar la perspectiva clasista que propugna Castelnuovo. El problema aquí no es el antisemitismo, sino la opresión de los ricos (judíos incluidos) sobre los pobres (judíos, como ellos mismos, incluidos).

Entre los personajes que representan al desocupado como un sujeto derrotado, no falta en la obra el suicida, en la piel de una madre famélica y desesperada que no logra alimentar a sus dos pequeños hijos, a pesar de rogar en el centro de la ciudad y en las iglesias por comida. Esa desesperación la impulsa a llevar mediante engaños a sus hijos a una muerte segura, aunque finalmente es sólo ella la que se lanza al Río de la Plata para no volver. La imagen del suicida, presente como se mencionó en la prensa anarquista, desfila también en la revista Claridad con un motivo similar al de Castelnuovo. Refiriéndose a un caso aparentemente real, en “La madre que mata y se mata” José Picone asocia la muerte de una niña a manos de su madre y el posterior suicidio de esta última a la miseria25. La marcha del hambre incorpora este aspecto del problema en un lugar relevante, pero propone una alternativa: la lucha, que aunque ofrezca escasas o ninguna posibilidades de éxito, permite al menos morir peleando con dignidad.

Otro personaje relevante es el “obrero gigantesco”, un desocupado musculoso, lleno de energía inutilizada, ansioso por aplicar sus fuerzas en un trabajo que no encuentra. Igual que en “Impotencia” de Enrique Agilda, esta energía contenida termina desbordando. Sólo que en el caso del personaje de Castelnuovo, no es a través de las lágrimas del hombre que nunca había llorado, sino mediante un enfrentamiento irracional con agentes armados que custodian una fábrica cerrada, que acaba con su vida. Aquí, el obrero gigantesco también roza la locura, pero se moviliza junto a la mayor parte del asentamiento, alentado por los comunistas. Justamente, el desocupado como sujeto capaz no sólo de organizarse y luchar por sus derechos, sino de radicalizarse y asumir una actitud revolucionaria es la representación que sobrevuela el guión de este adherente reciente al comunismo.

Pero no son sólo los comunistas los que asumen un papel dirigente. Es más, los militantes de la juventud enviados por el Partido al campamento de desocupados aparecen como personajes voluntariosos y politizados aunque ingenuos. Así, a pesar de ser advertido, uno de los “muchachos” de la Juventud se acerca a un personaje sumamente sospechoso –un infiltrado de la Policía– y lo invita a participar de la marcha, tras lo que es inmediatamente arrestado. Quien advierte inútilmente al joven activista es “el Lechuzón” una vieja orgullosa y combativa con aire de bruja, que vive en la zona mucho antes de que se formara el asentamiento de desocupados. Este personaje no es nuevo en Castelnuovo: se trata de una adaptación de “Trapos” del cuento “La raza de Caín” (Saítta, 2008). Sólo que en ese relato de 1924 la vieja acaudilla a los atorrantes, mientas que aquí responde al llamado de los comunistas, encabeza la manifestación y más adelante dirige la resistencia contra el sitio de las fuerzas represivas. De este modo se expresa el giro del escritor de la literatura social de los años 20 del grupo Boedo, donde predomina una visión piadosa de la clase trabajadora y no existen límites claros entre la cultura lumpen y la cultura obrera (Portantiero, 1961), a una nueva concepción de la literatura, al servicio de la revolución, formulada explícitamente en la Introducción del ya citado libro “Vidas Proletarias”, que se publica en 1934 e incluye este guión. En esta línea, los atorrantes aparecen, aunque son desplazados del centro de la escena (Saítta, 2008). Pero no menos significativo resulta el hecho de que tampoco son los comunistas los que ocupan el centro: impulsan la marcha, hacen una propaganda que no siempre resulta comprensible, son arrestados y el movimiento no se detiene. En este punto, puede decirse que cierta matriz anarquista en el pensamiento del autor persiste: los activistas han encendido la chispa, la revolución marcha sola.

Reorientaciones político-literarias

La necesidad de los comunistas de construir una representación del desocupado como protagonista de la transformación social, opuesta a las imágenes predominantes aún en las izquierdas de la época, encuentra en La marcha del hambre un significativo aporte literario. Castelnuovo plantea la posibilidad de una dirección alternativa para la energía acumulada de los sin trabajo. Esto, y la evolución de sus posiciones políticas en general, lo alejan de sus antiguos camaradas de Claridad, en este sentido, no es casual que no publique nada allí en esta etapa.

Pero no se trata de diferencias estéticas, su manifestación de los sin trabajo es extremadamente realista. De hecho, como sucedió frecuentemente en la época con las movilizaciones impulsadas por los comunistas, no consigue la solidaridad del resto de la clase obrera, es reprimida en el centro de la ciudad y perseguidos por la Policía montada, los manifestantes se refugian nuevamente en el asentamiento, donde disponen una gran barricada para desplegar la última resistencia. El campamento es sitiado por fuerzas represivas provistas de perros, caballería, bayonetas, ametralladoras, gases lacrimógenos y hasta de un avión militar que sobrevuela la zona. Los desocupados sólo cuentan con piedras y algunos fusiles, pero se niegan a rendirse, optan por presentar batalla. Los represores recurren a la nafta y al fuego, e incendian el campamento, como efectivamente ocurrió en julio y nuevamente en agosto de 1933,26 algo antes de que el guión de Castelnuovo fuera publicado por primera vez.

A pesar de las diferencias formales, Castelnuovo comparte con escritores como Raúl González Tuñón el recurso de la derrota que confirma la victoria final. Su relato “El día de la huelga general”, publicado en 1934 en El otro lado de la estrella, es considerado por Beatriz Sarlo (2003) curioso e ingenuo por este oxímoron; la huelga aplastada no detiene aquí el camino a la revolución, como tampoco lo hace la derrota de los desocupados de Castelnuovo. Más que ingenuidad, puede pensarse que se trata del mismo sin salida dentro de la literatura que invita a los lectores a la impugnación de un orden cuya caída se percibe como próxima. Sólo que la dimensión piadosa ahora pasa a un segundo plano, desplazada por una propuesta que favorece la identificación con unos personajes que requieren que su lucha sea reforzada. En este sentido, puede pensarse que Castelnuovo lleva al límite la literatura social de la década previa, construyendo sujetos-personajes revolucionarios. La lucha narrada y la lucha planteada acercan a personajes y lectores, para hermanarlos en un combate común y definitivo contra el capital, que ya no abreva en la piedad. Va a ser la persistencia de éste y la disminución de la desocupación quienes marquen una nueva reorientación para los combates políticos y literarios. Para 1935, los comunistas abandonan la urgencia revolucionaria e impulsan el frente popular, Castelnuovo, por su parte, vuelve a publicar en Claridad. Y los tres dejan de lado, en cualquiera de sus variaciones, la figura del desocupado.

Notas

* Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto PI UNRN 40-B-365, financiado por la Universidad Nacional de Río Negro.

1. Sobre este punto puede verse también, entre otros, Montaldo (1989).

2. Antonio y José Roberti, “Solución del problema de la desocupación en todo el mundo” en Revista Socialista, N. II, 1931.

3. Nicolás Repetto, en Cámara de Diputados, Libro de Sesiones, Tomo I, 1934, pp. 626-628.

4. La Protesta “Sin pan y sin trabajo”, 17 de enero de 1930.

5. La Protesta, “La lucha contra la desocupación”, 4 de junio de 1930.

6. Algunos ejemplos de este tipo de relatos son “La carta” de Rafael Torres Morey (n. 244), “Ocho Clavos” de Jaime Julio Vieyra (n. 269), “Pantalonon” de Antonio Stoll  (n. 271).

7. Sobre este aspecto, véase la respuesta del autor a la encuesta de Claridad “¿Debe cambiar de táctica el socialismo”, n. 262, 1933.

8. Idem.

9. Véase por ejemplo Osvaldo C. Duran “Versos fraternales” en Claridad n. 225, 1931

10. Ignacio Prieto del Egido, “”Consecuencias y estragos de la guerra” en Claridad, n. 250, julio de 1932.

11. Antonio y José Roberti, “Solución del problema de la desocupación en todo el mundo” en Revista Socialista, N. II, 1931

12 No se encontraron referencias de este autor, que publica este único texto, al menos bajo este nombre, en Claridad. Véase Ferreira de Cassone, 2005.

13. El periodismo argentino: amplia y documentada historia desde sus orígenes hasta el presente, editado por la editorial Claridad (Buenos Aires, 1944) ha sido una referencia en el tema. Publicó también Radiografía de Sarmiento (1938), Rivadavia, el estadista genial (1940); San Martín, el libertador (1942); O´Higgins, el gran amigo de San Martín (1942)

14. C. Galván Moreno, “La Rusia Soviética a través de algunas cifras”, en Claridad n. 235, 1931.

15.  C. Galván Moreno, “Sugestiones alrededor de la situación económica actual”, en Claridad n. 261, 1933.

16. Para ampliar este punto puede verse la Introducción a la reedición de Tumulto de Agustín Alzari (2012).

17. El trabajador latinoamericano, ‘Nuestra lucha por los desocupados’, julio de 1930.

18. Sobre la política del PC argentino hacia los desocupados véase Benclowicz (2016b).

19. Sobre los llamados anarco-bolcheviquesy la participación de Castelnuovo en esta corriente puede verse Doeswijk (2013).

20. Actualidad, n. 3 y n. 4, 1933.

21. Elías Castelnuovo, Vidas Proletarias, Buenos Aires, Victoria, 1934

22. Véase por ejemplo Crítica, “Buscando consuelo en la Biblia”, 11 de marzo de 1932;” Ha enloquecido de hambre un desocupado”, 12 de marzo de 1932 y las fotos de 1932 con número de inventario 73895, 73896, 73897 del Departamento de documentos fotográficos del Archivo General de la Nación.

23. Crítica, “Ha Enloquecido de Hambre un desocupado”, 12 de marzo de 1932

24. Véase por ejemplo en la misma edición Crítica, “Se dio un gran paso hacia la solución del problema”, 12 de marzo de 1932.

25. José Picone, “Las mil caras de la miseria. La madre que mata y se mata”, en Claridad n. 244, mayo de 1932.

26. Véase por ejemplo La Internacional, “Llamado del Comité de Desocupados Puerto Nuevo Canning”, 23 de agosto de 1933.

Bibliografía

1. Alzari, Agustín. “Introducción”. En: José Portogalo. Tumulto. Buenos Aires, Serapis, 2012.

2. Benclowicz, José. “¿Vencidos sin dignidad o sujetos revolucionarios? Los anarquistas ante los desocupados y la desocupación en la Argentina de la primera mitad de los años treinta”, Izquierdas, n. 31, 2016a: 19-45.

3. Benclowicz, José. “Un movimiento de desocupados para la revolución. El Partido Comunista y la organización de los trabajadores desocupados hacia la década de 1930 en Argentina”, Revista de Historia Americana y Argentina, v. 51, n. 2, 2016b: 167-200.

4. Blanco, Oscar. “Modulaciones de un realismo (/naturalismo) militante”. En: Miguel Vitagliano (comp.). Boedo. Políticas del realismo. Buenos Aires: Título, 2012: 15-52.

5. Bonfiglio, Fernando Ezequiel. “Una literatura de redención”. En: Miguel Vitagliano (comp.). Boedo. Políticas del realismo. Buenos Aires: Título, 2012: 97-116.

6. Doeswijk, Andreas. Los anarco-bolcheviques rioplatenses: 1917-1930. Buenos Aires: CeDInCI, 2013.         [ Links ]

7. Ferreira de Cassone, Florencia. Indice de “Claridad”: una contribución bibliográfica. Buenos Aires: Dunken, 2005.

8. Gramuglio, María Teresa. “El realismo y sus destiempos en la literatura argentina”. En: Noé Jitrik (ed.). Historia crítica de la literatura argentina. El Imperio realista. Vol. 6. Buenos Aires, Emecé, 2002: 7-38.

9. Iñigo Carrera, Nicolás y Fernández, Fabián. “El movimiento obrero y los desocupados en la primera mitad de la década de 1930”. En: Nicolás Iñigo Carrera (dir.). Sindicatos y desocupados en Argentina. Buenos Aires: PIMSA, 2011: 17-61.

10. Montaldo, Graciela. “La literatura de izquierda: humanitarismo y pedagogía”. En: Graciela Montaldo. Yrigoyen, entre Borges y Arlt (1916-1930). Buenos Aires: Contrapunto, 1989: 324-346.

11. Portantiero, Juan Carlos. Realismo y realidad en la narrativa argentina. Buenos Aires: Procyon, 1961.         [ Links ]

12. Prieto, Adolfo. “Boedo y Florida”. En: Adolfo Prieto. Estudios de literatura argentina. Buenos Aires, Galerna, 1969.

13. Saítta, Sylvia. “Elías Castelnuovo, entre el espanto y la ternura”. En: Álvaro Félix Bolaños, Geraldine Cleary Nichols y Saúl Sosnowski (comps.). Literatura, política y sociedad: construcciones de sentido en la Hispanoamérica contemporánea. Homenaje a Andrés Avellaneda. Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2008: 99-113.

14. Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires: Nueva Visión, 2003.         [ Links ]

15. Zovatto, Pietro. Ilpercorsospirituale di Ada Negri, Trieste: Centro Studi Storico Religiosi del Friuli, 2009.         [ Links ]

Fuentes

16. Agilda, Enrique. “Impotencia”, Claridad, n. 249, 1932.

17. Roberti, Antonio y José Roberti, “Solución del problema de la desocupación en todo el mundo”, Revista Socialista, n. II, 1931.

18. Castelnuovo, Elías. “La marcha del hambre”, Actualidad, n. 3 y n. 4, 1933.

19. “Buscando consuelo en la Biblia”, Critica. 11 de marzo de 1932.

20. “Ha enloquecido de hambre un desocupado”, Critica. 12 de marzo de 1932.

21 “Se dio un gran paso hacia la solución del problema”, Critica. 12 de marzo de 1932.

22. Duran, Osvaldo C. “Moxis Vangil”, Claridad, n. 258, 1932.

23. Duran, Osvaldo C. “Versos fraternales”, Claridad, n. 225, 1931.

24. ‘Nuestra lucha por los desocupados’, El trabajador latinoamericano, julio de 1930.

25. Galván Moreno, C. “La Rusia Soviética a través de algunas cifras”, Claridad, n. 235, 1931.

26. Galván Moreno, C. “Perfiles de los tiempos”, Claridad, n. 254.

27. Galván Moreno, C. “Sugestiones alrededor de la situación económica actual”. Claridad, n. 261, 1933.

28. Helguera, Antonnio. “Por los caminos…”. Claridad, n. 230, 1932.

29. Ignacio Prieto del Egido. “Consecuencias y estragos de la guerra”. Claridad, n. 250, 1932.

30. Ignacio Prieto del Egido. “La tragedia de Juan”. Claridad, n. 248, 1932.

31. “Llamado del Comité de Desocupados Puerto Nuevo Canning”, La Internacional, 23 de agosto de 1933.

32.“Sin pan y sin trabajo”, La Protesta, 17 de enero de 1930.

33. “La lucha contra la desocupación”, La Protesta, 4 de junio de 1930.

34. Longuet, Alfonso. “Tengo hambre”, Nervio, n. 10, 1932.

35. Negri, Ada. “El desocupado”. Claridad, n. 261, 1933.

36. Picone, José. “Las mil caras de la miseria. La madre que mata y se mata”, Claridad, n. 244, 1932.

37. Portogalo, José. “Esquematización de una ausencia”. Claridad, n. 263.

38. Pucheu, Pedro. “Gerencia de personal”, Claridad, n. 245, 1932.

39. Pucheu, Pedro. Respuesta a la encuesta “¿Debe cambiar de táctica el socialismo”, Claridad, n. 262, 1933.

40. Stoll, Antonio. “Pantalonon”, Claridad, n. 271, 1933.

41. Torres Morey, Rafael. “La carta”, Claridad, n. 244, 1932.

42. Vieyra, Jaime Julio. “Ocho Clavos”, Claridad, n. 269, 1933.

Otras fuentes

43. Archivo General de la Nación. Departamento de documentos fotográficos. Fotos n. inv. 73895, 73896, 73897 (1932).         [ Links ]

44. Elías Castelnuovo. Vidas Proletarias. Buenos Aires: Victoria, 1934.         [ Links ]

45. Galván Moreno, C. El periodismo argentino: amplia y documentada historia desde sus orígenes hasta el presente. Buenos Aires: Claridad, 1944.         [ Links ]

46. Repetto, Nicolás. Cámara de Diputados, Libro de Sesiones, Tomo I, 1934: 626-628.         [ Links ]

47. Zolá, Emile. “Sin trabajo”, 1872.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons