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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.14 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jul./Dec. 2008

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Viejas asechanzas de la maternidad en nuevos escenarios. Un estudio en mujeres jóvenes de clase media de la Ciudad de Buenos Aires

Patricia Schwarz*

* UBA, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones Gino Germani (Área Salud y Población).

Fecha de recepción, 29 de septiembre de 2006.
Fecha de aceptación, 23 de junio de 2007.

Resumen

Históricamente, la maternidad ha sido un vehículo para concretizar eficientemente la división sexual del trabajo. A pesar de que los acontecimientos han demostrado que la mujer no pertenece naturalmente a esa tarea y que muchas mujeres cuestionan actualmente este destino, sigue siendo un recurso utilizado recurrentemente para ubicar a la mujer en un espacio restringido y controlado. Esta es nuestra inquietud y objetivo de exploración en este trabajo. El presente artículo intenta conocer cómo actúa la maternidad sobre diversos factores ligados a la autonomía de las mujeres heterosexuales y homosexuales. Para ello, exploramos la subjetividad y las experiencias de mujeres jóvenes hetero y homosexuales de clase media de la Ciudad de Buenos Aires. Nuestros hallazgos muestran el comportamiento de dos imperativos actuando sobre las mujeres entrevistadas: en las heterosexuales, el imperativo de ser madre y de poder cubrir una multitud de demandas; en las homosexuales, el imperativo de ser madre por ser mujeres y de suprimir la maternidad por ser lesbianas.

Palabras clave: Maternidad; Orientación sexual; Identidad genérica; Clase media.

Abstract

Historically, the maternity has been a vehicle to specify efficiently the sexual division of the work. In spite of the fact that the events have shown that the woman does not belong naturally to that task and that many women discuss at present that destiny, it continues being a resource utilized recurrently to locate the woman in a space restricted and controlled. This is our anxiety and objective of exploration in this work. The present article tries to know how the maternity acts on diverse factors related to the autonomy of the heterosexual and homosexual women. For it we explore the subjectivity and the experiences of the hetero and homosexuals young women of the middle class of Buenos Aires city. Our results show the behavior of two imperative acting on the women interviewed: on the heterosexual, the imperative one to be mothers and to be able to cover many demands. For the homosexuals, the imperative one to be mothers by being women and to suppress the maternity by being lesbians.

Keywords: Motherhood; Sexual orientation; Generic identity; Middle class.

Históricamente, la maternidad ha sido un vehículo para concretizar eficientemente la división sexual del trabajo. A pesar de que los acontecimientos han demostrado que la mujer no pertenece naturalmente a esa tarea y que muchas mujeres cuestionan actualmente este destino, sigue siendo un recurso utilizado recurrentemente para ubicar a la mujer en un espacio restringido y controlado. Esta es nuestra inquietud y objetivo de exploración en este trabajo. El presente artículo intenta conocer cómo actúa la maternidad sobre diversos factores ligados a la autonomía de las mujeres heterosexuales y homosexuales. Para ello, exploramos la subjetividad y las experiencias de mujeres jóvenes hetero y homosexuales de clase media de la Ciudad de Buenos Aires.
     Un terreno posible para entender este fenómeno es el de la construcción de la identidad de género. En el campo de la identidad es donde se internaliza la reproducción como obligación biológica de preservación de la especie y, dependiendo del momento histórico, esto trae consigo un conjunto de comportamientos y roles, una determinada distribución del poder en la relación entre personas de diversos géneros. La identidad de género, pensada como una relación social, es negociada y se encuentra en constante cambio.
     El género no es el resultado causal del sexo ni tampoco es tan aparentemente fijo como el sexo: es una interpretación múltiple del sexo. Las personas sólo se vuelven inteligibles cuando adquieren un género ajustado a normas reconocibles que determinan cómo deben comportarse hombres y mujeres. La idea de una relación mimética entre género y sexo se sostiene a partir de la suposición de un sistema binario de géneros que mantiene implícito tal mimetismo. Es una experiencia discursivamente condicionada, sus límites se fijan dentro de los términos de un discurso cultural hegemónico apoyado en estructuras binarias que aparecen como el lenguaje de la racionalidad universal (Butler, 2001).
     En la vida de las mujeres, uno de los cambios iniciados en las últimas décadas fue la separación entre la actividad reproductiva y la sexualidad. En las sociedades tradicionales la entrada a la vida adulta comenzaba a partir de la iniciación sexual y de la reproducción. La identidad de la mujer estaba simbólicamente absorbida por la función y la ética maternal, ambas confinadas al espacio privado, a las actividades domésticas. Actualmente, en cambio, la juventud de las mujeres se redefine en comparación con las de épocas anteriores. Se abre así una brecha entre la iniciación sexual y el comienzo de la vida reproductiva, y es en esta brecha en la que se explora la sexualidad y el erotismo sin intenciones reproductivas. La entrada en el mundo de los adultos está dada por el ingreso al espacio público. Existe una serie de elementos que se conjugan a favor de este cambio, como la nueva concepción del espacio de la mujer, su ingreso a todos los niveles de educación formal, a la actividad laboral y política, y el uso de métodos anticonceptivos, que hace posible una maternidad elegida. Contribuyeron también a estos cambios las reivindicaciones feministas, la llegada de gobiernos democráticos que tuvieron iniciativas para conformar familias democráticas, la universalización de la educación, los servicios de la vida urbana, tales como colegios y guarderías; los avances en la legislación y las influencias culturales de países desarrollados que se propusieron relativizar los espacios históricamente asignados a la mujer (Fuller, 2001). En la Argentina, en los sectores sociales medios y bajos, a lo largo de las últimas tres décadas, dada la fuerte caída del salario y el aumento del desempleo, la mujer sufrió una presión fuerte para insertarse en el mercado laboral con miras al sostenimiento del hogar.
      En este trabajo definimos la maternidad como una arena política donde se establecen, por medio de nuevas y viejas luchas de poder, espacios de acción, de construcción de subjetividades y de división sexual del trabajo.
      En lo que sigue, nos referiremos a las mujeres homosexuales como "aquellas que sienten deseo hacia las de su mismo sexo, sin intentar adoptar la apariencia física del sexo opuesto. El sustantivo y adjetivo homosexual se utilizan de modo genérico, en tanto que los sustantivo y adjetivosgay o lesbiana se utilizan más precisamente para referirse a los individuos homosexuales que asumen con cierto grado de publicidad su orientación sexual" (Pecheny, 2002: 127).
     Hasta aquí, hemos presentado el abordaje teórico de este trabajo, ahora detallaremos los aspectos metodológicos para luego describir, a través del análisis de entrevistas, grupos focales y observaciones, cómo las mujeres interpretan y vivencian la maternidad.

Metodología

Esta investigación tiene un diseño descriptivo y exploratorio, con un abordaje cualitativo. Se emplearon diversas técnicas de recolección de datos tales como: observación participante, entrevistas en profundidad y grupos focales.
     Para definir la cantidad de entrevistas y de grupos focales nos apoyamos en la teoría fundamentada, denominación que responde a que la construcción de teoría está basada en los datos empíricos que la sustentan, siguiendo un proceso de análisis inductivo. El número de entrevistas y de grupos realizados está dado por el criterio de saturación (momento de la investigación en que se deja de obtener información nueva) de acuerdo a la relevancia teórica (Glaser y Strauss, 1967).
     Se realizaron entrevistas y grupos focales a mujeres entre 20 y 40 años de edad, distribuidas del siguiente modo:

Muestras para la realización de entrevistas

Muestra de mujeres heterosexuales

Muestra de mujeres homosexuales

Muestra mujeres hetero y homosexuales para la realización de grupos focales

Forma de selección de la muestra

El reclutamiento de las mujeres que participaron en el estudio se hizo en diferentes ámbitos laborales, públicos y privados para asegurar una base amplia de selección. Se realizó la selección por método bola de nieve.
     Para los grupos focales:
- en el grupo Nº1 se convocó a un grupo de siete integrantes que eran amigas desde la niñez.
- en el grupo Nº2 se convocó a un grupo de siete integrantes que eran compañeras de trabajo.
- en el grupo Nº3 se las convocó a través de la ONG "Puerta Abierta", centro cultural lésbico gay de la Ciudad de Buenos Aires.

Temas tratados en los grupos focales y en las entrevistas
- Asociaciones libres respecto de las palabras: mujer, vida, proyectos, familia, hijos, mamá, papá, hombre, cuerpo, amor.
- Percepciones acerca de la relación entre los proyectos personales y la maternidad.
- Percepciones acerca de la relación entre orientación sexual y maternidad.
- Descripción de los imperativos familiares acerca de la reproducción.
- Percepciones acerca de la maternidad.
- Descripción de la relación con el propio cuerpo.
- Descripción del espacio que debería tener la pareja en las decisiones sobre reproducción y crianza.

     Se utilizó el programa Atlas-Ti de análisis textual como procedimiento de análisis de los datos obtenidos.

Ventajas y limitaciones de los datos

La variedad de los casos analizados permite descubrir las variables relevantes que atraviesan el fenómeno en estudio. Las limitaciones de la muestra tienen que ver con la falta de casos del siguiente tipo:

1.Lesbianas con hijos concebidos o adoptados en el marco de una pareja con otra mujer.
2.Lesbianas de 31 a 35 años.
3.Mujeres heterosexuales de 36 a 39 años.

     Estas limitaciones se superarán en lo que resta del trabajo de campo de la presente investigación.

1. Puntos de divergencia entre mujeres hetero y homosexuales

La maternidad en mujeres heterosexuales

En las mujeres heterosexuales, la maternidad está presente en estado potencial o manifiesto en las percepciones respecto de su vida, de sus proyectos, de sus particularidades. Uno de los aspectos más importantes descritos por las entrevistadas en su proyecto de vida es la maternidad; los demás aspectos están ordenados en torno a él, como la relación de pareja, las relaciones familiares y el desempeño laboral. Este último elemento es descrito por ellas como un factor relevante en sus proyectos de vida, además de visualizar la independencia económica como necesidad indispensable. Si bien todas las entrevistadas tenían ocupaciones vinculadas a su profesión, muchas de las que ya eran madres no representaban el mayor ingreso del hogar y tenían una dedicación laboral de medio tiempo. Asociaban el desempeño laboral con el hecho de preservar un espacio propio. En algunas entrevistadas esto era visualizado como "algo sano para los hijos porque ellos tienen que tener su vida y no es sano que las madres estén encima de ellos como su único mundo" (Estela, 31 años). Así, el hecho de no dejar de trabajar al haber tenido hijos tiene una fuerza axiomática en sus decisiones respecto del futuro. Admiten trabajar menos horas, pasar a un segundo plano lo laboral una vez nacido su hijo, pero no aparece como posibilidad el dejar de trabajar. Situación que identifican como un cambio histórico respecto de las anteriores generaciones. El argumento más recurrente como explicación de este cambio es que: "las mujeres habían llegado a un colmo de hartazgo, ya no soportaron dedicarse solamente al ámbito doméstico y salieron a trabajar, se dieron cuenta de lo que eran capaces y entonces nunca más dejaron de hacerlo, buscando, desde entonces, siempre nuevos horizontes" (Julieta, 30 años). Otra explicación frecuente es que las sucesivas crisis económicas que vivió nuestro país en los últimos veinticinco años llevaron a que en la clase media, los dos miembros de la pareja tuvieran que trabajar para mantener los estándares de vida históricos de ese sector.
     Surge de las entrevistadas una fuerte preocupación acerca de las estrategias necesarias para administrar el tiempo y lograr sus objetivos eficazmente: una maternidad responsable, con cuidados, cariño y contención hacia los hijos; una relación sólida y activa de pareja; éxito laboral; cuidado de la estética personal; lograr un entorno psicológicamente saludable en la familia para poder criar bien a los hijos. Estas exigencias no son reconocidas como tales y simplemente se apela a la esperanza de poder resolverlas del mejor modo posible y manejar la culpa por pasar la jornada entera fuera del hogar de la manera más tolerable. La naturalización de estas demandas es fácilmente reco-nocible, por ejemplo, a través de la nutrida literatura de autoayuda para mujeres en la que se recomiendan recetas útiles para poder lidiar con todo a la vez. Pueden observarse los rastros de la creencia, iniciada en los años sesenta, acerca de que la construcción de la salud psicológica de los niños depende fundamentalmente de las madres. Las mujeres manifestaron mucho temor a equivocarse y marcar a sus hijos irreversiblemente. Esta actitud se une a un sentimiento de culpa y se agrava en las mujeres que trabajan muchas horas fuera de su casa.
     En opinión de las entrevistadas, la presencia masculina en la socialización temprana es indispensable. Si no es el padre, también puede cubrir ese rol un tío, un abuelo u hombre que tenga un vínculo cercano a la madre y al hijo. Sin embargo, según la opinión y práctica de las mujeres entrevistadas, el área de crianza está bajo la tutela materna, y es ella quien decide qué espacio y qué tareas se le otorgarán al hombre, sea éste su pareja o no.
     En cuanto a las expectativas por parte de los padres de las entrevistadas, éstas manifestaron, en todos los casos, la voluntad de ellos de tener nietos, aun así expresaron sentirse libres de decidir contando con el apoyo de sus padres en caso que decidieran no tener hijos. Esta situación no se corroboró en las entrevistas, ya que todas querían tenerlos o ya eran madres. Solamente hubo un caso (Sahara, 31 años) en el que la mujer informó a su familia y a su marido la decisión de no tener hijos, y dedicarse a su carrera. La respuesta familiar y de su pareja fue violentamente negativa, y provocó serios conflictos y alejamientos.
     Frente a la pregunta acerca de qué ocurre con el cuerpo de la mujer durante el embarazo, la mayoría de las mujeres respondió que se trata de una transformación agradable y natural, que le permite a una mujer experimentar sensaciones inolvidables.

La maternidad en mujeres homosexuales

Tanto la heterosexualidad como la maternidad son, entre otras cosas, instituciones políticas. El modelo patriarcal de dominación implica un lugar subordinado de la mujer en el que su sexualidad intenta ser controlada. La heterosexualidad obligatoria es un eje de esta dominación sobre la mujer, en el que se le impone la tarea reproductiva (Lamas, 2002). La visión de las lesbianas como sujetos no reproductivos está profundamente enraizada en la sociedad, no siendo consideradas mujeres apropiadas para ejercer la maternidad. Esta concepción está marcada por los estereotipos sociales sobre la homosexualidad que suponen que la orientación sexual de la madre influirá en las elecciones sexuales del niño, que éste tendrá una identidad sexual poco clara o impropia o que al niño lo estigmatizarán en la escuela o en sus relaciones debido a que su madre es lesbiana (Donoso en Herd y Koff, 2002). Esto se manifiesta en las expectativas de los padres de las entrevistadas, quienes hacían explícita la expectativa de que sus hijas no fueran madres mientras fueran lesbianas. Cabe añadir que la mayoría de las entrevistadas no tenían hijos y muchas de ellas no querían tenerlos en el futuro tampoco. Además, consideraban que las transformaciones del cuerpo de una mujer durante el embarazo son traumáticas y desagradables.
     Ante la posibilidad de un hijo, la mayoría de las mujeres pensaba la maternidad con una pareja estable mujer. Esto exige una negociación, pues en la mayoría de los casos suponían que su pareja también desearía vivir la experiencia materna, no sólo a través de un embarazo, sino también en relación con el vínculo parental. Esto último está relacionado con la falta de reconocimiento legal de la compañera de la madre biológica como autoridad sobre el hijo de ésta. De tal modo que, en caso de separación de la pareja, una de las dos madres puede dejar auto-máticamente de serlo.
     Aquellas entrevistadas lesbianas con hijos los tuvieron en el marco de un matrimonio heterosexual previo. Consideraban que el tipo de educación especial de sus hijos los hará más tolerantes y abiertos a la diferencia. Todas hablaron con sus hijos sobre sus prácticas sexuales y no ocultaban en ningún aspecto su orientación sexual. Recibían a sus parejas en su casa y muchas ya convivían.
     En la mayoría de los casos, entablar una relación con una mujer debía ser cuidadosamente evaluado, pues podía poner en peligro la tenencia de los hijos, sobre todo durante el período siguiente inmediato al divorcio. Esto era relatado con mucha angustia.
     Las entrevistadas sin hijos manifestaron temor a sentir culpa por la posibilidad de generarles situaciones difíciles en sus entornos de sociabilidad por su orientación sexual, temían que sus hijos las discriminaran, las rechazaran, no las respetaran o les tuvieran menos afecto.
     La presencia masculina en la crianza no fue considerada necesaria por la mayoría de las entrevistadas, pues consideraban que el amor, protección y cuidados que el-la niño-a podía obtener de su madre y compañera era suficiente como para una socialización saludable.

2. Puntos de convergencia entre mujeres hetero y homosexuales

Todas las entrevistadas mencionaron el peso de la decisión de la maternidad y su consecuente responsabilidad vitalicia, manifestando la necesidad de cumplir todos los objetivos personales antes de tener un hijo, ya que, a partir de ese momento, todo espacio de tiempo debía estar dedicado a él. La responsabilidad es uno de los elementos fundamentales de la ética maternal. Gilligan (1985) propone que el accionar moral de las mujeres se centra en la responsabilidad más que en juicios generales abstractos. Esto, debido a que su identidad está constituida de manera relacional con un otro, llámese hija, hijo, padres, amistades. Chodorow (1974) también señala estas consecuencias a partir de una socialización sexuadamente diferenciada.
     Otro aspecto en el que pudimos rastrear la prioridad de la actividad maternal es en la administración del tiempo libre con relación a las tareas de autocuidado de las mujeres entrevistadas. Prácticamente la totalidad de ellas realizaba una doble jornada (tareas dentro y fuera del hogar), es por esto que no disponían de tiempo suficiente para realizar actividades físicas o de ocio. Si bien esta situación era problematizada por ellas, no era modificada salvo cuando su salud estaba en riesgo. Los deberes hogareños son negociados con las parejas tanto en mujeres hetero como homosexuales. En el caso de las primeras, esto ocurre fundamentalmente por escasez de tiempo, las mujeres abarcan tareas hasta el máximo posible y cuando algo escapa de su alcance recurren a su compañero. En las lesbianas, en cambio, si bien la negociación existe, las relaciones de poder dentro de la pareja también configuran inequidades. En el caso de las entrevistadas heterosexuales son éstas las que disponen qué espacio será ocupado por su compañero en el ámbito doméstico, incluyendo la crianza de los hijos. Las mujeres determinan qué tareas realizarán los hombres y de qué modo. Es decir, a pesar de que algunas tareas son delegadas en los hombres, las mujeres están a cargo de la organización y de la responsabilidad sobre su cumplimiento. Prácticamente la totalidad de las mujeres consultadas se encuentran en esta posición y consideran que el ámbito doméstico es un área de dominio propio. La mayoría de ellas opinó que los hombres tienen deficiencias en su capacidad para realizar este tipo de tareas. Lo atribuyen a características naturales o innatas del hombre: actitudes de descuido, egoísmo, limitación en lo afectivo, en contraste con las características femeninas más ligadas a los sentimientos, comprensión, tolerancia, capacidad de asistir a muchas demandas simultáneas eficientemente.
     En relación con las condiciones ideales para ser madres, ambos grupos (de mujeres hetero y homosexuales) manifestaron que lo económico no es lo más relevante a la hora de tomar la decisión de tener un hijo, sino la voluntad de tenerlo, la madurez, la responsabilidad y la capacidad de educarlo bien y darle amor. Si no se cuenta con la solvencia económica, existe siempre la posibilidad de recurrir a la ayuda familiar o de amigos. Inclusive, se pueden diseñar estrategias para acceder a los elementos necesarios con menos dinero. En este tipo de afirmaciones se observa la confianza depositada en las posibilidades que el capital social (amigos, familia) puede brindar, sobre todo en los sectores medios.
     Las mujeres de treinta años que aún no tienen hijos manifestaron percibir una presión muy fuerte del entorno al respecto, especialmente en las heterosexuales. Todas las entrevistadas ubicaron en los treinta años el momento a partir del cual el entorno comienza a presionar para que las mujeres comiencen con su vida reproductiva. Coincidentemente con este dato, la mayoría de ellas ubica la edad ideal para comenzar su maternidad entre los 27 y los 35 años. La argumentación de esta elección se relaciona con la percepción de que la maternidad requiere madurez. Además, como dijimos, consideran que con la llegada de un hijo todos los proyectos y actividades personales se suspenden, así es que necesitan tiempo para desarrollarse en todas las áreas de su interés antes de dedicarse plenamente a la maternidad. También mencionan la confianza en el desarrollo de las nuevas tecnologías reproductivas, que en su percepción, no en su conocimiento, permiten iniciar la vida reproductiva a edades cada vez más avanzadas.
     Ante la pregunta acerca de si el instinto materno existe, la mayoría de las entrevistadas respondieron afirmativamente. Sin embargo, la condición cultural es considerada fundamental en la forma en que ese instinto se manifiesta. Según dicen, los hombres no pueden desarrollar esta capacidad instintiva, pues naturalmente le está dada a la mujer. Cabe destacar que en los debates grupales este tema generó una fuerte discusión.
     La mayoría de las entrevistadas habla de la maternidad haciendo referencia a la actitud maternal, independientemente de que estuviera dirigida o no a los hijos propios. En algunas ocasiones, dejan en claro que se puede aplicar a sobrinos, niños en general, hijos de amigos o personas con necesidades vitales que atender. Esta tendencia al cuidado del otro en el ámbito de lo público, o sea, el traspaso de las actitudes tradicionales de cuidado de lo doméstico a lo comunitario, es una modalidad que Graciela Di Marco (1997) llamó Maternidad Social, como una manera de redefinir la maternidad y hacerla pública. Por otra parte, la mayoría de ellas afirmó estar de acuerdo con la despenalización del aborto y consideraron importante someter a debate público bajo qué condiciones permitirlo y cómo reglamentarlo. La causa más fuertemente argumentada para defender la despenalización es la alta tasa de mortalidad materna por abortos inducidos, como consecuencia de la falta de la asistencia médica adecuada.
     En relación con las formas posibles de acceso a la maternidad, tanto en hetero como en homosexuales, la adopción y el uso de nuevas tecnologías reproductivas fueron las más mencionadas. Sin embargo, no contaban con información al respecto y desconocían cómo llevar a cabo estas alternativas. Este tipo de decisiones debían resultar de un acuerdo con la pareja mujer en primera instancia: decidir a nombre de quién adoptar, si hacer inseminación o recurrir a un amigo.
     Según las mujeres entrevistadas, la expresión física de afecto es un aspecto relevante en la crianza, sin embargo representa una dificultad para la mayoría de ellas. Esta restricción no es percibida con preocupación en la relación con los hijos mayores, pero sí intentan superarla con los más pequeños. Argumentan que, en el caso de los niños que aún no desarrollaron el lenguaje oral, la comunicación física es indispensable, sin embargo, una vez que estos han obtenido esta capacidad, se sienten socialmente reprimidas de continuar con los mismos códigos de contacto físico, sobre todo si se trata de varones.
     Las implicancias y factores causales de esta situación, si bien excede los propósitos de este trabajo, es un tema que merece una disquisición. Toda sociedad implica la ritualización de las actividades corporales, pues el cuerpo es el soporte material que hace posible el intercambio entre los sujetos. La concepción occidental se basa en su evitamiento, en el distanciamiento, la ausencia de manifestaciones corporales se entiende como salud física. El cuerpo en todas sus manifestaciones es un vehículo de mensajes y comunicación, aun hacia sí mismo. La no expresión, el no gesto, continúa la tendencia hacia el vaciamiento de lo significativo y el quiebre sistemático de los vínculos sociales. Sin interacción, no hay construcción simbólica posible, como sin construcción de sentido no hay vida social. La experiencia corporal es de suma importancia en la construcción de la identidad. El proceso cognitivo de formación del yo es simultáneo a la formación de la percepción cognitiva del cuerpo en la conciencia. Las coordenadas de identificación se dan primero en el cuerpo. El cuerpo puede volverse un lugar de control efectivo, pues también interviene en la cognición de otros cuerpos y objetos (Butler, 2001).

3. La observación en plazas

La observación realizada en tres plazas de sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires apoya los datos presentados. Durante los días hábiles hay mayor afluencia de mujeres con niños en el sector de juegos de las plazas. No es frecuente ver hombres solos con niños, esto tal vez tenga que ver con la escasa dedicación de los padres al cuidado de los hijos y su mayor participación en los momentos de juego (Kornblit, Mendes Diz y Petracci, 1997). En relación con esto, la mayoría de las mujeres consultadas en las plazas comentaron que son ellas, en mayor medida, quienes llevan a los hijos al médico para las consultas y controles.
     Observar la indumentaria ayuda a comprender la actitud de acercamiento o de rechazo a la experimentación física de la situación de plaza. Ellas están vestidas con colores claros y atuendos delicados, propios de una salida urbana sin actividades físicas. Se mueven, también confirmando el estereotipo femenino: con cuidado, temor, higiene, con mayor manifestación de afecto y cuidado. Cuando tienen que realizar alguna actividad, como sentarse en el suelo, entrar a un arenero o correr, demandan a sus parejas para que sean ellos los que realicen esas tareas. El mundo físico corresponde mayormente a los hombres dentro del imaginario androcéntrico, su atuendo, si bien es elegante es lo suficientemente cómodo como para realizar actividades en ese mundo.
     Por otra parte, es interesante observar que los padres que comienzan a tener mayor ingerencia en la cotidianidad de la educación de los hijos alteran los patrones de socialización de género vigentes hasta ahora. En los juegos es notorio que las mujeres protegen más a sus hijas que a sus hijos de posibles daños físicos. Impiden que éstas realicen actividades de destreza, como trepar a lugares que representan mayor dificultad, correr rápido, hamacarse con fuerza, correr descalzas. Esto se da a la inversa con los padres, que cuando otorgan licencias de movilidad para las niñas, las madres se disgustan con ambos. La socialización de género es uno de los procesos que permiten incorporar las normas de comportamiento de género. Por ejemplo, un determinado uso del cuerpo ligado al terreno de la experimentación física o del constreñimiento.
     En lo referido al contacto físico con los hijos, en la observación se pudo constatar que en los niños más pequeños es menos notoria la dificultad de acercamiento, pero en los mayores es clara la falta de contacto físico, aun del contacto de la mirada cuando entablan una conversación. Esto se hace extensivo a la forma de interactuar con otros sujetos, adultos, parejas, padres, entre otros.

Comentarios finales

La figura de la madre abnegada todavía persiste, subyace a las decisiones y a las formas en que las mujeres viven la maternidad: "una madre tiene que poner en primer lugar a su familia y a sus hijos, y no a ella, o sea, todavía puede hacer un montón de cosas por ella misma, pero por ahí le va a ser mucho más difícil" (Juana, 28 años). Existe una continuidad de significaciones de la maternidad a lo largo de la historia que la relacionan con los sentimientos y el cuidado. La división del trabajo doméstico sigue señalando a la mujer como responsable y protagonista. Sostenido este argumento sobre saberes acerca del espacio privado transmitidos a través de herencias de generaciones pasadas. Según esta interpretación, el área del hogar, el cuidado de los hijos y de la pareja, es competencia de la mujer, así como también lo es el funcionamiento de la casa. Los hijos adquieren prioridad por encima de otras posibles fuentes de construcción identitaria. El altruismo materno se impone en el discurso de las mujeres. Este altruismo se percibe como sacrificio, se integra en el conjunto de cosas que se abandonan o se postergan en pos del proyecto reproductivo. Aun dentro de ese marco, las mujeres sienten necesidades individuales que desean satisfacer, entonces la contradicción entre altruismo e individualismo se vuelve una fuente de conflicto.
     Hemos tenido oportunidad de rastrear cómo las mujeres entrevistadas vivencian sus proyectos sentimentales y reproductivos, y con esto, observar las dificultades que enfrentan: tanto el dilema de las mujeres heterosexuales, de ejercer una maternidad sobredemandante que se articula con exigencias hacia su identidad de mujer (ser sexy, exitosa en lo profesional, entre otras), como el dilema de las mujeres homosexuales, que incluye el imperativo de la maternidad por ser mujeres y el de la supresión de la misma por ser lesbianas. Nada peor que una norma contradictoria en sí misma, una norma que no deja escapatoria, salvo a la desviación y, con ella, a la discriminación y estigmatización de quien se anima a violarla.
     Es importante tener en cuenta que el proceso de transformación del espacio percibido como propio de la mujer, no está completo. Existen aún intersticios de la vida privada que albergan viejas asechanzas. Desde lo institucional y desde las negociaciones posibles al interior de la vida privada ésta es una tarea pendiente; sin embargo, las mujeres entrevistadas visualizan las reivindicaciones del espacio de la mujer como una batalla ganada por las generaciones de 1960 y 70, y no consideran las problemáticas planteadas como colectivas, sino como propias del espacio particular, intrafamiliar. Los conflictos que se generan pueden atenuarse con asistencia psicológica. Si bien en el debate feminista, la función maternal ha sido ampliamente discutida a partir del temor a caer en esencialismos que históricamente fueron atribuidos a la condición femenina, y que confinaron a la mujer al espacio doméstico, a la subordinación y a la dependencia masculina, es necesario todavía abrir espacios de discusión colectiva donde puedan plantearse salidas a los nuevos y viejos atolladeros que se dan actualmente.
     Los valores del cuidado han estado históricamente asignados a la mujer, apelando a su esencia sensible y afectuosa; percepción y práctica que se constituye a partir de la división sexual del trabajo (Lovibond, 1995). Las mujeres entrevistadas hacían referencia explícita a la preeminencia de su rol como cuidadoras de los hijos por encima de la responsabilidad del padre. Esta situación no se problematiza, simplemente se detenta ese poder y se privilegia el espacio de la mujer en este tipo de tareas de cuidado.
     La ética maternalista tiene una significación moral y política. Perder esto de vista supone una posición de mayor vulnerabilidad para las mujeres. Las exigencias modernas hacia la mujer son variadas y no del todo explicitadas en el lenguaje cotidiano. Estas demandas no existen únicamente desde los hombres hacia las mujeres, sino también de ellas hacia sí mismas; éste es el éxito simbólico de la dominación masculina. Los roles pueden cambiar, lo difícil de desentrañar es la estructura de poder que persiste. En los resultados hallados se puede encontrar cansancio, angustia, incertidumbre en la forma en que las mujeres viven la dedicación a su profesión u ocupación, a la construcción de la pareja, a sus necesidades individuales, a la crianza de los hijos. Las estrategias desarrolladas para lograr cumplir exitosamente estas demandas son variadas, pero prácticamente ninguna de las mujeres cuestiona la exigencia de cumplir con todas. La dominación es vivida y padecida, pero no identificada como tal, aún está naturalizada la identidad esencial de la mujer orquesta, que puede y debe cubrir todos los aspectos necesarios para cuidar a su familia, protegerlos y conservar su amor.
     La producción de nuevas generaciones es un interés colectivo, por ello, es una contradicción en sí misma pensarlo en términos individuales. Como toda realización social, tiene un costo y éste debe ser distribuido entre todos los integrantes del grupo. Como sujetos se nos debe reconocer el derecho a decidir si tener hijos o no y, como parte de una comunidad, se nos deben ofrecer condiciones más favorables si nuestro proyecto y decisión es engendrarlos y criarlos.

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