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Mora (Buenos Aires)

On-line version ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.27 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2021

 

Artículos

El vicio negado: aborto, maternidad y vida en A paixão segundo G. H.

Constanza Penacini1 

1 Instituto de Literatura Hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras UBA/Conicet.cpenacini@gmail.com

Resumen

El presente trabajo ilumina un tema que ha sido tabú para la crítica canónica de la novela más importante de Clarice Lispector. Esto reconfigura las lecturas realizadas y actualiza las configuraciones sobre aborto, maternidad y vida, en tanto formula un tiempo-espacio y una idea de la vida que trasciende lo humano, desdibujando las fronteras entre especies e, inclusive, entre el mundo orgánico e inorgánico.

Palabras clave: aborto; maternidad; vida; feminismo; poshumanismo

Abstract

The present work illuminates a subject that has been taboo for canonical criticism on the most important novel of Clarice Lispector. This perspective reconfigures the readings made and updates the configurations on abortion, maternity and life, as it formulates a time-space and an idea of ​​life that transcends the human thing, blurring the boundaries between species, and even between the organic and inorganic world.

Key Words: Abortion; Maternity; Life; Feminism; Posthumanism

Introducción

A paixão segundo G. H., publicada en 1964, es la quinta novela de Lispector. La primera edición, a pesar de su carácter más bien artesanal y una distribución precaria, tuvo una gran recepción por parte de la crítica. Aun aquellos que habían señalado algunas inconsistencias narrativas en los escritos anteriores de la autora, reformularon sus posiciones1 y lo postularon como el más importante dentro de su obra y uno de los más significativos de la literatura brasileña moderna. Analizado desde entonces en innumerables ocasiones por críticos de todo el mundo, A paixão segundo G. H. se convirtió en un texto central de la literatura universal. La lectura fundante fue realizada por Benedito Nunes, publicada originalmente en el periódico O Estado de São Paulo en 1965, y revisa el aspecto místico de la novela y su diálogo con algunas teorías filosóficas, especialmente la del existencialismo sartreano.2 A partir de allí, las lecturas transitan desde los conceptos de “epifanía”, “meditación” y “ritual”, como el del “mal” desde una perspectiva freudiana o de metamorfosis y devenir animal.3 Podría decirse, de manera general, que todas las críticas se centran en el encuentro amenazante y perturbador de G. H. con un otro dentro de su espacio íntimo y familiar. Y ese otro será, en todos los casos, representado por una identificación de la ex sirvienta Janair con la cucaracha.

Someramente, la novela transcurre durante algunas horas del día en que G. H. decide entrar al cuarto en el que vivió su última sirvienta y lo encuentra limpio, ordenado, soleado, y con un dibujo que Janair dejó en la pared: primera instancia de perturbación frente a esa desconocida mujer negra que habitó en su propia casa. La segunda instancia es aquella en la que, creyéndose sola, se encuentra de frente con una cucaracha en el ropero, y cae definitivamente en una experiencia crucial que pone en cuestión todo lo que conoce de la vida y de sí misma, y la enfrenta al abismo insondable de la vida desnuda.

Ahora bien, la novela expone ese intento por relatar aquella experiencia vivida, procurando darle un sentido y traducir ese abismo en algo comunicable. Y hasta aquí no estoy diciendo nada que no pueda encontrarse en la extensa bibliografía sobre la novela. Sin embargo, existe además un tercer momento ubicado en un pasado más remoto, que es rememorado fragmentariamente. El encuentro con la cucaracha va a revivir aquella experiencia silenciada y olvidada, que la narradora va a reconocer como un antecedente de su experiencia de contacto con la vida primaria. Ese episodio, que había quedado sepultado en la memoria de la narradora como un secreto que no podía compartirse, irrumpe y se va intercalando en el relato de la experiencia con la cucaracha, equiparando así ambos sucesos. Lo que recuerda G. H. es un aborto voluntario realizado en un consultorio médico, durante su juventud.

Eu seria obrigada a continuar a reconhecer. E reconhecia na barata o insosso da vez em que eu estivera grávida. Ou ainda: -Lembrei-me de mim mesma andando pelas ruas ao saber que faria o aborto, doutor, eu que de filho só conhecia e só conheceria que ia fazer um aborto. Mas eu pelo menos estava conhecendo a gravidez. (Lispector, 1996 : 91)

¿Por qué será que ninguna de las lecturas clásicas acerca de A paixão segundo G. H. menciona siquiera el episodio del aborto voluntario, que era evidentemente un tema extraordinario en la literatura brasileña?4 Es una pregunta difícil de responder, pero podríamos ensayar una hipótesis en la línea de la imposibilidad de leer algo que pertenecía al ámbito de lo pensado y realizado en la clandestinidad, y que por lo tanto permaneció como un tabú. No pudo ser separado de su aspecto moral, social y legalmente condenado, para volverlo materia de análisis. Por esos años y hasta los ochenta, el aborto era un tema poco discutido y asociado al problema de la muerte materna por el uso de métodos inseguros. En las décadas siguientes se convertiría en una reivindicación feminista en la lucha por políticas públicas.5 El aborto era además, un procedimiento que desafiaba el imperativo de la maternidad, por el rechazo de las mujeres al mandato de gestar.

Ese vacío que hoy se hace evidente en la crítica más canónica del texto resulta entendible a la luz de lo que la novela plantea. Clarice Lispector realiza una jugada impensable para su época, equiparando el aborto provocado al acto de matar una cucaracha. Y en un solo movimiento pone en el mismo nivel la vida de un embrión humano a la de un bicho, a la vez que despoja a la maternidad de su halo sagrado y a la mujer de su condición intrínseca de madre.6

La vida humanizada y la vida neutra

A lo largo del texto, la narradora formula dos modos de entender la existencia. A la primera se refiere con el término “persona” o “máscara humana” y responde a una concepción de la vida que va a denominar “vida humanizada” o sentimentalizada.7 Al otro modo de existencia se refiere con el término “ser”, y responde a otra concepción de vida que va a denominar “vida neutra o primaria”: “Para escapar do neutro, eu há muito tempo havia abandonado o ser pela persona, pela máscara humana. Ao me ter humanizado, eu me havia livrado do deserto” (Lispector, 1996: 92-93).

¿Por qué escapar de lo neutro? Para poder convertirse en una persona, adquirir un “yo”. Esto que en principio se enuncia como una regla universal de la “civilización”, contempla ciertos privilegios patriarcales. Para las mujeres, por ende, resulta implacable: ellas solo tienen acceso a la máscara y nunca al ser:

Toda uma civilização que se havia erguido, tendo como garantia que se misture imediatamente o que se vê como o que se sente, toda uma civilização que tem como alicerce o salvar-se -pois eu estava em seus escombros. Dessa civilização só pode sair quem tem como função especial a de sair: a um cientista é dada a licença, a um padre é dada a permissão. Mas não a uma mulher que nem sequer tem as garantias de um título. E eu fugia, com mal-estar eu fugia. (Lispector, 1996: 63)

Mujer de clase acomodada, artista, independiente, soltera y sin hijos. Se supone que G. H. es libre, que hace lo que desea, que su vida es suya y también su cuerpo. Pero el enfrentamiento con el cuarto limpio de la sirvienta negra, el dibujo en la pared y finalmente la cucaracha, la hacen ver que toda su vida es una “vida entre comillas”, una copia con la que ha cubierto su verdadera identidad. Y la identidad verdadera es lo contrario del “yo”, porque “yo”, para Lispector, es puro “montaje humano”, una “construcción sentimental y utilitaria”. Por eso, el viaje hacia el núcleo de la identidad es un viaje que supone una despersonalización.

La libertad es un secreto al que solo se accede dejando atrás la moral, enuncia la narradora. Entre tanto, el aborto ha sido un tabú en su vida, por la clandestinidad a la que la obligó la ley y por la condena moral que pesa sobre él. La pregunta que se impone, entonces, es: ¿en qué medida la de G. H. es una decisión libre? “Durante as intermináveis horas em que andara pelas ruas resolvendo sobre o aborto, que no entanto já estava resolvido com o senhor, Doutor, durante essas horas meus olhos também deviam estar insossos” (Lispector, 1996: 92-93).

G. H. duda una y otra vez frente a la decisión, ya tomada, de abortar. Tiene miedo de la desorganización que puede producirle la vida neutra creciendo en su interior, y dejar de ser una persona organizada a partir de los mandatos culturales y sociales. Esa organización que oculta y niega su verdadero ser, pero que le permite lidiar con el mundo sintiéndose segura y teniendo un lugar de respeto e independencia, se enfrenta a una identidad desconocida que amenaza lo que ha logrado construir para ser libre en un mundo en donde la libertad no es verdadera para las mujeres. Para aceptar las máscaras dadas, proceder como se espera, ser una cita de un texto ajeno es preciso evitar la voz propia, el ronquido propio que sale de un interior profundo y desconocido: “Eu sentia com susto e nojo que ‘eu ser’ vinha de uma fonte muito anterior á humana e, com horror, muito maior que a humana” (Lispector, 1996: 58).

G. H. insiste en que la decisión estaba tomada aun cuando ella seguía dudando. Esa duda es la que se da entre el miedo y la fascinación por el horror de lo que llama desierto interior. Pero muchos años más tarde, frente a la cucaracha, G. H. logra vencer el miedo y se deja caer en la fascinación del infierno vital.

“Sin título núm. 5”, de la serie O aborto (1998), Paula Rego.8

Un asesinato

La consumación de un asesinato es uno de los temas de A paixão segundo G. H., pero ¿un asesinato de qué?

Com o coração batendo, as têmporas pulsando, eu fizera de mim isto: eu matara. Eu matara! Mas por que aquele júbilo, e além dele a aceitação vital do júbilo? Há quanto tempo, então, estivera eu por matar?

Não, não se tratava disso. A pergunta era: o que matara eu? (Lispector, 1996: 54)

Es claro que la reflexión se da en torno de la cucaracha y nadie tiene dudas al respecto, no obstante, repensar la trama a partir del aborto que se equipara a la muerte de la cucaracha nos obliga a volver sobre un camino muy transitado. En el texto no hay una posición clara respecto del aborto, y la complejo y lo que plantea genera posibles ambigüedades que es preciso desentrañar.

Acerca de la cuestión del asesinato de la cucaracha, retomamos la reflexión de Berta Waldman, quien sostiene que G. H. no comete un crimen porque matar un insecto no se constituye como tal. Pese a ello -rectifica Waldman- al aproximarse tanto a la cucaracha, G. H. se separa de los seres humanos y de sus leyes que permiten que se mate una cucaracha, y se pone delante de otra ley, cuyo impulso de matar sí puede ser considerado un crimen. Es que matar una cucaracha reaviva en G. H. su impulso asesino más profundo vuelto contra la materia viva.

Habría, entonces, un tránsito que va de una ley humana a una ley primera, que es anterior a la forma humana. Y en esta misma línea, para Yudith Rosenbaum, el crimen también sería mayor porque se realiza contra “la vida primaria divina” (Rosenbaum, 1999). En efecto, habría un desplazamiento que va de una ley social a una ley natural; el problema aquí reside en sostener la noción de crimen, dado que eso supone seguir aplicando una moral humana a un plano no humano. Y esta ley otra, primera, va a funcionar por fuera del plano humano, respondiendo a una ética de la vida que reconoce a todos los seres y las cosas como parte de un mismo cuerpo-territorio-materia, en el que la idea del crimen es inviable en la medida en que este cuerpo no nace ni muere: “A vida é tão contínua que nós a dividimos em etapas, e a uma delas a chamamos de morte” (Lispector, 1996: 65). En el plano de la Naturaleza prehumana, matar no representa un crimen porque no es asumido como un acto individual ni es, por consiguiente, condenable.

Nesse destino infinito, fito só de cruel atualidade, eu, como uma larva-na minha mais profunda inumanidade, pois o eu até então me havia escapado fora a minha real inumanidade- eu e nós como larvas nos devoramos em carne mole. E não há punição! Eis o inferno: não há punição. (Lispector, 1996: 121)

Dijimos ya que la subjetividad que había construido G. H. durante toda su vida con las prótesis que le fueron dadas y que la convencieron de que eran su verdadera cara, se caen y la dejan desnuda frente a la vida pura, neutra, no humanizada que lleva en el interior del propio cuerpo. Y aquí resulta imprescindible hacer foco en esto último: este embrión que G. H. lleva en su interior no es experimentado como vida humana sino como algo que va más allá de lo humano, y que de algún modo niega lo humano porque es anterior: la vida neutra. Este dato será central para comprender que el tratamiento del aborto en la novela se presenta por fuera de toda moral, y que el crimen jurídico que implica el aborto en la sociedad brasileña de entonces -y de hoy- nada tiene que ver con lo que en el texto se entiende como crimen.9

No obstante, en la novela se vuelve al crimen en uno de los fragmentos más crípticos del texto, que invita a un análisis detenido: “Caminhara pelas ruas com meus lábios ressecos e viver, doutor, me era o lado avesso de um crime. Gravidez: eu fora lançada no alegre horror da vida neutra que vive e se move” (Lispector, 1996: 92).

En principio, el pronombre “me” usado de manera reflexiva indica cómo la vida la atraviesa como si el cuerpo no fuera la condición de posibilidad de un sujeto sino un territorio habitable y siempre por habitar. La vida sucede en G. H. (la vida me vive) y no a la inversa (yo vivo la vida). Por otro lado: el crimen como el reverso. Una lectura automática y poco atenta nos llevaría a interpretar que allí se alude al aborto inminente. Pero una lectura detenida nos permite observar que en ese pasaje “vivir” refiere a la breve experiencia abismal de vida neutra que supone el embarazo. ¿Cuál sería la contracara de la vida deshumanizada? La vida humanizada. Y en ese caso, el crimen consistiría en la negación de la inconmensurable “organización” vital no humana. El crimen, podríamos decir de manera general para el universo construido por Lispector, sería siempre el resultado de la negación de una organización vital, ya se trate de un insecto, de un conjunto de células informes alojadas en un útero o de la identidad verdadera de una mujer.

Lo que G. H. conoció del hijo fue solo el aborto, es decir, la no concreción del hijo, lo que no fue. Inclusive recuerda haber fantaseado con un hijo que se mecía y alimentaba, proyectando un estado y unas sensaciones que todavía no experimentaba y que no experimentaría.

Pelas ruas sentia dentro de mim o filho que ainda não se mexia. Enquanto parava olhando nas vitrines os manequins de cera sorridentes. E quando entrara no restaurante e comera, os poros de um filho devoravam como uma boca de peixe à espera. Quando eu caminhava, quando eu caminhava eu o carregava. (Lispector, 1996: 60)

La sensación que volvería a experimentar muchos años después frente a la cucaracha atrapada por la puerta del ropero, aquello que recuerda haber percibido: su cuerpo atravesado por otro, su vida en combinación con otra vida, palpitando juntas, intercambiando sustancias y elementos, mutando de modo tal que la frontera del propio cuerpo y de la propia vida se desdibujaban.

La maternidad es un desierto

Como sostiene Nora Domínguez, “la maternidad es una relación social que constituye sujetos: madres e hijos y que, desde el sentido común, es pensada únicamente como un vínculo personal, subjetivo y familiar”, sin embargo, agrega más adelante, “las sociedades y los Estados siempre consideraron a la maternidad como una función social disponible para sus proyectos políticos” (Domínguez, 2007: 8-9).

En ese cruce entre la experiencia subjetiva y la función social, Lispector plantea un dilema que por un lado problematiza la posibilidad de que esta mujer sea independiente -económica y afectivamente- en relación con el mandato de ser madre. Una encrucijada que se da en el contexto de la denominada Revolución femenina, y que tiene vigencia todavía hoy de manera más extendida. Por otro lado, inaugura una forma de pensar la maternidad ligada a una experiencia vital aterradora y desconcertante que pone en peligro el andamiaje subjetivo construido desde los mandatos sociales y culturales, en la medida en que expone a la mujer a un contacto con la vida despojada de cualquier marca humana o humanizada.

Durante as intermináveis horas em que andara pelas ruas resolvendo sobre o aborto, que no entanto já estava resolvido com o senhor, Doutor, durante essas horas meus olhos também deviam estar insossos. Na rua eu também não passava de milhares de cílios de protozoários neutro batendo, eu já conhecia em mim mesma o olhar brilhante de uma barata que foi tomada pela cintura. Caminhara pelas ruas com meus lábios ressecados, e viver, doutor, me era o lado avesso de um crime. Gravidez; eu fora lançada no alegre horror da vida neutra que vive e se move. (Lispector, 1996: 91-92)

Asistimos a la confesión de quien no se animó a lanzarse a la desorganización que conlleva la maternidad. La originalidad de Lispector reside en no abordar la condición materna como un mandato más de la sociedad patriarcal que sujeta a las mujeres, sino como un acto revulsivo que produce un quiebre en la subjetividad femenina. Quiero decir, que lejos del sentido codificado que impone una nueva sujeción social, el ser madre pondría en cuestión las máscaras sociales que dan identidad a la mujer, quebrando el armazón que la sostiene. Y así entendida, la maternidad resulta peligrosa en la medida en que fuerza a las mujeres a sentir lo que la sociedad -“la civilización”, dirá Clarice- las ha obligado a negar desde siempre: su verdadera identidad. Este aspecto de la maternidad es el que conecta a quien gesta con un secreto insondable, el núcleo de la vida. Desde esta perspectiva, la experiencia implica dar un salto al vacío, dejando atrás todo lo conocido para enfrentarse a lo más profundo y desconocido de nuestra existencia. Porque la breve experiencia de la gestación ha permitido a G. H. establecer ese contacto con la vida primaria: “eu estava cheia de neutro planctum” (Lispector, 1996: 92), aquello que le está vedado por ser una persona, pero especialmente por ser una mujer. Es una sensación que la horroriza y a la que se resiste: “eu nao quero as otras espécies! Eu só quero as pessoas” (ibídem: 95). El encuentro con la cucaracha despierta una memoria corporal, física.

En efecto, ese contacto empuja a G. H. a otra dimensión que tiene una temporalidad y una escala mucho mayores a la humana y la trascienden. En eso consiste el viaje de G. H., la epifanía que la arranca de su humanidad y le da una perspectiva de proporciones geológicas, aunque sin el privilegio de ser el sujeto que mira, muy por el contrario: “o que eu via era a vida me olhando” (ibídem: 57). G. H. se desprende de sus atributos y se deshumaniza, y así es cómo la maternidad se despoja también de su carácter humano y se torna reproducción de la especie primero:

Pela primeira vez eu sentia como sofreguidão infernal a vontade de ter tido filhos que eu nunca tivera: eu queria que se tivesse reproduzido, não em três ou quatro filhos, mas em vinte mil a minha orgânica infernalidade cheia de prazer. Minha sobrevivência futura em filhos é que seria a minha verdadeira atualidade, que é, não apenas eu, mas minha prazerosa espécie a nunca se interromper. Não ter tido filhos me deixava espasmódica como diante de um vício negado. (Lispector, 1996: 120)

Hasta que, en comunión total con la cucaracha, se logra desembarazar también de las fronteras de la especie, para dar otro salto en el que la noción de reproducción se resignifica y trasciende la propia especie. En ese punto reproducirse consiste en algo más grande -anterior y posterior a lo humano-, se trata “apenas” de vida continua en un tiempo continuo:

E terminara, também eu toda imunda, por desembocar através dela [a barata] o meu passado que era o meu contínuo presente e o meu futuro contínuo -e que hoje es sempre está na parede, e minhas quinze milhões de filhas, desde então até eu, também lá estavam. Minha vida fora tão contínua quanto a morte. (Lispector, 1996: 65)

En estado de contacto

Ser con el otro en tanto la vida siempre reenvía a otra vida, implica fundirse en la vida impersonal y en lo informe. Como ha apuntado Gabriel Giorgi, aquí lo bio no coincide con el “yo” porque la vida no es una propiedad individual, es vida “con los otros”, es vida compartida y continua, porque solo se muere individualmente (Giorgi, 2014).

Seremos inumanos -como a mais alta conquista do homem. Ser é ser além do humano. Ser homem não dá certo, ser homem tem sido um constrangimento. O desconhecido nos aguarda, mas sinto que esse desconhecido é uma totalização e será a verdadeira humanização pela qual ansiamos. Estou falando da morte? não, da vida. Não é um estado de felicidade, é um estado de contato. (Lispector, 1996: 172)

Lo humano o, mejor, la humanización en A paixão segundo G. H. -y en otros textos de Lispector- es siempre patriarcal y especista, y no permite separar lo que se ve de lo que se siente. Pero la deshumanización es posible para cualquiera que se atreva a buscar la parte cosa de uno mismo y de las demás personas; tanto como encontrar el rostro -propiamente humano- en cualquier criatura viva. Es esta operación de Lispector, la que Viveiros de Castro descubrió equiparable al perspectivismo amerindio, en la medida en que todo es humano porque la humanidad es relativamente universal en tanto no indica una esencia sino una relación. O, dicho de otro modo, “una cierta posición en relación con otras relaciones posibles” (Viveiros de Castro, 2013: 73-77). Es también algo que puede reconocerse en el animalismo que Paul B. Preciado reclama para el feminismo cuando afirma que es una conversión a una forma de vida sin soberanías ni jerarquías, un sistema ritual total, una contra-tecnología material de producción de conciencia que instituye su propio derecho y su propia economía (Preciado, 2014). Así como también puede reconocerse en la ética insatisfecha que Rita Segato reivindica en sus contra-pedagogías de la crueldad, cuando afirma que cada pueblo y cada sujeto representan una humanidad parcial, limitada que solo puede expandirse en la apertura a la incomodidad de un otro que se presenta con su diferencia, su opacidad y su demanda (Segato, 2008: 35).

Frente a la especie arcaica que representa la cucaracha, G. H. reconoce la suya y dice “quero encontrar em mim a mulher de todas as mulheres” (Lispector, 1996: 112). Ese vínculo entre mujeres y -podríamos ampliar- entre especies,10

(…) no tiene una historia, no ha sido coagulado por el lenguaje (…) Ese vínculo podría asimilarse a una palabra extraña: mismidad. La mismidad no es la identidad ni la identificación. Nada puede ser lo mismo sin romper, de algún modo, el principio de unidad. Se trata de una idea que, sin embargo, sostiene la esperanza de no ser uno en una suerte de transición hacia lo político” (Moreno, 2006: 334).

En la expansión de la vida, se pierden las formas y las reglas humanas, y caen las fronteras entre géneros y especies, inclusive entre lo orgánico y lo inorgánico. La vida es una sola y es colectiva. Ese es el misterio que las mujeres tienen prohibido conocer: la mismidad oculta debajo de sucesivas capas que conforman una identidad impuesta, un territorio en donde lo propio y lo ajeno se solapan sin negarse en un “pulsar casi mudo (abrazo de años luz)”.11 La experiencia de la maternidad o el encuentro vital12 con cualquier otro ser -ese salto al vacío que implica la apertura de lo propio y el entretejido con lo otro y los otros-, puede convertirse en la fisura por la que es posible vislumbrar algo mayor al mundo humano, para librarse de él y experimentar el infierno de la materia viva que fatalmente compartimos.

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1Como Roberto Schwarz en un artículo de 1959 acerca de Perto do coração selvagem, luego compilado en A sereia e o desconfiado, cuando dice que la primera novela de la autora, a pesar de sus innovaciones, se reduce a una “iluminadora reflexão artística sobre a condição humana” sin dimensión histórico-política. Para mayor información, ver Abdala Júnior y Youssef Campedelli (1996).

2Compilado en O mundo de Clarice Lispector (Ensaios), de 1966 y publicado en Manaus (AM) con una tirada pequeña, fue el primer libro de crítica dedicado enteramente a la autora. Dividido en cinco capítulos, recopila las publicaciones en el periódico O Estado de São Paulo, sin conservar los títulos originales: “A náusea em Clarice Lispector” (24/07/1965), “A paixão segundo G. H.” (04/09/1965), “O jogo da linguagem I” (20/11/1965) y “O jogo da linguagem II” (27/11/1965). En el pasaje del diario al libro, los artículos se titulan de la siguiente manera: Capítulo I, A náusea; Capítulo II, A experiência mística de G. H. O terceiro e o quarto capítulos não são localizados no jornal pesquisado; o capítulo V, “Linguagem e silêncio”, reúne os artigos “O jogo da linguagem I” y “O jogo da linguagem II”.

3Señalamos a los críticos cuyos trabajos representan el corpus crítico clásico sobre la novela: los ya mencionados, más los que se incluyeron en la edición crítica de Editorial Archivos (Antonio Candido, Olga Borelli, Samira Youssef Campedelli, Glória Maria Cordovani, Valéria Franco Jacintho, João Cabral de Melo Neto, Norma Tasca, Luís Costa Lima, Affonso Romano de Sant’Anna, Olga de Sá, Nádia Batella Gotlib, José Américo Motta Pesanha y Solange Ribeiro de Oliveira). Paralelamente, este trabajo dialoga con el análisis que Rosi Braidotti realiza en “Clarice Lispector, la antikafkiana” (Braidotti, 2005); así como con Yudith Rosembaum (1999) y con Berta Walman (2012).

4La novela O aborto, de Alberto Figueiredo Pimentel, publicada en 1893, es un antecedente literario que aborda el tema del aborto de manera explícita. Denominada “romance de escândalo”, fue además un best-seller en su época, y se convirtió en un texto canónico del naturalismo brasileño.

5“As primeiras duas décadas da pílula coincidiram com o período da ditadura militar no Brasil. Como um dos dispositivos da opressão política, havia um forte cerco a circulação da informação. (...) Porém, seria somente nos anos 1990 que a tese feminista do aborto como um direito reprodutivo passaria a fazer parte das negociações como o governo referentes a regulação das políticas públicas nacionais.” (Pinsky y Pedro, 2013 : 414-415)

6“Clarice Lispector reconoce que escribió La pasión según G. H. después de vivir la experiencia de un aborto. Toda la historia puede leerse como un ritual mediante el cual ella limpia su memoria de los rastros de su encuentro con la materia orgánica que se genera dentro de un cuerpo femenino.” (Braidotti, 2005: 201)

7“¿Soy un monstruo o esto es ser una persona?”, se pregunta el narrador de La hora de la estrella.

8Paula Figueiroa Rego (Lisboa, 26/01/1935) es una pintora e ilustradora portuguesa. La imagen fue tomada de https://elperfilmenoshuman/o.com/2017/08/05/lexico-familiar-paula-rego-en-el-palau-de-la-virreina-de-barcelona/ (consultado el 23/8/2019).

9“Esto indica que no debemos buscar el propósito real de la ley que prohíbe el aborto en el intento de controlar su práctica, a la cual ya quedó demostrado que poco puede afectar, sino en otro referente. Y, precisamente, la posibilidad de vigencia de esta ley se ve severamente comprometida porque sería imposible convencer a la mayor parte de las mujeres y a la población en general de que un ser orgánicamente inacabado y, en muchos casos, un conjunto de pocas células debe ser considerado un ser humano, una persona, ya que esta afirmación contradice la racionalidad propia de la inteligencia de sentido común y demanda creencias mágicas disfuncionales a los proyectos históricos contemporáneos.”, explica Rita Segato (2016: 129).

10Estoy pensando de un modo amplio en especies orgánicas e inorgánicas.

11Fragmento tomado del poema “Pulsar”, de Augusto de Campos. La traducción es mía.

12El encuentro al que apunto es al ocurssus que Baruch Spinoza asocia con una modificación (impresiones, huellas) tanto corporal como de pensamiento que sufre un cuerpo en contacto con otro cuerpo.

Recibido: 20 de Febrero de 2019; Aprobado: 18 de Agosto de 2019

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