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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.16 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dez. 2010

 

VARIA REUNIDA

Reunir poemas en vida: una cuestión estética, política y de mercado

 Silvia Jurovietzky* y Lucía De Leone**

* Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) / Instituto de Literatura Hispanoamericana (ILH) / Instituto de Literatura Argentina (UBA).
** IIEGE / ILH (UBA) / CONICET.

Varia reunida, una nueva sección de la revista Mora, se interesa en esta ocasión por un fenómeno editorial que viene registrándose en los últimos años: la aparición de las obras reunidas de poetas.
     Desde siempre, la voz del patriarcado impregna las acepciones del diccionario: "Poeta/-isa: Persona que escribe poesía. El femenino tradicional y más usado es poetisa". Subvirtiendo una de las propiedades de la lengua que es su economía, donde el artículo y/o el adjetivo desambiguan el uso de un término como poeta (el/la poeta), se produce la formación de una nueva palabra mediante el sufijo -isa. Esa sufijación, en el caso del término "poetisa", sugiere connotaciones que van desde lo afectivo a lo despectivo. Bajo esta lógica, una mujer que escribe poemas sería una poetisa, vale decir, una poeta aniñada o una poeta "menor". Esta operación, sin embargo, no se registra para la narrativa o en el discurso dramático, donde hay flexiones de género (narrador y narradora, dramaturgo y dramaturga) y no la creación de una nueva palabra.
     Jorge Luis Borges se quejaba de las chillonerías de comadrita de "la Storni" (donde el elemento despreciativo surge de la asociación del diminutivo y la selección lexical), probablemente porque su escritura no se confina solo al campito de la poesía confesional amorosa. Es en estos casos cuando el mito biográfico o las ficciones críticas explican, mediante el desengaño amoroso, la enfermedad o la locura, la prolongación de una obra que tendría que haberse detenido con el matrimonio y la maternidad.
     En los últimos tiempos, se desestima por políticamente incorrecto el uso de "poetisa", y no por casualidad la muerte del término antecede a la emergencia de las obras reunidas escritas por mujeres vivas, por poetas.

     La escritura poética habilita que una mínima cantidad de materia verbal se presente cargada de un máximo sentido. Esta compacidad, junto con el ritmo, es lo que ya en 1924 Iuri Tinianov destacaba como aquello que hace específico al discurso poético, y quizá sea esta condición material la que le permite a la poesía (a diferencia de la narrativa) adaptarse mejor a ser agrupada como completa o como reunida en un solo tomo.
     Las obras completas como concepto resultan un objeto preexistente, que ya forma parte de la tradición cultural, y su función es la de recopilar la producción de escritores de manera casi siempre póstuma, por razones que acaso tengan que ver con disponer de manera definitiva los escritos que estaban desperdigados en libros agotados o en papeles sin editar. En este sentido, al mismo tiempo que las obras completas reafirman la colocación de las poetas dentro del canon (es el caso de Alfonsina Storni, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik), propician una lectura en la que la muerte real de la autora supondría una clausura.
     La novedad de la obra reunida consiste en poner a los lectores frente a un volumen que, si bien se pretende más abarcador que cada título por separado, promete una totalidad siempre precaria, ya que el hecho de estar vivas permite a las poetas el rediseño de la obra y su intervención, aunque sea parcial, en las políticas de edición.
     Con el cambio de siglo, Adriana Hidalgo, Bajo la Luna, Ediciones del Dock, entre no muchas otras editoriales, decidieron abrir un camino: editar poesía en obras reunidas, poniendo en cuestión la tradicional confección de antologías, selecciones de una producción poética mayor aún en curso. En el marco de esta nueva zona de emergencia, es notorio que, salvo la de Arnaldo Calveyra, todas las demás obras reunidas responden a la firma de mujeres: Juana Bignozzi, Mirta Rosenberg, Irene Gruss, Diana Bellessi, Liliana Lukin. Esta camada de poetas se diferencia de las que ellas llaman sus mayores -Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Olga Orozco, Delmira Agustini, Susana Thénon, Amelia Biagioni, Alejandra Pizarnik, Marosa di Giorgio- en que estas últimas tuvieron que esperar la muerte para que su obra se agrupara e ingresara en la instancia consagratoria de obra completa.
     Precisamente, por recopilar textos de escritoras aún vivas, las obras reunidas permiten que ellas mismas revean y corrijan, es decir, posibilitan la revisión y, a su vez, la reacomodación de la obra escrita. En esta instancia editorial, muchas escritoras, por diversas razones, deciden quitar algunos poemas e incluso libros enteros. Si bien la reedición de títulos sueltos habilita estas operaciones, las obras reunidas además traen un plus: hacerlo en relación con la totalidad de lo publicado, no solo a partir de determinados criterios editoriales, sino también con el ojo de la escritora frente a su entera producción, y no el de sus herederos, cuyos valores y motivaciones, en algunos casos, poco tienen que ver con los de la literatura.
     En la edición de obras reunidas incide una serie de factores fundamentales. Entre ellos, la extensión, ya que algunas adquieren la dimensión de libros ladrillo, y así ganan visibilidad física al ocupar un espacio destacado en las librerías y bibliotecas personales, y la organización interna, con prólogos a cargo de expertos, con reordenamientos de la propia obra, a pesar de seguirse en muchos casos el parámetro de la cronología.
     Un punto en el que detenerse es el criterio editorial en la titulación de estos libros: no solo se encuentran los clásicos enunciados de obra reunida, poesía reunida u obra poética reunida, sino que muchos de los títulos funcionan como enunciados que aportan otros sentidos y que inscriben la obra recopilada en una futuridad cercana. En La mitad de la verdad. Obra poética reunida (1982-2007) de Irene Gruss, el término mitad y la periodización propuesta instan a esperar la segunda mitad prometida de esos textos. Otro caso es el libro de Diana Bellessi que se denomina Tener lo que se tiene. Poesía reunida, título que deja entrever la idea de que se publica lo que se tiene hasta ese momento de la edición y que probablemente habrá de completarse más adelante. Es llamativo, además, que sean editoriales dirigidas por jóvenes profesionales, muchos de ellos formados en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que bajan al lugar del subtítulo un concepto antiguo y polémico como el de obra, tan ligado a las estéticas románticas.
     Una serie de interrogantes guía esta sección. Las preguntas rectoras son si las obras reunidas colaboran en el proceso de legitimación de las poetas, que son agentes del campo cultural tradicionalmente soslayados, y qué efectos tienen en la escritura de las autoras, en tanto estos libros representan una instancia de reconocimiento pero, al mismo tiempo, despiertan el fantasma de su muerte. Las reflexiones que siguen giran en torno al hecho de si las obras reunidas contribuyen - como afirma la crítica Francine Masiello- a la formación de nuevos hábitos de lectura y a la construcción de un nuevo tipo de lector. Por último, se presta atención a cuáles son las políticas editoriales que se ponen en juego con estas ediciones que -como afirman los editores de Bajo la Luna- al compás que promueven una importante repercusión económica en las ventas, apelan a un mercado tradicionalmente cautivo para estas obras, el del circuito de lectura que se ciñe a un entre nos: poetas que leen a otros poetas.
     Las distintas voces que intervienen en Varia reunida son: la de la crítica literaria norteamericana Francine Masiello, que cuenta con una larga trayectoria en la investigación sobre problemas de género y política, las vinculaciones entre escritura de mujeres latinoamericanas y los procesos de modernización, entre otros, y que en esta ocasión analiza cómo se construye una lectura a partir de una obra completa o reunida, a diferencia de la construcción de sentido que propone cada libro en forma autónoma; la de Silvia Jurovietzky, investigadora y también poeta, que se refiere a los modos de construcción de la autoría femenina en torno de la edición de las Poesías completas de Emma Barrandéguy, una figura desconocida o conocida subsidiariamente por su vinculación afectivo-laboral con la escritora y periodista argentina Salvadora Medina Onrubia; la de Diana Bellesi, quien reflexiona desde su condición de poeta sobre la experiencia de haber sido la suya una de las obras reunidas más importantes del presente. Por último, son las propias editoriales, como Adriana Hidalgo y Bajo la Luna, las que ofrecen su punto de vista sobre este fenómeno que involucra, como fuimos anticipando, cuestiones estéticas, políticas y de mercado.

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