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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.20 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ago. 2014

 

DOSSIER: PASADO Y PRESENTE DE LA ANTROPOLOGÍA FEMINISTA

Releyendo y recordando a Michelle Zimbalist Rosaldo*

 

Louise Lamphere**

* Este artículo fue publicado originalmente como prólogo del libro Gender Matters: Rereading Michelle Z. Rosaldo (Alejandro Lugo y Bill Maurer, compiladores. University of Michigan Press, 2000). Agradecemos muy especialmente a la University of Michigan Press por habernos concedido el permiso para traducir y publicar este artículo en este dossier.
** Louise Lamphere es Profesora Emérita de Antropología en la Universidad de Nuevo México. Ha sido presidenta de la Asociación Americana de Antropología y de la Asociación de Antropología Feminista. Publicó numerosos artículos y libros, entre ellos una de la compilaciones fundantes de la antropología feminista, titulada Woman, Culture and Society, y co-editada con Michelle Rosaldo.

 

En los últimos diez años las antropólogas feministas han recorrido un largo camino para reivindicar a nuestras antecesoras. Desde "Women Anthropologists: A Biographical Dictionary" (Mujeres antropólogas: Un diccionario biográfico) (Gacs et. al, 1988), hemos descubierto más sobre la vida de estas académicas, incluso aquellas que estudiaron  las mujeres durante el siglo XIX. Ahora tenemos biografías (en algunos casos más de una por cada una de ellas), y artículos sobre muchas de las antropólogas feministas más importantes -Alice Fletcher, Elsie Clews Parsons, Ruth Benedict, Margaret Mead-. Además, nos podemos dar una idea de cómo mujeres subalternas, arqueólogas, y empleadas de museos y laboratorios contribuyeron a la disciplina (Parezo, 1993; Bolles, 1997). A su vez se ha explorado la importancia de las mujeres para la escritura de las etnografías, y se ha analizado las contribuciones de aquellas que comenzaron a escribir en las décadas del 50 y del 60 (Behar y Gordon, 1995). En este libro comenzamos a estudiar  la antropología de las feministas de mi propia generación, aquellas que maduraron profesionalmente en la década del 70. Michelle Rosaldo, tal vez por haber fallecido tan joven, pero también porque fue una de las teóricas feministas más importantes de la antropología, es un foco apropiado donde poner nuestra atención estando a fines de los 90. Los 25 años posteriores a lo que luego se convirtió en "Women, Culture and Society" (Mujer, cultura y sociedad) nos dan suficiente distancia para apreciar su trabajo y valorar su legado. Toda una generación de antropólogas se formó en ese período de tiempo. Las personas que ahora comienzan sus estudios de posgrado e inician su profesión eran bebés cuando Shelly (Michelle Rosaldo) y yo trabajamos en esta colección. Nuestros hijos aún no habían nacido, y la maternidad era algo así como una posibilidad abstracta. Nuestro entrenamiento en antropología social y etnociencia, así como en los trabajos de Durkheim, Weber, Geertz, y Lévi-Strauss difieren bastante del mix de marxismo, antropología hermenéutica, historia y posmodernismo que nutre gran parte de lo que es la antropología hoy.

El paso del tiempo trajo cambios en la teoría antropológica, un giro en los temas considerados objeto de estudios, así como una transformación en las características racial/étnica, de género y de clase de los y las antropólogos/as. Como Kamala Visweswaran señala, "cada momento histórico genera sus propias estrategias de lectura" (1997: 597). Lo podemos observar en la reinterpretación que Bárbara Babcock hace del trabajo de Ruth Benedict. A las feministas de mi generación se les enseñó a criticar el enfoque de Ruth Benedict sobre el estudio de la cultura y la personalidad. Nos incitaban a interpretar sus descripciones de los patrones Zuñi apolíneos, de Plains dionisíacos y de los Kwakiutl megalomaníacos como caricaturas simplificadas o "tipos psicológicos" a gran escala.  En lugar de eso, Babcock posiciona a Benedict como una precursora de la práctica antropológica interpretativa, y hasta del posmodernismo (Babcock, 1995: 105, 123). Con su formación en  crítica literaria y su sensibilidad poética, Benedict leyó a las culturas como "textos" basados en "tropos", mucho antes que términos como metáforas raíz, símbolos claves y tropos dominantes sean de uso común en el análisis antropológico.

Como Babcock indica, Benedict nos enseñó "no solo a leer culturas como textos, sino también a leer textos como documentos culturales" (Babcock, 1995: 119). De la misma manera, Elsie Clews Parsons apenas fue leída fuera de aquellos interesados en religiones del sudoeste estadounidense y en narraciones folklóricas. Ella fue conocida como una folklorista y una ecléctica. Sus escrituras feministas más tempranas fueron eliminadas del canon antropológico. En los últimos tiempos, se revalorizaron sus observaciones sobre las instituciones de la clase alta a la que pertenecía (Deacon, 1997), la naturaleza dialógica de su prosa (Lamphere, 1995; Babcock, 1995), y se puso en primer plano su continuo interés en los roles de género y de las mujeres en su investigación en el sudoeste estadounidense y en México. Estas nuevas interpretaciones de su trabajo en la antropología feminista provienen del reciente énfasis de la antropología cultural en el contexto histórico de producción, que propone analizar las teorías antropológicas como emergentes de determinados períodos, y reflejar las posiciones de clase, raza y género de los teóricos que las generaban.

Esto me lleva a poner en contexto el trabajo y la escritura de Shelly; sus orígenes, su educación en Harvard, su involucramiento con el movimiento feminista, y sus años en Stanford. De muchas maneras, mi experiencia y la de Shelly en los 60 y en los 70 fueron paralelas: en el entrecruzamiento entre el feminismo y la antropología, en nuestros esfuerzos por transformar la academia, nuestro deseo de poner en práctica nuestras creencias políticas. Esto último se cristalizó en formar familias donde ambos adultos tienen una carrera profesional, de participar en un hogar comunitario, e integrar a los varones a la crianza de nuestros hijos y las tareas domésticas.

Shelly Zimbalist fue criada en una familia judía de clase media-alta en un suburbio de Long Island, donde fue al secundario Great Neck South. Ingresó a Harvard en 1962, el mismo año en el cual yo inicié mis estudios de posgrado. La conocí en un seminario sobre antropología económica dictado por Frank Cancian en la primavera de 1964. Karen Brodkin (Sacks), Pam Lambert, Shelly y yo éramos las únicas cuatro estudiantes cuyos nombres recuerdo, que nos reunimos en aquel curso informal y pequeño en el aula 9 de Bow Street. Esta aula estaba ubicada en la casa de tres pisos donde estaba el Programa de Antropología Social antes de la inauguración del edificio William James Hall en 1965 (un edificio con los cuatro componentes del Departamento de Relaciones Sociales). Shelly estaba en su primer año de estudios, pero ya había hecho un curso con Evon Z. Vogt ("Vogtie") y trabajo de campo en el verano de 1963 en el proyecto de Chiapas. Regresó a Chiapas en el verano de 1964 y también realizó trabajo de campo en España en el verano de 1965. Se graduó en Historia y Literatura en Harvard, y escribió su tesis sobre el poeta W. B. Yeats. Este título le dio un basamento en la crítica literaria, así como la experiencia de escribir prosa de manera más matizada y organizada que la mía.

Shelly y Renato comenzaron su noviazgo en el otoño de 1964, cuando Renato se inscribió como estudiante de posgrado en antropología social en el Departamento de Relaciones Sociales y como tutor en Leverett House. Se casaron en 1966, cuando ella se graduó de Radcliffe. En el otoño, Shelly ingresó al programa de posgrado de antropología social en el mismo año que Renato terminaba su tercer año de cursada. En lugar de continuar su trabajo en Chiapas, ella y Renato decidieron hacer trabajo de campo en las Filipinas, y eligieron estudiar los Ilongotes, una cultura "exótica" y remota en el norte de Luzon. Como para muchos otros jóvenes estudiantes de posgrado, les parecía importante hacer investigación en algún lugar lejano, rodeados de "primitivos", en el caso de ellos, estudiando las vidas de horticultores que también practicaban la caza de cabezas.

Vivieron en las Filipinas desde el verano de 1967 hasta el verano de 1968. Durante este período yo había terminado mi tesis sobre parentesco y cooperación en los Navajos, había comenzado un trabajo de un año en la Universidad de Rochester, y luego había sido contratada como profesora adjunta en la Universidad de Brown, en Providence, Rhode Island. Cuando volví a verlos en el otoño de 1969, el mundo había cambiado. Martin Luther King y Robert Kennedy habían sido asesinados, el movimiento antibélico había madurado, y la huelga de Harvard en la primavera anterior había traído ideas de izquierda radical al campus universitario. En 1966, el movimiento antibélico y de derechos civiles solo había logrado sumar a unos pocos estudiantes blancos de las universidades del noroeste estadounidense. Pero en los tres años siguientes, consiguieron un giro radical que politizó al estudiantado y los convirtió en un movimiento masivo contra la guerra de Vietnam.

A principios de 1967 y durante 1968 surgieron colectivos de mujeres de varias organizaciones de la nueva izquierda, sobre todo en grandes ciudades como Chicago y Nueva York. Muchas de ellas se agruparon en reacción a lo que era visto como la dominación masculina dentro de estas organizaciones. En Boston, Pan y Rosas (Bread and Roses), una organización socialista feminista, emitió un documento en junio de 1969 (Hole y Levine, 1971: 411) y armó más de 25 grupos donde las mujeres participaban de discusiones y de grupos de "concienciación". El término fue acuñado por el grupo New York Redstockings para expresar la importancia de compartir experiencias personales en grupos pequeños y comprender la naturaleza política de la opresión de las mujeres. "Lo personal es político" se convirtió en el lema del movimiento. En octubre de 1969, Shelly se unió a Pan y Rosas, que contaba entre sus miembras a varias graduadas de Radcliffe y amigas (incluyendo a Judy Herman, Susan Crey y Gail Parker). A través de este grupo de amigas cercanas Shelly ingresó en la política. Nancy Chodorow, una amiga de Shelly de sus años como estudiante de grado, fue miembra de otro grupo de Pan y Rosas. Desde sus inicios en la organización socialista feminista, Shelly y Nancy fueron desarrollando conjuntamente sus ideas feministas, a veces a través de correspondencia epistolar. De 1971 a 1972 Nancy participó en un pequeño grupo que discutía las relaciones madre-hija, estudió en el programa de doctorado de sociología en Brandeis y entró en contacto con la teoría de las relaciones objetales. Esta formación no solo influenció en el enfoque de Nancy sobre las teorías de género del desarrollo de la personalidad, sino que también impactó fuertemente en la propia conceptualización de Shelly sobre la asimetría sexual.

En agosto de 1970, Shelly y Renato se mudaron a Palo Alto, donde Renato aceptó un puesto como profesor adjunto en el Departamento de Antropología. En Palo Alto se juntaron con George y Jane Collier, que también habían sido estudiantes de Harvard, aun Jane estaba terminando su doctorado en Tulane y criando (con la ayuda de George) a sus dos hijos. Renato y George tenían puestos de profesores titulares, mientras que Jane y Shelly, ambas terminando sus doctorados, eran las "esposas de los profesores".

Durante este año, Shelly participó en un grupo de autoconciencia y comenzó, junto con Jane y varias estudiantes de posgrado, a pensar formas en las que el feminismo podía reformular cómo la antropología pensaba a mujeres y varones de otras culturas. El resultado concreto de estos esfuerzos fue un curso en el trimestre primaveral de 1971 sobre "Women in Cross-Cultural Perspective" (Mujeres desde una perspectiva trans-cultural), dictado por Jane Collier, Julia Howell, Kim Kramer, Janet Shepherd Fjellman, Ellen Lewin y Shelly.

Adoptando el feminismo

Los comienzos de 1970 fueron una época en la cual aquellas que participábamos en el movimiento de mujeres a través de los grupos de concienciación, que nos presentábamos como testigos en audiencias sobre el derecho al aborto, y que participábamos en marchas, conferencias y otras actividades del movimiento, comenzamos a integrar nuestro feminismo a las disciplinas académicas en las que nos habíamos formado. Para Shelly, esto implicó participar en el curso de 1971 y colaborar en la organización de un congreso en la Asociación de Antropología Americana (AAA) en noviembre del mismo año en Nueva York. Esta reunión de la asociación estuvo plagada de controversias. La antropología había sufrido un fuerte espaldarazo luego de que se revelara la participación de antropólogos en actividades de contrainsurgencia en Tailandia. Todavía recuerdo el salón lleno de gente en la sesión del Consejo Facultativo de la AAA donde un reporte realizado por un comité (y dirigido por Margaret Mead) para investigar estas supuestas actividades fue escandalosamente rechazado por no condenar la investigación clandestina (Wakin, 1992: 211-213).

En este clima comenzaron a aparecer numerosos artículos feministas en el programa. Shelly me había enviado por correo una copia de las clases del curso de la primavera de 1971, y ya estábamos hablando acerca de la idea de un libro, por lo que asistí a la sesión de Stanford de noviembre de la Asociación de Antropología Americana y quedé impresionada con la calidad del material que se presentaba. Antes de regresar a Londres, donde me estaba tomando un año sabático, decidimos armar una colección de ensayos de las nuevas investigaciones trans-culturales sobre mujeres. Escribimos a 35 mujeres que se habían presentado en encuentros de antropología o que habían participado en el curso de Stanford. Para febrero habíamos recibido suficientes respuestas como para hacer un borrador para una compilación con más de 20 autores para ser enviado a una editorial. Releyendo nuestra correspondencia, ambas estábamos bastante inseguras acerca de cómo proceder, y nos ponía nerviosas tener que rechazar autores, y progresivamente nos íbamos dando cuenta que el libro no tenía un objetivo definido y que era demasiado largo. El 1° de febrero de 1972, Shelly me escribió: "¡Guau! Mi escritorio es un desastre, y todo parece ser terriblemente complicado. Al mismo tiempo, estoy muy entusiasmada con las respuestas que hemos recibido".

Ambas éramos muy ingenuas acerca de cómo manejar la relación con las editoriales y cómo armar lo que pronto se iba a convertir en una compilación inmanejable. Un editor de Harper & Row le escribió a Shelly en enero de 1972 una carta rechazando el manuscrito que decía: "el resumen es excelente, pero un libro basado en artículos presentados en congresos tiene un atractivo limitado para el mercado de los libros de bolsillo". Shelly me comentaba sus preocupaciones: "una es la cantidad de colaboradores... y algunos de ellas parecen ser de un nivel 'incierto'. Esto no significa que debamos editar como locas, o que debamos reservarnos el derecho de decidir qué artículos no serán incluidos... ¿Pensaste cuando y cómo vamos a ser frontales? Realmente me asusta, pero la verdad es que pienso que tal vez queramos tener cierta libertad en aceptar artículos, y creo que debemos acordar en cómo proceder."

Shelly le pidió consejo a Mónica Wilson, una antropóloga senior que trabajaba en el Centro de Estudios Avanzados en Stanford en aquel año. Durante una conversación con Shelly en una fiesta, Wilson sugirió acortar el libro drásticamente y eliminar los artículos sobre las "grandes sociedades", esto es, sociedades complejas como los Estados Unidos y Taiwán. Cuando me comentó acerca de esta conversación, Shelly me sugirió que tal vez debamos sacar algunos textos: "Cuando me confundo por lo general me pongo muy  ansiosa, así que realmente apreciaría que me cuentes qué piensas de esto lo antes posible... Una vez más, lamento estar pidiéndote con tanta urgencia que seas vos la que tome algunas decisiones difíciles. Pero por acá la respuesta por todos lados es 'por dios, muchacha, qué cantidad de trabajo has agarrado', y termina ahí, no sé a quién mas recurrir".

Yo estaba aún menos dispuesta a tomar decisiones drásticas. En una carta a Shelly le dije: "Me doy cuenta que los temas relativos al libro se están haciendo cada vez más complicados. Yo sé que 22 personas es verdaderamente demasiado, pero tampoco veo cómo a esta altura podemos eliminar a alguna de las colaboradoras. Yo creo que lo que debemos hacer es: 1) ponernos duras con la fecha de entrega para el 1º de septiembre...y 2) pedirles que lo reescriban cuando su escrito lo consideramos pobre, y tal vez de esa manera logremos recortar el número de artículos". Eventualmente, debimos "tomar el toro por las astas". Aunque algunos autores se auto eliminaron, tuvimos que decirles a otros que su artículo no tenía lugar en nuestra publicación o que un evaluador externo había recomendado que no lo incluyéramos. Sospecho que Shelly se sentía más cómoda con esta decisión que yo (esto es un comentario acerca de nuestras diferentes personalidades y perspectivas acerca de la academia). Shelly fue siempre muy crítica y demandante a la hora de juzgar la calidad de un argumento o el uso de la teoría tanto en ella como en otros. Mientras que yo tengo una tendencia a alejarme del conflicto y deseo "tapar las cosas", Shelly era menos tolerante de los análisis insuficientemente trabajados. Para ella (y en esto creo que tenía razón), por más doloroso que fuese eliminar algunos artículos, era necesario para hacer un libro más coherente y de mejor calidad.

Durante 6 meses tratamos de encontrar una editorial consagrada que quisiera publicar esta colección. Finalmente lo logramos en mayo de 1972, cuando Shelly habló con Jess Bell y Bill Carver de la editorial de la Universidad de Stanford. Estaban interesados en el proyecto, pero querían que saquemos varios autores y que les pidamos al resto que nos manden resúmenes más extensos. Shelly rápidamente escribió la lista de estos autores (muchos de ellos ya habían abandonado el proyecto para ese entonces), recolectó los resúmenes extendidos y los envió a la editorial en julio. A partir de ese momento comenzó un largo año de trabajar junto con los autores, que entregaron sus borradores hacia el final del verano. Viajé a Palo Alto en agosto de 1972; recuerdo quedarme en la pequeña casa de Renato y Shelly durante unos días, y ella y yo revisamos los borradores uno por uno. Discutimos los artículos y luego los dividimos, cada una de nosotras trabajando individualmente con los autores, por lo general escribiendo largas cartas con comentarios y sugerencias (en aquella época, sin computadoras ni e-mails, esto era una tarea agotadora). Viajé a California nuevamente en enero de 1973 por otra larga sesión de trabajo en aquel temible invierno húmedo. A esta altura estábamos cerca de juntar todo el manuscrito, que fue enviado a la editorial en la primavera y remitida al evaluador externo. En esa época apenas existían académicas consagradas que hayan escrito sobre mujeres y género, así que nuestro evaluador externo fue un varón. Él y nuestros editores nos sugirieron deshacernos de varios artículos. Accedimos en deshacernos de tres de ellos, pero insistimos con revisar y quedarnos con otros tres. En al menos un caso, nuestra exhaustiva reescritura fue resistida por la autora, y eventualmente realizó sus propias revisiones que fueron aceptables para el editor de Stanford. En un segundo caso, tanto el editor de Stanford como yo "cortamos y pegamos" hasta que por fin nos encontramos con algo con lo cual los tres nos encontramos satisfechos. Durante este período, Shelly comenzó a escribir el borrador de la introducción con notas que ella había estado juntando, y yo agregué sugerencias, refraseos y revisiones. Finalmente, hacia el final del verano de 1973, el libro fue a imprenta, con dos o tres artículos rezagados. Cuando el libro se publicó en abril de 1974, Shelly ya estaba de vuelta en las Filipinas en su segundo trabajo de campo.

Tomó un año o dos que Shelly y yo nos demos cuenta que el libro estaba generando un fuerte impacto tanto en la antropología como en el feminismo de otras disciplinas. Comenzamos a discutir con los co-autores acerca de qué hacer con las regalías durante años. Compartimos nuestras ideas por teléfono y hasta enviamos cheques a los autores, al fondo para los niños de Guatemala in memoriam Lois Paul (uno de nuestros contribuidores que falleció en 1976) y a diversas asociaciones feministas.

Entre 1970 y 1974, Renato y Shelly trataron de hacer una carrera marital y profesional de manera igualitaria, una propuesta difícil porque las parejas eran raramente contratadas en un mismo programa. En la generación precedente a la nuestra de Harvard, Bea Whiting, Florence Kluckhohn y otras eran disertantes ocasionales, o investigadoras asociadas, mientras que sus maridos eran profesores titulares. En Stanford, Louise Spindler era disertante, mientras que su marido era profesor titular, y Margery Wolf y Louis Paul hacían investigación conjuntamente con sus maridos en Taiwán y Guatemala respectivamente, pero su condición era la de "esposas de académicos". No existía un precedente para una carrera familiar y profesional igualitaria tanto para el hombre como para la mujer en la academia.

En 1970 y 1971, Shelly finalizó su tesis, y durante el siguiente año se convirtió en miembra del Comité de Lingüística, dando cursos pero sin un cargo titular. Otros trabajos en el área de la Bahía de San Francisco finalmente no se dieron, así que comenzó a considerar la posibilidad de buscar trabajo en la costa este del país. A principios de los 70, buscar trabajo a 3.000 kilómetros de donde residía el marido o la pareja era una ocurrencia inusual. Además, una mujer debía apoyarse en una red personal de tutores y colegas más cercanos. En la época previa a los anuncios laborales y a los cupos de trabajo femeninos de acción afirmativa, los puestos se conseguían por el boca a boca, por lo general a través de profesores titulares (varones), que recomendaban a sus estudiantes a comités que los llamaban por teléfono. En diciembre de 1971, justo después de la reunión de la AAA (y una entrevista en Nueva York), Shelly recibió una oferta de trabajo en Columbia. Escribió apresuradamente en una carta:

[Robert] Murphy me llamó el martes para ofrecerme ("eres maravillosa, tu trabajo es excelente, justo lo que queremos... ¡algo que levante!") un puesto de trabajo en Columbia. [Ben] Paul [jefe del departamento de antropología de Stanford] habla ahora de (irónicamente, se asume) "si te podríamos convencer para que te quedes" y [Charles] Frake dice que promete comprar un pequeño velero y dejarnos usarlo si yo prometo no aceptar el trabajo de Columbia. Así que parece que las cosas van a funcionar en Stanford, y luego de un año de dudar de mi misma, de ansiedad, y de pensar que ELLOS están en contra mío, me siento razonablemente relajada, confiada, y agradablemente viva.

  El 30 de diciembre de 1971, el departamento de Stanford votó por darle media titularidad a Shelly y a Jane Collier. Renato solicitó a la universidad si podían dividir una dedicación full-time y media en dos tres cuartos, y ellos accedieron. Eventualmente, Shelly consideró que el acuerdo era explotador: "Tanto Renato como yo trabajamos full-time por tres cuartos de paga; en lugar de cuatro cursos completos por año hacemos tres, aparte de que hacemos todo el trabajo nosotros. Ese curso extra es un plus. Me da la flexibilidad que me gusta, no sé si seguiré sintiéndome de esa manera. Tal vez venda un cuarto de un cargo a alguien más así me siento menos explotada". Al resolver esta situación como una colega, compañera y no como esposa, Shelly luchó por exponer una visión de la vida en la cual ella no estaba subordinada a su esposo en la esfera pública. Como Lugo y Maurer señalan en su introducción, estas son intervenciones encarnadas de la noción de género como performatividad. Esto era parte de su práctica teórica y también parte de como ella pensaba su relación con Renato: "Tenemos estilos intelectuales muy diferentes. Con la misma información y con orientaciones teóricas similares, podemos escribir artículos muy diferentes. Nuestros colegas nos ven como dos personas y media, no como una persona y media. Ambos somos dos individuos muy fuertes y nuestra unidad parece agregar a nuestra presencia" (Reporte de Campus de la Universidad de Stanford, 25 de mayo de 1977).

Desde enero a diciembre de 1974, Shelly y Renato regresaron a las Filipinas por un segundo trabajo de campo con los Ilongotes que se cristalizaría en el libro de Shelly: "Knowledge and Passion" (Conocimiento y pasión, 1980). Durante los siguientes siete años, el esfuerzo tanto personal como profesional de Shelly estaría orientado a construir un hogar comunitario (en el cual sus hijos serían una parte integral) y a cambiar la academia a través del incremento de la presencia del feminismo en la universidad. En 1974, Renato y Shelley compraron una casa comunitaria con otras dos parejas de Stanford. Su año en Princeton (1975-1976) en el Instituto para Estudios Avanzados le dio tiempo para comenzar a trabajar en el libro y para forjar relaciones con importantes académicos como Clifford Geertz y Ellen y William Sewell.

Shelly me escribió en mayo de 1976 desde Princeton contándome que estaba embarazada: "Engordar con el embarazo vuelve al bebé en algo más real". Luego de mucha introspección y negociación, rechazaron dos ofertas de trabajo en el nuevo departamento de la Universidad de John Hopkins porque Stanford le había ofrecido a Renato una titularidad. "Decidimos que si Stanford le podía ofrecer una titularidad a Renato, podríamos tener a nuestro bebé en este buen clima y en compañía de buenos amigos".

Luego del año en Princeton, la casa de Embarcadero se convirtió en su hogar, y una serie de jóvenes profesores de Stanford compartieron comunitariamente sus vidas durante los años en los que Sam (nacido el 21 de septiembre de 1976) fue un bebé y creció hasta convertirse en un niño, y Manuel (nacido el 28 de julio de 1980) llegó al mundo. En 1978, Shelly y Renato ya estaban en condiciones de negociar la dedicación de tiempo completo agregando horas a cada cargo. Shelly se titularizó en 1979. Durante la semana de Navidad y Año Nuevo de 1980-1981, Shelly se burló de sí misma describiéndose como "La Madre Kompleat1 -estoy amamantando a Manny sobre el piso de la cancha de combate donde Sam está tomando su clase de gimnasia-". Al mismo tiempo me estaba escribiendo acerca de qué hacer con las regalías de 1980 del libro.

A fines de los 70 Shelly hizo grandes esfuerzos por enseñar antropología feminista. Ella y Jane Collier continuaron dando el curso que fue dictado colectivamente en 1971 con el mismo título "Women from a Cross-Cultural Perspective" (Mujeres desde una perspectiva trans-cultural). También dictaron de manera conjunta varios seminarios de posgrado (uno sobre relaciones de género entre aborígenes australianos, otro sobre mujeres en cacicazgos), en los cuales ambas elaboraron muchas de sus teorías más importantes. Una importante parte del artículo que Jane publicó en Signs, "The Use and Abuse of Anthropology" (El uso y el abuso de la antropología, 1980a), y su artículo en conjunto con Jane (Collier y Rosaldo en 1981), también fueron resultados de esta colaboración.

Shelly fue parte también de la creación del programa de Estudios Feministas de la Universidad de Stanford. Comenzó a reunirse con un grupo de académicas de Stanford, incluyendo a Nan Keohane, Barbara Gelpi, Myra Strober y Estelle Friedman en el recientemente inaugurado Centro para la Investigación sobre Mujeres. Estelle y Shelly eran las presidentas del comité, y Estelle recuerda que Shelly hizo gran parte del trabajo administrativo para lograr que aprobasen el programa de grado. El nombre del programa, Estudios Feministas (en lugar de Estudios de las Mujeres) es un tributo a la insistencia de Shelly por que este programa adopte este nombre controversial por estar enfocado en un análisis crítico del género y sus intersecciones con otras formas de jerarquía. Estelle recuerda cuanto enriqueció a la antropología feminista el interés de Shelly por la complejidad: ella era capaz de profundizar e ir más allá en su análisis que otros cercanos a ella y encontrar el lenguaje que mejor articulase la intrincada relación entre el género y otras categorías sociales.

Michelle Rosaldo como teórica

Aunque Shelly se abrevó de la teoría antropológica para formular sus ideas sobre la asimetría de género y la dicotomía entre las esferas públicas y privadas, su propia experiencia en el movimiento de liberación de las mujeres y sus intentos para integrar su vida personal con su vida profesional (en lugar de verse empujada a la esfera doméstica) también jugaron un rol muy importante en la manera en que ella pensó teóricamente acerca del lugar de las mujeres. Para la mayoría de nosotras, a principios de los 70, no existía una separación entre nuestras disciplinas (la antropología), nuestra participación en el movimiento de mujeres, nuestras elecciones personales acerca de nuestras parejas (con varones o mujeres) y de nuestras formas de criar niños. De hecho, lo que hicimos fue intentar llevar los mismos principios que integraban la crítica social, el compromiso con la igualdad, y la lucha por llevar ese cambio a todas las áreas de nuestras vidas.

Shelly era una pensadora sutil y brillante. Aunque los críticos han etiquetado su trabajo bajo los rótulos de una sola y discreta categoría -estructuralista, interpretativista, simbólica- sus ideas son en realidad más difíciles de caracterizar. Durante nuestro trabajo en conjunto en 1972 y 1973 comencé a darme cuenta cuán diferente era el estilo intelectual de Shelly del mío. Yo solía escribir oraciones "simplemente a lo Jane", directas, las cuales Shelly refraseaba, agregando oraciones subordinadas, adjetivos, y matizando el sentido de lo expresado. Gracias a su prosa es posible ver conexiones que Alejandro Lugo y Bill Maurer hicieron con las ideas de Foucault sobre el poder, o los recientes análisis sobre la imposición de categorías del Iluminismo en pueblos colonizados, o el interés actual en la antropología de la personalidad, o mismo el énfasis en la reflexividad tan común en la etnografía contemporánea. Una de las contribuciones más importantes de varios autores de esta colección es el interés en ir más allá de las primeras críticas al uso que Rosaldo hizo sobre la dicotomía público/doméstico como demasiado simple, rígida y circular como para ser útil a nuestro entendimiento de las relaciones de género. En lugar de ello, dicen estos autores, el análisis de Rosaldo nos ayuda a ver la fuerza particular de estas categorías en muchas sociedades incluyendo la nuestra, y a enfatizar una perspectiva performativa.

Algunos ejemplos de los textos de Shelly pueden sugerir cuan complejos y no reduccionistas eran sus argumentos. Al discutir las esferas pública y privada en "Women, Culture and Society: A Theoretical Overview" (Mujer, cultura y sociedad: Una revisión teórica), dice que está brindando "las bases para un marco teórico indispensable para identificar y explorar el lugar de lo masculino y lo femenino en los aspectos psicológicos, culturales, sociales y económicos de la vida humana". Este es un marco para explorar y pensar acerca de una compleja serie de relaciones -no como una rígida serie de categorías-. Shelly explica que "la oposición no determina los estereotipos culturales o las asimetrías en las evaluaciones de los sexos, sino que las subraya". Una vez más, como señalaron Lugo y Maurer en su introducción, Shelly rechaza aquí un modelo simplista y causal y en lugar de ello propone una lógica cultural que tiene una fuerza performativa (indicada por Shelly en el uso del término evaluación) muy similar al análisis de Judith Butler sobre las relaciones de género (1990, 1997).

En el artículo de Signs de 1980, Shelly expuso una perspectiva que aclaraba cómo ella entendía la asimetría sexual y cual era su uso en la dicotomía público/privado. Luego continuó abriendo nuevos campos conceptuales para comprender el linaje histórico del que emergen los conceptos de público/privado, e instó a una nueva aproximación, ahora enraizada en la práctica o en la performance, en la cual el significado cultural (o lo que hoy llamaríamos discurso) aún tenía un rol muy importante que jugar.

Ahora me parece que el lugar de las mujeres en la vida social no es en ningún sentido un producto de las cosas que hacen (y menos una función de lo que ella es biológicamente), sino un producto del significado que sus actividades adquieren en sus interacciones sociales. Y los significados que otorgan a las actividades de sus vidas son asuntos que solo podemos aprehender a través del análisis de las relaciones que ellas entablan, los contextos sociales que crean (junto con los varones), y dentro de los cuales son definidas (Rosaldo, 1980a: 400).

En su libro Conocimiento y pasión vemos cómo se desarrolla esta perspectiva performativa. A través de su análisis, Shelly intenta explicar conceptos ilongotes de una manera muy benedictiana, es decir, a través de contrastar dichos conceptos con sus propias ideas y percepciones de lo que sucede en el trabajo de campo. Ella habla de "seguir al Ilongote"; explicar, primero, las palabras que significan sensaciones y luego las situaciones sociales y políticas a las cuales fueron impresas los modismos emocionales (Rosaldo, 1980: 223). Al releer el libro, me sorprendió la postura símil -postmoderna de Shelly hecha a fines de los 70-. Sus oraciones siempre fueron muy elaboradas, posicionándose a ella y a sus informantes en diálogo. Su prosa era cambiante y contextual, y en lugar de un sentido de la unidad, daba un sentido de multiplicidad, siempre señalando el contraste entre la antropóloga y sus sujetos de estudios. Por ejemplo, ella expone la manera en que los niños ilongotes reaccionaban ante un cassette de Joan Baéz: "cantaban en un trémolo que recordaba a los Ilongotes la tensión temblorosa del latido de los varones que matarían - como un soldado yendo a la guerra-". Pero, en lugar de ver las similitudes entre nuestras reacciones y la de los Ilongotes a la canción, Shelly enfatizaba las diferencias: "La canción de Joan Baéz protestaba contra la guerra e invocaba el duelo, mientras que para los Ilongotes era como una pulsera en agitación o un corazón contorsionado".

La antropología feminista desde 1974 y el legado de Michelle Rosaldo

Desde 1981, la antropología y la teoría feminista se han transformado de manera tal que parecen haberse desviado de las contribuciones de Shelly. En primer lugar, teóricos/as postmodernos/as (de la mano de Derrida, Lacan, y Foucault) atacaron la validez de los conceptos del Iluminismo y enfatizaron la importancia del discurso deconstruyendo las categorías fundamentales utilizadas por las ciencias sociales. La antropología no obstante, ha tomado mucho más de Foucault que de Derrida y Lacan, en parte debido a su firme compromiso a un análisis sobre el poder y a enraizar los discursos en prácticas concretas. En segundo lugar, el análisis de textos y escritos etnográficos derivó en una crítica a la descripción objetivista y obligó a las antropólogas feministas y a otros a posicionarse dentro de sus textos, a tomar la reflexividad en serio y a inventar nuevas formas de escribir de manera dialógica. Tercero, y tal vez lo más importante, las críticas a la antropología como una disciplina colonialista y al feminismo como un movimiento de mujeres blancas han cambiado el foco de la producción feminista incluyendo las voces de las mujeres no blancas de los Estados Unidos y a las mujeres a lo largo del Tercer Mundo.

Pareciera que la antropología feminista de los 90 habla únicamente del conocimiento situado, textos dialógicos, "las voces de las mujeres" y la "performatividad". No obstante existe otra corriente que se ha desarrollado a través del análisis feminista socialista, el estudio del género y del colonialismo, y la importancia de los conceptos de clase y poder en las relaciones de género. Aquí yace una continuidad que está enraizada en el análisis de la materialidad y del significado, todos asuntos de gran interés para Shelly. Muchos de los ensayos de esta compilación toman de las tradiciones del socialismo feminista y del marxismo que, a diferencia de la lectura de Christine Gray sobre el material, han demostrado su poder explicativo a través del análisis del impacto del colonialismo y la nueva economía global.

El sello de un/a gran académico/a es su impacto en el pensamiento de otros y otras. Cuando Shelly murió, con solo 37 años de edad, se perdió su potencial influencia en sus estudiantes en los 80 y 90. Solo podemos asumir que ella hubiera tomado las observaciones del posmodernismo, los escritos de las mujeres no blancas y el foco de atención en la textualidad, y que convertiría frescas observaciones en dilemas feministas. El hecho de que su trabajo pueda ser releído en los 90, y que se mantiene como una fuente de inspiración para jóvenes académicos/as, es un testimonio de su habilidad como pensadora y de sus ideas como antropóloga feminista.

Traducción de Victoria Keller (CAF, IIEGE) y Constanza Tabbush (CONICET-IIEGE).

Notas

1 N. de las T.: En inglés, juego de palabras que mezcla "complete" con "kombat" (completa y en combate).

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