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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.15 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul/ez. 2009

 

RESEÑAS

Strejilevich, Nora, El arte de no olvidar. Literatura testimonial en Chile, Argentina y Uruguay entre los 80 y los 90, Buenos Aires, Catálogos, 2006, 146 págs.

En este libro de Nora Strejilevich hay un profundo análisis de época y de género, y a la vez un testimonio de la autora, que le da sentido a la investigación. El arte de no olvidar intenta comprender aquello que el pensamiento pos-Auschwitz definió como la imposibilidad de narrar. No hay forma de relatar lo atroz, dice esa filosofía. "Ningún género literario me bastaba, ninguna filosofía de las aprendidas me ayudaba a pensar", afirma en el capítulo final (pág. 115). Hay una búsqueda de sentido ante dicha imposibilidad, que en este caso cobra la forma de una recuperación de la narrativa testimonial. Este libro de Nora Strejilevich es, entonces, un desafío al dictum que limita la posibilidad de nombrar el horror.
    Para entender el sentido del campo, el lugar del exterminio, tendremos que dar paso primero a lo que emana de la voz del sobreviviente, entretejida sobre la densidad del pensamiento que heredamos de otros pasados atroces: la "Nota preliminar" y "Mi propia voz se rebela" son los paratextos que dan sentido al corpus, y permiten un diálogo con el pensamiento previo y actual. Testigos y pensadores a la par, Primo Levi, Giorgio Agamben y Hannah Arendt nutren la verdad del testigo, esclarecen su sobre-vivencia, pero no reemplazan la experiencia vivida y transmitida por el sobreviviente.
    El objeto de análisis es la literatura testimonial en el Cono Sur entre las décadas de 1980 y 1990, pero el objeto en este caso es, como siempre pero aún con más fuerza, también el sujeto. Para comprender los acontecimientos del "horror" que atravesó la subjetividad bajo las dictaduras del Cono Sur, Strejilevich hace uso de su conocimiento filosófico y de su propia experiencia como sobreviviente y hermana de un "desaparecido". El estudio asume, con este giro, la forma del testimonio, enhebrando la "memoria del terror" y la exigencia personal y colectiva de hacer justicia (pág. 7).
    No podría comenzar este texto de mejor manera: el punto de inflexión para el estudio es una apuesta al testimonio, nos ubica en la experiencia de su secuestro en el campo Club Atlético, donde también se produjo la desaparición de su hermano Gerardo. El mapeo que hace de la literatura testimonial queda claro. Su voz de sobreviviente y testigo desborda el conocimiento filosófico y académico, la otra sustancia del corpus escogido.
    Los textos que analiza comprenden un período clave en la continua lucha de las organizaciones de derechos humanos y de los sobrevivientes de los campos por conocer la verdad de los hechos y por hacer justicia. Cada capítulo está íntimamente enlazado, partiendo de la elaboración teórica hacia lo fundante, la escritura testimonial. El análisis se encuadra en cada capítulo con un contexto histórico (el marco del golpe y la posdictadura en cada país) y literario, formando un mapa de la producción testimonial del Cono Sur, que da cuenta de que el horror se puede narrar.
    "La verdad del testimonio" es el capítulo más argumentativo y teórico. Allí repercuten los pensamientos de Giorgio Agamben, Hannah Arendt, Dominique La Capra, y también la crítica cultural y política del Cono Sur. Aparecen las reflexiones de Ariel Dorfman, Pilar Calveiro y Alejandro Kaufman  para explicar el "estado de excepción" del ex detenido-desaparecido, sujeto-objeto de su análisis posterior. Este capítulo plantea la importancia del testimonio y la posibilidad de una verdad que no coincide con la verdad histórica, pero cuya experiencia y transmisión es necesaria para interpretar la memoria del pasado.
    "El rescate de una práctica testimonial" presenta las figuras claves del nuevo periodismo norteamericano y la narrativa social-documental de los sesenta como antecedentes inmediatos del género (Rodolfo Walsh, Miguel Barnet, Truman Capote, Tom Wolfe, Oscar Lewis); hace un paneo de la literatura testimonial del Cono Sur, que queda sellado en la Argentina con Operación masacre (1957) y con la "Carta abierta a los militares" (1977) de Rodolfo Walsh, y en Chile con el discurso de Salvador Allende el 11 de setiembre de 1973.
    "Exclusión, exilio y testimonio" y "Las voces del exilio" ponen en cuestión el pensamiento de Walter Benjamin y muestran cómo los "postnarradores" articulan la memoria en función del presente y quizás sean, como sugiere Strejilevich, "los encargados de recuperar una existencia humana en un mundo empecinado en exiliarse de sí" (pág. 36). En este capítulo se rastrean las voces del exilio que desde la distancia se abocan a narrar las pérdidas de la identidad, del lugar propio, de un mundo desterritorializado, cuyo desplazamiento geográfico deja huellas en el exilio interno o externo. Aparecen entre los escritores exiliados: Héctor Tizón, Juan Martini, Osvaldo Soriano, Reina Roffé (Argentina); Cristina Peri Rossi (Uruguay), entre otros.
    Hay tres capítulos dedicados al análisis puntual de los testimonios en cada país: "Chile: la palabra silenciada se revela", "Argentina: de la punición a la memoria" y "Uruguay: democracia y democradura". De este modo,  Strejilevich nos presenta la situación particular del golpe en los países del Cono Sur y los trabajos de memoria realizados desde la democracia. ¿Cómo pensar el pasado mediante un proceso de reflexión y crítica basado en la memoria? (pág.  46). La autora parte del testimonio en tanto modo en que se "documenta una época, una cultura, una forma de resistencia, un imaginario" (pág.  46). En el caso de Chile escoge como objeto de análisis dos textos que narran la experiencia del campo: Tejas Verdes: diario de un campo de concentración en Chile (1979) y Mis primeros tres minutos de Emilio Rojas G.  La alienación y el borramiento de la temporalidad en el campo son ejes de un narrar que, con distintas estrategias y matices, intenta darle sentido al horror vivido, sin idealizarlo ni ocultar los quiebres que produce. En la Argentina, la autora recorre los avances y retrocesos en la posdictadura, a partir del Nunca Más y el Juicio a las Juntas (1985) en tanto puestas en escena iniciales del crimen ante la sociedad, que por primera vez le ofrecieron al público pruebas irrefutables de la siniestra metodología genocida. En este capítulo, tras mostrar las distintas direcciones que la justicia y la memoria iban tomando al abordarse el tema, Strejilevich hace un análisis exhaustivo de tres textos paradigmáticos: Preso sin nombre, celda sin número de Jacobo Timerman, donde analiza la "cuestión judía" en relación a la desaparición forzada de personas; The Little School: Tales of Disappearance & Survival in Argentina (La escuelita) (1986) de Alicia Partnoy, que narra su captura y la vivencia en el campo a partir de una "polifonía de voces y silencios" (pág. 81); y Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso, cuya elaboración de una "novela testimonial" recoge por primera vez la figura del traidor y la militarización de Montoneros a través del testimonio del militante Jaime Dri.
    El penúltimo ensayo analiza Las manos en el fuego de González Bermejo, obra que hace visibles los abusos del terrorismo de Estado a través de un "fresco de la situación que se vivía en Uruguay" (pág. 106); El tigre y la nieve por Fernando Butazonni, cuyo discurso disperso expresa la experiencia de la detenida Julia Flores en La Perla; y Amaral, crónica de una vida por Álvaro Barros-Lémez, la historia de una familia que busca al hijo de una pareja de desaparecidos y el relato de su reaparición en 1985.
    El arte de no olvidar es un libro fundamental para los estudios testimoniales del Cono Sur y de América Latina, que vuelve a instalar una pregunta clave: si la escritura es capaz de relatar lo atroz. La autora nos traza el mapa de una literatura donde las dimensiones íntimas de la experiencia se vuelven palpables en la escritura, donde la memoria subjetiva deviene eje de recuperación de los sobrevivientes y de la sociedad. La búsqueda de lo que éramos y somos  se conjuga, para Strejilevich, en la narración testimonial. "Esa lenta reapropiación de nuestro cuerpo de pensar se produjo en mí al escribir el horror y sus efectos, la errancia, el efecto aplastante de las pérdidas, las formas que inventamos para sobrellevarlas" (pág. 118).

Griselda Zuffi

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