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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.14 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jul./Dec. 2008

 

RESEÑAS

Amorós, Celia. La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la mujer, Colección Feminismos, 2005, 465 págs.

El libro que estamos analizando surge del espíritu polémico que caracteriza a la autora, que encarna en un texto de estructura compleja y pormenorizada, que retoma múltiples trabajos anteriores en 465 densísimas páginas. Celia Amorós recibió por este trabajo el Premio Nacional de Ensayo 2006, que concede el Ministerio de Cultura de España, hecho que generó, por supuesto, la consecuente controversia, especialmente por el comprometido carácter feminista de la autora y de su obra.
     Ya en sus dedicatorias, Celia Amorós nos aclara algunos de los objetivos fundamentales de la obra, entre ellos, la relación problemática de las mujeres con la individualidad y la crítica de los "espacios de las idénticas", sobre los que imprime su propia estrategia. Amorós hace una pormenorizada lista de dedicatorias que expresan, precisamente, el diálogo de la autora con esas diferentes individualidades que el espacio de las idénticas intenta ignorar.
     El título del libro hace una explícita referencia a la obra La pequeña diferencia y sus grandes consecuencias, de Alice Schwarzer, que ponía de manifiesto las desmedidas consecuencias de la mera diferencia sexual-anatómica. A los ojos de Amorós esta diferencia creció monstruosamente al amparo del debate "feminismo de la igualdad"-"feminismo de la diferencia". En este punto, comienza una pormenorizada genealogía del pensamiento de la diferencia, a partir de la que señala como su fundadora a Luce Irigaray. La estrategia de Amorós se articula sobre la interpelación a las consecuencias que dicho movimiento ha traído a las mujeres de todo el mundo, sobre todo a partir del avance demoledor del proceso neoliberal de globalización. Y analiza también las derivaciones que el pensamiento de la diferencia ha tenido en Luisa Muraro y Rosi Braidotti.
     El desarrollo de la obra está estructurado en cuatro partes: "Para una teoría de los géneros como conjuntos prácticos", "Más allá del sujeto iniciático: por unos sujetos verosímiles", "Diferencias con 'la diferencia'", y por último, "Diálogo en la igualdad".
     La primera parte en este proceso de argumentación, "Para una teoría de los géneros", abre con el capítulo sobre el debate en torno a la relación dialéctica entre universales e individuos como únicos sujetos éticos posibles, dedicado a María Luisa Femenías. Concluye aquí dando su apoyo a un nominalismo moderado frente al realismo de los universales que sostiene al patriarcado. El nivel de debate, en esta primera parte, pasa primordialmente por un lenguaje ontológico, despejando y estableciendo los conceptos que aplicará más adelante. Desemboca así, en primer lugar, en la dinámica paradigmática de los espacios de los iguales y los espacios de las idénticas, en donde muestra las consecuencias políticas de aquellas diferencias conceptuales. Parafraseando a Beauvoir, la fratría no nace: se hace; mientras que la mujer nace, no renace (en la fratría de lo político). Llega a ser mujer sin renacer, ¿o quizás precisamente por no renacer? En el capítulo dedicado a otra colega argentina, Alicia Puleo, explica la lógica interna del patriarcado, poniendo de manifiesto especialmente la dinámica del grupo juramentado que, en sus contradicciones y límites, resulta invadido por "monstruosas" figuras femeninas, como Mme. Roland, Carlota Corday u Olimpia de Gouges, quienes abandonan la tradicional legitimación vicaria.
     La pregunta por la irrupción innegable de las mujeres en la política constituye la clave de la segunda parte, "Más allá del sujeto iniciático: por unos sujetos verosímiles". "¿Cómo han irrumpido?, ¿qué significa esta irrupción?, ¿seguirá la política siendo la política?", son preguntas que guían a la autora en el establecimiento de la naturaleza y estructura de aquel orden que "elidía práctica y simbólicamente a las mujeres", frente a esta irrupción que lo altera dando paso a otro nuevo. Es en este contexto que aparece el tema de la investidura, cuestión que hoy adquiere para nosotras, las argentinas, un particular interés por el papel que la Presidenta Cristina Fernández puede jugar en la lucha de las mujeres y en la naturaleza de la política argentina.
     La tercera parte apunta toda su artillería contra los argumentos de las militantes de la diferencia y la publicación de El fin del patriarcado, por el grupo de autoras vinculadas a la Librería de Mujeres de Milán. En este texto, Amorós no ahorra ninguna de sus ironías para desarticular argumentos que, a sus ojos, sólo están afirmando la muerte de un patriarcado meramente simbólico. Analiza la multiplicidad de consecuencias que la afirmación de la diferencia puede traer a las mujeres, tanto en su vida cotidiana como política; consecuencias que contradicen, precisamente, la supuesta muerte de un patriarcado, que a sus ojos goza de muy buena salud, en tanto no ha perdido eficiencia en la operatividad de sus pactos. El discurso de la diferencia se transformaría, así, en un discurso legitimador de la autoexclusión de las mujeres de la arena política. Recuerda la autora el fracaso político de la conciencia estoica en términos hegelianos. Todo derecho a la diferencia supone un derecho a la igualdad, que aún hay que construir. En última instancia, la indiscutible feminización de la pobreza muestra a las claras, en términos de Fraser, que el género es un principio básico de la estructuración de la economía, a la vez política y simbólica.
     En la cuarta parte del libro, "Diálogo en la igualdad", Amorós pone en práctica esa red de reconocimiento de la que habló previamente, necesaria para la construcción de las mujeres como iguales y no como idénticas. Al sagaz análisis de Valcárcel del consabido "techo de cristal" que separa a la mujer del poder, agrega nuevas aristas que enriquecen su complejidad a la vez que la iluminan. Reconoce en el análisis de Valcárcel el mérito de haber podido elaborar filosóficamente la experiencia de las mujeres que, eventualmente, han podido sobrepasar ese techo. En palabras de Amorós, las mujeres llegan pero sin la completa investidura, por un lado, como advenedizas, y por otro, disponiendo de un poder no transitivo, "en tanto no existe la detentación colectiva del poder de las mujeres", y muestran a Valcárcel como maestra en desactivar los mecanismos conceptuales de inercia.
     Al final del texto, dedica sendos capítulos a María Antonia García de León, Simone de Beauvoir y María Zambrano, y rescata en estas últimas autoras, aspectos poco tratados y en apariencia no centrales, pero con consecuencias harto importantes para las mujeres. Habla de María Zambrano con un gran afecto, poniendo de relieve ángulos en su pensamiento que la vuelven feminista, sin serlo expresamente. De García de León rescata la idea fundamental de que el ejercicio del poder por parte de las mujeres requiere la continua ratificación masculina, en tanto "ejercemos el poder con carácter interino, precario".
     El libro cierra con dos apéndices, que, en palabras de Amorós, adquieren relevancia no tanto por su contenido conceptual, sino por los contextos en los que fueron expuestos: la Conferencia de Atenas del 92 y el Foro Social Mundial de Porto Alegre de 2002.
     En esta obra, nos encontramos con una Celia Amorós que hace gala de su habitual agudeza conceptual, al reconstruir y dirimir en debates complejos, sin simplificar ni empobrecer los diversos argumentos, sino por el contrario, expresándolos muchas veces en conceptos teóricos tan claros que sorprenden. Pero a estas notas que caracterizan en general las obras de la autora, se agrega un tono de cálida madurez, que no renuncia a su firmeza de siempre.

María Cristina Spadaro

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