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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.15 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July/Dec. 2009

 

RESEÑAS

Kaplan, Betina, Género y violencia en la narrativa del Cono sur (1954-2003), Woodbridge (Suffolk, Inglaterra), Tamesis, 2007, 140 págs.

¿Cómo hablar de la violencia? ¿Cómo se articulan la violencia y el lenguaje, la experiencia y el discurso? ¿Cómo hablar sobre una experiencia incomunicable? ¿Cómo hablar de un cuerpo femenino sometido a la violencia? ¿Cuál es el impacto de la violencia según los distintos roles genéricos? ¿Con qué géneros literarios se asocian las narraciones de la violencia? ¿Un género producido principalmente por y para hombres necesariamente degrada o excluye a una mujer espectadora o lectora? ¿Una imagen explícitamente misógina provoca inevitablemente una ideología misógina y queda excluida del ámbito del arte?
    Si la subjetividad femenina puede reconstruirse a través de un uso diferente del lenguaje, ¿va a encontrar una forma diferente de construir un sistema de género o va a reproducir una estructura como la que pone a la mujer en el lugar de la víctima?
    Sobre la base de estas y otras preguntas semejantes, Betina Kaplan diseña la argumentación de su libro, que tuvo origen en su tesis de doctorado en la Universidad de Columbia, EEUU. El libro tiene una distribución limitada a bibliotecas e instituciones, pero se consigue por internet a través de sitios como Amazon. Desde una perspectiva de género, específicamente feminista, y con el fundamento de las lecturas de las principales corrientes teóricas y críticas, sobre todo, de la teoría psicoanalítica y de los estudios culturales, Kaplan aborda una serie de textos de ficción y películas producidos en los países del Cono Sur pertenecientes a un período que abarca las últimas cinco décadas del siglo XX.
    La enumeración de las preguntas tiene el propósito de reflejar el modo en que la autora va distinguiendo -y definiendo- los conceptos para luego integrarlos en un nuevo interrogante al conectarlos entre sí o al desmenuzar una cuestión más general en otra más específica. Así, si "violencia" y "género" constituyen los ejes principales, de ellos se desprenden las reflexiones sobre el poder, la construcción de la subjetividad femenina, las diferentes representaciones y funciones del cuerpo de la mujer en esa construcción, la memoria y la reconstrucción de las experiencias violentas, el trauma, el dolor y su inefabilidad.
    Apoyando una posición  teórica constructivista acerca de la noción de género -cuya genealogía remite a los aportes de Judith Butler y Teresa de Lauretis, entre otras-, el foco de atención se centra en las mujeres. En ese sentido, los textos y películas elegidos como objeto de análisis ponen en escena a protagonistas mujeres cuyos cuerpos son "intervenidos" violentamente por hombres, para quienes la experiencia violenta tiene un valor "formativo" de su subjetividad.  A través de una precisa organización, se distinguen cuatro tipos de "intervenciones de un cuerpo sobre otro": el cuerpo violado, el cuerpo torturado, el cuerpo materno y el cuerpo ausente. Así, la violencia de género queda delimitada a la ejercida por hombres a mujeres, en relaciones heterosexuales, cuando la violencia se da en el terreno de lo sexual. Solo en el cuento "Recortes de prensa", de Julio Cortázar, se produce, al final, un cambio de roles en un ejemplo de violencia familiar invertido. De ese modo, quedan excluidos otros tipos de violencia que no carecen de representaciones en la literatura y el cine latinoamericanos contemporáneos.
    La elección de este tipo de violencia es, sin duda, deliberada. Desde el relato del rapto de las Sabinas, la violencia masculina -sobre todo la sexual- ha encontrado en el cuerpo femenino su objeto privilegiado, si bien no necesariamente exclusivo y los datos que ofrece la realidad nacional e internacional en el presente así lo pueden confirmar. Ellos reafirman una de las tesis fundamentales del libro de Betina Kaplan: la definición de la violencia como fundamento y práctica discursiva. Una caracterización en términos de su ubicuidad, es decir, de la posición de quien la enuncia o representa: "La violencia no tiene una definición precisa sino que está sujeta a una discusión política sobre la noción de autoridad legítima. Como depende del punto de vista de quien la denuncie o nombre, la violencia no se muestra susceptible de una definición conceptual. Hablar sobre la violencia requiere un posicionamiento" (pág. 11).
    Esta compleja adscripción de la violencia -y luego, específicamente, de la violación- al terreno de lo discursivo tiene sus fuentes en la teoría postestructuralista, de la cual Kaplan menciona, en primer término, a Foucault, pero también a Derrida, con su concepto de archi-violencia. Y si bien esta dimensión de lo retórico cobra un peso fundamental, al punto de poner en cuestión el acto violento mismo, el libro despliega también otras voces críticas que alertan y "advierten que la adopción sin cuestionamiento de las concepciones estructuralista y postestructuralista del lenguaje podría hacer que se perdiera de vista el referente concreto: la violencia empírica" (pág.11). La cita pertenece a la crítica feminista Teresa de Lauretis, a quien Kaplan sigue para superar un primer punto de partida foucaultiano, y, de ese modo, dar una vuelta de tuerca en favor de una perspectiva de género más afirmativa.
    En este sentido, si bien al describir sus propósitos la autora sostiene que no busca una explicación de las causas antropológicas, sociales, políticas o históricas que originan las violencias, el lector no queda, por esto, descolocado o desinformado en relación con los contextos. Por el contrario, cada capítulo cuenta no solo con una presentación que ubica a los textos o películas analizadas en un marco teórico adecuado sino que también ofrece la información necesaria sobre los acontecimientos históricos y políticos ocurridos, además de la descripción del accionar de distintos actores sociales y de las discusiones que se suscitaron alrededor de esos hechos. Para dar un ejemplo claro: la violencia desencadenada por la dictadura militar en la Argentina de los años 1970 y la posterior discusión en el campo intelectual sobre los intelectuales o artistas "que se fueron" y "los que se quedaron"; las estrategias de reclamo y resistencia por parte de mujeres como las Madres de Plaza de Mayo y la metodología del "escrache" diseñada por los HIJOS de los desaparecidos. Así, las lecturas e interpretaciones de textos literarios y de las películas referidos a la violencia militar o de sus consecuencias en la pos-dictadura (Cortázar, Valenzuela, Marta Traba, Sánchez, Eltit, etc.) demuestran una función del arte (literatura o cine): "La de ser expresión de un proceso social, político y económico".
    Por otro lado, la vuelta de tuerca en el sentido afirmativo del género queda enunciada en la proposición positiva de los fines del libro, es decir, lo que sí le interesa a su autora como foco de su análisis: "Indagar cómo se constituyen las subjetividades femeninas en el contexto de la violencia y cuál es el papel de la violencia en esta construcción" (pág.1). Propósito que queda cumplido ampliamente, no porque cada una de las preguntas haya encontrado una respuesta definitiva sino, más bien, porque lo que queda en pie es el estado de reflexión y la interpelación permanente a los lectores y lectoras interesados en estos temas.
    "Escribir o leer acerca de la violencia es también un ejercicio de toma de posición y por lo tanto conlleva ineludiblemente una dimensión política" (pág.124), dice Kaplan, egresada de la carrera de Letras de UBA y actualmente profesora asociada en el Depto. de Romance Languages de la Universidad de Georgia, en Athens, EEUU, en las páginas finales del libro. Es precisamente la tarea que lleva a cabo la autora, quien en sus lecturas, y en su escritura, no solo asume una posición política sino, fundamentalmente, ética.

Cristina I. Fangmann

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