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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.28 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2022

 

Debate

Feminismos y Antirracismos. Tensiones, desafíos y potencias de un activismo posible.
Mora 28 (2022)

 

Gabriela Mitidieri

(IIEGE Conicet) / Revista Mora

 

1.En la introducción a su libro acerca de estrategias de resistencia y movilidad social de mujeres negras entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, la historiadora estadounidense Erika Edwards cuenta su experiencia de investigación en la ciudad de Córdoba. Como mujer afrodescendiente, invitaba a aquellxs con quien iba trabando relación a referirse a ella como “negra”. Pronto entendió que su vivencia de la raza forjada en EE.UU., una experiencia de afirmación identitaria que se nutrió de la historia de lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana, era diferente a esta que comenzaba a conocer en tierras argentinas. Sus interlocutores argentinxs aceptaban su invitación, pero pronto iban distanciándose de esa manera de nombrarla. Edwards concluyó que resultaba ineludible observar la carga negativa, peyorativa, incluso insultante que existía en torno a la negritud en Argentina. A diferencia de las formas de racismo estadounidenses, en Córdoba ella se encontró con unas formas elusivas, eufemísticas que parecían ir de la mano con un proceso histórico de invisibilización de lxsafroargentinxs. Ese arraigado mito de que “no hay negrxs en Argentina”, ya que aparentemente todxs habrían dejado de existir durante el siglo XIX, en algún momento entre las guerras de independencia y la epidemia de fiebre amarilla (1871).

2.
En una desafortunada alusión a una canción de Litto Nebbia, el 9 de junio de 2021 el presidente Alberto Fernández afirmó que “los argentinos bajamos de los barcos”. Hacía referencia a otro mito muy caro a la identidad argentina, ese que presenta a la inmigración europea como el puntapié de la nación. Un aluvión de población mayormente europea que se asentó sobre el “desierto”, que habría barrido de un plumazo el recuerdo de amas de leche negras, de chinas que migraban a la ciudad, de artesanos pardos, de soldados trigueños, de caciques y sus familias, quienes ahora se volverían objeto de análisis museológico, asociados a un pasado en vías de extinción. Como estudiosa del siglo XIX, conozco las pervivencias y las resistencias de aquellxs a quienes quiso conjurarse como “barbarie”. Sin embargo, después de indignarme con Alberto, reparé en que al pensar en mis ancestros siempre viene más veloz a la evocación el recuerdo de Pepi, mi abuela gallega. O de mi abuelo Oscar, hijo de sicilianos. Y tarda un poco más en aparecer mi abuela Luisa, correntina y creo yo que también un poco guaraní, a quien trajeron a la ciudad de Buenos Aires de pequeña para trabajar de sirvienta. Me pregunto, entonces, por el color de mi memoria.

3.
“¿Es extranjero, importado, europeo, el feminismo? Yo creo que no lo es, porque creo que, en realidad, las ideologías emancipatorias nacen de la experiencia de la opresión”, dice Alejandra Ciriza en un video que condensa los múltiples aportes que nos dejaron las últimas Jornadas de Historia de las Mujeres pre pandemia en Mar del Plata. En una entrevista reciente a la weychafé Moira Millán, la lideresa mapuche reflexionó sobre lo difícil que ha sido lograr incorporar a la agenda feminista las demandas en defensa del cuerpo-territorio de las mujeres indígenas. Los cuatro textos que componen esta sección pueden leerse como evidencia de que ambas afirmaciones, la de Millán y la de Ciriza, atraviesan la experiencia del activismo feminista antirracista en nuestro país. El feminismo como praxis, como herramienta, como punto de encuentro y voluntad de agenda común. Pero también el feminismo como movimiento en el que se perciben jerarquías, borramientos, tensiones irresueltas. El feminismo como coalición potente y precaria a la vez. Se trata quizás de pensar que el feminismo o los feminismos que construimos heredan la forma peculiar, históricamente específica, del racismo argentino, ese que silencia historias, ese en el que cuesta enhebrar discusiones profundas sobre el color como marca, como estigma —que puede negociarse, que puede emblanquecerse al portar “credenciales” asociadas con la blanquitud—. El color como indicio opaco en un relato histórico emblanquecido, que sigue organizando de modo vertical las relaciones sociales, el acceso a los recursos, la audibilidad de ciertas voces. El feminismo, estos feminismos nuestros, tal vez hayan replicado gestos de corrección política progresistas que asumieron que la mejor manera de ser antirracista era lisa y llanamente no mencionar el asunto. Pero quizás, a diferencia de otros movimientos, la praxis feminista vuelve insoslayable hablar de aquello que duele, que molesta, que incomoda. Volver político lo personal implica señalar en primera persona la especificidad de una experiencia signada por la exclusión. En ese sentido, más que hablar de interseccionalidad en abstracto, lxsautorxs de los textos vuelven tangible la manera en la que se entrelazan relaciones de género, raza, clase, edad, lugar de residencia, condición migrante, en sus vivencias políticas. Y ponen sobre la mesa cómo sus activismos feministas y antirracistas conviven en una tensión que unas veces los potencia y que otras es motivo de desconfianza y repliegue para quienes ponen el cuerpo entre dos luchas.
El texto de Sandra Chagas de la colectiva Matamba LBTIQ+ enhebra momentos significativos a partir de los cuales esta grupalidad sedimentó un modo de pensarse en la lucha. Se trata de momentos que reverberan en diferentes planos temporales y espaciales. La ligazón que los une también dibuja un mapa que es, a la vez, línea de tiempo e hilo de vida con el pasado. Así, la reflexión sobre la ausencia de historia negra, afrodescendiente, afroindígena en la currícula educativa oficial se enlaza con los silencios sobre la responsabilidad de multinacionales extractivistas en los asesinatos de lideresas indígenas o la complicidad política en la muerte de referentas negras. Aparece en sus palabras la noción de un dolor ancestral que trasciende la propia vivencia y que es lazo con el horror de un sistema esclavista. Pero que también resuena en forma de resistencia puesta en acto en las reuniones de candomberxs que recorren el sur de la ciudad cada año. En sus palabras se logra entrever tanto la importancia que para sus miembrxs tuvo la construcción de un espacio específico para mujeres y compañerxs LGTBIQ+ dentro del movimiento afro en Buenos Aires, como las dificultades y desafíos que implicó su participación dentro del movimiento feminista.
Natacha A. Giusto Laureano y sus compañerxs del Bloque Antirracista de Rosario comparten impresiones semejantes al señalar que “los desafíos consisten, también, en ir a buscar los espacios que nos fueron negados, en ocupar esos espacios para encontrarnos con otres y construir en grupo [...]”. Pero remarcan que no cualquierx puede efectivamente contar con el tiempo que demandan esas construcciones: “Y si no podemos encontrarnos para construir en esa grupalidad es porque tenemos jornadas laborales larguísimas y precarizadas, porque nos han querido aislades, despojándonos de todo, incluso de nuestras raíces”. Invitadxs a repasar su propia historia como grupalidad, revisan sus experiencias e interpelan de manera contundente: “El feminismo en el que empezamos a militar, es blanco, con suerte lésbico y pocas veces de barrio. […] El feminismo popularizado por los medios de comunicación es racista, clasista y privilegiado [...] nosotres no tenemos lugar en el feminismo hegemónico”.
¿De qué manera hacerse lugar? La apuesta de Chana Mamani y Gabriela Ortega, compañeras de Identidad Marrón, aparece como una estrategia de visibilidad que confronta ciertos puntos ciegos del feminismo. Hacer lugar, mostrar, llamar a oír esas voces otras. En el texto que elaboraron para esta sección, dos imágenes resuenan con fuerza para acercarnos a su modo de hilvanar cruces entre activismos. La primera imagen se arma de la recuperación del vínculo entre comadres y de la fiesta andina denominada Jueves de Comadres para proponer un comadrismo antirracista. Una amistad femenina hecha lazo de parentesco, obligación, cuidado y responsabilidad recíproca. Un tándem que condensa sentido comunitario, que enlaza cuerpo con territorio, y que se lleva consigo al migrar.
La segunda imagen aparece en su reflexión acerca de la intervención gráfica que realizaron como Identidad Marrón, sobre la que fuera la tapa del libro de Luciana PekerLa revolución de las hijas. Allí, editaron digitalmente aquella tapa para situar en la gráfica a distintas compañeras marronas, de ascendencia indígena, portando pañuelo verde abortero. Aparece como una impugnación a esa falta de lugar, a ese feminismo popularizado por los medios de comunicación del que habla el texto del Bloque Antirracista de Rosario.
En su escrito, Mariana Brito Olvera, quien forma parte de Ni Una Migrante Menos y del Bloque de Trabajadorxs Migrantes, repasa su experiencia en las jornadas que acompañaron la sanción de la ley de aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. Para la autora oriunda de México, como muchos otros países, la Argentina privilegia la blanquitud y, por ello quienes se alejan de ese ideal se ven enfrentadas a situaciones de racismo o exotización de sus cuerpos. Lidiar cotidianamente con ese tipo de violencia hizo aparecer al feminismo como patria (¿matria?) común con otrxs afines. Dice Mariana: “Es por ello que, en un lugar donde constantemente te recuerdan tu condición de fuereña, integrarnos al movimiento de mujeres y disidencias ha sido crear un sentido de pertenencia”.
Este conjunto de textos no pretende dar cuenta de la totalidad de reflexiones que suscitan los cruces posibles o las tensiones irresueltas entre feminismos y lucha antirracista en nuestros territorios. Es una invitación a pensar de manera situada el tenor de estos cruces en un país que no termina de hacerse cargo de su propio racismo y su historia. Es también una invitación a hacerlo en un momento en el que el resurgir de conservadurismos puede volvernos tentadxs a no poner sobre la mesa discusiones “entre nosotras”, bajo pretexto de no hacerle “el juego a la derecha”. La enseñanza que parecen dejarnos los textos es que el precio que se paga cuando las discusiones no se abordan y los espacios no se pluralizan es que el movimiento se deshilacha, se empequeñece, se vuelve igual de funcional a esa reacción que dice querer enfrentar.

Grupo Matamba LBTIQ+

 

El Grupo Matamba, en sus inicios, fue una Comisión de Género dentro del Movimiento Afro Cultural (2008-2011). Durante 2010, un 8 de marzo, realizamos un 1.er Encuentro de Mujeres, jóvenes, niñeces y adultas mayores del Movimiento Afrocultural. Ese fue el puntapié inicial para que las mujeres negras y afrodescendientes se reunieran sin la mirada de los varones del espacio. De esta convocatoria también participaron un grupo de lesbianas afrodescendientes, afroindígenas, racializadas y personas de identidad de género diversa, y no afro.
El Grupo Matamba, como organización, nace en ocasión de conmemorarse, en el año 2011, el “Día Internacional de las/los afrodescendientes” con el nombre que lleva actualmente, fue un 15 de agosto exactamente e hicimos un evento en el espacio del Movimiento Afrocultural de la calle Defensa 535 (actualmente y desde el 2017 clausurado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires - GCABA).
Durante ese período de tiempo articulamos como Afros LGBTD 2014, tanto en las Marchas del Orgullo como en diferentes proyectos junto a otras organizaciones, como el proyecto Orgullo Incluyente. Culminó esa articulación y seguimos, de ahí en más como Grupo Matamba LBTIQ+ teniendo intervenciones culturales, sociales y políticas dentro de la comunidad afrodescendiente en diversos espacios de acción en el ámbito público. Y siendo el grupo que gestionó, coordinó y abrió un espacio para las posteriores realizaciones de los talleres de mujeres afrodescendientes en el 31 Encuentro Nacional de Mujeres Rosario 2016, logrando así nuestro 1.er Taller Afrodescendiente. En paralelo, se creó la Cooperativa Textil Minga, una cooperativa de vivienda, un espacio y un equipo de salud comunitaria para personas afrodescendientes, muchas de ellas difíciles de concretar en lo inmediato, pero estas acciones nos permitieron articular algunas líneas de trabajo en conjunto para el acompañamiento de mujeres negras en situación de vulnerabilidad social.
El Grupo Matamba, potenció y abrió un espacio para las posteriores realizaciones de los talleres de mujeres, lesbianas, no binaries afrodescendientes en el 31.º Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario en el 2016; logrando por primera vez, en la historia de los encuentros, nuestro 1.er Taller de Mujeres Afrodescendientes.

Fue un hecho político para todas las afrodescendientes, y un espacio de visibilidad y empoderamiento para las mujeres y LBTIQ, expresiones e identidades de género afrodescendientes.
Durante el 2012 y hasta el 2018 como enlace de la Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora (RMAAD) junto a Lucía Molina de la Casa Indoafroamericana de la provincia de Santa Fe y Sandra Chagas por el Movimiento Afrocultural, esta colaboración mutua permitió a las mujeres afrodescendientes desarrollar acciones de visibilización y de empoderamiento en fechas clave como el25 de julio, Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora (en el año 2010 comienza en el país a conmemorarse esta fecha). Y, posteriormente, en 2012 existe en CABA la Ley 4355 “Día de la Mujer Afro” y esperamos fuertemente que sea en breve en todo el territorio.
Hacer escuchar nuestra voz en los diferentes espacios: donde actuamos, generamos activismo e incidencia política como en las asambleas del NI UNA MENOS. No ha sido fácil, pero nunca fue imposible, y es desde ahí que no paramos. Desde el 2015, no paramos de crecer en acciones de empoderamiento, social y político para hacer oír nuestra voz en espacios, que pretenden subrepresentarnos o tutelarnos. Establecimos alianzas con otras organizaciones de activistas y construimos otras, como la Columna Antirracista de negras, indígenas, racializadas, lesbianas, bisexuales, trans, travestis, no binaries, gordxs.
Es un recorrido en años demasiado complejos en donde las diferentes grupas van posicionándose en cuanto a la búsqueda de derechos humanos y visibilidad para la obtención de demandas políticas e históricas y reparación del daño. Nada se ha hecho sin la participación de todas las mujeres afrodescendientes e identidades y expresiones de género afrodescendientes y afroindígenas.
Nuestra misión se vincula con la sensibilización y empoderamiento de toda la población negra, afrodescendiente y afroindígena. La identidad afrodescendiente es elmotor impulsor que sostiene lazos ancestrales y desde ahí, queremos lograr que nuestras comunidades LBTIQ+ sientan la verdadera raíz de su no avance en esta sociedad. Nuestra lucha es contra el racismo sistémico estructural e institucional, que es la base de todas las desigualdades subyacentes y es por donde debemos generar esa conciencia en la sociedad, ya que el racismo sin el compromiso colectivo no se erradica de las mentes que son culturalmente racistas. Y en un sentido está muy fuertemente arraigada la idea europeizante, donde la mirada hacia la otredad, donde elles nos dicen qué somos y quiénes somos a nosotres, es discriminatoria, clasista, elitista y excluyente. Es la misma norma que nos han impuesto, como la heterosexualidad obligatoria, y hasta este sistema de la blanquedad en donde las comunidades negras e indígenas viven su día a día, en la exclusión de los espacios de decisión. Ese racismo naturalizado en todo el espectro de la sociedad que tolera, pero que no se interpela cómo les afecta a estas comunidades, naciones, y pueblos, en el cotidiano el racismo, como sistema de exclusión y punto central de control de poder en una sociedad exclusivista de unos pocos gobernando a la gran mayoría del todo.
Nuestra organización y las demás organizaciones afrodescendientes en particular no nos quedamos en la queja, siempre nos organizamos para que nuestras propuestas y demandas y reivindicaciones sean tomadas en cuenta por todo el arco político hacia la implementación de políticas públicas como principal medida de participación directa y colectiva. Y es ahí donde el censo de población afrodescendiente, se hace imprescindible y es necesario realizarlo en todo el territorio, para que visibilicen nuestra demandas y reparaciones históricas. Para que nuestros derechos humanos sean tenidos en cuenta como principal objetivo para que se cumpla lo que este Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024) ha encomendado como reconocimiento de justicia y desarrollo.

Sobre Matamba LBTIQ+

Tenemos dos líneas de trabajo: una dedicada a nuestra comunidad afrodescendiente y afroindígena en general y otra a las identidades y expresiones de género afrodescendientes población LBTIQ+ en particular, y nuestros derechos humanos que nos son vulnerados histórica y sistemáticamente. En ese sentido, la comunidad afrodescendiente LBTIQ+ enfrenta situaciones de lesbo-trans-nobinarie-bi-travesti-odio. Además, es vulnerada en términos económicos, sociales, culturales, civiles, políticos y espirituales; pues la mayoría se encuentra en condición de empobrecimiento extremo, debido al desempleo y sin una educación formal, enfrentando situaciones de racismo a la hora de buscar trabajo calificado también. Nuestra misión es fortalecer los derechos de la comunidad para que no sigan siendo vulnerados y que adquieran las herramientas necesarias mediante la educación, cultura, el arte-artivista, trabajo registrado, en cooperativas o por cuenta propia, llevando así algún tipo de microemprendimiento, y salud nuestra-comunitaria LBTIQ+, con perspectiva de derechos humanos. Nuestra lucha antirracista, antipatriarcal y descolonizadora nos hermana con muchxs pueblos, comunidades y naciones del mundo, buscando una mejor sociedad en conciencia, sin discriminación, xenofobia y racismo sistémico estructural e institucional. Erradicar el racismo no es tarea fácil: este muta, cambia de forma, y de ideología hacia el afuera, elige grupos, y se representa a sí mismx, muchas veces defendiendo lo que no es verdadero y generando caos, y es ahí en ese caos institucional donde vuelve siempre a asentarse el racismo, clasificando personas, ponderando a algunes por sobre otras, siempre en el mismo sentido de mantener el control y el poder. Construye en la ignorancia sin conciencia, por eso esta batalla contra el racismo es cultural y son los pueblos y las culturas en la diversidad y aceptación de la riqueza que tenemos, de ser todes diferentes, quienes podemos ver un mañana sin racismo.
Queremos cubrir la ausencia en el ámbito de la educación formal del país, en relación con la historia negra, afrodescendiente y afroindígena, cuya carencia responde a caducos programas curriculares educativos con una mirada hegemónica colonial, racista y patriarcal de la “historia oficial”. Creemos en lo que hacemos y es una herramienta legítima más allá de la escolaridad formal, ya que la educación formal no instruye acerca de la raíz del problema, que es el racismo estructural e institucional. Se nos aplicó el negacionismo histórico que sigue en funcionamiento y hechos recientes a veces nos dan la razón. Y así como pasar hambre es violencia, negar a una parte importante de la población de un estado nación hecho país, es violencia.
Como mujeres afrodescendientes nuestra práctica activista es antirracista-feminista. Muchas de nosotras no somos feministas de la primera ola, pero sí somos antirracistas antes de nacer y deconocer el mundo desigual en que nos tocaría vivir. Nada de lo dicho anteriormente sobre el racismo queda por fuera: nos atraviesa la cuerpa. En las luchas antirracistas, el feminismo y las mujeres antirracistas, antipatriarcales, descoloniales de lesbianas, trans, bisexuales, travestis, no binaries, pansexuales e intersex + nos levantamos ante los hechos de violencia y saña sobre nuestras cuerpas. Las calles son tomadas por los reclamos de las muertes y vejámenes a raíz de los asesinatos de mujeres, femicidios, y feminicidios. Adolescentes, y niñeces violadas y estranguladas, travestis y trans asesinadas por todo tipo de violencias, y también la violencia policial, lideresas indígenas asesinadas por sicarios de multinacionales, lideresas afros muertas por las balas del narcotráfico y el poder político, las madres reclamando la aparición de sus hijas víctimas de las redes de trata.
Los territorios avasallados por el terricidio extractivista, por el chineo constante en las comunidades indígenas y afroindígenas, son actos racistas y de violencias sistemáticas que no han bajado en el tiempo y sí se han visibilizado cada vez más desde nuestras presencias en las calles denunciando. En este escenario nos organizamos negras e indígenas, desde nuestro posicionamiento político identitario de naciones indígenas y negras-afrodescendientes.
Este acompañamiento de las personas racializadas transfeministas y la unión en la tarea articulada de las organizaciones afrodescendientes —siendo el Grupo Matamba la primera organización de mujeres afrodescendientesy también la primera Matamba LBTIQ+— en articulación con otras organizaciones la Columna Antirracista y sus integrantes todes, es una disrupción a otra realidad planteada al feminismo hegemónico que pretendía silenciar nuestra voz. Su tarea es hacia ambas partes: su trabajo con la comunidad étnica racial y la identidad y expresiones de género.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Un andar y caminar con tropiezos, disrupciones, enojos, malos entendidos y sinsabores entre la alegría de la resistencia y la lucha compartida entre todes, nuestras cuerpas resilientes que se niegan a claudicar sus demandas históricas frente a lo que consideramos nos atraviesa mucho más allá, desde antes de nacer. Son nuestras memorias en los vientres, la memoria de las esclavizadas y de las violadas las que me hacen saber todo el tiempo que de dónde vengo, no fue y no tuvo nada que ver con el lugar sagrado que debería estar asignado para que una criatura, un ser viviente, un ser, se desarrolle con la fortaleza de quien es, deseada, esperada y querida.
La cuerpa tiene memoria ancestral de dolores que no ha sufrido, sensaciones que nunca conoció, pero las siente igual con el mismo dolor de la que la ha padecido y sufrido, que nos hace estar conectadas en esta red de células, sangre y vida. Y cuanto más conectamos con nuestra parte más natural y ancestral hacemos que no duela más la vida. El ser, la psiquis que se debilita y entristece si no le das amor.
¿Por qué nos duele tanto el genocidio de la trata transatlántica esclavista si no la vivimos? ¿Por qué estos temas son tan difíciles de abordar desde una mirada de empatía y compasión? Siento que cuanto más ocultaron el de dónde venimos, más dolor nos han causado sin haberlo vivido, porque tengo recuerdos que no me pertenecen y terminan siendo míos por la melancolía, que sufrieron todas aquellas hermosas mujeres que ya no están: nuestras mujeres negras de ojos tristes y miradas perdidas por el profundo dolor.

Cuando entendemos la profundidad del dolor, el impacto de la negación histórica, la forma en que esa invisibilización nos atraviesa, nuestra cosmovisión y cosmogonías nos llevan a la profundidad de la tierra, para encontrar la verdad en ella para algunes y para otres, en el fuego espiritual del sonido de un tambor. Ese sonido, caminar que es danza, cadencia y acción vital de una comunidad: la negra de candombe.
Y nos nombramos, autonombramos negras candomberas, por ser el CANDOMBE previo a los Estados nación. Su creación, existencia y en respeto a nuestras ancestralidades que construyeron esta cultura de matriz afro llamada candombe, que es espiritualidad de un pueblo y raíz de vida de aquellos y aquellas personas que fueron traídas en calidad de esclavizadxs.
No estaba programado que sobreviviéramos a tanta violencia, dolor y lucháramos por nuestros derechos humanos.

 

 

 

¿Cómo desmontar el racismo estructural en nuestros activismos socio-sexuales? Colectivo Bloque Antirracista - Rosario

La educación es el factor clave para la erradicación de todas las opresiones, pero no estamos hablando de cualquier educación. El modelo educativo actual y su influencia occidental y religiosa, son los principales encargados de sostener estructuras opresivas.
Un Cis-tema que educa para la producción capitalista basándose en la meritocracia, por medio de la recompensa y el castigo, es una sociedad destinada a la frustración.
Debemos construir una educación que posibilite realizar críticas al cis-tema, que permita el encuentro y el compartir con el otre, que permita el ser-con-otres, que abra los debates y no los cierre. Es decir, una educación atravesada por el antirracismo y la lucha contra la opresión por cuestiones étnicas, raciales, capacitistas, de género, etcétera. Esto posibilitará que elijamos habitar los espacios de militancia en los que podamos construir libres de opresiones: una educación que nos permita elegir.
No podemos dejar de lado que culturalmente estamos atravesades por la mirada eurocentrista, desde la cual, todo aquello no blanco, termina siendo exótico. Exotizar nuestros cuerpos es una forma violenta de objetivización a la cual somos sometides, ya que al transformarnos en objetos, la sociedad cosifica, hipersexualiza y fetichiza nuestros cuerpos, por ejemplo, al asociarnos a determinados comportamientos sexuales (la negra supersexual o caliente, el negro cis de pene grande), talento en el baile y el canto como atributos inherentes a la “raza”.
Por eso creemos fundamental que la educación sexual integral (ESI) tenga perspectiva antirracista, para que así podamos ir desmontando la estructura que violenta sexualmente los cuerpos racializados.
Desaprender lo instituido como normal, para poder reconocer la herencia colonialista que por siglos ha utilizado nuestros cuerpos como objetos, rescatar y reconstruir la historia negra, indígena, migrante, gitana, para lograr autopercepción y pertenencia y así debilitar el sistema que está instaurado en cada une y poder encontrarnos con nuestras propias identidades, se trata de romper las propias estructuras.

Nuestras experiencias
Desde muy temprana edad tenemos que aprender a lidiar con todas estas violencias. Algo que parece insignificante como que nos toquen sin consentimiento el cabello, aunque sea sin intenciones de agredir, representa un permiso social implícito, de apropiación de aquel a quien se considera que tiene rasgos “diferentes”. Por lo tanto, la cosificación implica una no conciencia de la dimensión que toma el meterle la mano, literalmente, a otre. Esto parece un acto inocente, pero en realidad no lo es. Si nos remitimos a los tiempos coloniales, los cuerpos racializados eran objeto de consumo de la blanquitud, quienes ultrajaron de todas las maneras imaginables e inimaginables también. Estas acciones no son inocentes, no le suceden a cualquier persona, le suceden a los cuerpos racializados.
Identificar los estereotipos que se establecen sobre determinados grupos sociales es importante para romper las limitaciones de pensamiento que encasillan a las personas en aquellos moldes que son cómodos para lo que no queremos reconocer. No es fácil reconocernos racistas, sexistas y misógines. Debemos reconocer que los prejuicios raciales imparten la superioridad de una hegemonía dominante, dejando por debajo a todes aquelles no blanques.
De la misma manera que comprendemos la relación de poder que sostiene al patriarcado en relación a cualquier identidad o expresión de género que no sea el hombre blanco heterocis normado, es necesario comprender la relación de poder que se establece entre les blanques y las personas racializadas.
Tener estos debates dentro de los movimientos sociales como el feminismo hegemónico blanco es sumamente necesario, y esto solo es posible a partir de la pluralización de las voces. Escuchar a lesbianas, transgénero, transexuales, no binaries, intersex, queers, gays, nombrarles por su identidad y romper con la idea de mujeres y disidencias es un gran paso para empezar a romper las estructuras del sistema. Siempre hay resistencias, en todos los grupos sociales, lo importante es poder visibilizarlas y elaborarlas. Dentro del feminismo encontramos también fuertes opresiones, no solo ante la cuestión étnica, racial o de género, sino también sobre la exclusión a personas con discapacidad oneuro diversa. Internamente, abordamos estos temas porque nos atraviesan como grupalidad. Dentro del bloque intentamos priorizar la comunicación y la construcción de lo individual como parte de lo grupal, entonces estos debates se hacen necesarios.
La lucha es constante porque el cis-tema capitalista racista hegemónico está continuamente fragmentando los espacios de lucha, remarcando los aspectos individuales por sobre lo colectivo. El no quedar entrampades en la individuación, el egoísmo y el narcisismo, algunas de las características que le son propias a esta estructura, es un desafío permanente en la lucha contra este cis-tema. Repensarnos dentro de este contexto, con estas dificultades y reconocer las necesidades colectivas es el paso para la aprehensión de nuevas formas de pensamiento y accionar.

Aprendizajes
En lo individual, el aprendizaje comienza en la piel, en la propia experiencia, es desde ahí que inicia la caminata. La segregación y el no vernos ni sentirnos representades en la historia ni en los espacios, los toques no consentidos, la hipersexualización, la extranjerización, son algunos de los registros que percibimos en la práctica. La teoría viene después, mucho después, y termina contextualizando la raíz de las vivencias.
Desde el bloque, este aprendizaje comienza con el encuentro, con la escucha, con la resonancia del sentir del otre, comienza cuando salimos a la calle a pedir justicia porque a algune de nosotres nos amenazan la vida simplemente por ser negres, marrones, indígenas, migrantes, gitanes. Comienza criticando a les polítiques que nos quieren usar como propaganda progre. Continúa cuando revisamos nuestras propias actitudes, cuando realizamos autocríticas, cuando alguien tiene una postura excluyente o se utilizan pronombres equivocados. Nuestro movimiento es primero interno, luego externo y en este movimiento se retroalimenta, es antirracista, “feminista” y diverso. Es comunitario, de la calle, del reencuentro con la cultura ancestral, del registro del otre y la contención. Es una construcción real, que no corre para la foto en las redes, pero sí corre para el acompañamiento, la elaboración de ideas y la urgencia.
Entonces el aprendizaje en primer lugar parte de la experiencia propia, en segundo lugar en la praxis, es decir, en la práctica reflexiva, todas las acciones son pensadas y repensadas posteriormente, reflexionadas, compartidas y ahí se genera la teoría, por lo tanto, tiene grandes aristas, es variado, es en grupo y no es estático.

Desafíos actuales
Uno de los mayores desafíos que enfrenta el antirracismo tiene que ver con la política hegemónica. La política partidaria hegemónica es cruel y perversa cuando no comprende las necesidades del pueblo. Si bien hoy en día nos encontramos con un gobierno nacional que intenta fingir que los pueblos racializados importan, la realidad es que no es tan así, y tampoco lo es en otras reparticiones gubernamentales. En los hechos, la realidad te frena de golpe y te encontrás con burocracia, con procesos larguísimos y un listado enorme de “Fulanes” que no brindan ninguna respuesta. Entonces te invitan a participar y te dicen “vengan, hablen con nosotres, les escuchamos” y cuando vas, te encontrás con miles de promesas que se transforman en excusas, te das cuenta que lo único que tenés para contar ante alguna necesidad, es a tu grupalidad. Nos encontramos posando para fotos publicadas en internet, en noticias donde no fuimos protagonistas, diciendo cosas que nunca dijimos y eso obstaculiza, porque nos hace poner la energía en un enojo que no tenemos porqué sentir. No les basta con invisibilizarnos, no les basta con marginarnos y empobrecernos, también tenemos que estar cuidando nuestra imagen todo el tiempo, porque cuando te descuidas estás siendo usade para que digan “mirá que bien, este gobierno que hace algo por esta gente” y la realidad es que no. Crea discursos de odio, y el resto de la población que compra estos discursos nos trata de vagues, exagerades o quedades, pero no cuestionan la estructura racista y clasista y la historia que nos margina, nos quita oportunidades y nos quiere mantener así, estas estructuras nos violentan de todas las maneras posibles.
Ni siquiera estamos hablando de cuando se trata de acceder a derechos como vivienda digna o trabajo digno, llegamos a hablar de derechos elementales como comida, ropa, zapatillas, un abrigo, medicación o lo que sea, nos organizamos entre nosotres, difundimos, pedimos a la comunidad, porque la política no está para la urgencia, no está para la demanda inmediata y tampoco te quiere para pensar en políticas públicas que eliminen el racismo, te quiere para la foto.
Los desafíos consisten, también, en ir a buscar los espacios que nos fueron negados, en ocupar esos espacios para encontrarnos con otres y construir en grupo, en mostrarnos como sujetes de derechos, derechos que fueron socavados en una historia que hizo lo posible para eliminarnos, blanquearnos y ocultarnos, para que seamos, a veces, meros objetos de propaganda política y, así, deshumanizarnos. Esto es importante, porque si no nos encontramos a hablar de nuestras realidades, no sabemos qué puertas golpear ni para qué y esto se traduce directamente en falta de recursos para la población más vulnerable. Cuando no hay políticas aplicadas a la problemática concreta que aflige a la población racializada, no hay recursos y si no hay recursos, no hay nada. Si los recursos del Estado no están disponibles para garantizar los derechos más básicos y elementales, entonces esa política no nos sirve.
Y si no podemos encontrarnos para construir en esa grupalidad es porque tenemos jornadas laborales larguísimas y precarizadas, porque nos han querido aislades, despojándonos de todo, incluso de nuestras raíces. Por eso, es fundamental encontrarnos para autopercibirnos negres, marrones, afrodescendientes, indígenas, gitanes, migrantes, encontrarnos para reconocernos actores principales en la historia de los territorios, para reconocer a les próceres racializades y sentirnos representades en aquello que tiene valor social y no ser siempre la cara de la delincuencia como te hacen ver-te. Para poder reconocer y transmitir nuestras necesidades y realidades necesitamos que nuestras voces sean valoradas y reconocidas.

¿Cómo se relacionan el feminismo y la lucha antirracista en nuestra práctica activista?
Para responder esta pregunta, es necesario hacer un breve recorrido histórico. Repensarnos en nuestra propia historia y en nuestro proceso de encuentro e identificación en el feminismo.
La gran mayoría de nosotres hemos comenzado la militancia al encontrarnos con el feminismo, algunes más temprano y otres más tarde, luego de comenzar a identificar y romper los silencios, actitudes, pensamientos y acciones machistas con los que hemos crecido, empezamos a relacionarnos con pequeños grupos y cuestionarnos la vida cotidiana y cuántas opresiones habíamos vivido, por supuesto que cada une viviendo de acuerdo al propio proceso, con lo difícil que es asumir todo esto.
El feminismo en el que empezamos a militar, es blanco, con suerte lésbico y pocas veces de barrio. El feminismo popularizado por los medios de comunicación es racista, clasista y privilegiado, por eso cuesta mucho comenzar esta militancia, porque nos falta primero el proceso de autorreconocimiento como negres y marrones, para luego comenzar el reconocimiento de las opresiones por cuestiones étnicas, para recién ahí empezar en la lucha antirracista, porque nosotres no tenemos lugar en el feminismo hegemónico.
Cuando hablamos de racismo, hablamos de una estructura social que se impregna tan profundamente en la psiquis que demoramos muchos años para intentar desmantelarlo. Tiene huellas tan profundas y de eso el feminismo no habla, no se elaboran las particularidades que atraviesa la cuestión de raza. Entonces cuesta llegar a la profundidad del daño que produce el racismo, porque ni el feminismo ni mucho menos el Estado las reconoce, las visibiliza y las cuestiona.
Es un camino muy personal que cada une inicia de manera muy diferente, justamente porque si el feminismo es diverso, el antirracismo también lo es. Después de eso viene el enojo con el feminismo hegemónico y en algunos casos la ruptura con él. Por el momento, dentro del bloque antirracista, hay muchas divergencias con el feminismo, porque también hay un dolor muy grande por esa invisibilización que sufre la comunidad afrodescendiente, migrante, indígena, gitane, etcétera. Por otro lado, también hay un reconocimiento del feminismo como un movimiento que lucha por la equidad de género, acceso a los derechos, posibilidades laborales, entre otros, pero eso no nos alcanza. También es necesario luchar por todos esos derechos cuando hay otros factores que impiden estos accesos, cuando está la diversidad sexual no europeizada, la raza y la clase.
Hablar de feminismo y hablar de antirracismo es complejo, pero no es excluyente. Es imperante que el feminismo comience a romper con el pacto racista y clasista que sostiene el movimiento. La perspectiva de género sin perspectiva étnico-racial, termina siendo incompleta, excluyente y hasta vacía. Necesitamos un feminismo más comprometido con los barrios más empobrecidos, no para la caridad, sino para la promoción real de derechos, ya que la población racializada es una de las más excluidas de la sociedad, necesitamos un feminismo que comprenda profundamente el concepto de interseccionalidad.
Por otro lado, observamos cierta dificultad en la puesta en común cuando hay tanta diversidad ideológica. En el movimiento antirracista hay tantas formas diferentes de accionar y pensar que muchas veces el movimiento se fragmenta y hace que todo sea más difícil. Las necesidades individuales son variadas, y esa variedad también se vuelca en las grupalidades. Poner todo en común cuesta y muchas veces estasdivergencias perjudican a la causa que tenemos en común, así como sucede con el movimiento feminista.

Feminismo antirracista: ¿Podemos hablar nosotras de nosotras mismas?

Gabriela Alejandra Ortega y Sandra Condori Mamani (chana)

Introducción
“Nuestros ancestros no bajaron de los barcos, siempre estuvieron aquí”.

Sin ser un manifiesto acabado, nos ubicamos desde la resignificación de la historia que lejos de ser universal, lineal, “blanca” o un pasado primitivo/ muerto, la entendemos desde un presente, latente, situado, en movimiento sobre las naciones indígenas y originarias de las que somos hijxs y nietxs. Este ensayo es una propuesta que intentará contribuir, desde la propia cartografía y etnografía situada, a los estudios sobre el racismo estructural en el contexto argentino y al feminismo(s), hilvanando con el antirracismo como acción biográfica, política y lucha colectiva. Por ello, utilizaremos conceptos entretejidos desde la experiencia y la reflexión teórica que nos posibiliten hablar desde el propio lenguaje, tomando como referencia la corporalidad comunitaria, rural, migranta, villera y conurbana, a fin de construir esa alternativa política, teórica antirracista y feminista.
¿Por qué? Veremos...

“Somos hijas de la Madre Tierra. Es lo que realmente está ausente en la temática que se va a tratar en la conferencia.
Si queremos que aparezca ahí la tierra y el territorio.
De ahí dependemos nosotras, no solo nosotras, dependemos todas”.

Más allá de la experiencia…
Durante los últimos años el feminismo como movimiento no solo ocupa un lugar de referencia teórica, política e histórica, sino que se encuentra en las agendas nacionales y de organismos internacionales. A la par que enuncia y visibiliza demandas “que exigen el fin de la violencia machista, de la inequidad entre géneros respecto al trabajo, a la educación, a las tareas de cuidado […] también el feminismo y su discurso se homogenizan, se lo nombra como único y lineal. Esta masividad enuncia un feminismo sororo, de la unidad, sin más objetivos que luchar ‘juntas’.” (Hoyos, 2021: 39).
Siguiendo lo antedicho, realmente ¿luchamos juntas? Realmente nos representa y ¿somos esa categoría de “mujer” y disidencia? Realmente ¿el feminismo tiene color? En la lucha colectiva, realmente ¿existe “igualdad/hermandad”? Allí, ¿los lazos se construyeron desde una hegemonía racista? De ser así ¿podemos hablar nosotras de nosotras mismas? En esta (re)significación de la historia y de nuestra existencia ¿podemos pensar en una recuperación del vínculo a través del trabajo con la memoria? ¿Podría ser la alternativa para construir esa lucha juntas? Feministas y antirracistas. Así como este tejido escrito que proponemos.
Por eso, tomamos aquí estos interrogantes que enunciamos desde la propia territorialidad que adquiere esa dimensión teórico-política de la “experienciamaterialmente situada (Richard, 2021) para resignificar identidad(es) y producir acciones críticas antirracistas en respuestas, no solo a esa homogeneización del feminismo, a esa “razón feminista” (Yuderkys, 2012 y2019), sino al “sistema-mundo”.
En ese sentido, es relevante señalar que los procesos de conquista, explotación y sometimiento que se instauraron en esta región, a partir del siglo XVI de este sistema mundo capitalista/ patriarcal-occidentalcéntrico/ cristianocéntrico moderno/colonial (Grosfoguel, 2011), tuvieron consecuencias en la construcción y representación del mundo, identidades, género, sexualidad y erotismo. Al respecto, Aníbal Quijano dirá que la idea de raza es, con toda seguridad, el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años (Quijano, 2011: 1). Primero fue la colonización y luego el capitalismo durante los siglos XVI y XVII, que instauraron no solo la dominación colonial europea sino la manera de ver y clasificar el mundo. La colonialidad se constituyó en la piedra fundacional del patrón de poder mundial capitalista, colonial/moderno y eurocentrado (Quijano, 2011).
Así, es posible señalar tres procesos que suscitaron en América Latina y el Caribe a partir del siglo XVI y que produjeron estas formas de dominación jerárquica y clasificatoria, no solo de “raza/clase” sino también del género. El primero fue el colonial, caracterizado por una violencia extrema, imposición de idioma, religión y cultura, lo siguió el republicano, que implicó dilemas para los Estados nación sobre ¿qué hacer con lxs indios y salvajes” y el contemporáneo atravesado por la globalización, migración , extractivismo y desplazamientos forzosos.
La autora María Lugones (2008), una de referentes teóricas decoloniales indispensables, acuñó el concepto de colonialidad de género, retomando las reflexiones de Quijano sobre colonialidad del poder. Lugones afirma que así como la estructura colonial inventó la “raza”, también lo hizo con el “género”, basándose en la diferenciación, jerarquización de los sexos y la imposición de la matriz heterosexual.
Por su parte, la teórica e historiadora marxista Ellen Meiksins Wood explica la conexión del racismo moderno con el colonialismo: surgió a finales del siglo XVII o principios del XVIII, y culminó en el siglo XIX, cuando adquirió el refuerzo pseudocientífico de las teorías biológicas de la raza, continuó sirviendo como apoyo ideológico para la opresión colonial incluso después de la abolición de la esclavitud. Así, el racismo se manifiesta a través de las prácticas conscientes o inconscientes que culminan en desventajas o privilegios para determinado grupo de individuos dependiendo del grupo racial al que pertenecen (Wood,2011).

“¡Qué lindo eso que suena!” […] “¡te queremos invitar para que toques y mostrar diversidad!”

Performatividad del racismo ¿es folclore o cultura?
Como se dijo anteriormente, el racismo, que se materializa como discriminación racial, se define por su carácter sistémico. Las condiciones de opresión/subordinación y privilegios que se distribuyen entre los grupos raciales se reproducen y perpetúan en las esferas de la política, la economía y las relaciones cotidianas. Así, tanto la cultura, los estándares estéticos, como las prácticas de poder de un grupo dado, se convierten en el horizonte civilizador de toda la sociedad. Por tanto, el predominio de los hombres blancos en las instituciones públicas: el poder legislativo, el poder judicial, la fiscalía, los rectores de universidades, etcétera—e instituciones privadas,por ejemplo, la junta de empresas— depende, en primer lugar, de la existencia de normas y patrones que dificultan directa o indirectamente el ascenso de los negros/marrones o mujeres, y, en segundo lugar, la inexistencia de espacios en los que discutir la desigualdad racial y de género, naturalizando así el dominio del grupo formado por hombres blancos.
Las instituciones son solo la materialización de una estructura social o de un modo de socialización que tiene el racismo como uno de sus componentes orgánicos. Dicho de manera más directa: las instituciones son racistas porque la sociedad es racista (Almeida, 2019).
Más allá del imaginario colectivo que circula en nuestros espacios de trabajo, activismo, compañeres, familias, entendemos que se trata del racismo estructural que opera en estas formas de clasificar y jerarquizar lo blanco entendido como aquello que es bueno, bello, pulido y caro. Como tal, para instaurarse como la base fundante del Estado nación precisó de las ciencias del saber/conocimiento. La autora Genara Pulido (2009) denominará como violencia epistémica explicando que “Las ciencias sociales, de carácter eurocéntrico desde su nacimiento, dieron una imagen de Europa autónoma, formada históricamente sin contacto con otras culturas e ignorando en todo momento la relación colonial que se produce entre Europa por un lado y África, Asia y América, por otro” (Pulido, 2009: 183). Así la clasificación y jerarquización repercuten en las formas de concebir el mundo y las personas.
Siguiendo lo antedicho, observamos que la revalorización de lo indígena —a menos que sea entendido por el Estado como “peligroso”—, queda naturalizado o neutralizado en lo exótico o lo folclórico como “valor cultural”. Entendemos que las políticas de identidad son necesarias siempre y cuando puedan ser abordadas en sus matices políticos, ideológicos y de género. Naturalizar o neutralizar, incluso desde las buenas intenciones, podrían continuar legitimando las desigualdades existentes del sistema-mundo, excluyendo y cosificando “lo indígena”.

En ese sentido, consideramos que frente a las profundas convulsiones y transformaciones existentes a nivel global producto del sistema-mundo que además de la pobreza estructural, la inacabada movilidad humana, la expulsión, ocupación y extractivismo territorial de comunidades indígenas, genera rupturas, desintegración de las estructuras tradicionales como Estado y nacióny su vertiente de la “ciudadanía”, los partidos y movimientos tradicionales, los lazos y lugares de pertenencia. A su vez, el debilitamiento de esta “norma o contrato social” produce incertidumbre del presente-futuro.
En ese debilitamiento también emergen resistencias, por ejemplo, la extraordinaria organización conservadora, fundamentalista, elitista, patriarcal, fascista y racista del nacionalismo blanco ario, fenómeno que también tiene su expresión en estas tierras. En palabras de Sara Ahmed (2015), el “nacionalista blanco, el hombre blanco promedio, el ama de casa blanca, el trabajador blanco, el ciudadano blanco y el granjero blanco cristiano” (Ahmed, 2015: 78) supieron construir desde la creación del “mundo moderno” narrativas que justifican el “odio” hacia el otro diferente/subalterno y situarse en el lugar de “víctima” del sistema y verse a medida que se aproxima amenazado por ese otro/subalterno. Están también aquellas que fueron sublevaciones y resistencias históricas venidas desde los territorios —hoy en disputa— las tierras, márgenes, cartografías de las fronteras: se trata de comunidades indígenas/originarias, hijxs de hijxs de ascendencia indígena – marrón, negras, afrodescendientes prietos, cuya resistencia es por la tierra, el territorio y la comunidad, es decir: la vida.
A medida que ocurren fracturas/rupturas de las normas, las crisis evidencian lo peor y lo mejor de la humanidad. Nicolás Jean Pierre (2010) expresa que en nuestro contexto latinoamericano ocurre la geo-etnicización y racialización de las relaciones sociales que se utilizan para explicar y justificar que los problemas de la pobreza, la desigualdad, inseguridad, epidemias, son “culturales” y derivan de ese otro (cuerpo marrón, por ejemplo).
Así, consideramos que la existencia de las políticas de identidad, necesarias por estas irrupciones, tienen que ser antirracistas e interseccionales, para que no quede en el multiculturalismo o sean pinkwashed.

Memoria y comadres: feminismos antirracistas
Nuestro cuerpo es lenguaje y territorio. Durante el año 2019, después de llevar a cabo asambleas como colectivo de identidad marrón, surge como acción antirracista realizar una intervención de la imagen de la tapa del libro “revolución de las hijas” de Luciana Peker, en la que mediante una edición digital fueron incluidas mujeres marrones que estaban en la misma marcha a favor del aborto legal, seguro y gratuito ”. La aparición pública tuvo como fin dar cuenta de la invisibilización existente de personas marronas con ascendencia indígena en las gráficas y medios de comunicación. Se trató de una expresión lingüística del cuerpo frente a un lenguaje e imagen poco (o nada) representativo/representado que continuaba naturalizando las formas de ver o hacer el feminismo.
Esta intervención produjo repercusiones inesperadas y poco afortunadas. Nuevamente, explicamos las razones por las que se realizó dicha publicación, y su implicancia tanto para el colectivo como para otres activistxsnegrxs, afrodescendientes, indígenas. Lo que “todes ven pero no se dice, de lo que todes hablan pero no lo nombran”. En este sentido, creímos necesario colocar en escena esta construcción de arquetipos y estética de la imagen que produce y reproduce estereotipos racializados. Si bien no es el objetivo de este ensayo hacer un análisis profundo acerca de este punto, sí consideramos necesario desandar esos estereotipos. Otro ejemplo cercano se produjo meses más tarde, en una aparición gráfica, subida en la red social Facebook de la editorial Chirimbote, se podía observar, por un lado, una leyenda que invitaba a crear redes de acompañamiento y sororidad, y por el otro, una imagen que ubicaba a la mujer no blanca (marrón) en ese universalismo paternalista que existe en el feminismo, incluso desde las buenas intenciones. Al respecto, Susan Sontag (1981) en su ensayo “El mundo de la imagen” hace referencia al vínculo existente entre la imagen y la realidad, señala que las imágenes son más reales de lo que cualquiera pueda imaginar y que al establecer esa relación entre la imagen y el mundo también es posible producir conocimiento de aquello que “vemos o no”.
Consideramos que para realizar estas acciones colectivas antirracistas y feministas es preciso que las mismas se entrelacen desde la etnografía y cartografía situada. Así,proponemos esta re-territorialización como práctica política, teórica y cultural delcomadrismo antirracista.

Recuperar la memoria como patrimonio
Si tenemos en cuenta su etimología, el patrimonio no es neutral y está vinculado directamente con el patriarcado. La palabra patrimonioproviene del latín Patrimonium, —aquello que se ha recibido por línea paterna— se relaciona con el patriarcado — la autoridad del padre/gobierno de los padres—. Los patrimonios perpetúan el dominio y el poder del patriarca, son el sostén de las narrativas nacionales; incluyen ‘excluyendo’ de las expresiones culturales que aportan al imaginario de una identidad nacional única, eliminando en su conformación la diversidad étnica, de clase, de edad, de género; desestimando saberes, descontextualizando y recortando la historia, apropiándose de los restos humanos y materialidades de nuestros ancestros.
Esta selección arbitraria de lo que es patrimonializable o no, se manifiesta en la falta de representación de determinados grupos sociales vinculados a las personas marrones con ascendencia indígena o los afrodescendientes, en los discursos culturales y políticos. En los casos en los que están presentes las mujeres, su selección y representación se ha llevado a cabo bajo criterios androcéntricos. Si pensamos ¿cuántas heroínas y lideresas indígenas forman parte de la historia oficial? o cómo se reduce nuestra presencia a la ornamentalidad siendo madres, esposa, parejas, hermanas e hijas “de”. Esto trae ineludiblemente una pérdida e impacta en nuestra memoria y autoestima dando continuidad a la opresión que se ha ejercido históricamente sobre nosotras. De ahí que a la hora de seleccionar y también de exponer los bienes culturales no se trata solamente de tener en cuenta a las mujeres y cumplir con un discurso de género inclusivo, sino de ver además bajo qué criterios han sido elegidas.

Territorio
En 1970, Martínez Cobo, José —relator de los pueblos indígenas de las Naciones Unidas— elaboró el primer informe completo acerca de la situación de los pueblos indígenas en los territorios del Abya Yala. Además de dar cuenta de la discriminación y la desprotección de derechos humanos de las comunidades y naciones indígenas puso atención en la vinculación entre “territorio” e identidad:

Son comunidades, pueblos y naciones indígenas los que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y precoloniales que se desarrollaron en sus territorios, se consideran distintos a otros sectores de las sociedades que ahora prevalecen en esos territorios o en parte de ellos. Constituyen ahora sectores no dominantes de la sociedad y tienen la determinación de preservar, desarrollar y transmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad étnica como base de su existencia continuada como pueblo, de acuerdo con sus propios patrones culturales, sus instituciones sociales y sus sistemas legales. (ONU, doc. núm. E/CN.4/Sub.2/1986/87)

De este modo, a diferencia de la “mirada occidental” que considera al derecho de la tierra como límites geográfico, las cosmovisiones indígenas contemplan “la naturaleza” que comprende el suelo, el cielo, la flora, la fauna, el cosmos. A esto podemos conocerlo como propiedad comunal. Así, territorio adquiere carácter colectivo, correlacional e identitario de quienes nos consideramos hijxs y nietxs de la tierra. Se trata de un soporte espiritual y material que se cuida, se conserva, se preserva y tiene continuidad.
Hace menos de quinceaños, por primera vez, los Estados nación de Ecuador (2008) y Bolivia (2009) modificaron sus constituciones, reconociéndose como “plurinacionales”. Además, le otorgaron el carácter jurídico de derecho a la Madre Tierra, considerándola como sujeto de derecho y cuyos recursos naturales se encuentran disponibles para su intervención racional y no así su explotación como tal. Entonces, el territorio es un derecho natural y humano que condiciona y habilita, que nos vincula y nos diferencia. Territorio es vida e identidad. Tal como fuera señalado en el XIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe:

Un territorio es mucho más que una parcela de terreno: es un espacio de vida cultural, simbólica e histórica. Entender el cuerpo como un territorio, como un sistema vivo, complejo e integral, constituido por múltiples relaciones en las que participan todos los seres vivos y los bienes naturales como el agua, la tierra, las montañas, nos interpela a pensar nuestros cuerpos individuales y colectivos como parte de una comunidad y parte constitutiva de los territorios. El ecofeminismo, el feminismo comunitario, los feminismos indígenas y afrodescendientes, el lesbo y transfeminismo nos invitan a cuestionar la visión antropocéntrica y androcéntrica de nuestra sociedad actual, que ha puesto al hombre/blanco/individuo/racional/heterosexual en el epicentro del universo, en el centro del poder, y cuyo fin es dominar la naturaleza de la misma forma como se domina a las mujeres. Nos invitan a revalorar nuestra relación con la naturaleza, con nuestra ancestralidad, con nuestra comunidad social. (XIII EFLAC, 2014)

Cuerpo-territorio
Dentro del feminismo hay una mirada crítica sobre las metáforas que reducen a la mujer a un ente biológico fértil, pero, en el marco de lucha contra estructuras coloniales y patriarcales vinculadas al patrimonio, es necesario pensar al cuerpo de la mujer subalterna como el primer territorio a defender. Al respecto la autora indígena, maya k’iche’, activista y feminista comunitaria Lorena Cabnal explica acerca de “cuerpo-territorio” que es la acción de recuperar, sanar emocional y espiritualmente para continuar con la defensa del territorio-cuerpo y el territorio-tierra. Sostiene que “es incoherente querer salvar el agua, la tierra, sin salvar el cuerpo de las mujeres. No podemos parcializar la vida (Cabnal, 2021). Así, el territorio es mucho más amplio, existen en su interior fuerzas reguladoras que sostienen la vida, dichas fuerzas son la energía espiritual de ese espacio en particular. Está integrado por corporalidades que conectan con esa espiritualidad de manera cotidiana y esto forma parte de su organización comunitaria —ser humano/territorio/espiritualidad—. Para quienes nos desplazamos de nuestra comunidad, el territorio guarda un significado simbólico. Es el lugar de pertenencia, de reencuentro con otros, es conexión espiritual y deseo. Para la cosmovisión andina la máxima deidad femenina es la “Pachamama”, ella nos brinda sabiduría para conocer los ciclos naturales, la medicina ancestral; es considerada por las mujeres indígenas como nuestra madre, por ende, las luchas de género incluyen para nosotras su protección. Uno de los empeños más pertinaces que ha tenido el patriarca ha sido precisamente el de dominar y controlar el territorio —conquista y extractivismo actual— y se expresa en el control del cuerpo de las mujeres —dominación cultural—.
El punto que buscamos resaltar es la referencia a la tierra que se conquista y se organiza, se usa. Los caracteres que se reconocen a las mujeres se re-proyectan hacia el territorio, y la apropiación del territorio se puede vincular a la apropiación de nuestros cuerpos. No es cualquier mujer, y no es cualquier territorio. Muchas prácticas que atentan sobre nuestros cuerpos están habilitadas por el discurso cultural, como es el caso del chineo, el derecho de pernada y la rameada. Encontramos aquí una triple subordinación —son indígenas, son pobres y son mujeres— por tanto las mal llamadas “tradiciones” son una herencia cultural misógina y racista.

Abre las alas, únete al viento. Habla con otras hermanas.
Busca con ellas justicia. Mi justicia. Nuestra justicia.

Reflexiones antirracistas: sororidad es mi comadre
Pensar en la búsqueda de justicia ancestral y epistémica para nuestros cuerpos, para nuestra Madre Tierra, para reivindicar la memoria de nuestras ancestras, nos trae la figura de la comadre. Ser comadre es un vínculo de amor que nos lleva a defendernos y cuidarnos entre nosotras: “ser comadre es ser más que una hermana, es para esta y la próxima vida. Compañera y amiga, es ahí donde una se puede refugiar todos y cada día”.
En sus orígenes se trataría de una festividad, “las Matronalias”, que se inicia en Roma —alrededor del 268 a. C.— en dedicación a Juno, que es la diosa del parto y la maternidad. Se dice que en esta fecha las mujeres podían gozar por una vez el privilegio de los hombres, dejar su lugar como encargada del hogar y los hijos, salir de fiesta con amigas y embriagarse.
Coincidentemente, en diversas comunidades indígenas la comadre/comadrona hace las labores del parto, por esto es considerada una persona cuyas manos son sagradas por su sabiduría para dar vida. Son las encargadas de controlar el embarazo e incluso de acompañar a las madres controlando el crecimiento del bebépor determinado tiempo. A pesar de la importancia de su rol hacia el interior de las comunidades, son invisibilizadas dentro del sistema médico-hegemónico de salud. Dato no menor si consideramos el alto índice de violencia obstétrica que experimentamos quienes podemos acercarnos a dicha institución, pero sobre todo mujeres indígenas, campesinas, migrantes, conurbanas, villeras.
Vivian Camacho —partera y cirujana quechua— afirma que “es gracias a ellas [a las comadronas], que hemos seguido naciendo pese a tiempos de racismo, de liberalismo, de Plan Cóndor [la campaña militar de represión de la década de 1970], y ahora en este tiempo del golpe [de Estado en Bolivia], seguimos adelante”. A su vez, advierte sobre el riesgo de cooptación o apropiación cultural de esta medicina ancestral: “Lo que necesitamos trabajar es que este conocimiento sea del pueblo para el pueblo, que evite la mercantilización y el extractivismo cognitivo” (Bossière, 2020).
En los pueblos andinos, el jueves de comadre es un evento multitudinario que congrega a las mujeres de distintas regiones. El ritual presenta una mezcla con el sincretismo cristiano del bautismo: hay ofrendas —tortas y guaguas de pan— flores, serpentinas, papel picado, bebidas y música. La responsabilidad de la comadre es acompañar y velar por el ahijado y, si fuera necesario, asumir el rol de madre en caso de que esta perezca. Esta fiesta está muy arraigada en nuestra cultura andina. Se vive con mayor intensidad en las regiones campesinas aunque ha ido integrándose en las ciudades gracias a la migración interna y externa, desde los barrios populares hasta llegar a los sectores de élite. La hermandad de las comadres ha dado lugar, no solo a la celebración y el cuidado de los ahijados, sino que se ha transformado en abanderada de aquellas que padecen o atraviesan distintos tipos de violencias. En las últimas marchas del 8M en Jujuy se podían ver carteles que decían “Si tocan a mi comadre, saltamos todas” o “Sororidad es mi comadre”.
Considerar esta fiesta, no solo desde el lenguaje simbólico sino desde lo político, posibilita reflexionar y analizar las diversas problemáticas que atravesamos en nuestros cuerpos entendidos también como territorio: el derecho a decidir y los tiempos, la maternidad forzada, la cosificación identitaria, el trabajo doméstico no remunerado. Asimismo, desde ese “lugar” existe esa irrupción que cuestiona los mandatos, las normas, las leyes establecidas en esta sociedad patriarcal, colonial y capitalista. En ese “territorio” la comadre se ha vuelto el apoyo a dónde se acude a pedir ayuda. A su vez se transforma en ese autocuidado y cuidado que es comunitario. ¿Qué pasaría si el Jueves de Comadres no fuese solo un día? ¿Si el deseo libertario se saltara el calendario y formará parte de nuevas bases sociales?
Son interrogantes que quedan en suspensión. Y ubicándonos en ese territorio que enciende nuestros cuerpos y memorias, en esta textualidad, vertimos algunas consideraciones. Entendemos que el racismo estructural —como parte inherente del orden social—, precisa de la elaboración e implementación de prácticas antirracistas efectivas. Además, la representatividad de personas marronas, con ascendencia indígena, migrantes, negras o afrodescendientes es esencial en los espacios de decisión.

 

Es preciso estar alertas y no caer en una mera formalidad de igualdad sustantiva o inclusión “tolerante” ya que nos lleva a reproducir el etnocentrismo y universalismo; prácticas y expresiones racistas que pueden ser violencias directas, abiertas (explícitas) o larvadas, chistosas, sigilosas que aniquilan las vidas precarias.
Y ¿por qué feminismo antirracista? Porque nos entrelazamos en ese nudo de lucha y transformación colectiva. Con la (urgente) necesidad de “hablar”, “revisar”, “cuestionar”, la negación, invisibilización y exotización que existe desde las buenas intenciones hacia nosotras: ¿subalternas?
Traemos por ello:memoria, territorio, comunidad y comadrismo antirracista.
No se trata solo de nosotras sino de todas pero esta vez hablamos nosotras de nosotras que somos mujeres, dos espíritus, indias, indígenas, lesbianas, no binarie, travas, trans migrantes, conurbanas, villeras. Y que nuestras intersecciones se aunaron en (re)territorializar circundando nuestra memoria oral y lenguaje fronterizo que habitamos no solas sino con nosotras y entre comadres.

 

Bibliografía

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Esta intervención nació de varias asambleas que se llevaron a cabo como colectivo acerca de la construcción estética de la belleza y la reproducción estereotipada existente del que “todes ven pero no se dice, del que todes hablan pero no lo nombran”. El fin fue visibilizar la representación que circula en los medios acerca de las personas marronas, con ascendencia indígena marrón. Disponible en:http://revistafurias.com/la-revolucion-de-las-marronas-identidad-marron/

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Los pueblos indígenas de México. 100 preguntas. ¿Qué es el Informe Martínez Cobo y cuál fue su importancia para los pueblos indígenas del mundo? Disponible en:ttps://www.nacionmulticultural.unam.mx/100preguntas/pregunta.php?c_pre=77&tema=7

El chineo es una tradición de “iniciación” que nos dejó el colonialismo que comenzaron los invasores españoles y luego heredaron los criollos, consiste en la violación de las llamadas “chinitas”—niñas—. La rameada es un término que deriva de ramear (arrastrar), es lo que hacen grupos de jóvenes como rito de iniciación, generalmente en Carnaval, teniendo sexo varios con una misma chica. Y también persiste otra “tradición” que sobrevive con un nombre al menos paradójico, el derecho de pernada. Significa derecho de primera noche. Se dice que los dueños de las fincas que abusan de las niñas hijas —niñas— de sus trabajadores.

Mariana Méndez, actriz de la Puna jujeña. Esta frase hace parte de“Siempre te escucho” micro monólogo audiovisual presentado en el Festival Internacional Audiovisual Voz y Vos (FIAVV) en julio del 2020. Disponible en:https://bit.ly/3lnZbCs

Marita de Humahuaca. Es una cantante de la Quebrada de Humahuaca que a través de las letras de sus canciones se transformó en impulsora del movimiento contra la rameada en Carnaval y cuidado entre comadres. “Ser comadre es ser más que una hermana”: conocé el significado de este vínculo (28 de febrero de 2019). Todojujuy.com. Disponible en:https://bit.ly/37dPkXN

Se encuentra en proceso de indagación de archivo por parte del colectivo sobre los orígenes propios de esta práctica ancestral.

Disponible para su lectura en:https://malvestida.com/2020/09/parteras-alternativa-en-pandemia-bolivia/

Las tortas son panes dulces, un bollo que tiene figurillas arriba y está azucarado y horneado. Se amasan un día antes y temprano en la mañana se preparan en canastas adornadas con serpentinas, frutas, globos y se regala a las comadres. La guagua o wawa (quechua y aymara) —bebé recién nacido— también son de pan dulce, en algunos lugares se suele ofrecer este pan en forma de guagua a la futura comadre de esta forma se hace un compromiso de comadrazgo para cuando nazca el bebé.

 

 

 

Museóloga,artista,docente. Maestranda de Museología en Universidad Nacional de Tucumán y activista antirracista de Identidad Marrón Jujuy.

Trabajadora Social. Maestranda de Estudios y Políticas de Género en UNTREF. Docente en Migración, Territorio y DD. HH. de la UNDAV. Aymara migrante y activista antirracista de Identidad Marrón.

Otilia Lux, CEPAL (2020). Mujer, maya k’iché. Experta de pueblos indígenas en las Naciones Unidas en el Foro Permanente de Cuestiones Indígenas. Entre otros cargos fue Comisionada de la Comisión del Esclarecimiento Histórico sobre la violación de los DD.HH. y hechos de violencia en Guatemala; directora ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas. Diputada al Congreso de la República por WINAQ; Ministra de Cultura y Deportes de Guatemala, representante de Guatemala ante el Consejo Ejecutivo de la Unesco.

El autor Rodríguez Mir, J. (2006) en su trabajo “Resistencia y confrontación en Argentina. Negación y exclusión de los pueblos indígenas”, explica que durante este período en Argentina se llevaron a cabo dos campañas militares, la primera hacia el sur (Patagonia y La Pampa) y la segunda hacia el Gran Chaco que produjo la expulsión violenta de comunidades indígenas.

Se trata de reiteradas expresiones y afirmaciones hechas por personas anónimas durante marchas o movilizaciones en las calles como por ejemplo: la marcha del orgullo gay, el encuentro de integración cultural, entre otras que aceptaban la presencia “cultural” de personas con ascendencia indígena marrón con sus atuendos, música, alimentos y bailes. Una vez que finalizaba esa expresión cultural, eran sujetos de sospecha y peligro (les espectadores resguardaban delicadamente bolso/mochila si se acercaba una persona marrón o aludían a que eran todes de las villas o planerxs). Fueron registradas durante el 2010, 2012, 2018, 2020.

Respecto a ello,se encuentra en proceso de elaboración un ensayo desde el colectivo Identidad Marrón sobre la “blanquitud” que será publicado próximamente.

Al respecto la autora dirá que la constituye una serie de discursos sistemáticos, regulares y repetidos que no toleran las epistemologías alternativas y pretenden negar la alteridad y subjetividad de los Otros de una forma que perpetúa la opresión de sus saberes y justifica su dominación (Citado en Pulido, 2009).

 

 

Erika Edwards, Hiding in Plain Sight. Black Women, the Law and the making of a White Argentine Republic. University of Alabama Press, 2020.

#DebatesFeministas 2. Feminismos en América Latina. Realizado por el Grupo Género UNMDP.https://www.youtube.com/watch?v=nhFBQ5Z03HU

https://www.elextremosur.com/nota/26191-moira-millan-el-movimiento-feminista-es-indiferente-a-lo-que-pasa-con-los-cuerpos-territorio-de-las-mujeres-indigenas/

www.movimientoafrocultural.blogspot.com

https://www.facebook.com/orgulloincluyente

http://www.mujeresafro.org

http://www2.cedom.gob.ar/es/legislacion/normas/leyes/ley4355.html

https://undocs.org/es/A/RES/68/237

Ver al respecto reflexiones sobre el terricidio en el marco del Campamento Climático de los Pueblos contra el Terricidio, convocado por elMovimiento de Mujeres Originarias por el Buen Vivir, en febrero de 2020.https://huerquen.com.ar/campamento-climatico-de-los-pueblos-contra-el-terricidio/

 

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