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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.14 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./July 2008

 

RESEÑAS

Lobato, Mirta Zaida. Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007, 349 págs.

La historia de las mujeres en Argentina cuenta con interesantes compilaciones generales y un número, por fortuna, creciente de investigaciones monográficas que contribuyen a un campo de estudios aún en formación. A pesar de estos logros, persistía la falta de una síntesis comprensiva sobre la historia de las mujeres trabajadoras en la Argentina moderna y contemporánea. El libro de Mirta Lobato viene a salvar esta carencia. Como lo explicita la autora en la introducción, este estudio reconstruye la historia de las mujeres trabajadoras en el largo plazo, desde que la Argentina se convirtiera en el granero del mundo hasta su consolidación como país industrial, con el propósito de evaluar las rupturas y continuidades en la experiencia laboral femenina. Claro que el principal aporte de esta obra no se limita a su carácter pionero. Más destacable es la maestría con la que Mirta Lobato construye una síntesis histórica sobre un tema para la cual el estado del conocimiento es todavía fragmentado e incompleto.
     En buena medida, esto se debe a la cuidadosa estructura de la obra, que combina el criterio temático con el cronológico. En la primera parte del libro, la autora analiza la experiencia de las mujeres en el trabajo urbano y rural. El primer capítulo evalúa la participación de la mujer en el mercado de trabajo, sobre la base de la consulta de una notable diversidad de fuentes que incluyen: memorias, relatos de viajeros, la prensa e informaciones de instituciones oficiales y estadísticas censales. Tomadas en su conjunto, éstas dan cuenta de la significativa presencia de las mujeres como trabajadoras en la industria doméstica, en actividades de comercio y servicios, como asalariadas industriales y en las ocupaciones rurales. Gracias a esta minuciosa reconstrucción, la autora logra reconsiderar la interpretación tradicional sobre la participación femenina en el mercado de trabajo que sostenía, a partir de la información de los censos nacionales, una caída del empleo femenino a medida que avanzaba la industrialización hasta 1970. Contrariamente, el primer capítulo presenta una imagen más matizada al situar la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado en el contexto de la concentración de capital en las industrias, la diversificación económica urbana y el proceso de profundización de la industrialización por sustitución de importaciones. Emergen así, con nitidez, las trabajadoras en el servicio doméstico, las obreras de modernas plantas industriales, las empleadas de las grandes tiendas, las maestras y enfermeras o las numerosas asalariadas ocupadas en las industrias nacidas al calor de la expansión del mercado interno.
     Tras ponderar la participación de la mujer en el trabajo asalariado, el segundo capítulo explora la experiencia de las mujeres en el mundo del trabajo. Una vez más la revisión es exhaustiva atendiendo a la extensión de las jornadas, seguridad e higiene, calificaciones y jerarquías salariales en ámbitos laborales diversos, como las fábricas, el comercio, las escuelas, o inclusive el propio hogar. La autora descubre que, más allá de las diferencias ocupacionales, las trabajadoras comparten una experiencia similar: su trabajo se considera diferente y, en definitiva, inferior al masculino.
     A pesar de los importantes cambios que se constatan en la experiencia laboral femenina entre 1860 y 1960, la discriminación, a la hora de la compensación salarial como en la capacitación laboral, parece constituir una constante. La inserción de la mujer trabajadora en el mercado de trabajo se definió socialmente como un fenómeno circunstancial y su salario, en consecuencia, fue concebido como un "complemento" del ingreso masculino, en tanto que los esfuerzos más sistemáticos para la educación de la mujer se orientaron hacia la economía doméstica y el cuidado familiar en vez de hacia la capacitación para el trabajo fuera del hogar. Precisamente, la autora sostiene que, de este modo, se conformó un "patrón de desigualdad" que atribuyó una valoración diferenciada al trabajo masculino y femenino, naturalizándose así, durante todo este largo período, la discriminación de las mujeres en el mundo laboral.
     La participación de las mujeres en las organizaciones y protestas colectivas constituyen el objeto de la segunda parte del libro. El capítulo tres demuestra que las trabajadoras no fueron sujetos pasivos en el proceso de construcción social de un mundo laboral sexualmente jerarquizado. Juntas o individualmente, de manera frontal o solapada, como miembros de instituciones sindicales y partidarias o bien tejiendo redes informales, confrontaron ese orden, intentando modificarlo aun cuando fuera desde su posición subordinada. Tras haber recuperado las acciones de las mujeres en sus espacios de trabajo, este capítulo las presenta en otros escenarios: organizando demostraciones en las calles, buscando apoyo en los barrios o tomando la palabra en las tribunas y asambleas. Por cierto, al arrojar luz sobre el modo en que estas mujeres reclamaron por sus intereses como trabajadoras o los de sus familiares varones -ya que en algunos casos se solidarizaron con sus luchas en defensa del bienestar familiar- la autora revela la complejidad y riqueza de la cultura política de las familias obreras. En la tercera parte de la obra, Mirta Lobato explora las concepciones que el Estado y la sociedad promovieron sobre los derechos de la mujer trabajadora y analiza las transformaciones legislativas e institucionales en esta materia. El capítulo cinco no deja dudas sobre la centralidad que adquirió el "problema" de la mujer obrera en los debates sobre la cuestión social a fines de siglo XIX y durante la primera experiencia democrática, en buena medida gracias a la acción colectiva de las propias mujeres. La autora recupera las voces que, desde diferentes posiciones del espectro político-ideológico, coincidieron en reclamar por la defensa de la mujer trabajadora en función de su "natural" misión como madre de familia. En este sentido, brinda una reconstrucción detallada de la aprobación de la Ley de Protección del Trabajo del Menor y la Mujer (1907), así como de la labor del Departamento de Trabajo en materia de trabajo a domicilio. En el capítulo seis, la autora profundiza su examen del proceso de construcción social de los derechos de las trabajadoras. Recupera las reflexiones de actores sociales y políticos, como la posición del Partido Comunista y la prensa comercial, y avanza en el examen de las iniciativas en legislación laboral desde los años treinta hasta los sesenta. Al reconstruir el complejo universo de expectativas y preocupaciones sobre el lugar de la mujer trabajadora en la sociedad moderna, Mirta Lobato ofrece una explicación convincente sobre los ritmos desiguales en el reconocimiento de los derechos civiles, políticos y sociales de las mujeres trabajadoras en el país. Este proceso se aceleró, en buena medida, cuando los reclamos se realizaban en nombre de la diferencia y no de la igualdad. La legislación social se fundó en el reforzamiento del binomio mujer-madre más que en el reconocimiento de la mujer- individuo. En este marco, también se inscribieron, en última instancia, las demandas y acciones colectivas de las propias mujeres. Como advierte Lobato, "apoyándose en lo diferente [la biología y la maternidad] las mujeres buscaron construir un camino para el reconocimiento de su estatus como ciudadanas" (273).
     Por último, en la cuarta parte, la autora analiza las representaciones simbólicas sobre el trabajo femenino y las transformaciones que este ideario experimentó desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, sobre la base de una sorprendente diversidad documental: las pinturas de artistas consagrados, la literatura costumbrista, las viñetas de los periódicos sindicales, las películas del cine nacional o los rituales políticos de la fiesta del trabajo. La autora sostiene que si bien circularon diversas representaciones del trabajo femenino, la imagen de la "pobre obrerita" se convirtió en dominante a principios de siglo XX en amplios círculos culturales, no sólo en la prensa obrera. La ruptura con este ideario se produjo al calor de las transformaciones políticas generadas por la incorporación de los trabajadores en la escena política nacional, a partir de la experiencia del peronismo clásico. Para la autora, las reinas celebradas en la propaganda oficial peronista simbolizaban la reconciliación entre la belleza femenina con la dignidad del trabajo, tradicionalmente concebidas como incompatibles. Con esta interpretación, este capítulo contribuye al sugerente debate sobre el impacto que el populismo ejerció en las ideologías de género y en las identidades sociales.
     Junto al completo recorrido temático y cronológico de la obra, otro de los hallazgos del libro consiste en reconstruir una historia "total" de las mujeres trabajadoras, capaz de abordar distintos niveles de análisis sin caer en el reduccionismo. En efecto, si bien Mirta Lobato entiende que ciertas coyunturas provocaron cambios sustantivos en la experiencia femenina en el mundo del trabajo, éstas no necesariamente acarrearon una transformación radical a nivel de las representaciones de la mujer trabajadora. Es decir, la autora sugiere que las rupturas o continuidades a nivel de la experiencia laboral, la conciencia femenina o de clase, las concepciones de derechos o las representaciones culturales se produjeron a ritmos diferentes, recuperando, en consecuencia, las tensiones, contradicciones y ambivalencias existentes entre estas múltiples dimensiones de la vida social. Por cierto, esta empresa le exige bucear en distintos archivos y consultar documentos pertenecientes a géneros muy diversos. En este sentido, la autora despliega su larga trayectoria como investigadora en el campo de la historia de los trabajadores y su rica formación en el análisis de fuentes no tradicionales, como lo son, en términos generales para los historiadores, los testimonios orales y las fuentes visuales.
     Por estos motivos, este libro constituye una referencia imprescindible tanto para un público general como para los especialistas. Sin duda, una historia sexuada del trabajo aporta nuevas preguntas, perspectivas y métodos a la agenda de investigación de la historia de los trabajadores. Esta obra suma, asimismo, a la construcción de una historia de las mujeres en la Argentina realmente plural, que vaya más allá de las figuras prominentes del feminismo o la política nacional. Por otra parte, este texto, a la par que rescata la experiencia de las mujeres trabajadoras, atiende al modo en que la sociedad ha concebido la diferencia sexual, cómo esas concepciones se reprodujeron, desafiaron y modificaron históricamente y de qué manera impactaron sobre las identidades sociales. Desde esta perspectiva de género, la autora ilumina algunas problemáticas que suelen pasar inadvertidas, como la construcción de jerarquías y formas de discriminación al interior de las propias comunidades obreras o los presupuestos que sobre los papeles atribuidos al hombre y la mujer en la sociedad moderna llevaban implícitos las políticas públicas sobre reforma social.
     Como suele ocurrir con las obras generales que abarcan períodos tan amplios, no todas las temáticas alcanzan a cubrirse con igual profundidad. Algunas cuestiones, como la incorporación de las trabajadoras a la política formal o la relación entre las trabajadoras y el movimiento feminista no reciben un tratamiento especial, aunque se soslayen en varios capítulos. No obstante, este libro brinda una visión acabada del estado del conocimiento actual sobre la historia de las trabajadoras en la Argentina moderna y contemporánea. En este sentido, representa un punto de llegada, una síntesis detallada de las investigaciones producidas en el país y en el exterior en los últimos años. Más aún, lo meritorio es que esta obra constituye, a la vez, un punto de partida. El interés de Mirta Lobato por el abordaje de género, su afán por introducir perspectivas de la historia cultural y por tender puentes entre la historia social y política, así como su pasión por ampliar el arsenal documental disponible para el historiador, orientarán, sin duda, las investigaciones futuras en el campo de los trabajadores en la Argentina.

Silvana A. Palermo

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