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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.17 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./July 2011

 

PANEL

Producir, escribir y difundir: Mora frente al espejo

 

Mirta Zaida Lobato*

* Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. Universidad de Buenos Aires.

 

"Muchas veces lo que se ha leído es el filtro que permite darle sentido a la experiencia; la lectura es un espejo de la experiencia, la define, le da forma" escribió Ricardo Piglia en El último lector (Piglia, 2005: 103)1. La materialidad del acto de leer deja sus rastros en las publicaciones, libros, revistas y periódicos que permanecen a lo largo del tiempo como marcas de una época y de los posibles sentidos que circulan en una amplia gama de sujetos involucrados como escritoras, periodistas, editoras, lectoras y trabajadoras gráficas.
     Las publicaciones académicas, las de circulación masiva, las alternativas y/o contraculturales sirven, de diverso modo, a la conformación de sentidos en la sociedad. Las publicaciones científicas, específicamente, pueden ser consideradas como indicadores de la conformación de los campos disciplinares, de las tendencias críticas y de las perspectivas de análisis que circulan tanto a nivel local como global.
     En este sentido, la aparición de nuestra revista Mora en 1995 fue el resultado de un largo proceso de transformaciones de las distintas disciplinas que dialogan en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE).2 En el contexto de las agudas transformaciones de las últimas décadas del siglo XX podría afirmarse que todas las disciplinas han hecho visibles sus dilemas epistemológicos y políticos, han reelaborado sus códigos, trazado fronteras y dilatado sus límites. Ese proceso fue complejo y heterogéneo, dentro y fuera del país, y estuvo relacionado con cambiantes situaciones institucionales y sociales en cada uno de ellos. En nuestro país, el período abierto en la posdictadura -cuando se pudo emerger de la larga noche que envolvió a la universidad con la represión y el oscurantismo- fue fructífero para la realización de un conjunto amplio de experiencias de investigación que comenzaron poniendo el acento en el peso de las estructuras para luego desplazarse al estudio de las acciones, de la ambigüedad de las relaciones y vínculos, de los límites de la libertad, del consentimiento y de las resistencias.
     El dinamismo de los estudios de género se hizo visible con la institucionalización de los centros/institutos de estudios de mujeres y género, cuya marca distintiva fue la búsqueda de legitimidad en el campo académico. Michelle Perrot señaló hace varios años que la historia de las mujeres "constituye una manera de tomar conciencia de la propia identidad, un esfuerzo de memoria y, sobre todo, facilita la relectura de los acontecimientos y evoluciones a la medida de la difference des sexes, es decir, del género. A su vera se desarrolla una historia de los hombres y la masculinidad" (Perrot, 2006: 228)3. Aunque el énfasis está puesto en destacar el impacto para la disciplina Historia de los Estudios de las Mujeres, sirve también para dar cuenta de una serie de desplazamientos que se han producido en el campo: de la historia de la mujer a la historia de las mujeres, de mujeres a género, de género a géneros, de un grupo (las feministas) a sus diferencias internas. La expansión de los estudios de las mujeres/géneros/feministas (aunque esta última expresión no es abiertamente aceptada en muchas investigaciones) plantea también numerosos interrogantes sobre las condiciones en las que se producen conocimientos (cargos, grupos de investigación, financiación), sobre cómo se difunden esos saberes (revistas, editoriales) y sobre cómo se transmiten, en especial en las instituciones educativas de los niveles de enseñanza. Hay también algunas certezas: en la mayoría de los países el impacto de los estudios de género en la educación superior es tan innegable como perturbador.
     Los saberes universitarios dominantes fueron atravesados por el impacto de los estudios de género y la Universidad de Buenos Aires no quedó al margen de ese proceso. La creación de espacios institucionales fue acompañada con diversas publicaciones pues, como señalé al inicio con la cita de Piglia, la lectura le da sentido a la experiencia, la define y le da forma. Específicamente, las publicaciones científicas contribuyen a la conformación de campos disciplinares y sirven al debate y a la circulación de ideas. Además influyen (en) y son influidas (por) las políticas de ciencia y tecnología. Editar una revista es una aventura que implica no solo tomar la decisión sobre qué se publica, sino también sobre el cómo y con qué recursos. Y como si fuera poco, debatir el qué hacer frente a las nuevas formas de comunicación que plantean la expansión de internet y los libros y revistas digitales.
     En este mundo cambiante fue que comenzamos a editar Mora. Nuestra revista se pensó desde sus inicios como expresión del IIEGE de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Esta inscripción institucional es una marca de identidad; un lugar de cruce, de circulación de iniciativas e ideas en el campo de las humanidades; un territorio que nos permite abordar críticamente el lugar de las mujeres y géneros en el proceso histórico social, recorrer las representaciones simbólicas y las construcciones de género en los distintos discursos sociales y en los lenguajes artísticos, repensar los aparatos filosóficos, la constitución de los imaginarios, su poder y su vigencia y revisar la problemática relación entre la educación y las mujeres. De este modo, intentamos trazar en las fronteras de las disciplinas líneas móviles, quebradizas y torcidas que nos permitan revisar y a la vez, aunque suene contradictorio, desdibujar esos límites en el campo de la producción teórica y empírica reflexionando sobre el valor político y social de nuestro trabajo e incluyéndonos entre lo que puede ser observado, analizado, criticado.
     Buscamos también, aunque resulte difícil y problemático, borrar las distancias que separan la producción de conocimientos de la divulgación y del acercamiento a públicos más amplios. Romper las fronteras de la lectura es un desafío. Aunque esta es una tarea complicada y pendiente, nos parece que una reflexión sistemática sobre las prácticas culturales y políticas debe incluir tanto la deliberación sobre el campo y sobre las intersecciones entre las clases como círculos sociales conflictivos y heterogéneos, así como sobre las formas de recepción y circulación de las ideas y del conocimiento en las revistas académicas, pero también fuera de este espacio, en los medios de comunicación y en las editoriales.
     Nuestra revista apareció en agosto de 1995 pero entre 1993 y 1994 el IIEGE publicó un boletín que informaba sobre las actividades realizadas en el Instituto y en otros centros de estudios de la mujer y/o de género del país. Desde nuestra conformación en 1992, cuando aparecimos como Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer, se buscó establecer un sólido nexo entre la producción de conocimientos y su difusión entre las personas interesadas en la temática. De esta manera, intentábamos cumplir con los objetivos que estaban en los cimientos de la nueva institución: los de impulsar, promover y coordinar los estudios e investigaciones científicas sobre la mujer; poner en contacto y en diálogo a los diversos grupos de investigadoras/es que estaban trabajando, desde las distintas disciplinas, en temas afines y sensibles a los estudios de género; propender a la formación de recursos humanos; favorecer el intercambio de información, de publicaciones y de experiencias; conformar un centro de documentación que incluyera datos actualizados sobre las investigaciones en curso y material bibliográfico especializado, e impulsar la incorporación de archivos documentales.
     La continuidad de la publicación, más allá de los problemas presupuestarios y políticos, permitió la difusión de temas, problemas, perspectivas teóricas y metodológicas con criterios amplios que buscaron (y buscan) estimular el debate, la crítica y la comprensión de las cuestiones asociadas a la perspectiva de género. A través de los índices de la revista, se puede apreciar que esta mantiene un frágil pero adecuado equilibrio en la selección de los problemas que se presentan, sean ellos versiones originales o traducciones. Las entrevistas a colegas de reconocida trayectoria nacional e internacional han facilitado un acercamiento de la comunidad de lectores y lectoras no solo a modos de pensar y hacer en cada uno de los campos disciplinares sino también a las reflexiones críticas sobre el propio quehacer. Es una especie de egohistoire más limitada. Los artículos, notas y reseñas que se publican reflejan las heterogéneas y complejas discusiones sobre temas vinculados a la condición social y cultural femenina, sus prácticas y políticas, las cuestiones asociadas con las identidades sexuales y culturales, con los derechos políticos, con los marcos legales y con las redes conceptuales no solo en nuestro país sino también en el contexto de una geografía física y cultural más amplia. Investigadoras e intelectuales de América Latina (Brasil, México y Chile, entre otros países), de los Estados Unidos y de Europa (Francia, Italia y España) han encontrado un espacio abierto a la difusión de los más diversos temas y problemas.
     Quizás parezca pretencioso pero nuestra revista pretende ubicarse en un lugar de avanzada entre las publicaciones especializadas y, aunque es cierto que comparte este objetivo con otros esfuerzos regionales, se comienzan a recoger algunos reconocimientos. Así la Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe de Ciencias Sociales y Humanas considera que Mora es "formadora de opinión y tradición" y que "ha sido identificada como una de las revistas con mayor relevancia en la región latinoamericana". Nuestra meta es procurar que el uso de la categoría género sea constantemente problematizada y se constituya en un parámetro productivo antes que limitativo para la incorporación de temáticas, enfoques y metodologías de investigación. La perspectiva de género, amplia y relacional, permite la vinculación con categorías complementarias y con distintos campos disciplinares.
     Mujeres en la prensa y en la edición, mujeres que escriben y leen, no son parte de una historia demasiado reciente. La presencia de publicistas en la prensa hunde sus raíces en el siglo XIX y una mirada excesivamente rápida nos devuelve el interrogante sobre los desafíos que tuvieron que afrontar para ser aceptadas como escritoras en la escena pública cultural, política y también en el mundo del trabajo de fábricas y talleres cuando muchas mujeres se integraron a las labores de las artes gráficas.
     Las dificultades para asumir un oficio, sea este el del armado de diversas publicaciones o el de escritoras o polemistas, aparece como una marca indeleble del siglo XIX y de las primeras décadas del XX. En este sentido, es relevante recordar las polémicas que se desataron con la invasión de diversos impresos en el proceso abierto con los acontecimientos de mayo de 1810 y la caída de Rosas en 1851, contexto en el cual se produjo la aparición de los primeros semanarios femeninos. Las ironías e increpaciones públicas no fueron pocas para la fundadora y redactora de La Aljaba o para las responsables de La Camelia y El Álbum de Señoritas, por el simple hecho de asumir un rol y una actividad hasta entonces sin precedentes en su género dentro del territorio.
     Escritoras y lectoras convergieron alrededor de los artefactos culturales como libros y periódicos no solo en la prensa hecha por mujeres sino también en periódicos y revistas que dieron forma a la cultura impresa en la virada del siglo XIX al XX. Los periódicos de anarquistas y socialistas son los ejemplos más claros pero también se destaca la incorporación de mujeres periodistas en los medios de difusión masiva que se fueron desarrollando con el correr del siglo XX, tal como ocurrió en Caras y Caretas, Para Ti y Crítica, entre otros. Son numerosos los nombres de mujeres (feministas o no) que han cumplido un rol fundamental a través de su firma o redacción de columnas en los medios más importantes: Alfonsina Storni, Salvadora Medina Onrubia, Adela Di Carlo, Ada Elflin, Juana Rouco Buela, Amparo Mon y Sara Gallardo, entre muchas otras. El proceso de intervención de las mujeres en la prensa y en la edición se fue acrecentando a lo largo del siglo XX y desde la década de 1970 se vuelve ineludible tener en cuenta la transformación de temas y perspectivas vinculados con el avance del movimiento de mujeres y con la creación de periódicos feministas como alfonsina, fundado en 1983 por María Moreno.
     Destacar esta participación creciente de las mujeres en los medios de comunicación y prestar atención a los rasgos de cada momento histórico no es solo un acto de memoria, se alimenta del interrogante sobre qué es lo que llega de la investigación académica a públicos más amplios: No es este un ejercicio narcisista. A partir de la década de 1990 los estudios de las mujeres, de género y feministas han realizado un aporte importante para su desarrollo en los países de la región y han contribuido a difundir el conocimiento de punta en el área de los estudios feministas, ampliando y actualizando este campo entre especialistas. No era la única meta pues se afirmaba la indisociabilidad de la práctica política y la académica, la relación ineludible entre políticas públicas y producción de conocimiento.
     Desde esta perspectiva el interrogante sigue abierto sobre lo que llega de la producción académica a los medios de comunicación (y a través de ellos a un público más vasto) y, fundamentalmente, sobre lo que llega a las escuelas. Además de la circulación de conocimientos en el campo académico, con todas las implicancias que ello tiene, la escuela y los medios de comunicación son territorios problemáticos que deberían incluirse entre las estrategias, intercambios y pasajes de la producción académica y los públicos más amplios. La escuela es una de las principales reproductoras de sentidos y son conocidas las dificultades para la incorporación de la dimensión de género en los estudios de los niveles primario y medio.
     Por eso, pensar los modos de hacer efectiva la elaboración de instrumentos adecuados para trabajar las problemáticas de género en las escuelas, así como la capacitación necesaria de los docentes, es imprescindible para que las perspectivas de género desarrolladas en ámbitos académicos formen parte activa de las políticas de equidad social, cultural y política. En nuestras sociedades fragmentadas, parece necesario intervenir sobre la formación ética y ciudadana para contribuir a generar identidades sociales y prácticas políticas y culturales inclusivas, democráticas y no discriminatorias.
     La otra zona a la que hice mención anteriormente, la de los medios de comunicación, presenta también diferentes niveles de complejidad pues no solamente involucra a creadores, receptores, productores y consumidores poniendo en juego toda una serie de saberes, sino que nos enfrenta al poder de los medios que controlan no solo los diarios, las radios y los canales de televisión sino que también se han involucrado en la edición de libros, incluso de textos escolares.
     En el campo de la historia, en particular de manera más clara desde la crisis de 2001, se ha producido una explosión en el consumo de libros de historia que podría decirse substituyó a la difusión de las biografías históricas que se produjo en los primeros años de la posdictadura o, si se prefiere, con el advenimiento de un nuevo gobierno elegido por el voto de la ciudadanía. En los dos casos las mujeres formaron parte de las versiones históricas divulgadas en libros y programas radiales y televisivos así como ocuparon un importante espacio de las numerosas biografías escritas donde se cruzan permanentemente la historia y la ficción. La mayoría de esas obras tomaron prestados algunos recursos a la ficción, a la historia, a la psicología, se apoyaron en el arte del chisme y en el melodrama y poblaron los medios de las imágenes de mujeres patriotas, ingeniosas, olvidadas, rebeldes, opresoras, fogosas en el amor y en la acción. El éxito comercial que las acompaña nos coloca frente a frente ante un desafío: el de encontrar algunas claves de interpretación entre la circulación de esta literatura, su producción y su lectura dentro de la dinámica política del país, de la producción académica y de sus valores. No son pocos los desafíos que se nos presentan y tampoco son nuevos. La historia continúa y otras generaciones, seguramente con nuevas preguntas, marcarán las rutas, los callejones, lo posible y lo imposible.

Notas

1 Piglia, Ricardo (2005). El último lector. Barcelona: Anagrama.         [ Links ]

2 El Instituto fue creado en julio de 1992 como Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (AIEM) con el objeto de formar un grupo que reuniera a personas de las diferentes carreras de la facultad que estuvieran desarrollando trabajos de investigación sobre la mujer. El grupo inicial contaba con profesoras de las carreras de Artes, Antropología, Educación, Filosofía, Historia, Lenguas Clásicas y Letras. En 1997 se convirtió en Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE). Para mayor información véase http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/aiem/home2.htm.

3 Perrot, Michel (2006). Mon histoire des femmes. París: Seuil.         [ Links ]

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