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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.23 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2017

 

RESEÑAS

Ética tortillera. Ensayos en torno al êthos y la lengua de las amantes
Cano, Virginia, (2015).
Buenos Aires: Madreselva, 125 pp.

 

Catalina Trebisacce

 

Ética Tortillera es una obra conformada por tres secciones  de cinco ensayos cada una. Crece con la autora, la filósofa, la lesbiana y la feminista. Los escritos allí reunidos se componen de fragmentos de un discurso amatorio que es biográfico, político y teórico.

Partir de la propia experiencia es para Virginia Cano la condición necesaria para la elaboración de una ética lesbiana que rehúya de los mandatos por lo idéntico de ciertas diferencias que perdieron ya (y por ello) su carácter de disidentes. Las marcas propias de amores, de rabias, de temores, de tristezas y de encuentros aparecen como el camino para la apuesta de un êthos amatorio que reivindica su condición de inacabado y de abierto a la reinvención. Virginia construye la valía de su Ética a partir de proclamarla experiencial, provisoria y precaria.

Y este gesto es un gesto político sostenido desde la convicción de que los-mundos-otros se construyen comenzando con y por nuestros cuerpos irreverentes, nuestros deseos inapropiados y nuestras grafías insurrectas. La autora toma en sus manos la tarea de ensayar una programática de acción incierta, pero escrita en tiempo presente y desde las mariposas y los dolores que se agitan en sus entrañas y en su pluma.

La condición situada de su grafía y de su ética es simultáneamente una apuesta epistémica y teórica. El único conocimiento que puede ser declarado objetivo, decía Donna Haraway, es, irónicamente, el conocimiento que se sabe parcial y que da cuenta de los artificios de su construcción. Es el único, por otra parte, que habiendo evadido las tentaciones de la ficción del todopoderoso conocimiento objetivo neutral y universal, puede hacerse responsable de sí mismo ante los demás. Virginia expone en sus ensayos los procesos de producción que la academia esconde bajo la alfombra de la imparcialidad.

Ética Tortillera, este texto biográfico, político y teórico que fluye en el discurrir de sus páginas, se sirve de la metáfora y de la literalidad de la lengua; de la metáfora y de la literalidad del exilio para para narrarnos su historia. La historia de un transitar desde la incomodidad de los recintos esterilizados y estériles del saber científico hacia el encuentro amoroso, productivo y deseante con la comunidad tortillera.

En la sección iniciática titulada "Encrucijadas teórico-lesbo-gráficas" la autora devela el dispositivo de producción de la maquinaria académica; la ferocidad de su operatoria de disección, jerarquización y forclusión, operatoria que es política científica de múltiples destierros. Ante ello, Virginia reflexiona:

¿Cómo no ser una lesbiana-mujer-feminista en el espacio de la academia? ¿Cómo no decirlo? ¿Cómo no decirme? ¿Cómo no hablar desde -y por- la inteligibilidad y viabilidad de dicho posicionamiento? ¿Cómo no pensar que este es un punto de tráfico fértil que no debemos abandonar en las manos de la pretendida "objetividad teórica" que le hace el juego a las tecnologías del saber y a la producción de subjetividades? ¿Cómo no hacer frente a la heteronormatividad, a la misoginia y a las ansias de "asepsia teórica" en el espacio en el que se negocian algunos de los claro-oscuros por los que transitan nuestros modos de vivir, de amar, de desear? ¿Cómo no reconocer que en la academia se juega la violencia de la luz y la silenciosa oscuridad? (p. 32).

Entonces, la propuesta, la apuesta, la práctica, la política, la vida de Virginia: tomar la academia por asalto. Devenir caballo de Troya y agrietar el edificio impávido del saber proclamándose lesbiana. Una y otra vez lesbiana. En las aulas, en los textos, en los pasillos de la facultad. Lesbiana, una y otra vez, lesbiana, como pedía Macky Corbalán, por todas las veces que quisieron condenarnos al exilio.

Y se trata de hablar de la lesbiandad en las aulas y en los pasillos, pero también de inundar los workshops, congresos y jornadas académicas con fluidos y lenguas lesbianas. La segunda sección de la Ética, titulada "Torteando la producción del saber (académico)" está compuesta de dos ponencias proclives de incomodar al SIGEVA, porque tienen por objeto "devenir escritura la sexualidad lesbiana", hacer de ella ocasión de una reflexión teórica y filosófica. Allí la autora juega con registros escriturales diversos: por momentos elige la erudición de la tradición filosófica y en otras ocasiones prefiere el fango y el éxtasis de la estética porno. Pero, en cualquier caso, siempre opta por el camino precario de la construcción de una ars erotica del deseo lesbiano, siempre inacabado, mutante, contradictorio, antes que la verdad develada, clara y distinta de una scientia sexualis de la sexualidad lesbiana.

La ars erotica no se construye en los fríos laboratorios de solitaria especulación teórica, sino a partir del encuentro con otras amantes en epístolas amorosas, en camas revueltas, en besos colectivos, en tetas de desnudez desobediente. Antes de esos encuentros con otras amantes no hay nada. No hay verdad que pueda anticiparse. Dice Virginia, evocando a Vidarte:

Antes de nosotras no hay nada. Es esa comunidad, la comunidad de las amantes insurrectas, la que nos constituye. Nosotras nos hacemos lesbianas en la comunidad tortillera, en la pertenencia a un colectivo que nos da un lugar para poblar de sentido el desierto. De allí que si tuviera que responder (una vez más) a la pregunta por la verdad del sexo lesbiano o la verdad lesbiana, simplemente respondería: no lo sé. Más aún parafraseando a Derrida, el secreto de nuestra práctica amorosa es que no hay secreto. En todo caso hay encuentro, celebración, ejercicios amatorios comunitarios, y cuerpos que se hacen y deshacen itinerantemente. Como el sexo. Como el texto. (p. 58).

Y en este camino migrante del texto, en este arrimarnos más y más a la comunidad torta, abrazarnos en el exilio, fundar otros mundos, la tercera y última sección es ya producción de y para la comunidad lesbiana. Se titula "Ficciones de una teoría lesbiana" y en ella la autora explora los pliegues de la lengua tortillera; esa lengua que nos nombra, que nos hace visibles en nuestras múltiples existencias. "Torta se dice de muchas maneras", escribe la autora mentando la sentencia aristotélica y explica que con "lesbiana" las lesbianas entre lesbianas casi no decimos nada. Que ese modo de designación nos queda corto, es miope, no nos ve, no nos nombra. Nuestra lengua tiene muchos más colores, texturas, olores, y más nombres. Habla de la chonga, de la femme, de la andrógina, del bombero, de la doctorta, de la vegana, de la torta trans, de la futbolista, de la electricista, de la pinky femme fatale y así, al infinito. Dice la autora:

Nuestras taxonomías constituyen algunos de los enclaves de nuestra lengua, con ella construimos nuestro mundo. Las categorías que pueblan nuestra torti-lengua son parte de las tecnologías que producen nuestros cuerpos, deseos y sensibilidades. Así las clasificaciones con las que nos diferenciamos modalizan nuestro ojo lesbiano, es decir, nuestro modo de ver y habitar este mundo. En ese sentido, son posibilitadoras de experiencias, expresiones, deseos y matices. Hacen a la posibilidad de narrarnos, nombrarnos y también fantasearnos (p. 97).

Fantasearnos, desearnos, decirnos, nombrarnos, es el final del recorrido de la Ética Tortillera, que termina con un breve texto de lenguas titubeantes. Lenguas madres, muertas, abandonadas, en la fuga hacia las tierras de las lenguas lesbianas, también titubeantes pero vivas, vibrantes, húmedas, extensas.

Escribe Virginia Cano, a instantes de cerrar su libro: "quiero mi lengua lesbiana en la entre-pierna que ella ha inventado para mí. Y la quiero larga. Y la quiero puño y la quiero gesto. La deseo texto", (p. 119).

Ética Tortillera, este libro de fragmentos amatorios que es también biografía precaria, política incierta y teoría situada, es la historia de un transitar que hace del destierro una fuga, y de la fuga una comunidad de amantes.

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