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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.13 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July/Dec. 2007

 

ENTREVISTAS

Tender puentes. Entrevista a Isabel Morant*

Adriana Valobra**

* Profesora de Historia moderna, Universidad de Valencia.
** Universidad Nacional de La Plata

La historiadora Isabel Morant visitó la Argentina con motivo de las VIII Jornadas de Historia de las Mujeres que se realizaron entre el 25 y el 28 de octubre de 2006 en Villa Giardino, Córdoba. Allí, presentó sus aportes al tema "Mujeres con Historia/ s: los géneros haciendo historia". Morant es un importante referente feminista por su producción historiográfica y por su labor como editora de la Colección Feminismos y del proyecto en cuatro volúmenes Historia de las Mujeres en España y América Latina, ambas de la editorial Cátedra.
Durante la entrevista realizada en Buenos Aires el 4 de noviembre del mismo año Isabel Morant, una mujer atenta y de una afable locuacidad, resaltó su lucidez y su apertura y disposición para el diálogo en el que se pueden pulsar con nitidez las cuerdas de su evidente impulso de sororidad.

— ¿Cómo llegó a convertirse en historiadora y editora? ¿Cuáles fueron los jalones de este recorrido profesional?
— En realidad, mi dedicación a los temas relacionados con la historia de las mujeres están vinculados con el feminismo de los años 70 en España, un poco antes de la muerte del Dictador. Yo era estudiante en el año 69, y en la Universidad había una gran movilidad social, muchos de los estudiantes universitarios éramos antifranquistas. Y fue allí las mujeres donde nos dimos cuenta que teníamos una problemática específica que no era comprendida por los militantes de los partidos políticos, que en ese momento, estaban abocados a la lucha antifranquista. Pero, nosotras quisimos empezar a discutir sobre nuestros problemas específicos y de ahí surgió un cierto distanciamiento de los partidos tradicionales; queríamos crear nuestros propios grupos y tener nuestras propias asambleas.
     En los años 70, antes de la muerte de Franco, éramos gente con ilusiones, con ganas de cambiar las cosas, y estábamos en los partidos que nos parecían más combativos, más radicales. La verdad fue que yo tenía poca formación libresca. Me guiaba por mi sentido común. Choqué con ellos y me expulsaron. Creo que el feminismo tuvo bastante que ver con ello. Desde entonces, no volví a militar, pero siempre he estado a la izquierda y lo sigo estando. Ahora estoy muy contenta de que haya un gobierno como el de Zapatero y un gobierno paritario en España. Estamos encantadas con nuestra vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que es una mujer feminista muy valorada por el electorado.
     Mi interés por el feminismo se trasladó al plano profesional. De pronto, yo estaba haciendo mi tesis sobre historia económica y social, que era lo que solíamos hacer entonces. La terminé, la leí y comencé a trabajar en la Universidad donde tuve un cargo académico: fui vicerrectora, la primera mujer en el primer gobierno elegido democráticamente en la Universidad de Valencia. Al acabar esta etapa de gestión, decidí cambiar mis objetivos como investigadora, inclinándome hacia una historia más social, menos economicista y estructuralista, en la que pudieran tener cabida los problemas planteados por la historiografía feminista. A ello contribuiría una estancia en París, en donde estuve un año en la École des Hautes Études. En esa ciudad, empecé a interesarme por las ilustradas francesas y las españolas. En este momento, mis dos líneas de trabajo fueron, por un lado, las mujeres ilustradas del XVIII, las biografías intelectuales de esas mujeres en las que me interesó su ambición de saber, que veo tanto en España como en Europa en general.

— Pero ¿también te has interesado por el tema del matrimonio?
— Sí, fue el otro aspecto que me interesó. Tengo dos libros sobre ese tema. Uno se llama Amor, matrimonio y familia, dedicado al matrimonio en el XVIII.1 Luego, volví un poco hacia atrás, pues me fascinó la mirada de los humanistas frente al matrimonio. Me di cuenta que se podía trabajar muy bien con el discurso humanista y escribí sobre matrimonio y sexualidad en la literatura europea Discursos de la vida buena2.

— ¿Qué significó en tu carrera llevar adelante el proyecto la dirección de la colección Feminismos de la editorial cátedra?
— Eso fue una idea que tuve y la verdad es que fue buenísima. Fue en el año 90, cuando era vicerrectora de la Universidad de Valencia y, entre otras cosas, dirigía un servicio de publicaciones. Me pareció que una colección dedicada a estudios de las mujeres era necesaria en las universidades, porque empezaban a haber asignaturas y debates y no teníamos los estudiantes y las profesoras y los profesores los materiales necesarios.

— Ya había una producción muy importante en ese momento...
— Había una producción importante que se podía traducir y nosotras teníamos nuestra producción. Cuando la estaba diseñando y le iba a hacer la propuesta a la Universidad de Valencia, a mí misma... Es decir, mientras esperaba retirarme de mi cargo antes de hacer la propuesta, la editorial Cátedra se enteró y me propuso hacerlo con ellos. La Universidad quedó como socio. El Instituto de la Mujer también quiso participar.
     En este momento somos tres socios y ya llevamos casi dieciséis años trabajando juntos. Estamos llegando a cien números. Estoy muy contenta de esa colección. Es la única colección que existe en España con esas características.

— ¿Cómo combinás los criterios feministas y los de selección de títulos y autores?
— Están claramente connotados: Feminismos, nadie se equivoca. Pero, de veras, no los hemos acotado ni al feminismo de la igualdad ni al feminismo de la diferencia; todo cabe. He dado una gran importancia a que estuvieran las feministas clásicas, las teóricas clásicas del feminismo, aquéllas que se conocen, se manejan y se citan. Hemos procurado tenerlas en el catálogo. No sé si todos los textos, pero al menos hemos procurado tener algunos.
     El otro criterio ha sido tener todo lo posible de escritoras españolas o latinoamericanas, en castellano, por los inconvenientes propios de la traducción y de leer en el propio idioma.

     También hemos tratado de apoyar a las jóvenes. Nos llegan tesis doctorales que no se pueden publicar tal como las recibimos, pero pedimos que las cambien, que las adapten, pues me parece importante que las jóvenes puedan publicar. Entonces, los criterios serían: escritos del feminismos, autoras consagradas (pero también jóvenes) y algún señor (si lo amerita), que además, cuando se lo has pedido, le ha parecido maravilloso...

— ¿Cómo ves la relación entre la historia y otras disciplinas?
— El tema de la interdisciplinariedad creo que está muy presente en todos los estudios de las mujeres, porque los problemas y las preguntas que nos hacemos son muy parecidas, pero las respondemos desde distintos ángulos. A veces, la interdisciplinariedad sólo existe como intención, pero lo intentamos, intentamos que haya un diálogo entre disciplinas.

— En un sentido más amplio, ¿cómo creés que se vincula la historia con el importante y complejo bagaje teórico filosófico que se ha instalado en los últimos años?
— Es muy interesante tu pregunta, porque efectivamente, las historiadoras a veces trabajamos de una manera mucho más empírica. No es que no hagamos teoría, hacemos teoría, pero está mucho más diluida en la propia escritura de la historia; tardamos más, a lo mejor, en plantear teóricamente las cuestiones. Creo que está bien que nosotros hagamos las cosas así.
     La historia de las mujeres o de género tiene dos patas sobre las que se sustenta. Una son las preguntas y los debates que surgen en el seno del feminismo y, otra, las teorías que se manejan hacia el interior. En mi opinión, el feminismo debe mantener también un contacto con la disciplina, con los métodos de la disciplina. Scott plantea el tema del giro lingüístico; me parece que hay que escucharlo, lo plantée Scott o lo plantée Chartier, por ejemplo. Yo creo que hay que seguir discutiendo sobre cómo son nuestros procedimientos.
     Por lo tanto, al menos en España (conozco menos la situación en América Latina) hay un excesivo encerramiento en lo que podríamos llamar el grupo de estudios de género que tiene un planteo teórico claro, pero se deja un poco del lado del debate o la reflexión sobre los métodos de análisis. Eso me parece muy importante, y lo digo siempre, porque estamos en una etapa que ya hemos cubierto, como decíamos, la necesaria acumulación primitiva del capital que significaron las primeras investigaciones: había que visualizar a las mujeres, había que plantear los problemas que interesaban específicamente a las mujeres... Pero ahora, cada vez más, estamos en condiciones de ampliar nuestros objetivos temáticos, por ejemplo, al estudio de las masculinidades, así como nuestras reflexiones sobre público y privado, sobre el matrimonio o las relaciones familiares. Podemos mirar desde otro ángulo momentos importantes en la esfera cultural, por ejemplo, el discurso humanista o el ilustrado o el discurso liberal. Quiero decir que, cada vez, en mi opinión, debemos hacer una historia mucho más ambiciosa. La que hemos hecho es muy buena, pero podemos seguir ambicionando más en el sentido de revisar muchos de los temas habituales de la historia que ahora podemos mirar desde nuestra perspectiva de género.

— Planteás, por un lado, la visibilidad de las mujeres -hoy, tal vez un tanto reiterada, aun cuando concedamos que siempre hay mujeres o problemas que precisan mayor visibilización- y, por otro, la necesidad de recuperar, otros como las masculinidades. ¿Creés que existe tensión entre una historia de las mujeres divorciada de una perspectiva de género?
— Es una pregunta difícil. Puede ser que la respuesta sea sí. Pero, en general, la categoría de género se usa mucho, ha tenido éxito en España y, también, en la Argentina. En Francia, menos. Pero esa categoría de género no siempre se usa de igual modo. Yo creo que en muchos casos ha venido a ser un vocablo sustitutivo de mujer.

— ¿Sigue sucediendo? ¿Por qué se plantea desde el comienzo de la incorporación de la categoría de género como sustituto de la categoría mujer, y se sigue conservando sin cambiar sustancialmente esos usos?
— Exactamente. Creo que hay una historia de las mujeres cuyo objeto es el estudio de las mujeres y la categoría de género pretende complicar este estudio haciendo hincapié en el carácter cultural e histórico de la diferencia femenina. Pero no sé si todo el mundo utiliza la categoría de género en ese sentido. La propia Scott se ha planteado este tema y dice que cada vez más usa la palabra mujeres, historia de mujeres, porque ve que género ha perdido el contenido que se le había dado.

— ¿Es posible pensar que en esto influye la crítica que señala que al utilizar el concepto de género, de alguna manera, se diluye la especificidad de la dominación femenina?
— Los problemas son varios. En un texto que hemos editado en Feminismos, Del sexo al género (editado por Silvia Tubert)3, se apuntan todos los problemas que hoy las propias teóricas del género -americanas, españolas y francesas- han detectado. ¿Entonces qué problemas se detectan? Pues, lo que Linda Nicholson llama en este libro el "fundacionalismo biológico" (que según defiende) sigue interpelando al cuerpo de las mujeres. El dualismo sexo-género no ha superado el biologicismo. Luego, está el otro dualismo masculinofemenino que sitúa a los dos sexos en compartimentos estancos; y tampoco me parece que sea un modo muy eficaz de plantearlo. Yo creo que todas estas son cuestiones que hay que seguir revisando, seguir pensando.
     En castellano como en francés, tenemos la posibilidad de utilizar la diferencia sexual y la diferencia entre los sexos. Con lo cual la diferencia sexual podría hacer diferencia al cuerpo y diferencia entre los sexos podría hacer referencia a lo que queremos decir con género. Es mucho más claro en castellano. Yo soy una de las personas que hablo muchas veces de historia de las mujeres e historia de la diferencia de sexos, porque me parece que me entienden mucho mejor en mi lengua. Yo estoy queriendo decir lo mismo y no les complico tanto la vida.

— Aquí tenemos los problemas de la traducción y de la especificidad cultural del idioma...
— En Francia, muchas historiadoras cuando hacen un coloquio utilizan, por ejemplo, "Historia de las mujeres y del género" (Histoire de femme et de genre). Pocas veces hablan sólo de historia de las mujeres. Nosotras en España y en América latina hemos optado por "Historia de las mujeres". Sabemos que es una historia que básicamente tiene un enfoque feminista y de género, pero sabiendo también que cabían enfoques un tanto diferentes. Hay formas diferentes de hacer historia de las mujeres y hemos buscado a las autoras que nos parecían buenas en los temas que queríamos que se trataran. En el caso de España, hemos incluido algunos hombres que venían trabajando en esto y nos parecía que era interesante que estuvieran. Claro está que ha habido un consejo asesor y una dirección, en este caso, que exigen una calidad en los artículos que hemos publicado. De hecho, si se ve la obra, se ve que está pensada, que no es un saco en el que hemos ido poniendo las cosas. Los temas y los autores y autoras se conectan muy bien unos con otros, o sea, hemos dejado bastante margen de libertad para las formas de hacer historia.

— Si nos referimos al libro de Historia de las mujeres en España y América Latina, pensando que estamos en otra tarea diferente a la visibilidad, ¿cómo se resuelve en el libro la tarea metodológica que mencionabas? ¿Cómo traducimos todas estas preguntas, cómo las volvemos operativas? ¿Cómo se resuelve la cuestión de la periodización (si es que puede ofrecerse otra periodización desde la historia de las mujeres), marcando nuevos parteaguas como señalaba Joan Kelly Gadol?
— En primer lugar, cuando decimos que visualizamos a las mujeres hacemos un trabajo de reconocimiento de sus vidas, de sus modos de trabajar y de todo aquello en que se ocuparon; estudiamos lo que podríamos llamar los espacios de vida de las mujeres. Pero también hemos querido dar explicaciones sobre el cómo y el por qué de las especificidades y diferencias de las mujeres. Quiero decir, sin partir de teorías prefabricadas, hemos querido dar explicaciones respecto a por qué las cosas ocurrieron así y no de otro modo, por qué las mujeres fueron vistas así como un segundo sexo como diría de Simone de Beauvoir. Creo que en los textos hemos tratado de dar explicaciones acerca de cómo sucedieron las cosas, de cómo las relaciones de poder y de saber actuaron en contra de las mujeres. Entonces ¿qué ocurre? En ese camino nos encontramos con muchos momentos claves e importantes de la historia (como el Renacimiento, la Ilustración, las democracias modernas) que deben de ser revisadas a la luz de la historia de las mujeres como pretendía Joan Kelly Gadol en aquel artículo tan famoso en el que se preguntaba...

"¿Tuvieron las mujeres Renacimiento?" 4
— Pues, en realidad, no nos hemos preguntado tan directamente si hubo una Ilustración para las mujeres, pero sí qué significó la Ilustración para las mujeres, qué significó la construcción de las democracias modernas, por ejemplo. A mí me ha influido mucho Geneviève Fraisse y sus libros: Musa de la razón, la democracia exclusiva y la diferencia de sexos5 , o Los dos gobiernos: la familia y la ciudad, donde hace un repaso de lo que significan los siglos XIX y XX franceses, la filosofía política que llega hasta el debate actual sobre la paridad.6 Entonces, hemos revisado sino las cronologías, determinados momentos; dándoles un sentido más complejo, a veces diferente, a veces el mismo.

— ¿Este es uno de los objetivos con el que ustedes pensaron el proyecto de la Historia de las Mujeres?
— Por supuesto. Nosotras queríamos hacer dos o tres cosas. La primera, dar visibilidad a las mujeres. La segunda, mostrar los procesos, el cómo ocurrieron las cosas para demostrar que efectivamente no hay una naturaleza femenina absolutamente determinante que hace que las cosas, vengan dadas desde un inicio, sino que las mujeres -como los hombres- se hacen, como hemos podido ver en nuestros tomos; y cómo esto ocurre en unas determinadas estructuras y relaciones de poder. Hemos privilegiado la voz crítica de las mujeres que en determinados momentos de la historia, son capaces de mantener un punto de vista o una posición diferente a lo que podríamos llamar el modo en que se las visualizaba. Eso ha sido una constante, desde las monjas medievales hasta las reinas, las mujeres que escriben, que hacen teatro, las humanistas, las ilustradas, las políticas. Además, sobre todo a partir de los siglos XIX y XX, cuando ya tenemos fotografías, que hemos tratado de incluir. A mí me ha gustado mucho verlas, porque a veces las hemos leído y no sabemos cómo eran. Y, hechas esas dos cosas, efectivamente, ha quedado abierta una tercera cuestión: una reflexión sobre determinados momentos claves de la historia.

— ¿Cómo se posiciona el libro respecto de la Historia de las mujeres en Occidente de Duby y Perrot?7
— Debo reconocer que tengo una cierta influencia del feminismo francés y de la historia de las mujeres en Francia, conozco bien a Michelle Perrot y a otras autoras de esta historia y tengo una relación muy estrecha con Geneviève Fraisse. O sea que conozco bien el feminismo francés y aprecio sus formas de hacer historia. Y, en cierto modo, el formato que ellas tomaron de una cronología desde la Antigüedad a nuestros días, con apartados distintos, viene a ser el mismo. Lo que pasaba es que cuando esa obra se planificó se hizo con una mirada muy francesa, muy centroeuropea y norteamericana. Faltó una mirada española, y también latinoamericana. Entonces había menos contactos y era evidente que las directoras francesas no pretendían abarcar todos los espacios. Por nuestra parte, queríamos mostrar que en todos estos años se había construido una historiografía referida a las mujeres escrita en castellano y portugués que debía ser dada a conocer de manera más eficaz. La mejor forma de mostrarlo era ponerlo en unos volúmenes que fueran comprensivos de los objetivos que estábamos persiguiendo. Y de hecho, ese ha sido el efecto. Existe la historia de las mujeres, y aquí está.8
     En el momento en que empezamos el proyecto nos interesaba que estuvieran ustedes, las latinoamericanas, porque eran lo que nos parecía más próximo y las que nos iban a permitir una historia que, además, tendría puntos de contacto, que permitiría hacer comparaciones y daría realidad a algo que siempre decimos y no hacemos: tender puentes. En España se sabe poco de América. La historia de las mujeres de uno y otro lado del Atlántico se puede leer en los mismos volúmenes. Eso es algo que en muchas entrevistas me han preguntado, me han insistido mucho: ¿por qué lo hicimos? Pues para hacer realidad lo que siempre se dice, que es que tenemos puntos en común y que hay que tender puentes. Fue la gran suerte de poder contar con las tres coordinadoras: Dora Barrancos, Gabriela Cano y Asunción Lavrín. Empezamos a escribirnos y parecía que era posible; y al cabo de un tiempo, cuando ya llevábamos tiempo escribiéndonos, ellas se reunieron en México por casualidad. De ese encuentro, surgió un primer índice que me mandaron. Empezamos a discutirlo. Aún me maravillo de que lo hayamos hecho todo por correo electrónico. Ellas se veían más y conocían este mundo. Yo creo que sin eso hubiera sido imposible concretar nuestro proyecto. Un trabajo así no se ha hecho en muchos años.

— Más allá de todos los elementos en común que te llevaron a pensar esta Historia de las mujeres en España y América Latina, no puede eludirse que se trata de una realidad heterogénea.
— Sí, lo sabía y, además, debíamos aprender eso. Porque lo sabíamos, pero de una manera intuitiva. Se pensaba que efectivamente era una sociedad más mestiza, una sociedad con razas distintas, una sociedad que vive un momento colonial o vive una independencia... Fueron las coordinadoras americanas quienes sabían cómo iban a montar las cosas, o sea, qué ejemplos iban a tomar de cada uno de los sitios para mostrar, efectivamente, las diferencias o las semejanzas.

— En el prólogo mencionás a Virginia Wolf cuando señala que las mujeres no están en los libros de historia y, en ese sentido, hemos avanzado en la tarea. Recuerdo que ella también utiliza una imagen visual, pescar ideas con el pensamiento, para referirse a su tarea intelectual. ¿Qué ideas tenemos todavía que pescar con la historia de las mujeres?
— La Historia, que tiende a pensarse con mayúsculas, ha entendido que había historia con minúscula y, muchos aún lo entienden así: piensan que hay historias menores; como la historia de las mujeres, a la que se la relaciona con la historia de la vida privada, etc. Al menos en España, algunos historiadores pensaron: "Cuestiones menores", "No hay tanta documentación", "¿Qué vas a decir de eso?". En este sentido, la Historia de las mujeres ha sido todo un reto que ha permitido mostrar que hay formas distintas de hacer historia, mucho más indiciarias, con preguntas no tan grandiosas, como las que precisan de grandes archivos, pero capaces de comprender aspectos que la Historia que se dice con mayúsculas no ha sido capaz de comprender.
     Una de las cuestiones que a mí me fascina investigar es la relación entre el mundo público y la vida privada y el modo en que las mujeres -y los hombresse desenvuelven en ambos mundos, que no existen separados en compartimentos estancos. Del mismo modo pienso que hay que ver la interacción entre hombres y mujeres. Por eso decía antes que no se trataba únicamente de hacer justicia a las mujeres, haciéndolas visibles, sino también de producir un conocimiento mayor sobre las Mujeres, los Hombres y la Historia, con mayúsculas. En Francia, en España, en Italia y aquí, he visto esa misma voluntad de abandonar las grandes palabras y hacer una historia muy sutil y muy efectiva, porque se lee con mucho gusto, dicen los lectores.

— ¿Y qué consideras que aún falta, que aún no se ha trabajado?
— Por ejemplo, los temas de sexualidad, de familia. Son cuestiones que curiosamente hemos trabajado poco. En América hay más producción al respecto. A mí me resultó muy complicado que hubiera algo sobre el tema, porque no está lo bastante investigado. También ha sido muy difícil rastrear la presencia de las mujeres en el mundo científico. En el mundo de las ciencias duras, aún ha sido complicado plantearlo.

— ¿Y estos temas nos exigen un bagaje metodológico más desarrollado, más sutil?
— Hacer la Historia de las mujeres en toda Europa como en América ha significado un debate sobre los métodos continuos. En primer lugar sobre las preguntas sobre determinadas preguntas que nos hemos hecho y sobre las que aún debemos hacernos. Hay una cosa que veo clarísima en el dominio temporal que yo estudio: la importancia que se concede a la mujer como transmisora de valores morales y costumbres. Por ejemplo, en el discurso humanista, la misoginia (clásica) va cediendo para dar lugar a una imagen de la mujer capaz de una gran exigencia moral en su vida, en sus prácticas religiosas, pero sobre todo en la concepción de la sexualidad. Todos esos aspectos están muy presentes en la construcción de la vida de las mujeres y no los hemos ido destacando lo suficiente. Por ejemplo, la construcción histórica de un frente moralista que implicó una fuerte exigencia moral para con las mujeres y cómo ese frente moralista se retiró a partir de principios de siglo, pero que no lo hace de manera relevante hasta los años 60. Todo eso no lo hemos estudiado acabadamente.
     ¡Una historia de los sentimientos está pidiendo a gritos que nos dediquemos a ella! Es más fácil trabajar sobre cambios legislativos, el trabajo, la participación política de las mujeres, pero luego están todas esas cuestiones ideológicas, de representaciones mentales en relación con la sexualidad, a la moral y a las costumbres de las mujeres, en relación con los sentimientos, que la Ilustración naturalizó y es difícil mostrar los engranajes con los cuales se va construyendo la mujer sentimental, la madre, etc. El feminismo del siglo XIX se preocupó de esos temas, por lo tanto, tenemos que rescatar a todas las mujeres que escriben críticamente sobre ese mundo ideal.

— ¿Falta un camino por recorrer?
— ¡Falta menos, falta menos! Tenemos un campo abierto magnífico. ¡Yo soy una optimista! Tenemos feminismos, tenemos historia de las mujeres y tenemos un puente tendido entre ustedes y nosotras.

Notas

1 Morant Deusa, I. y M. Bolufer Peruga (1998). Amor, matrimonio y familia. La construcción histórica de la familia moderna. Madrid, Síntesis.

2 Morant Deusa, I. (2002). Discursos de la vida buena: matrimonio, mujer y sexualidad en la literatura humanista. Madrid, Cátedra.

3 Tubert, Silvia (ed.) (2003). Del sexo al género: los equívocos de un concepto. Madrid, Cátedra y Universidad de Valencia.

4 Gadol, Joan Kelly (1990). "¿Tuvieron las mujeres Renacimiento?", en Amelang J. y Nash, Mary. Historia y Género, las Mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea. Valencia.

5 Fraisse, Geneviève (1991). Musa de la razón, la democracia exclusiva y la diferencia de sexos. Madrid, Cátedra y Universidad de Valencia.

6 Fraisse, Geneviéve (2003) Los dos gobiernos: La familia y la ciudad. Valencia, Editorial Cátedra y Universidad de Valencia.

7 Duby, Georges y Michelle Perrot (2000). Historia de las Mujeres. Madrid, Taurus.

8 Se refiere a Morant, Isabel (directora) Historia de las mujeres en España y América Latina, 4 tomos. Madrid, Cátedra, 2005-2006. Los Tomos III y IV fueron coordinados por Guadalupe Gonza Ferrer, Gabriela Cano, Dora Barrancos y Asunción Lavrín.

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