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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.17 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jul. 2011

 

DOSSIER

Palabras y proyectos de mujeres socialistas a través de sus revistas (1900-1956)

 

Ana Lía Rey*

* Universidad de Buenos Aires. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. Archivo Programas e Imágenes de Mujeres.

 


Resumen

El artículo se propone realizar un estado del arte sobre los estudios existentes hasta el momento sobre las publicaciones dedicadas al público femenino.
Nuestro principal interés es pensar el momento en que se inicia un proyecto editorial colectivo o individual, descubrir la puesta en marcha de acuerdos ideológicos que permiten una definición pública y la búsqueda de personas y temas para preparar una revista. Pensar en la utopía del comienzo de un puñado de mujeres que se lanzaron a producir revistas, entre principios del siglo XX y la ampliación de la ciudadanía política, y dar a conocer sus puntos de vista.
Estas revistas fueron publicadas en la ciudad de La Plata y en la de Buenos Aires, y su característica común es que sus directoras fueron mujeres. Nos referimos a Nosotras (1902)y a La Nueva Mujer(1910), publicadas en la ciudad platense, y a Unión y Labor (1909), Nuestra Causa (1919), Vida femenina (1934) y Ciudadanas (1956), editadas en Buenos Aires.
Todas ellas fueron gestadas en el seno del partido socialista o dentro de organizaciones de librepensadores. La intervención pública de estos grupos femeninos fue, generalmente, a través de la búsqueda de igualdad con los varones en términos políticos y sociales.
Cada una de las publicaciones es presentada en sus aspectos más generales pero ellos nos permiten abrir un horizonte de investigación donde cada una de estas empresas editoriales denota la relevancia que tuvieron para la búsqueda de identidad de género.

Palabras clave: Género; Comunicación; Revistas; Feminismo; Socialismo.

Abstract

This article intends to summarize the state of the art reached so far on the studies on publications for female readership.
Our main interest is to take into consideration some characteristics of the first steps of a publishing project, either individual or collective, trying to expose the ideological agreements needed to define a public position and the search of issues and personnel to work in the magazine. We seek to reflect the utopia represented by a group of women who dared to organize magazines and show their point of view, from the early years of the XXth century to the citizenship extension period.
These magazines were published in La Plata and Buenos Aires and they share in common that they were directed by women. The magazines are: Nosotras (1902) and La Nueva Mujer (1910), published in La Plata, and Unión y Labor (1909), Nuestra Causa (1919), Vida Femenina (1934) and Ciudadanas (1956), published in Buenos Aires.
Every one of them was conceived in the Socialist Party or related to freethinkers organizations. These female groups public interventions were usually inspired by the seek of political and social equality with men.
General aspects of each publication are described here, but simultaneously, these allow to open a wider horizon of investigation that deals with the search of gender identity.

Keywords: Gender; Comunication; Magazines; Feminism; Socialism.


 

En los últimos años, las revistas culturales y literarias se han convertido en objeto de atención para los investigadores que, con sus trabajos, renovaron la historiografía existente sobre el tema.
     En Argentina, el interés por mostrar el mundo heterogéneo de las revistas culturales surgió con el libro de Héctor Lafleur, Sergio Provenzano y Fernando Alonso, Las revistas Literarias Argentinas 1893-1967 (Lafleur et al., 1962). Este libro fue una guía para los investigadores de temas literarios y culturales. Bajo una periodización tradicional del desarrollo de la cultura argentina, Lafleur, Provenzano y Alonso ordenaron las revistas literarias que construyeron el entramado cultural de cada época y aportaron líneas de debate al campo literario argentino.
Con el curso de los años, a este primer trabajo se sumaron otros repertorios, como los tomos editados por el bibliófilo Washington Pereyra (1993, 1995, 1996 y 2008) y los catálogos de publicaciones culturales y de izquierda realizados por el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CeDInCI), bajo la dirección de Horacio Tarcus.1 Todos ellos contribuyeron a armar un mapa de revistas, que muchas veces están ocultas a los ojos de los historiadores de la cultura en olvidados estantes de bibliotecas.
     Estas obras de referencia iniciales y los centros creados para poner en circulación pública colecciones completas o ejemplares dispersos contribuyeron a ampliar los usos de las revistas en investigaciones temáticas y motivaron el interés por estudiarlas como aparatos culturales complejos.
     También debemos citar el trabajo pionero de Jorge B. Rivera (1995 y 1998), en el que se incluyeron las revistas culturales y masivas para mostrar el mundo de las publicaciones como una pieza central del engranaje de las industrias culturales, así como el trabajo de Alejandro Eujanian, Historias de las Revistas argentinas, en el que construyó una periodización alejada de las coyunturas políticas y centrada en la dinámica de las publicaciones con el eje articulador: público, escritores y mercado cultural en Buenos Aires. Eujenian abordó las publicaciones con el aparato bibliográfico disponible para articular el eje elegido, sin afán de una catalogación erudita.
     Más allá de estas obras generales, encontramos ediciones colectivas que tuvieron a las revistas como centro de su propuesta editorial, por ejemplo, la edición de Saúl Sosnowski, La cultura de un siglo. América latina en sus revistas o el libro compilado por Noemí Girbal Blacha y Diana Quatrocchi Woisson, Cuando opinar es actuar. Las revistas argentinas del siglo XX.
     María Teresa Gramuglio 2 trabajó sobre distintos aspectos de la revista Sur junto al grupo de intelectuales reunidos en torno a dicha publicación y a su directora, Victoria Ocampo. Beatriz Sarlo (1985 y 1988) se acercó a las revistas de vanguardia y a algunas publicaciones populares para pensar la modernidad cultural de Buenos Aires durante las décadas de 1920 y 1930. 
     Sylvia Saítta (2005) y Fernando Rodríguez (2004), entre otros, trabajaron en los estudios preliminares de la colección de la Universidad Nacional de Quilmes, dirigida por Oscar Terán, dedicada a publicar las ediciones completas de las revistas La Montaña, Inicial y Contra, entre otras.
     El Fondo Nacional de las Artes publicó las versiones facsimilares de la revista Martín Fierro yde la Revista Multicolor de los sábados que editó el diario Crítica como suplemento cultural en la década de 1930 y que contó con la pluma de Jorge Luis Borges.
      Todos estos emprendimientos surgieron del interés que despertaron las revistas en los investigadores. Otro ejemplo de esta apertura historiográfica fue la colección Hipótesis y Discusiones, editada por el Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas y destinada a la publicación de ensayos que tuvieran como eje central las revistas culturales, en un sentido amplio.
     Los proyectos mencionados sobre publicaciones culturales dejan afuera las investigaciones realizadas sobre las revistas populares y masivas que también han tenido un campo de estudios importante, como las contribuciones recientes de Eduardo Romano (2004) y Geraldine Rogers (2009) sobre Caras y Caretas. El trabajo de Romano da cuenta de la creación de un público popular en el espacio geográfico rioplatense, que se adaptó a una revista de sofisticada elaboración textual. La investigación de Rogers, después de definir a la revista en sus aspectos más formales (proyecto editorial, colocación en el campo periodístico, etcétera), se detiene en la articulación de cuatro ejes temáticos: política, espacio urbano, integración cultural de la sociedad y arte.
     En cuanto al abordaje de publicaciones masivas, también Primera Plana3 y su director Jacobo Timmerman (Mochkofsky, 2003) fueron objeto de investigaciones diversas, tanto en relación con la modernización de los formatos periodísticos como con las estrategias políticas desplegadas en la publicación y acompañadas por su director.
     En síntesis, las revistas permitieron la realización de una importante cantidad de tesis de licenciatura y doctorado con perspectivas diversas y una variedad de ponencias, congresos y jornadas4 ; y constituyeron un despliegue historiográfico lo suficientemente importante como para pensar en un campo de investigación consolidado y abordado desde distintas disciplinas.
     Podemos afirmar que aún restan numerosas publicaciones por descubrir y muchos trabajos en curso; las revistas culturales y de difusión masiva y popular permitieron la consolidación del campo intelectual y la profesionalización de muchos jóvenes intelectuales.
     Sin embargo, los estudios sobre las revistas feministas, femeninas o aquellas dedicadas a satisfacer las demandas de un público de mujeres, no han constituido aún un campo tan desarrollado y las conclusiones al respecto son escasas.
     De todas formas, aunque las revistas femeninas y feministas constituyen un campo poco explorado por la historiografía, retomaremos algunas experiencias significativas y daremos cuenta de algunos trabajos pioneros en los que estas revistas son trabajadas como fuentes indispensables para responder a preguntas más amplias. Dado que en muy pocos de estos casos las revistas fueron abordadas como artefactos culturales puestos en diálogo con otras publicaciones.
     En este sentido, cabe mencionar el trabajo de Lily Sosa de Newton (2000) con su temprano interés por el mundo intelectual femenino y el de Néstor Auza (1988) sobre el periodismo ejercido por mujeres. Esta historiografía pionera puso el acento en rescatar individuos y producciones femeninas. De esta manera salieron a la luz los nombres y las actividades de un número importante de mujeres que se destacaron en el mundo cultural, tanto escritoras como colaboradoras en la prensa.
     Con nuevas preguntas influidas por los estudios de género instalados en el ámbito académico -especialmente el estadounidense- Francine Masiello (1994) encontró en los diarios femeninos del siglo XIX las huellas materiales de la participación de las mujeres en la vida política y cultural, desde donde surgió la iniciativa de participación ciudadana que, en muchos casos, tiene una postura antagónica a la de los varones políticos de la época. Masiello introduce la lucha por los derechos políticos de las mujeres a través de sus participaciones en el mundo cultural.
     Con un corpus de publicaciones del siglo XIX -incluso con algunas de las fuentes utilizadas por Masiello- Graciela Batticuore (2005) indagó cómo entre 1830 y 1870 se produjo una transformación de la conformación genérica a través de la figura emergente de la lectora romántica y su correlato inmediato: la escritora. Batticuore analizó las prácticas de lectura y las estrategias de la prensa de la época para llegar a la "mujer republicana", considerada un pilar para el progreso y la civilización ciudadana. La Mujer Románticaexplora los medios y las formas utilizados por las "nuevas escritoras" para legitimar su producción en un mundo regido por las reglas de los varones.
     Dora Barrancos (1996) realizó un análisis de los conflictos intergénericos e intragenéricos a través de la lectura de Nuestra Tribuna,el periódico anarquista dirigido por Juana Rouco Buela, publicado en Necochea en 1922. La textualidad del periódico le permitió a Barrancos indagar en la posición de las mujeres en relación con los "compañeros" de ideas y con las mujeres feministas; para este grupo anarquista, el feminismo no era considerado una causa social.
     También hay que rescatar la edición facsimilar de ese periódico realizada por la Universidad Nacional del Sur con prólogo de Elsa Calzetta (2005), así como la reproducción de La Voz de la Mujer en la colección ya mencionada de la Universidad de Quilmes y el trabajo de Edith Rosalía Gallo (2004) sobre Nuestra Causa. Si nos detenemos en las publicaciones populares, no podemos dejar de señalar el trabajo de Beatriz Sarlo (1985) sobre La Novela Semanal y la tesis inédita de Paula Bontempo sobre la revista Para ti.
     En el marco de este capital acumulado, advertimos que las revistas femeninas y feministas son una cantera poco transitada. Un recorrido por las hemerotecas nos acercan a un número muy importante de publicaciones dedicadas al mundo femenino, con objetivos políticos y culturales diversos. Muchas de ellas son absolutamente desconocidas, por ejemplo Mujeres de América, que fue publicada en la década de 1930 y que se presenta en sociedad con la convicción de que el público femenino conforma un mercado consumidor seguro.
     Nuestro principal interés, en esta comunicación, es pensar en ese momento único que constituye la creación de un proyecto editorial colectivo o individual: la puesta en marcha de acuerdos ideológicos que permiten una definición pública y la búsqueda de personas y temas para preparar una revista. Pensar en la utopía del comienzo de un puñado de mujeres que se lanzaron a producir revistas y dar a conocer sus puntos de vista, entre principios del siglo XX y la ampliación de la ciudadanía política.
     Estas revistas fueron publicadas en La Plata y en Buenos Aires, y su característica común es que sus directoras fueron mujeres que tuvieron una destacada participación en el Partido Socialista. Nos referimos a Nosotras (1902)y a La Nueva Mujer(1910), publicadas en la entonces reciente y pujante ciudad de La Plata, y a Unión y Labor (1909), Nuestra Causa (1919), Vida femenina (1934) y Ciudadanas (1956), editadas en la ciudad de Buenos Aires.
     Fueron gestadas en el seno del partido socialista o dentro de organizaciones de librepensadores integradas por mujeres con militancia socialista. La intervención pública de estas mujeres fue, generalmente, a través de la búsqueda de igualdad con los varones en términos políticos y sociales. Estas mujeres se "sintieron autorizadas" por los varones socialistas para iniciar emprendimientos propios. La mayoría de estos proyectos estuvieron basados en relaciones entre los sexos que no se reflejan en lo enunciativo, sin embargo, su omisión confirma su existencia.
     Hay que mencionar que en el Partido Socialista, como en las asociaciones de librepensamiento, las mujeres ocupaban un lugar destacado. Las revistas, entonces, nos ayudan a ver cómo tomó forma la construcción de un feminismo atento a la búsqueda de derechos políticos y sociales, primero como una consecuencia lógica del desarrollo capitalista y luego como una demanda que se extendió más allá de los círculos femeninos. Por eso, ni bien iniciado el siglo XX, un grupo de mujeres -seguramente movilizadas por ansias de igualdad- emprendieron proyectos editoriales vinculados con actividades asociacionistas o de pertenencia institucional. Las revistas fueron los órganos de difusión de esas asociaciones feministas y, además, ofrecían otras informaciones de interés para acercar a más mujeres a la causa que defendían: las páginas de la revista fueron una tribuna desde donde las directoras y las colaboradoras exponían sus ideas. Pero también las revistas se consideraban espacios de circulación y divulgación cultural: la literatura, la poesía, el ensayo sociológico y las cartas de lectoras y lectores las completaban.
     Es importante vincular estos proyectos asociativos y sus derivas comunicacionales, con formas de sociabilidad que cumplieron un rol importante en la consolidación de la vida republicana en la que predominaban valores asociados a los principios de igualdad. Pero, además, el desarrollo de la actividad asociativa formaba un "tejido conectivo" a través del cual se podían construir lazos de pertenencia y solidaridad, defender intereses sectoriales y desarrollar actividades culturales desde donde se intervenía en la vida pública.
     Estos emprendimientos editoriales fueron posibles por el bajo costo de las publicaciones. Hacia comienzos de siglo, circularon una gran cantidad de revistas que solo se vendían por suscripción y tenían una tirada muy pequeña; las fuentes de financiamiento, entonces, fueron las suscripciones de sus lectores y de otras asociaciones, así como los avisos publicitarios (en muchas de las revistas de pequeño formato, los avisos publicitarios se concentraron al principio o al final de cada edición).
     Estos emprendimientos editoriales funcionaban, por lo general, en el domicilio de alguna de las integrantes del proyecto (a veces de la directora o de la redactora principal). Allí las mujeres se reunían para discutir, delinear las políticas de la asociación a la que pertenecían, debatir los temas que incluirían en la revista, leer publicaciones que llegaban a sus manos e imprimir sencillos folletos en imprentas muy rudimentarias.

Las revistas en el entramado de las asociaciones y la política partidaria

La lucha por la obtención de derechos políticos, civiles y sociales fue la principal característica del período 1884-1951, a lo largo del cual sufrió modificaciones radicales. Si bien a fines del siglo XIX solo unas pocas voces exigían el derecho femenino a participar en la política, reclamaban una ley de divorcio y demandaban equiparar los derechos jurídicos y sociales de las mujeres con los de los varones, a fines del período muchas mujeres participaron en la política partidaria y de organizaciones especialmente creadas, votaron por primera vez en elecciones presidenciales y vieron algunos de los objetivos propuestos por las asociaciones femeninas, los partidos políticos y las sociedades gremiales, parcialmente realizados. Desde aquellas mujeres universitarias que en el Congreso Feminista de 1910 discutieron la forma en que las mujeres debían participar en política, pasando por los proyectos presentados durante la década de 1930 y la obtención de la ciudadanía política de las mujeres durante el gobierno peronista, las asociaciones de mujeres trabajaron incesantemente para lograr sus objetivos (y el Partido Socialista era un motor para la actividad feminista).
     Como afirma Dora Barrancos (2005) los partidos socialistas americanos, fundados al calor de la socialdemocracia europea, tomaron la decisión de sostener el derecho al voto de las mujeres. Esa política temprana aglutinó, en torno al partido fundado en 1896, a un importante núcleo de feministas que iniciaron una fervorosa militancia en pos de ese objetivo, aunque la consecución del voto recién llegaría a mediados del siglo XX.
     Aunque los derechos políticos eran una preocupación y un motivo de militancia para las asociaciones de mujeres socialistas, estas también establecieron puentes hacia la clase trabajadora a través de la formación de la Unión Gremial Femenina. Participaron de ella mujeres que tenían una destacada militancia socialista, como Cecilia Baldovino y Clementina Forti, entre otras. Del núcleo más militante salieron algunas inspectoras del Departamento Nacional del Trabajo, así como trabajos de investigación que sirvieron para la elaboración de leyes laborales. El más conocido es la promoción del proyecto de ley elaborado por Gabriela Laperriere de Coni para la protección del trabajo de la mujer y el niño en las fábricas, sancionado en 1907.
     La Ciudad de Buenos Aires y La Plata5 constituyeron el espacio por el que circularon las publicaciones que surgieron a comienzos del siglo XX. Como afirma De Lucía al referirse a La Plata: "esta urbe sin historia quería tomar la antorcha del progreso y la civilización" (2004:17). En esta ciudad se dio un importante movimiento librepensador: de la mano del español Luis Fors se fundó la Liga Liberal, una asociación anticlerical de origen masón que se confundía con el accionar de un partido político, un club y una asociación educativa. Estos intereses modernizadores que reunieron a importantes intelectuales de la sociedad platense convergieron con los intereses mostrados por algunas mujeres hacia el pensamiento feminista, que daba sus primeros pasos en el país.6
     En 1902 María Abella Ramírez7 , maestra y librepensadora uruguaya, se estableció en La Plata y comenzó a publicar la revista Nosotras: Revista feminista, literaria y social. La acompañaba un grupo de mujeres, mayoritariamente universitarias, maestras, librepensadoras y masonas, que construyeron su sociabilidad feminista en las organizaciones platenses. La subdirectora fue Justa Burgos Meyer8 , militante socialista de destacada actuación en ese ámbito.
     En Nosotras confluyeron liberales, socialistas y anarquistas ligados básicamente por el "espíritu" anticlerical, y guiados por la razón y la cultura científica como agentes explicativos de los profundos misterios del mundo. Es así como la participación de las mujeres en la sociabilidad masónica se engarzó con la solicitud de derechos políticos y civiles del feminismo socialista, y con la prosecución de una sociedad más igualitaria propuesta desde el feminismo anarquista.
     El 5 de agosto de 1902 la revista salió a la calle en la ciudad de La Plata; el último número que hemos encontrado corresponde a noviembre de 19049 . No percibimos en sus páginas que la publicación hubiera entrado en una crisis o que un grupo de colaboradoras hubiera comenzado a ejercer influencias dentro de la publicación desplazando a las iniciadoras, algo usual en publicaciones donde la disputa política era muy relevante. Seguramente existieron tensiones que no se trasladaron a las páginas, también es posible que quienes realizaban esta publicación no pudieran continuarla por cuestiones profesionales, familiares o económicas. A menudo la publicación no tenía una cantidad suficiente de suscriptores como para llevar adelante la empresa, pero podemos aventurar que, a comienzos de siglo, entre las mujeres letradas pertenecientes a los sectores medios, el discurso secularizado de los librepensadores no era moneda corriente y solo podían adherir a él, por fuera de la hermandad, mujeres socialistas y anarquistas no siempre bien consideradas por las familias medias. Quizás esta fue la causa que alejó a suscriptoras no decididamente feministas y que hizo decaer la entrada de dinero.
     El editorial con que se abría la publicación daba cuenta de la necesidad de unión de todas las mujeres para lograr el bienestar del sexo femenino, único camino posible para lograr la convivencia armónica de hombres y mujeres. La revista apareció cuando el feminismo estaba en expansión, sobre todo entre las mujeres más ilustradas de la sociedad, y un grupo de universitarias porteñas y platenses abrazó tempranamente la lucha por los derechos como su causa. Nosotras se proponía transitarel camino de la búsqueda de una mayor igualdad entre los sexos a través de la obtención de derechos políticos y sociales para las mujeres: "La lucha será contra algunas leyes y costumbres que han estado bien en otras épocas, hoy se sostienen y son perjudiciales para todos" ("Al público", Nosotras, nro. 1, 1902). La modernización social y económica de la Argentina exigía una nueva ubicación de las mujeres en la sociedad, un cambio en ese sentido contribuiría a afianzar la tarea ya realizada.
     Sin duda, para las mujeres de Nosotras el feminismo era un camino, pero se advertía que aun no habían roto los lazos patriarcales: "Queremos que todos los hombres inteligentes y generosos nos den la bienvenida en esta nueva senda que empezamos [...] y que nos prestarán su poderoso concurso, pues nada podríamos realizar si nos faltará la sombra del natural protector: el hombre". Silvina Fredes de R. (posiblemente un seudónimo de María Abella Ramírez) transmitía una identidad femenina amparada y autorizada por la figura del intelectual masculino asociado a la causa feminista, una mirada que irá cambiando con el correr de las décadas.
     Para diciembre de 1902, al subtítulo mencionado le habían agregado el lema: "Ayudémonos las unas a las otras: la unión hace la fuerza"; seguras de que la solidaridad de género era el camino para fortalecer la identidad femenina. Primaba la convicción de que la solidaridad era la única acción que garantizaba la unión del género y sobre ella las mujeres debían construir su lugar dentro de la sociedad.
      En su corta vida, Nosotras experimentó la convivencia posible entre anarquistas y socialistas. Muestra de ello son algunos artículos en los que ambas ideologías se presentaron con objetivos similares, pero con medios diferentes para alcanzarlos.
     Como afirmábamos, Nosotras tenía algunas secciones fijas como "Tribuna libre" y "Sección literaria", y se presentaba casi sin preocupaciones por la diagramación. Una letra de molde, no demasiado sofisticada, identificaba el título de la publicación, mientras que una tipografía de menor tamaño indicaba las secciones que se sucedían, una tras otra, sin ningún tipo de ornamentación o ilustración. En septiembre de 1903, apareció por primera vez una fotografía para rendir un homenaje a la educadora Pascuala Cueto, despojada de su cargo de maestra en la Escuela Nº 2 de Morón y exonerada del relativamente reciente sistema educativo por dar clases nocturnas en el Centro Socialista Femenino de esa localidad.
     La revista presentaba ensayos con temas de interés femenino, como el divorcio, las profesiones femeninas o el peso de la religión, pero podemos afirmar que el gran tema de Nosotras era su posición sobre el feminismo. Su temprana adhesión a estas ideas la coloca como pionera en la divulgación feminista, cuando el tema circulaba por las aulas de la universidad de la mano de la tesis de Elvira López. Nosotras se identificó con el feminismo que buscaba el bienestar de las mujeres a través de la lucha por los derechos políticos y civiles. María Abella Ramírez estaba alejada del feminismo que proponían las damas de la Sociedad de Beneficencia, que se enorgullecían de exhibir públicamente el avance del género a través de los bordados y las puntillas realizados por las mujeres de la elite para engalanar la iglesia o donarlas, en el mejor de los casos.  
     El 21 de octubre de 1909, apareció en Buenos Aires Unión y Labor. Esta publicación era una actividad del grupo femenino que llevaba el mismo nombre y que, principalmente, se dedicaba a promover temas educativos y femeninos a través de la organización de conferencias, y de la participación en congresos que tuvieran a las mujeres y a los niños como principales temas de interés.
     Unión y Labor era una publicación de aparición mensual dirigida por Sara Justo -hermana del dirigente socialista Juan B. Justo- y Matilde Flairoto. La revista se presentaba en sociedad como "Órgano del progreso femenino y protección del niño". También funcionaba bajo el sistema de suscripción, pero estas mujeres afirmaban que su venta colaboraría con la creación de la Casa de los Niños: un proyecto social del grupo.
     Como se afirmaba en el número uno de la revista, aplicaban en este centro el Método Montessori, que contribuiría al desarrollo de una pedagogía científica basada en la observación y en la experiencia de los maestros, y en la incorporación del juego como elemento pedagógico. Es interesante advertir la disputa que se daba entre el Centro Socialista Femenino y la Sociedad de Beneficencia en torno a la educación de los niños. Mientras las damas se ocupaban de los niños en situación de abandono, principalmente huérfanos; las socialistas se preocupaban por la infancia y por lograr, para los niños, una legislación que los alejara del trabajo y que los acercara a la escuela. Tenían el proyecto de crear la Casa del Niño y el Hogar del Canillita (la venta callejera de diarios era una actividad que, a principios de siglo, estaba realizada fundamentalmente por niños). El Centro Femenino Socialista se proponía obtener colaboración de los principales diarios y revistas, al servicio de los cuales se encontraban los niños vendedores, para financiar de esta manera la creación del Hogar. Los fondos para la Casa del Niño los obtendrían de las actividades generadas por el grupo Unión y Labor (Raiter, 2004).
     La revista se proponía "unir a las mujeres en el trabajo para bien de las mujeres mismas y de la humanidad" ("Nuestro propósito", Unión y Labor, nro. 1, 1909), y pretendía contribuir al progreso femenino, porque es sinónimo de progreso general. Unión y Labor no se dedicó a la "vida social" tan difundida en la prensa; en cambio, afirmaban: "[...] a la obra social de progreso e instrucción de la mujer y del niño, dedicaremos nuestras columnas, dirigiremos nuestra acción en bien de todo aquello que represente un beneficio o progreso y en contra de todos los vicios y plagas sociales que desmoralizan el medio ambiente" (ibíd.).
     Tanto Unión y Labor (1909-1913) como La Nueva Mujer(1910-1912) manifestaron un especial interés por la convocatoria al Congreso Femenino Internacional reunido en ocasión del Centenario. Este congreso había sido convocado por las Mujeres Universitarias Argentinas, el Centro Socialista Femenino y varios grupos que dependían de este último, como Unión y Labor y la Liga Feminista Nacional integrada por librepensadoras. Estos centros generaban un entramado de participantes que podemos rastrear y seguir en sus recorridos militantes. Por ejemplo, Sara Justo pertenecía al grupo de Mujeres Universitarias por su condición de odontóloga y era una activa militante del grupo Unión y Labor; Alicia Moreau era una librepensadora que integraba la Liga Feminista Nacional y participaba de las actividades del Partido Socialista. Esta red de mujeres intelectuales desplegó una labor incansable en la circulación de las ideas e ideales que abrazaron las mujeres a comienzos del siglo XX.
     La Nueva Mujer, publicación platense que apareció en mayo de 1910 bajo la dirección de la ya mencionada María Abella Ramírez, estaba encaminada a promover el Congreso Femenino Internacional y a recoger los resultados de sus debates. Su editorial inicial afirmaba que: "Está convencida de que la mejor revolución es la que se hace en las ideas: que la pluma es más poderosa que la espada y la esgrimirá sin vacilar" ("La nueva mujer", La nueva mujer, nro. 1, año 1, 1910).
     La Nueva Mujer, como lo confirma su subtítulo, es el órgano de la Liga Nacional de Mujeres Librepensadoras. Coincide con el inicio de la revista, la creación de la Liga Feminista Nacional, promovida por María Abella Ramírez, quien tuvo como función crear en todo el país centros feministas con los siguientes objetivos: 1) trabajar para que el matrimonio no hiciera perder a las mujeres sus derechos civiles; 2) buscar el reconocimiento de los derechos políticos; 3) promover el divorcio absoluto; y 4) proteger a la niñez. Estos cuatro puntos básicos constituían el programa del feminismo a comienzos del siglo XX y la revista intentó dar a conocer los debates sobre estos temas.
     Ambas publicaciones remiten a una configuración genérica donde la novedad es la participación femenina en la vida pública; las transformaciones que vivió la Argentina fueron un motor para pensar el rol de las mujeres en la nueva sociedad y también en las posibilidades concretas que estas tenían para transformarla. Las socialistas de entonces eran madres, profesionales y trabajadoras, que comenzaban a luchar por sus derechos y a buscar canales para expresarse.
     A fines de la década, otra publicación irrumpió en el escenario socialista: Nuestra Causa (1919-1921). Como las publicaciones anteriores, era un órgano de la Unión Feminista Nacional y estaba integrada por mujeres pertenecientes al Partido Feminista Nacional (liderado por Julieta Lanteri) y al Partido Socialista. La revista encuentra en el feminismo su razón de ser y este es el punto de inflexión para la inclusión de las mujeres y la obtención de derechos políticos. En mayo de 1919, Petrona Eyle afirmaba: "El movimiento feminista no es ya una manifestación aislada de unas cuantas exaltadas, excéntricas, que inspiraban repulsión, es ahora una evolución mundial, que nada ni nadie podrá reprimir. Es necesario estudiar esas manifestaciones y sobre todo las mujeres deben conocer lo que pretenden las feministas. Es por esto que hacemos un llamado a los partidarios del feminismo y a las feministas [...]" ("Nuestro anhelo", Nuestra Causa, nro. 1, 1919).
     En su presentación en sociedad, la revista hacía un llamado, a través de su directora, a los hombres y a las mujeres partidarios del feminismo, y colocaba las ideas feministas en el concierto de los debates mundiales del momento. Petrona Eyle hacía una inflexión para realizar ese amplio llamado, hacia 1920 el feminismo ya no era una ideología de exaltadas y excéntricas mujeres, sino el resultado lógico del devenir histórico. Al quitarle cierto halo de repulsividad, el feminismo se naturalizaba y se convertía en una causa justa y moral. Podía, entonces, ser una actividad de mujeres decentes: madres, trabajadoras y universitarias que luchaban para obtener el reconocimiento de sus derechos y trabajar al lado del hombre.
     Durante la década de 1920, el proceso de modernización social trajo una nueva configuración genérica. La figura femenina, gracias a las luchas previas de las trabajadoras, feministas y universitarias, perdió sus rasgos más tradicionales y las mujeres comenzaron a identificarse con las representaciones de la mujer moderna, que anda sola por la calle y consume productos que mejoraran su condición de ama de casa y su belleza. En consecuencia, el sistema de género se reformuló hacia una configuración que pudiese tolerar, hasta cierto punto, algunos de estos cambios. Esta nueva configuración se produjo hacia fines de la década de 1920, y especialmente en los años treinta (Newman, 1990: 79).
     Los cambios en la forma de construcción de la identidad femenina se advierten claramente con la aparición de la publicación Vida Femenina,en 1933. En los primeros números, no se indica ninguna dirección salvo una administradora responsable, Celina L. Lacraux. La función que tenía la administración era recibir y administrar los fondos de las suscripciones anuales que llegaban a la revista10 y pagar los gastos de papel e imprenta que ocasionaba la publicación. Los colaboradores no eran periodistas profesionales que cobraran por su participación, pero podríamos afirmar que la revista contaba con un staff fijo integrado por Alicia Moreau de Justo, quien intervino sistemáticamente en sus páginas, y con la colaboración de otros destacados dirigentes socialistas como Alfredo Palacios, Adolfo Dickman, Emilio Frugoni, Martha Licy y Álvaro Yunke; por mencionar solo algunos de los colaboradores que participaron de la revista entre agosto de 1933 y junio de 1941, cuando cerró sus puertas.
     Al poco tiempo de haber iniciado la publicación, María L. Berrondo11 se constituyó en su directora y al título Vida Femenina se le agregó un subtítulo, una marca con la que querían identificarse: "La revista de la mujer inteligente".
     Podemos afirmar que durante la década de 1930 las preocupaciones de las mujeres socialistas variaron: el feminismo ya no era el centro de las reivindicaciones y la bandera de identidad. Los derechos políticos, antes defendidos por un puñado de mujeres, se convirtieron en la causa de muchos diputados socialistas y radicales que presentaron proyectos a la Cámara de Diputados para incorporar el derecho al voto femenino. La iniciativa tuvo distintos grados de aceptación pública pero, cada vez más, la clase política masculina se mostraba dispuesta a aceptar a las mujeres como ciudadanas plenas, además de advertir que la participación electoral femenina engrosaría el caudal de votos de los distintos partidos.
     La revista se presentaba a la sociedad con objetivos claros y con la seguridad de que cambios muy significativos, que modificarían el estatus legal de las mujeres, estaban por ocurrir. Hacia 1926 se había logrado la reforma del Código Civil y, con él, cambiaba la situación legal de inferioridad jurídica que vivían las mujeres, restaba luchar por la emancipación política; y a esa causa se dirigía la revista cuando afirmaba:

"No sólo el proceso mundial de esta evolución nos permite pronosticar los hechos para nuestro país, sino también la observación de lo que en este pasa. Tres provincias -San Juan, Santa Fe, La Rioja- han elevado a la mujer a la categoría de ciudadanas, sin que ningún hecho sobresaliente pueda explicar este rápido cambio. Es que esta es la traducción de una nueva conciencia social. La conciencia del valor femenino que surge y también la comprensión más amplia e inteligente de lo que debe ser la actividad política.
[...] El hogar ha sido penetrado por la sociedad. Esta cuida de la salud y de la instrucción de los niños, fija la edad del trabajo; se interpone entre los esposos entre los padres y los hijos. Comprender este movimiento, esta penetración, utilizarla, guiarla, es tarea que interesa fundamentalmente al hogar y al Estado y que necesita la participación, cada vez más decidida, de la mujer." ("A nuestros lectores", Vida femenina, nro. 1, 1933).

     Esta larga presentación en sociedad se hizo eco de los cambios ocurridos y de los cambios por venir, y puso de manifiesto que ese santuario femenino, que era el hogar, se había convertido definitivamente en una institución atravesada por el Estado. El hogar ya no era un reducto privado, el devenir de la sociedad lo había transformado en una institución y las mujeres que habitaban en él (antes disminuidas jurídicamente) muy pronto tendrían carta de ciudadanía plena.
     Ante estas posibilidades y realidades, Vida Femenina emprendió la tarea de ofrecer a la mujer los conocimientos necesarios para atravesar esos cambios, le sugirió soluciones e intentó prepararla para vivir una ciudadanía plena. Las "mujeres inteligentes" a las que convocaba la revista podían intervenir en política y ocuparse de los problemas cotidianos como la salud familiar, la puericultura, la mejor alimentación para los niños y otros temas pertenecientes a la vida cotidiana femenina. El socialismo se constituyó entonces en el partido que garantizaría la participación de ciudadanas conscientes, que darían a luz y criarían niños que se convertirían en jóvenes sanos y fuertes para afrontar los cambios que el proceso evolutivo de la sociedad mostraba.
     El formato de Vida Femenina no estuvo asociado a aquellos folletos de principio de siglo; existió una estrategia de ampliar la circulación a través del uso de novedades gráficas cercanas a las revistas femeninas masivas: fotos, titulares destacados, grabados de artistas reconocidos y una preocupación estética por el diseño de las tapas.
     Ninguno de los proyectos de ampliación de derechos políticos presentados durante la década de 1930 llegó a constituirse en ley. Sin embargo, las mujeres socialistas continuaron creando asociaciones desde donde intentaban constituirse en el sector sobre el que pasaría la discusión; de esas organizaciones formaron parte militantes socialistas, feministas e intelectuales.
      Después del golpe militar de 1943, que permitió la consolidación de la figura de Juan Domingo Perón, se produjeron modificaciones en el escenario político. Perón comenzó a acercarse a los trabajadores y a los sindicatos, y a plantear la cuestión de la mujer. Él mismo organizó un acto para las mujeres trabajadoras en 1945 y, a partir de allí, se elaboraron petitorios y se formaron comisiones en favor del sufragio femenino, aunque aparecieron fuertes presiones por parte de la oposición política y de los sectores más tradicionales que impugnaban la forma de hacer política y los actores elegidos por el general Perón. Otorgar el voto a la mujer era uno de los objetivos del peronismo para ampliar la base social de sus votantes y la sanción de este derecho sería el corolario de una larga lucha. Eva Perón tomó en sus manos las banderas de los derechos políticos de las mujeres y fue a partir de las intervenciones que realizó para promover el voto femenino que comenzó a construir su liderazgo y a convertirse en Evita.
     La confrontación política que en la década de 1950 dividió a la sociedad entre peronistas y antiperonistas, también modeló la intervención política del grupo de mujeres que había militado durante la década de 1930 para la obtención del voto femenino, como Alicia Moreau de Justo, Victoria Ocampo, María Rosa Oliver, María L. Berrondo y Leonilda Barrancos, entre otras. Estas mujeres fueron muy críticas de las políticas del Partido Peronista Femenino y particularmente de Eva Perón, y se convirtieron en fuertes opositoras. Algunas de ellas eligieron el exilio, como Alicia Moreau de Justo, quien, por este motivo, no pudo participar del primer acto electoral de 1951.
     Tras el golpe de Estado que derrocó al general Perón12 , las mujeres socialistas emprendieron nuevamente la actividad editorial. En marzo de 1956 salió a la calle la revista Ciudadana, un título sugerente que refería a la nueva condición de las mujeres y también al ejercicio pleno de la ciudadanía política que muchas socialistas no habían podido practicar durante el gobierno de Perón.
     Ciudadana era una publicación mensual editada por la Unión de Mujeres Socialistas; no tenía una dirección única, sino un comité de redacción integrado solo por mujeres: Alicia Moreau de Justo, Matilde T. de Muñiz, María L. Berrondo, Antonia Díaz y Elena Gil. También una mujer desempeñaba el cargo de jefa de redacción y administradora. Se trataba de un emprendimiento absolutamente femenino ya que, aunque la revista incluía colaboraciones de autores varones, los artículos estaban firmados mayoritariamente por mujeres.
     En clara respuesta a la etapa anterior, a la que caracterizaba de dictadura, la revista se presentó con una declaración de principios en la que expresaba el rol que debían tener las nuevas ciudadanas para la defensa de la democracia y de la libertad:

"SOMOS un grupo de mujeres -empleadas, obreras, amas de casa, profesionales-, que sienten el deber irrenunciable de luchar por LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD. Quizás convenga aclarar cuál es nuestra definición de esos conceptos, que dan una clara línea de conducta a nuestra vida. [...] Para nosotras, democracia y libertad significan que cada hombre y cada mujer que trabaja puedan ejercer el derecho a unirse para exigir un creciente y efectivo bienestar económico y social sin trabas ni condición alguna [...]. Y para otros, esas mismas palabras significan que se les permita hacer lo que gusten con el producto, con las esperanzas y la dignidad de esos hombres y mujeres que trabajan." ("¿Quiénes somos?¿Qué queremos?", Ciudadanas, nro. 1, año 1, 1956).

     Las mujeres de Ciudadana no solo opinaban sobre democracia y libertad, sino también sobre este nuevo concepto jurídico y político que las mujeres debían aprender a ejercer, para ellas ser ciudadanas no solo implicaba el derecho al voto, sino que incluía el compromiso militante en lo público y lo privado:

"La palabra CIUDADANA, perfila la noble figura que se interesa por todos los problemas sociales y políticos que acosan al individuo de nuestro tiempo, no para resolverlos únicamente en el plano frío de las estadísticas, sino para apreciarlos en la profunda vivencia del drama humano. De una mujer que no se siente superior, ni inferior al hombre, sino su igual, su compañera, su complemento y aporta su inquieta inteligencia y su demostrada capacidad de trabajo creador, para elaborar junto a él una sociedad más justa y digna para sus propios hijos y para los hijos de las otras mujeres." (ibíd.).

     Otra vez aparecía, en la presentación, el concepto de igualdad entre los hombres y las mujeres; la configuración genérica no se construía sobre la diferenciación sexual sino sobre las condiciones de igualdad política, intelectual y laboral que permitirían la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Consideraciones finales a modo de balance

El recorrido que hemos trazado nos permite ver cómo las mujeres socialistas, a lo largo del período estudiado, construyeron vehículos de comunicación para mostrar sus puntos de vista e intervenir en los debates públicos. Esa premisa general se ve transformada por una sociedad que se complejizó en términos sociales y políticos con el proceso de modernización que comenzó a principios de siglo XX, y que profundizó los cambios en el mundo femenino. Sin duda, estudiarlas en profundidad nos aportará un mayor conocimiento sobre las pautas de comunicación que tuvieron los distintos grupos de mujeres, pero, además, nos permitirá analizar cómo se transformaron los intereses de las mujeres socialistas y cómo se adaptaron a los nuevos comportamientos sociales.
     Estas mujeres, dentro de un discurso de igualdad entre los sexos, crearon dispositivos comunicacionales propios y diferenciados, y desde allí buscaron la aceptación o la confrontación con los varones.
     Las revistas también ponen de relieve la importancia que tuvo el Partido Socialista en la difusión y creación de asociaciones femeninas, las posibilidades de intervención pública que estos organismos les permitieron y la constante preocupación por la elevación intelectual de las mujeres que mostraron los dirigentes socialistas.

Notas

1Desde 1998, el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CeDInCI) está dedicado a conservar y clasificar diversos documentos; entre ellos, revistas relacionadas con la historia y la cultura de las izquierdas y los movimientos políticos, sociales, sindicales y culturales, de Argentina y Latinoamérica principalmente. El CeDInCI actualiza de manera continua su catalogación a través del sitio web: www.cedinci.org.

2 María Teresa Gramuglio publicó varios artículos sobre la revista Sur. Puede consultarse, entre otros, el artículo "Posiciones de Sur en el espacio literario, una política de la cultura" (2004).

3 Entre los múltiples análisis de la revista Primera Plana podemos mencionar el de Maite Alvarado y Renata Rocco-Cuzzi (1984), y el de Daniel Mazzei (1994).

4Por ejemplo, el encuentro organizado por Saúl Sosnowski para festejar los 25 años de la revista Hispamérica (Biblioteca Nacional, 27 al 29 de octubre de 1997). Este encuentro ha sido reseñado en el libro de Saúl Sosnowski, La cultura de un siglo. America Latina en sus revistas.

5La Ciudad de La Plata se fundó en 1882, allí se instalaron las autoridades de la provincia de Buenos Aires. Su universidad fue un modelo de progresismo académico en los años anteriores a la Reforma de 1918. La modernización urbanística y los transportes llegaron casi en el momento de su creación, y su fundador Dardo Rocha pretendió convertirla en una "antorcha de progreso y civilización" en la inmensidad de la pampa.

6Como referencias tempranas del feminismo argentino podemos mencionar la tesis doctoral de Elvira López en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, El feminismo en la Argentina (1901) -trabajo reeditado bajo el título El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina por Ediciones Biblioteca Nacional en 2009 con prólogo de Verónica Gago- o el periódico anarquista La Voz de la mujer (1897).7

7 María Abella Ramírez nació en Uruguay y llegó a la Argentina a fines del siglo XIX, donde contrajo matrimonio en segunda nupcias, con el escribano uruguayo radicado en La Plata, Antonino Ramírez. Participó del grupo creado por la maestra norteamericana Mary Graham y de los congresos del librepensamiento celebrados en 1906, 1908 y 1910. Integró el Comité de Librepensamiento de La Plata y fundó en 1909 la Liga Feminista Nacional.  

8Justa Burgos Meyer, secretaría del comité del Partido Socialista de La Plata, fue maestra y poetisa, estuvo muy vinculada con la sindicalización de los maestros en esa ciudad y fundó junto con su marido la revista La Educación.

9Cabe destacar que la revista no se encuentra completa y no hemos encontrado aún ningún otro repositorio para completar la colección.

10En 1933 el precio de Vida Femenina era de $0,10 y la suscripción anual de $1,00. En la primera página se entregaba un cupón de suscripción y el dinero llegaba a la redacción por medio de una estampilla postal.

11 Estos son los primeros pasos públicos de María L. Berrondo, que integró el Comité Ejecutivo del Partido Socialista y luego integrará, junto a Alicia Moreau de Justo, la lista de candidatas a diputadas del Partido Socialista para las primeras elecciones con participación femenina en 1951.

12 El 16 de septiembre de 1955 el gobierno del general Perón fue derrocado por un golpe militar que fue acompañado por importantes sectores de la sociedad civil y de la iglesia católica. Si bien durante el gobierno peronista muchas voces se alzaron contra la falta de libertades públicas, el gobierno de facto -autodenominado Revolución Libertadora- ejerció sobre el peronismo fuertes mecanismos de censura y persecución.

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