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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.16 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2010

 

VARIA REUNIDA

Tener lo que se tiene

Diana Bellessi

La propuesta de publicar la obra reunida llegó de la editorial dos años antes. Desde entonces, iniciamos la construcción del archivo, que incluía casi todos los libros publicados, con la poeta Sonia Scarabelli, verdadera curadora de infinitos trabajos e infinita paciencia. Uno de ellos, Destino y propagaciones, editado en Ecuador en 1971, quedó fuera por mi propia decisión; también algunos que permanecieron inéditos en los años de mi juventud, cuando aún no existían las nuevas tecnologías que más tarde facilitaron la edición, ni tampoco los recitales permanentes de poesía que se iniciaron después de la dictadura, y que promocionaron el acercamiento a la escritura de jóvenes poetas. Volver a mirar todos los libros, para corregir ciertas erratas, o dudar en un punto o en una coma, se convirtió en algo tedioso; recuerdo haber modificado un verso en La edad dorada, porque carecía de precisión, y no mucho más... Aunque, Scarabelli me dio numerosas clases de gramática en castellano, que fueron un tesoro para mí. Esto, y contar con una lectora tan atenta y sutil, se volvió lo mejor del trabajo. Hasta llegar al último libro, que estaba inédito aún, y que le dio nombre al conjunto: Tener lo que se tiene. Allí, la aventura fue aún más minimalista, de esa clase que se sostiene con un libro nuevo, cuando se cree saber todo de él y, al mismo tiempo, no saber nada. La lectura final, anotada y conversada con Daniel García Helder, agregó excitación al trabajo; así como el extenso y hermoso  prólogo de Jorge Monteleone. Y luego, los tremendos detalles de corrección final, en el montaje del libro, con Gabriela Di Giuseppe, cuyo cuidado y cariño fueron excepcionales. Al fin, la obra tuvo tapa, después de una búsqueda prolongada en la obra de Marcia Schvartz -artista plástica que había elegido para acompañarme- y del hallazgo de Incendio en la sierra, con ese latido romántico del siglo xxi en la  materialidad de la obra. Fue algo hermoso, se aunó a un rasgo, a un concepto del libro, y supe por qué la había elegido, como supe en libros anteriores  por qué Ernesto de la Cárcova, por qué Cándido López y por qué Alberto Greco. El libro ya estaba listo y sólo cabía esperar que saliera de la imprenta. Era diciembre. Fui a pasar las fiestas con mi familia en Zavalla y con amigos en Rosario, y luego, el largo verano en mi islita del delta. El 11 de febrero, como lo hago siempre, volví por dos días a Buenos Aires para celebrar mi cumpleaños, y allí me avisaron que el libro ya estaba listo. Me dieron un único ejemplar y con él regresé a la isla. Planeamos, con un grupo de amigas y amigos, la presentación a principios de abril. Elegí, para ello, un viejo club de mi barrio y muchos poetas ayudaron a clarear una sala y encender numerosas velitas; Liliana Daunes grabó la música maravillosa que oímos, y Claudia Prado, Paula Jiménez, Consuelo Fraga, Yaki Setton y Raquel Heffes me acompañaron en todo momento. Cuando llegué, la sala estaba llena y al rato desbordaba. Leí veinte poemas, fue una misa en La Estrella de Maldonado... Y luego nos fuimos a comer a una parrillita del barrio, estuve  rodeada de poetas y escritores de varias generaciones, amigos de toda la vida, vecinos del barrio... Se cosecha lo que se siembra, tener lo que se tiene, no los altos ideales de la juventud, no el poema que nunca escribiremos, sino el que sí, y aquellos a quienes amamos y con quienes volvemos a encontrarnos en la vida. Algo similar me sucedió en la presentación en Rosario, adonde vinieron, en medio de un público que no conocía, los amigos de la infancia y la adolescencia temprana, las maestras de mi escuela primaria, Osmando, mi amigo jardinero que vive en Zavalla al que conozco desde los seis años; y mi pequeña familia de sangre a la que tanto quiero... mi sobrinito de siete, por ejemplo, atento a la lectura como si fuera un recital de sus, por entonces, amados Jonas Brothers, o a mi tía Porota, a la que vi sacar un pañuelito de su monedero y secarse las lágrimas. Después, los mails, los llamados telefónicos, el reencuentro con gente a la no veía desde hacía mucho; y los comentarios sobre el libro, que suelen venir siempre de los lectores imprevistos y desconocidos, a quienes el verso toca. Para eso escribimos, para los que vienen a través del verso, tendido como un puente, y que, muchas veces, nos dice que sentimos las mismas cosas. Hondo misterio de la poesía, en medio de las anécdotas, a veces tiernas, a veces aburridas del autor, como éstas -dirán ustedes-, queridos lectores... Y pasó un año y Tener lo se tiene quedó atrás en mi vida, afortunadamente; vino el silencio donde otros versos empezarán a cantar, sobre unas cabritas, o sobre las pavitas de monte que son mi familia ahora: ¡Oh, Penélope Oscura!, traeme tus crías otra vez a comer la fruta de la palmera pindó, hermanita...

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