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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.17 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./July 2011

 

RESEÑAS

Bidaseca, Karina, Perturbando el texto colonial. Los estudios (pos) coloniales en América Latina, Buenos Aires, Editorial SB, 2010, 288 págs

 

Desde hace algunos años, en el feminismo latinoamericano ha ido tomando fuerza un entramado de intereses que se ha tejido lentamente desde los márgenes de la teoría social y la praxis política. Contrario a lo que podría pensarse, ese entramado ha sido una tarea de larga data, asumida a contrapelo por varias generaciones feministas. Estas experiencias han estado comprometidas con las luchas de algunas izquierdas ocupadas, desde el siglo pasado, en la producción de una tradición epistemológica de cuño propio atenta a la construcción de solidaridades entre pueblos oprimidos y a la confrontación histórica con los proyectos colonizadores, primero de Europa, después de los EE.UU.
     Si bien este libro es parte del movimiento de proliferación que tuvo el formato compilación en el mundo académico, es posible afirmar que no solo viene a satisfacer una necesidad teórica pendiente sino que se convertirá esta perspectiva crítica descolonizadora, antiimperialista, latinoamericanista, poscolonial -como quiera que se le ha llamado en diferentes contextos y apariciones-, hemos de admitir, no cuenta en el continente con una historia lineal, acumulativa, constante. Podemos rastrear altas, bajas, rupturas, desdibujamientos. Desde hace unos años, ya lo digo, asistimos a un momento de reaparición efervescente que despierta apasionamientos y entusiasmos que se cuelan hasta nuestro feminismo, logrando articular campos de interés que las corrientes hegemónicas de pensamiento se han empeñado en mantener desvinculados.
     Si bien este libro es parte del movimiento de proliferación que tuvo el formato compilación en el mundo académico, es posible afirmar que no solo viene a satisfacer una necesidad teórica pendiente sino que se convertirá en el despertar de esta conciencia, se reinstalan en escena las altas voces de la etapa anterior y aparecen las nuevas figuras portadoras de la idea, listas para ocupar la tarea de reconstrucción genealógica y readecuación ante el nuevo contexto. Una de estas nuevas figuras es, sin lugar a dudas, la socióloga Karina Bidaseca, egresada de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, investigadora del CONICET y profesora permanente del Instituto de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional General San Martín. Su publicación Perturbando el texto colonial. Los estudios (pos) coloniales en América Latina, resulta una herramienta de alta utilidad para la promoción y el desarrollo de los estudios de la colonialidad a nivel local y en el nuevo contexto histórico haciendo eco de los principales aportes de los autores más destacados de este campo a nivel mundial. El compendio tiene la virtud además -y por ello la pertinencia que reviste para los estudios de género- de anunciar las reflexiones propias de una Bidaseca mujer, capaz de conjugar sus diferentes intereses intelectuales y políticos con un compromiso con su género.
     Me gusta la idea de pensar este libro como una muestra de ese gesto de reconocimiento y encuentro apenas reciente en América Latina entre el campo de los estudios feministas y de género y el campo de los estudios culturales y poscoloniales. Bidaseca, digámoslo de una vez, no proviene originalmente del campo de actuación del feminismo continental, esto salta a la vista en la composición de su obra donde, con algunas honrosas excepciones, están ausentes voces feministas fundamentales que desde este continente han estado atentas a denunciar la manera en que clase, raza, etnia y género han actuado concomitantemente definiendo el destino de las mujeres desde los proyectos coloniales y neocoloniales. Como ella advierte al inicio de su obra, ha sido su encuentro con los textos poscoloniales lo que ha alimentado su búsqueda y dado aliento a su trabajo escritural. Por su parte, ha sido su compromiso con la subalternidad -esa subalternidad cuyas representantes por excelencia en la propuesta spivakiana son las mujeres: subalternas de los subalternos- lo que le abrió la puerta a una mirada atenta a "las narrativas femeninas y la colonialidad" (29)
     Con el propósito de "repensar la crítica de los estudios poscoloniales en Occidente y las ideologías imperialistas en nombre de las cuales el Otro y la Otra han sido y son exterminados o subalternizados en nombre del progreso" (18), Bidaseca se arriesga. Con los recursos que tiene a mano -todo ese marco fértil que ha surgido del encuentro de los estudios culturales- y con los poscoloniales donde destacan las voces de feministas claves como Spivak, Mohanty, bell hooks, ella trae historias sobre mujeres, mujeres olvidadas, excluidas, marginales a ese feminismo que ostentosamente pretende una universalidad que él mismo ha criticado con garras. Como recién llegada, nos devuelve la imagen del otro lado del espejo, describe la imagen que llega del feminismo a tierras lejanas, donde apenas llegan los ecos de su voz. Y nos cuenta sus dudas, sus desvaríos, sus sospechas... su mirada extranjera, insistente pregunta, confronta, molesta.
     Este movimiento de ir hacia, de bordear los límites disciplinarios y atreverse a cuestionarlos desde un compromiso político con el sujeto de la violencia epistémica, ese en cuyo nombre históricamente se ha justificado la acción, desde la conquista hasta nuestros fallidos intentos revolucionarios, es lo que quiero resaltar como uno de los mejores logros de este libro. Quizás ahí está su mayor aporte. En la primera parte del libro, Bidaseca se enfrenta con pasión y compromiso a la tarea de (re) construcción de una genealogía de los proyectos, los saberes y las producciones del campo de los estudios culturales y las teorías de liberación generadas por las descendencias bastardas de los pueblos colonizados del mundo. Su intensión es interrogarse e interrogarnos una vez más por lo insuficiente de la actuancia. Insatisfecha, se pregunta incisivamente por la inaudibilidad e invisibilidad de la subalterna. Trasnochada, nos muestra su desvelo: los cuerpos sexogenerados, indígena, negrx, pobre... la bolita, la cabecita negra que puebla la pesadilla de los proyectos políticos e intelectuales de la burguesía eurocéntrica porteña. Obsesiva, la autora se enfrenta, nos enfrenta -a nosotras, las feministas- con aquello que por insoportable preferimos evadir: "¿Qué es aquello que debe olvidarse prontamente antes de ser transmitido? ¿Qué debe permanecer oculto, silenciado, para no interrumpir y molestar angustiosamente el fluir de nuestro presente?", se cuestiona (13).
     Pero no nos creamos, la pregunta no es para el colonizador allá afuera, nos toca profundamente de manera individual y colectiva a quienes nos hemos elevado en nombre de las causas sociales y de los proyectos de liberación de la más diversa índole, incluido el feminismo. "¿De quién deben ser salvadas las mujeres color café?" es una de las interrogantes que repetidamente lanzará Bidaseca en la segunda parte de su obra. La pregunta va dirigida al feminismo, ese feminismo blanco, burgués, heterocéntrico, denunciado tantas veces ya por las propuestas feministas marginales desde mediados de los 70. Pero la desazón, se me ocurre, es llamada a poblar no solo los desvelos feministas, es posible lanzarla a los proyectos revolucionarios de nuestras izquierdas latinoamericanas: ¿A qué sujeto se pretendía salvar y de qué se lo quería salvar? ¿De qué forma nuestros proyectos de llamado a la "unidad latinoamericana" y en nombre de las mayorías, de qué manera la producción de una epistemología de los oprimidos, del Sur, de la liberación, de la descolonización o subalternidad, forcluyeron las voces de las mujeres, de los pueblos originarios o racializados, de las subjetividades descentradas de los géneros y las sexualidades normativas?
     Si como nos advierte Bidaseca, recordando a Fanon, hablar es siempre hablar como blanco, habría que agregar, recuperando la genealogía feminista desde Irigaray, de Beavouir, Wittig, hasta Anzaldúa, Lorde, Lugones, Bairros... que hablar es siempre hablar como varón blanco hetero.
     ¿Qué lugar de agencia le queda a quien intentando salir de sus cadenas siempre queda condenado a hablar en nombre de su "diferencia"?¿Qué voz podemos reclamar como auténtica para una subalterna que se rebela a ser condenada al silencio? ¿Hay acaso una voz "propia" posible de ser recuperada? ¿O toda voz siempre es ya la voz del amo, o de algún amo? He ahí algunas de las preocupaciones últimas que nos lanza la autora en este volumen, ella se detiene a pensar sobre esta aporía de la autenticidad, el lugar dilemático y paradojal que la demarca. Nos devuelve la mirada a esos lugares de indecidibilidad mayúscula en el que la política se vuelve campo minado y nos recuerda casos críticos: la historia de una niña wichi violada por su padrastro en el norte argentino; desde el planteamiento mismo del problema ya el discurso actúa generando violencia epistémica, nos dice.
     Finalmente, la pregunta por la abyección o por la inaudibilidad de la subalterna tiene como contracara la pregunta por las lógicas constitutivas del sujeto de la credibilidad, del sujeto hablante, del sujeto de la historia. "La omnipotencia de la voz nos constituye como sujetos. Somos cuando somos respondidos por la voz del Otro", sentencia la autora en los primeros párrafos de una tercera parte dedicada a unas reflexiones finales sobre los silencios de las mujeres y las formas del aniquilamiento del Otro: la esclavitud y el feminicidio (197).
     De la atenta lectura del texto surgen nuevas preguntas: ¿aun desde la crítica y de la denuncia de sus límites, es posible prescindir de la apelación a ciertas éticas universalistas del bien común cuyo consenso ha costado tanto construir históricamente? ¿Es posible pretender el abandono de nuestras posiciones de privilegio en la defensa de tradiciones y lógicas subalternas? ¿Acaso no hay un reto en la posibilidad de dejar al otro ser capaz de asumir su propia agencia? ¿Cómo se libra al indefenso del lugar de indefensión si desde que actuamos ya lo estamos reduciendo indefectiblemente a ese lugar?
     Librar de qué a las mujeres color café, se pregunta insistente Karina, librar de qué a la comunidad. Y la voz que interpela ¿no está ya interviniendo como agenciadora de algo? ¿Es posible quizás y esperanzadamente librarnos de nuestra propia agencia salvacionista? Quiero decir si es que acaso el gesto de salvar del intento de salvar está eximido del cuestionamiento que denuncia.
     Este volumen puede ser una buena entrada a pensar junto a la autora algunos de estos campos máximos de indecidibilidad de la política feminista contemporánea.

Yuderkys Espinosa Miñoso

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