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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.16 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dez. 2010

 

RESEÑAS

Martínez, Paola. Género, política y revolución en los años setenta. Las mujeres del PRT-ERP, Buenos Aires, Imago Mundi, 2009, 181 págs.

Si se atiende a los diferentes momentos de las narraciones sobre la militancia de los años setenta, se observa que, si bien durante la primera década de la transición democrática fueron escasas y estuvieron fuertemente influenciadas por un contexto en que el pasado era representado mediante "la teoría de los dos demonios", a mediados de los noventa, con libros como La voluntad (1997) de Eduardo Anguita y Martín Caparrós,  comienza a circular un mayor número de escrituras testimoniales en una diversidad de géneros discursivos y soportes textuales. En esta segunda etapa, las escrituras dejan ya de lado la figura de la víctima como modo de comprender a los protagonistas de aquel período, y se refieren a diversas dimensiones de la experiencia de la militancia en los setenta. Finalmente, en los últimos años, surgieron trabajos analíticos que desde diferentes campos de las ciencias sociales abordan críticamente aquel período. Dentro de este último grupo, hay una serie que comenzó a interrogar ese pasado desde el lente del género, permitiendo que emergieran preguntas ligadas a la vida cotidiana de los militantes, a los roles prescriptos a hombres y mujeres, a la puesta en práctica de esos roles y a las subjetividades implicadas en los proyectos políticos de los setenta.
     El libro de Paola Martínez, Género, política y revolución en los años setenta, se inscribe en esa serie y construye "una historia de la mujeres del PRT-ERP" de la provincia de Buenos Aires. A partir de la formulación de Joan Scott, que sostiene que el género es una categoría relacional y una manera de significar relaciones de poder, Martínez estudia diferentes aspectos de la militancia en el PRT-ERP (la cotidianeidad, la sexualidad, los vínculos de pareja, la maternidad, las concepciones sobre el militante, la crianza de los hijos, las posiciones de decisión y mando ocupadas por mujeres) para "analizar la lógica del poder revolucionario" y vislumbrar si dicha lógica implicó un cuestionamiento de las configuraciones tradicionales atribuidas a hombres y mujeres.    
     El corpus está compuesto por entrevistas realizadas por la autora a ex-militantes (veinte mujeres y dos hombres), y por documentos, boletines internos y publicaciones de la organización. Ubicada dentro del campo de la historia oral, Martínez sostiene que lo interesante de las entrevistas es que permiten acercarse a la subjetividad del hablante, es decir, los relatos deben interpretarse como construcciones subjetivas en las que interviene la memoria. Las entrevistas permitirían comprender las prácticas, en tanto que los documentos darían cuenta del discurso institucionalizado de la organización.
     La hipótesis principal del libro sostiene que el PRT-ERP tuvo un discurso innovador en cuanto al género, pero que no pudo ser llevado totalmente a la práctica por la pervivencia de relaciones ancestrales de género entre los militantes. El PRT-ERP se quedó a mitad de camino, le faltó tiempo para desarrollar prácticas más igualitarias en consonancia con el discurso revolucionario que poseía. Sin embargo, las prácticas eran de avanzada con respecto al resto de la sociedad de aquel momento.
     A lo largo de su libro, Martínez muestra que existían tensiones entre los mandatos de la organización y las prácticas de los militantes. Un primer punto de tensión es el referido a la proletarización. La concepción del PRT-ERP sobre la necesidad de proletarización de sus miembros, al tomar como modelo de vida el de la clase obrera -que presentaba visiones tradicionales de género- significó, en el caso de las mujeres, retrocesos para su desarrollo personal y político.
     Un segundo punto de tensiones lo encuentra en la (im)posibilidad de las mujeres de alcanzar la figura de hombre nuevo que postulaba la organización. El PRT-ERP proponía una superación de la moral burguesa que se llevaría a cabo con el surgimiento de una nueva moral revolucionaria que daría origen a un hombre nuevo caracterizado por su humildad, su sencillez, su espíritu de sacrificio, su entrega absoluta al colectivo y su voluntarismo. Características que, como bien destaca Martínez, estaban ligadas a una imagen de militante masculino, difíciles de alcanzar por las mujeres.
     En cuanto a la vida cotidiana y la familia, la organización prescribía una familia basada en una pareja monógama y heterosexual, y mantenía un mandato de maternidad para las mujeres, si bien se refería a una crianza de los hijos y tareas del hogar compartidas. En la práctica, observa Martínez, los hombres solían dedicar más tiempo a su militancia y se comprometían menos con las tareas domésticas, y las mujeres cumplían mayormente con las funciones de cuidado de los hijos y del hogar. En este punto, el libro hace referencia a una maternidad socializada, como estrategia de las mujeres de compartir entre ellas el cuidado de los niños para poder seguir militando.
     Otro eje de conflictos era el referido a la infidelidad en la pareja. La infidelidad era cuestionada por la organización que intentaba construir una nueva moral basada en la monogamia. En la práctica, muestra el libro, se castigaban las infidelidades de las mujeres pero no las de los hombres, lo que reproducía cierto patrón de desigualdad de género presente en la sociedad.
     Un espacio de la militancia donde Martínez sí halla que mujeres y hombres estaban en igualdad es el de la lucha armada. Según Martínez, en sintonía con lo que afirman sus entrevistadas, la posibilidad de portar un arma hacía que hombres y mujeres fueran iguales. Por lo tanto, había mayor igualdad de género en el ERP (brazo armado del partido) que en el PRT.
     Un último foco del análisis, importante aporte a la historiografía del PRT-ERP, relata la conformación, características y objetivos del Frente de Mujeres creado en 1974, espacio de militancia que no había sido estudiado en profundidad anteriormente.
     Luego de exhibir diversas tensiones entre discurso y prácticas, y de afirmar que para la organización no existían problemáticas genéricas específicas, sino que la opresión de las mujeres estaba ligada a la clase, Martínez continúa sosteniendo que si hubiese habido más tiempo, si el PRT-ERP no hubiese sido derrotado, habría alcanzado la igualdad entre géneros que presentaba en su discurso innovador. Esta hipótesis le impide a la autora hurgar allí donde su trabajo realiza aperturas interesantes, porque solo puede sostenerse sobre dos operaciones que, a mi parecer, frenan el análisis crítico.
     La primera supone dejar intacto el discurso institucionalizado del PRT-ERP. A pesar de encontrar puntos ciegos en ese discurso, que piden ser interrogados desde el género (la proletarización, el ideal de hombre nuevo masculino, la maternidad como destino de las mujeres, la familia heterosexual y monógama como modelo, el castigo de la infidelidad), la hipótesis requiere no someterlos a crítica. Desde mi punto de vista, el libro permite arribar a otras conclusiones que las postuladas por la autora. En algunos casos, "lo ancestral" se hallaba en los discursos de la organización. El libro sobreestima lo innovador del PRT-ERP al pasar casi por alto que los sesenta y setenta fueron los años de la revolución cultural y sexual, años en que estructuras sociales como la familia, el matrimonio y la sexualidad se vieron cuestionadas y que, sin embargo, la organización mantenía posturas tradicionales sobre esas instituciones.
     La segunda operación supone esgrimir como innovadora la "total igualdad" entre los géneros. Pero, ¿era acaso la completa igualdad la que hubiera convertido en emancipatorias las prácticas o había algo en el modo de entender la subjetividad por parte del PRT-ERP que impedía el cambio en las relaciones de género? Porque si, como afirma Martínez, hubo igualdad al portar un arma, ¿podemos calificar a esa escena de igualación en la lucha armada como de avanzada?
     Género, política y revolución... produce aperturas importantes para pensar la militancia de los setenta desde el género, pero esas aperturas podrían complejizarse y abrirse hacia otras a través de la puesta en duda de los propios postulados de partida, y de matizar las interpretaciones sobre el carácter innovador y/o tradicional, tanto del discurso institucionalizado del PRT-ERP como de las prácticas llevadas adelante por los militantes.

Mariela Peller

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