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Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales

versión On-line ISSN 1853-0400

Rev. Mus. Argent. Cienc. Nat. vol.14 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2012

 

NOTAS BICENTENARIO DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES

Museos en el Antropoceno: Definiendo nuevas buenas prácticas ante la crisis de la biodiversidad

 

Claudio Campagna1 & Leonardo Campagna2,3

1Wildlife Conservation Society, Programa Marino y WCS Argentina, Amenabar 1595, Piso 2, Oficina 19, 1426 Buenos Aires, Argentina; ccampagna@wcs.org.
2Department of Biology, Queen's University, 116 Barrie Street, Kingston, Ontario, Canadá, K7L 3N6; leocampagna@gmail.com.
3División de Ornitología, Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", Av. Angel Gallardo 470, C1405DJR Buenos Aires, Argentina.

 


Resumen: La misión de los museos de Historia Natural (MHN) tiene un horizonte vasto que abarca desde albergar colecciones para la investigación científica hasta servir al entretenimiento y la educación. Los tiempos del Antropoceno, mejor definidos por la crisis de la biodiversidad causada por el impacto humano sobre los ecosistemas, impulsan un replanteo de las prioridades de esta misión. Las especies amenazadas han influenciado la función de los zoológicos y acuarios, han generado nuevos marcos académicos en las universidades y han afectado la perspectiva de algunos MHN. La conservación de especies quizás se convierta en una de las principales fuerzas organizadoras de la misión de los MHN en las próximas décadas, llegando a ser un problema central de las instituciones científicas y educativas en general. Los MHN deberán jugar un papel preponderante no sólo en la presentación de la crisis a la sociedad sino en su solución. Así como en el pasado la exploración y la documentación han marcado la razón de ser de estos museos, y las colecciones han prestado servicio a este fin, en el futuro próximo será necesario aportar soluciones a las amenazas a la biodiversidad. La crisis de las especies aún no ocupa un lugar protagónico en las decisiones societarias y los MHN podrían contribuir al cambio de actitud redefiniendo sus prácticas y prioridades. En el centro del debate se encuentra el valor de las colecciones y los procedimientos para obtenerlas.

Palabras clave: Bicentenario MACN; Colecciones; Conservación; Misión institucional.

Abstract: Museums in the Anthropocene: Defining good practices in face of the biodiversity crisis. Natural History Museums (NHM) have a complex mission that extends from housing collections intended for scientific research to providing entertainment and education to the general public. The Anthropocene, defined by a global biodiversity crisis that stems from human impact on ecosystems worldwide, calls for a reevaluation of the priorities within this mission. Endangered species have redefined the purpose of zoos and aquariums around the world, impacted academia and are beginning to have repercussions on the goals of some NHM. Assisting in species conservation is likely to be the key mission that will guide activities in NHM during the next decades; an obligation from which few institutions in our society will be exempt of. NHM must play a predominant role not only in presenting this crisis to the general public but also in solving it. In the same way that in the past exploring and documenting the natural world has defined the need for NHM (and collections help serve this purpose); in the future, museums must actively seek to mitigate the threat to biodiversity. The crisis does not yet occupy a leading role in societies' decision making; however, NHM can contribute to bringing change by refocusing their mission, and by redefining some of their practices and priorities. In the centre of the debate lie the value of scientific collections and the procedures by which they are obtained.

Key words: MACN Bicentennial; Collections; Conservation; Institutional mission.


 

INTRODUCCIÓN

La reunión "MACN 200 - dos siglos de exploración y descubrimiento de las ciencias naturales Argentinas", llevada a cabo en Buenos Aires a fines de junio de 2012, formó parte de los festejos por el bicentenario de la creación del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" (MACN). En el simposio "El futuro de las Ciencias Naturales en Argentina" se discutió una perspectiva de las ciencias naturales a mediano y largo plazo, considerando su desarrollo en el país, la importancia de la comunicación y divulgación de la ciencia y la relevancia de invertir en proyectos genómicos a gran escala que complementen las colecciones del museo.
El objetivo de nuestra presentación en el marco de dicho simposio fue destacar que, frente a la crisis de la biodiversidad, los museos de Historia Natural (MHN) en general y el MACN en particular deberán redefinir sus roles y comprender su particular aporte. Este reposicionamiento de los MHN se verá facilitado a partir de nuevas buenas prácticas relativas a las misiones que ya cumplen estas instituciones. Este ensayo propone algunos ejemplos relativos al incremento de las colecciones de especies, quizás la actividad que mejor caracteriza a un MHN.

La esencia de un museo

Un museo es su colección, sin más calificativos. Importan menos la infraestructura, los programas educativos o la estrategia de generación de fondos, componentes que conforman parte del funcionamiento en torno a la esencia, a la razón de ser, que es sostener una colección. Las colecciones son entidades difusas que se construyen con tiempo y esfuerzo colectivo. El espíritu coleccionista es una cualidad arcaica del comportamiento humano, que aporta a la definición de una identidad humana; los museos podrían verse como monumentos dinámicos a los individuos que mejor han desarrollado ese sentido que nuestra especie impulsó hasta la mayor sofisticación. Consecuentemente, un museo también es la historia de las personas que coleccionan, como los notables naturalistas que dieron impulso al MACN, Germán Burmeister o Carlos Ameghino entre ellos, o los que han descubierto y custodiado los objetos que integran su colección, como Florentino Ameghino. Los individuos hacen al perfil de los museos pero la razón de ser de la institución los trasciende y se plasma en los objetos mismos, los ítems de la colección.
Los MHN aportan con sus colecciones una mirada sobre el tiempo y la geografía plasmada en su colección. Esta particularidad supera las reglas que permiten catalogar especímenes e incursiona en los procesos que los objetos atestiguan. El objeto más preciado de una colección biológica de un MHN es posiblemente el holotipo de una especie. La reputación del Natural History Museum de Londres se sostiene en parte por albergar unos 8.000 especímenes tipo de las ca. 10.000 especies de aves que existen en el mundo (Warren, 1966; Warren & Harrison, 1971). Las colecciones se miden por la cantidad, además de por la calidad, de los ítems coleccionables.
Reflexionando sobre las colecciones de los MHN puede entenderse que satisfacen algunos requisitos:
(1) El objeto coleccionable no está vivo. Un museo de ciencias naturales tiene más de biblioteca que de zoológico, jardín botánico o acuario. Hay museos que mantienen especies vivas como parte de sus exhibiciones, pero no es esencial para su misión; ni posiblemente deseable dado que los requerimientos para mantener individuos vivos en la mejor de las condiciones raramente se satisfacen con recursos limitados. En las colecciones de un museo no hay vida pero se atesoran sus manifestaciones. El beneficio de que así sea es que las colecciones no se basan en piezas perecederas; idealmente se trata de colecciones "eternas".
(2) Son "anatómicas", y la generalización se aplica aunque no se trate de especies; la función no es coleccionable, ni en las especies ni en la materia no viva. Lo coleccionable es la roca, no el metamorfismo, es la planta, no la fotosíntesis, etc. Los procesos se encuentran implícitos en los objetos que se catalogan y en su estudio, pero la colección es del objeto, la función se comprende a través de él, de allí que la relevancia de una colección es enormemente mayor de la que se expresa por la extensión del catálogo de objetos acaparados.
(3) Tienen dos fines primordiales: (a) aportar a la ciencia, y (b) exponerse al público para la educación y el entretenimiento. La ciencia en los museos es una función institucional menos comprendida por la sociedad que las de educar y entretener. De hecho, podrían haber museos en los que sólo se hace educación, pero no sería un MHN si sólo se hiciera ciencia. Hay colecciones científicas en centros de investigación que no son museos. Otro fin de la colección es generar fondos para el museo a partir de la venta de moldes o copias de los objetos coleccionados.
(4) Son catalogables, lo que implica imponerles un orden que sigue una perspectiva del universo, una teoría científica. Entre las primeras categorías que ordenan a los seres vivos, por ejemplo, se encuentra el lugar que ocupa una especie en la sistemática de las especies. La Sistemática es el marco científico esencial que da sentido a los departamentos biológicos de los MHN; muy distinto habría sido un museo sin el desarrollo de teorías sobre la clasificación de especies. La colección de un MHN sin esqueleto sistemático sería como un collage de objetos, una instalación de arte que podría entretener pero no generaría conocimiento de las ciencias naturales.
Un MHN ideal sería entonces el que ha logrado coleccionar una muestra de cada objeto esencial que representa todas las funciones y que proviene de cada rincón del universo, cada estrella o agujero negro, cada piel y cada pluma; y no sólo de cada espacio, sino de cada tiempo desde que el tiempo existe. Esta visión podrá ser una entelequia, pero ayuda a entender el espíritu que se ha sostenido en los mejores museos del mundo desde que han sido fundados, y algunos han avanzado mucho en la dirección del ideal. Los 29 millones de especímenes catalogados en la colección de zoología del Natural History Museum constituyen quizás la menos imperfecta de las colecciones zoológicas.
Con sus colecciones el museo construye relaciones, tramas, redes, ramificaciones, categorías, historias y discursos. Si se piensa en las aves, por ejemplo, se estima que entre 7-10 millones de pieles de especies diversas se encuentran en colecciones de museos (Brooke, 2000), además de unas 320.000 muestras de tejido de 7.200 de las ca.10.000 especies de aves descritas (Stoeckle & Winker, 2009). Algunas especies de aves existen sólo como pieles en las colecciones de los museos. Esta realidad es central a nuestro argumento: muchas especies ya no están formando parte de las tramas ecológicas naturales, se han extinguido y lo que queda de ellas es un lugar en un catálogo de un MHN y una piel o una figura embalsamada. Conocidos ejemplos en la Ornitología incluyen al Dodo (Raphus cucullatus) de la isla Mauricio, y varias especies de América del Norte como la Paloma Migratoria (Ectopistes migratorius), el Loro Carolino (Conuropsis carolinensis) y, más recientemente, el Carpintero Real (Campephilus principalis) (UICN, 2012). Para la Argentina, el Pato Serrucho (Mergus octosetaceus) se encuentra mejor representado hoy en la colección del MACN que en cualquier otro lugar natural de la Argentina (Bosso & Gil, 2003), el Cardenal Amarillo (Gubernatrix cristata) y el Macá Tobiano (Podiceps gallardoi) seguramente se sumarán a esta lista en las siguientes décadas, de no variar la tendencia en la que se encuentran atrapados (Pessino & Tittarelli, 2006; Roesler et al., 2011).
La esencia de una colección museológica y la búsqueda de una colección perfecta sugieren que un museo es como un universo de un universo, idea admirablemente capturada en una obra de la literatura relevante a nuestra perspectiva. En el cuento Del Rigor en la Ciencia, uno de siete que escribió Borges en un conjunto denominado justamente "Museo" (Borges, 1960), el escritor reflexiona sobre la parte y el todo en la representación de la realidad. Dice: "En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas".
La cita nos sugiere que una colección perfecta que compite con la realidad pierde ante la realidad, lo cual conduce de pleno a la siguiente sección. Las colecciones de los museos podrían representar el espacio en el que se encuentran más especies actuales de las que existen en la Naturaleza. Las colecciones podrían ser, paradójicamente, "mejores" que la realidad, más completas, como si el mapa del imperio que trazaron sus imaginarios cartógrafos hubiese contenido información que en el imperio mismo ya no estaba disponible. La paradoja, que Borges habría sabido explorar mejor que nosotros, es factible porque nos encontramos inmersos en la Era Antropocénica.

Bienvenidos al Antropoceno

Durante el siguiente siglo se perderán los hielos de una considerable proporción del Polo Norte, el pH del agua marina se hará significativamente más ácido causando la desaparición de gran parte de los arrecifes coralinos, la explotación de recursos pesqueros llevará al colapso a las poblaciones naturales de peces de valor económico y se extinguirán especies que nunca fueron catalogadas por la ciencia. Todos los anteriores son unos pocos ejemplos de los efectos globales de las acciones humanas en la Era del Antropoceno, un tiempo que se encuentra instalado en las discusiones de los ambientes académicos y en la divulgación científica (ver por ejemplo Kareiva et al., 2007; Marris et al., 2011; Kolbert, 2011). Si alguna vez hubo una "Era de los dinosaurios", hoy estamos cursando una aún más espectacular, aunque por razones muy distintas. Las consecuencias prácticas de la Era Antropocénica no se limitan a la extinción, la amenaza, la degradación y la puesta en peligro de la diversidad biológica, llegan a lugares impensados como por ejemplo al lenguaje. Los conservacionistas "antropogénicos" sugieren, por ejemplo, abandonar la idea de "naturaleza prístina". Esta propuesta no implica, dicen sus defensores, la caída del ideal conservacionista (Marris et al., 2011). Los que sostienen que la llegada del Antropoceno debe ser bienvenida refuerzan su discurso diciendo que el éxito conservacionista no se plasma con la esperanza puesta en un planeta prístino, sino con la mirada comprensiva acerca de la posición del ser humano en el nuevo equilibrio natural. El planeta prístino, nos dicen, ha siempre sido una idea falaz, ¿por qué entonces no desecharla? Si la olvidamos no estaríamos instalando el fin del conservacionismo, no estaríamos proponiendo que se terminen de degradar los ambientes naturales más preciados. Sugerir que la edad del ser humano implica el compromiso de todas las especies no es consecuente con la inexistencia del paraíso prístino, dicen. Y en este punto hacen una analogía con la máxima de Fyodor Dostoevsky, sin Dios todo está permitido, para sugerir que es falaz que los conservacionistas "a ultranza" sugieran que los "conservacionistas antropogénicos" pregonen que todo está permitido porque es hora de olvidar el "paraíso natural" (Marris et al., 2011). En síntesis: el Antropoceno no es el fin del ambientalismo, es el comienzo de un mundo marcado a fuego por el comportamiento humano.
Hasta aquí una rápida presentación de perspectivas relativas a la Era del Antropoceno y la conservación. Nuestra posición no es consecuente con la mirada del conservacionismo antropocénico. Para nosotros, que el Antropoceno haya llegado para instalarse es mala noticia, lo es para la diversidad de la vida porque sólo implica la pérdida o su puesta en riesgo; no conocemos información relativa a las consecuencias del Antropoceno que impliquen la expansión de dicha diversidad. El Antropoceno impacta sólo con un signo y viene asociado a una crisis de extinción de especies y de modificación de ambientes en tendencia rampante; no encontramos entonces razones para la bienvenida.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) informa sobre la crisis de las especies: alrededor de 800 especies conocidas por la sistemática se han extinguido recientemente y otras 60 casi con seguridad desaparecerán en el término de años o décadas (UICN, 2012). Estos datos incluyen sólo especies conocidas para las cuales existe información disponible para realizar una evaluación, por ende subestima la magnitud del problema. Los ecosistemas están tan amenazados como las especies, y el concepto de colapso ecosistémico es análogo al de una especie amenazada. La UICN también informa que la crisis de la biodiversidad no impacta sólo "especies", afecta íntimamente a las sociedades humanas y a sus individuos, a las relaciones sociales y las instituciones que las sostienen. En otras palabras, la trama misma del ser humano y la sociedad están siendo afectadas. El optimismo de los que no ven el fin del conservacionismo en las amenazas antropogénicas no incursiona en los impactos colaterales de la crisis de las especies, cuanto más acuden al tecno-desarrollo para paliarlos. Creemos que este optimismo no es justificado; así como el Antropoceno elimina diversidad, sus cualidades emergentes, como la tecnología, no alcanzan para resolver las consecuencias funcionales negativas del comportamiento humano sobre la Naturaleza.

Museos en el Antropoceno: ¿De coleccionistas a restauradores?

Las misiones de los principales MHN del mundo son indicativas de algunos principios que rigen la filosofía de estas instituciones. Un recorrido por esas declaraciones institucionales ilustra la razón de ser de una muestra de los principales MHN (Tabla 1) y permite concluir que dichas instituciones se dedican a: 1) Mantener e incrementar sus colecciones; 2) Llevar a cabo investigación científica sostenida en dichas colecciones; y 3) Utilizar la exhibición de colecciones con fines educativos. ¿Cómo aportan entonces los MHN a la discusión sobre conservación en el Antropoceno y la crisis de las especies? ¿Podrá la sistemática o la biogeografía mantenerse al margen de la conservación?

Tabla 1: Breve descripción de la misión institucional de diez prestigiosos MHN a nivel mundial.

Los museos no pueden cambiar su esencia sin transmutar su identidad, luego no pueden abandonar la colección como razón de ser. Tampoco pueden comprometer los planteos sobre relaciones en el tiempo y el espacio de los objetos que atesoran. Sin embargo, la necesidad de mantener e incrementar las colecciones en tiempos del Antropoceno, una intervención perfectamente natural algunas décadas atrás, ha generado algunos debates en el ámbito académico (ver por ejemplo Winker, 2004; Joseph, 2011; Bekoff & Elzanowski, 1997). No es el fin de este ensayo reflexionar sobre la importancia del uso de las colecciones para fines científicos. No creemos necesario discutir el tema, tan numerosas han sido las contribuciones a la ciencia basadas en estudios de colecciones museológicas. Nuestra intención es incursionar sobre cuáles serían hoy algunas buenas prácticas que adapten la rutina coleccionista a los tiempos de crisis de la biodiversidad.
Una historia de los inicios del Antropoceno ilustra el punto.
El ballenero y cazador de focas del siglo XIX, Charles Scammon, habría sido uno de los primeros en documentar científicamente la presencia de elefantes marinos del norte, Mirounga angustirostris, en las aguas de California y Méjico (Scammon, 1870). Scammon también contribuyó a diezmar las poblaciones de esta especie, que en menos de dos décadas desde que se la descubriera, estaba prácticamente extinguida (Stewart et al., 1994). Pero a 200 galones de aceite por macho adulto, la extinción no era una preocupación prioritaria de los cazadores de focas. La información molecular hoy disponible sugiere que los actuales 150.000 elefantes del norte son la azarosa consecuencia de la supervivencia de unos 20 individuos que no fueron alcanzados por el exterminio a escala industrial (Hoelzel et al., 2002). Por otra parte, esa especie podría considerarse afortunada cuando se compara con el destino de la vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas), descrita en 1741 por el naturalista homónimo, en una expedición al mando del explorador Vitus Bering al Pacífico Norte. La especie se extinguió en menos de 27 años desde que fuera descrita (Domning et al., 2008). Los elefantes marinos del norte no se extinguieron aún, pero en 1880 eran una especie rara. En ese año, se encontraron 335 animales en Bahía San Cristobal, Baja California y cuatro más tarde ya no quedaba ninguno. La persecución continuó y en 1883 se encontraron 80 en Isla Guadalupe; todos fueron cazados. En 1892, sólo se registraron 9 animales en Guadalupe, de los que se sacrificó a 7. Este último evento, sin embargo, difiere de los anteriores a cargo de cazadores foqueros. Esta última matanza de siete animales fue perpetrada por expedicionarios del Museo Smithsonian en campaña coleccionista (Stewart et al., 1994). En 1922, cuando en la práctica la especie estaba extinguida, el gobierno Mejicano "protegió" a los elefantes marinos del norte. Nadie tenía en claro si esa medida iba a resultar en un cambio en la dirección de la suerte de la especie. Pero la decisión aparentemente los ayudó. La especie trascurre el 80% del ciclo anual en el mar; habrían habido unos 20 afortunados individuos diseminados por el Pacífico noroccidental que evadieron a los cazadores comerciales y académicos. De ellos descienden los muchos miles de elefantes marinos del norte que hoy pueblan las costas de California (Fig. 1).


Fig. 1: Machos adultos de elefante marino del norte (Mirounga angustirostris) disputándose el acceso a un harén de hembras en las costas de California. Foto Claudio Campagna.

La historia es pertinente en el marco de una pregunta: ¿Fue "correcta" la decisión de los expedicionarios del Smithsonian de colectar siete de nueve animales diezmados siendo que, hasta lo que ellos podían saber, eran los últimos de una especie? Posiblemente la respuesta sea afirmativa con un agregado: "lo fue para esos tiempos". La ética del coleccionista depende del momento histórico; en el Antropoceno, la colección de individuos, y en particular de aquellos pertenecientes a especies amenazadas de extinción, es un problema ético, ya no sólo científico. De esta afirmación se desprenden las siguientes generalidades sobre la misión de los museos.

Nuevas buenas prácticas ante la crisis de la biodiversidad

En síntesis, mantener e incrementar colecciones es vital para las actividades científicas y educativas de los MHN. Dichas instituciones también incluyen en su misión actividades que tienen que ver con la conservación (ver ejemplos en la Tabla 1). La mentalidad coleccionista no contradice (necesariamente) a la conservacionista, sin embargo los tiempos del Antropoceno difieren de aquellos de Arthur Russel Wallace y Charles Darwin. Sin ir más lejos, las especies de calandrias de las Islas Galápagos, cuyo estudio y colecta inspiró gran parte del trabajo de Darwin, se encuentran hoy seriamente amenazadas de extinción (Hoeck et al., 2010). Hoy sería imposible justificar la necesidad de registrar la diversidad de estas especies en peligro a través de la colecta. Sin embargo, si la colecta de calandrias fue crucial para que Darwin formulase su teoría del origen de las especies, es necesario buscar prácticas alternativas en situaciones similares para que la ciencia no sufra las consecuencias negativas del Antropoceno. A continuación proponemos una lista no exhaustiva de prácticas que podrían aplicarse a la hora de incrementar colecciones en el marco de la crisis de las especies.

Buenas prácticas sobre lo que ya existe

(1) Sacar el mayor provecho posible de lo ya colectado. El valor de una colección, al igual que su deterioro, se incrementa con el tiempo. Mantener las colecciones en el futuro requerirá de importantes inversiones en curación, almacenamiento y restauración de material. Destinar fondos a incrementar el valor de lo colectado es igual de importante que invertir en nuevas campañas de colección.
(2) Absorber colecciones pequeñas y sin sustento económico. Esto implica ubicar colecciones pertenecientes a instituciones (ej., universidades y centros de investigación) que no poseen los recursos y el personal necesario para mantenerlas apropiadamente y transferirlas a instituciones mayores. Consiste no sólo en rescatar colecciones destinadas al deterioro, sino también facilitar su estudio y exhibición. Un artículo anónimo (2011), publicado en la revista Nature, describe una iniciativa del gobierno de Alemania para tratar este problema, trasladando material a instituciones mayores y obligando a las instituciones menores que conservan colecciones a destinar espacios para su exhibición y estudio.
(3) Absorber colecciones privadas y facilitar su acceso por parte del público general e investigadores.
(4) Integrar colecciones a nivel mundial y promover las condiciones burocráticas que otorgan más movilidad al material de colección. La colección entomológica del Natural History Museum de Londres tiene ca. 28 millones de especímenes preparados. Esto incluye aproximadamente un 50% de las especies nombradas. Aproximadamente 200.000 especímenes se encuentran alrededor del mundo en forma de préstamo a más de 1.000 investigadores, procesándose unos 600 o 700 préstamos por año. El Smithsonian prestó para el estudio fuera de la institución un promedio de 100.000 especímenes al año de su colección entomológica, entre 1976 y 1986 (Suarez & Tsutsui, 2004). Pocos países poseen las condiciones burocráticas para mover material con esta facilidad y rapidez; la Argentina no es uno de ellos.
(5) Repatriar material, si se dan las condiciones óptimas para su preservación.
(6) Generar recursos para poder invertir en capacitar y emplear al personal adecuado para mantener una colección. Manejar colecciones requiere del trabajo de curadores, técnicos especializados en diversas tareas y colectores; en el MACN estas responsabilidades recaen sobre algunos técnicos e Investigadores y becarios del CONICET. No es raro que se desaproveche gran parte del material colectado por falta de tiempo y personal que pueda curarlo apropiadamente, especialmente en casos en los que se suelen obtener miles de especímenes en una campaña de colecta (por ejemplo insectos o arañas). El personal de la división de Ictiología del Museo Smithsonian está compuesto por cuatro curadores, un encargado de incrementar la colección y cerca de 15 técnicos a cargo de bases de datos, curar e ilustrar material, etc.
(7) Sacar el mayor provecho posible de las herramientas informáticas disponibles. El MACN es una institución pionera en este sentido. La iniciativa para digitalizar las colecciones del MACN es un paso esencial para poder facilitar el acceso al material colectado por parte de investigadores de todo el mundo. Portales como el Barcode of Life Database (http://www.boldsystems.org/) permiten integrar información de especímenes colectados con datos genéticos.

Buenas prácticas para el futuro

(1) Superar el proteccionismo y realizar esfuerzos concertados de colección entre instituciones para repartir el material; especialmente valioso en el caso de los recursos genéticos que pueden fácilmente compartirse entre instituciones.
(2) Conservar material para el estudio genético. Si se hubiera preservado material en alcohol, en vez de formol, hoy tendríamos más opciones de uso de una colección. El Louisiana Museum of Natural History tiene unas 160.000 pieles de aves de las cuales sólo hay unas 45.000 muestras de tejido (Winker, 2005; Stoeckle & Winker, 2009). En los últimos años los trabajos genéticos han comenzado a incorporar el estudio de la expresión de genes o transcriptómica. Para poder llevar a cabo este tipo de estudio es necesario colectar material utilizando condiciones y preservantes específicos (ver por ejemplo Cheviron et al. 2011). La colecta de material bajo estas condiciones sin duda otorgará un valor agregado a las colecciones.
(3) Aprovechar integralmente el material colectado. Un organismo conlleva asociado, por ejemplo, una historia de exposición a enfermedades cuyo registro se pierde si no se realizan los estudios necesarios al momento de su colección. Conservar los ectoparásitos, por ejemplo, puede también servir para futuros estudios.
(4) Capitalizar el material que implican los animales muertos por accidentes, por ejemplo en los Parques Nacionales y reservas naturales, los animales decomisados y las donaciones. Se deben crear redes de contactos y protocolos para que se integren especímenes a los museos. Esto puede ser esencial para especies raras. La captura incidental en la pesca, por ejemplo, es una fuente de material que se desaprovecha o se explota poco a los fines de los catálogos de diversidad.
(5) Enfocarse en colectas dirigidas, especies en particular y priorizar grupos de interés. Los catálogos de biodiversidad necesitan de colecta base en invertebrados, aunque quizás menos en vertebrados. Para estos últimos se deberán explorar los métodos no letales como por ejemplo la toma de muestras de sangre y la creación de bibliotecas de sonidos, imágenes, huellas, etc.
(6) Direccionar la colección a lo que pueda ser impactado por el Antropoceno. Una forma de cumplir con esta práctica es apuntar a colectar series en el tiempo y en el espacio. La colección dirigida podría documentar cambios en los patrones de distribución de las diferentes especies, así como el avance de especies invasoras. La modificación del hábitat por causas antrópicas favorece la hibridación entre especies cercanas, llevando a que especies que estaban reproductivamente aisladas ya no lo estén, y en algunos casos causando extinción (Rhymer & Simberloff, 1996). La colecta de híbridos en ambientes modificados así como la de las especies parentales brindará información sobre el proceso de especiación. La extinción de especies a nivel local llevará a la desaparición de poblaciones que quizás se encuentren aisladas y genéticamente diferenciadas de otras poblaciones de la misma especie. La colecta dirigida a estas poblaciones ayudará a registrar la pérdida de variabilidad genética.

CONCLUSIONES

Los MHN son los que mejor pueden sostener la idea de que las extinciones del Antropoceno no son la norma en la historia de la vida. La historia natural está repleta de ejemplos sobre extinciones; nunca los tiempos y las causas fueron los que operan en la Era del Antropoceno. Este mensaje se puede sostener en las colecciones de los MHN mejor que con cualquier otro medio de cualquier institución. Pero la misión de los MHN ya no puede limitarse a reflejar la realidad; es urgente que contribuyan a cambiarla. Las restricciones económicas y burocráticas confabulan contra las adaptaciones de la misión y la aplicación de buenas prácticas. Los MHN deberán superarlas creativamente. Lo más importante es que estas instituciones aggiornen su razón de ser, alguna vez relacionada con la ciencia y la educación, hoy principalmente con la ciencia, la educación, el divertimento y la generación de recursos para sostener más de lo mismo; pero cada vez más con la conservación y la mitigación de las amenazas a la biodiversidad. El MACN tiene en su misión las palabras que permiten avanzar sus intervenciones en el marco de la conservación. Este mandato se aplica desde la estrategia de gestión hasta las prácticas para expandir sus colecciones. No puede ser el fin de los MHN ser los depositarios de las especies que ya no están, como alguna vez compitieron por acaparar especies existentes. El Antropoceno obliga a un cambio de actitud. Las sociedades aprenden y los museos convocan. Por el momento, han sabido instalar el fanatismo por lo extinguido, tal vez puedan también aportar a la apreciación de la pérdida de lo existente.

AGRADECIMIENTOS

A Pablo L. Tubaro por invitarnos a participar del simposio "El futuro de las Ciencias Naturales en la Argentina". Gracias a Victoria Zavattieri por su ayuda con las imágenes que acompañaron a la presentación oral de este trabajo y la ilustración que forma parte de este manuscrito. A Martín Brogger, Luciano Calderón, Facundo Labarque y Santiago Krapovickas por corregir el manuscrito y brindar sugerencias para mejorarlo.

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Recibido: 28-IX-2012
Aceptado: 01-XI-2012

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