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Revista argentina de radiología

versão On-line ISSN 1852-9992

Rev. argent. radiol. vol.72 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires abr./jun. 2008

 

SIGNO RADIOLÓGICO

Signo de la aorta flotante

Carolina Sancho-Miñano

Fundación para la Comunidad-Instituto MATSA. Laprida 533. CP: 4000. San Miguel de Tucumán. Tucumán. República Argentina.

Correspondencia: Dra. Carolina Sancho-Miñano: petu.sanchominano@gmail.com

Recibido: ; aceptado: enero 2008
Received: ; accepted: january 2008
©SAR-FAARDIT 2008

El signo de la aorta flotante fue descripto por Havrilla, Reich y Haaga (1) en 1977 y constituye un verdadero indicador de patología retroperitoneal. Puede observarse en tomografía computada (TC), resonancia magnética (RM) y eventualmente en ecografía, aunque no está descrito por este método.
La aorta abdominal normalmente está situada junto a la superficie anterior de la columna dorsal baja y lumbar, separada de ella solamente por el ligamento vertebral común anterior, las venas lumbares izquierdas, tejido adiposo y ganglios linfáticos periaórticos. En imágenes de TC, algunas patologías paraaórticas pueden determinar el desplazamiento anterior de la aorta abdominal -que "flota" en la superficie o en el seno de la entidad que lo provoca; constituyendo así este signo (1) (Fig. 1).


Fig. 1. Signo de la aorta flotante en un paciente de 37 años de edad de sexo masculino con linfoma no Hodkin. TC obtenida tras la administración de contraste oral y endovenoso, donde se observa existencia de una voluminosa masa retro y paraórtica (*), la que produce desplazamiento de dicha estructura vascular en sentido anterior (flecha).

En el estudio realizado por Riyadh Al-Okaili, de la University of South Carolina, y publicado en el Southern Medical Journal del año 2002 (2), se comprobó que la distancia que separa la pared posterior de la aorta de la columna vertebral en el hombre es de 10 mm y en las mujeres de 7,3 mm; una distancia mayor puede sugerir la existencia de una masa retroperitoneal.
Por lo tanto, el signo de la aorta flotante puede ser producido por una amplia variedad de procesos caracterizados por la existencia de una masa a nivel retroperitoneal (tabla 1).

Tabla I: Masas retroperitoneales.

El linfoma abdominal es la patología más frecuente causante de este signo; lo determinan las adenomegalias paraórticas masivas que llevan al desplazamiento anterior de la aorta abdominal (3).
La TC ha sido la técnica de imagen elegida para el estudio del retroperitoneo en pacientes con linfoma no Hodgkin, la mayoría de los cuales muestran afectación abdominal. Los ganglios linfáticos aumentados de tamaño pueden aparecer como masas aisladas o como un tejido blando confluente que oblitera la grasa retroperitoneal y causa la pérdida de definición de los planos de la grasa entre la aorta y la vena cava inferior. La neoplasia afecta a muchos otros grupos ganglionares, como los retrocrurales, gastrohepáticos, paraceliacos, periportales, peripancreáticos, los de la cresta iliaca posterior y los pélvicos (4).
Con respecto al seguimiento de la patología, se utiliza la TC para ayudar a planificar las puertas de entrada del tratamiento (radioterapia-quimioterapia), así como para controlar la evolución de la enfermedad (4).
La resonancia magnética puede ser útil en los pacientes con masas fibrosas residuales tras el tratamiento ya que, aunque puede existir cierta superposición, las masas tumorales suelen permanecer brillantes en las imágenes ponderadas en T2, mientras que las cicatrices o la fibrosis crónica son oscuras. Los pacientes en los que la RM muestre masas residuales de señal alta deben ser vigilados más estrechamente o incluso puede estar indicada la realización de una biopsia (4).
Sin embargo, las técnicas de Medicina Nuclear son las que mejor permiten evaluar la situación masa residual inactiva vs. enfermedad persistente o recidivante. Tradicionalmente, el citrato de Galio-67 con técnica planar o mejor aún la tomografía por emisión de fotón único-SPECT- han permitido diferenciar entre tejido residual inactivo y activo. Actualmente, las técnicas de tomografía por emisión de positrones (PET), que van adquiriendo mayor difusión, con Flúor-18 Desoxiglucosa o incluso evaluando la perfusión tumoral con agua marcada con Oxígeno-15, permiten una correcta discriminación entre las dos situaciones planteadas (4).
Los tumores de testículo, melanoma, riñón, cérvix, endometrio, ovario, próstata y vejiga suelen metastatizar en los ganglios retroperitoneales. En líneas generales, los ganglios metastásicos son más pequeños y más nodulares que los afectados por linfoma (5).
Con respecto a la sarcoidosis, se han comparado los hallazgos en tomografía con los de los linfomas retroperitoneales (6).
En la amiloidosis secundaria -según los mismos autores- los pacientes pueden desarrollar grandes masas fibrosas o ganglios retroperitoneales (6).
El neuroblastoma abdominal puede infiltrar alrededor de la aorta y de los vasos abdominales superiores; suele presentarse como una masa irregular con calcificaciones, sin cápsula definida (7).
En la fibrosis retroperitoneal idiopática, la imagen en TC puede oscilar desde una mínima formación de bandas periureterales hasta la aparición de grandes masas lobuladas que obliteran los planos de la grasa entre la aorta y la vena cava y que son indistinguibles de las adenopatías masivas. Generalmente rodea (más que desplaza) los grandes vasos (7).
Finalmente, rescatamos un signo descrito hace 30 años, un poco olvidado, ya que la literatura radiológica mundial es escasa en su referencia. Sin embargo, consideramos importante su comunicación ya que la identificación de este signo en la práctica diaria debe hacernos sospechar la existencia de adenomegalias retroperitoneales de las que el linfoma es su causa principal.

Agradecimiento

A los doctores Oscar López y Orlando E. Zarlenga por guiarme en la búsqueda de material y por el tiempo dedicado para revisar el trabajo.

Bibliografía

1. Havrilla TR, Reich NE, Haaga JR. Tomografía Computada. En: Eeisemberg RL. Atlas de signos radiológicos. Barcelona: Médici 1986: 474.         [ Links ]

2. Al-Okaili R. Displaced plaque in retroperitoneal adenopathy. South Med J 2002; 95(8): 857-859.         [ Links ]

3. Nishino M, Hayakawa K, Minami M, Yamamoto A, Ueda H, Takasu K. Primary retroperitoneal neoplasms: CT and MR imaging findings with anatomic and patologic diagnostic clues. Radiographics 2003; 23: 45-57.         [ Links ]

4. Collins CD. Panel discussion: myeloma & lymphoma. Cancer Imaging 2004; 4 (Spec No B): S111-S135.         [ Links ]

5. Cohan RH, Dunnick NR. Retroperitoneo. En: Haaga JR, Lanzieri CF, Sartoris DJ, Zerhouni EA. Tomografía computada y Resonancia Magnética, Diagnóstico por imagen corporal total. Madrid: Mosby 1996: 1289-1319.         [ Links ]

6. Lee JKT, Hiken JN, Semelka RC. Retroperitoneo. En: Lee JKT, Stanley RJ, Sagel SS, Heiken JP. Body TC, correlación RM. Madrid: Marbán 1999: 1023-1079.         [ Links ]

7. Burgener FA, Kormano M. Retroperitoneo. En: Burgener FA, Kormano M. Diagnóstico por TC, patrones de diagnóstico diferencial. Madrid: Marbán 1998: 318-325.         [ Links ]

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