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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.21 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2015

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Subversión narcótica y disidencia sexual: una lectura desde el sur de las tesis farmacopornográficas de Paul B. Preciado

 

Virginia Cano

 

Comenzar por un silencio. Por los ecos de un silencio. Por hacer hablar ese silencio. No para hacerlo callar sino para desplegarlo en sus efectos. Un silencio de una experiencia corporal y de las confrontaciones subjetivas contra los límites de las regulaciones de género. Un silencio que nos toca a tod*s, de distintas maneras y con diferentes intensidades. Pero nos toca al fin.

Vale Flores y Fabi Tron (2013: 181-182)

Comenzar por un silencio. Hacerle lugar y dejarlo hablar. Recuperar una experiencia corporal de confrontación contra las regulaciones de género e intentar no acallarla en un gesto de ventrílocua sepulturera. He aquí una apuesta y también un riesgo. En lo sucesivo, nos haremos eco de uno de los silencios que resuena en la performance textual de Paul B. Preciado. Incluso, nos atreveríamos a decir, la animan. Preguntemos, entonces, ¿cuál es el silencio que el dispositivo conceptual farmacopornográfico intenta hacer hablar?

Un silencio (fantasmático) recorre el corpus foucaultiano, nos advierte Preciado, y "acalla el grito de los movimientos sexuales vivos" (Preciado, 2009b: 20). Darle lugar a este silencio, hacerlo hablar, constituye una de las preocupaciones fundamentales de la apuesta y el riesgo teóricos, narrativos, éticos y políticos de Preciado. Nuestro texto tendrá por objetivo interrogar el modo en que lx autorx1 opera su inscripción genealógica en el marco de los movimientos de la diversidad sexo-genérica a través de una discusión crítica con su herencia foucaultiana.2 A su vez, procuraremos interrogar la potencia y los límites de la propuesta "bioterrorista de género" de Preciado, a partir de una experiencia hétero-disidente local. En vista a ello, nuestro texto se organizará en dos secciones. En primer lugar, ubicaremos las tesis farmacopornográficas en el marco de la disputa con Foucault. En esta sección, nos abocaremos a reponer la crítica al pensador francés así como el desarrollo de lo que Preciado denomina la tercera episteme posmoneysta. En segundo lugar, nos demoraremos en la inscripción genealógica que opera el experimento del corpus de Preciado en el marco de los movimientos feministas y de la disidencia sexual. De allí y de la mano de "Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto" interrogaremos algunos de los límites de la propuesta de lx españolx, situando nuestra lectura en la perspectiva de los feminismos hétero-disidentes del sur.

1. Des-haciendo a Foucault: la tercera episteme y las nuevas tecnologías farmacopornográficas de la subjetividad

Foucault soslaya un conjunto de transformaciones que se suceden a partir de la Segunda Guerra Mundial y que, en mi opinión, exigen una tercera episteme, ni soberana, ni disciplinaria, ni premoderna ni moderna, que tenga en cuenta el impacto de las nuevas tecnologías del cuerpo, una episteme que llamo posmoneysta haciendo referencia a la figura del Dr. John Money, cuyo poder discursivo sobre la sexualidad reemplazará al de Krafft-Ebing y al de Freud.

Beatriz Preciado (2009b: 20)

Ni la psiquiatría ni el psicoanálisis a los que Foucault ubicará en el corazón del dispositivo de la sexualidad pueden identificarse ya, afirma Preciado, con los discursos más productivos de la actualidad.3 En su lugar, serán la endocrinología, la cirugía y la pornografía las que ocuparán un rol central en términos de las nuevas tecnologías de producción de cuerpos y subjetividades sexo-generizadas. El desarrollo de una tercera episteme propia de la era farmacopornográfica tiene, para lx autorx, dos objetivos fundamentales. En primer lugar, intenta recuperar, criticar y suplementar las tesis biopolíticas foucaultianas a partir del análisis de las nuevas tecnologías del cuerpo y de la representación. En segundo lugar, se propone alumbrar la especificidad de estos nuevos dispositivos propios del tardo-capitalismo posfordista. Y esto porque sólo así se podrá alumbrar un espacio de resistencia que, como adelantamos, recupere las voces de los movimientos vivos de la disidencia sexual. Nos ocuparemos, entonces, de los dos aspectos señalados a partir de los cuales bosquejaremos el nuevo paradigma posmoneysta, al que intentaremos, luego, poner en diálogo polémico con una de las experiencias del movimiento lesbiano y feminista local.

1.1. Del paradigma biopolíticofoucaultiano a la tercera episteme posmoneysta

Quizás uno de los aportes más fértiles de la filosofía de Foucault sean sus tesis en torno a la biopolítica y la necesidad de superar una visión "soberana" y meramente "represiva" del poder. Como sostiene en Historia de la sexualidad, a partir de fines del siglo xvii, pero fundamentalmente entre los siglos xviii y xix, observamos un desplazamiento y reconfiguración de las relaciones de poder. A su juicio, y atendiendo a lo anterior, es necesario sustituir un modelo "jurídico-discursivo" del poder por uno "estratégico-biopolítico" de este que, en lugar de pensar el poder en términos de una relación negativa cuya forma general revistiera la forma del derecho (y de su juego entre lo lícito y lo ilícito), se centrara en las polimorfas tecnologías positivas de producción de subjetividades. Sin negar la presencia o eficacia de la prohibición, la censura o el mutismo, Foucault intenta dar cuenta de la complejidad de las relaciones de poder; relaciones que no sólo no pueden reducirse a un poder de sustracción pobre en recursos, sino que se deben comprender en términos de las múltiples, difusas e, incluso, contradictorias técnicas productivas. A esta consideración centrada en el carácter estratégico y normalizador del poder, Foucault la denominó el "paradigma biopolítico". Y es frente a este paradigma, al que Preciado denomina segunda episteme, que lx españolx situará de manera crítica –e incluso contestataria– sus tesis sobre la era farmacopornográfica.

Frente a la propuesta foucaultiana de comprender los procesos de subjetivación contemporáneos en el marco del paradigma biopolítico, Preciado señalará la necesidad de incorporar las tesis de Donna Haraway (1991) sobre el "tecno-biopoder". En la era farmacopornográfica, señala lx españolx, "ya no se trata de poder sobre la vida, de poder de gestionar y maximizar la vida, como quería Foucault, sino de poder y control sobre un todo tecnovivo conectado" (Preciado, 2008: 40).La producción, control y gestión del cuerpo sexual contemporáneo prosiguen, no pueden pensarse en el marco exclusivo de las tecnologías de poder-saber-placer analizadas por Foucault, quien focaliza (y detiene) su análisis en los siglos xviii y xix. Por el contrario, deben contemplarse las nuevas tecnologías de producción subjetiva propias del capitalismo tardío posfordista, en el que estamos situadxs, y cuyo principal objeto de control es un cuerpo tecnificado e interconectado. Así, concluye:

[h]oy resulta sorprendente que la definición de las estéticas de vida en términos de "tecnologías del yo" se haga sin tener en cuenta las tecnologías del cuerpo (biotecnologías, sobre todo cirugía y endocrinología) y de la representación (fotografía, cine, televisión, cibernética), que se encuentran en plena expansión durante la segunda mitad del siglo xx (Preciado, 2009b: 20).

Las actuales técnicas de subjetivación cobran en nuestra contemporaneidad una forma altamente tecnificada. En este sentido, lx españolx establece que estas hacen su aparición en el capitalismo "posindustrial, global y mediático" que constituye la era farmacopornográfica, en la que los procesos de gobierno biomolecular (fármaco-) y los procesos semiótico-técnicos (-porno) de la subjetividad sexual pasan al centro de la escena. Podríamos decir que la tercera episteme posmoneysta tuerce el dispositivo foucaultiano, "tecnificándolo" y enmarcándolo en una economía política mundial que requiere un "nuevo tipo de 'gubernamentalidad del ser vivo'".4 Esta nueva gubernamentabilidad u organización tecno-biopolítica no sólo tiene al sexo y a la sexualidad como objeto principal de la gestión de la vida (como lo había explicitado Foucault), sino que también incorpora para dicha gestión nuevas tecnologías e industrias propias del "neocapitalismo avanzado". De este modo, Preciado recupera la herencia foucaultiana, pues sigue articulando una propuesta centrada en las tecnologías positivas de la subjetividad; y el régimen farmacopornográfico hunde sus raíces en "la sociedad científica y colonial del siglo xix" que tan claramente señalará Foucault. Por otro lado, y distanciándose de la herencia (y de la miopía) foucaultiana, alumbra la especificidad de su actualidad, ubicándose en el tardío siglo xx y el actual siglo xxi.

Las grandes tecnologías de la contemporaneidad imprimen su carácter distintivo a nuestra actualidad (sobre el que volveremos en el próximo apartado) y se materializan en dos industrias privilegiadas, líderes del capitalismo posfordista: la industria pornográfica, "el gran motor impulsor de la economía informática", y la industria farmacológica, tanto como "extensión farmacológica legal del aparato científico médico cosmético", "bien como tráfico de drogas consideradas ilegales". Estas industrias instituyen modelos de masculinidad-femineidad, decodifican comportamientos, incitan placeres, organizan y controlan prácticas de (auto)subjetivación. Funcionando como verdaderas tecnologías del cuerpo (y aquí se destacan biotecnologías: la cirugía y la endocrinología) y como tecnologías de la representación (fotografía, cine, televisión, pornografía, etcétera). Así, Preciado osará la siguiente hipótesis:

Las verdaderas materias primas del proceso productivo actual son la excitación, la erección, la eyaculación, el placer y el sentimiento de autocomplacencia y de control omnipotente. El verdadero motor del capitalismo actual es el control farmacopornográfico de la subjetividad, cuyos productos son la serotonina, la testosterona, los antiácidos, la cortisona, los antibióticos, el estradiol, el alcohol y el tabaco, la morfina, la insulina, la cocaína, el citrato de sildenofil (Viagra) y todo aquel complejo material-virtual que puede ayudar a la producción de estados mentales y psicomáticos de excitación, relajación y descarga, de omnipotencia y de total control. [...] El cuerpo adicto y sexual, el sexo y todos su derivados semiótico-técnicos son hoy el principal recurso del capitalismo postfordista (Preciado, 2008: 37-38).

De este modo, en su desarrollo del nuevo paradigma farmacopornográfico, Preciado reescribe las tesis foucaultianas en el marco del capitalismo tardío. Continuando la genealogía trunca de Foucault, que apenas se extiende a principios del siglo xx, Preciado pesquisa las nuevas tecnologías del yo y del cuerpo, propias de su actualidad. A partir de ellas, intenta re-pensar tanto los procesos de producción subjetiva como los movimientos y desplazamientos de resistencia a los dispositivos hétero-normativos del poder.

1.2. Las nuevas tecnologías corporales en el marco de la era farmacopornográfica

Lejos de la rigidez y de la exterioridad de las técnicas de normalización del cuerpo desplegadas por los sistemas disciplinarios de finales del siglo xix y principios del siglo xx, las nuevas técnicas de género del bio-capitalismo farmacopornográfico son flexibles, internas y asimilables. El género del siglo xxi funciona como un dispositivo abstracto de subjetivación técnica: se pega, se corta, se desplaza, se cita, se imita, se traga, se inyecta, se injerta, se digitaliza [...].

Beatriz Preciado (2008: 88)

Es momento, entonces, de detenernos en las nuevas tecnologías de producción, subjetivas propias del capitalismo posfordista de los siglos xx y xxi, para determinar sus características específicas (y diferenciales). Según Preciado, Foucault –al centrar su mirada en el siglo xviii y xix– habría propuesto un sistema "duro y externo", en el que los dispositivos de producción subjetiva "toman la forma de arquitecturas exteriores del cuerpo". Si bien estas tecnologías siguen operando en la actualidad,5 es necesario reparar en los modos flexibles y asimilables que asumen con los nuevos desarrollos tecnológicos.

Estas nuevas tecnologías, sostiene Preciado, operan dos sustituciones fundamentales respecto de las que especificaría Foucault. En primer lugar, pasan del control "exterior" de los cuerpos a un control "interior". Para ejemplificarlo en términos paradigmáticos, el panóptico da lugar a la pastilla anticonceptiva, a la que lx españolx no dudará en caracterizar como "panóptico comestible"6. Ambos pueden ser caracterizados como tecnologías de subjetivación, pero la diferencia entre el panóptico foucaultiano y la píldora contemporánea es que la segunda es orgánicamente asimilable, literalmente comestible. Así, las tecnologías entran a formar parte de nuestro (im)propio cuerpo, se incorporan, se mastican, inoculan, aplican. Se diluyen en el cuerpo, lo hacen ser lo que es. En segundo lugar, se observa un desplazamiento de las tecnologías "rígidas" como la cárcel o el taller hacia la proliferación de "tecnologías blandas de microcontrol". Ellas son "flexibles, internas y asimilables". Aquí, el cuerpo ya no (sólo) habita los lugares disciplinarios, sino que está directamente invadido (y habitado) por las nuevas tecnologías que lo producen como un tecno-cuerpo, al nivel de formar parte de nuestro cuerpo/organismo. Estas técnicas "microinformáticas, farmacológicas y audiovisuales ligeras y de transmisión rápida" serán las prótesis tecnológicas que producirán los cuerpos que (no) somos, y que pondrán a circular los "biocódigos de femineidad/masculinidad" a partir de los cuales se produce la "programación de los géneros".

La píldora y Playboy, afirma Preciado, constituyen dos de los ejemplares más destacados y difundidos de la era (y la industria) farmacopornográfica. En esta ocasión, quisiéramos hacer referencia al modo de caracterizar a una de estas biotecnologías o prótesis asimilables: la pastilla (o "la píldora"), para desde allí analizar el bicéfalo "caso Agnes/Preciado" que construye lx autorx así como la experiencia relatada por "Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del aborto". Preciado describe las pastillas anticonceptivas, su encapsulamiento y comercialización en términos de "microprótesis hormonales". La pastilla funciona como un "dispositivo de autovigilancia doméstica" que constituye uno de los "códigos semiótico-técnicos" de la feminidad (junto a la depilación, "La sirenita", las polleras y los deportes "femeninos", por mencionar sólo algunos). Dichos biocódigos de femineidad-masculinidad, señalábamos, estructuran la programación y las instancias de dislocación de nuestros géneros.7 Este dispositivo ligero, portátil, afable es, dirá Preciado, "un laboratorio estatal miniaturizado instalado en el cuerpo de cada consumidora" (Preciado, 2008: 135) que controla los círculos reproductivos así como ciertas manifestaciones secundarias asociadas a la feminidad (sangrado periódico, disminución de la vellosidad). Las micropíldoras (y aquí habría que recordar el "pasaje" de la primera píldora a la segunda) inducen no sólo la interrupción hormonal natural, sino que8:

[...] provocan técnicamente un ciclo artificial que permite restituir la ilusión de naturaleza. La primera de estas acciones es anticonceptiva; la segunda deriva de una intención de producción farmacopornográfica del género: hacer que el cuerpo de las tecno-mujeres del siglo xx siga pareciendo efecto de leyes naturales inmutables, transhistóricas y transculturales (Preciado, 2008: 132).

Atendiendo al carácter "interno", este panóptico comestible opera en la construcción de la bio-tecno-femineidad, a la vez que, dirá Preciado, parece introducir una posibilidad de agenciamiento colectivo. Si bien las pastillas anticonceptivas están diseñadas para producir (la ficción de) la naturaleza de una mujer menstruante y, en ese sentido, operan como códigos de normalización y disciplinamiento de las mujeres, ellas no escapan al juego de la apropiación y la subversión. Poner en palabras esta posibilidad, es decir, la potencia "bioterrorista" inmanente a las nuevas tecnologías, constituye uno de los esfuerzos teórico-escriturales más importantes del corpus de Preciado.

En la sección siguiente nos dedicaremos a reflexionar sobre la posibilidad de poner a operar los biocódigos de nuestra actualidad farmacopornográfica, ya no al servicio del control y la producción normalizante de femineidades y masculinidades, sino como herramientas y vehículos de resistencia y agenciamiento colectivo. Las preguntas que nos guiarán a continuación son las siguientes: ¿qué ocurre cuando las hormonas ("naturalmente") femeninas son ingeridas por un cuerpo designado biológicamente masculino? ¿Qué ocurre cuando las siliconas no son requeridas por una mujer-cis9? ¿Qué ocurre cuando ciertas técnicas privilegiadas de los procesos de normalización sexo-genéricas son la ocasión del desvío, la torsión? Estas parecen ser las preguntas que Preciado tuvo en mente cuando, a partir del análisis del "caso Agnes", sostuvo:

[...] el régimen postmoneyista de la sexualidad no puede funcionar sin la circulación de un enorme flujo de hormonas, silicona, textos y representaciones, de técnicas quirúrgicas... en definitiva de un tráfico constante de biocódigos de los géneros. En esa economía política del sexo, la normalización y la diferencia dependen del control, de la reapropiación y el uso de esos flujos de género (Preciado, 2009b: 24).

La (de)construcción de la programación de género se apoya en esas mismas herramientas o condicionamientos que parecerían inexorables y que ahora se muestran fallidos, vulnerables, y reapropiables en el modo de la diferencia, de una transformación corporal que no reproduce los códigos hegemónicos de los géneros, sino que los sub-vierte, los transfigura, incluso para devenir un sujeto que se coloca más allá (y más acá) de la femineidad-masculinidad.10

2. De norte a sur: los cuerpos del feminismo y las nuevas estrategias farmacopornográficas

Donde hay poder, hay resistencia.

Michel Foucault (1995: 116)

Volvamos a nuestro punto de partida, a la crítica que Preciado esgrime contra Foucault. El francés, limitando su análisis a las tecnologías propias del siglo xviii y xix, no sólo no habría podido dar cuenta de su contemporaneidad biotecnológica, sino que tampoco habría sido capaz de alumbrar las múltiples estrategias de resistencia inmanentes a ellas. De allí que, acusa lx filósofx, acaba acallando los gritos de los movimientos sexuales vivos: "Al exhumar a Herculine, entierra a Agnes" (Preciado, 2009b: 20).11 Fascinado por el tiempo pasado, interpreta Preciado, soslaya movimientos de su presente como el feminismo francés y estadounidense, la comunidad sm de San Francisco, o el fhar en Francia. De allí que no sea de extrañar el intento de Preciado por, "acallar a Herculine", y dar voz –junto a Agnes– a dichos movimientos disidentes contemporáneos.

Anudando la crítica teórica a la contienda política, la apuesta de Preciado es doble: por un lado, mostrar la especificidad y fertilidad de una nueva episteme posmoneysta para dar cuenta de las actuales tecnologías productivas. Por el otro, contribuir a la explicitación de las experiencias y del campo de batalla donde se juega la subversión "bio-tecno-terrorista" en la era farmacopornográfica. A continuación, nos detendremos en la inscripción autoteórica que opera Preciado en la genealogía de los movimientos sexuales (y feministas), y que sirve de caso "ilustrativo" para pensar la apropiación disidente de los biocódigos de género. Por último, y haciendo hincapié en una experiencia local, intentaremos problematizar la idea de "colectivización" presente en el texto y la "ficción autopolítica" de Preciado.

2.1. Del principio autocobaya a la autoteoría como práctica de resistencia

Preciado inscribirá Testo Yonki (2008) tras los pasos de Agnes. Es decir, tras las huellas de un cuerpo "self-designed" que libra su batalla hétero-disidente en la (de)construcción estratégicamente diseñada en términos discursivo-corporales. Alumbrando el carácter ambivalente de unas tecnologías corporales capaces de controlar y disciplinar al cuerpo, pero también con la potencia suficiente como para transformarlo en un "pequeño laboratorio" bioterrorista, Preciado desplegará su (im)propio corpus fármaco-porno-terrorista. Las hormonas "femeninas" y "masculinas" (para pensar en términos de dos biocódigos de género de la endocrinología) se presentarán como la ocasión (esquiva e indócil) de emergencia de cuerpos resistentes, "autodiseñados", contra-naturales. Recuperemos, entonces, el objetivo autoteórico de Preciado:

Este libro no es una autoficción. Se trata de un protocolo de intoxicación voluntaria a base de testosterona sintética que concierne el cuerpo y los afectos de B. P. Es un ensayo corporal. Una ficción, es cierto. En todo caso y si fuera necesario llevar las cosas al extremo, una ficción autopolítica o una autoteoría. [...] Se registran aquí tanto las micromutaciones fisiológicas y políticas provocadas por la testosterona en el cuerpo de B. P. como las modificaciones teóricas y físicas suscitadas en ese cuerpo por la pérdida, el deseo, la exaltación, el fracaso o la renuncia. No me interesan aquí mis sentimientos, en tanto que míos, perteneciéndome a mí y a nadie más que a mí. No me interesa lo que de individual hay en ellos, sino cómo son atravesados por lo que no es mío. [...] Si el lector encuentra dispuestos aquí, sin solución de continuidad, reflexiones filosóficas, narraciones de sesiones de administración de hormonas y relatos detallados de prácticas sexuales es simplemente porque este es el modo en el que se construye y se deconstruye la subjetividad (Preciado, 2008: 15-16).

Testo Yonki (2008) se presenta a sí mismo con un escrito político y teórico que pretende, a partir de la experiencia de autoadministración de testosterona en una mujer-cis, reflexionar respecto de las prácticas y los procesos de subjetivación sexo-generizados. Así, el "protocolo de intoxicación voluntaria de testosterona" oficia de materia de análisis teórico, pero también –veremos– ético y político. Siguiendo los pasos de quien fuera su "antecedente" (teórico-experiencial) Agnes, Preciado "trueca" el uso disidente de "la píldora" (y del saber médico) por la apropiación subversiva de la testosterona.12 Aplicada en el cuerpo de una mujer-cis, la testosterona deja de ser funcional al disciplinamiento feminizante de un cuerpo designado como mujer. El objetivo es claro: Preciado nos "invita [...] a practicar algunos ejercicios de activismo biopolítico. Inspírense en Agnes" (Preciado, 2009b:38).

Si Foucault acallaba los gritos disidentes de su propia actualidad, ello se debía –a juicio de Preciado– a la incapacidad del francés para identificar las nuevas tecnologías subjetivas propias de la era farmacopornográfica y, por tanto, la especificidad de la potencia resistente de los movimientos sexuales de su época. Preciado será, entonces, la encargada de llevar adelante esta doble tarea. Mostrar el modo en que funcionan esas nuevas tecnologías, le permitirá –sostiene– dar cuenta de esas voces vivas, que parecen encarnarse en el antecedente texto-conceptual de "Agnes": "El tecnocuerpo de Agnes, verdadero monstruo sexual fascinante, selfdesigned, es producto de la reapropiación y del agenciamiento colectivo de las tecnologías del género para producir nuevas formas de subjetivación" (Preciado, 2009b: 38). Testo Yonki (2008) se presenta, entonces, como: "heredero de las políticas de autoexperimentación de Agnes" en tanto basa sus reflexiones en "un protocolo de autoensayos efectuados con testosterona en gel" que intenta, sobre la base de esos "ejercicios de envenenamiento controlado" sobre el cuerpo, desarrollar un análisis teórico conceptual de las "micropolíticas del género, del sexo y de la sexualidad, basadas en prácticas de autoexperimentación (más que de representación) intencionales que se definan por su capacidad de rechazar y de resistir a la norma, de crear nuevos planos de acción y de subjetivación" (Preciado, 2008: 255). Estas micropolíticas resistentes, como se puede leer en la genealogía Agnes-Preciado, operan reapropiaciones de biocódigos y ficciones cuyas eficacias hegemónicas son la sujeción y el control de los cuerpos. De allí que el principio autocobaya, como lo denomina la autora, se presente como central en su propuesta teórico-terrorista.

He aquí la primera divisa para un feminismo a la altura de la modernidad pornopunk: tu cuerpo, el cuerpo de la multitud, y los entramados farmacopornográficos que lo constituyen son laboratorios políticos, al mismo tiempo efectos de procesos de sujeción y control y espacios posibles de agenciamiento crítico y de resistencia a la normalización (Preciado, 2008: 246).

Así, volviendo sobre su interés, no por lo que es individual, sino por el modo en el que el propio cuerpo puede ser un campo de análisis de los procesos y tecnologías de subjetivación, este también se presenta como un campo de resistencia. Preciado insiste en la necesidad de resituar nuestras prácticas (y teorías) a nivel de la auto experimentación y el ejercicio de sí. En su aplicación del gel, Preciado puede experimentar (y teorizar) sobre el modo en que las mismas técnicas que ofician de herramientas normalizadoras en los varones-cis (que ingieren testosterona por prescripción médica cuando su índice no se adecua a los valores "normales" en "bio-varones") pueden ser resignificadas cuando son ingeridas y reapropiadas por una mujer-cis (para quienes este biocódigo está prohibido). Así, dirá Preciado:

No se trata de pasar de mujer a hombre o de hombre a mujer, sino de infectar las bases moleculares de la producción de la diferencia sexual. Puesto que estos dos estados, hombre y mujer, no existen sino como efectos políticos fantasmáticos de procesos técnicos de normalización. Se trata de intervenir en este proceso de producción de forma consciente e intencional hasta lograr formas viables de incorporación de género, de producir una nueva plataforma sexual y afectiva, ni masculina ni femenina, en el sentido farmacopornográfico del término, que permita la transformación de la especie (Preciado, 2008: 110).13

 Preciado, fiel a la consigna foucaultiana de pensar la resistencia como inmanente a las relaciones de poder, consigue dar cuenta de esa doble deriva del régimen tecno-biopolítico: la disciplinante y la subversivo-resistente. A través de la apropiación "bioterrorista" de los códigos de masculinidad-femineidad, el texto (y la autoteoría) se inscribe en una doble genealogía foucaultiana. Por un lado, en la genealogía de lo que Foucault denominó las ontologías de nosotros mismos, abocadas a pensar los límites (y las normas) de nuestra contemporaneidad; en esta línea pueden ser comprendidas las tesis de Preciado sobre las tecnologías farmacopornográficas. Por el otro, y más allá de esta disputa teórica, está la intención ético-política de lx autorx por construir un dispositivo teorético que pueda "darle voz" a los movimientos sexuales contemporáneos. A su juicio, y entramando su propia experiencia con la de los movimientos trans y feministas, Preciado propone remediar "el silencio" foucaultiano con la propuesta farmacopornográfica, que permite colectivizar de manera bioterrorista los códigos y saberes de su actualidad. En definitiva, la genealogía opera su propia apropiación y colectivización disidente. Pero, repreguntemos: ¿qué, cómo y quién/es colectiviza/n la experiencia bioterrorista?¿Cómo se produce el agenciamiento subversivo? ¿Acaso la voluntad "consciente e intencional" de operar una deconstrucción de las normas de los géneros, los sexos y los cuerpos? ¿Cuáles son los rasgos que distinguen a una experiencia, práctica o narración como "disidentes"?

2.2. "El aborto lesbiano que se hace con la mano": repensando los agenciamientos colectivos desde el sur

En el agenciamiento y la colectivización de los biocódigos farmacopornográficos es posible, a juicio de Preciado, la subversión disidente. Pero esta experiencia "bioterrorista" parece decirnos, en Testo Yonki (2008) y en otros textos, que tiene otras dos características fundamentales: su carácter voluntario y premeditado. Así, tanto Agnes como Preciado se someten a un protocolo autodiseñado e intencional de aplicación de hormonas. Este elemento voluntarista se conecta directamente con cierto intelectualismo que parece sobrevolar la propuesta de Preciado: las intervenciones se presentan como un "proceso de producción de forma consciente e intencional". De allí que nos preguntemos, ¿qué pasa con esos modos no voluntarios o no conscientes de producción de corporalidades y subjetividades disidentes?14¿Es posible pensar las prácticas de resistencia y subversión más allá del plan de las intenciones y las voluntades individuales? ¿Qué ocurre cuando los procesos que nos llevan a encarnar una corporalidad o práctica resistente no son del orden de lo plenamente voluntario o intencional? ¿O cuando surgen de una situación no deseada o no planificada? ¿Es posible pensar una apropiación disidente de autoadministración de fármacos que muestre otros modos de agenciamiento y colectivización? ¿Cómo sería una práctica de sí, de cuidado y gestión del propio cuerpo, que se apoye, no en un protocolo self-designed, sino en un protocolo producto de la "educación entre pares"? ¿Qué puede aportar la experiencia de colectivización de prácticas y saberes construidos de manera autogestiva y autónoma llevadas a cabo, no por individuxs, sino por colectivos?

Para pensar estas cuestiones, vamos a analizar la experiencia (y teorización) que llevaron adelante "Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto" (en adelante LyF) con la línea telefónica "Aborto: más información, menos riesgos" y con la puesta en circulación del libro Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas. Tanto la línea como el texto ofrecieron –y aún lo hacen– información gratuita, segura y sencilla para realizar un aborto con pastillas, más específicamente, con misoprostol.15 Cabe señalar que no pretendemos aquí realizar un análisis exhaustivo ni del proceso ni de los resultados de esta experiencia local, lo cual excedería el objetivo de nuestro escrito. En su lugar, pretendemos aproximarnos a esta experiencia para poner a rodar el dispositivo conceptual de Preciado desde nuestras coordenadas del sur (lo que no permitirá establecer una analogía entre la experiencia de autointoxicación de lx españolx y la autoadministración de misoprostol en sujetxs que se realizan un aborto de manera autogestiva y no "medicalizada");16 a la vez que nos permitirá revisitar críticamente la matriz farmacopornográfica, basándonos en la producción local de saberes hétero-disidentes. En este sentido, no pretendemos ver en la experiencia y producción de discursos de LyF un "caso probatorio" (o "refutatorio") de las tesis de Preciado, sino más bien como un interlocutor teórico y político que puede ser puesto a dialogar con las tesis de lx españolx.17

La colectiva de activista LyF, leemos en la autonarración genealógica que llevan a cabo algunxs de sus integrantes, se propuso como objetivo principal contribuir a que "todas las mujeres podamos abortar como más nos convenga: en el hospital, por obra social, o en nuestra casa" (Díaz Villa et al., 2013: 135). En ese sentido, no sólo promueven la descriminalización del aborto (como lo viene haciendo por más de una década la Campaña Nacional a favor por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito), sino que adhieren y practican "la política de educación entre pares y la acción directa". A través de la publicación del libro así como del impulso y gestión de "una línea telefónica pública y de fácil acceso que brinda información completa sobre cómo utilizar el misoprostol para realizarse abortos seguros en la propia casa hasta la semana doce de embarazo inclusive", esta iniciativa (teórico-práctica) ha planteado un modo alternativo (al defendido por la campaña nacional) de pensar –y practicar– el aborto. Para recuperar el título (y la idea) que algunxs de sus integrantes han desarrollado en el artículo que sigue –y citamos aquí–, la propuesta fue (frente al aborto medicalizado e institucionalizado que hegemoniza la defensa y militancia) gestionar y colectivizar "un aborto lesbiano que se hace con la mano" (Díaz Villa et al., 2009).18 Es decir, un aborto "autogestivo" que hace cada cual con sus manos, colectivizando y reapropiándose de la experiencia y el saber que provienen de la militancia feminista, de la disidencia sexual y de los movimientos populares autónomos. También encontramos aquí una inscripción genealógica polifónica, orientada a pensar la interseccionalidad en la que se sitúan:

[Estos elementos nos] permitieron construir un discurso y una perspectiva nueva, distinta para hablar, pensar, y militar por el derecho al aborto. Claro está, que el contacto directo y masivo con las mujeres que abortan cada minuto en estas latitudes y muchos elementos de la experiencia lesbiana y trans de muchxs de nosotrxs fueron dos elementos neurálgicos para forjar este nuevo discurso desmedicalizador, autogestivo y empoderante.[...] Así el aborto con misoprostol, hecho con la información correcta y con acceso al medicamento (puntos claves para el aborto seguro, que desarrollaremos a lo largo del texto) emerge también como una micro y macro revancha a muchos órdenes del heteropatriarcado capitalista que no se cansa de disciplinar a las mujeres (Díaz et al., 2013).19

La producción teórica del discurso descansa, como se puede observar, en la experiencia de un nosotrxs, construido colectiva y autogestivamente. Durante los primeros dos años, la línea atendió a más de diez mil mujeres a las que asesoró, con información segura y chequeada médicamente, sobre el modo de realizarse "un aborto más seguro, efectivo y fácil" (Díaz Villa et al., 2013: 147), para usar la expresión del libro compilado por el colectivo. La estrategia fue informar sobre el uso y la forma de adquirir misoprostol, un fármaco que, además de ser utilizado para el tratamiento de úlceras, puede ser usado de modo eficaz y autoadministrable para practicarse un aborto20. El uso abortivo de este medicamento, según lxs autorxs, fue descubierto por las mujeres pobres de América Latina hace ya más de treinta años. Por medio de la colectivización y puesta en circulación de este saber, abalado por diversos organismos internacionales (entre ellos la oms), LyF promovieron –y promueven– un aborto autogestivo, no medicalizado y de fácil y económico acceso (al menos en comparación con los abortos medicalizados y actualmente ilegales en nuestro país). Como podemos leer en las reflexiones de algunxs de sus integrantes:

Por ser una tecnología económica y eficaz, las redes "informales" de mujeres se han constituido en una política de salud paralela a la oficial más que eficiente (la mortalidad materna viene bajando sostenidamente en los últimos años) en las condiciones restrictivas y clandestinizantes locales. El misoprostol se convierte así en una plataforma que permite pensar y hacer del aborto un acto auto-determinado y auto-administrado, porque disponiendo de la correcta información para su uso pueden gestionar y manejar el proceso completo del aborto, lo cual, entre otras tantas características disruptivas, vuelve a la práctica del aborto menos desigual (Díaz Villa et al., 2013).

Como podemos observar, esta experiencia colectiva de agenciamiento del saber-poder "lesbiano" sobre el aborto muestra no sólo la potencia subversiva de la apropiación de los dispositivos farmacológicos que constituyen lo que Preciado denomina las nuevas tecnologías de subjetivación, sino que también ilumina la potencia de una organización colectiva que sustenta (y produce) una red de información y acompañamiento que capitaliza el "saber entre pares" y la política de "sacar al aborto del clóset", dando cuenta de su realidad en el aquí y el ahora, e interviniendo en dicho presente a través de la difusión de información segura y gratuita a aquellxs que la solicitan. Basándose en "el derecho a dar y recibir información pública" (avalado por nuestra legislación), LyF consiguió sortear los problemas legales del contexto nacional (en el cual el aborto está penado por la ley) y mostrar el modo en el que "la legalidad es un proceso que se construye también socialmente por medio de la lucha y de la práctica" (Díaz Villa et al., 2013: s/p). Cuando alguien toma misoprostol para realizarse un aborto, podríamos decir junto a Preciado, es sujetx de su propia "autointoxicación", pero esta experiencia –cuando es asistida y construida por medio de la puesta en común y en circulación de un saber contrahegemónico producto de las mujeres pobres de países como el nuestro–, parece desbordar el marco de autoexperimentación individual, que puede ser comprendida en términos (meramente) voluntaristas o intelectualistas. En este sentido, si bien Preciado inscribe su protocolo de testosterona en el marco de los saberes contrahegemónicos del colectivo trans, la narración de Testo Yonki (2008) –para usar su texto más representativo a este respecto– se sitúa en la primera persona del singular (B.P.), aun cuando su propósito sea comprender los procesos de subjetivación. Por su parte, y resituando la primera persona en el "nosotrxs", la experiencia motorizada por LyF muestra el modo en que la construcción de redes colectivas no sólo puede producir prácticas resistentes y subversivas, sino que también puede trascender las fronteras de las experiencias individuales y autoexperimentales como las analizadas por Preciado (ya sea en términos de su autoexperimentación o en su lectura del "caso Agnes"). El empoderamiento de las mujeres y personas que se practican un aborto autogestivo y desmedicalizado consigue colectivizar eso que Foucault denominó "saberes sometidos", un saber construido a contra pelo, por fuera del discurso medicalizado e institucionalizado que coloniza el debate sobre el aborto y el rol de las tecnologías médicas y farmacológicas en el mismo. Frente a una saber médico que sigue penando, estigmatizando e incluso castigando (legal y socialmente) la decisión de lxs sujetxs que practican abortos, LyF reivindican un "aborto lesbiano" que toma del feminismo la reivindicación de los derechos de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, incluido por tanto el derecho de cada unx a abortar como le parezca más adecuado, así como la política del orgullo propia de la militancia de la disidencia sexual local que saca al aborto del clóset para reconocer una realidad existente, pero invisibilizada. El orgullo no olvida el dolor ni la vergüenza vivida, en todo caso, afirma una posibilidad y una práctica que ocurre y no tiene porqué ser estigmatizada, ni criminalizada. El misoprostol "lesbiano", más que un panóptico comestible, se convierte un dispositivo de subversión y potencia, en ocasión de celebración y reivindicación colectiva.

***

¿Qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto? [...] El ensayo –que hay que entender como prueba modificadora de sí mismo en el juego de la verdad y no como apropiación simplificadora del otro con fines de comunicación– es el cuerpo vivo de la filosofía, si por lo menos esta es todavía hoy lo que fue, es decir una 'ascesis', un ejercicio de sí, en el pensamiento.

Michel Foucault (1996: 12)

Para cerrar, o más bien para abrir este recorrido que nos llevó de Foucault a LyF, y en el que hemos intentado señalar lo que Mauro Cabral resume con aguda precisión como la "ambivalencia constitutiva del régimen tecno-biopolítico", quisiera introducir –junto a él– una serie de preguntas e inquietudes: "¿quién colectiviza la historia de quién, mediante qué condiciones de posibilidad, bajo qué supuestos, con qué consecuencias?" (Cabral, 2009: 128). ¿Qué es lo que hace posible la reapropiación bioterrorista? ¿Qué silencios libera y qué riesgos enfrenta? ¿Qué determina que los elementos se integren o sean funcionales a un movimiento resistente y transformador, y no simplemente la ocasión de la reproducción normativa-normativizante de los cuerpos? ¿Qué hace a un acto, uso, práctica, gesto, disidente y transformador? ¿Cuál es el rol de la filosofía y del pensamiento crítico en este proceso de transformación –y lucha– contra unos juegos de verdad, poder y subjetivación que limitan (a la vez que producen) aquello que hemos llegado a (no) ser, hacer, pensar, conocer o desear?

Preciado parece tener una respuesta clara: es el "agenciamiento colectivo" donde las siempre esquivas ocasiones de resistencia se convierten en fácticas subversiones. El punto es, entonces, ¿qué es colectivizar? o más bien, ¿cuándo podemos hablar de lo colectivo? ¿Cómo asumir el riesgo de la práctica de colectivizar la experiencia propia y la de lxs otrxs? La re-apropiación de las tecnologías positivas de subjetivación, así como de las normas que subyacen a estas, depende de la potencia de los cuerpos rebeldes para devenir experiencia colectiva, ie. para trascender las fronteras siempre porosas de la "primera persona del singular" y devenir "primera persona del plural". Creemos que esta potencia se muestra y se construye narrativamente, en la experiencia de LyF, incluso más que en la de la propia Preciado. Del "yo" al "nosotrxs", pero también del "nosotrxs" al "yo", en esa transición siempre en disputa (y riesgosa) parece jugarse la ocasión de la resistencia, así como el acontecimiento en el que la ética (y el constante trabajo de sí que ella comporta) se revela como política, ie., como trastrocamiento, corrimiento, desplazamiento y franqueamiento de los vectores hegemónicos y normalizantes de lo que podríamos llamar un bio-hétero-tecno-poder. Quizás algo de la tarea de la filosofía, y del pensar en general, consiste en volver críticamente sobre los modos en que producimos y reproducimos los saberes, en los que nuestras voces intervienen en los juegos del nombrar (y el silenciar), en el que nuestras legibilidades y legitimidades se exponen y se arriesgan.

Notas

1 Los textos de Paul B. Preciado editados con anterioridad al 2015 figuran bajo el nombre Beatriz, con el que se inscribía el propio autorx. Desde este año, su inscripción biográfica, teórica, política y editorial es Paul B.: "Por mi parte, yo he empezado el año pidiendo a mis amigos cercanos, pero también a aquellos que no me conocen, que cambien el nombre femenino que me fue asignado en el nacimiento por otro nombre. Una deconstrucción, una revolución, un salto sin red, otro duelo. Beatriz es Paul. Y mientras camino con ese nuevo nombre por las calles del Raval de Barcelona pienso que el proceso de borrado sistemático del género normativo y la invención de una nueva forma de vida en la que estoy embarcado desde hace tiempo podría parecerse al proceso de transformación en el que se halla inmersa Catalunya" (Preciado, 2015). Atendiendo a esta interpelación, hemos de referirnos por su nombre Paul, aun cuando citemos sus textos previos al 2015 con el nombre de Beatriz (inscripción que resulta importante y pertinente para su propuesta teórica en Testo Yonki). A su vez, hemos decidido utilizar la "x" como un modo de generizar que intenta romper con la lógica dicotómica que rige nuestra gramática española.

2 Vale la pena señalar que Preciado se propone, con el arsenal farmacopornográfico, complementar y ampliar no sólo las tesis foucaultianas, sino también las tesis sobre la performatividad de Judith Butler. Así, sostendrá, que "El género no es simplemente performativo (es decir, un efecto de las prácticas culturales lingüístico-discursivas) como habría querido Judith Butler. El género es ante todo prostético, es decir, no se da sino en la materialidad de los cuerpos. Es puramente construido y al mismo tiempo enteramente orgánico" (Preciado, 2002: 25). Aún así, acordamos con Mauro Cabral en que cuando observamos "el trabajo deconstructivo que el tecnocordero opera sobre Judith Butler y Michel Foucault, una cierta asimetría salta a la vista: amb*s son sometid*s a ese trabajo, pero el tecnocordero no l*s esquila por igual" (Ají de pollo, 2009: 129). En esta ocasión, recuperaremos principalmente la discusión de Preciado con Foucault, que –estimamos– consiste en su interlocutor polémico fundamental. Sobre las tesis butlerianas en las que focaliza lx españolx, ver: Butler (1993) y Butler (2006).

3  Cabe señalar que Preciado es deudora de la reescritura "generizada" que Teresa de Lauretis opera sobre Foucault (de Lauretis, 1996). En su ya clásico texto, de Lauretis propone releer las "tecnologías de subjetivación" foucaultianas en términos de "tecnologías del género" destinadas a producir los sujetos varones y mujeres que somos.

4  Preciado sostiene que la "invención de la categoría de género" a cargo del sexólogo John Money, ligada a la reconceptualización del sexo en términos de su maleabilidad y su capacidad de ser transformado, constituyen una ruptura respecto del cuerpo conceptualizado por Foucault, así como "el índice de emergencia del nuevo régimen farmacopornográfico. [...] A la rigidez del sexo del siglo xix, John Money, el psicólogo infantil encargado del tratamiento de niños intersexuales va a oponer la plasticidad tecnológica del género" (Preciado, 2008: 81).

5 Preciado no desestima ni la existencia ni la eficacia de tecnologías rígidas y propias del siglo xix, tales como la arquitectura. De hecho, lx autorx desarrolla el modo en el que los baños públicos actuales, deudores de la arquitectura decimonónica, funcionan como verdaderas "prótesis de género" (Preciado, 2009a). Para un análisis "cruzado" de las tecnologías "blandas" y "rígidas", ver el análisis de la autora sobre la arquitectura y el imperio PlayBoy (Preciado, 2010a).

6 Cabe aclarar que Foucault analiza el panóptico (de la prisión) como un dispositivo de producción subjetiva en el capítulo "Cuerpos dóciles" de su texto Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión (1975). Ver también su análisis del dispositivo normalizador de la psiquiatría en Los anormales (2000).

7 Preciado rearticula la idea foucaultiana según la cual "donde hay poder hay resistencia", así como la premisa butleriana que piensa la subversión de las normas de género como un modo creativo –y no meramente repetitivo– de relacionarse con ellas.

8  Deberíamos recordar aquí, junto a Preciado, que las primeras pastillas anticonceptivas que tuvieron un 99,9 por ciento de efectividad fueron rechazadas por el Instituto de Salud Norteamericano debido a que "ponía[n] en cuestión la femineidad de las futuras madres" al suprimir por completo la menstruación. La "segunda generación" de pastillas provoca artificialmente el sangrado, como un modo de preservar la "feminidad" que está asociada a la pérdida de sangre.

9 Por nuestra parte, y siguiendo los desarrollos de la comunidad (política y teórica) trans, utilizamos el término cisgénero (en lugar de "bio-varón" o "bio-mujer", como prefiere Preciado) para referirnos a una persona cuya autopercepción de género coincide con aquella que le ha sido asignada al nacer. El término recupera el prefijo del latín "cis" que significa 'de este lado' y se opone a "trans" que alude al pasaje o movimiento. Así, las personas "cisgénero" se distinguen de las personas "trans" (ya sean transgénero, travesti o transexual) cuya identidad autopercibida se ha transformado o desplazado respecto de aquella que les ha sido asignada al nacer. Sobre la relevancia política, ética y conceptual de esta decisión "terminológica" ver: Cabral (2014).

10  A este respecto ver: Preciado (2010b).

11  En este mismo texto, Preciado afirma incluso que Foucault "prefirió construir una ficción retrospectiva de la sexualidad griega" (2009: 20), en lugar de dar cuenta de las sexualidades disidentes de su tiempo. Si bien es correcto sostener que Foucault se dirige al pasado para delinear un modelo alternativo de subjetivación, en el que los placeres y los cuerpos emergen en una economía erótico-amatoria otra, diferente a la que propone el dispositivo de la sexualidad (cf. Historia de la sexualidad. El uso de los placeres e Historia de la sexualidad. La inquietud de sí, entre otros textos), no podemos dejar de señalar que el autor propone una justificación metodológica y conceptual para ello. Mirar hacia la antigüedad grecolatina le permite a Foucault dos cosas: en primer lugar, mostrar un modelo de subjetivación distinto al de la actualidad que él analiza y estudia, y que comprende bajo el modelo de una producción biopolítica de sujetos normalizados y, en segundo lugar, dicho "paso atrás" le permite mostrar el carácter contingente e históricamente determinado de nuestra sexualidad normalizada y disciplinada. En ese sentido, la "ficción retrospectiva" foucaultiana puede leerse, más que como el acallamiento de las voces del presente, la puesta en genealogía de estas, ie., la narración de su precariedad y singularidad histórica y situacional.

12   El "caso Agnes" recupera (y colectiviza) la historia de una mujer-transexual que, haciendo acopio de los estrógenos de su madre y "engañando" al grupo de especialistas del departamento de Psiquiatría de la Universidad de California, consigue la indicación médica de una cirugía de reasignación genital y un tratamiento hormonal, apoyado en un diagnóstico de "hermafroditismo verdadero". Aquí, en esta experiencia ocurrida en 1958, Preciado ve un ejercicio corporal "bioterrorista" en el que un "bio-varón" consigue apropiarse de manera terrorista de los biocódigos de género produciendo para sí un cuerpo autodiseñado de mujer. Por nuestra parte, como señalamos, preferimos el término cisgénero.

13 N. de A.: la negrita es nuestra.

14 Sobre un análisis de los modos "no voluntarios" de disidencia corporal sexo-generizada, ver: Cabello (2011: 125-139). Cristián Cabello promueve, resituar el pensamiento de "lo queer" más allá de lo intencional y voluntario.

15 La línea telefónica es la siguiente: 011-156-664-7070, y el libro puede descargarse (de manera gratuita, dado que es copyleft) del siguiente link: [http://www.editorialelcolectivo.org/ed/images/banners/abortopastillas.pdf].

16 Siguiendo lo propuesto por Radi (2013), entendemos que es política y conceptualmente relevante pensar y narrar el aborto como una práctica y un problema que no son privativos de las mujeres. Pues existen otras personas, con identidades de género diversas, que también se embarazan y abortan, por ejemplo, algunxs varones trans. Esto, consideramos, no impide nuestro reconocimiento y denuncia de la eficacia tecnológica y disciplinante que las leyes punitivas en torno al aborto han tenido en términos de la producción biopolítica de sujetos-mujeres.

17 Para un análisis más detallado y minucioso de la experiencia de la línea, así como una explicitación del contexto histórico-político en el que transcurre e interviene, ver: Díaz Villa et al. (2013).

18 Lxs autorxs del artículo formaron parte de esta experiencia desde el 2009 hasta el 2012. La línea sigue funcionando y cuenta con más activistas que lxs autorxs del presente texto.

19 N. de A: la negrita es nuestra.

20 Cabe señalar que el misoprostol no fue producido con fines abortivos, sino como protector gástrico. "Como en el prospecto decía que puede provocar el aborto, las mujeres que querían interrumpir su embarazo empezaron a usarlo, experimentando con sus propios cuerpos descubrieron que además de eficaz era seguro".

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