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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2017

 

RESEÑAS

Mafalda: historia social y política
Cosse, Isabella (2014)
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 313 pp.

 

Alejandra Josiowicz

En el marco de una serie de trabajos relativamente recientes que, desde diversos ángulos disciplinares (sea desde la historial social y cultural, la sociología de la cultura o los estudios culturales) han venido investigando las transformaciones de las relaciones familiares, de los roles de género y de las concepciones sobre la infancia y la juventud en las décadas de 1960 y 1970, se sitúa Mafalda: historia social y política de Isabella Cosse, quien ya era una autora reconocida en este campo de estudios. El texto realiza un abordaje original de Mafalda, una de las manifestaciones culturales más icónicas y paradigmáticas de los años sesenta y setenta en Argentina, en sus distintos soportes materiales y discursivos -desde su aparición en publicaciones periódicas, diarios y revistas, y ediciones en formato libro en Argentina, hasta su edición, publicación y circulación en Europa y América Latina, pasando por su adaptación a filme animado, su producción en forma de juguete y, más tarde, la colocación de su estatua-, buscando dar cuenta de la complejidad de su aparato significante y de los modos por los cuales ha venido interpelando durante décadas al público lector.

El libro se posiciona en la tradición de estudios de la historia social que conciben a la cultura no solo como un modo por el cual son representados avatares del contexto sociopolítico, sino además como una instancia -contradictoria, tensionada y con múltiples mediaciones- que interviene activa y productivamente en la creación de sentidos sociales, los que varían de acuerdo a los distintos públicos a los que atraen. Por otro lado, se propone contribuir con las investigaciones sobre la clase media como una construcción histórico-cultural contingente, para brindar complejidad a cualquier visión maniquea.

Pero además, uno de los aportes más relevantes del libro es la articulación dinámica de concepciones familiares, generacionales y de género con lo político e ideológico como dimensiones de lo social. Así, la obra revela cómo Mafalda hizo de lo cotidiano, doméstico y barrial un escenario marcado por sentidos de orden histórico. Es justamente en el análisis de cómo la historieta sobre una niña intelectual encarnó tensiones y contradicciones, ideas sobre la infancia y la juventud, la paternidad y la maternidad centrales a la identidad de la clase media, y del modo en cómo intervino en los debates en una sociedad en pleno proceso de modernización económica y sociocultural, que está el punto más fuerte del libro. El texto no solo contextualiza la producción y circulación de Mafalda y su relación con el clima sociopolítico de las décadas de 1960 y 1970, sino que además rastrea los debates, críticas y apropiaciones que despertó, dada la polarización y radicalización política de la época, y el modo en que continuó interpelando a públicos socialmente variados a través de su circulación a nivel nacional y transnacional en distintas coyunturas sociales y políticas: bajo el terrorismo de Estado, en el retorno a la democracia y ante el ascenso del neoliberalismo a escala internacional.

Como mencioné, el núcleo del libro apunta al modo en que la tira dialogó con las transformaciones en los modelos familiares: con el surgimiento de confrontaciones entre padres e hijos, con los nuevos modos de entender la condición femenina y la figura paterna y ante la nueva centralidad que adquirieron los niños. Mafalda, niña y mujer intelectual, aparece como catalizadora de una serie de tensiones generacionales y de género, dado que rompe con la docilidad tradicionalmente asociada a la figura femenina y acompaña las redefiniciones de la infancia que tuvieron lugar en los años sesenta y setenta. Pero el énfasis no recae tanto en Mafalda como niña -lo infantil queda asociado sobretodo al sentimiento de ternura que se confronta con la madurez intelectual del personaje-, sino, en mayor medida, en el rol decisivo que ocupó la juventud como actor social, político y cultural, y en la reestructuración de los roles de género.

La historieta hizo viable una crítica al ideal de mujer doméstica, maternal -con lo que dio cuenta del conflicto entre madres e hijas ante la emergencia de la imagen de mujer modernizada, universitaria e independiente- y puso en escena la actualización de la figura paterna, que se distancia de la violencia física y adquiere mayor compromiso y proximidad afectiva. Pero además de los cambios en los roles familiares, Mafalda revela las frustraciones, ansiedades y limitaciones de las clases medias ante la imposibilidad de acceder a los aspirados niveles de consumo y ascenso social. A través de estas múltiples perspectivas, la historieta aparece en toda su polisemia, es decir, no como transmisora de un sentido unívoco, sino de un humor abierto, una reflexión irónica y sarcástica, que interpela al lector como aquel que puede asignarle sentidos diversos. En sus páginas, Cosse lee tanto referencias a la coyuntura sociopolítica argentina como a los dilemas de la clase media intelectual, progresista y tercermundista que supera los límites de lo nacional.

Por otro lado, el libro señala la relación entre el mercado y el campo cultural para dar cuenta de los discursos y las prácticas ligadas a la clase media en dichas décadas. Se trata de un punto fundamental que, en lo relativo a la relación con la industria cultural, puede abrir nuevas preguntas a ser desarrolladas: ¿Cuál fue el papel de la industria cultural y de unos medios de comunicación cada vez más modernizados -ligados a distintos tipos de productores culturales, escritores, intelectuales, músicos y humoristas- para entender las dinámicas sociales, ideológicas y políticas de la época? ¿A partir de qué operaciones los medios de comunicación de masas reabsorbieron una cultura que se pensó como crítica, e incluso revolucionaria, en su origen?

Mafalda: historia social y política está dividido en una introducción, cinco capítulos y una conclusión. El capítulo uno reconstruye históricamente el proceso de producción y circulación de la tira durante los primeros cinco años de su publicación. Mafalda aparece como puesta en escena de las ambigüedades, tensiones y contradicciones de la clase media frente a la debilidad del régimen democrático, el proceso de modernización social, la emergencia del autoritarismo y los movimientos de contestación cultural. A lo largo de la historia de la tira, la incorporación de los distintos personajes y espacios son analizadas como portadores de sentidos sociales específicos: Manolito, parodia del mundo empresarial y constituye una actualización del estereotipo anacrónico del inmigrante; Susanita, figura de la niña maternal, resistente a la redefinición de las relaciones familiares; Guille, escenificación de la confrontación con las nuevas generaciones y Libertad, vocera de las consignas feministas y de la emergencia de las mujeres universitarias e intelectuales. Mafalda, por su lado, vehiculiza la posición tercermundista de la clase media progresista e intelectual y pone en escena el nuevo lugar de las mujeres en la militancia y la política. Los espacios del barrio y de la escuela, insertos en la urbe masiva y moderna, ofrecen la posibilidad de narrar el universo autocontenido de las clases medias, sin por eso dejar de dar cuenta de sus limitaciones. De este modo, Mafalda escenifica una visión coral de dicha clase, que articula lo político y lo cultural, y corroe la imagen de una sociedad integrada e igualitaria, señalando los límites del progresismo y la hipocresía dada por la persistencia del racismo y las resistencias ante lo popular. Además, la historieta se erige en bastión antidictatorial, señalando la contradicción entre los principios democráticos y las reglas del juego político en la Argentina de la época.

El segundo capítulo abarca el período entre 1968 y 1976 cuando, dada la radicalización política, la represión y la violencia imperantes en la sociedad argentina, la historieta fue disputada por actores con distintas inscripciones político-ideológicas. Cosse entrelaza de modo agudo las coordenadas políticas con las visiones en conflicto de la vida familiar, los nuevos paradigmas de crianza y la contestación cultural emprendida por las nuevas generaciones. Por otro lado, repone las críticas formuladas a Mafalda en la época por su limitado alcance revolucionario y su moderado compromiso político. El capítulo argumenta que la historieta transmitía una imagen heterogénea de la clase media atravesada por oposiciones culturales e ideológicas en la cual las diferencias apuntaban a un horizonte de reconciliación. Esto le sirve para explicar luego que, ante una realidad altamente polarizada y escindida, Quino haya optado por discontinuarla en 1973.

El capítulo 3 investiga la trayectoria transnacional de la tira, favorecida por el establecimiento de redes informales y pequeños emprendimientos que ayudaron a expandir el alcance de determinadas producciones culturales, así como por la creciente valorización de los países periféricos y la impugnación de las políticas de Europa y los Estados Unidos. Esta historieta, dado su origen latinoamericano, se tornó un ícono de las proyecciones utópicas de los círculos progresistas e intelectuales del público europeo, proceso que fue impulsado aún más por los exilios latinoamericanos. El capítulo rastrea la edición, lectura y circulación de Mafalda en Italia, España y México, a lo que contribuyó el carácter global de los dilemas y conflictos de las clases medias -la clave generacional, la conexión entre lo cotidiano y lo político- y las múltiples apropiaciones por parte del público latinoamericano y europeo.

El cuarto capítulo analiza cómo, en el marco del terrorismo de Estado, la instalación del régimen militar y la posterior restauración democrática, Mafalda quedó envuelta en el horror dictatorial y comprometida con la defensa de la democracia. A pesar de no haber sido censurada en la Argentina, la tira se erigió en un emblema antiautoritario signado por el humor, en el que subsistían marcas estéticas y políticas de los años sesenta y setenta, y en donde se cifraban experiencias personales y colectivas de varias generaciones.

Con el retorno de la democracia, recibió una consagración inédita, dada su identificación con los jóvenes contestatarios de 1960, con la defensa de los principios democráticos y de los derechos humanos. En ese sentido, funcionó como instrumento para exorcizar el pasado dictatorial y elaborar las fracturas de la sociedad argentina, símbolo de un renovado compromiso político y de un ideario utópico en lo social.

El capítulo cinco analiza la circulación de Mafalda entre fines de 1980 y 2010 como instancia de la creación social y cultural de un mito que encarnó elementos significativos para la identidad y las condiciones materiales de la clase media en diferentes países. La tira se erigió en referente del legado de cambio radical y resistencia que caracterizaba a la generación de 1968, de tal modo que anudaba lo personal e íntimo con lo político y colectivo. Mafalda ayudó a revivir, en clave nostálgica, una sensibilidad derrotada por los discursos pragmáticos e individualistas y por los planes del capitalismo avanzado. En este contexto, se convirtió en embajadora de Cuba, situada en el campo del socialismo y fue un símbolo de una clase media fracturada por las crisis económicas y las divisiones irreconciliables.

La conclusión enfatiza el hecho de que Mafalda partió de materiales sociales novedosos, propios de una coyuntura histórica determinada, a través de los cuales hizo visible la experiencia sociocultural de la clase media, dio cuenta de la heterogeneidad, las contradicciones y conflictos ideológicos y culturales al interior de dicha clase y enlazó la coyuntura argentina con la transnacional, mediante el recurso de un horizonte democrático más abarcador. También puso en escena dilemas sociales, generacionales y de género propios de las sociedades occidentales de las décadas de 1960 y 1970 -la modernización, la emergencia de la juventud, del feminismo y del tercermundismo- con reverberaciones en el período posterior, por lo que continuó interpelando a amplios sectores sociopolíticos.

Mafalda: historia social y política realiza una contribución significativa al análisis de formas y representaciones del campo cultural que, por estar íntimamente conectadas e insertas en la sociedad, interrogan de modo particularmente intenso a públicos amplios, y que son al mismo tiempo capaces de cifrar experiencias significativas y de erigirse en símbolos de una época.

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