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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.15 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2009

 

DOSSIER: BARRER DEBAJO DE LA ALFOMBRA LAS 'RELACIONES PELIGROSAS'

Prostitución militarizada: La historia no contada1 *

Jennifer S. Butler**

* Selección, traducción y redacción del abstract: Luciana Guerra y Mariana Intagliata. Revisión: María Luisa Femenías.
** Directora ejecutiva de Fe en la Vida Pública. Ministra presbiteriana y Doctora en Teología (Seminario de Princeton), ha sido representante por los EEUU ante las Naciones Unidas en cuestiones religiosas. Integró los Cuerpos de Paz en Belice y América Central entre 1989 y 1991. Fue profesora en el Programa Global Studies de la New York University. En uno de sus libros más recientes -Born Again (University of Michigan Press, 2006)- revisa y documenta las alianzas estratégicas de lo que denomina la "derecha cristiana" con otras religiones, incluida la musulmana, y sus campañas y lobbies en las Naciones Unidas para mantener su red hegemónica, cuyo impacto pasado y futuro analiza cuidadosamente.

RESUMEN

Este trabajo analiza el impacto y la violencia que se ejerce sobre las mujeres y sus cuerpos en situaciones de conflictos armados, echando luz sobre la conexión que existe entre militarismo y explotación sexual. El propósito del artículo es disipar los mitos y examinar las realidades de las industrias del sexo que se desarrollan alrededor de las instalaciones militares norteamericanas, escuchando las perspectivas e historias de las mujeres que se han ganado la vida vendiendo sexo a los militares norteamericanos. Si bien la prostitución es ubicua alrededor de las instalaciones militares de muchos países, este artículo se concentra en las bases militares norteamericanas de Asia, donde ha sido realizada la mayor cantidad de investigaciones y juicios. Se presentan pasajes de las entrevistas grabadas hechas a mujeres que viven alrededor de las bases militares norteamericanas en Corea y Okinawa (Japón). Se examina el impacto de la Base Naval Subic y de la Base CLARK de la Fuerza Aérea en las Filipinas, que ocuparon la Bahía Subic y Pampanga respectivamente hasta 1992, generando las industrias del sexo de Olongapo y Angeles. Este artículo trata también de Tailandia como punto de descanso y recreación, desarrollado para los militares norteamericanos durante la guerra de Vietnam y frecuentado todavía por el ejército de los Estados Unidos. Como conclusión la autora resalta y promueve la solidaridad entre mujeres para enfrentarse a la violencia sexista. Butler considera que juntas, las mujeres que trabajan en la prostitución militarizada y las estudiosas, pueden descubrir el cuadro complejo de las causas y soluciones a la prostitución militarizada como parte de la industria del sexo. Ese cuadro complejo debería incluir un examen detallado del dominio y opresión masculinos, tanto como muchos factores -tales como la raza, la clase, la cultura, las políticas económicas gubernamentales, las prácticas corporativas, las políticas de desarrollo internacional, la disrupción social y la cultura militar.

Palabras clave: Mujeres; Prostitución militarizada; Violencia.

ABSTRACT

Jennifer Butler's study analizes the impact of violence against women and their bodies in armed conflict situations creating awareness about the connections between militarism and sexual exploitation. The purpose of the article is to dispel the myths and examine the realities of the sex industries that develop around U.S. military installations by listening to the perspectives and stories of women who have earned a living selling sex to U.S. servicemen. While prostitution is ubiquitous around military installations in many countries, this article focuses on U.S. military bases in Asia, where the most research and advocacy have been done. It presents excerpts from the recorded interviews of women living around U.S. bases in Korea and Okinawa, Japan. It examines the impact of Subic Naval Base and Clark Air Force Base in the Philippines, which occupied Subic Bay and Pampanga respectively until 1992, spawning the sex industries of Olongapo and Angeles. This article also touches on Thailand as a rest and recreation spot developed for U.S. servicemen during the Vietnam War and still frequented by the U.S. military. By way of conclusion the author emphasizes and promotes solidarity between women to confront sexist violence. Butler considers that women working in militarized prostitution and scholars can together uncover a complex picture of the causes and solutions to militarized prostitution as a part of the sex industry. That complex picture must include a close examination of male dominance and oppression, as well as many factores including race, class, culture, government economic policies, corporate practices, international development policies, social disruption, and military culture.

Keywords: Women; Militarized prostitution; Violence.

No puedo decir que mi trabajo [en el club] haya sido malo... pero fue malo. Lo que quiero decir es que en la mirada de los demás, de las personas que no entienden, este trabajo es malo. Pero no comprenden los motivos por los que las mujeres hacemos esto.
Madelin en Let the Good Times Roll: Prostitution and the U.S. Military in Asia.

Escuchar es político

Como efecto de los alegatos sobre abuso sexual en el Terreno de Prueba de Aberdeen del ejército de los Estados Unidos, de una creciente preocupación por el número de violaciones en situaciones de conflicto armado y de un incremento en la toma de conciencia acerca de la conexión entre militarismo y explotación sexual, el Advocacy Committee for Women's Concerns (ACWC) de la Iglesia Presbiteriana me pidió que colaborara en la preparación de un informe acerca del ejército y la explotación sexual de las mujeres2. El ACWC presentó su informe en una reunión de la iglesia y recibió una respuesta muy positiva. Luego de que muchos de los participantes dieran muestras de apoyo o realizaran preguntas sinceras, un militar retirado se puso de pie para efectuar una serie de mordaces acotaciones. Alabó al comité por haber aprobado el informe, pero contó luego una historia perturbadora. Narró un incidente en las Filipinas durante su servicio militar, en el cual él y un compañero fueron víctimas de las "proposiciones deshonestas" de dos mujeres filipinas en un restaurant. Según su descripción, las mujeres los desafiaron, diciéndoles que sus maridos no estaban en casa y deseaban divertirse. Luego procedió a explicar al comité que, en su opinión, muchas de "estas mujeres" acudían en tropel a las ciudades, incluso las chicas jóvenes, porque disfrutaban del sexo y podían ganar mucho dinero haciendo lo que hacían. A menudo seducían a quienes describió como pobres e inocentes jóvenes reclutas, llevándolos a traicionar sus valores o incluso casándose con ellos para quedarse con su dinero. En contradicción, al parecer, con sus declaraciones, terminó felicitando al comité por un informe acertado. Sus comentarios colocaron la responsabilidad de la participación de los militares norteamericanos en la prostitución sobre los hombros de las mujeres que trabajan como prostitutas. La intención de su anécdota era promover la compasión por los militares, en detrimento de las mujeres que son, en muchos casos, forzadas a servir como prostitutas. [...]
     Muchos miembros del comité sintieron que habíamos fracasado en el logro de nuestra meta más importante: iluminar el impacto del militarismo sobre las mujeres y las niñas. Nuestro informe se había concentrado en establecer la complicidad militar y le había dedicado solo un breve párrafo a la descripción de las vidas de las mujeres en la industria del sexo. Los comentarios del oficial retirado nos hicieron dar cuenta de que lo que nos había faltado en nuestra presentación al grupo, e incluso en el propio informe, eran las voces de las mujeres abusadas por la industria del sexo alrededor de las bases militares.
     La violencia contra las mujeres en tiempos de guerra, bajo la forma de violaciones, esclavitud sexual (como en el caso de las mujeres de confort coreanas), el acoso a las mujeres soldados o la mercantilización de los cuerpos de las mujeres en burdeles ubicados en las cercanías de las bases militares, ha recibido hasta el presente poca atención nacional e internacional. A menudo, las mujeres víctimas de la violencia en tiempos de guerra han sido nuevamente victimizadas al ser culpadas, estigmatizadas o expulsadas de sus comunidades a causa de la violencia que se les había impuesto. Las mujeres que son compelidas por una variedad de circunstancias a vender sexo a militares alrededor de las bases son aún más estigmatizadas por la percepción de que, como adultas, tienen la capacidad de elegir si lo venden o no, y elegir hacerlo es inmoral. Dado que sus historias rara vez son parte del discurso público, las realidades de estas mujeres no se reflejan en la realidad pública compartida. Se niega su sufrimiento.
     A lo largo de la historia, las identidades de las mujeres y sus realidades vividas han sido definidas por los varones de la sociedad que han controlado el discurso público. Una de las mayores contribuciones del movimiento feminista ha sido su éxito al posibilitar que las mujeres cuenten sus historias de modo tal que las representaciones masculinas en la sociedad y la cultura puedan ser desafiadas y problematizadas por sus propias realidades. Las feministas han afirmado, como dice Cynthia Enloe, que "escuchar es político"3. De esto se sigue, naturalmente que contar también es político. Al contar sus historias, las mujeres definen su realidad, volviéndose a veces completamente conscientes de su propio yo por primera vez, en lugar de sus yoes tal como los medios, la literatura y las historias los definen, no reflejando sus experiencias de vida. Los sistemas de opresión se sostienen [...] culpando a las víctimas de su propio abuso y exonerándose del mal. Al contar sus historias, las prostitutas dan un paso hacia el desmantelamiento de los complejos y entrelazados sistemas de abuso de mujeres que rodean las bases militares.
     El propósito de este artículo es disipar los mitos y examinar las realidades de las industrias del sexo que se desarrollan alrededor de las instalaciones militares norteamericanas, escuchando las perspectivas e historias de las mujeres que se han ganado la vida vendiendo sexo a los militares norteamericanos. Si bien la prostitución es ubicua alrededor de las instalaciones militares de muchos países, este artículo se concentra en las bases militares norteamericanas de Asia, donde ha sido realizada la mayor cantidad de investigaciones y juicios. Se presentan pasajes de las entrevistas grabadas hechas a mujeres que viven alrededor de las bases militares norteamericanas en Corea y Okinawa (Japón). Se examina el impacto de la Base Naval Subic y de la Base CLARK de la Fuerza Aérea en las Filipinas, que ocuparon la Bahía Subic y Pampanga respectivamente hasta 1992, generando las industrias del sexo de Olongapo y Angeles. Este artículo trata también de Tailandia como punto de descanso y recreación, desarrollado para los militares norteamericanos durante la guerra de Vietnam y frecuentado todavía por el ejército de los Estados Unidos.

Prostitución militar en Asia

Hay muchos tipos diferentes e interrelacionados de prostitución en la industria del sexo, de los cuales la prostitución militar es uno (el turismo sexual, el tráfico sexual y la prostitución infantil son otros)4. La prostitución militar se refiere específicamente al establecimiento de burdeles alrededor de las bases para proveer entretenimiento y "servicios" sexuales a los soldados ocupantes. Usualmente, los dueños de los burdeles o bien compran a mujeres y niñas a traficantes sexuales o bien reclutan a aquellas que están desesperadas a causa de la pobreza, la guerra o la violencia para vender sus cuerpos a los militares. Durante la guerra, mujeres y niñas que son desplazadas de sus tierras y del apoyo familiar a menudo se ven forzadas a vender sus cuerpos para sobrevivir o mantener a sus familias. A veces son víctimas de violaciones durante la guerra, y, en una cultura patriarcal, se las considera indignas de la protección del matrimonio. A menudo carecen de educación a causa de la pobreza o debido a que son mujeres, lo que les impide tomar empleos que paguen un salario suficiente para su manutención. Los soldados ocupantes tienen acceso a una moneda fuerte y pueden incluso ofrecer a la mujer, a través del matrimonio, una huida de su país arrasado por la guerra.
     En la década de 1960, Corea del Sur era conocida como el "paraíso de los G.I."5. Más de 20.000 prostitutas estaban disponibles para "servir" a unos 62.000 soldados norteamericanos6. [...] En la actualidad, las únicas grandes áreas de recreación y descanso que quedan son Osan, American Town en Kunsan, Tongduch'on y Uijongbu. Sin embargo, según My Sister's Place (sacerdocio cristiano que trabaja en favor de las prostitutas), en 1990 había aún 18.000 mujeres registradas como prostitutas en los bares y clubes cercanos a las bases norteamericanas de Corea, y al menos 9.000 sin registrar7. [...]
     Aunque la industria del sexo puede haber disminuido debido a la caída de la demanda luego del cierre de las bases norteamericanas, aún es próspera y encuentra nuevos mercados. Tours sexuales, principalmente de varones de Australia, Europa y Japón, han llenado parte de la brecha dejada por el ejército norteamericano. [...] Se fomenta la industria del turismo sexual e incluso las autoridades locales la desean como forma de atraer grandes cantidades de dinero a la economía local para reemplazar el ingreso perdido cuando cerraron las bases militares8. [...] Durante la Guerra del Golfo, la Séptima Flota atracó en la Bahía Subic y en Pattaya, Tailandia9. Este país, hoy en día escenario del turismo sexual y estación de descanso y recreación, tiene aproximadamente entre 800.000 y 2.000.000 prostitutas10. En marzo de 1996, entre 2.500 y 3.000 soldados tuvieron permiso para bajar a tierra en Angeles y Olongapo, generando una demanda tan elevada que los alcaldes de las ciudades se reunieron para planear la manera de conseguir más mujeres11. El Departamento de Defensa negoció además un Status of Forces Agreement (SOFA), que incluiría la posibilidad de utilizar sus antiguas bases en las Filipinas para descanso y recreación12.
     A menudo, se trafica con las mujeres de las áreas anteriormente ocupadas por las fuerzas armadas norteamericanas hacia burdeles que se encuentran en las cercanías de otras bases. Desde la retirada del ejército de los Estados Unidos, se ha traficado a muchas filipinas a bases militares en Okinawa, Corea del Sur y UAM para satisfacer la demanda de sus industrias del sexo13. Dado que el número de los burdeles decrece solo a causa de la retirada de las tropas norteamericanas, y no debido a un cambio en las actitudes del ejército de los Estados Unidos que alienta tal prostitución, la industria del sexo simplemente fluye, refluye y cambia de acuerdo a la presencia y el tamaño de las bases. Nunca desaparece por completo. [...]
     En la medida en que continúa la ocupación extranjera y se reconstruye la economía nacional, la situación económica de los pobres, en especial de las mujeres pobres, mejora con mucha más lentitud que la del resto del país. La pobreza las lleva a muchas a vender sus cuerpos. Por lo general, se mantienen en la servidumbre y reciben solo una pequeña parte de las ganancias de su trabajo. Irónicamente, el trabajo sexual de estas mujeres se utiliza en la posguerra para reconstruir sus países, en tanto ellas obtienen poco a cambio. En Okinawa, a principios de la década de 1970, el trabajo sexual de las mujeres resultó una fuente primaria de ingresos, que, de manera directa o indirecta, alimentó una actividad económica renovada14. Shimabukuo Hiroshi, una escritora de Okinawa, calcula que la renta anual producida por el trabajo de las prostitutas a principios de la década de 1970 era de unos 50.400.000 dólares; la renta de la principal industria, la caña de azúcar, fue de 43.500.000.
     La prostitución militar en Tailandia y Filipinas, que contribuyó a sentar las bases del turismo sexual actual, ha tenido también un impacto significativo en la reconstrucción de esas economías15. La UNESCO informa que el mayor impulso para el crecimiento de la prostitución comercializada entre las mujeres tailandesas tuvo lugar en la década 1960 durante la Guerra de Vietnam. Las llamadas hired wives (esposas de alquiler) para los soldados norteamericanos apostados en Tailandia fueron un fenómeno social nuevo para el país. [...] El rol de la industria del sexo en la reconstrucción de la economía de Corea fue abiertamente reconocido por las autoridades. Durante cada conferencia sobre "Etiqueta y Buena Conducta" -patrocinada mensualmente por las autoridades locales para entrenar a las prostitutas en la manera de tratar a los soldados norteamericanos- "el alcalde local, el funcionario de información pública o el funcionario para la paz pública [...] realizaba las observaciones introductorias. Decía 'todas ustedes, que satisfacen a los soldados norteamericanos, son patriotas. Todas ustedes trabajan para aumentar el ingreso de divisas extranjeras a nuestro país'"16. Por supuesto, las prostitutas veían solo una pequeña fracción de esas divisas.
     Quienes han estudiado los burdeles cercanos a las bases militares identifican la prostitución militar con la violación y la esclavitud sexual. Más de un oficial ha vinculado la existencia de burdeles alrededor de las bases militares con la violación. Napoleón Bonaparte dijo que "las prostitutas son una necesidad, sin ellas los hombres atacarían a mujeres respetables en las calles"17. A raíz de la violación de una niña de doce años en Okinawa por un infante de Marina norteamericano, el jefe del Comando Norteamericano del Pacífico, almirante Richard Macke, declaró ante los periodistas: "Pienso que fue absolutamente estúpido, como he dicho muchas veces. Por el precio que pagaron para alquilar el auto, podrían haber pagado una chica"18.

Mitos

Los mitos sobre las prostitutas y la industria del sexo encubren la verdadera naturaleza de la industria sexual global. Esos mitos perpetúan la industria del sexo al oscurecer o justificar su existencia ante la sociedad y ante los individuos que participan en ella como consumidores, proxenetas, fiolos o apáticos funcionarios gubernamentales. Ocultan sus verdaderas causas y, por tanto, sus soluciones ante la ley, los gobiernos e incluso ante las organizaciones sociales. Muy a menudo, la prostitución es vista como algo que realizan las "chicas malas". Mientras los "clientes" rara vez resultan estigmatizados, las prostitutas se ven como inmorales y desviadas. Categorizar a algunas mujeres como "malas" permite que otras sean "buenas" en tanto no se salgan de los roles sociales que les son estrictamente prescriptos. Ese rótulo crea una clase de mujeres -las malas mujeres-, consideradas mercancía sexualmente disponible y ajena a la protección de la ley. El comportamiento de las buenas mujeres se restringe ante la amenaza de ser rotuladas como "malas mujeres" y de ser excluidas de las estructuras que (como el matrimonio) les garantizan una cierta seguridad. Tales categorías introducen una cuña entre las mujeres que se encuentran en categorías opuestas19. En su investigación acerca de las prostitutas de los campamentos militares en Corea, Katharine Moon señala que los estereotipos moralistas que describían a las prostitutas coreanas como "malas chicas" desviaron inicialmente a los/as activistas por la paz y a los grupos de mujeres de hacer un análisis político de la prostitución como una forma de la colonización norteamericana y un resultado de la militarización20. Tradicionalmente, en los Estados Unidos, las comunidades por la paz y la justicia social tampoco ven a la prostitución como una cuestión vinculada a la paz y la justicia21.
     La cultura popular habitualmente presenta la prostitución como algo atractivo. Tales representaciones contribuyen a justificar el uso de los cuerpos de las mujeres como mercancías sexuales y describir la prostitución como algo disfrutable, romántico, gratificante y excitante. [...] Uno de los mitos más antiguos es que la prostitución no tiene nada de extraordinario porque es ubicua, parte del paisaje humano, o la "profesión más antigua". [...] Estas declaraciones legitiman la prostitución diciendo que no necesita legitimación. Sostienen que comprar los cuerpos de las mujeres es simplemente natural y no merece ni comentario ni examen detallado alguno. En parte, debido a esa clase de actitudes, los estudiosos -hasta hace muy poco predominantemente varones- han desatendido por regla general la importancia política de la prostitución militarizada y han considerado que las vidas de las mujeres no son importantes en las discusiones críticas del imperialismo, las relaciones entre Estados o la economía política global. Como afirma Enloe, los estudiosos jamás han investigado

las posibles conexiones entre la deuda internacional, la inversión extranjera y el militarismo, por un lado, y las violaciones, la prostitución, el trabajo doméstico y las golpizas a las esposas por el otro [...] los primeros son temas inherentemente 'serios' y los últimos 'privados' y probablemente triviales22.

     [...] Las escasas investigaciones que existen acerca de la prostitución están atravesadas por un sesgo masculino23. Cuando la prostitución se convierte en parte de la discusión pública, generalmente se la encara en términos de necesidades y preocupaciones de aquellos que la utilizan. Se las discute entonces como vectores de enfermedades o como mujeres manipuladoras que intentan sacar ventaja de jóvenes e inocentes soldados. La mayor parte de los ejércitos, incluidas las fuerzas armadas norteamericanas, se han preocupado históricamente por la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y han establecido sistemas de monitoreo para limitar la diseminación de las enfermedades sexuales y el HIV/SIDA entre sus tropas. Esos sistemas rara vez (o nunca) incluyen un monitoreo del personal militar de los Estados Unidos para asegurarse de que no diseminen esas enfermedades entre las prostitutas24. Entre los defensores de los derechos de las mujeres y de los niños en la prostitución, existe la sospecha, difícil de corroborar, de que fue personal militar norteamericano el que introdujo el HIV/SIDA en las Filipinas y en Tailandia25.
     Intentos recientes del Departamento de Defensa para encarar el problema de la prostitución infantil en los alrededores de las bases norteamericanas han tenido la misma tendencia a ignorar el efecto de la presencia militar sobre la vida de las mujeres y de las niñas prostituidas alrededor de esas bases. [...]
     Posters y souvenirs que denigran a las mujeres y a la cultura del país ocupado son ubicuos en las áreas de bares y crean un clima que permite que los individuos y las instituciones justifiquen comportamientos explotadores, incluso violentos. Remeras y gorras que se venden alrededor de los clubes llevan mensajes como "Las mujeres son ángeles en la calle, pero demonios en la cama", "Puede que yo no acabe en la historia, pero sí lo haré encima de tu hermanita pequeña", y "No te amo para nada, pero pagaré tu puto trago"26. [...] Por vender su labor sexual, las mujeres se convierten en objetos; los varones que compran su trabajo, no.
     El estereotipo de la prostituta en países en desarrollo como exótica y sumisa pone de manifiesto el racismo global, que resulta instrumental en la perpetuación de los sistemas de explotación sexual. Debido a las guerras entre los Estados Unidos y los países asiáticos, y a una intensa ocupación norteamericana, los soldados tienen una vasta experiencia con prostitutas asiáticas, experiencia que a menudo comparten con otros varones. Rita Nakashima Brock, estudiosa que pasó su infancia en bases militares de Estados Unidos, Alemania y Okinawa, escribe:

La mayor parte de mi vida, me he enfrentado a los presupuestos que se hacían sobre mí basados en los estereotipos sexuales de las mujeres asiáticas. 'Geisha girl' y 'Susie Wong' son dos ejemplos comunes. Sus ideas sobre mí, fundadas en esos estereotipos, me persiguieron durante mi adolescencia, a mis veinte años y a mis treinta27.

     Muchas mujeres asiáticas relatan experiencias similares, de ser estereotipadas como sexualmente disponibles. De las mujeres japonesas que se casaban con soldados, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial, inmediatamente se sospechaba que eran prostitutas28.
     Semejantes estereotipos raciales, aunque son obviamente engañosos, revelan de manera simultánea las conexiones entre racismo y abuso sexual. Muchos análisis feministas de la industria del sexo sostienen que "convertir a la 'otra' del Tercer Mundo en algo exótico es un elemento tan importante como el factor económico para posicionarlas en el trabajo sexual"29. Los operadores de tours sexuales sacan ventaja de estos estereotipos y los perpetúan. Por ejemplo, una revista suiza de turismo presentó un anuncio que decía: "Delgadas, bronceadas y dulces, aman al hombre blanco de manera erótica y devota. Son maestras por naturaleza en el arte de hacer el amor, un arte que nosotros los europeos desconocemos"30. Muchos soldados que ni soñarían con comprar sexo a un niño o una niña blancos en los Estados Unidos piensan en tener sexo con niños de otros países, en base a mitos que sexualizan a las personas de color. Algunos incluso se creen que están ayudando a esos niños porque de otro modo se morirían de hambre. En la mayor parte del mundo, quienes no pertenecen a la raza dominante se encuentran en números desproporcionadamente altos entre las filas de las trabajadoras sexuales y son a quienes peor se paga. Racismo y sexismo unen sus fuerzas económicas a fin de generar un grupo de personas que puedan convertirse en mercancía.

Disipando mitos: contar es político

Lo que presentamos aquí es una síntesis de temas comunes en las historias de las mujeres que trabajan como prostitutas, recopilados a partir de los registros de militantes por los derechos de las prostitutas y de estudiosas. Lamentablemente, esos registros son escasos. Las investigadoras rara vez privilegian las experiencias de las prostitutas en sus investigaciones sobre el tema. En general, la bibliografía provee análisis económicos, políticos o sociales sobre la prostitución, en vez de registrar las experiencias de las prostitutas. Además, el crimen organizado mantiene gran parte de la prostitución militarizada, al igual que la mayoría de las actividades ilegales, en la oscuridad. En muchos casos, si las prostitutas hablan de su trabajo con extraños, pueden poner en peligro su empleo.
     A menudo, contar sus historias es doloroso para aquellas que han escapado de la industria del sexo. Muchas se encuentran profundamente avergonzadas aunque hayan sido victimizadas. Muchas de las que trabajan en la prostitución militar afirman que eligieron hacerlo para poder mantenerse a sí mismas y/o a sus hijos, padres y hermanos. En las palabras de una mujer: "Fue entonces cuando me di cuenta de que la vida era así. Cuando no tenés dinero aceptás cualquier cosa. Al final dije sí"31. [...]
     Lita, de la provincia rural de Samar, en las Filipinas, intentó muchas estrategias antes de recurrir a la prostitución. A los diez años, mientras trabajaba como sirvienta con su madre en Manila, estuvo a punto de ser violada por el hijo de su jefe. Tras huir de ese empleo, trabajaron hurgando en un vertedero hasta que Lita y su padre estuvieron a punto de ser sepultados por las excavadoras, en dos accidentes distintos. Luego de migrar a otras dos ciudades buscando algún trabajo para mantenerse, y luego de que la casa familiar fuera destruida por un tifón que dejó a la familia endeudada, Lita viajó a Olongapo -donde se emplazó hasta 1992 una base naval de los Estados Unidos- para ganarse la vida como sirvienta. Como no consiguió empleo, decidió trabajar en un bar. Tenía catorce cuando tomó su primer cliente. Su primera experiencia fue aterradora: "Lloré. Dije, 'No tenga sexo conmigo'". La palabra que usa para sexo es galawin. Las mujeres en las Filipinas a menudo usan la palabra galawin para referirse a las relaciones sexuales que tienen con militares. Esta palabra puede significar sexo o violación y jamás se utiliza para referirse al sexo consensuado32. Él se ofreció a pagarle lo que a ella le pareció mucho dinero. "Consentí porque me dio dinero [...] Realmente no quería, pero él me obligó. Fue muy doloroso. Sangré [...] Le envié el dinero a mi madre"33.
     Luego de que un tifón destruyera su comunidad en las Filipinas, Janet solicitó un empleo en una agencia que le aseguró que sería bailarina en Japón. En lugar de eso, se encontró vendiendo sexo en un bar cercano a la base norteamericana de Okinawa. Al oír que Corazón Aquino tenía intenciones de impedir que las mujeres filipinas viajaran a Japón o fueran traficadas allí para vender sexo, respondió: "¿Cómo se van a ganar la vida las mujeres que están trabajando aquí? ¿Cory [Aquino] les dará trabajo? Lo que escuché es que serán reemplazadas por mujeres coreanas. No trabajaríamos más en los clubes si se nos diera un trabajo adecuado". Sus comentarios revelan el hecho de que remover la industria de la prostitución no es en sí misma una solución para la opresión de estas mujeres: "No me hubiera hecho fuerte para venir aquí si hubiéramos tenido suficiente para vivir, pero realmente no era así"34.
     La mayoría de los burdeles trabaja según un sistema de endeudamiento que genera condiciones similares a la esclavitud. Este sistema es similar en Corea, Japón, Tailandia y las Filipinas. Las agencias de empleo (usualmente ilegales), que se especializan en la prostitución en bares y burdeles, ubican a las mujeres en un club y le cobran al dueño una suma. Esta suma se anota en la cuenta de la nueva empleada según porcentajes usureros. Las mujeres tienen que trabajar para cubrir esta "cuota de agencia", más otras sumas debidas a ítems necesarios para atraer a los soldados, tales como maquillaje, un estéreo y ropas; su habitación y su manutención; y otros gastos que realicen, como los honorarios médicos para tratar enfermedades venéreas, abortos, sobornos para los representantes de la ley, dinero para fianzas y gastos de emergencia35. A menudo, los dueños encuentran formas de aumentar su deuda o mienten acerca de su grado de endeudamiento. Nan Hee dice: "Si no tenías deuda, se las ingeniaban para que la tuvieras [...] Escapar de un club no es algo fácil de hacer"36.
     Para trabajar como prostituta cerca de una base militar norteamericana, una mujer debe estar registrada, si es que pretende trabajar legalmente. Para completar su matriculación, debe realizarse una radiografía de pecho, un análisis de enfermedades venéreas, un test de SIDA, un análisis de sangre y otro de materia fecal. Recibe un carnet que prueba que está sana y se le exige que vuelva a realizarse los exámenes para renovar su matrícula. Si se descubre que no lo está, se contacta al bar y debe dejar de trabajar hasta sanar. Por supuesto, debe pagar ella misma los exámenes y el tratamiento. La policía local y militar las detiene con frecuencia para revisar sus carnets. Los clientes también pueden pedírselos, aunque ellos mismos no están obligados a mostrar ninguno. Si se descubre que alguno de ellos tiene una enfermedad transmitida sexualmente, no se le permite dejar la base, aunque algunos soldados hacen tratamientos en clínicas externas para evitar restricciones. Históricamente, las clínicas en las que están registradas las mujeres han sido proyectos conjuntos entre los departamentos de salud locales y las fuerzas armadas norteamericanas. En la actualidad, en Corea, las clínicas son administradas por el gobierno37.
     El club exige que la trabajadora venda tantos tragos como le sea posible -alcohol para los hombres y "bebidas de damas" (usualmente tragos suaves) para ella misma. Recibe una pequeña cantidad de ingresos por los tragos que vende, que en Corea ha sido históricamente de un 10% a un 20%. Para vender tragos, debe flirtear con los soldados. Sin embargo, vender tragos nunca ha sido el puntal de las ganancias de una mujer en un club. Deben tener sexo con los soldados para engrosar sus ingresos. En Uijongbu, Corea, a mediados de la década de 1980, una noche se pagaba veinte dólares, y la hora, diez. Los dueños y los fiolos se quedan generalmente con el 80% de cada transacción. Si un cliente no estaba satisfecho, podía reclamar su dinero. Si el dueño del bar acordaba, la tarifa se sumaba a la deuda de la mujer. En Corea, a mediados de la década de 1990, los clubes pagaban a una anfitriona 250 dólares38. En Olongapo, Filipinas -según afirman Saundra Sturdevant y Brenda Stoltzfus en uno de los análisis más detallados acerca de la vida en los centros de prostitución cercanos a las bases- "el nivel de ingreso de las mujeres es difícil de precisar, pero es un mito que ganan mucho dinero"39. Generalmente viven hacinadas en la parte de atrás del club o en un departamento alquilado. Otro tipo de arreglo es el de la "mujer mantenida". Un soldado puede pagar un departamento y enviar dinero a una mujer de manera regular y ella lo sirve de tiempo completo. [...] Algunos de estos arreglos terminan en matrimonio. La mayoría no40. [...]
     Mientras que muchas mujeres se ven presionadas a entrar en la prostitución por las necesidades económicas, otras son forzadas físicamente o engañadas por traficantes de sexo, que reclutan a chicas jóvenes en áreas rurales o buscan a las mujeres que bajan de los trenes huyendo de la depresión económica del campo, con la esperanza de encontrar trabajo en la ciudad. Otras han sido abusadas por miembros de sus familias, esposos, conocidos o extraños. Katharine Moon, en su análisis de la prostitución militar en Corea, sintetiza: "La abrumadora mayoría de las prostitutas ha experimentado una combinación de pobreza, clase baja y abuso físico, sexual y emocional incluso antes de entrar en el mundo kijich'on"41. [...]
     En muchas culturas, las mujeres enfrentan un doble riesgo con la violación, ya que una mujer que ya no es virgen no puede casarse o debe casarse con su violador. Kim Yonja describe cómo haber sido violada a los once años por su primo fue uno de los motivos por los que se convirtió en prostituta. Creía que no hubiera sido violada si su madre hubiera estado en casa, pero su madre tenía que trabajar porque su padre las había abandonado42. Kim Sua-Ok fue violada durante una cita. Luego de la violación, Kim se vio forzada por las pautas culturales a vivir con su violador. La golpeaba y llevó a la familia a la pobreza. Temiendo por su vida, escapó a Seúl, donde fue reclutada para trabajar en uno de los burdeles cercanos a la base norteamericana de Uijongbu. El reclutador le dijo: "De cualquier modo, te costará casarte con otro coreano. Tienes un bebé, careces de educación, no tienes dinero, no eras especialmente bonita [...] si quieres cambiar tu destino, te conviene conocer a un soldado norteamericano y casarte con él". Pronto contrajo deudas, como le sucede a la mayoría de las mujeres en los clubes, por el sistema que se organiza contra ellas. Irónicamente, su única esperanza a esa altura era conocer a un soldado norteamericano que cancelara su deuda con el dueño del club y se casara con ella43. Pocos de estos matrimonios funcionan. Según muchos cálculos, el grado de fracaso es de un 90%44. [...]
     Las mujeres que entran en la prostitución militarizada son claramente víctimas de la pobreza, el abuso y su bajo estatus como mujeres en sociedades patriarcales que se encuentran dominadas económica y militarmente. Sin embargo, dentro de su limitado rango de opciones, muchas muestran gran capacidad de acción. Tienen coraje y altruismo. A menudo se ven a sí mismas -y se las ve- como sostén de familia, protectoras, hijas y madres comprometidas, mujeres ambiciosas45.
     En la mayor parte de Asia, la unidad básica de la sociedad es la familia, no el individuo. El yo existe dentro de relaciones sociales. Niñas y jóvenes en muchas culturas toman más responsabilidades que los varones a una edad más temprana y se las socializa para realizar mayores sacrificios personales para cuidar a sus familias. Esto lleva a muchas niñas y mujeres a ingresar en la prostitución sobre la base de un sentimiento de obligación familiar. Cuando la prostitución comercializada aumentó dramáticamente en Tailandia durante la guerra de Vietnam, los reclutadores forzaron y engañaron en gran escala a jóvenes y niñas de las áreas rurales para que ingresaran a la prostitución. Estas mujeres pudieron enviar dinero a sus familias y mejorar su nivel de vida. Cuando se conoció esta situación, los empleos en los burdeles comenzaron a ser los más buscados. Algunas niñas y mujeres comenzaron a elegir entrar en la prostitución para aliviar la humillación y el sufrimiento de sus familias. Las familias descubrieron que vendiendo a sus hijas podían mantenerse o mejorar drásticamente su nivel de vida. Cuando mujeres y niñas entraban en la industria sexual, su elección se entendía no como una falta moral sino como un mal karma. Se consideraba que su sacrificio tenía sentido para los otros y se creía que así mejoraba el karma de la mujer, especialmente porque nacer mujer indica mal karma46. Nan Hee, una prostituta coreana, relata: "Mi madre no pensaba que todas las que trabajábamos en los clubes éramos malas. ¿Qué podía decir? Yo estaba ayudando a la familia, después de todo"47. [...]
     Las familias a veces tienen sentimientos encontrados sobre el trabajo de sus hijas en la prostitución. Lita, de las Filipinas, informa que su familia inicialmente se enojó y se alteró diciéndole que no tenía que hacer "esa clase de trabajo" para cancelar sus deudas. Sin embargo, parece que de hecho sí tenía que hacerlo; su madre señala que: "Terminó en Olongapo en este trabajo. No importa. No me avergüenzo". Describió la deuda de la familia y concluyó: "Si no hubiera sido por nuestras hijas, jamás hubiéramos sobrevivido. No importa qué pensáramos hacer, nada funcionaba"48. A menudo, las mujeres venden sus cuerpos para abastecer y mantener a sus hijos. [...] Muchas de estas mujeres intentan ocultar su trabajo ante sus hijos, para protegerlos. Algunas permanecen en la prostitución no solo para poder alimentarlos sino también para asegurarse de que puedan conseguir educación para escapar del ciclo de la pobreza.
     Ahora bien, si el trabajo como prostituta no restringe las posibilidades de casarse de una mujer, tener un hijo asiático-norteamericano sí puede hacerlo49. Un hijo asiático-norteamericano es la prueba viviente de que la mujer trabaja como prostituta. Una vez que tuvo un hijo con un norteamericano, el temor -bien fundado- de que ella y su hijo no serán aceptados por su comunidad, la mantiene en los burdeles con la esperanza de poder casarse con un norteamericano que los lleve a ella y a su hijo a los Estados Unidos, o al menos los mantenga financieramente. El retiro de las bases navales norteamericanas de las Filipinas en 1992 dejó detrás un legado de unos 50.000 niños asiático-norteamericanos, unos 10.000 solo en Olongapo. Muchos de estos niños y niñas son dados en adopción o abandonados. Muchos otros terminan prostituidos por pedófilos norteamericanos o son vendidos a traficantes sexuales; otros acaban como niños de la calle50.
     Quienes han elegido vender sexo, entre una variedad limitada de opciones, muestran a menudo la capacidad de hacerse cargo de sus vidas, sacándose a sí mismas de una forma peor de abuso o pobreza. Muchas de esas mujeres cuidan de los otros incluso realizando ellas mismas grandes sacrificios, un rol que la socialización solo obliga a protagonizar a las mujeres. Muchas de las que trabajan como prostitutas alrededor de las bases han huido de maridos abusivos o negligentes. Para algunas, vender su cuerpo es más seguro o al menos no es peor que lo que experimentaron en sus matrimonios. [...]
     Mientras que la visión de los soldados norteamericanos acerca de las mujeres que los sirven sexualmente se expone con claridad en los folletos turísticos, propagandas de clubes, posters y souvenires que se venden alrededor de las bases, rara vez podemos oír las opiniones de las mujeres sobre quienes compran sus servicios sexuales. Estas mujeres a menudo ven a los soldados como explotadores, desagradables, manipuladores e inmorales. [...] A muchas no les gustan o les desagradan los norteamericanos porque piden servicios sexuales que están fuera de la norma para ellas. Los ven como pervertidos. [...] Muchas han visto amenazadas sus vidas o han sido forzadas a actos sexuales que intentaron rechazar. [...] La violencia es algo común para las prostitutas que trabajan alrededor de las bases. [...] Muchas son violadas por sus proxenetas/chulos, que a veces consideran que las mujeres están disponibles sexualmente para ellos en cualquier momento. Los proxenetas/chulos a menudo las encierran en los burdeles por la noche para evitar que se escapen. Se las persigue y golpea si intentan irse antes de cancelar sus deudas con el club. En el peor de los casos, la mujer se encuentra con un soldado que la tortura y la asesina, como le sucedió a Yun Kumi en Corea en 1992. Se condenó al soldado Kenneth Markle por su asesinato. Se la encontró desnuda con una botella de Coca Cola insertada en su útero y el caño de un paraguas metido veintisiete centímetros dentro de su recto51. Las mujeres de los clubes y burdeles informan que muchos de estos crímenes quedan sin investigar, enviándose el claro mensaje de que sus vidas no valen mucho para la ley, el ejército o el gobierno. [...] La policía nacional coreana informó que en 1989, de 819 incidentes que involucraron a personal militar norteamericano y ciudadanas coreanas, ni siquiera un caso fue investigado52. [...]
     Los dueños de los burdeles evitan que se desarrolle algún tipo de solidaridad entre las mujeres. A menudo [...] no les permiten hablar entre ellas; las mantienen aisladas y las únicas noticias del exterior que pueden llegarles provienen de los clientes. [...] Así y todo, muchas mujeres se dan apoyo mutuo, enseñándose habilidades de supervivencia tales como de qué forma reconocer a clientes potencialmente violentos, cómo protegerse de enfermedades de transmisión sexual, cómo fingir orgasmos y cómo continuar siendo atractivas para los clientes cuando ya son mayores.
     Katharine Moon ha documentado cómo las prostitutas encontraron la forma de consolidar su fuerza política en determinados momentos, a pesar del férreo control que ejercen los chulos y el Estado. [...] Organizaron manifestaciones en defensa de sus derechos cuando los aviadores norteamericanos lanzaron un boicot para hacer bajar los precios en la región de P'yongt'aek. El boicot fue también una protesta contra la discriminación de los coreanos locales hacia los soldados negros (las autoridades coreanas consideraron a las prostitutas de las zonas militarizadas un vínculo crucial con las bases en el control de las tensiones y revueltas raciales desencadenadas por esas cuestiones en los pueblos que circundan las bases). El boicot terminó en parte por falta de participación, pero también a causa de las protestas públicas. Moon señala que, aunque las prostitutas eran las residentes más despreciadas de esos pueblos, representaban la vulnerabilidad de los residentes coreanos ante el poder norteamericano y por eso pudieron conducir a otros residentes en el desafío de ese poder. Las prostitutas comprendieron que su impotencia ante las bases era una violación de los derechos humanos y un símbolo de la dominación de los Estados Unidos sobre todo el pueblo coreano. [...] La violencia de los soldados contra las mujeres que trabajan en la prostitución también ha disparado protestas. En Corea, la creciente resistencia contra la dominación norteamericana en la vida de las ciudades cercanas a las bases alcanzó un punto decisivo con el asesinato de Yum Kumi, una prostituta de un pueblo militarizado, en el otoño de 1992. Miles de coreanos se unieron nuevamente a las prostitutas para protestar públicamente contra los crímenes de los norteamericanos contra las coreanas. En lugar de ver este crimen como un asesinato cometido por un soldado individual, lo vieron como un ejemplo de la forma en que los soldados trataban a las coreanas. Anteriormente, las prostitutas habían realizado pequeñas manifestaciones en contra de la violencia de los soldados hacia las mujeres, especialmente en el caso de asesinatos, pero no habían recibido tanto apoyo público. El creciente apoyo externo a ese tipo de manifestación parece indicar un creciente sentimiento anti-norteamericano entre los coreanos, especialmente entre las generaciones más jóvenes. La preocupante situación de las prostitutas es un símbolo de los problemas asociados a la presencia militar norteamericana, percibida cada vez más como imperialismo53.
     En las Filipinas, la prostitución alrededor de las bases también se convirtió en un símbolo de la dominación norteamericana y las prostitutas formaron parte del movimiento que intentó lograr el cierre de esas bases. La violación de una niña japonesa de doce años por infantes de Marina desencadenó protestas similares en Okinawa.
     Aunque sufren restricciones por parte de los chulos, los sistemas legales y la sociedad, que las condena al ostracismo, haciendo que la acción política se les vuelva difícil, las mujeres de los burdeles tienen igual perspectivas políticas basadas en sus experiencias de abuso y negligencia. Las entrevistas de Katharine Moon a estas mujeres revelan que definen la seguridad nacional en términos diferentes a los de las élites nacionales y extranjeras:

Todas las mujeres que entrevisté afirmaron que su mayor necesidad de protección por parte del gobierno coreano [tras la guerra de Corea] no tenía que ver con amenazas de Norcorea sino con la explotación y el abuso por parte de los dueños de los clubes/chulos, la policía coreana local, los funcionarios de las clínicas de enfermedades venéreas, y el poder de las bases norteamericanas54.

     [...] Moon descubrió que las quejas más comunes a Estados Unidos de las prostitutas coreanas se basaban en que los norteamericanos consideraban que las mujeres eran juguetes sexuales; al ejército de los Estados Unidos solo le preocupaba la salud y el bienestar de sus soldados y que las autoridades militares asumían poca responsabilidad legal en relación con el comportamiento criminal de los soldados. Las mujeres que trabajaban cerca de las bases a menudo eran ambivalentes en relación a la presencia de los Estados Unidos. Ms. Pak, entrevistada en Let the Good Times Roll, se pregunta "¿No es cierto que los norteamericanos y los rusos están jugando con nosotros al colocarnos en medio?" Observa que los norteamericanos son necesarios para proteger a Corea del Sur de Corea del Norte, pero si no fuera por eso, "sería cien veces más productivo para nuestro país que los norteamericanos se fueran". Una vez tuvo una discusión con un soldado sobre las relaciones entre los Estados Unidos y Corea y le dijo: "Ustedes están en Corea para hacer dinero, no para protegernos"55. [...] Moon documenta que las coreanas de las zonas militarizadas se sienten traicionadas por su gobierno, que ha hecho muy poco para mejorar su bienestar y se ha mostrado impotente o reacio a ayudarlas a dejar la prostitución. En las entrevistas, estas mujeres ridiculizan los intentos del gobierno coreano de rotular la venta de sexo como "servicio patriótico". Sí creían, en cambio, que su papel como prostitutas de los militares sirvió para proteger a las mujeres coreanas "normales" de las violaciones de los soldados norteamericanos. Una mujer entrevistada por Moon se quejó: "¿Por qué entonces la sociedad nos llama yanggalbo [prostitutas occidentales]? Hemos jugado nuestro papel; si no fuera por nosotras, ¿dónde estarían las coreanas normales?"56. Existe la conciencia, al menos en una parte de las mujeres, de que se las usó para que su gobierno llevara a cabo fines políticos y económicos, pero que se les ha dado poca protección o beneficio económico a cambio. Ms. Chang sostuvo que incluso en el peor de los casos "si el gobierno coreano quisiera seguir utilizando el trabajo sexual de las mujeres para mantener felices a los soldados norteamericanos, entonces tendría que hacerse cargo del sistema de prostitución... para beneficiar a las mujeres"57. Los comentarios de quienes entrevistó Moon expresaban un profundo deseo de que su Estado-nación las aceptara y las incluyera en derechos y privilegios que darían poder a sus vidas.

Desarrollando un marco teórico para comprender la prostitución militar

La división que tiene el movimiento feminista en su percepción de la prostitución tiende a simplificar excesivamente las experiencias de las mujeres que trabajan en la prostitución militar. Actualmente, el movimiento feminista se encuentra dividido en su análisis de la prostitución. Por un lado, una perspectiva feminista liberal busca legalizar la prostitución, y por el otro la perspectiva feminista que defiende el abolicionismo. Cada lado del debate acusa al otro de creer en mitos sobre las prostitutas. Ambas perspectivas parecen incapaces de captar las diversas opiniones e interpretaciones que las propias prostitutas dan sobre su trabajo.
     Las feministas liberales consideran la prostitución como cualquier trabajo en el que se involucran sentimientos mercantilizados, tales como el servicio aéreo, la actuación, la psicoterapia, el cuidado de niños y el masaje. Por lo tanto, prefieren el término "trabajadora sexual" en vez de "prostituta", y militan por la legalización de la prostitución, porque consideran que aliviará o eliminará los aspectos discriminatorios y explotadores de esa industria. Relacionan los problemas de las trabajadoras sexuales con el trabajo: como trabajadoras carecen de protección legal, no tienen derechos, no pueden sindicalizarse y no están sujetas a las leyes salariales.58
     La perspectiva abolicionista, por su parte, concibe toda prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, que se deriva del patriarcado y la misoginia, perpetuándolos59. Kathleen Barry -cuyo libro Female Sexual Slavery renovó el interés por la prostitución y el tráfico sexual durante la década de 1980- sitúa la industria del sexo en un continuum de esclavitud sexual de las mujeres, que incluye formas de control sexual y violencias tales como el matrimonio forzado, la doméstica, el incesto, la violación, la mutilación genital femenina y el uso de velos60. Barry cree que los varones controlan y dominan a las mujeres controlando su sexualidad.61 Si, con Barry, la prostitución es esclavitud sexual, debe ser abolida y no regulada.
     Tanto las feministas liberales como las abolicionistas usan los relatos de las prostitutas para respaldar sus afirmaciones teóricas y sostienen que representan la voz de aquéllas. Las feministas liberales ven a las prostitutas como agentes, que realizan una elección profesional válida. Las abolicionistas tienden a verlas como víctimas de la explotación sexual. Estas conclusiones encontradas indican cuán difícil es oír las variadas experiencias de las mujeres que trabajan como prostitutas. A las militantes y a las investigadoras debe advertírseles que, cuando se busca un marco teórico correcto, es fácil olvidar que la realidad rara vez cabe prolijamente en un marco cualquiera y que la teoría a menudo dice más acerca de la teórica que acerca de quienes son estudiadas por ella. Este artículo, al identificar los temas centrales que atraviesan las entrevistas realizadas a mujeres que han trabajado en burdeles, en lugar de ver la victimización y la agencia como categorías mutuamente excluyentes, ha percibido que son ambos aspectos característicos de las vidas de las mujeres que trabajan en los burdeles. Thanh-Dam Truong y Katharine Moon -que proveen investigaciones y marcos teóricos más complejos- contribuyen a profundizar el debate más allá de una discusión polarizada acerca de si las prostitutas son víctimas o agentes y las posturas teóricas concomitantes.
     Tanto Truong como Moon advierten la inutilidad de pensar en términos polarizados tales como víctima/agente, que poco contribuye a iluminar los complejos sistemas que llevan al desarrollo de las industrias del sexo. Moon observa:

"Necesitamos comenzar por percibir incluso a las mujeres más desposeídas como 'jugadoras' en las políticas mundiales; sin saltar hacia delante y hacia atrás entre los polos opuestos de la auto-agencia y la victimización; debe encontrarse un terreno intermedio"62. [...]

     De manera similar, Truong observa que "el enfoque polarizado de la prostitución ignora procesos sociales complejos. Ese enfoque, compartido por muchas feministas, favorece  discusiones en las que se pasa de la victimización a la glorificación"63. Truong sugiere que las feministas miren más allá de las perspectivas liberal y de esclavitud sexual para ver

"las dimensiones profundamente arraigadas de la desigualdad social, exacerbadas por ciertos cambios sociales como la transformación agraria, la urbanización, la crisis de la moneda extranjera, la movilidad internacional de los trabajadores y la militarización"64.

     Señala que en los análisis feministas sobre la prostitución hay una tendencia a saltos metodológicos que "suman la prostitución al tipo de cuestiones sociales emergentes que los movimientos sociales particulares defienden adecuadamente (como la emancipación de los trabajadores, la emancipación nacional, la emancipación sexual o la autonomía)."65 Esto la lleva a cuestionar el grado en que las voces que se expresan a través de organizaciones de prostitutas reflejan realmente la conciencia de la mayoría de ellas. [...]
     Truong explora la complejidad del papel de la economía política internacional, y Moon del impacto de las relaciones entre Estados, en la creación de la prostitución para servir intereses militares y, en última instancia, intereses nacionales e internacionales. Critica tanto la posición de esclavitud sexual como la liberal, porque no realizan un análisis detallado de la economía política global. Las abolicionistas, al concentrarse en las políticas sexuales, sobrecargan el concepto de patriarcado y descuidan el análisis de otros aspectos del problema. La perspectiva liberal no logra encarar coherentemente el tema de la explotación. Así, Truong ve la prostitución como un resultado de la disrupción de los patrones de parentesco causada por un aumento de la movilidad humana y su dislocación geográfica, una de cuyas causas es la militarización (la urbanización, la migración y el comercio son otras). Los aspectos biológicos y sociales de la reproducción, estructurados normalmente por las instituciones de la familia y el parentesco, se ubican entonces en el sistema de mercado. Este fenómeno se oculta bajo sistemas de creencias (tales como la religión y los sistemas culturales de valores) y estructuras institucionales, que gobiernan la sexualidad y simulan que la prostitución es inaceptable (tales como la policía y la ley), cuando en realidad la toleran e incluso la promueven en vistas de las ganancias económicas. Este ocultamiento favorece la intensificación de la acumulación del capital en la industria del sexo, dado que las prostitutas, sin derechos legales, pueden ser fácilmente explotadas. El trabajo sexual de las mujeres es una mercancía que requiere poco gasto e inversión de capital, y que inversores del Primer Mundo, gobiernos nacionales y ejércitos nacionales e internacionales explotan fácilmente con fuertes beneficios.
     Mientras Truong se centra en la prostitución como el resultado de intereses e interacciones entre gobiernos, organizaciones internacionales y corporaciones multinacionales de países ricos, Moon da un paso más al analizar el rol de los residentes y las autoridades de las localidades específicas que sostienen de hecho las operaciones cotidianas de la industria del sexo. En tanto Truong se centra más en las relaciones económicas, Moon revela las relaciones entre Estados que llevan a la prostitución. Sostiene que las relaciones de las mujeres con los soldados "personifican y definen -no solo subyacen- las relaciones entre los gobiernos". Documenta cómo el gobierno de Corea del Sur intentó movilizar a las prostitutas de las zonas militarizadas como "embajadoras personales" para asegurar objetivos de política exterior que incluían mantener a las fuerzas armadas de los Estados Unidos en Corea durante la década de 1970.[...] Señala que muchas variables afectan la creación de la prostitución militar para servir intereses internacionales. Las mujeres desposeídas deben verse como una de las variables que afecta la política internacional. Más aún, actores como "el Estado fuerte", "el ejército" o incluso "los intereses capitalistas" no pueden considerarse monolíticamente. Las investigadoras y las militantes deberían también ser conscientes de que la élite nacional usa a los diferentes grupos de individuos según su clase, cultura local y raza para perseguir intereses nacionales. Por lo tanto, no todas las mujeres son afectadas por las relaciones entre Estados de la misma manera.
     Señalando estas y otras variables, Truong y Moon observan que aunque el análisis de género es central, por sí solo no ilumina las causas de la prostitución militar. Para Moon:

La lente del género por sí sola no logra abordar el contexto político en el cual las instituciones internacionales -alianzas, programas de asistencia militar y bases militares- buscan controlar a las mujeres y los constructos de género con el fin de llevar a cabo sus 'objetivos de militarización"66.

     Para Truong, el problema de la prostitución "no puede ligarse solamente a la relación hombre-mujer sino que debe tener en cuenta el proceso de internacionalización de la producción en el área del tiempo libre y el entretenimiento, favorecido por la intervención del Estado y del capital"67.
     Al examinar las causas de la violencia contra las mujeres en tiempos de guerra, las feministas necesitan estudiar también las conexiones entre violencia económica y militar, y los lazos teóricos entre el militarismo y la teoría económica moderna. [...]
     Las historias de vida de las mujeres que trabajan en burdeles ilustran la compleja dinámica que crea y sostiene la prostitución militar. Como señaló Janet, de Filipinas, abolir simplemente la prostitución no suprime la industria del sexo, ni aborda las causas económicas que están a la raíz del problema. Deja en claro que, una vez que la industria queda abolida para un grupo de personas -en su caso, las Filipinas- se encuentra otra fuente de trabajo barato, en su contexto, las mujeres coreanas. Si Janet ya no pudiera trabajar en la industria del sexo, no tendría ninguna forma de mantenerse. Pero ¿cómo puede obtener trabajo si la estrategia de desarrollo de su país y las relaciones entre Estados se construyen, en parte, sobre la base del trabajo sexual de las mujeres, o si los que programan esas estrategias ignoran las necesidades de mujeres y niños? Intentar legalizar el trabajo sexual, por cierto, no resolvería las disparidades económicas que llevaron a Janet a ese trabajo. Es ingenuo pensar que la legalización acabará con las condiciones de explotación, dada la variedad de factores opresivos que llevan a muchas mujeres a la prostitución, especialmente a la prostitución militarizada. Como señala Truong, la legalización no logra analizar detalladamente el contexto social de la "libre elección" o del "consentimiento completo"68, ni toma en cuenta la imposibilidad de separar en muchos casos la "libre elección" de la coerción69.
     Claramente, la prostitución militarizada no puede reducirse solo a factores económicos. Las experiencias de las prostitutas muestran que, en una sociedad patriarcal, los varones dominan a las mujeres, en parte, a través del control de su sexualidad, en especial mediante violencia sexual. Son ellos los que se benefician principalmente de la prostitución militarizada, tanto a nivel nacional como internacional, aunque cuánto se beneficien dependa de la nacionalidad, la raza y la clase. [...] La sexualidad de las mujeres se define generalmente en términos de propiedad masculina. Si una mujer ha perdido la virginidad con cierto varón, la considera de su propiedad -haya sido forzada o no. Por lo general, no puede convertirse luego en propiedad de otro varón por medio del matrimonio. A veces la única opción que les queda es convertirse en la propiedad compartida de muchos varones: los dueños de los burdeles y de los que buscan comprar sexo. La mayoría de las mujeres, en especial las pobres, tienen pocas opciones en un mundo patriarcal y deben a menudo pasar de una institución abusiva, definida por los varones, a otra semejante, en busca de una vida mejor. En cada lugar del mundo, son refugiadas de guerras libradas entre naciones y facciones políticas tanto como de guerras libradas por los varones contra las mujeres.
     Las investigadoras y las militantes deben también analizar las motivaciones de los varones que usan y abusan de las mujeres como objetos sexuales. Las investigadoras han comenzado a estudiar cómo expresan los varones la dominación tal como se produce en contextos hipermasculinos. Brock, Thistlethwaite, Enloe, Sturdevant y Stoltzfus han analizado la construcción de la masculinidad militarizada en relación con la sexualidad y la prostitución70. El entrenamiento militar y la socialización están a menudo cargados de mensajes misóginos sobre las relaciones de género. [...] Eslóganes y otras expresiones de agresión a menudo igualan la habilidad sexual con la dominación y la fuerza militar. El honor de un soldado está ligado a su capacidad de probar su masculinidad. Se la define por rechazo a los aspectos femeninos, considerados débiles, no viriles y despreciables. La denigración de los rasgos femeninos, y por tanto de las mujeres, es una parte integral de la construcción militar de la masculinidad y de la agresión contra el enemigo. Los cuerpos de las mujeres se convierten en un medio por el que los varones pueden probar su fuerza y su dominio, especialmente cuando se mancilla o domina a las "mujeres de los enemigos". La violación y la prostitución pueden convertirse en parte de la prueba de masculinidad y del éxito de un soldado; incluso del éxito en la batalla. El racismo y la xenofobia fomentados en la propaganda de tiempos de guerra también contribuyen a justificar la violación y la prostitución. La explotación sexual de las mujeres se vuelve entonces parte integral de la construcción militar de la masculinidad y de la agresión contra los propios enemigos.

Conclusión

Para comenzar a comprender la prostitución militarizada, primero hay que tomar en cuenta los relatos de vida de las mujeres que han experimentado directamente la venta de sexo a los militares norteamericanos. Queda mucho por realizar en esta área. Saundra Sturdevant y Brenda Stoltzfus han dado uno de los mejores ejemplos de esa clase de trabajo en Let the Good Times Roll: Prostitution and the U.S. Military in Asia, una de las recopilaciones más amplias hasta el momento de los relatos de mujeres en Corea, Japón y las Filipinas. Misiones como My Sister's Place en Corea han documentado los relatos de las mujeres que llegan a ellas buscando apoyo. Aun así, quedan muchas voces que escuchar. Menos aún se sabe de la prostitución militarizada en otras regiones, como América Latina.
     Como señalan Sturdevant y Stoltzfus, hasta que las mujeres que han vendido su labor sexual en los alrededores de las bases puedan participar en esta discusión como teóricas, nuestro análisis será incompleto. Sin embargo, las estudiosas y las militantes se encuentran a menudo en posición de romper el silencio sobre la prostitución militarizada. Pueden  también tener acceso a información difícil de conseguir para quienes trabajan en la prostitución, tal como acuerdos militares, negociaciones entre Estados, tratos entre corporaciones y políticos locales. Las académicas deben tener cuidado de no hacer encajar las experiencias de las prostitutas en las teorías sino de basar las teorías en sus historias. Juntas, las mujeres que trabajan en la prostitución militarizada y las estudiosas pueden descubrir el complejo cuadro de las causas y de las soluciones a la prostitución militarizada, como una parte de la industria del sexo. Ese complejo cuadro debe incluir un examen detallado del dominio y la opresión masculinos, tanto como muchos otros factores, tales como la raza, la clase, la cultura, las políticas económicas gubernamentales, las prácticas corporativas, las políticas de desarrollo internacional, la disrupción social y la cultura militar.
     Durante las últimas dos décadas, el público ha escuchado, cada vez más, las voces de las mujeres abusadas alrededor de las bases. Deben realizarse esfuerzos continuados para dar lugar a esas voces de modo que no se defina la realidad como si esa violencia contra las mujeres, en tiempos de guerra, no existiera en absoluto o como si fuera trivial o irrelevante. Cuando las mujeres cuentan sus historias de servicio a los soldados en burdeles, y cuando otras y otros las escuchan, se disipan los mitos que describen a las prostitutas como inmorales, como si "se lo buscaran", o como meras víctimas. En lugar de eso, se las ve como mujeres que sobreviven a pesar de todo en una economía global sexista y racista, estructurada para explotarlas, oprimirlas o abandonarlas para que sirvan a los propósitos de los más poderosos.

Notas

1Seleccionamos los presentes pasajes del extenso artículo "Militarized Prostitution" The Untold Story de Jennifer S. Butler, publicado en A. Llewellyn (comp.) War´s Dirty Secrets: Rape, Prostitution & Another Crimes against Women, Cleveland, Pilgrim Press, 2000, págs. 204-232.        [ Links ]

2"The Military and Sexual Exploitation and Abuse of Women", en GA Minute, Louisville: Presbyterian Church [U.S.A.], 1998).        [ Links ]

3Cynthia Enloe, The morning After: Sexual Politics and the End of the Cold War Berkley, University of California Press, 1993), pág. 160.        [ Links ]

4Rita Nakashima Brock y Susan Brooks Thistlethwaite, Casting Stones: Prostitution and Liberation in Asia and the United States.  Minneapolis Fortress Press, 1996. Vern Bullough y Bonnie Bullough, Women and Prostitution: A Social History  Buffalo: Prometheus Books, 1987.        [ Links ]         [ Links ]

5Soldado raso norteamericano (nota de las traductoras).

6Katharine Moon, Sex Among Allies: Military Prostitution in U.S.-Korea Relations New York: Columbia University Press, 1997, pág. 30.        [ Links ]

7Brock y Thistlethwaite, Casting Stones, pág. 74.

8Ibid., pág. 55.

9New York Times, 25 de marzo de 1991.        [ Links ]

10A Modern Form of Slavery: Trafficking of Burmese Women and Girls into Brothels in Thailand New York: Asia Watch, 1993, pág. 49.        [ Links ]

11Gwyn Kierk, Martha Matsuoka y Margo Okazawa-rey, "Women and Children, Militarism, and Human Rights: International Women's Working Conference," Off Our Backs, October 1997, pág. 9.        [ Links ]

12Roland Simbulan, "The SOFA Draft: A Wholesale Abdication of Our Country's National Souvereignty, Self-Respect, and Dignity" (Manila: Nuclear Free Philippines, 4 de diciembre de 1997). También comunicaciones escritas con Norma Nacaytuna con GABRIELA-Filipinas.

13Kierk, Matsuoka y Okazawa-rey, "Women and Children, Militarism, and Human Rights", pág. 9.

14Saundra Pollock Sturdevant y Brenda Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 251.

15Moon, Sex Among Allies, 32-33; también Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 251.

16Ibid.

17Bullough y Bullough, Women and Prostitution, pág. 188.

18Cynthia Enloe, "Spoils of War", Ms. Magazine, Marzo/Abril de 1996, pág. 15.        [ Links ]

19Véase Laurie Bell, Good Girls, Bad Girls: Sex Trade Workers and Feminists Face to Face Toronto: Women's Press, 1987.        [ Links ]

20Moon, Sex Among Allies, págs. 9-10.

21Brock y Thistlethwaite, Casting Stones, pág.324.

22Enloe, "Spoils of War", pág. 104.

23Bullough y Bullough, Women and Prostitution, xiii.

24Ibid., pág. 194; Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, págs.310-13; y Moon, Sex among Allies, capítulo 4.

25Truong, Sex, Money, and Morality, págs. 161-67; y Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 311. también Sister Mary Soledad Perpinan, "Militarism and the Sex Industry in the Philippines", en Women and Violence, Miranda Davies (comp.) London: Zed Books, 1994, págs. 149-55.        [ Links ]

26Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 326.

27Brock y Thistlethwaite, Casting Stones, pág.324.

28Maxine Baca Zinn y Boanie Thorton Dill, Women of Color in U.S. Society Philadelphia: Temple University Press, 1994, pág. 281.         [ Links ]

29Kamala Kempadoo, Global Sex Workers New York: Routledge, 1998, pág. 10.        [ Links ]

30Truong, Sex, Money, and Morality, pág. 178.

31Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 158.

32Ibid., pág. 80.

33Ibid., págs. 70-94.

34Ibid., págs. 282-98.

35Moon, Sex Among Allies, págs. 19-23; Sturdevant y Stoltzfus, "Olongapo: The Bar System", en Let the Good Times Roll.

36Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 208.

37Moon, Sex Among Allies, págs. 18-19.

38Ibid., pág. 19.

39Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 41.

40Sturdevant y Stoltzfus, "Olongapo: The Bar System", en Let the Good Times Roll.

41Moon, Sex Among Allies, pág. 23.

42Moon, Sex Among Allies, pág. 23.

43Kim Sun-Ok, "Only One Hope: To Marry an American Soldier", en Once I Had a Dream, Marion Kennedy Kim (comp.) (Hong Kong: DAGA, 1992), págs. 41-18.        [ Links ]

44Moon, Sex Among Allies, pág. 35.

45Prasithrathsin, "Child Prostitution and Education"; véase también A Modern Form of Slavery.

46Para una discusión completa del concepto cristiano de pecado y las ideas budistas de karma en relación con la perpetuación de las visiones culturales patriarcales que perpetúan la industria sexual, véase Brock y Thistlethwaite, Casting Stones, capítulo 8.

47Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 191.

48Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, págs. 107-8.

49Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, págs. 88-89.

50Moon, Sex Among Allies, pág. 35.

51Moon, Sex Among Allies, pág. 21.

52My Sister's Place, Newsletter no. 8 (julio de 1991).

53Moon, Sex among Allies, pág. 32.

54Ibid., pág. 153.

55Sturdevant y Stoltzfus, Let the Good Times Roll, pág. 209.

56Ibid., pág. 156.

57Ibid., pág. 157.

58Para una discusión completa, véase Kemala Kempadoo y Gail Pheterson, Vindication of the Rights of Whores: The International Movement for Prostitutes' Rights (Toronto: Seal Press, 1989).        [ Links ]

59Esta perspectiva es característica de Kathleen Barry y la Coalición contra el Tráfico de Mujeres (CATW, Coalition against Trafficking in Women) y WHISPER (Women Hurt in Systems of Prostitution Engaged in Revolt), la Alianza Global contra el Tráfico de Mujeres, la UNESCO y organizaciones para acabar con la prostitución infantil como ECPAT.

60Para una discusión completa de este punto de vista, véase Female Sexual Slavery de Kathleen Barry New York, New York University Press, 1995.        [ Links ]

61Barry, Female Sexual Slavery, pág.194.

62Moon, Sex Among Allies, pág.52.

63Truong, Sex, Money, and Morality, pág. 55.

64Ibid.

65Ibid., Sex, Money, and Morality, pág.193.

66Moon, Sex Among Allies.

67Truong, Sex, Money, and Morality.

68Truong, Sex, Money, and Morality, pág.49.

69Ibid., pág. 50.

70Véase Brock y Thistlethwaite, Casting Stones, págs. 75-78 y capítulo 2; y Enloe, "Spoils of War", capítulo 3.

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