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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.21 no.1 Mendoza jun. 2020

 

Artículos originales

La forma revista en su versión digital. Propuesta metodológica para el análisis de publicaciones culturales y literarias desde el contexto argentino

The magazine form in its digital version. Methodological proposal for the analysis of cultural and literary publications from the Argentine context

Diego Vigna1 

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. diegovigna@gmail.com

Resumen:

El trabajo se enmarca en un plan de investigación que tiene por objetivo reconocer y analizar las características propias de las revistas digitales de cultura y literatura en el campo intelectual argentino. Este recorrido comenzó con el estudio de blogs de escritores argentinos (sus espacios personales), y luego se extendió, por el desarrollo de los formatos y plataformas de publicación en la web, a proyectos colectivos que ofrecen alternativas de producción respecto de las plataformas sociales online. Como un nuevo eslabón de una serie de artículos sobre la naturaleza de las revistas nacidas digitales en Argentina, aquí ofrecemos una primera respuesta metodológica al interrogante que diversas autoras y autores han planteado para el estudio de publicaciones en papel: cómo leer una revista, en este caso digital. La hipótesis que guía esta propuesta metodológica es que las revistas digitales se ofrecen como vehículos para comprender el estado de producción cultural, literaria e intelectual del campo argentino, tanto en lo que respecta a temas y estéticas, como a la generación y discusión de ideas, todo en medio de la injerencia que la convivencia de formatos ha comenzado a tener en la agenda de debates. Aquí se abordan proyectos de publicaciones que permiten dar cuenta de políticas específicas de publicación, de autoidentificación y posicionamiento, y de distintas modalidades de intervención en el campo intelectual y literario, con distintos objetivos.

Palabras clave: Revistas digitales; Campo intelectual argentino; Sintaxis interna y externa; Formatos de publicación

Abstract:

The work is part of a research that aims to recognize and analyze the characteristics of digital culture and literature magazines in the Argentine intellectual field. This itinerary began with the study of Argentine writers’ blogs (personal spaces), and then extended - through the development of web formats and social platforms - to collective projects that offer production alternatives regarding online social platforms. As a new item in a series of articles based on the nature of digital-born magazines in Argentina, we offer a first methodological answer to the question that authors have raised for the study of paper publications: how to read a digital magazine. The hypothesis that guides this methodological proposal is that digital magazines are offered as vehicles to understand the state of cultural, literary and intellectual production in Argentina, both in terms of aesthetic and themes, as well as in the discussion of ideas - in the middle of the influence that analog and digital formats has in the discussion agenda. Publications projects are addressed to analyse specific policies of publication, self-identification, positioning and different types of intervention in the intellectual and literary field.

Keywords: Digital magazines; Argentine intellectual field; Internal and external syntax media; Publishing formats

Introducción

Este trabajo se enmarca en un plan de investigación que tiene por objetivo reconocer y analizar las características propias de las revistas digitales de cultura y literatura en el campo intelectual argentino, ampliando un recorrido que comenzó con el estudio de blogs de escritores (espacios personales) (referencia oculta autor/a) y que luego se extendió, por el desarrollo de las webs 2.0 y 3.0, a proyectos colectivos que ofrecen alternativas de producción respecto de las plataformas sociales online1. Como un nuevo eslabón de una serie de artículos sobre la naturaleza de las revistas nacidas digitales en Argentina (referencia oculta autor/a), aquí ofrecemos una primera respuesta metodológica al interrogante que diversas autoras y autores (Weimberg, 2011; Sarlo, 1992; Patiño, 1997; Artundo, 2010; Moraña, 2003; Gilman, 1999; Badenes, 2016; Delgado, 2014), han planteado para el estudio de publicaciones en papel: cómo leer una revista.

La hipótesis que guía este recorrido es que las revistas digitales se ofrecen como vehículos para comprender el estado de producción cultural, literaria e intelectual del campo argentino, tanto en lo que respecta a temas y estéticas, como a la generación y discusión de ideas, todo en medio de la injerencia que la convivencia de formatos ha comenzado a tener en la agenda de debates. Son evidentes los cambios en las condiciones de producción cultural y artística en Argentina durante los últimos 40 o 50 años pero, más allá de que todo abordaje sobre revistas culturales no puede ignorar los antecedentes de la herencia impresa, reconocemos aspectos recurrentes, y consolidados, en las revistas que nacieron digitales. Proyectos que permiten dar cuenta de políticas específicas de publicación, de autoidentificación y posicionamiento, y de distintas modalidades de intervención (Sarlo, 1992; Weinberg, 2011; Weinberg, 2007), con distintos objetivos.

En el ámbito académico argentino se han multiplicado los trabajos sobre diarios y revistas de cultura con el cambio de siglo2; se han expandido los estudios sobre publicaciones impresas gracias a la irrupción de las tecnologías digitales de registro, publicación y archivo. Como afirma Verónica Delgado (2014), estos abordajes no son privativos de las últimas dos décadas, pero sí se han consolidado como un ámbito de convergencia de intereses multidisciplinares y de líneas de investigación (11): se leen (y archivan) revistas desde la historia y la literatura, desde el arte, la filosofía y la comunicación; pero sobre todo desde la línea de la sociología de la cultura que ha sido introducida y luego canonizada desde la década de 1980 a esta parte, en lo que significó la asimilación de herramientas metodológicas tanto de los estudios culturales como del estructuralismo para analizar, a partir de la efervescencia de estos “productos”, las problemáticas estéticas, políticas e ideológicas del campo intelectual argentino (Delgado, 2014; Altamirano y Sarlo, 1983; Patiño, 1997).

Todos los autores citados destacaron a las revistas como espacios simbólicos singulares dentro del espacio público, estructurantes de los campos de producción cultural. Y todo lo construido sobre la tradición de publicaciones en papel en Argentina, así como parte de la discusión sobre las intervenciones en el espacio público, hace más de una década se encuentra interpelado por la omnipresencia de lo virtual, transmutado al terreno inasible de Internet y sus formatos y rutinas de publicación web. Lo que antes eran productos impresos, vehiculizados por grupos y formaciones culturales (Williams), hoy se ofrecen como espacios que oscilan en su articulación con las dinámicas propias del campo editorial y que dan cuenta de manifestaciones muy distintas a las estudiadas el siglo pasado, al menos en el contexto argentino.

Es por eso que, aunque se hayan reformulado los modos de producción y de recepción de este tipo de artefactos, hoy hipermediales (Echevarría, 2009; Pron, 2009; Mazzoni y Celsi, 2006; Botto, 2012), la pregunta sobre cómo leer una revista sigue vigente sobre todo porque no remite estrictamente a su literalidad. Como indicó Weimberg (2011), el “cómo leer” no busca solo dilucidar la lectura de los artículos que integran una revista (qué se publica), sino también cómo leer su sintaxis interna (Sarlo, 1992; Weimberg, 2011) y el modo en que se articula con la sintaxis externa o “ideológica”, a la que a su vez tematiza y problematiza (Weimberg, 2011). Profundizaremos en la definición de las sintaxis, pero ese vínculo entre rasgos propios y contextos de intervención de las publicaciones es clave para comprender el funcionamiento del campo intelectual y literario.

¿Cómo afrontar, en el estado actual del campo argentino, y sumergidos en la convivencia de soportes, los complejos modos de articulación entre cuestiones estéticas, éticas e ideológicas que las revistas representaron y vehiculizaron durante la segunda mitad del siglo XX? Creemos que para actualizar un terreno de análisis tan rico es importante deslindar nuevos horizontes metodológicos que permitan abordar las revistas digitales en sus rasgos, desafíos y limitaciones. Desafíos porque la atomización de tantos proyectos colectivos que dieron origen a revistas digitales3 exige un intento de sistematización que colabore con semejante heterogeneidad. Limitaciones porque esa misma atomización, según Montaldo (2017) hoy más vinculada a la lógica del consumo cultural (50), dificulta la proposición de conclusiones sobre la incidencia de los proyectos en un campo de producción en constante movimiento.

Definiciones y abordajes de las revistas culturales y literarias impresas de Argentina

Como dijimos, es notable el bagaje teórico que ha definido y sistematizado funciones de las revistas impresas, desde la literatura hasta la cultura y la política. Delgado (2014, 11-19) ha reunido distintas voces en sus trabajos metodológicos, siempre dentro del contexto argentino y en virtud de las luchas históricas del campo de producción intelectual (Bourdieu): desde Jorge Rivera, uno de los pioneros en abordar las revistas, que las consideró “vehículos de expresión y difusión de ideas renovadoras” (19); Noé Jitrik (1993), que las definió a partir de una voluntad de participación y comunicación; Jorge Warley (1993), que agregó a las revistas culturales como entidades definidas por su “posicionamiento global frente al tan amplio como difuso mercado” (195); Saúl Sosnowski (1999), que las nombró como tribunas del pensamiento donde se desplegaron los principales núcleos de debate cultural; hasta Beatriz Sarlo (1992), quien ha escrito una de las definiciones más citadas: pensar a las revistas como laboratorios estéticos e ideológicos; bancos de prueba y producción (Sarlo, 1992, 11).

Entre tantos antecedentes, recuperamos el trabajo de autoras fundamentales para establecer este legado en torno a las funciones de las revistas, no sólo circunscripto a Argentina sino también a nivel continental. Sarlo fue impulsora, desde la dirección de la revista Punto de vista, de una perspectiva sociológica que “canonizó” hacia fines del siglo XX una forma de pensar el campo de acción de estas publicaciones. Quizás uno de sus principales aportes haya sido el de ayudar a concebir la literatura no como territorio textual aislado sino en su dimensión institucional, en pos de ser pensada como espacio articulador de discursos, prácticas e instituciones (Delgado, 2014, p. 13). Altamirano (1983) y Sarlo (1992) propusieron la consideración de las revistas como “redes de la crítica” (96), y como espacios (proyectos) donde germinan y conviven grupos o formaciones (Williams, 1981) generadores de posiciones estéticas e ideológicas que han dado como resultado instancias de complejización y democratización del campo cultural, al decir de Patiño (2008). Las revistas impresas, desde esta mirada, no pudieron desligarse de cualquier estudio que intentara comprender proyectos y vínculos literarios e intelectuales, así como también fueron necesarias para establecer distintas modalidades de la crítica (Patiño, 2008).

A su vez, Weimberg, 2011 (como Patiño, 1997 y Sarlo, 1992) ha resaltado otro elemento constitutivo de las revistas que nace de lo anterior: la capacidad de intervenir en el presente. Una función inherente que Patiño (2008) también describió como la capacidad de ser “antenas de lo nuevo” (Patiño, 2008, p. 158). Para Weimberg (2007), las publicaciones periódicas permiten “traer al presente” las discusiones; poner en relieve, dar nervio y sentido de urgencia a lo que pretende intervenir el espacio público desde las ideas y las propuestas estéticas (Weimberg, 2007, p. 201). O dicho de otro modo, traer al presente para crear sentido sobre el sentido de las obras. Este espíritu de intervención y debate en los distintos campos, que fusiona coyuntura con intenciones programáticas (porque la idea de laboratorio, siempre, apunta al futuro) es lo que Regina Crespo (2010) ha tomado para caracterizar a las revistas del siglo XX como instrumentos privilegiados de cuestionamiento y difusión de cánones literarios, culturales e ideológicos, y de construcción (por ende) de nuevas tradiciones (Crespo, 2010, p. 9). De modo que toda la carga recibida desde el siglo pasado, con sus intensas etapas de producción, hace de la forma y la función revista una entidad que ha explicado la dinámica de la producción cultural e intelectual, al menos dentro de la lógica en la que el mercado editorial, la literatura y la crítica tenían por objetivo incidir en las luchas por ideas, estéticas e incluso acciones políticas.

No hace falta aclarar que ese estado de cosas ha mutado desde las últimas décadas del siglo XX a esta parte. La concentración y atomización del mercado editorial (Botto, 2012), y cierta desatención de la potencia ideológica (Hernaiz, 2012; Patiño, 1997) en su “función comunicativa”, podríamos decir, para la praxis política y la organización social que se agudizó en la década de 1990, coincidió, en medio del apogeo caótico del orden social, con la popularización del soporte digital y la aparición de novedosas alternativas de publicación en red (Echevarría, 2009). ¿Cómo traer al presente, entonces, las caracterizaciones anteriores, que parecen formar parte de otra “vida cultural”? ¿Qué forma ha tomado esa noción de presente con la convivencia de soportes, y con la temporalidad que se ha construido desde la apropiación y el consumo de medios digitales? ¿Cómo se puede digerir hoy ese “sentido de urgencia” que supieron sostener las publicaciones periódicas en Argentina, cuando la lógica de la primicia y el consumo de la novedad han invadido toda la producción de sentido? Estas preguntas esconden, quizás en un torpe ejercicio retórico, los cambios que ha sufrido el modelo de consumo vehiculizado por tecnologías digitales, formatos de publicación virtuales y medios en red. Como afirmó Montaldo (2017), si antes el objetivo de los proyectos y productos culturales era ante todo criticar para comprender, y para imponer nuevos sentidos a la producción cultural, literaria y artística, hoy ese crear sentido sobre el sentido ha dejado su lugar a las indagaciones sobre la circulación de ideas y literatura (Montaldo, 2017, p. 53), entendida como superficie y razón del consumo. Con el cambio de siglo, el consumo consolidó su poder para explicar la dinámica de la producción cultural.

Montaldo (2017) profundiza en la noción de temporalidad para comprender el funcionamiento editorial y la circulación de literatura, algo que creemos homologable al abordaje de las revistas. ¿Cómo circula hoy, por ejemplo, la literatura? ¿Se restringe a la producción editorial? ¿Cómo opera hoy la “digestión” de los hechos sociales y culturales, la recepción crítica de la producción artística? ¿Qué papel ha empezado a cumplir la web en ese sentido? La misma producción crítica (ese lugar de expansión de la figura del intelectual que tanto ha cambiado, y que se expresa en los trabajos de Sarlo (1992), Patiño (2008) y Saítta, 2004, entre otros), desde la última década del siglo pasado a esta parte, trabaja desde un lugar alternativo que busca imponer nuevas formas que escapen tanto a las corporaciones que definen la agenda mediática, como a las directrices de los grandes grupos editoriales.

Es en este sentido que, para Montaldo (2017), las revistas digitales y, en otro orden, plataformas como Facebook o Twitter, han aparecido para agregar nuevos canales de circulación y de interlocución a la lógica antes dominada por el mercado editorial y ciertas instituciones como la academia (Montaldo, 2017, p. 54). En términos de producción crítica, entre las revistas y las plataformas hay una notable distancia en las estrategias de abordaje, las búsquedas interpretativas y por ende las velocidades involucradas, sobre todo si se tiene en cuenta que lo “alternativo” depende de la heterogeneidad de posicionamientos (las revistas o, pensando en formatos, el blog), y no de la centralización del flujo de datos (algo que imponen las plataformas: todos los usuarios deben ingresar para leer o informarse). Sin embargo, entre ambas partes existe una relación desigual, al menos desde la perspectiva social y cultural, como se ve en las estrategias de las revistas para visibilizar sus debates e intervenciones estéticas, políticas e ideológicas a caballo de la visibilidad (la potencia) de las plataformas. En este terreno nos movemos para ofrecer premisas metodológicas adecuadas a la forma revista en su versión digital, con sus variantes y a su vez con sus especificidades a cuestas.

Premisas englobantes para una propuesta metodológica: forma, estructura y sintaxis de las revistas

¿Cómo leer una revista digital a partir de la herencia de revistas impresas?

¿Sirven las propuestas metodológicas que Sarlo (1983), Gramuglio (1983), Patiño (2006), Artundo (2010), Delgado (2014) o Badenes (2016) han desarrollado para revistas en papel? En principio, sirve recopilar y repensar ese bagaje de especialistas con salvedades que es necesario abordar para la especificidad de la condición digital.

Las premisas iniciales que recuperamos fueron adecuadas por Delgado (2014) a partir de un análisis de la revista Sur desarrollado por Gramuglio en 1983 a partir de categorías de Williams: revisar, reordenar y reinterpretar. Gramuglio (1983), y luego Delgado (2014, p. 15), recuperan estas acciones como tareas inherentes a toda organización de las relaciones entre presente y pasado en una publicación cultural e intelectual. Recuperamos esta triada, por tanto, incluso para pensar el complejo ambiente digital: revisar, reordenar y reinterpretar implica ejercer nuevas modalidades de hacer archivo (propio) sobre el objeto analizado; esto es, concebir la intervención del/la investigador/a como una instancia creativa y expansiva sobre el objeto (la mirada externa a la publicación no solo reordena, sino sobre todo modifica la mirada sobre el producto o, como supo afirmar Derrida (1997), “la archivación produce, tanto como registra, el acontecimiento” (Derrida, 1997, p. 24))4. Dichas actividades necesariamente deben organizar la dimensión temporal de una publicación, incluso en medio de la inestabilidad y las urgencias que impone la información en el seno de los medios conectivos (Van Dijck, 2016), donde toda posición “alternativa” a los medios gráficos parece restringirse a lo que queda por fuera de la monetización de los datos (Van Dijck, 2016) (es decir, lo que queda por fuera de plataformas como Facebook, Instagram o Twitter).

En segundo término, creemos que la propuesta de reorganización de la dimensión temporal de una publicación periódica culmina la pulsión archivística del/la investigador/a con la tercera tarea: la potencialidad interpretativa que exige la tensión contexto-forma-contenidos. Diversas posiciones giran en torno a esta problemática englobante. Para Delgado (2014), por ejemplo, apelar a la forma revista, más allá del soporte y el formato, implica “estudiar las publicaciones como formas privilegiadas de organización o intervención colectiva5, que no son equivalentes de las textualidades o escritos que incorporan” (2014, p. 20). Textualidades (formas y contenidos) que, a su vez, exigen ser estudiadas en sus aspectos temáticos, retóricos, gráficos, estéticos e ideológicos según cada perspectiva. Delgado destaca esta necesidad de distinguir las acciones de las revistas de los proyectos y trayectorias individuales de sus miembros, aunque estos últimos “puedan ayudar en sus definiciones” (20); posición que recupera de Gramuglio (1983) cuando ésta propone, dentro de la línea crítica de Williams, no establecer “relaciones reflejas” entre lo social y la producción cultural sino por medio del grupo en tanto mediación (Gramuglio, 1983, p. 9). Esto fue abordado por Sarlo (1992), desde una mirada similar, cuando propuso estudiar la “ideología cultural” de una revista a partir de una serie determinada de artículos con el objetivo de desarticular la identificación del programa o proyecto con la clase que parece representar; esto es, no detenerse solo en el análisis del grupo, y contrastarlo con sus publicaciones (“La perspectiva americana”). La intención de Sarlo (1992) también busca evitar lo que Gramuglio (1983) llamó “fracción de clase”, pero la primera posición sostiene la necesidad de poner en primer plano el estudio del grupo que constituye la formación (la revista). Es así que Delgado (2014) recoge de Gramuglio (1983) la importancia de colocar el foco en la relación de “las características de la constitución interna del grupo” (la trayectoria) con su “significación general dentro de un proceso cultural dado” (Delgado, 2014, p. 15). Desde esta priorización, la sintaxis interna de una revista se construiría desde la tensión entre el origen de su grupo o formación y lo que propone en tanto publicación, algo que complementa luego la sintaxis externa: las condiciones sociales y culturales en que se inserta y produce. Una tensión inescindible que involucra a cada época, cada contexto y cada soporte.

Podemos definir, así, adecuando las definiciones Sarlo (1992) y Weimberg (2007), la sintaxis de la forma revista que nos incumbe. Tomamos la sintaxis interna como el orden propuesto: la organización, articulación y puesta en diálogo de sus componentes internos, la ponderación que surge de la lectura, cómo se ofrecen sus componentes, desde el contenido textual hasta el visual. Por su parte, tomamos la sintaxis externa como lo que Weimberg (2007) llamó “sintaxis ideológica que tematiza y problematiza la revista” (Weinberg, 2011, p. 202), algo que se compone de la articulación de la sintaxis interna con la dinámica del campo en el que interviene. Esto también se relaciona con lo que Sarlo (1992) nombró como doble geografía cultural: el espacio intellectual donde circula y el espacio imaginario donde se ubica idealmente (Sarlo, 1992, 12). La sintaxis externa permite articular los componentes internos con la dinámica del campo a través del reconocimiento de redes autorales, instituciones o formaciones que las enmarcan, y cómo el grupo de cada revista ejecuta acciones en sentido de vinculación o tensión (Weimberg, 2007). Aquí nos centraremos en los aspectos internos de la sintaxis, aunque sean inescindibles del diálogo con los externos. Esta es la base desde la cual proponemos, también, pensar los proyectos de revistas digitales en términos de organización y articulación de sus componentes.

La importancia de reconocer una sintaxis se sostiene, para Weimberg (2007), en el hecho de que el estudio de formatos y estructuras no claudica como gran tema en las perspectivas sociológicas, al igual que la incidencia en los debates sobre políticas de publicación, o el estudio de los consejos de redacción que representan institucionalmente tomas de posición en el campo. Esto lleva a seguir indagando modalidades de intervención cultural que hablan del “énfasis en lo público pensado como espacio de alineamiento y conflicto” (Weimberg, 2007, p. 201). Desde la relación entre sintaxis interna y externa, la revista es a la vez “respuesta a la coyuntura” e “hipótesis de ordenamiento futuro” (Weimberg, 2007, p. 205). Para Sarlo (1992), el valor de analizar una sintaxis permite reconocer fundamentos de acción, y coloca a toda revista en relación con otros discursos: “la literatura frente a la política, la crítica literaria frente a las ideologías, la cultura letrada frente a la popular” (Sarlo, 1992, p. 12). Desde esta base se puede indagar qué discurso subordina a otro, qué valor organiza el resto de los valores.

La sintaxis interna, entre antecedentes impresos y derivas digitales

Patiño (2006) delimitó tres momentos históricos para el reconocimiento de las revistas culturales en Argentina a lo largo del siglo XX. El primero es hasta 1960, periodo en el que encuentra a las revistas relegadas respecto de la literatura, esto es, frente al canon compuesto por obras literarias en forma monográfica (Patiño, 2006, p. 154). El segundo momento, entre 1960 y 1980, remite a lo que considera una politización de los estudios literarios, nuevo ambiente de producción que implicó cuestionar cánones y reconocer el potencial de las revistas para producir contenidos culturales y políticos. El tercer momento, a partir de los 80, es para Patiño (2006) el periodo en el que la filología quedó subsumida a los estudios culturales, lo que marcamos al comienzo: la aparición de los aportes de Williams (1981) y Bourdieu (2002) sobre teoría social y cultural (Patiño. 2006, p. 155). Para Hanno Ehrlicher (2014), habría que agregar a esta enumeración una cuarta etapa, marcada por “la inflexión de las nuevas tecnologías informáticas, lo que se manifiesta en el avance trepidante de la digitalización de revistas literarias y culturales” (Ehrlicher, 2014, p. 29).

Esta propuesta metodológica exigiría, a partir de lo anterior, una quinta posición: lo que incumbe a los desafíos y complejidades que aparecen frente a revistas nacidas digitales, y que desde el cambio de siglo a esta parte ya ofrecen, incluso, una posibilidad de hacer archivo inaudita: existen proyectos “abandonados” en la web y hasta desaparecidos (revistas que hace 10 años era material de consulta permanente han perdido sus dominios digitales; es decir, son inaccesibles). Es cierto, como afirma Ehrlicher (2014), que el desarrollo del estudio sobre la vinculación entre la noción de archivo y las revistas es un subcampo de análisis hoy en su apogeo: son cada vez más los espacios, portales y plataformas dedicados a la digitalización y puesta en línea de corpus de revistas ya desaparecidas (30). Aquí, sin embargo, destacamos dimensiones vertebrales para el análisis de la sintaxis interna de estas revistas que han sido pensadas desde cero en otro soporte. Para abordar estos casos es importante apelar, entonces, a los antecedentes mencionados adecuando una revisión, reordenamiento y reinterpretación de los elementos. Proponemos cinco dimensiones para enfocar un análisis.

1. La autoidentificación, o qué dice la revista de sí. Para Badenes (2016), frente a la pregunta “qué es una revista literaria o cultural”, se puede apelar al recurso de la autoidentificación que propone el material analizado (Badenes, 2016, 346). Si revisamos la producción intelectual en revistas impresas, la “razón de ser y de hacer” se vislumbra en la presencia de manifiestos, posicionamientos explícitos o editoriales que han servido a los investigadores para analizar objetivos, intereses, líneas estéticas, políticas e ideológicas de los responsables de las publicaciones, así como también virajes en los procedimientos.editoriales, cambios de staff, de objetivos. En el contexto de las revistas digitales también se impone una revisión de dichas manifestaciones públicas, muchas veces inaugurales.

En un contexto de producción distinto al de las etapas señaladas por Patiño (2008, p. 154) para las revistas del siglo pasado, partimos de formas nuevas para la autodefinición del medio: lejos de la politización de la producción cultural y frente a otras rutinas de la crítica, las revistas digitales recogen poco del “poder de fuego” que supieron tener proyectos como Contorno, Los libros, Pasado y Presente, Literal o Punto de vista en Argentina. Es por esto que, desde otros objetivos de cara a la crítica, la formación de opinión o la definición de una agenda coyuntural, las editoriales o “manifiestos” de las revistas digitales comienzan con la forma en que se nombran a sí mismas6 y con algunos espacios dispuestos en sus plantillas de inicio. Desde el diseño de la misma cabecera del sitio, y luego en secciones que suelen nominarse “Acerca de” o “Quiénes somos”, es posible rastrear posicionamientos, declaraciones de principios o áreas de interés. Revistas ya desaparecidas como El interpretador o No retornable7 inauguraron estas formas; otras como Polvo, Carapachay o Colofón ofrecen ejemplos al respecto8.

Imágenes 1 y 2: autopresentación de las revistas. Plantilla de inicio de Panamá (consulta: 22-07-19) y Las Críticas (consulta: 23-07-19) 

De modo que, si partimos de la atomización de publicaciones dedicadas a la cultura, la literatura y el arte que ofrece el medio digital en Argentina (y en otros contextos de producción), proponemos relevar y analizar las secciones “Acerca de”, “Quiénes somos” y semejantes (“Staff”, por caso) como espacios clave para iniciar una sistematización en la búsqueda de una línea editorial explícita, declaración de principios o posicionamiento del grupo que sostiene el proyecto. Una tarea posterior implicará contrastar lo “declarado” (que Gramuglio, 1983, también llamó autoimagen) con lo publicado por la revista, para fundamentar el análisis de los contenidos.

2. De los aspectos formales y materiales a los aspectos visuales y conectivos: formatos, temporalidades, diseños. Frente a la distinción sobre aspectos ideológicos, estéticos y materiales de las revistas en papel, su adecuación a la naturaleza digital exige describir y analizar aspectos visuales y de circulación del medio, que implican una conjugación de la estructura con el diseño de las plantillas y sus componentes hipermediales. Materiales o visuales, estos aspectos también hablan del posicionamiento de un medio. Para Delgado (2014), lo material de una revista impresa completa la comprensión e interpretación adecuada de la significación del medio (Delgado, 2014, p. 22); en un corpus de revistas digitales, estos aspectos se trasladan a elementos que se sostienen en el carácter multimedial.

Delgado supo dar cuenta de los aspectos materiales y formales para el abordaje de revistas impresas: tipo de papel, cantidad de páginas, periodicidad, lugares de impresión y tiradas, organización de las secciones (organización temática, genérica, diagramación, selección de los textos), presencia de avisos publicitarios (relación con el mercado), modos de circulación, distribución y venta, formas de financiación (Delgado, 2014, p. 23). Aquí proponemos, en primer término, reconocer plantillas, estructuras modulares (cómo se distribuyen los contenidos) y dinámicas de navegación (qué recorrido propone el diseño) para dar cuenta de perfiles de lectura, objetivos y narrativas de cada proyecto. En ese sentido, reconocemos tres categorías de (in)materialidad de las revistas digitales: revistas-blog, que replican el formato y establecen sus publicaciones sin apelar a un número, volumen o dossier, y en las que el diseño responde a la idea de “mancha” o “zona” donde encontrar los contenidos, con secciones organizadas semánticamente. Revistas por número, volumen o dossier, que replican la tradición de revistas impresas aun apelando al soporte digital, con una periodicidad definida, números organizados por temas, secciones fijas. Y revistas mixtas, que anuncian cada actualización de contenidos como si se tratara de un nuevo número, y ofrecen una secuencia organizada, pero cuya estructura responde a la del formato blog. Entre las primeras podemos citar a Anfibia, Polvo, Paco, Eterna Cadencia blog; entre las segundas, a las desaparecidas No retornable y El interpretador, Luthor o Maten al mensajero; entre las mixtas, a Bazar Americano, Carapachay, Ni a palos.

A estos elementos también se suma la importancia transversal de las secciones (comprender de qué modo cada proyecto asigna funciones a determinados géneros discursivos en la construcción identitaria y, luego, en una línea de pensamiento). ¿De qué manera se presentan las secciones en una revista, es decir, de qué modo se organizan los contenidos? Pensar la política de secciones en una revista digital hace también al modo de intervenir en el campo: puede revisarse la heterogeneidad de objetivos, en este sentido, en revistas como Linterna, Paco, Islandia, Anfibia o Chocha.

Finalmente, no puede desligarse del análisis lo que sucede con las formas de visibilización y publicidad (cómo se articulan las interfaces de las plantillas con otros formatos de publicación: ¿tienen enlaces a otros sitios, plataformas, instituciones, editoriales?); la pertenencia institucional (¿son revistas privadas, sostenidas por cooperativas, fundaciones, universidades públicas?), y la vinculación con otros productos (edición de libros, podcasts, prensa gráfica, talleres). Todo esto hace a la propuesta de lectura e interpretación.

3. El “modo de ser” resultante. Lo anterior, articulado con dimensiones de la sintaxis externa de las revistas, confluye necesariamente en lo que Delgado (2014) llamó un modo de ser (Delgado, 2014, p. 23), que Gramuglio, 1983, encerró bajo la noción de ethos tomada de Raymond Williams (1981, 9-10). Para Delgado, dicho modo de ser surge de una articulación de elementos observables: el relevamiento de las afiliaciones de cada revista; las temáticas

que problematiza en primer plano (atendiendo sobre todo a los comienzos, desde se organizan los grupos responsables); y la “forma en que se polemiza” (23). Para Gramuglio (1983), el ethos de una revista debe ser entendido como la organización particular de valores y prácticas compartidas, sean explicitados o no (Gramuglio, 1983, p. 9). Esto vuelve a tener relación con lo abordado antes: esa organización es la que completaría una observación sobre los efectos de intervención de un proyecto en el campo cultural, algo que es más que el análisis de las escrituras que componen a la revista.

Estas referencias pueden traducirse, para su especificidad digital, en una fusión de lo que nombramos como posicionamiento del medio y política o línea editorial, que Sarlo (1992) llamó ideología cultural de un proyecto. La suma de los géneros recurrentes, las formas de presentarlos en el diseño de plantilla, la genealogía de citas que se pueden rastrear al interior de los textos o en las mismas autodefiniciones (lo visto en nota 7), y las problemáticas puestas en primer plano de una revista digital también pueden ser nombrados como un modo de ser que apela a una distinción en el sentido bourdieuano. Pongamos el ejemplo de Paco: ¿cómo se propone una mirada polémica sin interesarse por mostrar la cohesión de un grupo editor o responsable? Desde un diseño que no contempla secciones sino categorías, ancladas temáticamente a cada artículo una suerte de volanta, y que explicita afirmaciones como la siguiente a la hora de publicitar un sistema de suscripciones (“Con solo $25 por mes sostenemos #Paco Nuestro acuerdo es con vos: buenas notas libres de obsecuencia”)9, la revista ofrece títulos efectistas, utiliza GIFs10 para ilustrar algunas notas, establece una línea crítica de abordaje que “persigue” a la agenda mediática y a los personajes de mayor exposición, y contrapone ideas y argumentos en sus artículos: pueden publicar un perfil público y a continuación una nota que cuestiona específicamente dicho perfil. Lo llamativo, sin embargo, es que aunque todas las notas están firmadas, al finalizar cada artículo siempre aparece una insignia grupal: “///PACO”. Como si apelaran una organicidad enunciada desde la ironía.

Si consideramos al modo de ser del medio como una organización particular de miradas y prácticas compartidas, el ejemplo anterior no implica una coherencia interna ni homogénea. En el abordaje de revistas digitales, sobre todo en las que apelan a una relación estrecha con lo “actual”, esto se complejiza por la forma en que la crítica cultural exige un trabajo mucho más urgente, contradiciendo los tiempos de la escritura y el análisis. La heterogeneidad reina, sobre todo en revistas donde, justamente, otros elementos dan cuenta de organizaciones que no transparentan una intención proyectiva: Paco ofrece en su sección Staff (la única sección informativa que presenta, además de “Dame la guita”, que solicita suscripciones a los lectores) sólo una lista de firmas que (se aclara en un texto) son responsables de los artículos que publican. No hay jerarquías, no hay responsables, no hay editores, y cada autor acompaña su firma con su identificación de usuario en Twitter, evidenciando un elemento más de esa propuesta editorial: la novedad, el flujo de información y la fragmentariedad como valores en la ética de producción de la revista11.

4. Vínculos entre las revistas y otros soportes y formatos de publicación. Esta dimensión atañe a los nexos entre aspectos internos y externos porque se involucra con el estudio de las relaciones entre autores y lectores (visibilidad), entre revistas y mercado editorial (convivencia de soportes), entre pares (relaciones dentro del campo de producción cultural e intelectual). La especificidad es innegable porque el ecosistema de medios conectivos (Van Dijck, 2016) exige profundizar los vínculos que establecen las revistas digitales con, por ejemplo, productos de la industria editorial, o la administración de cuentas en plataformas como Facebook, Twitter o Instagram. Hay un abanico de vínculos estratégicos entre soportes y formatos que ofician de mediadores para alcanzar objetivos editoriales más amplios.

Imágenes 3 y 4: plantilla de inicio de Paco y sección de Staff de la revista (consulta 22-07-19). 

Los cambios en las formas y hábitos de lectura y escritura, en medio de un proceso de incesante fragmentariedad y aceleración del flujo de información, exigen poner el acento no solo en la unidad de publicación (posteo) sino también en la extensión de éstas (sobre todo pensando en el contenido textual). Pueden encontrarse cuentos, crónicas, ensayos, entrevistas, relatos no ficcionales o artículos de gran extensión, como también una dinámica de microposteos que las mismas revistas publican a través de sus cuentas en plataformas sociales, con los que buscan captar lectores adelantando recortes o fragmentos de los contenidos. Esto habla, evidentemente, de la configuración de un nuevo mercado simbólico adecuado a las exigencias de las rutinas digitales, no necesariamente atado a la lógica editorial del libro o la revista impresa: ¿cómo difunden las revistas sus novedades? ¿A través de qué medios lo hacen? ¿A qué gramáticas de publicación se someten? ¿A qué tipo de lectores apuntan, a qué hábitos de lectura o consulta? ¿Qué dispositivos técnicos se contemplan para captar lectores: computadoras, tablets, smartphones? ¿Cuánto neutraliza, o ayuda, la mediación digital cotidiana a las políticas editoriales de cada revista? ¿Qué formas textuales o de intervención propician la lectura de los contenidos publicados en cada sitio web?

El componente interactivo (popularizado con el blog y la web 2.0), y su superación conectiva que implicó la controversial denominación de web 3.0 (basada en las bases de datos, la web semántica y la aparición de las plataformas sociales) concentran los cambios más significativos para abordar la especificidad de las revistas digitales. Esto incluye dos grandes acciones que las revistas reproducen: por un lado, las posibilidades de intervención por parte de lectores-usuarios (comentarios), que pueden estar configurados por las mismas revistas, a través de los servicios de blogging, o adaptar las herramientas algorítmicas de Facebook para vincular los sites de las revistas con sus cuentas en la plataformas y unificar el feedback con los lectores. Por otro, quizás la más recurrente, antes mencionada: el uso, por parte de los editores, de las plataformas para hacer visible cada contenido publicado. Esto se lleva a cabo con la administración de las redes para que cada nuevo posteo en la revista se replique automáticamente en las plataformas. Es insoslayable el análisis de las condiciones técnicas y sociales en que se produce hoy la relación lectura- escritura en la transmedialidad (Scolari, 2013). Desde los conceptos mismos, esto involucra a autores, lectores y otras mediaciones desde una instancia actualizada y en cierto modo fusionada, que García Canclini definió como lectores-usuarios-internautas (García Canclini, 2009: 14).

Imágenes 5 y 6: adelantos de Humo Digital en Twitter y venta de Anfibia Papel en su blog web (consultas: 22-07-19). 

En medio de esta complejización, podemos citar ejemplos de revistas que alimentan tanto la producción impresa como la condición digital y transmedial. Orsai, Humo y Coso mantienen sus blogs12 donde publican artículos, ensayos y relatos que forman parte de sus ediciones en papel. Los tres proyectos se editan en formato revista-libro, y usan los blogs para comercializar las ediciones impresas pero también para publicar artículos e imágenes y videos que el papel restringe. A su vez, los tres proyectos mantienen cuentas en Facebook y Twitter. Humo, a diferencia de las otras, que usan posteos individuales en plataformas para difundir sus contenidos, ofrece adelantos de sus ensayos y crónicas en forma de hilos de tuits (Twitter threads): esto es, desplegando fragmentos de textos extensos en cadenas de microposteos, debido a la restricción de caracteres. Anfibia, que nació como revista digital, publicita en su sitio web, como en Facebook y Twitter, no solo contenidos sino también talleres de capacitación, de redacción, podcasts, series documentales que produce y la comercialización de Anfibia papel, su proyecto de revistas-libros que ya tiene una edición titulada Poliamor. Anfibia papel se vende en librerías de Argentina y es publicitada bajo el siguiente slogan: “Anfibia se hace materia. Después de 7 años de vida digital desea un romance nuevo. Y porque hay cosas que solo se pueden decir en papel”13.

La temporalidad como problema central

Recapitulamos las premisas metodológicas más importantes, expuestas por los referentes teóricos, para abordar las dimensiones descritas en torno a las revistas digitales: estudiar a las revistas como formas de organización e intervención en el seno del campo de producción cultural e intelectual, atendiendo siempre a la herencia impresa y su funcionamiento actual en la convivencia de soportes; estudiar los contenidos textuales e hipermediales de las revistas desde sus géneros, argumentos, retóricas, estrategias de enunciación y políticas de diseño; articular las acciones de las revistas con las trayectorias y proyectos de sus miembros, lo que exige estudiar los orígenes, recorridos y hasta reconocer el carácter inorgánico de ciertos grupos responsables.

Desde la especificidad de las revistas argentinas, es necesario destacar cuánto han cambiado las condiciones de producción intelectual y artística a partir, primero, de la creciente concentración y polarización editorial que comenzó en la década de 1990, en un marco de ausencia estatal y redefinición de valores políticos e ideológicos (Botto, 2002; Drucaroff, 2007); luego, por un cambio de siglo que implicó atravesar una crisis estructural en el país conjugada (casi paradojalmente) con la consolidación del avance de Internet y la popularización de los medios digitales en todas las esferas de la vida social (referencia oculta autor/a), y por tanto en las formas de circulación de la palabra y el conocimiento. El siglo XXI comenzó en Argentina con una economía devastada, un mercado editorial en déficit y una dificultad cada vez mayor para publicar en papel, sobre todo para proyectos de pequeña envergadura (Echevarría, 2009).

Durante las décadas de mayor auge e injerencia de las revistas culturales en el campo intelectual y literario (podríamos decir, desde 1950 hasta fines de los 80, con el nefasto proceso dictadorial en el medio), la tensión aquí abordada en las voces de Sarlo (1992), Gramuglio (1983) o Delgado (2014) entre la estructura social, el mercado y la producción cultural asumía horizontes claramente distintos a los actuales. Situados en plena expansión de la cultura digital, con la constricción de las comunidades ideológicas y la legitimación del discurso intelectual en baja, la estructura mediática omnipresente y la exaltación de los públicos segmentados, la noción de fracción de clase como elemento metodológico de análisis no parece central para dar cuenta del estado de producción literaria e intelectual, en un escenario cada vez más polarizado respecto del consumo. De igual modo, creemos necesario actualizar nociones como ideología cultural que, aunque sigue representando un aspecto decisivo para el análisis sociocultural, por ese mismo desarrollo tecnológico- informacional, y para comprender la brecha entre la estructura social y la económica, hoy no tiene la injerencia que supo tener en la evolución y el protagonismo de las revistas, insertas en un campo de producción restringido. Las ideologías culturales están más problematizadas que nunca, y han alcanzado una complejidad ineludible con la creciente estructura de medios, pero esto sucede en una época donde, justamente, las condiciones de enunciación reconocidas para el discurso intelectual han sido desbordadas por otros discursos de la “máquina” de consumo, como la agenda periodística y la palabra de técnicos y especialistas autorizados (hoy traducido en una forma de espectacularización de la crítica cultural) (Sarlo, 1992, p. 7). Si tuviéramos que reconocer un terreno donde el debate ideológico ha comenzado a desenvolverse con entusiasmo, es justamente el de la circulación y su origen: revistas que pueden reflexionar sobre sus propias condiciones de producción.

En este sentido, al sistematizar premisas metodológicas para abordar la sintaxis interna de las revistas, y su necesaria articulación con las vicisitudes externas, las fricciones entre el abordaje social y el análisis de manifestaciones culturales y artísticas se expresan en términos de posicionamientos frente a las agendas de los medios más poderosos, los tiempos y las formas de circulación de la información, y las velocidades involucradas en los procesos interpretativos. Aquí los englobaremos dentro del problema de la temporalidad, como noción que media entre las relaciones objetivas del campo cultural, la dimensión técnica de los soportes y las condiciones subjetivas de los productores.

La indagación sobre la temporalidad fundamenta, en muchos casos, la razón de ser de las formas de intervención que sostienen las revistas, es decir, la base de las fricciones entre contexto-forma-contenidos. Montaldo (2017) asocia el problema de la temporalidad al de la obsolescencia, que en origen remite al reemplazo programado de los dispositivos tecnológicos pero que luego piensa en términos de modos de consumo: una “forma cultural” de relacionarnos tanto con objetos como con la inmaterialidad (Montaldo, 2017, p. 51). El presente de la cultura, para Montaldo (2017), se somete al mismo régimen de novedad y recambio que los productos del mercado. Un cortoplacismo donde se desintegran sentidos a costa de sumergirnos en un presente expandido por los medios digitales.

La salvedad frente a esto es una concepción de lo contemporáneo (ese vivir inmersos en el presente) que no se opone “al espesor de la historia” (Montaldo, 2017, p. 51). A esto le llama habitar las singularidades, no sometiendo lo contemporáneo a un régimen interpretativo de la Historia (emulando, quizás, viejos procesos) sino enfocándose en el presente y su tránsito con una “conciencia del cambio como problema de la experiencia cotidiana” (52). Montaldo (2017) llama a esto una politización del tiempo que, cree, es la perspectiva que permite pensar nuevas alternativas frente a la uniformidad de determinados campos, por ejemplo el literario. Las revistas digitales, en este sentido, han cosechado prestigio como vehículos de nuevas publicaciones y de apertura de diálogos y experimentos estéticos, presentando nombres o textos que no responden a las demandas precisas del mercado (Montaldo, 2017, p. 52).

Otros episodios reflexivos también comparten esta línea. En agosto de 2016, la revista Carapachay ofreció un editorial, a propósito de la coyuntura política en Argentina, en el que se posicionaba frente al problema de la actualidad.

Para un14a revista que sale cada cuatro meses, (…) el riesgo latente de ser inactual siempre acecha. Pero la actualidad por más apresurada y variable que se nos presente, no impide que la revista se inscriba en un tiempo propio y en un conjunto de tradiciones, lecturas y escrituras con las que nos interesa dialogar14

Esto se acerca a la definición de revista que propuso Stedile Luna (2017), más allá del soporte: un corte, un ejercicio de anacronismo. Una revista siempre corre contra el tiempo porque el tiempo es allí “donde se traman las urgencias” (Stedie Luna, 2017, p. 258). En el mundo conectivo, ese tiempo parece detentado por las plataformas sociales, y las revistas aportan heterogeneidad a un paisaje de por sí tan inconcluso como abrumador. Como Carapachay, que eligió “correr desde atrás”, desde su primera intervención pública, como política de diálogo con sus lectores-navegantes-interlocutores.

Entre la enorme diversidad de revistas que hay en Argentina, Stedile Luna (2017) distingue dos grupos para pensar la relación con la actualidad. Por un lado, las periodísticas, “que trabajan sobre lo que las luces de la agenda no dejan ver”, o proponen formas alternativas de pensar la escritura periodística (Stedile Luna, 2017, p. 263): allí podríamos colocar, entre las digitales, a Paco, Anfibia, Crisis o Panamá. Por otro lado, las revistas que producen “en los reversos de la urgencia mediática” (Stedile Luna, 2017, p. 263). Allí podríamos colocar a Carapachay, Atletas, Humo, Colofón, entre otras. Si tomamos la fundamentación de Stedile Luna (2017), entre las primeras es posible rastrear acciones de comunicación que se oponen a las hegemónicas-informativas, o que proponen debates que cuestionan la estructura académico-científica de las publicaciones especializadas. La crítica, en estos casos, apunta contra la información como producto de consumo, en la línea de Montaldo (2017). Proyectos que intervienen para contrapesar al dato-mercancía y a las narraciones homogeneizantes (Stedile Luna, 2017). Entre las segundas, quizás se encuentra la mayor aspiración anacrónica, desde la coyuntura actual: reflexionar, cuestionar, hipotetizar sobre nuestro estado de cultura. Proyectos que ensayan ficciones, imaginarios, revisiones entre la historia y el presente. Una política del desfase que pugna, justamente, por tratar de distinguir actualidad de contemporaneidad desde gramáticas específicas (Stedile Luna, 2017).

¿Es posible, en medio de estos posicionamientos, reconocer voluntades programáticas? ¿Se justifica el intento de adecuar premisas y dimensiones metodológicas de la cultura impresa para abordar un universo tan atomizado, vertiginoso e inasible? Creemos que sí. Entre tales fricciones por las formas de conocer y comprender contextos-formas-contenidos de las revistas, inmersas en la dinámica de la crítica, la recepción y la restauración interpretativa que hace equilibrio entre la historia y el tránsito inconcluso que las caracteriza, estas premisas pueden ayudar a reconocer líneas de acción y proyectivas aunque no haya manifiestos o posicionamientos explícitos. Voluntades de intervención que, aunque no ostenten la estabilidad que supieron tener otros proyectos en contextos sociales, políticos y estéticos distintos, hoy se constituyen como propuestas alternativas, efervescentes y, en algunos casos, autónomas a la hora de construir el estado de la producción intelectual.

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1 Hablamos de “plataforma” en lugar de “red social” porque, siguiendo a Van Dijck (2016), permite atribuciones figurativas, socioculturales y políticas. Estos sitios permiten, además de escribir o hacer correr un código, comunicarse, interactuar y vender (18).

2Destaco los siguientes: Delgado, V., Rogers, G. (eds). (2017). Tiempos de papel. Publicaciones periódicas argentinas (siglos XIX-XX). FaHCE, Universidad Nacional de La Plata. Delgado, V., Mailhe, A., Rogers, G. (Coords.) (2014). Tramas impresas. Publicaciones periódicas argentinas (siglos XIX-XX). FaHCE, Universidad Nacional de La Plata. Badenes, D. (comp.). (2017). Editar sin patrón. Club Hem.

3Desde el comienzo de la investigación hemos relevado numerosas revistas: Bazar americano, No retornable, El interpretador, Los asesinos tímidos, Revista Tónica, Eterna Cadencia Blog, Los trabajos prácticos, Revista Anfibia, Revista Planta, Big Sur, Espacio Murena, Revista Paco, Mar Dulce Magazine, Revista Luthor, Contratiempo, Carapachay, Kundra, Sudestada, Atletas, Almagro, La Tinta, Linterna, Islandia, Chocha, Panamá, Leedor, Revista 27, Sonámbula, Crisis, Coso, Orsai, Pampa Revista,, Socompa, El Flasherito, Boca de sapo, Jennifer, Colofón. El análisis de los casos del corpus continúa por la dimensión del trabajo.

4Que el archivista tenga el poder de registrar y producir el acontecimiento a través de los materiales de archivo es una consigna que surge de una noción de archivo que excede a la archivística y sus tres grandes consideraciones de lo que es un archivo. Por lo tanto, esto no remite a una perspectiva estática de la cultura documental, en tanto “política de archivación” que sólo concibe a estos documentos acumulados como mirando al pasado (Delgado, 2014: 18). Esto se corre de una idea documentalista y exhumatoria, o antologicista: la evolución o el devenir de las revistas, más allá del soporte, van discutiendo esta forma de mirar desde la misma naturaleza cambiante de los proyectos, desde la ligazón que tienen con temas y problemáticas actuales, y con su función como medios de experimentación y visibilización de estéticas e ideas. Las revistas comparten, para nosotros, una cualidad intrínseca de los archivos: no están quietos, y por lo tanto pueden considerarse siempre en proceso (referencia oculta autor/a).

5El énfasis nos corresponde

6Anfibia se define como “revista digital de crónica, ensayo y relato de no ficción que trabajar con el rigor de la investigación periodística y las herramientas de la literatura” (ver http://revistaanfibia.com/que-es- anfibia/). Panamá ofrece en su site un subtítulo: “No todo es política” (ver http://www.panamarevista.com/). Paco, también en su plantilla de inicio, ofrece otra frase: “La revista que humedece/ tu sequedad crónica” (ver https://revistapaco.com/).

7www.elinterpretador.com.ar / www.no-retornable.com.ar

8Polvo, en su sección “Staff”, ofrece premisas concretas: escapar del academicismo y el elitismo narrativo; incorporar una mirada periférica que escape de la producción urbana; “empuñar” la crítica sin slogans políticos partidarios. Carapachay, en su editorial N° 1, afirma “En lo que tiene que ver con la substancia (…), la pregunta por la Nación, sus imágenes, sus sentencias, por la literatura, por el cine, por la política, por la historia y por tantas otras cosas. Temas dispares y diferentes que sin embargo, no dejamos de pensar de manera conjunta, como si fueran parte de un entramado que constituye un todo particular”. Colofón, en su sección “Acerca de”, afirma: “Colofón Revista Literaria une a curiosos, escritores y lectores de Hispanoamérica y España en una causa común: la literatura en castellano. Aprovecha las ventajas de la era digital para borrar las fronteras que obstaculizan el libre tránsito editorial por la comarca de la Ñ. Luego de un par de años del singular peregrinaje entre tabletas, celulares, móviles, computadores y ordenadores (…) Colofón renueva su compromiso con los lectores al proponer formas más creativas de intercambio cultural: convertir a la web en la superautopista del género más antiguo del conocimiento periodístico, la reseña”.

9Ver plantilla de inicio en Imagen 3.

10GIF es la sigla de Graphic Interchange Format, un formato gráfico cada vez más popularizado en plataformas web y aplicaciones que permite mostrar animaciones o “imágenes en movimiento” sin la necesidad de cargar un archivo de video.

11Para Delgado (2014), el estudio de la constitución de un grupo, con la intención de dilucidar modos de ser, permitiría conocer sus “grados de apertura”, su relación con las instituciones, sus políticas específicas de crítica, edición o divulgación (Delgado, 2014, p. 23). Revista Paco es un ejemplo del valor que puede tener este tipo de abordajes para comprender intervenciones de grupos editores históricamente situados pero asimismo deslocalizados y fragmentados.

12Se puede consultar Humo Digital en https://www.revistahumo.com.ar/category/humo-digital/. Orsai: https://revistaorsai.com/. Coso: https://coso.com.ar/

13Consultar en https://revistaanfibia.com/tienda/

14Consultar en https://revistacarapachay.com/2016/08/12/editorial-n4/

Recibido: 31 de Diciembre de 2019; Aprobado: 25 de Marzo de 2020

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