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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.25 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2019

 

RESEÑAS

Sandra Mc Gee Deutsch, Cruzar fronteras, reclamar una nación. Historia de las mujeres judías argentinas, 1880-1955, de Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 459 pp.

 

Wanda Wechsler

 

A fines del siglo XIX la afluencia de inmigrantes al territorio argentino fue masiva, abarcando una multiplicidad considerable de grupos de distintas procedencias. Uno de ellos, conformado por mujeres judías, y por lo tanto doblemente marginal, iba a construir una de las comunidades más grandes del país.

Cruzar fronteras, reclamar una nación demuestra, sin embargo que estas mujeres no siempre fueron marginales: ¿cómo participaron en los sueños de pluralismo y movilidad social?, ¿en qué medida atravesaron fronteras culturales, políticas, de género y de clase?, ¿fueron insiders u outsiders?, ¿de qué manera influyó el transnacionalismo en sus actividades?, ¿qué medios usaron para reclamar espacios en la nación e involucrarse en los proyectos nacionales? Aún más, adjudicarles tal protagonismo dentro del escenario finisecular, ¿implicaría una revisión de la historia argentina?

La doctora en Historia y especialista en género Sandra McGee Deutsch nos acerca a la historia de las mujeres inmigrantes a partir de una exhaustiva investigación que pone el foco en las mujeres judías de la región. Más específicamente, nos propone abordar la forma en que las mujeres judías argentinas crearon identidades, forjaron relaciones, trabajaron en su casa y fuera de ella, ayudaron a construir grupos laborales, políticos y comunales. El libro focaliza, de este modo, en las vidas de estas mujeres, evitando establecer comparaciones de sus experiencias con las de los hombres. Es, en definitiva, una historia de las mujeres dentro del contexto de las relaciones de género de las comunidades judías argentinas y de la sociedad en general, que cruza la historia de las fronteras y el transnacionalismo. La autora observa cómo las mujeres judías reaccionaron a los límites de las fronteras, los desafiaron y los cruzaron, y atravesaron los sentidos, al evitar fortalecerlos y reproducirlos, a partir de la creación de identidades híbridas. Este enfoque pone de relieve las construcciones populares de nacionalismo y democracia, el carácter cambiante del liberalismo y la jerarquía racial, entre otros temas. Muestra así que las mujeres judías fueron al mismo tiempo incluidas y excluidas, extranjeras y difusoras de la cultura nacional, insiders y outsiders.

A través de las experiencias y los pensamientos de las mujeres, McGee Deutsch realiza un análisis de índole cualitativa que, por un lado, apela a la estadística y por otro recorre una multiplicidad de casos y perspectivas tomadas de fuentes. En efecto, son las numerosas voces presentes en relatos, testimonios orales, escritos autobiográficos y entrevistas realizadas por la autora las que permiten al lector introducirse en el mundo de las mujeres judías en el período 1880- 1955. Por último, también recurre a obras literarias para salvaguardar lo que denomina como límites y dilemas presentes en el uso de la historia oral.

El libro está estructurado en ocho partes que responden a ejes temáticos más que cronológicos. El primer capítulo reseña las experiencias rurales de las mujeres judías desplegando las diversas estrategias laborales y el rol desempeñado en la construcción de la identidad de los judíos argentinos. Se describe la construcción de identidades híbridas que combinaron lo extranjero con lo local en la cocina, la lengua, las celebraciones, los trabajos y las costumbres. Al exhibir las dificultades del arribo a una tierra nueva, el capítulo destaca la diversidad de tácticas llevadas a cabo por las mujeres, quienes asumieron nuevos roles, estudiaron, ingresaron a la vida profesional y fortalecieron los lazos comunitarios. Desde el ámbito rural y en las fronteras de la sociedad argentina, las mujeres judías aportaron a la  formación del Estado. Confiaron en el futuro argentino, instalándose y favoreciendo la construcción de una comunidad argentina, sintiéndose parte de ella. Mediante su participación en la nación, lograron vincularse con líderes políticos, obtener subsidios, reconocimiento oficial y cargos a través de contactos políticos. Vinculadas a la educación, la salud, el comercio o lo doméstico, generaron un capital social que promovió la democracia y en algunos casos la justicia social. De esta forma contribuyeron a dar nueva forma al liberalismo al transformarlo en un proyecto más igualitario y pluralista que el que habían pensado sus fundadores. Sin embargo también este capítulo nos advierte que al reivindicar su condición de blancas, algunas mujeres judías rurales excluyeron a los "otros" en este proyecto. Como conclusión, la mayoría de las mujeres echó raíces profundas en el suelo argentino y fueron incluidas. Sin embargo, en otros aspectos fueron excluidas: no pudieron adquirir tierras o ser líderes de sus comunidades y algunas quedaron presas de la privación económica y educativa.

El segundo capítulo aborda las experiencias de las mujeres que vivían en el mundo urbano, especialmente en Buenos Aires, un territorio más hostil que el rural, donde se desarrollaron diversas labores y crearon identidades híbridas. En la vida urbana, sin embargo, las judías tuvieron roles menos prominentes: eran aceptadas pero la tolerancia podía depender de que no se manifestara el judaísmo. Debieron perfeccionar sus habilidades, buscaron alternativas educativas, reclamaron espacios en las asociaciones judías y procuraron el cambio político. Los testimonios relevados advierten que el ascenso económico y social fue producto de un trabajo arduo, de esfuerzo y extensas horas laborales dentro y fuera del hogar. Las mujeres, establecidas en diversos barrios de la ciudad, sortearon barreras comunitarias y de género obteniendo títulos, absorbiendo la cultura argentina o asistiendo a espacios de tendencia izquierdista. Se observa, por tanto, su intencionalidad de atravesar los muros domésticos, aunque ello conllevara a la inseguridad y el conflicto. Por esta razón las mujeres fortalecieron las fronteras comunitarias: ayudaron a la integración, socializaron con los paisanos, celebraron la reproducción en comunidad, mantuvieron costumbres y fueron activas en la educación. Así, este capítulo exhibe las dos caras presentes en las experiencias de las mujeres: el éxito y la tristeza, el ascenso social y el dolor del desarraigo, el esfuerzo laboral y el deseo de perseverar.

En su conjunto, estas dos primeras secciones, fotografías de territorios diferenciados, permiten observar a través de múltiples relatos las experiencias de las mujeres haciendo hincapié en las alternativas y los recorridos que llevaron adelante para ser insiders, pertenecer a este Estado en formación. Dos cuestiones son innovadoras en el relato de McGee Deutsch: por un lado, la constatación de una repetición: la imagen del hombre judío emprendedor, que a pesar de haber llegado a la Argentina desposeído logró establecerse y crecer, vuelve a aparecer en las mujeres judías. Por otro lado, el análisis deja entrever que hasta 1930 las mujeres no fueron objeto del antisemitismo en Argentina.

El tercer capítulo analiza la vida laboral de las mujeres judías argentinas, al observar los factores que influyeron en sus posibilidades y percepciones de sus respectivas trayectorias. El seguimiento de educadoras, profesionales de la salud y artistas constituye el eje de esta sección que nos acerca a los diversos derroteros de aquellas mujeres judías en Argentina. Algunas profesionales enfrentaron vallas que no pudieron superar: la posición familiar, las nociones anticuadas de género, la ausencia de recursos, entre otras. Sin embargo, las mujeres estudiadas lograron transformar esas barreras en ventajas: se afianzaron en la medicina infantil de la mujer, en la educación judía, en la experimentación y la creatividad. En este proceso fue clave el uso de las habilidades fronterizas y la importación de técnicas e información de otros países, como el apoyo de mentores, familiares y patrocinadores. No solo aportaron en el campo del arte, la educación y la medicina, sino que redefinieron sus contenidos y formas. No olvidaron sus raíces de inmigrantes de clase trabajadora y lograron potenciar los conocimientos que trajeron, cruzando las ideas y las prácticas a un nivel transnacional. Sus conocimientos fueron profundizados y reconocidos en el ámbito nacional e internacional, y sus aportes en la profesión incluyeron luchas por la justicia social, la libertad y la diversidad. Así se posicionaron como profesionales, luchadoras y vanguardistas, y construyeron un sentido de nacionalidad más inclusivo que el modelo dominante.

El capítulo cuatro ofrece un novedoso punto de vista sobre una problemática que podríamos denominar como "un lugar común", la trata de blancas, al indagar por qué las imágenes de las prostitutas borraron las de otras mujeres judías. El interés reposa en conocer un poco más sobre quienes vendían sus cuerpos, y no sobre los proxenetas, las reglamentaciones o el comercio sexual. Estas mujeres desafiaron la marginación y lucharon por alcanzar dignidad, ascenso social e independencia. A través de fuentes diversas, la autora muestra un complejo acercamiento al tema, a veces difuso y con pocas certezas sobre la obligación o elección de las mujeres, o el porcentaje de judías entre las prostitutas en general, entre otros aspectos. La recopilación de testimonios parece afirmar que las mujeres asquenazíes[1] nunca fueron mayoría entre las prostitutas argentinas. La mayoría de ellas no eran novatas y ya habían ingresado a la profesión en Europa. Pocas parecen haber sido esclavas y muchas fueron empujadas por la pobreza. Los datos permitieron a la autora reconstruir un mundo complejo con vidas de mujeres difíciles de dilucidar. Lo que sí puede afirmarse es que quienes estaban en esta profesión cruzaron muchas fronteras: las de los países, las delictivas, las de una sociedad respetable y las de la vida privada y profesional. En el cierre, el capítulo presenta una realidad ambigua: si bien fueron marginadas, estigmatizadas  y reprimidas, también alcanzaron un grado de inclusión sorprendente, llegando algunas pocas a ser acaudaladas insiders en la Zwi Migdal[2] y a controlar mujeres que trabajaban en burdeles. Algunas, a su vez, marginalizaban a otras trabajadoras sexuales nacidas en el país, de piel oscura y más pobres.

El quinto capítulo muestra aspectos vinculados con el cortejo, el matrimonio y la sexualidad en el contexto de la formación del Estado. Apunta al rol de las instituciones judías, como la Ezras Noschim[3], principalmente en la supervisión de la sexualidad de las mujeres que pertenecían a la clase baja. En un intento por cuestionar la moralidad, buscaban mantener las fronteras y garantizar la reproducción de un grupo minoritario vigilando a las mujeres y sus elecciones. Este capítulo, además, se propone comprender su vida íntima, las formas en que experimentaban las relaciones sexuales, el noviazgo y el matrimonio. Los testimonios de aquellos años expresan una protección asfixiante en el espacio privado y un aislamiento que sometía a las mujeres a un código similar al que aplicaban otros argentinos o más estricto aún. Sin embargo, el sexo fuera del matrimonio, los hijos extramatrimoniales, la disolución de uniones consensuales y la búsqueda de parejas de otras procedencias constituyeron verdades mecanismo a partir de los cuales las mujeres judías desafiaron los muros construidos por los judíos. Ellas también pusieron a prueba las libertades de una sociedad liberal: al elegir sus propios caminos, vincularon sus destinos a la nación democrática liberal, como por ejemplo eligiendo a sus propios cónyuges. Muchas vivieron en los márgenes, otras lucharon contra las presiones comunitarias y familiares y cruzaron fronteras en sus vidas íntimas. Otras, en cambio, no desafiaron los límites prescriptos ni llevaron acciones rebeldes contra las normas de género.

El capítulo seis profundiza en el análisis de las mujeres judías involucradas con la política nacional, incluyendo anarquistas, socialistas, comunistas y militantes gremiales. Aporta a una comprensión de las tendencias izquierdistas existentes a través de determinados individuos y momentos particulares. Las experiencias traídas desde el extranjero y la insatisfacción producto de las condiciones que las rodeaban hicieron que las mujeres asquenazíes lucharan por ser incluidas e incluir a otros oprimidos. Su activismo y reclamos por derechos y justicia social hicieron que integren los principales movimientos de izquierda, desafiando el control de los hombres, buscando la emancipación del género y asociando la opresión femenina con la maternidad. Las mujeres militantes de este capítulo atravesaron las fronteras en muchos sentidos: se unieron a grupos donde participaban personas de otros orígenes, levantaron muros étnicos fomentando el uso del ídish, se animaron a dar discursos públicos, hacer escritos, manifestaciones, huelgas y sufrieron arrestos policiales. Así desafiaron la pasividad, la domesticidad y el miedo. Levantaron causas transnacionales, como la Guerra Civil Española y también participaron de la formación del Estado nacional, creando capital social y reclamando un país más democrático a través de la construcción de valores izquierdistas que desafiaban los proyectos hegemónicos, como la lucha de clases y la inclusión de las mujeres y los pobres.

El capítulo siete aborda la inclusión de algunas mujeres judías en los grupos de izquierda a través de campañas transnacionales contra el fascismo, el antisemitismo y el Eje. Desde allí se opusieron al autoritarismo local y extranjero, despertando la hostilidad de los sectores de poder. Hacia 1930, en el contexto del avance de las derechas, algunas mujeres judías se preguntaron si el país en verdad las incluía. Con el fin de oponerse a cualquier cosa que se pareciera al fascismo, defendieron sus espacios en Argentina y trataron de consolidar su capacidad para el pluralismo, la democracia y la justicia social. McGee Deutsch reafirma que las militantes judías atravesaron fronteras y se resistieron a ser outsiders luchando por sus derechos y por los de otros oprimidos. Además, ayudaron a superar las fronteras nacionales asistiendo a quienes se oponían al fascismo en el extranjero. El antifascimo, antinazismo y la Guerra Civil Española convirtieron a muchas mujeres en militantes, involucradas con la política de izquierda. Frente a la Segunda Guerra Mundial conformaron instituciones de ayuda para los Aliados y promovieron la participación de las mujeres en los procesos democráticos.

Un interesante aporte es la relación multifacética existente entre Perón y los judíos. Durante el período peronista mejoró la situación económica de los judíos, se abordó la antidiscriminación, se establecieron relaciones con Israel y se regularizó la situación de judíos que décadas antes habían ingresado al país de forma ilegal. En este marco, mientras que algunas mujeres eran peronistas activas, otras- como las artistas- fueron excluidas por el gobierno. Los movimientos de izquierda debieron enfrentar enormes desafíos: según la autora, Perón les habría robado el protagonismo al implementar medidas que habían estado en la plataforma socialista por mucho tiempo, como el voto femenino o el aumento de salarios. Los judíos comunistas, por su parte, fueron marginalizados bajo el peronismo y se desplazaron a la Federación de Entidades Culturales Judías (ICUF). Este espacio fue reprimido a partir de 1952 y debilitado no solo por el gobierno, sino también por el establishment judío y el Partido Comunista. Como conclusión, el capítulo afirma que las mujeres judías que se opusieron al fascismo, al nacionalismo y al peronismo se comprometieron con el Estado: crearon capital social, trabajaron para fortalecer la democracia dentro y fuera de sus organizaciones y difundieron la cultura y el humanismo. Excluidas por los nacionalistas, buscaron desde la izquierda ser parte de la nación, apoyándose en la democracia pluralista. El triunfo peronista pareció eliminar las luchas de la clase trabajadora y la izquierda que lo precedió y con ello se invisibilizó a las mujeres judías militantes y sus causas.

El último capítulo del libro estudia la participación de las mujeres en el sionismo y la filantropía. La autora emprende aquí un análisis en paralelo de las organizaciones europeas orientales, centroeuropeas y mediterráneas. Destaca las características en común, las diferencias y las relaciones entre ellas y expone las redes globales y la interacción entre lo local y lo transnacional. El trabajo, realizado a través del sionismo y la filantropía, ofreció a las mujeres la oportunidad de ocupar roles que probablemente no habrían encontrado fuera de la izquierda. Estos espacios significaron la apertura de nuevos horizontes y promovieron la emancipación a través de la autoexpresión y la movilidad. Desde los vínculos transnacionales pudieron fortalecerse y entablar una sólida relación con el Estado: en el período liberal, se ocuparon de las necesidades ignoradas por él. El tratamiento favorable que recibieron del gobierno las ayudó a sentirse parte de Argentina y fue una muestra del espíritu de inclusión durante el peronismo. Desde la búsqueda por alivianar la pobreza y crear una nación judía, las organizaciones benéficas y sionistas de mujeres abrieron espacios en sus comunidades, que varias veces las puso en conflicto con los hombres. El éxito de la lucha femenina por recursos, respeto y poder fue limitado: alcanzaron mayor estatus como insiders, mientras que siguieron siendo outsiders en sus propias comunidades.  

En conclusión, el trabajo de McGee Deutsch propone revisar la historia argentina de la primera mitad de siglo XX desde una nueva perspectiva que pone en el centro a las mujeres judías y transforma los relatos existentes. Las historias de estas mujeres, sus experiencias y percepciones aparecen entrecruzadas por temas como las fronteras, la inclusión, la exclusión, el transnacionalismo (tan presente en los estudios actuales) y la formación del Estado. Una mención especial merece el trabajo de archivo y los aportes de las historias de vida de estas mujeres. Todas ellas cruzaron las fronteras entre lo antiguo y lo nuevo, entre el idioma natal y el español, entre las comidas y costumbres de origen y las locales, y derribaron muros en múltiples sentidos. Desde sus recorridos habitaron en los márgenes y en el centro. La exclusión de las mujeres se hizo presente desde las limitaciones del género, que las mantuvo a muchas aisladas, en la ignorancia y en la pobreza, expuestas a trabajos marginales y sin educación. Sin embargo, otro sector de las mujeres llegó al centro desde los márgenes: usaron contactos y mentores católicos para ingresar a la vida profesional, batallaron para salir de la pobreza, de la casa y el burdel, y lucharon por una sociedad más pluralista desde la militancia, la filantropía y el sionismo. Conformaron en su mayoría identidades híbridas que les permitió afianzar su vínculo con la nación.

A modo de cierre, con la incorporación de las mujeres, la investigación de McGee Deutsch desplaza el foco y se distancia de los tradicionales trabajos sobre los judíos argentinos, mostrando la complejidad de los procesos de inclusión y exclusión, que no se reducen a la dicotomía entre antisemitismo y aceptación. Reposicionando a las mujeres, ya no como simples espectadoras, este análisis lejos de pensar en una mujer judía típica, expone la diversidad y las semejanzas con sus pares no judías. También colabora, como lo viene haciendo la literatura reciente, al hablar de la cultura política local sin limitarse a las prácticas electorales: las mujeres hicieron y transformaron la política mucho antes de obtener el voto. En este proceso, las inmigrantes, sus hijas y nietas encontraron diversos caminos para volverse argentinas: cruzaron, cuestionaron y mantuvieron fronteras. En el recorrido de este libro se reflejan las relaciones con los hombres y las desigualdades presentes en la historia. Siendo ousiders e insiders, la autora hace justicia al incluir las trayectorias y voces de mujeres judías que aportaron, transformaron y crearon la Argentina. En suma, Cruzar fronteras, reclamar una nación de Sandra McGee Deutsch es una lectura obligada para repensar la inmigración y la conformación del Estado desde una perspectiva de género.

  

[1] Denominación para los y las judías que provenientes de Europa Central y Oriental.

[2] La Zwi Migdal fue una red de trata de personas que operó entre 1906 y 1930 con sede en la ciudad de Buenos Aires

[3] Organización protectora de mujeres

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