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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.23 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2017

 

PRESENTACIÓN

María Rosa Oliver: Trayectos de una escritora descentrada1

 

Paula Bertúa
CONICET/ IIEGE-UBA

Inspirado, por caso, en esa pieza teatral de Salvadora Medina Onrubia que por la década del 30 definía a una cierta vanguardia femenina en crecimiento, el título del presente dossier señala una de las claves para pensar los recorridos vitales e intelectuales de la escritora María Rosa Oliver (1898-1977) y su singular colocación en el campo literario y cultural argentino del siglo XX. Pensar como un movimiento descentrado su trayectoria en el ámbito de las letras, la política y la sociabilidad de su tiempo expresa la intención de subrayar en sus derroteros lo que se advierte como una cierta inadecuación más que la voluntad de situarse en los márgenes; insinúa una táctica de desvío antes que su renuncia a actuar sobre (y no solo desde) ese lugar central que tanto su posición de clase privilegiada como su pertenencia a una elite literaria cómodamente le aseguraron. "María Rosa Oliver, una niña de nuestra aristocracia que está obsesionada por el problema obrero y desea ardientemente conocer la Rusia de los soviets" reza la bajada de una entrevista que le hiciera el periodista J.M. Espigares Moreno para La Novela  Semanal.  Y ese título cifra precozmente, en la biografía de Oliver, una tensión, aparente desajuste, rumbo excéntrico que marcaría muchas de sus experiencias en los diversos espacios en los que participó y en las causas de distinto signo con las que se comprometió. Este conjunto de ensayos críticos se propone, pues, visibilizar una historia intelectual y de vida que, tan singular como controvertida, ha sido escasamente valorada por los estudios literarios y culturales. Pretende asimismo analizar la productividad de sus prácticas e indagar acerca de las polémicas en torno a su figura. Este campo de preocupaciones abarca distintas facetas de su producción literaria y de sus intervenciones públicas: la literatura de viajes y autobiográfica, la labor editorial y de traducción, la formación de redes intelectuales, su compromiso político y la militancia, tanto comunista como feminista.

A modo de obertura, el artículo de Margarita Pierini, "María Rosa Oliver: Mundo (de letras), su casa", nos introduce en un panorama de la actuación profesional de esta escritora, puntuando diversos espacios del mundo literario en los que se insertó y actuó. Así, Pierini recorre, por ejemplo, una serie de hitos en la experiencia de Oliver como lectora, al tiempo que recuerda sus tareas como editora en la revista Sur, donde intervino como consejera, organizadora de números especiales y quien recomendaba temas, artículos y traducciones para su publicación. De igual forma, las figuras de traductora y mediadora cultural, que el artículo pone de relieve, permiten recomponer la trama de relaciones entre sus afectos, simpatías, lecturas y convicciones. En cuanto a la imagen de Oliver escritora -y en base al análisis de un corpus textual amplio que abarca tanto la obra editada como diversos textos inéditos-  el artículo explora esa tensión que su apuesta literaria insinúa entre lo útil y lo placentero, entre lo destinado a servir a alguna causa y lo que está volcado exclusivamente sobre los propios sentimientos, lo más personal o íntimo. En suma, se rastrea la "presencia invisible" de María Rosa Oliver en múltiples espacios de la cultura argentina, donde hizo oír, con distintas entonaciones, su palabra.

En su tan citado artículo sobre las identidades femeninas en la literatura latinoamericana, Silvia Molloy argumenta que los gestos de muchas autobiógrafas del siglo XX fueron revisionistas a la vez que novedosos ya que, para ejercer una voz propia, las escritoras que deseaban narrar su vida debieron partir de tradiciones literarias afianzadas, leer a contrapelo y rearticular de manera crítica las representaciones existentes de y sobre la mujer.2 Esta doble operación recorre los tres tomos que componen las memorias de María Rosa Oliver, Mundo mi casa (1965), La vida cotidiana (1969) y Mi fe es el hombre (1981), textos que jalonan los recorridos medulares de la historia política y social argentina, desde las primeras décadas de la centuria hasta avanzada la segunda posguerra, en articulación con el tramado de una biografía intelectual.  Porque en su obra memorialística, la escritora afrontó los problemas que plantea la autofiguración femenina y, consciente de las restricciones culturales que condicionaban la representación de su género y su clase, ensayó diversas estrategias de inscripción de la diferencia, resistiendo algunos estereotipos precisos y construyéndose, en el propio acto performativo de la escritura, como sujeto de su obra. En esta línea de análisis se inscribe el artículo de María Rosa Lojo "María Rosa Oliver (1898-1977) y Victoria Ocampo (1890-1979): Dos maneras de narrar el Yo", donde compara afinidades y contrastes en el ejercicio autoconstructor de la subjetividad que ambas escritoras emprenden. Las dos escribieron textos memorialísticos autobiográficos, que comparten diversos ejes temáticos: la historia nacional y la historia familiar, la vida intelectual, los viajes, las celebridades que ambas conocieron, el cuerpo y la femineidad. Pero la autoconstrucción del yo, dice Lojo, sigue carriles distintos. Desde el centro de la escena y el centro del mundo, Victoria Ocampo habla de sí misma y de los demás, de su pasión y de las pasiones. En un ángulo oblicuo, casi detrás de bambalinas, el "yo", discretamente elusivo de María Rosa Oliver, se desdobla en una mirada de identificación empática con los afectados por todo tipo de minusvalías, y en un gesto de distancia crítica hacia su propio entorno de privilegio social.

Como sabemos, en el siglo XX, el siglo político por excelencia, muchos intelectuales interpelados por los acontecimientos que sucedían en el mundo se vieron conminados a comprometerse, intervenir con sus juicios y opiniones en la esfera pública y a adscribir a diversos idearios políticos. En los años 30, e inspirada por el escritor norteamericano Waldo Frank, quien fue su mentor político y literario, Oliver se acerca al espacio intelectual del comunismo argentino. En "Rosita, la roja. María Rosa Oliver y el mundo comunista de posguerra" Adriana Petra examina de qué modo el itinerario político de Oliver, tan típico como excéntrico, ofrece una buena ventana para analizar las formas de compromiso intelectual con el comunismo y  la reconstrucción de una trama de relaciones, espacios de sociabilidad y prácticas político-culturales relacionadas con el mundo y la cultura comunista, en el período que se extiende entre 1945 y mediados de la década del 60. Para la investigadora, el Movimiento por la Paz encontró en Oliver una figura pública beneficiosa, ya que era una intelectual burguesa que, desertando de sus compromisos de clase, ofrecía su prestigio y capital al servicio de una causa universal y humanitaria, y también era una organizadora cultural que disponía de sus contactos y relaciones para la conformación de iniciativas frentistas a nivel continental. En diálogo con el trabajo de Petra, Álvaro Fernández Bravo en "María Rosa Oliver en las redes comunistas del siglo" amplía el abordaje de la participación política de la escritora en diversos tipos de agrupaciones, alianzas y coaliciones culturales que, aunque contingentes, tuvieron predicamento en las configuraciones de la identidad colectiva argentina y latinoamericana. La propuesta analítica de Fernández Bravo, que ancla teóricamente en las nociones de "región", "nación", "comunidad" y "pueblo", toma como significante central el término "comunista", entendido como un agente político imprescindible para analizar el escenario en el cual actuó María Rosa Oliver, especialmente en el período que abarca su tercer libro de memorias, Mi fe es el hombre, coincidente con tres guerras y el comienzo de la Guerra Fría.

La contribución que cierra el dossier, "María Rosa Oliver y la utopía" de José Amícola, explora la especial coyuntura político-espiritual del escenario internacional que le tocó vivir a Oliver desde comienzos de la década del 40 y en virtud de la cual, como tantos otros izquierdistas de mediados de siglo, ella devino una utopista. Para Amícola, los escritos autobiográficos de Oliver son uno de los aportes más interesantes de esa mujer que fue capaz de transformarse en un "agente" de cambio social" en tanto sus testimonios le permitieron analizar lo que sucedía en el mundo y entender el papel que su época le había asignado. Así, considera que los relatos de esos años no son simples memorias circunstanciales de alguien que observaba, a resguardo, los acontecimientos, sino que Oliver volcó allí datos de lo que vivió en persona, avalados por una reflexión constante sobre el rol que, como intelectual, le cabía en su responsabilidad del "estar ahí" y colaborar con los hechos. Pero, como bien expresa Susan Buck- Morss, así como los mundos políticos, culturales y económicos de la modernidad fueron manifestaciones de deseos utópicos que trascendían las formas existentes, a medida que fue avanzando el siglo XX, esos mundos se tornaron peligrosos y sus estructuras de poder se volvieron contra los sectores para los que se deseó una sociedad más equitativa.3 De este modo, las reflexiones finales de Amícola sobre el compromiso de María Rosa Oliver con la utopía por un mundo mejor no dejan de estar teñidas por una melancolía ante el evidente fracaso del experimento del socialismo en el mundo occidental.

Notas

1. Este dossier reúne algunas de las ponencias presentadas en las Jornadas "María Rosa Oliver: trayectos de una escritora descentrada", co-organizadas  por el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de Género (FFyL,UBA), el Instituto de Desarrollo Humano (UNGS) y el Departamento de Ciencias Sociales (UNQ) y realizadas el 1 de agosto de 2014 en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes.

2. Silvia Molloy (2006). "Identidades textuales femeninas: estrategias de autofiguración", Mora, revista del Instituto Interdisciplinario de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, nro. 12, diciembre.

3. Susan Buck-Morss (2004). Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el oeste, Madrid, A. Machado Libros, p.14.

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