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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.19 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2013

 

RESEÑAS

Grammático, Karin. Mujeres montoneras. Una historia de la Agrupación Evita, 1973-1974, Buenos Aires, Ediciones Luxemburg, 2011, 130 pp.

 

Mujeres montoneras. Una historia de la Agrupación Evita de Karin Grammático es una versión de su tesis de maestría en Investigación Histórica realizada en la Universidad de San Andrés. Desde el título del libro, el lector ya puede adivinar que se encontrará con un trabajo que cruza dos campos de estudio: la historia reciente y los estudios de género. Así la investigación de Grammático hace serie con otras que, hace ya algunos años, han decidido interrogar el pasado reciente desde el lente del género, permitiendo que emerjan preguntas ligadas a la vida cotidiana de los militantes, a los roles prescriptos a hombres y mujeres, a la puesta en práctica de esos roles y a las subjetividades implicadas en los proyectos políticos de los setenta.

Desde ese campo específico de estudio, que cruza pasado reciente y género, la autora formula la tesis principal: la participación de las mujeres en la Agrupación Evita (ya fuesen militantes montoneras o integrantes de los sectores populares) implicó una experiencia política específica que les permitió cuestionar los lugares de subordinación mantenidos tanto en sus vínculos de pareja y familiares, como en la propia organización Montoneros y en otros espacios políticos.  

El libro se divide en cuatro capítulos que hacen foco sobre diferentes problemáticas de la Agrupación Evita: sus orígenes, su estructura y organización, sus discursos y prácticas, los motivos de su disolución. Para comprender cada una de estas cuestiones, Grammático pone en juego un corpus de análisis heterogéneo; trabaja con entrevistas (algunas realizadas por la autora, otras del Archivo Oral de Memoria Abierta), testimonios presentes en libros de relatos (como La voluntad o Mujeres guerrilleras) y documentos y periódicos partidarios. 

El primer capítulo "En torno a los orígenes" presenta el contexto histórico y los objetivos por los cuales se conformó la Agrupación Evita (AE). Fundada el 19 de septiembre de 1973, la AE tuvo una corta vida; dejó de existir un año después, el 6 de septiembre de 1974, cuando Montoneros decidió pasar a la clandestinidad. La autora explica el porqué de la fundación de la AE (una agrupación compuesta por mujeres y que pondría el foco en asuntos de mujeres): en el marco del gobierno constitucional peronista, Montoneros decide reducir sus acciones armadas y fortalecer sus acciones políticas mediante la conformación de diversos frentes de masas. A la ya existente Juventud Peronista (JP), que había tenido un papel central en la campaña presidencial en detrimento del sector sindical, se sumaron otros frentes a lo largo de 1973 entre los que se encontraba la Agrupación Evita de la Rama Femenina. Con el peronismo en el gobierno los enfrentamientos entre la derecha y la izquierda se hicieron cada vez más fuertes, los sectores juveniles nucleados en la Tendencia Revolucionaria comenzaban a ser apartados y la ortodoxia, amparada en las directivas de Perón, recuperaba espacios de poder. En ese contexto de luchas internas, con la fundación de la Agrupación Evita de la Rama Femenina (así era el nombre completo del frente), Montoneros pretendía insertar a las mujeres de su corriente dentro de la Rama Femenina, una de las tres secciones que conformaban el Movimiento Peronista (junto con la masculina y la sindical), para desde ese espacio tener mayores herramientas para enfrentar a la ortodoxia. Sin embargo, marca la autora, las autoridades de la Rama Femenina nunca reconocieron a la AE, cuestión que expresa el mejor posicionamiento de la ortodoxia del movimiento en aquellos años.

La valoración por parte de Montoneros de la Rama Femenina como espacio de intervención política donde insertar a sus mujeres, continúa la autora, obedeció también a la historia peronista y de la propia organización político-militar en las que las figuras de Evita (quien había conformado esa rama) y de las mujeres (principalmente en su posición de madres y esposas) jugaban un papel simbólico destacado. En suma, Grammático sostiene que la AE nació como una jugada política de Montoneros en su lucha con la derecha del peronismo y fue enmarcada en el rol de madres y esposas que la figura de la mujer ha tenido en la historia peronista, sin embargo, ese origen no le quitó la posibilidad de tener una vida propia, que es narrada en el resto de los capítulos.

El segundo capítulo "Organización y discursos" aborda, por un lado, la estructura y el funcionamiento de la Agrupación; y por otro, analiza las representaciones de la figura de la mujer en los discursos de la AE publicados en el periódico El Descamisado. Para comprender la estructura y el funcionamiento de la AE, la autora se basa en entrevistas realizadas a delegadas. De esas narraciones la autora destaca tres cuestiones. La primera es más bien cuantitativa, se refiere al alcance nacional que tuvo el frente, con representantes en la mayoría de las regionales de Montoneros. La segunda, indica que, al igual que sucedió con otros frentes de masas, las tareas de la AE se montaron sobre actividades y vinculaciones que existían en barrios y villas de emergencia con anterioridad a la conformación del frente femenino. La tercera, subraya que muchas dirigentes mostraron resistencia y fastidio cuando se les comunicó que debían militar en el frente femenino. En algunos casos, lo sentían como una pérdida de poder, porque pasaban de controlar todo un barrio a trabajar solo con sus mujeres; en otros, lo entendían como un castigo o una despromoción, el trabajo con mujeres era entendido como un espacio subordinado, no era allí donde la revolución estaba por concretarse. Pero los problemas no desaparecieron una vez que las dirigentes aceptaron ser parte de la AE. Por el contrario, los relatos de las dirigentes destacan al menos dos tipos de conflictos surgidos del trabajo con mujeres. Unos derivaban de las diferencias sociales, culturales y de edad entre las militantes montoneras y las mujeres de las unidades básicas; para Grammático, inspirada en las narraciones de las militantes, las diferencias socio-culturales entre los cuadros y las bases fueron un obstáculo para el trabajo de la agrupación. Otros problemas aparecían cuando tenían que transmitir la línea política de la organización en un contexto que requería la resolución más urgente de problemáticas de género.

En lo referido a las representaciones de la figura de la mujer en los discursos de la AE, la autora analiza principalmente un folleto distribuido el día de la presentación oficial de la Agrupación, que se preguntaba: "¿Por qué, entonces, si somos iguales, tenemos que tener una forma de organización separada?". Con estas palabras, dice Grammático, la AE dejaba entrever una "mirada sombría" sobre su fundación en tanto expresión de la falencia de las mujeres en el movimiento peronista. No obstante, esa desazón entrañaba una paradoja. Si bien para la AE el atraso político de las mujeres, derivado de las tareas de madres, esposas y amas de casa, fue el que condujo a la necesidad de conformación de un frente separado, no dejó de apelar (como había hecho ya el peronismo desde sus primeras épocas) a esas mismas funciones para incorporar a las mujeres al espacio político. La autora propone, acertadamente, comprender esas tensiones a partir de los conceptos de "lo residual" y "lo emergente" que Raymond Williams elabora en Marxismo y literatura. La vigencia del discurso peronista es un elemento residual que entró en tensión con las expectativas personales de las dirigentes de la AE; si "lo residual" se encontraba en el terreno de los discursos, "lo emergente" se expresó en el plano de las prácticas, que son analizadas en el capítulo siguiente.

El tercer capítulo "Los trabajos y los días" marca una diferencia con el resto del libro. No solo porque allí se encuentre el núcleo del trabajo, ni porque allí se responde a la hipótesis central de la investigación, ni siquiera porque en él se deja entrever la posición académico-política adoptada por la autora. Sino porque otro es el estilo. Más personal, más ensayístico, el tercer capítulo elige abrirse con citas de la literatura. Ya desde su título nos remite al trabajo de Hesíodo, poeta griego, y también al libro de poemas Los trabajos y las noches (1965) de Alejandra Pizarnik. Luego, el epígrafe de El texto silencioso de Tamara Kamenszain nos habla sobre la mujer y sus vínculos con la palabra hablada y escrita: "Susurrante plática de mujeres, fue creando una cadena irrompible de sabiduría por transmisión oral, que nunca fue plasmada en libros". Esta vez sí quedará registro, parece ser la apuesta de Grammático.  

Este capítulo describe las diversas actividades desarrolladas por las integrantes de la Agrupación (tareas de formación política, destinadas a la salud de niños y madres, de recreación y educación infantil, de mejora de las condiciones habitacionales de familias pobres, etc.) para concluir que fue justamente a partir de ese trabajo político cotidiano que surgió entre las integrantes de la AE (tanto entre las mujeres de los sectores populares como entre las dirigentes de la Agrupación) la posibilidad de cuestionar los lugares subordinados que ocupaban tanto en su vida privada como en su -en muchos casos novedosa- vida pública. Esos cuestionamientos y aprendizajes emergieron, principalmente, alrededor de las conversaciones que se producían en la cotidianidad de la política. Lo importante  de esas pláticas no era solo lo que las mujeres decían sino el hecho de que estuvieran ejercitando la palabra y perdiéndole el miedo a hablar en público. Así, alejándose del espacio privado y familiar pero politizándose en defensa de ese mismo espacio estas mujeres experimentaron a su manera la consigna feminista de la época: lo personal es político. Estas nuevas prácticas y relaciones que permitieron a las mujeres desnaturalizar su posición subordinada en el espacio privado y público, expresan para Grammático "lo emergente" de la AE, a  pesar de que esa comprensión no condujo a la elaboración de demandas específicas hacia la conducción de la organización Montoneros. 

El último capítulo "Clandestinidad y devenir" se refiere a las causas por las que la AE dejó de funcionar. En un contexto caracterizado por el avance de los sectores ortodoxos del peronismo y de la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A) la cúpula de Montoneros decide el retorno a la clandestinidad y a la lucha armada, dejando al descubierto a los integrantes de sus frentes políticos. La autoilegalización obstaculizó las tareas políticas generando la disolución de los frentes de masas (incluida la AE) a la par de una creciente militarización.

El núcleo de Mujeres montoneras es su análisis de los discursos y las prácticas de la AE a partir de los conceptos de "lo residual" y "lo emergente". Para la autora, si por un lado los discursos de la Agrupación destacaban que el rol de esposas y madres puede ser limitante para la acción política de las mujeres (marcando así una distancia con el discurso peronista clásico), esa crítica fue matizada al insertar las reivindicaciones específicas de las mujeres a partir de esos mismos roles. De este modo, si bien la identidad política de las mujeres era definida desde la AE por su condición de esposas y madres, dando cuenta de la existencia residual de las características del discurso peronista clásico, por otra parte, ese elemento residual convivió con las prácticas emergentes desarrolladas por sus integrantes que condujeron a la desnaturalización de esos roles. Este tipo de argumentación hace serie con otras que también analizan la militancia de los setenta refiriéndose al carácter innovador y/o tradicional de discursos y prácticas. En algunos casos lo innovador está del lado de los discursos y lo conservador en el de las prácticas; en otros, como el de Grammático, se sitúa lo conservador en el espacio del discurso y lo disruptivo en el de los actos.

Sin embargo, a mi entender, es necesario encontrar la forma de evitar organizar la argumentación alrededor de la distinción tajante entre discursos y prácticas, porque produce al menos dos desatinos. Por un lado, conduce a pensar lo discursivo solo vinculado a la organización colectiva y las prácticas solo a los sujetos individuales; por otro, supone que cada uno de esos niveles presenta la exclusividad de "lo emergente" o "lo residual". Por el contrario, creo que las lecturas más productivas son aquellas que no temen encontrar paradojas y tensiones en ambos niveles, justamente porque los piensan como entrelazados. En el caso de Mujeres Montoneras, si bien Grammático ubica a lo novedoso en las prácticas y a lo viejo en los discursos, su descripción, en cambio, encuentra la misma paradoja en ambos terrenos: en la práctica, la contradicción se muestra en que las mujeres se alejan del espacio privado al politizarse en defensa de ese mismo espacio; en los discursos, la tensión se evidencia en que los textos critican los roles maternal y doméstico de las mujeres pero es desde esas funciones que las convocan a la política. En suma, el análisis que hace la autora muestra la existencia de una mayor complejidad entre "lo emergente" y "lo residual"; ambos elementos se hallan tanto en el ámbito de las prácticas como en el de los discursos. Más allá de estas consideraciones, el libro de Karin Grammático es un importante aporte para comprender la militancia de las mujeres en los setenta desde una perspectiva de género.

Mariela Peller

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