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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.18 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2012

 

DOSSIER

De nuevo bajo el mismo techo…Desafíos y reconfiguraciones en los procesos de reunificaciónde parejas migrantes*

 

Carolina Rosas**

** IIGG-UBA / CONICET.

*Fecha de recepción: 26 de julio de 2011.
Fecha de aceptación: 1 de noviembre de 2011.

 


Resumen

Hace varios años que existe un interés en torno a la comprensión del fenómeno migratorio como un potencial habilitador de oportunidades de cambio en las relaciones entre varones y mujeres. Es decir, se ha reconocido que, si bien la migración puede conducir hacia escenarios que afectan las ideas y prácticas previas, sus efectos no son homogéneos ni unidireccionales; y que deben ser comprendidos y evaluados en cada grupo migrante y en el marco de sus contextos. En esta línea, este artículo se concentra en las parejas peruanas en las cuales las esposas emigraron a la Argentina antes que sus cónyuges y reflexiona acerca de ciertas reconfiguraciones que se suceden durante su trance migratorio y que dificultan su reunificación, pero que también pueden dar lugar a nuevas formas de convivencia. Se analizan los conflictos, negociaciones y concesiones que caracterizan esos procesos, observando la puja entre los mecanismos homeostáticos del género y las oportunidades que posibilita el movimiento migratorio.

Palabras clave: Migración internacional; Género; Reunificación conyugal.

Abstract

There is great interest to describe and to explain the changes in the status and gender relationships after the space movement. This article looks to add information to this line of investigation, paying special attention to Peruvians who have arrived to Buenos Aires Metropolitan Area in the last fifteen years. The analysis concentrates on the couples in those which the wives emigrated before the husbands. The objective is to analyze transformations happened in the Peruvian heterosexual couples during the migratory trance, which hinder the moment when couples reunite in Argentina. Conflicts, negotiations and concessions are analyzed, which can give place to new forms of coexistence.

Keywords: International migration; Gender; Couple's reunification.


 

Todos nos peleábamos por el televisor. Y mi papá decía: "Hay que comprar otro televisor". Y mi mamá decía: "No, todavía no, todavía no". Porque para ella no alcanzaba para el televisor […] Así que eso estuvo detenido hasta que mi mamá dijo: "¡Ya!, porque no hay tantos gastos". [Ella] dio el dinero y recién ahí se compró. Ahí me di cuenta de que la que tiene el poder económico es mi mamá; y así mi papá lo tenga, no lo tiene por completo […]. A las decisiones las toma ella; o las toma mi papá, pero siempre pidiendo la carta blanca de mi mamá (Pedro).

Ahora ella es un poco más exigente, incluso un día me dijo: "Yo en Perú nunca te he dicho nada, [pero] ahora yo voy a exigir" […]. Ella me dice: "Acá tienes que hacer de todo, porque yo trabajo". Allá también trabajaba, pero acá es mucha distancia, no puede venir a cada rato (Daniel).

 

1. Introducción

     El primer epígrafe corresponde a un jovencito peruano que narra cambios en las decisiones económicas que se toman en su hogar, porque ahora es su madre quien parece tener la última palabra en cuanto a la forma de invertir el dinero. El segundo epígrafe devela a un cónyuge que, exigido por la esposa, debe realizar las tareas domésticas porque ella ahora trabaja lejos y no está pendiente de las necesidades de su hogar. Estos dos ejemplos, como tantos otros que he documentado durante los procesos de reunificación de las parejas peruanas migrantes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, dan cuenta de que el fenómeno migratorio puede habilitar oportunidades de cambio en las relaciones entre los cónyuges.
     Varios años atrás, Ivonne Szasz nos recordaba que una de las grandes preguntas que la perspectiva de género había incorporado en los estudios de migración era "cómo influyen las migraciones en la desigualdad social entre hombres y mujeres y cuáles son las dimensiones de la migración que influyen en ella" (Szasz, 1999: 176). En ocasiones, detrás de la pregunta acerca del impacto de la migración en las relaciones de género, suele habitar la hipótesis de que este impacto se caracteriza por una disminución en las condiciones de dominación y un aumento de las posibilidades de empoderamiento femenino. Sin embargo, debemos tener presente que los efectos de la migración sobre las relaciones de género no son homogéneos ni unidireccionales (Tienda & Booth, 1991; Szasz, 1999; Hugo, 1999; Boyd & Grieco, 2003; Rosas, 2008, 2010; Mallimaci Barral, 2009; Cerrutti, 2009), porque múltiples factores condicionan la vida de las personas, tales como su condición étnica o clase social. Coincido con Ariza cuando apunta que "a la pregunta de si la migración es capaz de producir un cambio, podemos responder que ella abriga al menos esa potencialidad" (2000:49), pero que no se sabe cuál puede ser ese cambio y que lo importante no es presuponer su ocurrencia, sino evaluarlo en cada grupo y en el marco de su contexto.
     En un tono similar, Patricia Zamudio (1999: 177), haciendo referencia a numerosos estudios realizados en esta línea acerca de los migrantes en Estados Unidos, señala:

     There is a tendency to refer to "patriarchal privileges" of men and "patriarchal sufferings" of women. Then, once in the United States the story we read is one in where "men have lost some of their patriarchal privileges" and "women have gained new power", as if gender relations were a kind of sum zero battle between men and women and in order for one to "win" the other needs to "lose". This assumption, in turn, makes it difficult to differentiate between the constraints and possibilities that patriarchal arrangements offer to men and women alike.

     Entonces, conviene concebir en sentido amplio las potenciales reconfiguraciones en las relaciones entre varones y mujeres, es decir, como cualquier transformación que se dé en ese ámbito, ya sea que beneficie, o que erosione la equidad entre ellos. Porque, así como hay evidencias a favor de cierta autonomía ganada por las mujeres luego de la migración, a partir de estudios realizados en México también se ha mostrado que los varones suelen reestructurar importantes ámbitos de su masculinidad a través de la migración y, de esa manera, refuerzan su rol de proveedor y su capacidad de decisión en el interior del hogar (Rosas, 2008). Cabe advertir, además, que puede haber cambios de diversas tonalidades y sentidos en los distintos ámbitos de la vida de las personas, de modo que ciertas ganancias femeninas, en el interior de la pareja o en la toma de decisiones por ejemplo, pueden convivir con situaciones de sumisión, privación y explotación en otros ámbitos, tal como el laboral.
     Los aspectos señalados son fundamentales en tanto indican la necesidad de esquivar las simplificaciones y las dicotomías, e invitan a adentrarse en el abanico amplio de las -nunca necesarias- reconfiguraciones de las construcciones y prácticas de género impulsadas por las migraciones en conjunción con otros fenómenos, así como a otorgarles voz tanto a las mujeres como a los varones.
     Este artículo se propone agregar información a esa línea analítica, al poner atención en los principales factores que dificultan la re-convivencia, así como en ciertos acomodamientos y concesiones que ambos miembros de la pareja realizan en esa etapa. Procuro mostrar que dichos procesos, que involucran cambios subjetivos, conflictos y arduas negociaciones, pueden dar lugar a nuevas formas de convivencia.
     El análisis se nutre de los procesos experimentados por las/los miembros de parejas heterosexuales peruanas que arribaron recientemente al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Más específicamente, se enfoca en aquellas parejas en las cuales las esposas migraron antes que los cónyuges varones, porque esa es la forma migratoria que se presenta con mayor frecuencia entre las/los peruanas/os adultas/os.1 La selección de esas parejas se realizó para favorecer el análisis y sus posibilidades de profundización, tal como mostraré en el apartado siguiente.
     Este artículo se deriva de una investigación más amplia (Rosas, 2010), y retoma algunos de sus hallazgos para avanzar y profundizar en la discusión de los mismos. El estudio fue llevado adelante en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires,2 y abordó la inmigración peruana hacia el AMBA acontecida en los años noventa y siguientes inmediatos. Esos años fueron testigos de un gran crecimiento de la emigración peruana como respuesta a las críticas situaciones laborales y de condiciones de vida en que se vio sumergido Perú, a raíz de los desastrosos resultados de las políticas neoliberales implementadas por Fujimori para enfrentar las dificultades económicas heredadas de décadas anteriores. Considerando las ventajas comparativas que Argentina ofrecía en esos años por la paridad entre el peso y el dólar establecida de acuerdo al Plan de Convertibilidad, no es casual que la cantidad de peruanos presentes en ese país haya aumentado.3
     Según los datos del último censo argentino disponible, el de 2001, se trata de un flujo que tiene un gran componente femenino y altos niveles de escolaridad. Aunque el capital cultural de estos migrantes es muy importante, sus precarias inserciones laborales en el mercado laboral argentino, el no poder cumplir con los requisitos para alquilar viviendas, así como los prejuicios que circulan en la sociedad receptora hacia ellos, constituyen algunos de los factores que vuelven complicado y sufrido su establecimiento (Rosas, 2010; Cerrutti, 2005).
     Cabe señalar que los estudios con perspectiva de género se han desarrollado principalmente en torno a los llamados movimientos poblacionales sur-norte. Sin embargo, la migración entre países vecinos es común en América Latina, especialmente desde aquellos con menor desarrollo hacia los que tienen mejores niveles de bienestar (movimientos sur-sur). Así, el análisis de la migración peruana en el AMBA aporta al conocimiento de un tema que, generalmente, fue abordado en otros contextos.

2. Criterios metodológicos para el abordaje de la cuestión

     Las reflexiones contenidas en estas páginas se sustentan en la información recabada mediante un abordaje intermetodológico diseñado especialmente para la investigación. En cuanto al abordaje cualitativo, se realizaron 45 entrevistas en profundidad (a 19 varones y 26 mujeres) en el AMBA, entre 2005 y comienzos de 2007. Por otra parte, durante el mes de agosto de 2007 se realizó laEncuesta sobre Migración Peruana y Género (EMIGE-2007) en el AMBA. Su muestra (de tipo no probabilística) tenía un tamaño de 710 casos. Se contemplaron cuotas por sexo de acuerdo a las proporciones encontradas en el censo argentino de 2001 en el AMBA, de modo que se encuestaron 262 varones y 448 mujeres.4
     En ambos abordajes, las unidades de información fueron varones y mujeres nacidos en Perú, residentes en el AMBA que: a) se movieron por primera vez en su vida hacia la Argentina entre 1990 y 2003; b) en el momento de su primer movimiento tenían entre 17 y 46 años de edad; c) en el momento de la entrevista/encuesta tenían entre 20 y 49 años de edad; d) tenían al menos 3 años de antigüedad migratoria en el AMBA.5 A partir de los criterios mencionados se buscó una aproximación al "grueso" de la migración peruana reciente en el AMBA.
     Para este artículo se analizan aspectos contenidos en las entrevistas en profundidad aplicadas a 7 varones y 10 mujeres que integraban parejas caracterizadas por la migración pionera de la esposa. No se entrevistó a miembros de una misma pareja, por lo cual el trabajo realizado nos permite aproximarnos a la experiencia de 17 parejas. Todas tenían hijos dependientes (pequeños y/o adolescentes) en el momento de decidir su participación en la migración.
     Además, se reconoce que en los procesos de re-convivencia no solamente intervienen los cónyuges, sino diversos actores entre los que sobresalen los hijos. Por eso se incorporan al análisis las interpretaciones de hijos e hijas de migrantes acerca del movimiento pionero de sus madres, del posterior movimiento de sus padres y de la dinámica de reunificación de sus progenitores.
     El subuniverso seleccionado se justifica porque es el predominante entre las/los adultas/os y porque es homogéneo en cuanto al lapso temporal en que se produjeron los movimientos, en la forma en que se encara la migración y en la etapa familiar transitada. Por otra parte, el flujo abordado es preponderantemente de tipo urbano-urbano y está conformado en gran parte por personas nacidas en la ciudad de Lima y su área metropolitana (Rosas, 2010). Estas características comunes brindan más posibilidades de comparación y profundización analítica.
     El cuanto al análisis, se privilegian las percepciones de los entrevistados desde un enfoque longitudinal retrospectivo. Esto permite, entre otras cosas, mostrar que la magnitud de las dificultades de la reunificación depende del "momento posmigratorio" que se analice. Es decir, si el foco se coloca en los primeros momentos de la reunificación, se captará la crisis propia de las experiencias transicionales, por lo cual podría sobreestimarse la magnitud del conflicto y de la insumisión femenina. En cambio, en un momento más avanzado del proceso de reunificación conyugal, el conflicto tiende a disminuir por las negociaciones entre los cónyuges, y es entonces cuando se puede comprender qué aspectos van más allá de lo coyuntural.

3. Cifras de la reunificación de las parejas peruanas en el AMBA

     Se han realizado diversas afirmaciones acerca de las consecuencias que la migración acarrea sobre las parejas, y la mayoría de ellas se fundamentan en hallazgos cualitativos. Debido a ello, se han generalizado algunos supuestos que, en sentido estricto, exceden las posibilidades de ese abordaje. Por eso, en este apartado retomaremos algunos datos cuantitativos provenientes de la EMIGE-2007 que nos permitirán una mejor comprensión de nuestros hallazgos cualitativos.
     Entre los/las encuestados/as encontramos que más de la mitad estaban solteros/as en el momento de migrar, mientras que el 34% de los varones y el 24% de las mujeres estaban en unión conyugal.6 Entre quienes estaban unidos/as en el momento de su migración, solo el 23% mencionó haber migrado junto a su cónyuge. En general, las parejas optaron por una migración escalonada, en donde las esposas fueron pioneras con algo de mayor frecuencia que los esposos.7
     Alrededor del 70% de quienes estaban unidos/as antes de migrar había tardado un año o menos en reunificarse con su cónyuge en Argentina. Sin embargo, la reunificación conyugal se produjo más rápido cuando la esposa había migrado antes que el esposo. Y lo mismo sucede en cuanto a la reunificación con los hijos.
     ¿Por qué los esposos pioneros no "traen" a sus esposas e hijos con la misma velocidad de las esposas pioneras? Considero que las "prescripciones" de género acerca del cuidado de los hijos contribuyen a explicar, en gran parte, esa relativa mayor tardanza de los varones. Cuando ellos se mueven primero, sus esposas quedan a cargo de los hijos en el país de origen. Es decir, los hijos están con quien deben estar, por cuanto los varones no se sienten tan apremiados por reunificarse con la prole y con la esposa (lo cual no significa sugerir que eso no les resulte importante). En cambio, cuando las esposas migran primero, la reunificación con los hijos se apresura por su necesidad maternal. Esto también contribuye a explicar la mayor rapidez con que las mujeres se reunifican con los esposos, ya que estos últimos deben viajar para acompañar a los hijos menores que no pueden migrar solos.8
     Otro hallazgo cuantitativo interesante es que alrededor del 20% de quienes al migrar estaban en unión conyugal indicaron que esa unión se había interrumpido. ¿Es mucho o es poco que el 20% de las parejas haya disuelto su unión luego de la migración? Para evaluar la importancia de esa cifra, tomemos un estudio sobre la inestabilidad de las uniones en América Latina, en el cual Viviana Masciadri (1999) señala que "[e]ntre los países con tasas altas se encontrarían Cuba, Uruguay, República Dominicana, Colombia y Puerto Rico, donde un 30% o más de las mujeres ha disuelto su primera unión ya sea por divorcio o por separación" (p. 18). Así, de acuerdo a los resultados sobre la interrupción de las primeras uniones en la región, y considerando que la gran mayoría de las/los encuestadas/os peruanas/os estaban en su primera unión cuando migraron, puede sugerirse que los efectos de la migración sobre la estabilidad de las uniones no son cuantitativamente relevantes en la población abordada. Es este un hallazgo importante, porque pocas veces se tienen datos cuantitativos al respecto, y con frecuencia a partir de información cualitativa se hacen afirmaciones sin matices acerca de una "generalizada" inestabilidad conyugal de las/los migrantes.
     La escasa antigüedad de la migración abordada puede explicar, en gran parte, el bajo nivel de ruptura conyugal encontrado. Además, las políticas migratorias condicionan las posibilidades de reunificación y, por eso, afectan el tiempo de la separación entre los cónyuges y la estabilidad de las parejas. A diferencia de las dificultades que los migrantes encuentran en Estados Unidos o Europa para reunificarse, Argentina presentó facilidad de entrada y no se obstaculizó la reunificación familiar durante los años en que creció la migración peruana, lo cual puede haber favorecido el vínculo conyugal.
     No obstante, en las próximas páginas daré cuenta de que los efectos cualitativos de la migración en las dinámicas de las parejas sí fueron relevantes.

4. Factores que contribuyen a disturbar la reunificación

     Durante el tiempo que los cónyuges estuvieron separados sucedieron diversos cambios, de modo que quienes vuelven a convivir no siempre son las mismas personas que se despidieron tiempo atrás en Perú. Es por eso que para comprender los procesos de reunificación de las parejas es tan relevante comprender lo que ocurrió no solo durante la reunificación, sino mientras los cónyuges estuvieron alejados.
     Los factores que inciden en las dinámicas de re-convivencia de las parejas son múltiples, y pueden rastrearse en distintos momentos del trance pre y posmigratorio, pero en esta ocasión me detendré solo en los que se manifestaron más significativos. Por una cuestión de orden, los mismos se presentan fragmentados en dos momentos: a) durante la evaluación de la migración y la toma de decisiones; b) durante el tiempo en que los cónyuges estuvieron separados.

4.1. Cavilaciones durante las decisiones migratorias

     Entre los adultos entrevistados se evidenció que, cuando las familias tienen que acomodarse a coyunturas económicas en las cuales los ingresos del varón no son suficientes, se ven trastocados varios arreglos familiares. Con la crisis económica y la falta de oportunidades en el mercado laboral local, se fortalece la crisis masculina y, con ella, la crisis familiar y la de la pareja. Las tres crisis encadenadas, junto a la extendida creencia de que el mercado de trabajo de destino dificulta la inserción masculina, impulsan la migración de la mujer peruana hacia el Área Metropolitana de Buenos Aires. Las redes fortalecidas por mujeres, la legitimidad social que con el paso del tiempo han logrado los movimientos femeninos en Perú, la cercanía espacial entre el país de origen y el de destino (que hace menos oneroso el viaje), así como la relativa facilidad de entrada a la Argentina y la baja peligrosidad del tránsito, también favorecen dicha selectividad. Finalmente, la necesidad de que el varón no interrumpa su actividad laboral en Perú, para que el grupo familiar mantenga algún ingreso mínimo hasta que la mujer se establezca en Argentina, juega un papel no desdeñable en la selectividad femenina.
     Más allá de los factores señalados que explican la selectividad femenina del flujo peruano, en este apartado nos interesa hacer una aproximación a la vivencia subjetiva de la decisión migratoria que da lugar a la migración pionera de la mujer. Durante la etapa en que las parejas toman esta decisión ya se puede vislumbrar que se trata de un trance difícil de enfrentar tanto para los varones como para las mujeres, porque supone un intercambio de papeles de género.
     La opción migratoria comenzó a ser evaluada cuando el principal proveedor de la familia, el esposo, exhibió un desempeño insatisfactorio. Como ya se dijo, se vivieron momentos de desesperación por el progresivo deterioro de la situación laboral y del poder adquisitivo. Los varones utilizaron gran parte de las entrevistas para acentuar que no fueron ellos quienes fracasaron como proveedores, ni que se trató de falta de esfuerzo, sino que el país les estaba fallando. En varias entrevistas hay elementos que sugieren que la crisis económica produjo una gran frustración en algunos de ellos, lo cual propició situaciones de violencia al interior de la pareja.
     Ante el progresivo empobrecimiento, fueron las esposas quienes generalmente introdujeron la posibilidad de migrar como tema a tratar en el interior de la pareja, y se propusieron a sí mismas para iniciar el movimiento, dando argumentos conocidos acerca de las mayores facilidades que ellas tendrían para conseguir trabajo en Argentina como empleadas domésticas. La mayoría de los esposos realizó determinados esfuerzos para mantener la división sexual del trabajo en su hogar, tratando de convencerlas de que ellos podían seguir cumpliendo con su rol económico. Pero un continuo de carencias los llevó a comprender que oponerse a la migración de sus esposas significaba también obstaculizar el bienestar de los hijos. Es así como muchos esposos debieron hacer el orgullo a un lado y aceptarque su compañera tomara la delantera en el ámbito económico a través de la migración.
     En pocas palabras, gran parte de la reticencia inicial de los esposos ante la propuesta migratoria de sus mujeres se explica porque el movimiento pionero de ellas es un evento que pone en evidencia su fracaso como proveedores y, por lo tanto, es un evento doloroso.
     Por otra parte, la mayoría de las cónyuges participaba en el mercado laboral desde su juventud. Pero en los últimos tiempos casi todas se habían visto obligadas a generar más ingresos y habían aumentado las horas dedicadas al trabajo extradoméstico, generalmente en el sector informal.
     Con independencia de las necesidades materiales, para algunas mujeres la migración también actuó como escapatoria de situaciones de pareja no satisfactorias, que en varios casos incluían violencia. Sus últimos tiempos en Perú estuvieron signados por situaciones económicas agobiantes y, según sus palabras, por un desempeño laboral y conyugal irresponsable por parte de los esposos. La idea de una nueva vida que comenzaría con la migración está presente en varios de sus relatos.
     Para poder migrar, algunas aprendieron las maneras y las palabras que debían pronunciar para convencer a los esposos. Es decir, unas a otras se transmitieron estrategias para lograr que ellos no se opusieran y para que las ayudaran a concretar el movimiento. Los salones de belleza, el mercado y los momentos en que iban a buscar a los hijos a la escuela son algunos de los espacios que aprovecharon para hablar sin intromisión de los varones.9
     La necesidad de las cónyuges de armar estrategias se explica por el lugar dependiente que ocupan en el sistema de género y, específicamente, en el conyugal. Aun así, dicho armado de estrategias denota capacidad de agencia ante los condicionamientos. Es decir, aunque el "deber ser" lleva a gran parte de las/los entrevistadas/os a mencionar que fueron los esposos varones quienes tuvieron la última palabra respecto de la migración pionera de las mujeres, no puede desestimarse que ellas tuvieron la primera palabra al respecto, a la vez que diseñaron estrategias y realizaron muchos esfuerzos para lograr su movimiento.
     Para finalizar, cabe resaltar que el vínculo conyugal demanda a las personas unidas una importante dinámica de comunicación y negociación con sus cónyuges. Así es que, independientemente del grado de equidad en el interior de la pareja y de la capacidad de agencia de las esposas, no es esperable que ellas decidan unilateralmente su movimiento, excepto cuando buscan concluir su unión conyugal.

4.2. Aquí y allá: malestares y suspicacias alentados por la distancia

     Durante el tiempo que transcurrió entre la despedida en Perú y el reencuentro en Argentina, se observan tres grandes ámbitos que disturbarán la posterior reunificación, porque son importantes núcleos de debate en el interior de la pareja. Uno está asociado con el envío de remesas por parte de las cónyuges, la ampliación consecuente de su injerencia en los asuntos económicos y los sentimientos de disminución en el terreno económico experimentados por los esposos. Otro ámbito está relacionado con la supuesta mayor libertad que las mujeres migrantes tendrían al estar solas en el país de destino y los rumores de infidelidad que alertan a los esposos. Finalmente, otro aspecto importante está vinculado con el cuidado de los hijos y las tareas domésticas que debieron desarrollar muchos padres.
     Las remesas tienen una gran importancia para los hogares pobres, en tanto medio económico que permite solventar los gastos familiares que no pueden ser sostenidos con los ingresos generados en los países de origen. Hay una gran discusión respecto del papel de las mismas, pero aquí me interesa poner el acento en la vivencia subjetiva de las remesas por parte de los/as cónyuges.
     Aunque en distinta medida, todas las esposas enviaron remesas a quienes habían quedado en el Perú. Los varones entrevistados coinciden en señalar que sentían incomodidad al recibirlas, y algunos reconocen que al hacerlo fueron caratulados como mantenidos por vecinos o parientes. Cuando indagué a los esposos acerca de la forma en que las usaron, la mayoría manifestó que las destinaron a gastos relacionados con los hijos, mientras que otros dieron respuestas evasivas y poco claras. Se trata de un tema sensible, ya sea porque es duro aceptar que las mujeres aportaron más que ellos, o porque el uso que hicieron de las remesas no fue el esperado.
     Y también es un tema sensible para las esposas. Historias, propias y ajenas, en las que una mujer envió dinero al esposo para un determinado fin y este lo gastó en otro asunto aparecen en numerosas entrevistas. Cuando el dinero toma una vía no autorizada por la migrante se suscitan discusiones muy desagradables, que ocasionalmente pueden conllevar la ruptura de relaciones maritales o familiares. Algunos hijos jugaron un papel esencial en el cuidado de los intereses de sus madres al intervenir cuando el padre u otros familiares no cumplían con lo solicitado por la migrante.10
     Asociado con las remesas, los varones se incomodaron también por la progresiva mayor injerencia que ellas comenzaron a tener, a la distancia, en las decisiones económicas de los hogares. Así, la molestia de ellos, mostrada en el apartado anterior, por haber tenido que aceptar la migración de las esposas y por su disminución como proveedores, se va magnificando conforme la contribución económica de las esposas se hace más importante y van teniendo más peso en las decisiones.
     Si bien las mujeres siempre habían contribuido económicamente al hogar y habían tenido participación en las decisiones de ese entorno, tanto el análisis cuantitativo como el cualitativo indican que su capacidad de intervención aumentó luego de la migración. La experiencia de estar un tiempo solas, lejos de los controles del esposo y de otros familiares o vecinos, de saber que pueden ganar dinero y de conocer las prácticas e ideas de otras mujeres (en especial, de las paisanas que llevan más tiempo en Argentina), son cuestiones que propician la aparición de más gestos de autonomía en muchas de las mujeres entrevistadas.
     Un segundo ámbito que ocasiona malestar a los varones y afecta la reputación de las esposas está asociado con los rumores acerca de la vida sexual de estas últimas. Al respecto, los varones entrevistados expresan una preocupación que no estaba presente cuando vivían juntos en Perú. Allá las esposas pasaban más tiempo en sus hogares, la vigilancia comunitaria y la impronta familiar estaban vigentes y ellas nunca habían pasado un tiempo solas, ya que casi todas habían dejado la casa de sus padres para unirse en pareja. Pero, por la distancia que impone, la migración les da la posibilidad de pasar desapercibidas, de ser anónimas y de no tener que rendir cuentas.
     La infidelidad de las esposas está instalada en el imaginario como potencialidad. Los varones están imposibilitados de controlar de cerca las actividades de las cónyuges, lo cual constituye un talón de Aquiles que comúnmente es utilizado para bromear y rebajarlos en su virilidad. Debe recordarse que la virilidad no solo está asociada con la capacidad de seducción del varón, sino también con su capacidad para controlar la sexualidad de su compañera y asegurarse la exclusividad (De Barbieri, 1992). Por otro lado, las molestias suscitadas en los varones también sugieren que algunos cambian la forma de percibir a sus esposas, porque, aunque la protagonista de la infidelidad del sábado a la noche no sean ellas, aparece la posibilidad de que lo sean.
     La tercera situación disruptiva que la mayoría de los esposos de las migrantes -en mayor o menor medida- deben enfrentar es el cuidado de los hijos; aunque, cabe señalar, contaron con ayuda femenina (abuelas y tías de los niños), en especial cuando estaban fuera del hogar durante las horas de trabajo. Algunos entrevistados remarcaron cambios positivos en la relación con sus hijos. La partida de la esposa los obligó a pasar más tiempos con los niños, lo cual favoreció gestos de cariño y confianza mutuos. Insisten en que, a diferencia de las actitudes que los hijos tenían con sus madres, con ellos se disciplinaron y mejoraron su conducta. Además, rápidamente tuvieron que desempeñar tareas de la esfera doméstica, lo cual ha llevado a algunos esposos a valorar más el trabajo de sus mujeres en el hogar.
     "Cuando es la mujer la que migra en primer lugar, mientras el esposo permanece en el país de origen, convertirse en principal sustentadora económica de la familia no solo le confiere mayores cotas de autonomía, sino que al mismo tiempo reta el rol tradicional del varón, al cuestionar su función de proveedor y situarle al frente del cuidado del hogar en su dimensión reproductiva" señala Sònia Parella Rubio (2007: 170-171). En el caso analizado, a partir de su migración, la madre asume potestades y obligaciones propias de la figura paterna, especialmente porque crece su importancia como proveedora desde el lugar de destino; mientras que el padre adquiere obligaciones generalmente desarrolladas por la madre, porque realiza actividades hogareñas y se encarga del cuidado de los hijos.
     Ya no aguantaba es una expresión repetida por los varones para explicar lo que sentían estando alejados de sus esposas. En términos generales, los entrevistados manifestaron que viajaron hacia la Argentina porque ya había llegado el tiempo acordado con la esposa para migrar, porque las extrañaban y deseaban apresurar la reunificación de la pareja o familiar, o porque temían que ellas los olvidaran. Si bien el dolor por la lejanía puede haber sido magnificado (porque ese es el discurso socialmente legitimado), no se invalida la relevancia de comprender la vivencia masculina de estos procesos. Los estudios sobre migración y género tienden a enfatizar las situaciones dolorosas para las mujeres, y pocas veces prestan la misma atención cuando los hombres sufren por la lejanía de las esposas y los hijos, así como por la pérdida de protagonismo en aspectos cruciales para su masculinidad. En pocas palabras, reconocer que la situación de las mujeres es, en términos relativos, más sufrida que la de los varones (hay suficiente evidencia al respecto, comenzando por la violencia en el hogar y los feminicidios) no habilita a considerar que las circunstancias migratorias de ellos carecen de dificultades (véase Rosas, 2008).
     La "traumática tensión", en términos de Parella Rubio (2007), que viven muchos esposos de mujeres migrantes por el mencionado intercambio de roles, suele "resolverse" cuando logran emigrar junto a ellas. Las esposas fueron actores claves de estas migraciones porque se encargaron de costearles el viaje, de tener un lugar para recibirlos y de tejer redes para conseguirles trabajo. Así, la migración de estos esposos puede ser entendida como una búsqueda de reunificación conyugal. Este es un aspecto importante, ya que generalmente la reunificación es vinculada a la migración de mujeres. Pero en un contexto de selectividad femenina también es una categoría apropiada para señalar la migración de los varones.
     Finalmente, entre las cónyuges migrantes, la búsqueda de reunificación con el esposo puede esconder otro interés. Muchas enfatizaron que ellas, a diferencia de otras, no migraron para divertirse. De ahí que algunas creyeron que recibiendo a los esposos callarían las conjeturas acerca de su vida sexual extramatrimonial. Por otro lado, para algunos esposos su propia migración representó su triunfo por sobre los chismes que pronosticaban su abandono.

5. El difícil arte de volver a convivir

     Muchas entrevistadas no dudaron acerca de reunificarse con sus esposos, y los recibieron tal como ambos lo habían planeado antes de migrar a la Argentina. Para otras, en cambio, no fue sencillo decidir la reunificación; sentían temor de que sus cónyuges repitieran en Argentina situaciones anteriores de violencia, infidelidad o de irresponsabilidad laboral.
     Los hijos cumplieron un papel fundamental para hacer decidir a las indecisas y mantener el vínculo conyugal. La importancia de la descendencia se manifestó principalmente cuando los hijos pidieron directamente a la madres que no se separaran de sus padres o cuando otros actores enfatizaron que la separación tendría efectos negativos en el bienestar de los hijos. Además de la prole, cobran relevancia otros actores que transmitieron a las migrantes los "cambios positivos" que fueron evidenciando los esposos o les informaron acerca de cuánto ellos las extrañaban. Así, las que finalmente decidieron recibirlos, lo hicieron esperanzadas en que en Argentina las cosas fueran diferentes. Sin embargo, tampoco puede desestimarse que los sentimientos ocasionados por la relación desfavorable que mantenían con sus esposos en Perú pueden haberse minimizado ante la hostilidad del destino y la soledad; de suerte que esos de los que se huía ocasionalmente son muy esperados.
     Sin embargo, con relativa independencia del deseo de reencontrarse, las primeras semanas y meses de la reunificación están signados por una especie de regurgitación de los disgustos acumulados por parte de ambos cónyuges.
     Las mujeres expresan enojos provocados por distintos factores que no les permitieron cumplir sus sueños en Perú y que las obligaron a migrar y a dejar a sus hijos, a realizar grandes esfuerzos y a pasar muchas privaciones en el país de destino. Esos enojos suelen descargarse contra el esposo, como si en él se resumieran los factores que les causaron la infelicidad. Para comprender la emergencia y la comunicación de esos sentimientos, no puede desestimarse el papel de la información que han recibido de otras mujeres, de las charlas en las que cada una ha contado sus penas y de las devoluciones de las otras, durante el tiempo que estuvieron solas.
     Una cuestión que contribuyó a detonar el estallido de discusiones es que, al llegar, no todos los esposos estuvieron dispuestos a realizar los trabajos que les habían conseguido sus esposas: Ella me quería meter a trabajar en una verdulería, y yo nunca había trabajado en eso. Los varones estaban más habituados que las mujeres a tener ocupaciones calificadas en la premigración. En sus relatos se observa una gran aflicción por este segundo descenso ocupacional que estaban experimentando, ahora en Argentina.
     Ante esas situaciones, abundan las recriminaciones y acusaciones mutuas. Algunos varones argumentan que sus esposas han olvidado que en el pasado ellos eran los que mantenían a la familia, y dicen no comprender por qué ellas ahora no pueden mantenerlos hasta que consigan un trabajo de su interés. Las mujeres, por su parte, los acusan de cómodos y de no resignarse a colaborar con las necesidades materiales de la familia mediante cualquier trabajo.
     Pero también hubo conflicto cuando ellos comenzaron rápidamente a trabajar, porque sus esposas consideraban que ganaban poco dinero. Es decir, cuando ellos tardan en conseguir un trabajo acorde a sus intereses o cuando su salario es bajo, muchas esposas interpretan que ambas cosas significan irresponsabilidad laboral, y pueden ser muy duras en las recriminaciones a sus esposos. En pocas palabras, con independencia de la situación laboral de las mujeres, para ellas es aflictivo que los esposos no cumplan eficientemente con su papel de proveedor, en especial, que ganen menos dinero que ellas. Cabe señalar que casi todas las parejas entrevistadas pasaron por esta coyuntura, en la cual el varón obtenía menos dinero que su esposa durante sus primeras inserciones laborales.
     Por lo anterior, luego de la reunificación la mayoría de las parejas debió negociar y construir nuevos acuerdos asociados con los aportes al hogar, con la inversión del dinero obtenido por la pareja y con las tareas domésticas.
     Por un lado, la reticencia de ellos a aceptar cualquier trabajo no pudo mantenerse por mucho tiempo debido a las necesidades del hogar y a los embates de las esposas, de modo que pronto comenzaron a trabajar. Y, aunque muchos empezaron haciendo changas que no eran de su agrado, con el paso del tiempo tuvieron más oportunidades que las mujeres de obtener un trabajo acorde a sus intereses. Así, el conflicto fue descomprimiéndose cuando ellos obtuvieron mejores trabajos e ingresos, y pudieron mejorar su desempeño como proveedores.
     Entre quienes han construido nuevos acuerdos, es más frecuente que los mismos estén asociados con la forma de decidir los gastos e inversión de los recursos generados por la pareja, antes que con la división de tareas en el interior de la familia. Sin embargo, algunos varones han debido incorporarse a las tareas domésticas de su hogar, porque las distancias entre el domicilio y el trabajo, por un lado, y la jornada laboral de horario corrido, por otro, impiden que la mujer regrese para cocinar y atender al esposo y a los hijos en el almuerzo, independientemente de sus deseos de hacerlo. En Perú era común que las mujeres acomodaran su trabajo remunerado en función de sus actividades domésticas, pero en Argentina es al revés.
     En cuanto al manejo del dinero, varias parejas han optado por compartir la responsabilidad económica de los gastos del hogar, así como el ahorro, pero a su vez cada uno dispone de una parte de su salario para invertirla como quiera. Se trata de un acuerdo muy diferente al que primaba en la premigración, cuando era el varón el principal proveedor y, o bien daba una parte de su ingreso a la mujer para los gastos del hogar, o bien se consideraba que el dinero ganado por él era dinero de la pareja.
     Esos acuerdos fueron algunas de las vías en las que se canalizó y aminoró el conflicto asociado a la cuestión laboral y monetaria. Sin embargo, las mujeres conservan gestos asumidos durante el tiempo que estuvieron solas. Varias esposas siguen limitando la información dada a sus esposos, lo cual amplía las posibilidades de acción y decisión. Encontramos ejemplos en el ocultamiento de los ahorros o del monto total de sus ingresos, para poder decidir sobre una parte de su salario sin rendir explicaciones, y en los casos en que no explicitan sus horarios de trabajo para tener más libertad de movimiento. Además, su insumisión se revela, por ejemplo, cuando toman decisiones unilaterales acerca de la inversión del dinero ganado o cuando ponen trabas para la consecución de los deseos del varón.
     Pasemos, por último, a considerar brevemente las repercusiones de los rumores de infidelidad, ya que, como es esperable, también hay discusiones asociadas a ellos. En otros estudios (Parella Rubio, 2007; Rosas, 2008) también se ha señalado que la distancia espacial y temporal que impone la migración puede acarrear problemas maritales debido a los rumores esparcidos por las redes.
     Son relativamente frecuentes los reclamos cruzados, en los que ellos exhiben los rumores circulantes y ellas les reclaman por infidelidades anteriores. Sin embargo, como los rumores acerca de las esposas son generales y muy pocos cónyuges tienen evidencias concretas, las discusiones en torno a los mismos no están tan extendidas como las relacionadas con lo económico y lo laboral. Más bien, hay indagaciones por parte de los esposos acerca de la vida que llevaron sus cónyuges, especialmente acerca de cómo pasaban el tiempo de ocio.
     Pero, con independencia de la efectiva infidelidad y de su comprobación, algunos varones se muestran desconfiados, de manera que fijan horarios a los que sus mujeres deben arribar al hogar una vez que salen del trabajo, con el fin de que no tengan tiempo libre para encontrarse con otros hombres.
     Claro está, a los varones no se les vedaron las oportunidades de seducción. Varias esposas que trabajaban como internas (con cama adentro) tuvieron inconvenientes al reunificarse porque sus esposos estaban solos de lunes a sábado y tenían tiempo para conocer otras mujeres. Por eso, el abandono de los trabajos como internas a los pocos meses que se produce el arribo del esposo es una acción frecuente, que también contribuye al mantenimiento del vínculo conyugal.
     En síntesis, ambos tuvieron que ceder para que el vínculo conyugal se mantuviera. Si bien no todas las parejas lo han resuelto de la misma manera, puede sugerirse que, en el saldo de la negociación, hay esposas con más participación en las decisiones familiares y la potestad de los varones sobre las cuestiones económicas ha disminuido. Además, en términos relativos, ellas dan cuenta de una mayor libertad de movimiento que la que tenían en Perú. Por lo anterior, ahora los varones necesitan buscar consensos con la esposa con mayor frecuencia y han debido acostumbrarse a una mujer más activa y menos presente en el hogar, si es que desean mantener el vínculo conyugal.
     Los actos de resistencia de algunas mujeres peruanas son cercanos a la noción de autonomía esbozada por Karen Oppenheim Mason (1995). Afirma esta autora que la autonomía de las mujeres constituye un aspecto de la dimensión de poder, que se refiere a la libertad de la mujer para actuar como ella quiera, más que como otras hubieran actuado.
     Pero ese "actuar como ellas quieran" tiene límites. Cuando se hacen estudios sobre la situación de las mujeres migrantes, muchas veces se minimizan los cambios en las relaciones entre varones y mujeres porque son pequeños. Pero, precisamente, no pueden ser de otra manera porque se dan en el marco de una estructura de género que impone límites y castigos precisos y rigurosos, tanto a las mujeres como a los varones. Por eso, si se consideran los grandes condicionantes que pesan sobre ambos, puede entenderse que las transformaciones mostradas a lo largo de las páginas anteriores son bien importantes.

6. Consideraciones finales

     En situaciones de crisis económica, la migración es uno de los comportamientos posibles, tendiente a asegurar la reproducción material de las familias (Torrado, 2003). En otras publicaciones (Rosas, 2010) hemos documentado que, desde antes de que la migración fuera vislumbrada como opción cercana, las familias peruanas habían comenzado a tomar decisiones para enfrentar su creciente pauperización. Es decir, para llevar adelante las búsquedas de mejoramiento de la existencia fue necesario flexibilizar importantes mandatos del sistema de género, especialmente los relativos a la división sexual del trabajo, y las mujeres cumplieron un papel activo en ese tipo de flexibilizaciones.
     Pero, a diferencia de la mayoría de las búsquedas de mejoramiento llevadas a cabo en su país, la migración demanda y expone a diversas condiciones de excepción. En primer lugar, cambia la estructura familiar con la que las y los migrantes deben interactuar cotidianamente, promoviéndolas/os y obligándolas/os a asumir responsabilidades y decisiones que podrían diluirse si se convive con el cónyuge, o con la familia extensa. Por su parte, los esposos que permanecen en el lugar de origen deben adecuarse a la ausencia de la migrante y aceptar una serie de situaciones que afectan la configuración de su masculinidad. En segundo lugar, la migración disminuye el control social, especialmente el familiar, por la distancia espacial y temporal que media entre el lugar de origen y el de destino. En tercer lugar, la migración permite la socialización con actores y ámbitos que, frecuentemente, contribuyen a cuestionar concepciones previas.
     En lo que respecta a las parejas aquí analizadas, la condición de excepción más importante a la que obliga el fenómeno migratorio es el alejamiento entre los cónyuges. Comprender los procesos de reunificación de las parejas migrantes requiere revisar, al menos, esa experiencia de separación desde su propia perspectiva. Por eso he realizado una síntesis retrospectiva de las experiencias más significativas acerca del tiempo que transcurre desde que la pareja evalúa la opción de migrar hasta que se reunifica en el destino. Procuré ligar esas experiencias previas con los conflictos emergentes en la reunificación, mostrando así que las mismas suelen provocar cambios subjetivos que, aunque atenuados con el paso del tiempo y las negociaciones conyugales, pueden cristalizarse en nuevas formas de convivencia.
     De forma sintética, se ha mostrado que la mayoría de las esposas sugirieron su propio movimiento y argumentaron convincentemente a favor del mismo, a la vez que fueron muy activas en el diseño de las estrategias para concretar su migración. Una vez en el lugar de destino se convirtieron en proveedoras importantes de sus hogares, y aun a la distancia muchas lograron una mayor capacidad de injerencia en los asuntos económicos de la familia y en los movimientos migratorios de otros miembros de la familia, incluyendo los de los esposos. Es decir, estas mujeres han manifestado capacidad de agencia y rasgos de autonomía relativa en el interior de la pareja que, si bien estaban presentes antes de su migración, cobraron más visibilidad y fuerza luego de su movimiento.
     Pocas veces esta línea de investigación incluye a los varones. En este estudio se ha mostrado que los esposos vivieron importantes procesos disruptivos. Quedarse en Perú les significó acomodarse a nuevas situaciones que, en muchos casos, implicaron la realización de tareas genéricamente asignadas a las mujeres. Su rol económico se opacó por la llegada de las remesas enviadas por sus esposas desde Argentina y su virilidad se vio atacada por los rumores acerca de las mayores libertades que ellas tendrían en Argentina.
     A diferencia de la evaluación que hacen las mujeres acerca de su presente, los varones peruanos no encuentran muchos atractivos en las reestructuraciones de sus prácticas y de la forma de percibirse a sí mismos y a las mujeres. Estos cambios fueron impuestos por las condiciones de excepción que crea la migración (y por las esposas), antes que buscados o propiciados por ellos.
     La migración ha introducido dos variaciones principales respecto de la situación anterior. La primera radica en que ahora la mayoría de ellas provee (y no sólo "ayudan económicamente") y que, en algunos periodos, pueden ser tan o más exitosas que ellos. El ejercicio del rol de proveedora introduce una segunda variación: ellas se han vuelto menos dependientes del dinero del hombre. Entonces, el mejor posicionamiento monetario de las mujeres repercute sobre los varones porque ahora ellos deben acomodarse relativamente a las demandas femeninas si pretenden seguir junto a ellas y a sus hijos.
     He mostrado también que, al analizar la reunificación en términos longitudinales, puede apreciarse un derrotero que, en su generalidad, exhibe una disminución del conflicto conforme pasa el tiempo. Pero debe enfatizarse que dicha disminución del conflicto entre los cónyuges se logra al recuperarse relativamente la situación de fuerzas anterior a la migración; es decir, cuando el esposo se (re)empodera relativamente como proveedor y como autoridad del hogar. Como afirma Cecilia Tacoli (1999), aun cuando la distancia espacial y la independencia financiera pueden ser estratégicamente usadas por las mujeres para resistir ciertas "obligaciones" de género y adquirir grados de libertad, la negociación difícilmente traspasa los límites de lo socialmente aceptable y de las ideologías de género.
     Sin embargo, aun cuando ellos logren reposicionarse relativamente como proveedores luego de su migración, el movimiento pionero de las esposas y el tiempo Sin embargo, aun cuando ellos logren reposicionarse relativamente como proveedores luego de su migración, el movimiento pionero de las esposas y el tiempo que estuvieron alejados dejan su impronta en las subjetividades y en la relación conyugal (Rosas, 2010). En pocas palabras, la puja entre los mecanismos homeostáticos del género y los cambios que posibilita el movimiento migratorio se resuelve en un nuevo estadio de las relaciones de pareja, no muy diferente al anterior, pero diferente.
     Sin embargo, aun cuando ellos logren reposicionarse relativamente como proveedores luego de su migración, el movimiento pionero de las esposas y el tiempo En relación con la migración de latinoamericanas en Estados Unidos, Tienda y Booth (1991) han llegado a conclusiones similares; sostienen que no se puede afirmar que la migración mejore o erosione la posición de la mujer con respecto al hombre, sino que la migración da lugar a una reestructuración de las asimetrías. Es decir, la asimetría permanece más o menos igual, pero se pueden dar profundos cambios en ciertas circunstancias y dimensiones de la vida que, aunque no logren anular la desigualdad, pueden introducirle modificaciones. Como expresa Goldring (1996), no se trata de grandes ni espectaculares cambios, sino de pequeñas transformaciones que no comprometen las identidades de género.
     Todo lo expuesto permite concebir el género como parte de un habitus, es decir, integrante del conjunto de disposiciones duraderas y transferibles de percepciones, pensamientos, sentimientos y acciones de todos los miembros de una sociedad que, al ser compartidas, se imponen a cualquier agente como trascendentes (Bourdieu, 1991). Así, las prácticas de las personas no son totalmente libres ya que los habitus son principios generadores y organizadores de las mismas. Pero tampoco están totalmente determinadas, porque los habitus son disposiciones y, como tales, no impiden la producción de prácticas diferentes. De allí que algunas dimensiones del sistema de género puedan ser cuestionadas y reinterpretadas en el curso de nuevas experiencias o coyunturas, tal como la migratoria.
     El análisis realizado acerca de cierta disminución en la condición de subordinación femenina y de incipientes procesos de equidad en el interior de las parejas puede ser interpretado como optimista. Sin embargo, hay elementos que ponen en contexto el optimismo o, más precisamente, lo sitúan. Una de las formas de situar el optimismo es recordando que los tiempos de crisis y exacerbación de la pobreza suelen ser los propiciadores de la -a posteriori positivamente calificada- autonomía de las mujeres pobres. En otras palabras, y tal como ha sido reconocido por las especialistas, la autonomía femenina es entendida como ganancia en su resultante, pero si viramos la mirada hacia sus detonantes observaremos que es la pobreza o la violencia lo que obliga a las mujeres a buscar trabajo (precario y en condiciones de explotación) lejos de sus países, y no solo sus deseos de independencia. Muchas de nuestras entrevistadas reconocen que la disponibilidad de dinero que les da su trabajo las hace sentir más autónomas, pero manifiestan también desear, o haber deseado, que los varones cumplieran eficientemente con el tradicional rol de proveedor. Es decir, reconocer que la autonomía femenina es positiva en tanto beneficia la insumisión de las mujeres y trae más equidad en las parejas y familias no justifica omitir los factores negativos que suelen incentivarla.
     Otra forma de situar el optimismo es recordando que las ganancias relativas en lo que concierne a la autonomía de la mujer en el interior de la pareja están inscriptas en un marco de condicionamientos y coexisten con situaciones de sumisión, privación y explotación en otros ámbitos, tal como efectivamente ocurre entre los y las migrantes peruanos/as en Buenos Aires.

Notas

1 Se entiende por "adultas/os" a aquellas/os que al momento de migrar estaban en unión conyugal y habían ejercido la paternidad/maternidad.

2 Se contó con financiamiento de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (UBACyT), así como con aportes del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés). La directora fue Susana Torrado y la jefa de investigación fue Carolina Rosas.

3 Véase Altamirano (1992) y De los Ríos y Rueda (2006) para una síntesis de la evolución de la emigración en Perú en las últimas décadas.

4 Para profundizar en los aspectos metodológicos de la investigación, véase el capítulo I de Rosas (2010).

5 El grupo peruano fue escogido porque es uno de los menos estudiados en Argentina. El lugar de residencia seleccionado fue el Área Metropolitana de Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y su Conurbano Bonaerense) porque, al momento del censo del año 2001, aglutinaba al 71% de los migrantes peruanos en Argentina. El periodo de ocurrencia del movimiento (1990-2003) se delimitó teniendo en cuenta que fue en los años noventa y siguientes cuando se magnificaron los arribos de los peruanos (Cerrutti, 2005; De los Ríos & Rueda, 2006; entre otros). El rango etario (20-49 años) también se fijó conforme a la información brindada por el censo 2001 para el AMBA, según la cual más del 75% de la población peruana tenía entre 20 y 49 años. El límite inferior para la edad de la migración (17 años) se fijó porque en los inicios de la migración peruana eran muy poco frecuentes las migraciones de niños y adolescentes; más bien, los jóvenes comenzaban a moverse una vez finalizada la escolaridad obligatoria, luego de los 16 años.

6 En esta investigación, todos los tipos de uniones fueron considerados uniones conyugales y tratados en conjunto: legales, consensuales y religiosas.

7 Utilizaré la palabra "pionera/o" para designar a la/él cónyuge que migró en primer lugar.

8 Se utilizan cursivas para parafrasear expresiones textuales de las/los entrevistadas/os.

9 Esto no significa que los argumentos de las mujeres fueran falaces, y tampoco los esposos pecaron de ingenuidad al creerlos. Se ha documentado que las necesidades económicas de las parejas y sus familias eran importantes, que a los varones se les dificultaba proveer y que no era fácil asegurarles a los hijos el acceso a la educación superior o a los servicios de salud en Perú durante los años analizados (Rosas, 2010).

10 Sin desmerecer la legitimidad de los reclamos de las migrantes ocasionados cuando el dinero no se utiliza como ellas desean, no puede soslayarse que a la distancia ellas pueden desconocer las prioridades de quienes quedan en el lugar de origen. Las personas encargadas de cuidar a los hijos, inclusive los cónyuges, no siempre pueden actuar como las migrantes quieren. En esta investigación no se pudo realizar trabajo de campo en el lugar de origen, pero el material analizado evidencia que pocas veces los unos están conformes con el proceder de los otros, y todos interpretan que su situación es la más desventajosa.

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