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Cuadernos del CILHA

versão On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.19 no.1 Mendoza jan. 2018

 

DOSIER

Presentación

Presentation

 

Ilinca Ilian

Universidad de Oeste de Timişoara

 

Los trabajos aquí reunidos se presentan como un núcleo a partir del cual se puede imaginar una historia conjunta de la recepción de la literatura latinoamericana en el espacio de la Europa Central y Oriental. No es aleatorio el hecho de que la mayoría de los artículos se detienen de forma particular en el período socialista de la historia de los países representados (Rumania, Eslovaquia, Hungría): por un lado, en los años 1960-1980 Europa en su totalidad, o sea también la que estaba detrás del Telón de Hierro, entraba en contacto con la gran literatura que el boom latinoamericano, fundiendo etapas y generaciones literarias, llevó a la conciencia del gran público mundial. Por otro lado, en el mismo período, como en todos los momentos de crisis de su agitada historia, la comunidad de destino de la Europa Central y Oriental se manifestaba de nuevo de forma palmaria. El lector de este dosier descubrirá muchos elementos comunes, todos derivados de las anomalías creadas por unos sistemas políticos totalitarios, donde los grados variables de apertura y de liberalización no llegaban a instituir diferencias fundamentales. Los artículos no tienen un formato preestablecido y cada autor eligió la forma que le pareció más adecuada para abordar el tema común propuesto; los enfoques varían desde presentaciones de sintéticas del fenómeno de la recepción a lo largo de varias décadas hasta la profundización de un fenómeno puntual (verbigracia, el destino de Borges en la lengua húngara, presentado por Dora Bakucz), pero, inevitablemente, todas las contribuciones hacen referencia a las coerciones debidas a una política cultural llena de contradicciones, común a todos los países del bloque socialista. A los artículos publicados aquí se añadirán a lo largo de este año un par de trabajos más sobre el mismo tema, con el afán de articular desde varias perspectivas la historia del encuentro entre el espacio literario latinoamericano y la multitud de culturas de la parte central y del sudeste de Europa. No obstante, nos gustaría presentar los artículos de este dosier no tanto como un acopio de anécdotas e informaciones accesorias, sino como una prueba de que es ya es hora de integrar los avances realizados gracias a la estética de la recepción de la Escuela de Constanza y las propuestas hechas por el dinámico campo de los Translation Studies a fin de repensar la historia de la literatura latinoamericana de una forma que comprenda también su recepción a través de las traducciones a otros idiomas.

Si bien el papel fundamental del lector en la creación de la obra había venido señalándose desde hace mucho (incluso la concepción de Aristóteles sobre la catarsis puede ser un antecedente de la teoría de la recepción), es indudable que principalmente los trabajos, en muchos aspectos complementarios, de Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser dieron al tema de la recepción literaria la importancia merecida dentro de los estudios literarios. La idea de que “la historicidad de la literatura no consiste en una relación de coherencia establecida a posteriori entre ‘hechos literarios’, sino que se basa en la experiencia que los lectores han hecho sobre las obras” (Jauss, 1978: 46) nos parece hoy en día obvia y de hecho toda empresa histórico-literaria seria de este momento parte de la premisa de una inextricable conexión entre la obra y las múltiples lecturas que suscitó a lo largo del tiempo. Es reveladora en este sentido la propuesta de Mario J. Valdés y Linda Hutcheon de repensar la historia literaria a partir de un enfoque comparativo capaz de operar con la multiplicidad de perspectivas: “The ‘history’ of literature is, in fact, the multiple and complex histories of its production, but also of its reception” (Valdés y Hutcheon, 1995: 2). Vista desde este punto de vista, una historia de la literatura latinoamericana no sería completa si se refiriera sólo a la producción artística propiamente dicha y no incluyera también, al menos de forma tangencial, su recepción a lo largo del tiempo.

La teoría de la escuela de Constanza, cuyos inicios remontan en los años 1960, hace hincapié en la temporalidad de la recepción, estudiada por Jauss con la ayuda de conceptos que entraron en el uso corriente (“horizonte de expectativa”, “fusión de horizontes”); en lo que concierne el estudio de la recepción en diversos espacios culturales no se puede negar que hay un retraso bastante significativo. En la década de los setenta se da no obstante una apertura hacia esta temática gracias a la teoría del polisistema creada por el investigador israelí Itamar Even-Zohar, que propone una visión sobre la cultura como “un sistema múltiple, un sistema de varios sistemas con intersecciones y superposiciones mutuas, que usa diferentes opciones concurrentes, pero que funciona como un único todo estructurado, cuyos miembros son interdependientes” (Even-Zohar, 2017: 10). La literatura es a su vez un polisistema dentro del polisistema cultural y dentro de este la literatura traducida se presenta “no solo como un sistema integrante […] sino como uno de los más activos en su seno” (Even-Zohar, 1999: 224). La posición de este sistema es central, es decir participa activamente en la configuración de la cultura, en tres situaciones: a) cuando la literatura de destino es “joven” y necesita “modelos”; b) cuando la literatura de destino es “periférica” o “débil”, lo que es una forma menos descortés de aludir a la “minoría” cultural; c) cuando la literatura de destino es “central”, pero llegó en un momento de agotamiento de los modelos usados, momento en que, en el “vacío” creado, se infiltran las obras traducidas que adquieren así una posición central (225). Los ejemplos no abundan en Even-Zohar, pero podemos comprender que la literatura traducida actúa de la manera más directa en las literaturas que están en vía de configurar su específico nacional (como es el caso de los países de Europa Central y del Este a principios del siglo XIX) y también es pujante en momentos de relativo cansancio cultural, como por ejemplo los años sesenta en Francia o Inglaterra, cuando se traduce con máximo éxito la literatura latinoamericana. En el momento en que la literatura traducida ocupa una posición periférica en el polisistema literario “es construida de acorde a las normas ya establecidas de forma convencional según el modelo dominante en la literatura receptora”, convirtiéndose así, en “factor principal de conservadurismo” (227).

La teoría de Even-Zohar precede apenas la explosión de los llamados Translation Studies, término propuesto por Holmes en 1972 (Holmes, 2000: 175-6) para definir los estudios relacionados con los aspectos teóricos, aplicados, comparativos o empíricos de la traducción en general y no solo literaria. El interés cada vez mayor por el proceso, los resultados y la recepción de la traducción está probado por la acumulación, a partir de las décadas 1970-1980, de revistas especializadas y la creación de centros de estudios sobre la traducción tanto en Europa como en el Canadá y los Estados Unidos (McLaughlin, 2014: 378). Se debe decir que la preocupación por un campo relativamente marginal hasta las mencionadas fechas no se debe solo a la puesta en tela de juicio de los conceptos fuertes que vertebraban los estudios literarios en las décadas anteriores – esto es los conceptos de literatura nacional, autores paradigmáticos de cierta literatura, historia literaria en el sentido tradicional – sino que representa la culminación de un proceso de toma de conciencia sobre el papel fundamental que tiene la literatura traducida no solo sobre la formación del canon nacional sino también sobre el funcionamiento mismo de las instituciones culturales de un país. Se deben destacar las aportaciones de israelí Gideon Toury que continúa el proyecto de su compatriota Even-Zohar, argumentando la necesidad de enfocar principalmente la cultura meta, y no la cultura de origen, puesto que el traductor actúa de acuerdo con el interés de aquella y, a partir de aquí, estudiar la relevancia y la aceptación del texto (traducido) en este nuevo espacio cultural. “La desestabilización de la noción del mensaje original con una identidad fija” (Gentzler, 1993: 134; Leiva Rojo, 2003: 64) es uno de los principales corolarios de la teoría de Toury, que se dedica al esclarecimiento de las normas que rigen la actividad traductiva en situaciones concretas. Por su parte, Lawrence Venuti, da un paso más, indicando, al lado de la actividad de los traductores, el papel desempeñado por las editoriales, puesto que estas también contribuyen a la elección del método traductivo, que bien puede estar orientado hacia la lengua meta o la lengua de origen. El resultado, según Venuti, es una traducción “domesticada” o bien una traducción “extranjerizante”, la primera tendiendo a esfumar los valores culturales extranjeros y reforzar “un imperialismo cultural” beneficioso para las editoriales y perjudicial para el traductor (Venuti, 1998: 124). Al contrario, la manera “extranjerizante”, cuyo partidario es el teórico estadounidense, representa una aceptación e incluso una enfatización de la parcialidad inherente de la translación cultural que se da a través de la traducción, esta parcialidad siendo de hecho preferible a la disimulación de esta en las traducciones “domesticadas”. La otra vertiente de la teoría de Venuti, que llama la atención sobre “la invisibilidad” del traductor, ha originado muchos debates, varios teóricos de la traducción señalando que, si bien la traducción aspira a una transparencia total del texto traducido, capaz de dar la impresión de estar escrito en la lengua meta y no ser una traducción (Munday, 2001: 146), esta ambición resulta al fin y al cabo utópica, y es por eso que resulta posible estudiar, dentro de los Translation Studies, el estilo particular del autor, que se manifiesta principalmente en la voz del narrador (Hermans, 1996: 43).

No es este el espacio adecuado para erigir un “état des lieux” de las propuestas de los Translation Studies, pero creemos que, gracias a los importantes avances realizados desde los años setenta, el terreno va despejándose para permitir hablar con mayor objetividad de la recepción de las obras traducidas y completar así la teoría de la recepción jaussiana al añadir que la historia de una literatura (o las historias de la literatura) comprende asimismo, al lado de la recepción del texto en varios momentos y épocas, su recepción en distintos contextos culturales. La historia de las traducciones completa, así, la historia literaria. Es significativo por ejemplo que una Historia de la traducción en España aparece en castellano apenas en 2004, bajo la dirección de Francisco Lafarga y Luis Pegenaute (Salamanca, Ed. Ambos Mundos), que Encyclopedia of Literary Translation into English, editada por Olive Classe (dos tomos, London and Chicago: Fitzroy Dearborn) se publica en 2000 y que un gran proyecto francés, que abarca la totalidad de las traducción al francés (y no solo en Francia) y no se limita a las traducciones literarias, llegó en 2015 apenas al tercer tomo de los cuatro proyectados: nos referimos a Histoire des traductions en langue française coordinado por dos insignes comparatistas, Yves Chevrel y Jean-Yves Masson, cuyo primer tomo apareció en 2012. Si bien los tres proyectos difieren en muchos aspectos, todos intentan recuperar la vasta producción de traducciones e integrarla en la literatura escrita en las tres lenguas, por lo demás centrales e incluso “imperiales”.

Para los países con un número menor de hablantes, como son la mayoría de los países de la Europa Central y Oriental, el tema de la traducción es todavía más candente que para las “grandes” culturales, porque las traducciones sirven en muchas ocasiones bien para reforzar bien para paliar los complejos de inferioridad cultural que, al menos hasta hace unos decenios, han estado acosando las conciencias nacionales. Una de las obsesiones tenaces de los autores de los espacios menores desde el punto de vista lingüístico es la de ser traducidos a las lenguas de gran circulación y de estar presentes en el circuito internacional. Por otra parte, desde el punto de la actividad traductora, estos espacios fueron siempre mucho más activos que los “centrales” y esta es una de las razones por las cuales, en la actualidad, los estudios sobre la traducción, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, tienen el mismo nivel en los países “pequeños” y los países “grandes” de Occidente. Un estudio sobre las traducciones de la literatura latinoamericana y su recepción en algunos países (ex) socialistas cubre un espacio significativo dentro de un deseado panorama completo de la actividad traductora en los países del centro y del sudeste de Europa. Además, podemos mencionar que si bien existen varias investigaciones sobre la recepción de la literatura latinoamericana, ellas atañen sólo unos espacios precisos: por ejemplo, Francia en el libro de Sylvia Molloy, La diffusion de la littérature hispano-americaine en France au XXe siècle (1973), Italia en el trabajo de Francesco Fava, Tradurre un Continente. La narrativa ispanoamericana nelle traduzioni italiane (2013), parcialmente España en el libro de Adrián Curiel Rivera, La novela española y el boom latinoamericano (2006). Se añade el estudio sobre la recepción checa de la literatura en español, desgraciadamente de circulación más limitada (Ulièný, Miloslav. Historia de las traducciones checas de literaturas de España e Hispanoamérica (Praga: Karolinum, 2005), así como el libro escrito en eslovaco por una de las autoras presentes en este dosier, Eva Palkovièová, Hispanoamerická literatúra na Slovensku (Universidad Comenius, Bratislava, 2016). De todas formas, no existe hasta la fecha un estudio comparativo, realizado por un colectivo de investigadores proveniente de varios países europeos que revele el diálogo cultural entre los dos espacios continentales. Es importante también señalar que este tema de las relaciones culturales entre Latinoamérica (y especialmente la Cuba revolucionaria) y el antiguo bloque socialista empieza a despertar un interés especial en varios países hispanohablantes, precisamente debido al cambio de paradigma en los estudios literarios y el cambio de acento desde una visión estática y particularista a una fundada en la interactividad, intercambio y transferencia cultural.

Somos en la Europa Central y Oriental naciones con un número relativamente pequeño de hablantes que, a modo compensatorio, creamos una destacada tradición en el campo de las traducciones, lo que, sin embargo, no nos salvó siempre de los complejos de minoría cultural. Una perspectiva más optimista sobre el estatuto de cultura “menor” se encuentra en los actuales planteos de los estudios culturales, que cada vez más se interesan por el carácter posnacional de la producción literaria actual y señalan la interdependencia entre la creación y la recepción a través de la traducción. Vista desde esta perspectiva, una literatura menor no se define por su “peso”, que le da valor y por ende visibilidad a nivel mundial, sino por su capacidad de interrelacionarse, de formar redes y conexiones: Sean Cotter, en un interesante estudio interdisciplinario (entre cultural studies y translation studies), parte de la premisa que una nación “menor” no es una nación “mayor” fracasada y que las diferencias esenciales entre la una y la otra no deben considerarse en términos de complejos y minusvalías, sino como modos de imaginación distinto: “if the major insists in its distinctiveness, the minor profits from its interactiveness” (Cotter, 2014, 8); así, desde una perspectiva de lo “menor”, el concepto de nación no se ve como esencia, sino como nexo, como un punto particular dentro de los contactos culturales internacionales. La propia labor a la que nos dedicamos los hispanistas provenientes de países no hispanohablantes, una labor que se desarrolla en varios niveles, desde la traducción hasta la interpretación y examinación contrastiva de dos espacios culturales, se ve dignificada a través de esta perspectiva.

Bibliografía

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