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Revista argentina de radiología

On-line version ISSN 1852-9992

Rev. argent. radiol. vol.76 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jul./Sept. 2012

 

CARTA AL EDITOR

Animarse a cambiar, una manifestación de la inteligencia aplicada*

 

Carlos Bruguera

Médico Radiólogo - Ex Presidente de la SAR- Médico del Hospital Italiano de Buenos Aires - Director del Instituto de Enseñanza Audiovisual en Diagnóstico por Imágenes.

Correspondencia: bruguerac@intramed.net

Recibido: febrero 2012; aceptado: marzo 2012
Received: february 2012; accepted: march 2012

Dice un antiguo refrán que el cerebro debe ser de cera para aprender y de mármol para retener. Estas palabras, posiblemente, escondían una gran verdad en aquellas épocas en las que la evolución del conocimiento era muy lenta y la transmisión generacional se daba sin necesidad de modificar los métodos de trabajo o investigación.
En la actualidad, la velocidad con que se transforman los procesos y técnicas nos permite tener progresos más rápidos, pero, a su vez, somos nosotros mismos los que se convierten en el principal obstáculo para que ese conocimiento fluya hacia nuestro interior y modifique nuestras conductas.
De hecho, en muchas ocasiones, lo "aprendido de los maestros" se termina transformando en una pesada piedra para nuestros avances. En este sentido, hay que ser capaces, a través de una autocrítica severa y mucho estudio, de actualizar constantemente nuestros saberes e incorporar los beneficios de los nuevos datos y tecnologías.
"No es lo mismo una experiencia de 20 años que repetir durante 19 años lo aprendido en el primer año", se dice, y es verdad. A pesar de los vertiginosos cambios, muchos profesionales se niegan a modificar sus prácticas por la inseguridad que les genera reemplazar una rutina sólidamente establecida y con buenos resultados relativos por una nueva (aun cuando ésta sea más precisa, confiable, rápida y menos dolorosa para el paciente).
Los casos ciertamente son muchos, pero, por ejemplo, en lo que respecta a los grados de la placenta establecidos por el Prof. Peter Grannum, finalmente se demostró que la presencia de calcio en los septos placentarios no se correspondía con la edad del embarazo sino con los niveles de calcio de la embarazada. Si bien hace ya más de diez años que la literatura desaconsejó su uso, en muchos ambientes todavía se continúan utilizando. Es decir, se asimiló e incorporó el saber, pero no se aprendió a descartarlo.
¿Falta de estudio y actualización o incapacidad para borrar de la mente lo aprendido (aunque sea un conocimiento perimido)?
Animarse a pensar distinto no significa objetar de manera inconsistente cualquier concepto o noción, sino estudiar un tema desde su raíz y presentar una crítica al mismo sobre bases sólidas. El Prof. Robert Fraser, famoso por su libro sobre radiología del tórax, tenía en su despacho, colgada detrás de su sillón, una frase de enorme sabiduría que decía: "Si tiene una idea brillante, tráigala por escrito". Así, obligaba al joven médico contestatario a investigar y a repensar sus ideas antes de formulárselas al maestro. Fraser no le decía que no a una idea innovadora, sino que invitaba a pensarla y escribirla, estimulando al médico a realizar un estudio profundo sobre ella. Esta metodología yo la sufrí en carne propia. En 1973 pasé un tiempo en su Departamento, en el Royal Victoria Hospital de Montreal (Canadá), y se me ocurrió filmar una película sobre el aprendizaje de la radioscopia del tórax. Escribí el argumento y las tomas que debía incluir para hacerla didáctica y le presenté todo en una entrevista debidamente concertada. Luego de escucharme atentamente, me preguntó: "¿Qué aporta de distinto la radioscopia al obtener una placa en inspiración y otra en espiración?". Con este interrogante, mi proyecto se desmoronó, me disculpé y me retiré contento por haber aprendido cómo hace un maestro para estimular inteligentemente a un joven. El fracaso, pasado el enojo inicial, sirve para crecer.
Desde esta perspectiva, especialmente los mayores pero también los jóvenes, todos debemos ejercitar nuestro cerebro para permitir que el intelecto evalúe y compare las nuevas ideas y, finalmente, decida si las adopta o no.
Un inconveniente dentro de este proceso es el acceso a la información a través de la Red. Internet puede resultar fantástica, en tanto pone a nuestro alcance y en "catarata" los últimos trabajos de todas las especialidades; sin embargo, estas publicaciones son información, no formación. Es decir, lo que más leen los jóvenes son artículos recientes que, a veces, tienen evaluaciones demasiado tolerantes o influenciadas por un sponsor comercial (cuyo único interés es vender su producto). En este sentido, noto en general muy poco interés en acceder a los artículos de revisión y menos todavía en leer los libros clásicos de la especialidad que resumen el conocimiento consolidado sobre un tema.
Los maestros o los profesionales de mayor experiencia no sólo debemos estimular el espíritu "progresista" de nuestros jóvenes especialistas a través del intercambio de información con especialistas de otras ramas, sino que, además, tenemos que ser creativos al momento de enfrentar problemas irresueltos, poco o mal explicitados en la literatura. Fomentar el estudio profundo sobre un tema siempre resulta beneficioso, ya que, de ese modo, aparecen enseguida esas "lagunas" de ignorancia que resultan en un territorio fértil para el investigador incipiente.
Una tijera, una pinza o una aguja curvas son variantes que "alguien" creó para resolver un problema. Simplificador quizá fue el espíritu de McBurney al idear una técnica de apendicectomía de fácil realización o el de Grisholm al inventar una "parrilla antidifusora" para eliminar la radiación secundaria; también el de Potter y Bucky, que pensaron que debían borrar las rayas que afeaban la placa y le instalaron un sistema móvil que aún se usa. Resolver una dificultad, mejorar la calidad, trabajar con mayor eficiencia, sistematizar inteligentemente, organizar, protocolizar, hacer sufrir menos al paciente o encontrar una manera más rápida de llegar a un diagnóstico preciso son, en la actualidad, los motores más frecuentes de nuestra inquietud médica.

*El editor no se hace responsable de las opiniones expresadas en la correspondencia.

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