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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.14 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jul./Dec. 2008

 

RESEÑAS

Domínguez, Nora. De dónde vienen los niños. Maternidad y escritura en la cultura argentina, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2007, 517 págs.

Desde siempre relacionada a las intensidades de todo tipo, ya sean patrióticas, religiosas o psicológicas, o simplemente omnipresente en el habla popular, la figura de la maternidad puede sin embargo ser leída como un enigma que arrastra, entre tantas otras cosas, tonos y modulaciones cargados de afectividad. Un enigma que involucra profundamente a la trama social, ya que es allí, en el seno familiar, donde se estructuran las relaciones entre madres e hijos. La maternidad como enigma, pero también como cifra a partir de la cual pueden ser leídas otras tramas de la cultura argentina. Esta es la premisa fundamental desde donde parte De donde vienen los niños. Maternidad y escritura en la cultura argentina, el excelente libro de Nora Domínguez que publicó en 2007 Beatriz Viterbo Editora en su colección Ensayos Críticos.
     La autora deja muy en claro desde el principio que la maternidad ofrece un modelo sobre el que se construyen una serie de metáforas que circulan a través de los imaginarios sociales, que dan cuenta de esta manera de lo cultural y de lo social de distintas formas. La maternidad como un enigma a develar ofrece así pistas imprescindibles para pensar la cultura argentina. Porque si bien (y por suerte) madre hay una sola, los relatos dispares y heterogéneos que se fabrican sobre ellas, pero también sobre los hijos y las hijas, permiten leer la riqueza de un saber siempre inestable pero imprescindible a la hora de la pregunta por lo social. Pero, a diferencia por ejemplo de la historiadora norteamericana Donna Guy y de sus investigaciones sobre el problemático encuentro entre el género, la salud pública y la Modernidad en América Latina, el objeto privilegiado de análisis de este libro de Domínguez es la literatura. ¿Cómo es posible que la literatura argentina no haya hecho de la maternidad un objeto privilegiado de representación, cómo es posible este olvido, esta desatención de las madres?, se pregunta Nora Domínguez, y desde allí retoma las palabras de Roberto Arlt en una de sus Aguafuertes porteñas, que lleva por título precisamente "La madre en la vida y en la novela". Allí, Arlt se queja de lo que considera una grave omisión en la literatura argentina: la ausencia de retratos "conmovedores, saturados de dulzura sobrenatural" de las madres. De alguna manera se puede decir que Domínguez se hace cargo de este desafío pero a partir de una torsión básica: a ella no le interesan esos espacios de representación cristalizada sino más bien la zona de la alta literatura. Desde allí, y a partir de un corpus de textos que se despliegan desde 1950 hasta los primeros años de este siglo y trazan una figura que va desde Rayuela, de Julio Cortázar, hasta La mano del amo, de Tomás Eloy Martíínez o Inolvidables veladas, de Marcelo Cohen; de Cómo me hice monja, de César Aira, hasta El entenado, de Juan José Saer, o El desierto y sus semillas, de Jorge Barón Biza, Domínguez construye su propia fábula crítica desde una minuciosa urdimbre de tramas y relatos. En este sentido, el libro se propone analizar las diversas formas del relato de la maternidad con el fin de "observar las estrategias textuales, las modulaciones genérico-literarias y las figuraciones del yo (hijo-a, madre)". Y para ello se descubren zonas de lo que Domínguez denomina como "lo materno literario", articuladas de acuerdo con las postulaciones de diversos relatos a partir de los cuales se ordenan los distintos textos: "de hijos, de hijas, de bastardos, de madres".
     En este sentido, las tres representaciones elegidas en el primer capítulo son por demás significativas de los presupuestos interpretativos del libro. La primera corresponde a una historieta, Yo, Matías, de Sendra (1993), donde se instituye uno de los ejes centrales de la investigación: "el discurso de las madres es un discurso dominado por la voz de los hijos". La segunda escena que trae Domínguez en este primer capítulo está tomada de los Cuadernos de infancia, de Norah Lange (1937) y se estructura a partir de la complicidad entre mujeres en una práctica central de la maternidad: el amamantamiento. Esta escena entre miradas, voces y cuerpos de niñas-mujeres introduce el segundo eje de problematización: "las hijas miran y reconocen a la maternidad como un conjunto de actos a imitar e interpretar". Actos, como bien recuerda Domínguez, que involucran cuerpos y palabras.
     Por su parte, la última escena adoptará vías más indirectas, ya que aparece en una obra de arte que lleva por título precisamente el de "Maternidad", y que se relaciona además con un crimen en la novela El túnel (1949), de Ernesto Sábato. El protagonista, que está preso por asesinar a María Iribarne, confiesa las causas que lo llevaron al homicidio. Entre ellas, la reacción intempestiva y enloquecida del pintor ante la mirada cautivada de María frente a una pequeña escena del cuadro. Una mirada que se desvía de la imagen principal, la de una mujer que mira a un niño, para posarse en el detalle de una ventanita. "Enigma de la representación que se desata al ritmo del enigma de la maternidad", apunta Domínguez, para trazar el tercer eje central de su investigación: las madres no constituyen en este sistema literario un objeto de representación privilegiado, sino que surgen de un registro intermitente que las coloca en una tensión constante entre la centralidad y la exclusión.
     Como apunta Sylvia Molloy en la contratapa del libro, las representaciones de la maternidad que propone Domínguez aquí distan de ser estáticas. Es decir: la maternidad se sale de sus espacios de representación cristalizados y se lee como una relación siempre cambiante, "una circulación de madres", dentro de esa otra relación inestable que significa la literatura. En este sentido, el libro articula las zonas más interesantes de la teoría feminista con un finísimo trabajo de análisis de los textos, produciendo verdaderas iluminaciones en obras que no habían sido sometidas nunca a esta torsión crítica. Es decir: utiliza la teoría de género como una categoría de análisis cultural y de esta manera resignifica inteligentemente zonas de la literatura argentina habitadas por textos de Julio Cortázar, Juan José Saer, César Aira, Victoria Ocampo, Beatriz Guido, Norah Lange, María Elena Walsh, Abelardo Castillo, Jorge Barón Biza, entre muchos otros autores, pero también zonas de lo social en las que se ubican Eva Perón y las Madres de Plaza de Mayo.
     Son precisamente "las madres de la plaza" las que van a producir un hecho inédito en la vida política argentina, al realizar una acción que Nora Domínguez define como "la toma de la palabra": una revolución simbólica que implica un acontecimiento, una transformación profunda de los lugares con la consecuente corrosión del relato hegemónico de la maternidad. Al pronunciarse públicamente desde su identidad de madres, las Madres de Plaza de Mayo ponen en juego una estrategia que deja ver (dice la autora las aristas revolucionarias que la maternidad también puede implicar. De alguna manera, aquí se estaría respondiendo a la demanda de Roberto Arlt en su aguafuerte "La madre en la vida y en la literatura". Y, como en el caso de Eva Perón (que Domínguez estudia en profundidad en este libro), la maternidad simbólica es también "el terreno de construcción de una identidad social, la identidad común de aquellos que se perciben como hijos de una misma madre, o la de este grupo de mujeres que se constituyen como un grupo portador de una maternidad que rehúsa ceñirse a su carácter singular".
     En este estudio de Nora Domínguez, donde el rigor crítico se combina con la elegancia de su prosa, el denso conglomerado de figuras maternas ofrece una riqueza ineludible a la hora de profundizar el conocimiento sobre la cultura argentina. Una apuesta fuerte que se sostiene inalterable a lo largo de las más de quinientas páginas del libro. Una vez más, el exquisito saber pero también el sabor sutil de la literatura.

Susana Rosano

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