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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July 2017

 

ARTÍCULOS

Más allá de la clase de Anatomía: Redefiniendo ‘femenino' y ‘masculino' en la práctica profesional de la medicina mexicana 1

 

María Pozzio *
* CONICET-Universidad Nacional de Quilmes/Universidad Nacional de La Plata.

Fecha de recepción: 18 de noviembre de 2014.

 


Resumen
En el marco de un estudio más amplio realizado sobre el proceso de feminización de la profesión médica en México se estudiaron las modificaciones que el proceso produce a nivel de las configuraciones de género de la mencionada profesión. Este artículo analiza parte de ese fenómeno a través de la comprensión del modo en que ciertas categorías que dan cuenta de lo femenino y lo masculino van siendo transformadas. Se plantea con ello la riqueza de un abordaje antropológico en el estudio de las relaciones de género, así como la necesidad de analizar estas desde las configuraciones profesionales, especialmente las de la profesión médica. Los sentidos en torno a términos como "fuerza", "sensibilidad", "feminizarse" y "masculinizarse" son una puerta de entrada para entender cómo, en esas disputas y actualizaciones, se encuentran cambios en torno de las ideas de masculino y femenino, y de lo que deben hacer mujeres y varones.

Palabras clave: Medicina; Género; Femenino ; Masculino.

Abstract
As part of a larger study on the feminization of medicine in Mexico, the article discusses the way in which certain categories that account for the feminine and masculine are being transformed and may account for subtle level changes gender configurations in the medical profession. The usefulness of an anthropological approach is well posed in the study of gender relations and the need to analyze these from professional settings, especially in the medical profession. The senses around terms like "strength", "sensation", "feminized" and "masculinized" are a gateway to understanding how changes occur around the ideas of feminine and masculine, and what to do women and men.

Keywords: Medicine; Gender; Female; Male.


 

Introducción

Tal como fuera planteado ya de modo célebre por Joan Scott (1996) la educación y el trabajo -además de la familia- son arenas centrales de definición del orden de género. Siguiendo esta premisa, los procesos de feminización y masculinización de diferentes ocupaciones y profesiones, son escenarios privilegiados para analizar los cambios y las transformaciones de las feminidades y masculinidades, de los valores y cualidades a ellos asociados, de las disputas en torno de lo que es femenino y masculino y lo que son y deben hacer los varones y las mujeres dentro y fuera del trabajo. Dadas estas ideas, estudié el proceso de feminización de la profesión médica en la república mexicana, proceso que tiene sus singularidades pero que se enmarca en la progresiva e irreversible feminización de las profesiones sanitarias en la mayoría de los países occidentales (Ortiz, 2008).

En las principales escuelas de medicina del Distrito Federal más del 50% de los estudiantes son mujeres (ANUIES, 2009). En el ejercicio profesional, hay una clara segmentación horizontal por género, siendo las especialidades muy divergentes entre sí2 . La profesión se caracteriza también por una acentuada segmentación vertical -aunque el mayor cargo de la gestión de la salud lo ocupa en el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) una mujer, la doctora Mercedes Juan, Secretaria de Salud- lo que significa que en los cargos importantes de las instituciones académicas, científicas y gremiales, los varones siguen siendo mayoría. Por ejemplo, en la institución por excelencia de la profesión médica, la más prestigiosa y antigua -la Academia Nacional de Medicina- ellas representan poco más del 10%; a esta institución, muchas mujeres -aun las que son miembros- la denominan como "el Club de Tobi"3 .

Dada esta caracterización general, resta decir que si bien considero importante los análisis que vinculan género y profesiones en general, el caso de la profesión médica no es uno más. La medicina es un saber y un trabajo, una profesión, pero en lo relativo al género, no es una profesión más. Como saber científico, en sus orígenes, tuvo mucho que ver con la constitución del modelo de dos sexos; con la histerización y maternalización de las mujeres; la explicación de su comportamiento por el comportamiento de las hormonas y el útero; de su patologización; para el control de la sexualidad y la reproducción (Foucault, 2005; Lacqueur, 1994;  López Sánchez, 2010; Nari, 2004; Rohden, 2001). Entonces, indagar sobre lo que le sucede a la medicina en medio de un proceso de feminización supone preguntarse por procesos singulares de este saber y de esta práctica profesional pero también, y sobre todo, preguntarse por las distintas formas en que se construye el género, qué es lo específicamente femenino -si existe- por dónde pasa la diferencia entre lo femenino y lo masculino, entre lo que hacen las mujeres y lo que hacen los varones reales, concretos, singulares -médicos y médicas de guardapolvo- que transitan por hospitales, clínicas, facultades, consultorios, laboratorios, bibliotecas y academias, de una de las ciudades más grandes del mundo, en donde el aborto es legal, pero las mujeres de los Estados vecinos siguen siendo asesinadas con saña solo por ser mujeres.

Configuraciones, clasificaciones, definiciones

Las reflexiones de este artículo formaron parte de mi tesis doctoral Reconfigurando el género: experiencias de las mujeres en la medicina mexicana, cuyo trabajo de campo fue realizado durante 2011 y 2012 en la Ciudad de México. Dicho trabajo implicó diversas técnicas de recopilación de datos: estadísticas de organismos públicos, científicos, universitarios, profesionales; de archivo; bibliográficos; de entrevistas y de observación y asistencia a diversos eventos académicos y profesionales. Pero antes de empezar el campo, tuve que armar un mapa de las instituciones y actores principales de la medicina mexicana que para mí eran desconocidos. Sin embargo, lo primero que encontré y que no era desconocido en absoluto, sino completamente igual a lo que había oído en Argentina sobre el mismo asunto, era el argumento "nativo" que explicaba la feminización de la profesión. Esto es, que las mujeres estaban acostumbradas a cuidar y curar, de modo que su entrada en la medicina y su preferencia en general por las carreras vinculadas a la salud, se asentaban en los roles del género, en una extensión a lo público de sus inclinaciones "naturales": el cuidado de los otros, lo doméstico, la familia, la maternidad. Esta explicación se apoya en los datos que muestran, por ejemplo, que una de las especialidades más rotundamente feminizadas, es la pediatría4 .

Mi punto de vista como investigadora era ver las variaciones y actualizaciones de esta teoría nativa y claro, como antropóloga -entrenada en el oficio de extrañarse- desnaturalizarlas. Me parecía interesante que la explicación nativa no solo hiciera referencia a la definición más tradicional de lo femenino de las relaciones de género hegemónicas, sino que también tuviera una variante sostenida por cierto feminismo de la diferencia que pretende y reclama que la feminización de la medicina es una justa reapropiación de parte de las mujeres del ejercicio de saberes ancestrales que la medicina científica occidental les expropió (Eirenreich e English, 1981). Más allá de lo cierto de esta explicación en concreto, es interesante cómo la misma, mezclada con miradas esencialistas mucho más conservadoras (como puede ser el modelo de enfermera a lo Nightingale5 ), se convierte en explicaciones nativas de la feminización que ponen en el centro de la escena -aún sin saberlo- ciertas categorías de la reflexión feminista.

Si mi análisis de las fuentes estadísticas se hubieran limitado a comprobar la feminización como un mero fenómeno cuantitativo y me hubiera quedado con las primeras impresiones del campo -esta teoría nativa que mencioné de "lo natural" que es el hecho que las mujeres "cuiden"- la conclusión hubiera sido que en la profesión médica en México, por muchas mujeres que hubiera, casi nada había cambiado: las especialidades prestigiosas y las instituciones, en manos de los varones; las especialidades de cuidado, en manos de las mujeres. Sin embargo, en la observación de campo6 comencé a percibir una serie de cuestiones que me decían que esa presencia femenina sí cambiaba algo… ¿pero qué? Una comentarista me señaló, quizá con pesimismo, que por muchas mujeres que hubiera, las clases de Anatomía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) iban a seguir dándose de la misma manera -las diera un varón médico o una mujer médico-. Y en parte era cierto. Los cambios que yo percibía y que ahí estaban, escurridizos, eran cambios sutiles, alojados en los modos de significar y hacer el género, de definir y redefinir, lo cual no es una tarea meramente conceptual o cognitiva, sino también un hacer. Y eran cambios que se estaban dando, se están dando ahora mismo, a nivel de las configuraciones del género, de las categorías que construyen las posiciones interdependientes que conforman la red a través de la que procesamos, hacemos y reinventamos el género, lo femenino y lo masculino, sus intersecciones, sus variaciones, sus reordenamientos. Por eso, la centralidad de las definiciones. La clase de Anatomía seguramente siga igual durante mucho tiempo. El cambio pasa por otro lado.

Redefiniendo femenino y masculino

En el trabajo de campo, puntualmente en las entrevistas, se preguntó sobre las ventajas y desventajas de ser mujer/hombre en la práctica médica, qué era en dicha práctica lo femenino y lo masculino. Las respuestas a esas preguntas se convirtieron en una buena forma de acceder al modo en que se configura en cada quién lo masculino y lo femenino. Esto es, cómo se representan, ponen en acto, performan estos aspectos de la identidad individual en el trabajo médico y cómo todo esto contribuye a la reproducción y/o transformación de las configuraciones de género en la profesión.

Esta idea proviene de varios aportes: uno de los aspectos principales que el psicoanálisis ha dado a las ciencias sociales es la idea del sujeto y el psiquismo como una realidad en donde se asienta lo simbólico y en donde el género es crucial: "Quienes se han interesado por de-construir los procesos sociales y culturales del género han intentado también comprender las mediaciones psíquicas y profundizar el proceso de constitución del sujeto" (Lamas, 2000: 104). Ese psiquismo es el que autores bourdianos como Bernard Lahire (2005) conciben como el lugar de lo "social internalizado", el espacio del habitus y las disposiciones que, por ende, ameritan la creación de lo que él propone como una sociología psicológica. Si el habitus, como plantea el propio Lahire, es el pasado incorporado, lo que hay que hacer para conocerlo empíricamente es -como hace Norbert Elías con las configuraciones-, rastrearlo y especificarlo. Esto nos hace pensar en una configuración individual de lo psíquico, en donde se funda el sujeto con género.

Pero, como plantean algunos autores influidos por el psicoanálisis, ese sujeto no tiene solo un género (Buzatti y Salvo, 1998) y la identidad de género no existe, es una idea de sustancia provocada por la continuidad de actos de género (Butler, 1998). Entonces, de lo que se trata es de indagar cómo se va configurando el género. Desde mi punto de vista, la idea de configuración es un poco más estable en el tiempo que la idea de la identidad de género como un puro acto performativo, y nos permite pensar en un sujeto que se piensa a sí mismo con determinado género, que tiene cierta noción de identidad, pero que al mismo tiempo, da lugar en su configuración individual, en sus habitus, a una tensión, un equilibrio dinámico, entre aspectos masculinos y femeninos de esa noción de identidad. Por todo ello es que resulta importante analizar qué elementos de lo femenino y de lo masculino se van armando, ordenando, complementando o excluyendo, para dar como resultado, una configuración puntual, específica, que es la identidad de género del sujeto en cuestión.

Si esto sucede en la escala individual y micro, es importante decir que tal como lo concibe Elías (1996) lo social y lo individual son espacios diferenciados solo a nivel analítico, de modo que analizar las configuraciones de género a nivel de los sujetos es una manera de comenzar a indagar, rastrear, entender, lo que sucede a nivel de las configuraciones sociales -donde las configuraciones individuales emergen-.

Fuerza y sensibilidad

Si consideramos a lo masculino y a lo femenino como categorías dicotómicas que agrupan símbolos, significados, atributos, cualidades que se asocian pero que no dependen necesariamente de hombres y mujeres -por cuanto puede haber mujeres con elementos femeninos y varones con elementos femeninos-, a continuación, como una forma de indagar en las configuraciones de la feminidad y la masculinidad, daremos cuenta del modo en que dos términos, "fuerza" y "sensibilidad" son connotados por los médicos y médicas y considerados cualidades necesarias en las actividades de su práctica médica.

El término fuerza, en tanto fuerza física y poder corporal, se asocia a lo masculino7 . Cuando platicaba con la doctora Kía sobre los motivos por los cuales su especialidad -la cirugía ortopédica- tenía tanta presencia masculina, ella reflexionaba:

"... yo pienso que es la cuestión de la fuerza, porque el hecho de que tengas que usar perforadores y clavos y tornillos y el destornillador, pues sí te asocia a un carpintero, entonces ¿Cuándo has visto a una mujer carpintero? O sea, es igual ¿no? El hecho de que tengas que utilizar e involucrarte en un ámbito masculino, que es 100% masculino, porque no sé, en casa, quien pone normalmente la persiana pues es el hombre, pero el hecho de que tú digas 'yo también sé perforar y también sé hacer las cosas...'"

En otra área de la cirugía, pero en el mismo sentido, la doctora Rosa recordaba cómo sus maestros apelaban a la fuerza física de los varones para privilegiarlos en el acceso a quirófano:

"... cuando entré a hacer práctica clínica que empiezas entre tercero y cuarto año, me llamaba la atención que a las mujeres generalmente no nos llamaban para ayudar en cirugía, les hablaban a los hombres porque tenían más fuerza para separar, para sostener...".

Hasta aquí aparece la idea de la fuerza física vinculada al trabajo rudo de la cirugía. Pero como bien sabemos, para la cirugía no se necesita solo fuerza física, sino también habilidad y delicadeza. La doctora Fabiana también recordaba los dichos sobre la "fuerza" a la hora de tener que elegir una subespecialidad quirúrgica:

"Yo cuando estaba en Tabasco y les decía 'yo quiero hacer neuro', "'pero esa es una especialidad de hombres', me decían, yo decía ¿por qué? Si no voy a hacer fuerza, no es ortopedia, no? no puedes ser carpintero, cortar huesos, pero digo no necesito fuerza, necesito finura porque está la cosa eléctrica y todo eso y ahora lo sé".

Así, podemos pensar que la cuestión de la fuerza y la rudeza en la cirugía, más que vincularse a un atributo a poseer -sobre todo con tantos instrumentos que los reemplazan, como dice la doctora Fabiana- es un elemento que tiene que ver con restringir el acceso a un área marcada por el género masculino. Si en todos estos sentidos fuerza se asocia con lo rudo y por ende, con lo masculino, también encontramos la idea de fuerza en un sentido moral, de carácter, la "fortaleza", templanza, que se liga a lo femenino. Así lo decía la doctora Vicky:

Entonces, yo sí creo que la fortaleza de la mujer es de verdad superior a la del hombre, en muchos aspectos, un hombre, bueno hasta el dolor ¡son más collones que uno! ¡Totalmente! ¿Sí? Pero las cosas de impacto moral, yo lo veo, con niños de tantos problemas de retraso mental, de mal formaciones, entonces, ese es nuestro principal punto de población y la cantidad de mujeres que los esposos las dejan o no las apoyan en la atención del hijo, ellas son las fuertes ¿sí me entiendes?

Por otro lado, tenemos el término "sensibilidad", al que se alude en relación con la capacidad de emocionarse, de empatizar y ponerse en el lugar del otro (esto sobre todo), de permitirse lo "sensible" como el llanto, todos aspectos vinculados al mundo de lo femenino. En este sentido, sensibilidad es también lo opuesto a racionalidad, frialdad, objetividad. Si bien en primera instancia el término hace referencia a los sentidos, se despega de su correlato sensitivo y se convierte en algo vinculado a la esfera sentimental. Así, si el permiso de la expresión de cierta sensibilidad y de ciertas emociones han sido una característica de lo femenino, es hora de ver cómo esto es interpretado entre los médicos y médicas entrevistados, para comenzar a analizar lo que denomino una resignificación -positiva- de la sensibilidad en clave femenina, que sin embargo, no es patrimonio exclusivo de las mujeres.

Uno de los usos y sentidos de sensibilidad se vincula con la paciencia, la escucha, la sensibilidad para la comunicación con el otro. La doctora Vicky lo decía de este modo:

Entonces, sí creo que una mujer da una sensibilidad diferente, sí creo que hay una mejor capacidad de comunicación con los pacientes en términos generales, creo que las mujeres podemos aportar un poco más de paciencia. En general los hombres no tienen, el hombre es más impaciente, es más apresurado, es más de cierto tipo de iniciativas pero es así como que más desesperado, o sea, es menos paciente en términos generales; y si un paciente (sea del sexo que sea, de la edad que sea) requiere que se le explique, que se le diga[...] o a la familia o algo yo creo que las mujeres somos más tolerantes en algún momento ¿sí?

La doctora Liz me había comentado que en su consulta privada, ella comparte consultorio con dos ginecólogos varones, pero muchas veces, si bien ellos tenían más trayectoria y experiencia, ella era quien atendía a más pacientes. Cuando le pregunté por qué creía que pasaba esto, ella respondió: "Debe ser por algo que no sé si llamar empatía...".

Hasta aquí, la sensibilidad como empatía, como un sentir con el cuerpo, como atributo de las mujeres. Pero la cuestión de la empatía se plantea como un atributo vinculado al buen trato y relación entre médico y paciente, un poco tras la vieja idea sacerdotal de la medicina como compasión -que significa con el dolor del otro- (Jaspers, 1988). Con la idea de sensibilidad como empatía comenzamos a ver el modo en que un mismo atributo no es exclusivo de mujeres o varones. Mientras que para la doctora Sisí las mujeres somos más empáticas y los varones más prácticos, la doctora Mecha plantea que la empatía es algo intrínseco al trabajo médico, sea este realizado por un hombre o una mujer.

En otros relatos, como en la anécdota de la doctora Lía sobre cómo conoció a su esposo Eduardo, vemos cómo la sensibilidad, aunque connotada quizá en femenino, no es exclusiva de las mujeres:

Yo con mi pareja, con Eduardo, lo conocí en el internado, y bueno, quiero contarte la anécdota porque precisamente él marcó la diferencia. Yo pasa[ba] y en quirófanos, las puertas parecen las de las cocinas: hay como una ventanita y puedes ver. Entonces, yo pasaba y yo juro, por Dios, que este doctor estaba manoseando las piernas a una paciente que acaba de parir. Fue lo primero que vi y me dio mucho coraje (rabia). Después, cuando entramos, porque como estudiante tienes derecho a entrar pero estar nada más de lejitos y viendo. Yo recuerdo que este doctor, porque él era interno y nosotros estudiantes, cuando terminó el parto, y le hizo la "episio", la limpió, le dijo "¿tienes calambre?" y ella le dijo "que sí" y le empezó a dar masaje en las piernas. Fue cuando dije "a ver, espérame" entonces, lo que yo vi no era manoseo, era otra cosa ¡sí, por supuesto! ¿No? y efectivamente, le daba pequeños masajitos, obviamente hasta ahí dije "ah bueno" (Porque la paciente se veía jovencita y estaba bonita ¿no?) Pero, así fuera la señora con obesidad, así fuera la mujer de cuarenta y tantos, así [...] a todas les decía "a ver, estira tus piernas, vamos a darte masajito" Y les daba estos pequeños masajes [...] entonces yo dije '¡wow! O sea, qué padre!' porque aparte les preguntaba, eso fue muy respetuoso, muy dulce.

De algún modo, aquí la sensibilidad se vincula con el ponerse en el lugar del otro, pero sobre todo con la solidaridad y la calidez, lo que la doctora Lía califica como "dulce". Muy similar a lo que indica la Doctora Lola luego de explicarme que la medicina que ella practica vincula lo holístico, con la homeopatía, la militancia feminista y la formación en perspectiva de género, lo que la llevó a "... 10 años en un manejo de una praxis médica muy intensa, muy intensa, de una empatía y de una transferencia...". Cuando le pregunto qué son esa "empatía" y esa "transferencia", ella me contesta que hace referencia a una "querencia", una "solidaridad para con lo que les pasa a las mujeres", sus pacientes, que ella vincula con el feminismo. Es decir, no con una sensibilidad femenina o dada por su experiencia como mujer -o como madre-, sino algo dado por su ideología y activismo.

Otro de los comentarios, esta vez de la doctora Sandra, relativizan la cuestión de la "mayor sensibilidad" como atributo exclusivo de las mujeres. Ella me habló de su esposo pintor como un hombre de gran sensibilidad, que incluso por eso debió dejar la medicina y dedicarse por completo al arte:

No sé, hay muchos hombres también muy sensibles. Yo siento, no estoy bien segura, a lo mejor más cariñositas, se expresan más, yo no sé si es que sean más sensibles. A ver, porque el hombre a veces le cuesta un poco de trabajo demostrar su sensibilidad ¿no? Tiene que ser el que no llora o el que no sé, pero ¿de que no sienta? Ahí es donde yo tengo mis dudas, la mujer se desembolsa más de eso y no le importa sacar las lágrimas y abrazar a un paciente con las lágrimas en los ojos, a lo mejor el doctor no lo haría, el doctor cuida su apariencia en ese aspecto y sí apapacha y eso, pero sin inmutarse mucho, pero luego por dentro se está destrozando.

Uno de los médicos entrevistados, el doctor Carlos, me explicó que él eligió medicina como carrera por algo que describía como "sensibilidad social", algo que tiene que ver con las personas y no con el género, señaló, ya que él es muy crítico de ideas como las de la empatía de mujer a mujer:

... me parece que es falso, sí absolutamente. Son muy pocas las que realmente yo he visto profundamente identificadas, eso es un asunto que utilizan para tener a lo mejor tener más éxito a nivel privado, pero eso no quiere decir que desde lo profundo de su ser se sientan con una identificación y con ganas de apoyar a esa mujer. Y tan falso es que yo te invito a que les preguntes ¿Cuántas cesáreas hacen? Y tienen un porcentaje altísimo de cesáreas, y eso no tiene otra explicación más que misoginia, que un discurso machista, que un discurso de abuso del poder del médico.

Otro de los médicos varones, el doctor Diego, quien escribió artículos sobre la violencia obstétrica y se muestra muy interesado en el tema, opina igual:

Yo creo que puede ser un mito de que son más sensibles ¿eh? Puede ser un mito y yo creo que se la creen, pero si yo, quien lo puede decir es el usuario, el paciente, pregúntale a los pacientes.

Lo que me parece interesante es que estas dos últimas opiniones comienzan a mostrar no la cuestión de que la sensibilidad no sea atributo de las médicos o los médicos en exclusivo, sino cómo el dispositivo de saber y práctica, la institución médica hospitalaria, son las que no hacen posible la sensibilidad, las que des-sensibilizan. En ambos relatos, el "mito de la sensibilidad" de las mujeres doctoras se confronta con la experiencia de los pacientes y con las prácticas médicas -aquí en especial con las césareas8 -.

Este recorrido por los términos de "fuerza" y "sensibilidad", dos términos fuertemente marcados por el género, me han permitido comenzar a mostrar cómo, lo masculino y femenino de esas marcas, en algunos casos, se desprende de la experiencia concreta de varones y mujeres. Es más, estas experiencias concretas nos muestran resignificaciones de los términos y por ende, de los valores de género asociados a ellos. Si el género es un hacer, ese hacer puede entonces ser... ¿Subvertido? Judith Butler (2007) dirá que sí. Mi intención es mostrar a continuación que ese hacer diverso9 puede estar significando cambios, sutiles pero persistentes, de las configuraciones de género, hasta ahora, dicotómicas y rígidas.

Feminizarse - masculinizarse

Las teorías queer y performativas del género pretenden dar cuenta de las identidades de género que no encajan en la norma heteronormativa; es decir, las experiencias que no encajan en lo recto (straight, cuyo opuesto en inglés es queer), que sería un varón o una mujer heterosexual10 . Pero la idea performativa del género, también se vincula con los casos que dieron origen a la reflexión sobre el género, que son los de la indefinición sexual en términos biológicos -hermafroditas o intersex-, uno de cuyos estudios -ya clásico- fue el escrito de Michel Foucault sobre Herculine Babin11 . Lo que me interesa resaltar aquí es cómo una parte de los orígenes de los estudios de género se vinculan con la experiencia fallida de cirujanos y psiquiatras en las intervenciones de adjudicación de sexo en personas intersex12 . Es decir, cómo desde el origen, medicina, género y diferencia sexual están relacionados.

Es por ello que me parece interesante para abrir esta última reflexión, retomar las palabras de una de las mujeres que entrevisté, la doctora Suza, genetista, quien dedicó parte de su labor de investigación al estudio de la diferenciación sexual, en Escocia, donde su maestra:

... lo que hacía era agarrar dos embrioncitos de ratón, fusionarlos y ver qué obtenía. Entonces, los volvía a meter en una madre que sirviera de útero y el producto nacía y lo íbamos estudiando, los íbamos estudiando a lo largo del camino ¿no? Entonces podían nacer casi siempre ratoncitos masculinos 'normal[es]', unos testículos muy pequeñitos y con una vida fértil corta, a veces eran verdaderos hermafroditas que tenían ovario y testículo cuando mezclaba XX y XY y a veces, el sexo no estaba bien determinado, eran femeninas pero no era claro. Y entonces de aquí surgieron una cantidad de preguntas muy interesantes, porque si el individuo es XX y XY porque es fenotípicamente femenino ¿Cómo pensará ese ratoncito, qué clase de actitud tiene ante la orientación sexual?

Si un individuo nace con ambigüedad sexual, en un mundo de categorías excluyentes y dicotómicas -masculino y femenino-, la ciencia interviene y, por medio de una cirugía, recompone, ordena, clasifica. Sin embargo, cierta ambigüedad persiste: es el género. Y el género también encuentra marcos que inhiben o potencian los elementos masculinos o femeninos.

Si hasta aquí hemos comenzado a percibir -insinuado, emergente- lo mudable de lo femenino y lo masculino desde el punto de vista de los actores -contra la rigidez de una supuesta clase de anatomía-; y si esta cuestión que puede ser analizada desde la mirada que concibe al género como performativo, es importante ver qué se considera "femenino" y qué "feminizarse" y qué se considera "masculino" y qué "masculinizarse".

Lo femenino

La doctora Vicky, también genetista, recupera la idea de la ambigüedad sexual, pero pone su acento en una idea ya clásica del orden de género, que es el de la complementariedad:

... pero si está demostrado que el "Y" tiene sus efectos y los "XX" tiene sus efectos a nivel cerebral diferente y yo creo que es parte de lo que las mujeres aportamos a la medicina. Hay, por eso le repito, no es tanto a nivel de conocimientos, porque yo creo que la capacidad puede ser la misma, pero sí es como decir hombres y mujeres biológicamente somos iguales y no lo somos ¿sí? Nos necesitamos ambos, el mundo no podría vivir solo con un género ¿sí? Ni masculino ni femenino, eso está total y absolutamente demostrado biológicamente. Ni siquiera con su complemento genético, que sus 46 cromosomas vengan solamente de un solo individuo, no: tienen que venir 23 de un padre y 23 del otro progenitor ¿sí? Entonces, yo creo un poco así es en la vida, en la vida en general, no hay uno superior al otro, yo creo que lo que somos son complementarios [...] Porque todos tenemos de los dos sexos pero es un poco más de uno o del otro ¿no?

La doctora Paquita, una fina mujer cercana a los setenta años, de suaves modos, maquillada, voz queda y sonrisa amable, muy atenta a los detalles, me decía que en comparación de sus compañeras del Politécnico13 a finales de la década de los sesentas, con las que eran sus alumnas en la actualidad en la misma institución, "las chicas de antes eran más femeninas" y las de ahora, no: "antes, en su arreglo, eran muy femeninas y ahorita las veo, van vestidas de quién sabe qué". Ser femenina es entonces cuidar el aspecto, ir vestida de mujer, que, atenta a la apariencia de la doctora, podría ser ir de tacones, maquillada, perfumada, de manera sobria y elegante. En el mismo sentido de lo femenino vinculado el arreglo personal, Rocío, la hija de la doctora Beatriz, después de calificar la energía de su madre como "masculina", agregó:

... mi mamá en su arreglo era mucho [...] ella decía que si se salía sin aretes sentía que salía desnuda ¿no? y siempre tenía que combinar la mascadita14 con no sé qué y no sé qué tanto. Claro, que luego a mí me daba risa porque encima se ponían la bata [guardapolvo] [...] pero eso yo no creo que quite la feminidad. Claro, que las uñas siempre cortas, porque pues tampoco se podían dejar la uña larga ni nada, pero, mi mamá guisaba delicioso, mi mamá era una cocinera nata, guisaba muy muy rico, y era muy detallista para muchas cosas. Tú haz de cuenta, comentabas en algún momento la primera vez que la conocías, que te gustaban las dalias ¿no? y la siguiente vez que ibas a la casa, te ofrecía un café, te ofrecía un café que tenía dalias, o sea sí, cosas así que decías 'no puede ser'.

El arreglo personal, la atención a los detalles y lo buena que era guisando, como una forma de remarcar por un lado, las labores domésticas como parte de lo femenino, y por otro, como forma de contrarrestar las uñas cortas y la bata como elementos de la profesión que tapan, cubren o neutralizan la feminidad.

Estas visiones están ancladas en los estereotipos de sentido común sobre qué es lo femenino. Otra visión, más reflexiva, es la que encontramos en la doctora Lola, quien evalúa un aspecto positivo de lo femenino -que ella, tras sus lecturas de la psicoanalista Jean Shinoda y su paso por el activismo no duda en asimilar con feminista- y otro negativo. Sobre esa dimensión negativa dice:

... incluso te puedo decir que un alto porcentaje de ginecólogos que entraron a la práctica ginecológica queriéndolo hacer de muy buena fe y que en el trayecto se van encontrando con la dimensión femenina -esa dimensión femenina, de la parte fea, de la manipulación, de manejo de muchos trucos, de mucha manera de enfermar para llamar la atención, para estar posicionada en un lugar- esa falta de poder, esa falta de decisión y esa falta de libertad de decir lo que realmente, que no puede decir la mujer lo que tiene, lo que le falta, lo que necesita. Eso, en su trayecto de su práctica médica, acaba aborreciendo a las mujeres.

En esta misma línea de intentar captar cierto repudio a lo femenino de parte de la medicina como saber y como práctica, la doctora Sushi, quien hizo la maestría en estudios de la mujer de la UAM-Xochimilco, dice:

... siempre hay una tendencia muy fuerte a medicalizar los cuerpos de las mujeres. Y más que medicalizarlos, a patologizarlos, pero así [...] Entonces, por ponerte un ejemplo, bueno, no solo a patologizarlos, sino a [...] tenerles como cierto repudio, como cierto asco. Te voy a decir por qué lo creo. Cualquier especialista que ve a una mujer pide interconsulta al ginecólogo para hacer un tacto. Digo, eso lo aprendes en los primeros años de la carrera, o sea, todos deberían poder hacer un tacto [...] Pues el resto de las especialidades, y los médicos generales parecen no tener una idea del área de las mujeres ¿me explico? en la residencia por ejemplo todo el mundo te pedía interconsulta, y tú les decías (entre residentes) "para qué quiere interconsulta" "es que [...] tiene un flujo ahí muy feo, entonces para que le hagan un tacto". Te lo digo con ese tono despreciativo porque ¡Así lo hacían! ¿No? a la fecha. Y entre ginecólogos, entonces, hay sesgo de género en el resto de las especialidades y en la medicina en general: por supuesto que sí. En la atención a usuarias y en la propia formación médica, hay un sesgo de género impresiónate, claro. Como mujer, te toca…

Estos elementos negativos de lo femenino, son descritos por estas doctoras como parte de una reflexión más amplia que busca comprender el sexismo y la misoginia con los que deben lidiar en su práctica cotidiana en la medicina. La misma Doctora Sushi, llevando al extremo lo que planteábamos más arriba sobre la forma en que masculino y femenino comienzan a vincularse mucho más lábilmente con las experiencias de varones y mujeres, decía:

... tú sabes que, tú sabes muy bien que lo personal es político, el cuerpo de mujer no garantiza pensamiento de mujer. Y yo diría que ni el pensamiento de mujer garantiza una realidad diferente, no, no, no.

Lo femenino entonces por un lado, vinculado a la apariencia, al aspecto, a veces como metáfora o emergencia de la delicadeza, otras veces como un disfraz necesario. Y por otro lado, el aspecto negativo de lo femenino, opuesto a una mirada que busca deconstruirlo desde el feminismo.

Si bien hice mención a la idea de lo femenino y el arreglo de la imagen, me parece interesante subrayar que, salvo un caso, todas las médicas que entrevisté, en sus diferentes estilos corporales -con esto me refiero a la contextura física más el carácter, la pose, el embodiment de una personalidad- eran sin duda, cada una a su modo, femeninas. ¿Qué quiero decir con esto? Las había más elegantes, sobrias o barrocas, más informales, más cándidas o decididas, más cuidadosas en sus modales o voz, y más atrevidas. Modernas, tradicionales, atractivas o del montón, con el peinado y el maquillaje impecable, o no tanto. Las mujeres, en el último siglo, han avanzado hasta lugares antes insospechados y eso deja huella en las diversas feminidades que encarnan en las diversas experiencias, que son, cada una, actualizaciones específicas de una idea que, en su multiplicidad, nos habla de los cambios.

Lo masculino

Si lo femenino se configura por oposición a lo masculino, con todo lo dicho hasta aquí se pueden interpretar ciertas ideas de lo que es lo masculino. Haciendo hincapié sobre lo performativo del género, me interesa resaltar lo que para muchas de mis entrevistadas es, más que lo masculino, el "masculinizarse".

A una de las primeras a quienes oí hacer referencia a este "masculinizarse", fue a la doctora Olga y por eso le pedí que me lo explicara:

Por ejemplo: si eres bonita dejas de arreglarte ¿no? para no sentir el acoso y además tomas las actitudes que toman los varones, desde el regaño, la seriedad ¿no? Hay otro grupo que lo hace al revés ¿no? se sigue conservando su parte de ser femenina y su parte de su propia personalidad, digámoslo así, no es tanto de que todas las mujeres sean iguales, sino su cuestión de identidad, no la acaban perdiendo pero es muy complicado.

Según ese mismo relato, las mujeres que no se masculinizan y que logran ser buenas profesionales, sin ser el tipo femenino tradicional y sin caer en ningún estereotipo, son "mujeres excepcionales" o "mujerones":

... son personalidades muy atrayentes porque logran estar tranquilas, no sentirse tan presionados, no tragarse toda la presión, encuentran [...] no están en competencia siempre, tienen una [...] un algo de seguridad porque al final la carrera lo que te hace es dependiente de lo que te vaya a decir tu superior, casi casi...

En las palabras de la doctora Olga "masculinizarse" es algo negativo, donde lo que se adquiere de los varones es la seriedad y el regaño, mientras que lo positivo es ser un "mujerón". Así se refería a una doctora que creía excepcional, endocrinóloga ya jubilada del Hospital Infantil de México:

... es un mujerón, es un mujerón en el sentido de que es muy inteligente, muy buena maestra, muy buena médica; organizó la primera clínica de obesidad infantil ¿no? la clínica de diabetes, está casada, siempre está muy contenta, disfrutaba mucho la vida, disfrutaba mucho de su arreglo personal, se reía, era irónica sin maltratar a la gente ¿no? Entonces dices bueno, sí se puede.

Así, si una mujer puede volverse un "mujerón" sin masculinizarse, también está la idea de que hay mujeres que no son mujeres, aunque tengan cuerpo de mujer: son "hombres disfrazados" o mujeres masculinizadas, donde lo masculino no solo remite a la fuerza, sino también a la misoginia y al poder del opresor. Así lo refería la doctora Lola cuando opinaba sobre la feminización de la medicina: "... el hecho de que sean más mujeres no garantiza, y eso lo hemos visto un mil de veces ¿no? Acabo de ver ayer la película "La Dama de Hierro"15 y me queda clarísimo que era un hombre, un hombre vestido de faldita, de bolsita".

Siguiendo una idea similar, se expresaba el doctor Carlos para quien, en su especialidad -la ginecología- "ocurre un fenómeno muy extraño":

... las mujeres que se dedican, la inmensa mayoría de las mujeres que se dedican a la especialidad, a esta especialidad, no todas, pero la inmensa mayoría se masculiniza en su comportamiento. Es muy, es muy impresionante, es muy impactante ver esa práctica, una cosa al respecto de eso, porque es muy impresionante ver como una mujer maltrata a otra mujer estando en la consulta médica, en la exploración y en todas estas prácticas que implica el ejercicio de la ginecoobstetricia. Cuando, por razones normales, naturales y que a mí se me harían perfectamente lógicas, una solidaridad de género implicaría la defensa de esas, de esa mujer y no la agresión sobre ella. Bueno pues, he encontrado colegas mujeres que regañan a las mujeres, que las maltratan en trabajo de parto, que les hacen exploraciones casi (no diría yo intencionalmente) pero muy poco cuidadosas de tal forma que les condiciona dolor, en fin. Una serie de actitudes que son profundamente misóginas y que están fundadas estructuralmente en el ejercicio de la especialidad y en la invención de la especialidad, en términos que es una especialidad básicamente manejada e inventada por los varones.

Claramente aquí la idea de "masculinizar" el comportamiento implica volverse misógino/a y maltratar a las mujeres. Pero hay también una idea positiva del "masculinizarse", una idea que no sugiere que esto signifique volverse misógino. Es lo que planteaba la doctora Sushi, entablando un diálogo imaginario con ciertas ideas escuchadas una y otra vez en su vida profesional:

Eres una mala inversión educativa ¿por qué van enseñarte a ti, si vas a terminar dedicándote a tus hijitos, y teniendo una vida light? ¿No? si eres doctora, pero de cervicovaginitis X ¿no? o sea, simples. Entonces, hay dos opciones (creo yo son las más frecuentes). Una, o te esfuerzas más y demuestras… y te masculinizas y demuestras que eres una buena inversión a futuro y que eres tan capaz como ellos o recurres a la cara de damisela en problemas ¿no? de "¡ay! Sí, doctor" y el pestañeo y estas cosas, dejar entrever la posibilidad de un ligue, de qué se yo. Creo que son las dos opciones.

"Masculinizarse" aquí refiere a estar a la altura de los desafíos y puede interpretarse también casi como una estrategia de supervivencia, en donde la otra opción al alcance sería la del estereotipo femenino de "la damisela en problemas". La valoración de lo masculino pasa por la valentía, el enfrentarse a situaciones adversas y vencerlas, donde ser "hombre" es tener el valor -aunque seas una mujer- y ser "nena", es no atreverse, ser temeroso/a, tal como lo expresan las palabras de la doctora Kía que por un lado, contienen todas las connotaciones despectivas del género impregnadas y naturalizadas en el lenguaje; y al mismo tiempo, por la frescura y el tono en que fueron dichas, pone en palabras la idea de cómo, el género de cada uno, se performa, se separa de la anatomía y refiere al cuerpo, que es simbólico y cultural, donde el género es un decir y un hacer:

Muchas veces me dijeron que por qué escogí ortopedia, por qué no escogí oftalmología o dermatología, y mi respuesta fue 'porque no soy nena' y entonces, finalmente eso como que empecé a entender que a los hombres no [...] o sea el trabajar y competir contra ellos les generaba mucho estrés, que más bien, pobrecitos de ellos, porque están estresados porque ellos no pueden hacer tantas cosas como tú, porque a la primera que les metían un castigo como a mí: ¡bueno! estaban como trapo y yo, a mí, no me pasaba nada.

Por último y entre las dos posturas -la de "masculinizarse" como negativo y la de "masculinizarse" como positivo-, quisiera concluir este apartado con las palabras de la hija y sobrina de las doctoras Anzures16 , ya que lo que ella expresa retoma la idea de la configuración subjetiva donde masculino y femenino conviven y donde quizá, la identidad de género en su inestabilidad lo que busque sea, de acuerdo al contexto específico -el área del trabajo, la situación de un país, etcétera- encontrar un justo medio entre masculino y femenino:

Evidentemente que tiene que haber una energía masculina en el sentido de hacer, de decisión, de perseverancia, de muchas cosas que se le [...] cómo se le dice [...] se le atribuyen más al hombre ¿no? que es más de acción y menos sentimental y emocional, entonces en ese sentido sí. Una energía física que dices "que horror" ¿no? ahora sí que se echa a cualquier hombre, en ese sentido sí, pero en cuanto a su lado femenino, compasivo, y todo ¡no, hombre! ¡qué te puedo decir! Era el equilibrio perfecto.

Vemos con todo esto cómo, sobre los dos estereotipos -masculino-femenino-, hay resignificaciones, o más bien, emergencias de lo masculino y lo femenino que no son ni tan dicotómicas ni tan excluyentes; más que ancladas en la biología, sujetas al hacer y en el hacer, el recrear :"el género siempre es un hacer", afirma Judith Butler: "si el género es algo en que uno se convierte -pero que uno nunca puede ser-, entonces el género en sí es una especie de transformación o actividad, y ese género no debe entenderse como un sustantivo, una cosa sustancial o una marca cultural estática, sino más bien como algún tipo de acción constante y repetida" (Butler, 2007:.226). Creo importante matizar esta idea: no estamos planteando una identidad sustantiva -ni natural, o biológica o genital- pero sí que estas emergencias de lo masculino y lo femenino se dan al nivel del género como construcción simbólica, lo que no implica negar la existencia, a nivel del sujeto psíquico, de una identidad del "yo con género", o mejor, de una estructuración psíquica de la identidad sexual (Lamas, 1999). Así, lo perfomativo se da en sujetos que se conciben como mujeres y se permiten "masculinizarse" y/o en sujetos que se conciben como varones y se permiten "feminizarse".

¿Puede ser esta una de las consecuencias de la entrada de mujeres en una profesión tradicionalmente masculina? Aquí solo caben las conjeturas: se trata de los cambios en las configuraciones de género sociales que influyen en la profesión17 ; o, se trata de cambios más específicos de ciertas lógicas o procesos de la profesión -donde la feminización podría ser uno de ellos- que horadan los modelos dicotómicos más tradicionales, aunque se sigan buscando las explicaciones de la diferencia, sino en lo anatómico, sí en términos de biología molecular y de genética. Lo cierto es que emergen otras formas de lo femenino y lo masculino, más mestizas y menos rígidas, que quizá, en el ámbito puntual de la medicina, nos hablen de nuevas feminidades y masculinidades en la configuración de género profesional.

Quisiera ahora retomar las palabras de la doctora Suza con las que abrimos este apartado, dichas en un simposio de homenaje a las médicas científicas por el día de la mujer (8 de marzo de 2012). Después de contar las investigaciones con los ratones (a las que me he referido) y haciendo un balance del estado de la cuestión en su área de estudios -la genética de la diferenciación sexual-, en tono evocativo, la doctora dijo: "La genética sigue avanzando. En un futuro, nos permitirá saber si solo hay dos sexos o no, cuáles son las similitudes y diferencias [...] que creo, es lo que se discute, en otros términos, en este simposio". "En otros términos", también habrá que seguir discutiendo sobre las diferencias y similitudes. "Finalmente, logramos aprender cuáles son las diferencias biológicas fundamentales entre los sexos, pero todavía hay mucho por saber...". De eso se trata.

A modo de conclusión

Al proponerme estudiar el fenómeno de la feminización de ciertas profesiones -y en especial, de la medicina- lo que rondaba era un interrogante sobre la relación entre las profesiones y el género y a nivel más global, una gran pregunta sobre cómo se construye el género y cómo lo específicamente femenino, si es que tal cosa existe. Pues bien, llegados a este punto, puedo plantear que eso "específicamente femenino", pensado como un núcleo duro de la feminidad, es in-esencial, varía socio-históricamente y lo que lo construye y lo hace "ser" es una configuración social del género, compuesta por múltiples figuraciones de género -donde podríamos incluir las profesionales, y entre ellas, las de la medicina-. Si hay algo "biológico", es interpretado y solo es asequible por medio del lenguaje y de la cultura, por tanto, está mediado y solo es posible como emergente de una configuración. Por lo tanto, para entender lo específico del género, es necesario comprender lo específico de las configuraciones sociales en las que surge. En el caso que estudié, la configuración de género de la profesión médica en México.

Y hacer operativas, observables y asequibles esas configuraciones fue posible a partir de comprender la importancia de las definiciones en torno de lo femenino y lo masculino, reconociendo que dichas definiciones se encarnan en cuerpos, gestos y prácticas. Para ello, fue fundamental la perspectiva antropológica. Considero que la antropología es una disciplina que permite estudiar la especificidad -en este caso, una configuración profesional contextualmente situada- y al mismo tiempo, el modo en que las dimensiones que componen una configuración, sus categorías, sus definiciones, sus haceres, sus posiciones, son actualizadas, reactualizadas, performadas, transformadas microscópicamente, constantemente, por los actores sociales. La antropología social y especialmente, la etnografía, con su vocación y su mirada interpretativa basada en el diálogo entre las categorías -nativas y analíticas- se convirtieron en el mejor instrumento, desde mi punto de vista, para abordar la producción y reproducción de las configuraciones sociales -sobre todo, las del género-.

En relación con los debates feministas, considero que los análisis que ponen el acento en las definiciones y redefiniciones de lo femenino y lo masculino, en sus mezclas y combinaciones, contribuyen a pensar y hacer visibles las experiencias que vuelven menos rígido, jerárquico y binario, el género.

Notas

1.  Una versión de este artículo fue presentado en el Seminario Permanente del Centro de Antropología Social (CAS) del IDES. Agradezco la atenta lectura y los comentarios que en esa ocasión hiciera la Dra. Ana Domínguez Mon.

2. A modo de ejemplo, en la ortopedia y traumatología y la urología, más del 90% de los profesionales son varones, mientras que en ellas son más del 80% en dermatología y en pediatría más del 60% (Pozzio, 2013).

3.  En referencia a la historieta la Pequeña Lulú, El Club de Tobi era el lugar donde estaba prohibida la entrada de las niñas.

4.  El Consejo Mexicano de Certificación en Pediatría estaba compuesto, en 2011, por un 63% de mujeres; de los ingresantes de residencias médicas ese mismo año, las especialidades que las mujeres eligieron más fueron Pediatría, Geriatría, Medicina Familiar, Oftalmología, Medicina del Trabajo y Gineco-obstetricia (Fuente CIFRHS, en Pozzio, 2013).

5.  Florence Nightingale, británica, aristócrata, que huía del "ocio victoriano" y se convirtió en el modelo de las enfermeras modernas, modelo de sumisión al médico varón, según plantean (Eirenreich e English, 1981): "Florence Nightingale y sus discípulas directas marcaron la nueva profesión con los prejuicios de su propia clase. La enseñanza insistía más en el carácter que en la habilidad profesional. El producto acabado, la 'enfermera Nightengale', era simplemente la Mujer Ideal trasplantada del hogar al hospital y libre de obligaciones reproductoras. Esta mujer ofrecía al médico la obediencia absoluta, virtud de una buena esposa, y al paciente la altruista devoción de una madre, mientras ejercía sobre el personal subalterno del hospital la gentil pero firme disciplina de un ama de casa acostumbrada a dirigir la servidumbre" (Eirenreich e English, 1981: 34).

6.  Las observaciones de campo fueron realizadas en clases de grado y seminarios de investigación de la Facultad de Medicina de la UNAM; homenajes a médicas y científicas; desayunos académicos de una asociación de médicas mujeres; pasillos y salas de espera de Institutos Nacionales de Salud, Hospitales Públicos y del Seguro Social y Clínicas Privadas, donde las médicas entrevistadas ejercían.

7.  Aquí hago referencia a la masculinidad dominante o hegemónica, más parecida a la idea de "virilidad", que a otras identidades o formas de ser masculinas, emergentes o menos tradicionales, que no necesariamente consideran la "fuerza física" como un valor. Para el estudio de las masculinidades, un referente es el trabajo de Robert Connell (2003).

8.  El abuso de la práctica de la césarea ha sido muy criticado por las organizaciones de mujeres y muchas feministas levantan como bandera el "volver a parir en casa". Sin embargo, ver a la cesárea únicamente como una práctica de poder sobre las mujeres víctimas, es una mirada unilateral que precisa ser analizada con más detenimiento -lo cual no significa no señalar el aumento de las cesáreas como un preocupante problema de salud pública-.

9.  A diferencia de lo que plantea Butler, considero que la inestabilidad del género se asienta sobre una noción de identidad a nivel del psiquismo y lo simbólico, que vuelve diferente ese hacer, si se trata de alguien que se considera mujer y "hace" de hombre o de alguien que se considera hombre y hace de "mujer". La constitución del sujeto como tal, contempla una idea de "yo con género" -autoimagen de la persona, según Lamas (1999)-, lo cual introduce un matiz en la idea puramente performativa de la autora de El género en disputa.

10.  Lo recto es lo heterosexual, monógamo y en general, todo lo relativo a la sexualidad socialmente aceptada, mientras que lo queer busca dar cuenta de las identidades y prácticas sexuales periféricas, que resisten y transgreden lo tradicional. Como teoría surge a finales de los años 1980 como parte de los nuevos estudios sobre la sexualidad y de los movimientos de derechos de los colectivos gay-lésbicos. El texto de Judith Butler El género en disputa (2007) se convirtió en un libro emblema para este movimiento, por su aporte sobre la inestabilidad del género (Fonseca Hernandez y Quintero Soto, 2009).

11.  Herculine Barbin llamada "Alexina B.", obra de Michel Foucault que trabaja sobre los diarios personales de este hermafrodita del siglo XVIII francés.

12.  "Para comprender todo el alcance teórico del concepto de género hay que retroceder, no obstante, hasta los años 1950. John Money, especialista en el estudio de 'defectos' genitales congénitos y sus colegas del Johns Hopkins Medical Center de Baltimore, Eestados Unidos, fueron quienes comenzaron a investigar los problemas de identidad y orientación sexuales, la transexualidad y el tratamiento de niños/as hermafroditas y desarrollaron una teoría del tratamiento psicomédico de los intersexos que da prioridad al condicionamiento sociocultural de la identidad de género por encima del sexo biológico" (Stolcke, 2004).

13.  "Politécnico" o simplemente "Poli" hace referencia al Instituto Politécnico Nacional, institución de educación superior de gran prestigio, fundado en 1936 por Lázaro Cárdenas. El "Poli" tiene dos escuelas de medicina, y una de ellas, es la segunda en importancia después de la licenciatura de la Facultad de Medicina de la UNAM.

14.  "Mascadita" es el maquillaje de los ojos, y hace referencia al color del sombreado de los párpados.

15.  TheIron, L., (2011). Película sobre la vida de la exprimera ministra británica Margaret Tatcher, protagonizada por Meryl Street y dirigida por Phyllida Lloyd.

16.  Las doctoras son María Elena Anzures, graduada en 1953, primer/a cirujano/a en realizar una esofagoplastía en México, miembro de la Academia Nacional de Medicina, y su hermana, Beatriz, pediatra del Hospital General de México y docente de la UNAM, ambas fallecidas en 2008.

17.  "La identidad genérica, por poner un ejemplo simple, se manifiesta en el rechazo de un niñito a que le pongan un vestido o en la manera con que las criaturas se ubican en las sillitas rosas o azules de un jardín de infantes. Esta identidad es históricamente construida de acuerdo con lo que la cultura considera 'femenino' o 'masculino'; evidentemente estos criterios se han ido transformando. Hace 30 años pocos hombres se hubieran atrevido a usar un suéter rosa por las connotaciones femeninas de ese color; hoy eso ha cambiado,al menos en ciertos sectores" (Lamas, 1999: 19).

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