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La zaranda de ideas

On-line version ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.6  Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./Dec. 2010

 

ARTÍCULO

Aproximaciones al estudio de las prácticas mortuorias de las sociedades cazadoras-recolectoras del humedal del Paraná

 

Bárbara Mazza*

* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). Egresada de la carrera de Ciencias Antropológicas con orientación Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2009). Este trabajo forma parte de sus investigaciones sobre los aspectos mortuorios del humedal del Paraná inferior. Email: barbara_mazza@yahoo.com.ar

Recibido en: marzo de 2010
Aceptado en: septiembre de 2010

 


RESUMEN

El sitio Cerro Lutz, ubicado en el sector de planicies inundables del sureste de la provincia de Entre Ríos, posee un minucioso registro de las prácticas mortuorias de sociedades cazadoras-recolectoras. Se han encontrado tanto entierros primarios como secundarios, con variedad en sus posiciones y orientaciones, diferenciación según categorías sexo-etarias, uso continuo del espacio como cementerio y una configuración espacial pautada y organizada de las inhumaciones. Estas características hacen de Cerro Lutz un área formal de entierro propiamente dicha, radicando su importancia en la diversidad de prácticas mortuorias registradas. Este trabajo, junto con otros recientemente publicados, reinicia el análisis sistemático de los comportamientos mortuorios en el área.

Palabras claves: Cerro Lutz; Humedal del Paraná inferior; Prácticas mortuorias; Entierros primarios y secundarios; Cazadores-recolectores.

ABSTRACT

The Cerro Lutz archaeological site, located in the flood plains of southeast of Entre Ríos, evidences a detailed mortuary record of hunter-gatherer societies of the area. There were found primary and secondary burials in different positions and orientations, differences related to sex and age categories, a continued use of space as a cemetery and an organized distribution of burials. These characteristics classify Cerro Lutz as a typical formal disposal area, which importance lies in the variety of mortuary practices registered. This work, together with others recently published, reinitiates the systematic analyses of mortuary behaviors in the area

Key words: Cerro Lutz; Inferior Parana wetlands; Mortuary practices; Primary and secondary burials; Hunter-gatherers


 

INTRODUCCIÓN

El área bajo estudio pertenece al humedal del Paraná inferior (de aquí en más HPI), ubicada al sur de Entre Ríos y al norte de la provincia de Buenos Aires (Figura 1). Esta zona fue habitada hacia fines del Holoceno Tardío (3500 - 500 años AP) por sociedades cazadoras-recolectoras (que en algunos casos tuvieron un componente productivo como francamente horticultoras; ver síntesis en Lothrop 1932; en Loponte 2008 y en Loponte y Acosta 2008a), y por poblaciones denominadas genéricamente como Guaraníes (Torres 1911; Lothrop 1932; Cigliano 1968; Rodríguez 2001, 2004; Loponte y Acosta 2007a, 2008b; entre otros). Las primeras de ellas son las que ocuparán nuestro foco de análisis en este trabajo. Estas sociedades se caracterizaban a grandes rasgos, por poseer un alto grado de estabilidad residencial, una alta densidad demográfica, una economía basada principalmente en la pesca y en la caza de ungulados (Blastocerus dichotomus y Ozotoceros bezoarticus) y roedores (Myocastor coypus y Cavia aperea), con su respectivo sistema tecnológico especializado. Además, integraban un circuito de intercambio mediante el cual adquirían materias primas y bienes suntuarios, algunos de los cuales poseen un origen extra-regional. Sin embargo, aún no se ha documentado arqueológicamente la existencia de desigualdad social institucionalizada (para más detalles ver Loponte 2008).


Figura 1. Ubicación del HPI, del sitio Cerro Lutz y ciudades cercanas.

Este trabajo tiene como objetivo contribuir al conocimiento de las prácticas mortuorias de las poblaciones cazadoras-recolectoras del HPI, con el fin de avanzar en la comprensión de su organización social. A tal fin, nos enfocaremos en el sitio Cerro Lutz, analizando los modos de inhumación, las orientaciones y posiciones de los entierros, la composición sexual y etaria de la muestra y la relación espacial entre las inhumaciones. Se pretende aportar datos para la discusión acerca de la presencia de diferenciación social (Binford 1971, Tainter 1978; Brown 1981; Carr 1995), territorialidad (Dyson-Hudson y Smith 1978) y su consecuente apropiación de áreas del paisaje destinadas a fines mortuorios por parte de las sociedades prehispánicas del área (Saxe 1970; Chapman y Randsborg 1981; Goldstein 1981; Chapman y Randsborg 1995; Schroeder 2001).

ANTECEDENTES MORTUORIOS DEL HPI

El HPI se encuentra caracterizado, a nivel mortuorio, por una gran variabilidad de modos de inhumación. El espectro de variación incluye tanto entierros primarios y secundarios (paquetes, acumulaciones óseas y cráneos aislados), como incineraciones. Cabe aclarar que esta última modalidad ha sido colocada en una categoría separada dado que se desconoce si proviene de contextos de inhumación primarios o secundarios. Por otro lado, los entierros fueron encontrados en diversas posiciones y orientaciones (Zeballos y Pico 1878; Torres 1903, 1911; Greslebin 1931; Lothrop 1932; Gatto 1939; González 1947; Gaspary 1950; Petrocelli 1975; Caggiano et al. 1978; Loponte 2008). Si bien el componente mortuorio de estas sociedades siempre formó parte de los trabajos de investigación arqueológica, éstos han sido llevados a cabo de manera superficial y descriptiva, sin interesarse por los condicionantes organizativos y sociales que dieron como resultado dichos patrones funerarios. Es sólo a partir de los últimos años que los estudios bioarqueológicos constituyen una línea de investigación propia dentro del área, analizándose, entre otros tópicos, los distintos modos de inhumación presentes en la región (Feuillet Terzaghi et al. 2007; Loponte 2008; Mazza 2009, 2010), su distribución geográfica en relación con la posible existencia de límites sociales (Mazza 2009), la presencia de patologías e indicadores de stress mecánico en los huesos y dientes (Kozameh et al. 2007, 2010) y la composición de la dieta a partir del análisis de isótopos estables (Loponte 2008; Loponte y Kozameh 2009).

DESCRIPCIÓN DEL SITIO CERRO LUTZ

Cerro Lutz se ubica sobre un albardón localizado en la margen izquierda del arroyo Martínez, cerca de su intersección con el arroyo Sagastume Chico, a los 33º 38' 47,4'' latitud sur y 58º 36' 20,8'' longitud oeste (Figura 1). Es probable que Cerro Lutz corresponda al lugar excavado por R. C. Lafón y colaboradores (Lafón 1971) bajo la denominación de"El Aserradero" (33° 37' latitud sur y 58° 38' longitud oeste). Esta conclusión se deriva de las notas de campo de Lafón (1968), en las cuales señala la existencia del sitio en la misma estancia donde se encuentra el lugar actualmente bajo estudio.

Cerro Luz fue redescubierto a raíz de una fuerte tormenta que provocó la caída de los álamos que cubren gran parte del mismo. Los tocones de los árboles caídos presentaban, entre sus raíces, una abundante cantidad de material arqueológico, situación que incluía la presencia de restos óseos humanos. El sitio fue excavado durante dos campañas entre el 2005 y 2006 bajo la dirección de Alejandro Acosta y Daniel Loponte (Acosta y Loponte 2006; Loponte y Acosta 2007b). Entre otras actividades, se realizaron una serie de pequeños sondeos estratigráficos para delimitar la extensión del emplazamiento, siendo el tamaño estimado de unos 400 m de largo, en su eje N-S, y de 80 m de ancho en sentido E-O. También se definieron varias unidades de excavación, entre las que se destacan, por ser las únicas en dónde se ha encontrado material bioantropológico (Tabla 1) Tocón 1, Tocón 3 y Cuadrícula 2. La totalidad de la superficie excavada es de 19 m2; aproximadamente. Las tres unidades de excavación comparten no sólo la presencia de inhumaciones sino también la ubicación estratigráfica de las mismas en el horizonte A (entre los 10 y 40 cm de profundidad), con presencia de una importante acumulación de de valvas Diplodon sp. debajo de ellas, fragmentos cerámicos y restos arqueofaunísticos (para mayor información ver Acosta y Loponte 2006; Loponte y Acosta 2007b).

Tabla 1. Cerro Lutz. Detalle de inhumaciones. Sexo: (M) masculino, (F) femenino, (I) indeterminado. Unidad de excavación: (C2) cuadrícula 2.

El sitio posee cuatro fechados radiocarbónicos, tres de ellos realizados sobre restos óseos humanos, pertenecientes a tres inhumaciones registradas en los distintos sectores de la excavación mencionados. El cuarto fue efectuado sobre restos de Canis familiaris, extraídos en un sondeo de 1,20 m x 70 cm ubicado a 6 m de la cuadrícula 2. Es importante destacar que en este sondeo no fueron hallados restos humanos, lo que podría deberse a lo limitado del área abierta en dicho sector. Dichos fechados ubican a las inhumaciones coetáneamente hacia fines del Holoceno Tardío: 976 ± 42 años 14C AP (AA77310; hueso humano; tocón 3; entierro primario N° 3); 916 ± 42 años 14C AP (AA77312; hueso de cánido); 796 ± 42 años 14C AP (AA77311; hueso humano; cuadrícula 2; entierro secundario tipo paquete N° 9) y 730 ± 70 años 14C AP (LP-1711; hueso humano; cuadrícula 2; entierro primario N° 10).

MATERIALES Y MÉTODOS

En el análisis mortuorio se distingue entre inhumaciones primarias, secundarias e indeterminadas. Entendemos a las primeras como aquellos entierros en los cuales la relación anatómica entre las partes del esqueleto no ha sido culturalmente alterada. En cambio, los entierros secundarios implican un proceso mediante el cual el cuerpo es desarticulado y, en ciertas ocasiones, reestructurado nuevamente, pudiendo las partes del esqueleto diferir significativamente de su posición anatómica original (Campillo y Subirá 2004; White y Folkens 2005). Las inhumaciones indeterminadas son aquellas en las cuales la distribución y el ordenamiento espacial de las unidades anatómicas no nos permiten conocer con certeza si se trata de modalidades primarias o secundarias. Por lo general, suelen pertenecer a esta última categoría aquellas que han sido perturbadas por procesos posdepositacionales. Dentro de las secundarias se puede discriminar entre paquetes, acumulaciones óseas y cráneos aislados. Los paquetes mortuorios fueron identificados por ser un conjunto, en su mayoría, de huesos largos, ordenados de manera superpuesta siguiendo el eje axial, con un cráneo en uno de sus extremos. En cambio, las acumulaciones óseas, si bien también se componen en su mayoría de huesos largos superpuestos, no guardan un patrón espacial organizado simétricamente y tienen ausencia de cráneos (Mazza 2010). Dada la existencia de actividades de arado en Cerro Lutz, aún no se han descartado completamente que estos conjuntos óseos estén modificados por esta actividad u otros procesos posdepositacionales (O´Shea 1981, 1984). Sin embargo, los huesos que integran las mismas no poseen evidencias de impacto o de exposición meteórica, y se encuentran a la misma profundidad y en el mismo sector del sitio en donde se hallan entierros primarios que se mantienen intactos.

Se analizaron para cada tipo de entierro las respectivas orientaciones y posiciones. Para el caso de los entierros primarios, se tomó como parámetro de orientación el eje axial. Para los paquetes mortuorios se estableció en base a la orientación de la calota, ya que el cráneo se encuentra siguiendo el mismo eje axial de los huesos largos que conforman el paquete. Para los cráneos aislados se ha tomado como indicador de su orientación el punto cardinal del área facial. En el caso de las acumulaciones óseas no se pudo establecer la orientación, debido a la falta de organización de las unidades anatómicas que nos permitiera saber su disposición según ejes cardinales. Por otro lado, en cuanto a las posiciones de las inhumaciones sólo fueron registradas las de las primarias, cuyas categorías son: decúbito dorsal, decúbito ventral y/o lateral flexionado. Una vez obtenidas las orientaciones y posiciones se efectuaron sus cálculos de frecuencia para establecer cuál de ellas es la más usual.

Luego, para el estudio de las relaciones espaciales entre las inhumaciones, nos hemos focalizado en la unidad de excavación denominada Cuadrícula 2, dado que es la que posee la mayor cantidad de entierros pasibles de ser sometidos al análisis. Para ello, la unidad de excavación fue dividida en sectores, definidos por espacios cubiertos de valvas con ausencia de restos humanos.

Por otra parte, debido a que los entierros secundarios constituyen inhumaciones múltiples y, a su vez, ciertos entierros primarios presentaron diferentes niveles de fragmentación (producto de la acción del arado principalmente) que pudo enmascarar la cantidad real de individuos inhumados, se efectuó la cuantificación de restos óseos, mediante la aplicación de cálculos de abundancia relativa utilizados en análisis faunísticos (Lyman 1994). El cálculo del número mínimo de individuos (NMI, White 1953) se logró empleando el mínimo número de elementos (MNE, Binford 1984). Este último se calculó sobre la frecuencia con que se hallaron representados cada uno de los elementos anatómicos que componen al esqueleto. El NMI se obtuvo por la frecuencia que le corresponde al elemento anatómico más abundante en la muestra. A la hora de realizarlo, se tuvo en cuenta la lateralidad (White 1953) y el estado de fusión de las epífisis (Bökönyi 1970). Otra medida de abundancia relativa utilizada fue el número mínimo de unidades anatómicas (MAU, Binford 1984), el cual se obtuvo dividiendo el número mínimo de elementos, o MNE, de cada unidad anatómica por las veces que esa parte está presente en el esqueleto completo. Luego, el resultado fue estandarizado en una escala del 1 al 100, respecto de aquella unidad anatómica que posee el MAU más alto (MAU%). El MAU y MAU% fueron aplicados en los entierros secundarios (paquetes y acumulaciones óseas), ya que el primero de ellos nos permite conocer la configuración interna del conjunto, mediante la comparación de las frecuencias calculadas para sus diferentes unidades anatómicas, y el MAU% nos posibilita comparar diferentes conjuntos entre sí. De esta manera, en base a los elementos anatómicos representados, hemos sometido al análisis a una estructura mortuoria que fue alterada por procesos de formación, para determinar si originalmente pertenecía a un entierro primario o secundario.

A continuación, una vez estimado el NMI, se determinó la composición sexual y etaria de las inhumaciones. Para la estimación etaria de los adultos se tomaron los indicadores de los coxales (cambios en la superficie auricular del ilión y de la sínfisis púbica- Todd 1921; Lovejoy et al. 1985; Brooks y Suchey 1990), como así también la obliteración de las suturas craneales (Meindl y Lovejoy 1985; Krogman e Isçan 1986 en White y Folkens 2005; Mann et al. 1991; Buikstra y Ubelaker 1994). Para los subadultos se consideró el estado de fusión de los distintos centros de osificación de los huesos largos y la erupción dentaria (Buikstra y Ubelaker 1994; Scheuer y Black 2000; Baker et al. 2005; White y Folkens 2005)2. Una vez obtenidos estos datos, se construyó un perfil etario de muerte con los siguientes intervalos: feto (nonato), infante (0-3 años), niño (3-12 años), juvenil (12-20 años), adulto joven (20-35 años), medio (35-50 años) y senil (más de 50 años) (White y Folkens 2005). Para la asignación del sexo se tomaron como puntos indicadores aquellos correspondientes al cráneo (inión, proceso mastoideo, márgenes y arco supraorbitales y eminencia mentoniana) y los coxales (escotadura ciática mayor, arco ventral del pubis, concavidad subpúbica y rama isquiopúbica) - (Phenice 1969; Buikstra y Ubelaker 1994; White y Folkens 2005). Para los secundarios, además de la utilización de los indicadores mencionados, se hizo una aproximación macroscópica de los huesos largos, comparando el diámetro de la cabeza del fémur y del húmero, las inserciones musculares y su aspecto grácil o robusto, con aquellos pertenecientes a los entierros primarios, de los cuales pudo estimarse el sexo por métodos convencionales. Esto se basa en que el nivel de dimorfismo sexual entre los primarios suele ser muy evidente y, por lo tanto, es fácilmente extrapolable hacia los secundarios. Sin embargo, debe considerarse preliminar la clasificación de género de los huesos largos, sujeta a su posterior confirmación en base a parámetros más formales. Esta aproximación metodológica alternativa permitió ampliar la muestra de femeninos y masculinos, como así también evaluar la distribución de los distintos sexos en las diversas modalidades de entierros. Cabe destacar que se ha identificado como individuos con sexo indeterminado a aquellos que no poseen indicadores sexuales como para ser asignados a alguna categoría con un margen de certidumbre adecuado.

RESULTADOS

De los tres sectores excavados (Tocón 1, Tocón 3 y Cuadrícula 2) se han recuperado 43 individuos, distribuidos entre inhumaciones primarias (NMI=12), secundarias (NMI=23) e indeterminadas (NMI=8). Los entierros secundarios están compuestos por cráneos aislados, paquetes mortuorios y acumulaciones óseas. Al compararlos con los primarios en términos de cantidad de estructuras halladas, estos últimos predominan (57,1%) por sobre los secundarios (42,8%). Pero, al comparar la cantidad de individuos inhumados en cada una de las modalidades, los secundarios son los que poseen mayor cantidad de restos. Esto está relacionado con que las estructuras secundarias se caracterizan por ser entierros múltiples (ver Tabla 1). Los entierros secundarios se diferencian entre sí no sólo por dividirse entre paquetes, acumulaciones óseas o cráneos aislados, sino también por su composición anatómica y sexo-etaria. En este apartado analizaremos solamente su composición anatómica, mientras que la sexo-etaria será discutida más adelante. Si bien tanto los paquetes como las acumulaciones óseas se encuentran conformados en su mayoría por huesos largos, los paquetes cuentan con una mayor representación de elementos de los miembros superiores y la presencia de al menos un cráneo. En cambio, en las acumulaciones óseas se destacan los elementos de los miembros inferiores y la ausencia de cráneos. Esto puede observarse en la Tabla 2, en donde se ha calculado el MAU y el MAU% para los paquetes y la acumulación ósea encontrada.

Tabla 2. MAU y MAU% correspondiente a los individuos de los paquetes funerarios N° 5 y 9 y de la acumulación ósea N° 13. * Se han incluído las falanges de las manos y de los pies. ** Fueron incluídas todas las vértebras, exceptuando C1 y C2. *** Se refiere a todos los tarsos con excepción del astrágalo y el calcáneo.

A su vez, el cálculo del MAU% nos ha sugerido la modalidad de inhumación de una estructura mortuoria (N° 17-18), tal vez afectada por el arado y/u otros procesos postdepositaconales, la cual, previamente al análisis, había sido catalogada como indeterminada (Figura 2). En la imagen se observan dos cráneos a cada extremo de la misma, un sacro, huesos largos con fractura en estado seco y valvas Diplodon sp. Al estimar el MAU% (Tabla 3), el resultado nos muestra una alta proporción de miembros inferiores, con lo cual se podría tratar de una acumulacion ósea como la N° 13 de este sitio (ver Tabla 2). Sin embargo, la presencia de dos cráneos y la orientación axial de los huesos largos indican que son probablemente dos paquetes desestructurados. Otra explicación válida sería la existencia de una mayor variabilidad entre los tipos de inhumaciones secundarias que la señalada. Es decir, que existirían dos clases de paquetes: uno con predominancia de huesos largos de las extremidades superiores y otros de las inferiores, ambos con presencia de cráneos; o bien, dos clases de acumulaciones óseas compuestas en su mayoría por huesos largos de miembros inferiores, pero algunas con y otras sin cráneos. Esta potencial variabilidad será contrastada con la amplitud de la muestra en un futuro. No obstante, si bien la cantidad de inhumaciones secundarias es reducida como para establecer criterios fijos de identificación fehaciente sobre la estructura mortuoria N° 17-18, se puede decir que pertenece a un entierro secundario, compuesto por cuatro individuos (Tabla 1).


Figura 2. Inhumación N° 17-18.

Tabla 3. MAU% para la inhumación N° 17-18. * Se han incluído las falanges de las manos y de los pies. ** Fueron incluídas todas las vértebras, exceptuando C1 y C2. ***Se refiere a todos los tarsos con excepción del astrágalo y calcáneo.

Por otro lado, en relación con la ubicación de los entierros en el espacio, la orientación más usual entre las modalidades de inhumación es hacia el suroeste (52,9%), seguida por los orientados hacia el nordeste (23,5%), noroeste, nornordeste, sur y sureste (todas con 5,8%). Al comparar las orientaciones entre las estructuras primarias y secundarias, notamos que ambas comparten las modalidades hacia el suroeste y nordeste. En cambio, el punto cardinal sur fue encontrado sólamente entre las modalidades secundarias, y el del noroeste, nornordeste y sureste sólo entre las primarias (Tabla 4). En cuanto a las posiciones de los esqueletos procedentes de los entierros primarios, predominan las de decúbito ventral (58,3%) por sobre las de decúbito dorsal (41,6%). Estas tienen la particularidad de estar estrechamente relacionadas con categorías sexo-etarias, como veremos a continuación.

Tabla 4. Orientaciones de las estructuras primarias y secundarias.

COMPOSICIÓN Y DIFERENCIACIÓN SEXO-ETARIA

Dentro de la muestra, compuesta por un NMI de 43, se han podido asignar categorías sexuales a 25 individuos (32% femenino y 68% masculino) y etarias a 22 de ellos (Figura 3). En estas últimas, a nivel general, se observa una mayoría de individuos adultos entre los 35 y 50 años. De todos modos, es importante destacar la presencia de individuos de todas las edades. Al considerar la distribución de las categorías etarias entre las inhumaciones primarias y secundarias notamos que, si bien los adultos están presentes en ambas modalidades de entierro (a excepción de los mayores de 50 años), no sucede lo mismo con los subadultos. Los infantes (0-3 años) y niños (3-12 años) se encuentran ausentes en los secundarios; y los juveniles (12-20 años) y adultos mayores de 50 años no se hallan representados en los primarios. A su vez, también dentro de los secundarios, los juveniles fueron encontrados sólo en la acumulación ósea junto a otros adultos, mientras que los paquetes y cráneos aislados están conformados únicamente por individuos adultos.


Figura 3. Composición etaria de Cerro Lutz (NMI general=22; NMI primarios=10; NMI secundarios=12).

Otra de las diferencias encontradas entre los individuos sobre la base de la distribución de las categorías de sexo y edad, se encuentra exclusivamente entre las inhumaciones primarias. Todas las mujeres adultas y los individuos subadultos fueron colocados en posición decúbito ventral, mientras que los hombres adultos fueron inhumados en decúbito dorsal. Asimismo, estos últimos fueron orientados hacia el suroeste, mientras que a las mujeres se las encuentra en varias orientaciones (noroeste, nornordeste, nordeste y suroeste). El único individuo masculino que difiere del resto es uno con signos de violencia3, que se encuentra decúbito ventral y orientado hacia el sureste.

A pesar de estos contrastes, no se han encontrado indicadores de diferenciación social vertical entre los individuos. Todas las inhumaciones fueron halladas desprovistas de artefactos y de adornos personales que señalaran algún tipo distinción social. Sólo se han encontrado, en el sondeo ubicado a metros de la Cuadrícula 2, dos tembetás en T, confeccionados en valva Diplodon sp., sin asociación con restos humanos. A su vez, se hallaron cuatro inhumaciones (entierros N° 4, 9, 14 y 16) con evidencia de ocre rojo, por debajo y sobre los huesos. Sin embargo, aún no se ha podido establecer su significado.

CONFIGURACIÓN Y ORGANIZACIÓN ESPACIAL DE LOS ENTIERROS

Tal como se explicitó en el apartado metodológico, se analizará la configuración y organización espacial de las inhumaciones procedentes de la Cuadrícula 2, ya que es donde se han encontrado la mayor cantidad de entierros primarios y secundarios. A nivel general, en la cuadrícula señalada, las inhumaciones se estructuran de manera pautada y organizada, segmentadas en cinco sectores separados por acumulaciones de valvas (Figura 4). En cuanto a las inhumaciones primarias, si se traza una línea recta imaginaria por los cráneos y rodillas, podemos observar que los entierros del sector 1 se encuentran alineados con los del sector 2 y 4 (a excepción del femenino con orientación nordeste-suroeste del sector 4). A su vez, como ya ha sido señalado, todas las inhumaciones primarias masculinas se encuentran decúbito dorsal y las femeninas y subadultos decúbito ventral.


Figura 4. Disposición de las inhumaciones primarias y secundarias en la Cuadrícula 2 con sus respectivos sectores. De izquierda a derecha: inhumaciones primarias N° 16, 14 y 10, paquetes mortuorios N° 9 (arriba) y 5 (abajo), primarios N° 6, 11 y 7 (éste último se encuentra por encima del 11), acumulación ósea N° 13 y cráneos 1, 2 y 3 (ubicados por debajo de la acumulación ósea), inhumaciones secundarias N° 17 y 18, primario N° 19, 20 y 21, acumulación ósea N° 23.

Por otro lado, los individuos de ambos sexos no comparten los mismos sectores. Es decir que el espacio se encuentra diferenciado según categorías sexuales. Los masculinos ocupan los sectores 1 y 2, mientras que los femeninos se ubican en el sector 4. A su vez, en la unidad de excavación del Tocón 3 sólo fueron encontradas dos inhumaciones femeninas; y en el Tocón 1, sólo el individuo masculino con signos de violencia.

Los entierros secundarios también se encuentran organizados espacialmente. Los dos paquetes del sector 1 se encuentran alineados en un mismo eje axial con los cráneos ubicados a cada extremo del eje. A su vez, la acumulación ósea del sector 2 se encuentra alineada con la acumulación ubicada en el otro extremo (sector 5).

Si bien todavía no sabemos el significado de esta segmentación espacial, se están analizando mediante estudios de ADN las potenciales relaciones de parentesco entre las diferentes estructuras.

DISCUSIÓN

El sitio Cerro Lutz puede ser caracterizado como un cementerio en los términos de Pardoe (1988) y Littleton (2002), dado que es un área exclusiva en el paisaje destinada al depósito de un alto número de individuos, con un arreglo espacial estructurado y con un uso continuo a través de varias generaciones. Las explicaciones acerca de la existencia de cementerios han sido adjudicadas a sistemas de baja movilidad residencial, a la presencia de territorialidad y/o al desarrollo de grupos corporativos de descendencia lineal o linajes (Saxe 1970; Goldstein 1981; Charles y Buikstra 1983; Goldstein 1995), concepto que ha sido seguido en nuestro país por diferentes autores (Goñi y Barrientos 2000; Barrientos 2001, 2002; Luna et al. 2004; Martínez et al. 2006; Loponte 2008, entre otros). En relación, Saxe (1970) postula que en aquellas zonas donde los recursos se encuentren restringidos, las poblaciones legitimarán su uso por medio de los ancestros a través de las áreas formales de entierro. Esta situación se encontraría correlacionada con el surgimiento de un comportamiento territorial (Saxe 1970; Goldstein 1981, 1995). Sin embargo, en los últimos años se han elaborado posturas teóricas que relacionan la existencia de cementerios con aspectos más de índole religiosa, social y de manipulación política por parte de los vivos (Hodder 1988; Parker Pearson 1990). Aunque por el momento desconocemos las connotaciones sociales que habrían tenidos los cementerios como Cerro Lutz para aquellas poblaciones del área, en relación a una hipótesis sobre la existencia de comportamientos territoriales sería esperable encontrar en grupos de baja movilidad y estabilidad en el paisaje, como son las sociedades cazadoras-recolectoras bajo estudio (Loponte 2008), evidencias de conflictos interpersonales y grupales (ver un resumen de diferentes posturas en Loponte 2008). En Cerro Lutz, la evidencia al respecto es contundente, ya que el esqueleto 1 posee una vértebra traspasada por un ápice de una punta ósea. No obstante, si bien se han empezado a delinear los primeros análisis sobre la temática (David Pau com. pers. 2010), el registro de la zona todavía no ofrece una cantidad de casos como para discutir acerca de una situación generalizada al respecto. Pese a esta carencia, los entierros secundarios en forma de paquetes podrían implicar una forma de apropiación de un espacio socialmente significativo (el área de inhumación final), ya que sería un lugar previamente pautado donde se llevarían los restos de los antepasados de un grupo o grupos particulares. Si bien las explicaciones para la existencia de este tipo de entierro secundario han sido discutidas por varios autores (Hertz 1907, en Carr 1995; Metcalf 1981; Byrd y Monahan 1995; Goldstein 1995; Schroeder 2001), una posible explicación es la muerte de los individuos lejos de los lugares de entierro formales y su posterior traslado hacia ellos (Moreno 1874 en Della Negra et al. 2010; Byrd y Monahan 1995; Goldstein 1995; Schroeder 2001; Barrientos 2002; Martínez et al. 2006; Bracco Boksar et al. 2008; Morano Büchner et al. 2010). Estos sitios son, por lo general, cementerios señalizados, utilizados por linajes o grupos de descendencia lineal, o por filiaciones grupales y/o étnicas (Saxe 1970; Binford 1971; Charles y Buikstra 1983; Byrd y Monahan 1995; Goldstein 1995; Barrientos 2001; Schroeder 2001; Barrientos 2002; Luna et al. 2004). Cerro Lutz sería una de estas áreas, como queda demostrado por la alta presencia de individuos inhumados en entierros secundarios, su uso exclusivo por varias generaciones y la estructuración espacial que lo caracteriza. Una evidencia arqueológica que refuerza la hipótesis de un traslado de los paquetes, pertenece al entierro número 5 del sitio bajo estudio, que contiene marcas paralelas similares a hoyos de disolución química, ubicados transversalmente en las caras de las diáfisis que no hacen contacto con otros huesos del paquete (Figura 5). Esta característica no fue encontrada en los otros entierros circundantes, con lo cual queda descartado que pueda deberse a particularidades del contexto de inhumación. Estas marcas podrían ser el resultado del atado de los huesos con fibras vegetales y su posterior colocación en un saco de cuero u otro material perecedero (Mazza 2010). Debemos mencionar al respecto que el traslado de restos en forma de paquetes ha sido registrado en la región por los cronistas del siglo XVI (Lozano 1874 en Lothrop 1932; Rosales 1877 en Gaspary 1950) y también en distintas zonas del territorio argentino y uruguayo (Moreno 1874 en Della Negra et al. 2010; Barrientos 2001; Martínez et al. 2006 y trabajos allí citados; Bracco Boksar et al. 2008; Morano Büchner et al. 2010; entre otros).


Figura 5. Paquete N° 5 con marcas de posible atado.

Otras de las evidencias que han sido fuertemente discutidas en relación a la existencia de cementerios, son aquellas relacionadas con la presencia de diferenciación social (Binford 1971; Tainter 1978; Brown 1981; Carr 1995; entre otros). En Cerro Lutz, si bien no ha sido registrada una jerarquización social vertical entre los individuos inhumados, se observa una distinción en base a categorías de sexo y edad. Las inhumaciones primarias de individuos masculinos adultos difieren en la posición de los individuos femeninos adultos y de los subadultos, y para los entierros secundarios hay diferencias en la conformación etaria de los paquetes y de las acumulaciones óseas. Estas evidencias nos están señalando ciertas diferencias sexuales y etarias que pudieron estar presentes durante la vida de estas personas, que a la hora del entierro fueron mantenidas. Al respecto, varios autores (Binford 1971; Flanagan 1989) señalaron que en sociedades cazadoras-recolectoras sin diferenciación social, las distinciones entre los individuos se basarían en el sexo y la edad de los mismos. Esto es posiblemente lo que esté sucediendo en Cerro Lutz. Este patrón de diferenciación mortuoria también se podría aplicar en otros sitios del humedal del Paraná inferior (Petrocelli 1975; Caggiano et al. 1978) y ha sido hallado en distintas zonas del territorio argentino (Aranda 2007; Cassiodoro y García Guraieb 2010). Por ende, esta práctica funeraria no se remite a sólo un sitio en particular, sino que podría ser consecuencia de prácticas sociales y de creencias compartidas.

En relación con la distinción personal, otra particularidad del HPI que se repite en Cerro Lutz es la carencia de adornos personales o de ajuar mortuorio. Dentro del área, son pocas las inhumaciones que se han encontrado con algún objeto que las distinga del resto (Torres 1911; Lothrop 1932; Petrocelli 1975; Loponte 2008). Esto nos lleva a formular la hipótesis de que los adornos personales eran quitados en algún momento previo a la inhumación final, lo cual se encuentra relacionado también con el hecho de que algunos de estos adornos (como por ejemplo tembetás y cuentas) fueron encontrados a metros de los entierros, sin asociación a restos humanos. La ausencia de marcadores suntuarios en las inhumaciones de Cerro Lutz nos impide considerar la existencia de diferencias jerárquicas, pero esto es claramente insuficiente para descartarlas. Aún se debe avanzar con la identificación de eventuales diferencias en los estados nutricionales y de actividad, entre otras variables.

CONCLUSIONES

Cerro Lutz constituye uno de los mejores registros mortuorios del área hasta la fecha. El complejo escenario funerario se compone de una gran variabilidad de modos de inhumación, diferencias sexo-etarias en las mismas, una configuración del espacio mortuorio ordenada y pautada, y un uso continuo y exclusivo a lo largo de varias generaciones con el mismo fin. Estas categorías han permitido catalogar a Cerro Lutz como un cementerio (Pardoe 1988; Littleton 2002). Su existencia denota la presencia de una apropiación del espacio, hecho reforzado por la evidencia del transporte de restos y posiblemente con el rastro de violencia interpersonal señalado en una inhumación (Moreno 1874 en Della Negra et al. 2010; Byrd y Monahan 1995; Goldstein 1995; Schroeder 2001; Barrientos 2002; Martínez et al. 2006; Bracco Boksar et al. 2008; Morano Büchner et al. 2010). En relación con este último aspecto, a medida que se sumen más análisis y aumente el tamaño de las muestras, se podrá evaluar la pertinencia de la afirmación acerca de la existencia de conflictos intergrupales. Por otro lado, se ha señalado la relación de los cementerios con sistemas de desigualdad social o grupos corporativos de descendencia lineal (Saxe 1970; Binford 1971; Charles y Buikstra 1983; Byrd y Monahan 1995; Goldstein 1995; Barrientos 2001; Schroeder 2001; Barrientos 2002; Luna et al. 2004). En este caso, hemos visto que hasta el momento no se hacen evidentes diferencias que puedan ser tomadas como jerárquicas. En este sentido, aún debe ser explorado este punto mediante la adición de nuevos casos de estudio y análisis.

Este trabajo constituye sólo una vía de estudio más que, unida a otras, nos ayudará a entender más acabadamente la organización social de estas poblaciones. Esperamos en el futuro efectuar mayor cantidad y variedad de análisis para aumentar nuestro conocimiento sobre las prácticas mortuorias de estas sociedades. Por medio de ellas podremos acceder a aspectos organizativos, sociales, políticos y simbólicos que son difíciles de inferir a partir de la consideración de otros componentes del registro arqueológico (Saxe 1970; Binford 1971; Goldstein 1981; Hodder 1988; Parker Pearson 1990; entre otros).

 

Notas

1. Esta acumulación ósea todavía permanece en el sitio, con lo cual es probable que su NMI se vea modificado cuando se retire, alterando así la totalidad de individuos presentes en la muestra.

2. Las estimaciones etarias para los individuos subadultos deben considerarse como aproximativas, ya que si bien fueron calculadas según los métodos citados, deben ser evaluadas mediante otros más exactos, como ser el grado de calcificación dental. Estos análisis se encuentran programados a efectuarse en el corto plazo, con el objetivo de evaluar los métodos que mejor representen las edades de los individuos inhumados.

3. La inhumación N° 1 presenta una de sus vértebras dorsales un ápice de un instrumento óseo, penetra por el área de la lámina vertebral y se detiene en el canal medular.

 

Agradecimientos

Le quiero agradecer a mi director, Daniel Loponte, por apoyar mi trabajo y efectuar una revisión crítica del artículo, a Joaco por su predisposición en confeccionar el dibujo computarizado de la Cuadrícula 2 en una tarde, a los evaluadores, Claudia Aranda y Gustavo Barrientos, por sus comentarios y sugerencias, las cuales lograron mejorar sustancialmente este artículo, y a Ale por ayudarme con el resumen en inglés y, principalmente, por la contraposición y discusión de ideas sobre este artículo y en general.

 

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Comentario 1

Lumila Paula Menéndez**

**FCNyM, UNLP - CONICET. Licenciada en Antropología con orientación en Antropología Biológica de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es becaria doctoral de CONICET y trabaja en la División Antropología del Museo de La Plata. Se encuentra realizando el doctorado en Ciencias Naturales en la FCNyM-UNLP, donde también es docente de la Licenciatura en Antropología. Su tema de tesis es: Diversificación morfológica craneofacial en la región Centro Oeste de Argentina durante el Holoceno tardío. Dirección de contacto: lumilam@gmail.com

Considero que el artículo es un aporte sumamente interesante al conocimiento sobre las prácticas mortuorias que se encontraban presentes durante el Holoceno Tardío en Sudamérica.

La autora realiza un estudio a partir del análisis de un conjunto de variables: posición y orientación de los entierros, relaciones espaciales entre los mismos, cuantificación de los restos óseos, composición sexual y etaria de la muestra. A partir de los resultados obtenidos concluye que el sitio Cerro Lutz corresponde a un cementerio que habría sido utilizado por distintas generaciones (durante, por lo menos, cerca de 300 años) de grupos cazadores-recolectores de la región.

Hay algunas cuestiones del trabajo que quisiera destacar y otras poner en consideración:

1- Es notable la variabilidad de inhumaciones presentes en el sitio. Sin embargo, respecto a las incineraciones que la autora menciona, si bien aclara que no serán tenidas en cuenta para los análisis del presente trabajo, sería deseable contar con una caracterización de las mismas mediante su descripción e importancia en el sitio para poder entender mejor la variabilidad de modalidades de entierro presentes.

2- La autora hace referencia a que el presente sitio podría corresponderse con"El Aserradero" excavado por Lafón. Teniendo en cuenta que el sitio Cerro Lutz se encontraba alterado al momento de comenzar su excavación sería interesante retomar estos trabajos, integrar y establecer comparaciones con aquellos materiales excavados por Lafón, ya que pueden permitir una mejor comprensión.

3- Con respecto a los entierros de tipo secundario me parece que sería conveniente un análisis más minucioso de las marcas de corte para determinar si la desarticulación de los entierros secundarios se produce perimortem (inmediatamente después de la muerte) o si es considerablemente posterior a la misma, y en función de esto saber si los individuos fueron enterrados en primer lugar de manera primaria, desenterrados y luego se produce la desarticulación de sus esqueletos, o si la desarticulación se produjo en momentos posteriores y cercanos a la muerte de esos individuos.

4- Me parece interesante la relación que la autora establece entre la composición y diferenciación sexo-etaria respecto de la configuración espacial de los entierros, lo que la lleva a confirmar la hipótesis de que las diferenciaciones en grupos cazadores-recolectores se basan principalmente en sexo y edad. Sin embargo, me parece que no puede definirse con claridad a que grupos pertenecen los individuos del sitio. Sobre todo considerando la presencia de algunos elementos como los dos tembetás, que si bien no están asociados claramente a los entierros, tampoco puede descartarse su coexistencia. Asimismo el interés de la autora por conocer si existen diferencias jerárquicas, es decir contrastar la hipótesis que las diferencias están basadas sólo en sexo y edad, si bien no puede establecerse a partir de los análisis de este sitio, no debe descartarse en un futuro. En este sentido, cabe destacar la presencia de ocre en algunos individuos que puede estar indicando una diferenciación de algún tipo, ya que lo presenta una minoría (9%) dentro de la muestra analizada del sitio. La presencia de ocre es un factor importante a considerar ya que se presenta en otros sitios de regiones adyacentes para los mismos momentos.

5- La cuantificación de los restos óseos mediante cálculos de abundancia relativa (NMI, NME, MAU, MAU%) le ha permitido a la autora precisar una buena descripción y caracterización de los paquetes funerarios y acumulaciones óseas. De esta manera, es posible realizar comparaciones con otros sitios pertenecientes a regiones adyacentes así como para futuros estudios en la región de estudio.

Para finalizar quiero recalcar la importancia de este trabajo para la comprensión de la variabilidad de prácticas mortuorias sudamericanas durante el Holoceno Tardío. Es decir, la implicancia de la presencia de distintos tipos de entierros en un mismo sitio arqueológico como los abordados en el presente trabajo en otras regiones más o menos alejadas para el mismo momento. Asimismo es destacable la importancia de estos estudios acerca de las prácticas mortuorias teniendo en cuenta el contexto arqueológico en relación a la disposición y distribución de los elementos óseos para poder integrarlo a otros conocimientos de la región y poder aproximarse a conocer la complejidad cultural de estas sociedades en el pasado.

 

Comentario 2

Paula Miranda***

***INAPL. Egresada de la carrera de Ciencias Antropológicas con orientación Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2009). En la actualidad, como parte de su proyecto de Doctorado, se encuentra realizando investigaciones sobre el estado de salud de las antiguas poblaciones de la Puna Argentina. Dirección de contacto: paula24miranda@yahoo.com.ar

Considero que el trabajo presentado constituye un gran aporte al conocimiento de las prácticas mortuorias del área del humedal del Paraná inferior. Sin embargo, no queda claro a que refieren algunos de los conceptos que utiliza la autora en el análisis. Por ejemplo: prácticas mortuorias, área formal de entierro, bienes suntuarios, desigualdad social institucionalizada, componente mortuorio, marcadores suntuarios, diferencias jerárquicas, apropiación de un espacio socialmente significativo, entre otros. Lo ideal sería que los mismos fueran definidos, así queda claro a que hacen referencia. Asimismo, sería necesario definir de manera clara las variables que se analizan dentro de lo que la autora denomina como un análisis mortuorio. Por ejemplo, cuando se menciona que se evaluaron"indicadores de diferenciación social vertical entre los individuos", si bien se puede esbozar a partir de la lectura de los resultados que para este fin se analizó la presencia y/o ausencia de artefactos y de adornos personales (que señalarían algún tipo distinción social), este paso no está especificado.

En cuanto a la metodología propia del análisis bioarqueológico, en el trabajo se afirma que se realizó una"aproximación macroscópica de los huesos largos, comparando el diámetro de la cabeza del fémur y del húmero, las inserciones musculares y su aspecto grácil o robusto" sobre los restos de los entierros primarios, de los cuales pudo estimarse el sexo por"métodos convencionales" y que considerando que el"nivel de dimorfismo sexual entre los primarios suele ser muy evidente", estos resultados se extrapolaron a los restos de los entierros secundarios. Si bien se señala que este análisis es preliminar, una afirmación como"el dimorfismo sexual es evidente" necesita algún tipo de evaluación previa en la que es ineludible el uso de métodos cuantitativos para establecer con certeza un punto de corte que permita separar entre restos correspondientes individuos femeninos y masculinos. Asimismo, en la Tabla 1 se indican los resultados de la determinación del sexo en base a las categorías Femenino; Masculino e Indeterminado. Es llamativo que en todos los casos el sexo haya sido establecido en base a esas categorías y que en ningún caso se haya categorizado como Probablemente Femenino o Probablemente Masculino. En la misma tabla, en lo que se refiere a la edad estimada, figuran las categoría ad y AD, las cuales no aparecen en las referencias. Por lo tanto, no queda claro que significan.

En cuanto a la evidencia de conflictos interpersonales y/o grupales, el registro que se presenta para sostener esta hipótesis es muy poco (un caso de un esqueleto que posee una vértebra traspasada por un ápice de una punta ósea) por lo cual no es suficiente para plantearlo como una evidencia"contundente".

 

Comentario 3

Violeta A. Killian Galván****

****CONICET Profesora de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Es becaria de CONICET y actualmente se encuentra realizando su doctorado en Arqueología (FFyL, UBA), siendo su campo de desarrollo la investigación sobre el impacto del consumo de maíz en la alimentación del Noroeste Argentino en sociedades arqueológicas a partir del análisis de isótopos estables y elementos traza.Dirección de contacto: violetakillian@gmail.com

Existiendo la posibilidad de reducirse a un artículo descriptivo, Mazza demuestra la potencialidad de la confluencia de diferentes líneas de análisis del registro bioarqueológico, para adentrarnos en aspectos tales como la diferenciación social y la territorialidad en grupos cazadores recolectores complejos. Es justamente sobre la diversidad en cuanto a la disposición de los restos óseos lo que me ha entusiasmado a unirme a la discusión y quizá ofrecer nuevas líneas de trabajo para abordar las dos problemáticas arriba mencionadas. En este caso, la autora brinda una síntesis de investigaciones que permite caracterizar el tratamiento de la muerte en el humedal del Paraná inferior y que lejos de clausurar debates nos permite generar nuevas preguntas.

En lo que refiere a la inferencia sobre determinados aspectos constitutivos de la organización social - como por ejemplo las relaciones de desigualdad - son llamativas las diferencias sexo-etarias encontradas en los diferentes patrones mortuorios. De la lectura del artículo, se desprende la importancia del área en términos territoriales, dada la presencia de patrones secundarios de enterratorio, resultantes de la reubicación de esqueletos traídos desde otras localizaciones, lejanas al área estudiada. Pero ¿cuál era el rol de este espacio y qué relevancia tenía dentro del ciclo anual de movilidad entre los grupos horticultores? Si consideramos este caso de estudio, las modalidades primarias de enterratorio presentan diferenciación sexual en la disposición del cuerpo, lo cual, lleva a la autora a entenderlo dentro de un modelo de organización esperable para grupos cazadores recolectores sin desigualdad social institucionalizada, ocurriendo lo mismo en cuanto a lo etario. Esto se encontraría complementado con la ausencia de acompañamientos mortuorios (usualmente utilizados como marcadores de jerarquías), prevaleciendo a su vez, una fractura con lo cotidiano al enterrar a los muertos sin sus adornos personales. Ahora bien, restringiéndonos al marco teórico de la autora, podemos plantear el análisis de la pauta de residencia y sus implicaciones sociales como un área de análisis que sería interesante desarrollar. En este sentido, me refiero a la distinción de la movilidad relativa de los sexos, o a la existencia de un ciclo de movilidad diferente para hombres adultos y jóvenes, con la posibilidad de su deceso lejos del territorio propio.

Una estrategia metodológica posible, es el análisis de las relaciones isotópicas de estroncio (87Sr/86Sr) y oxígeno (d18O) (Bentley et al. 2005). De tal modo, considerando las señales isotópicas de diferentes provincias geológicas, serían esperables rangos isotópicos acotados entre las mujeres, ocurriendo lo contrario con los hombres. Esta estrategia nos permitiría discutir un modelo de matrilocalidad, en el que las pautas de enterramiento halladas no estarían reflejando necesariamente diferencias sociales en vida, como ocurre cuando la pertenencia a un determinado grupo sexo-etario manifiesta por ejemplo, el acceso diferencial de cada individuo a los recursos.

En lo referente al uso del espacio, la territorialidad señalada sobre Cerro Lutz (donde incluso la incineración de individuos pudo ser funcional a la reutilización de espacios socialmente connotados), no termina de vincularse, por ejemplo, a un área de captación de recursos. Asi mismo, la autora decide ser cauta a la hora de señalar una hipótesis alternativa sobre una opción no económica para el emplazamiento de los enterratorios.

En este sentido, una futura línea de análisis sería continuar con los estudios paleodietarios a través de la metodología isotópica que ya está en curso a nivel regional, para comprender si la presencia de valvas de moluscos, componente predominante en el área de inhumación, halla su correlato en el consumo de los individuos allí encontrados. Señalo esto, dado que el descarte de las mismas no se extiende homogéneamente en el registro del Humedal del Paraná Inferior (al menos en lo mencionado en Loponte 2008) y posiblemente se encuentren diferencias en los valores en el registro isotópico humano de las diferentes áreas formales de entierro. Para finalizar, la lectura de artículos como el de Mazza, invita a la reflexión crítica sobre tópicos como los expuestos, que muchas veces son controvertidos y, sin duda, objetos de acalorados debates al interior de nuestra disciplina.

Bibliografía

1.Bentley, R. A., M. Pietrusewsky, M. T. Douglas y T. C. Atkinson 2005. Matrilocality during the prehistoric transition to agriculture in Thailand. Antiquity 79: 865-881.

2. Loponte, D. 2008. Arqueología del Humedal del Paraná Inferior. Bajíos Ribereños Meridionales. Alejandro Acosta y Daniel Loponte (eds.) Arqueología de la cuenca del Plata. Serie monográfica, Vol. 1. Ediciones del Riel, Buenos Aires.

 

Respuesta

Bárbara Mazza*

*INAPL

Ante todo, quisiera agradecer a las colegas por sus comentarios y el tiempo dedicado a tal efecto. A continuación, ampliaré un par de cuestiones que me parecieron interesantes. He dividido las respuestas en base a los ejes temáticos que fueron comentados: marco teórico, antecedentes, metodología y características de las inhumaciones.

Marco teórico

A lo largo del artículo he utilizado diferentes conceptos teóricos relacionados con las prácticas mortuorias que, sin embargo, por cuestiones de espacio, no he podido desarrollar. A continuación definiré algunos de aquellos términos. Las prácticas mortuorias son un conjunto complejo de actividades, en donde la depositación del cuerpo es sólo una parte de un todo que comprende una gran cantidad de simbolismo no material y despliegue ritual (Chapman et al. 1981; Parker Pearson 1999). Estos rituales mortuorios son llevados a cabo, generalmente, dentro del paisaje natural en zonas específicas destinadas a la depositación del cuerpo, denominadas áreas formales de entierro o, comúnmente, cementerios. Pardoe (1988) y Littleton (2002) los han definido como un área exclusiva en el paisaje destinada al depósito de un alto número de individuos, con un arreglo espacial estructurado y con un uso continuo a través de varias generaciones.

Algunos estudios sobre las prácticas mortuorias, se han abocado principalmente al análisis de la organización social, haciendo hincapié en las diferencias sociales presentes (Kroeber 1927; Binford 1971; Peeble y Kus 1977; Tainter 1978; Brown 1981; entre otros). La diferenciación social es una característica de la mayoría de las sociedades pasadas y presentes, la cual está basada en diferencias entre los individuos que son respetadas y establecidas socialmente. Ellas pueden estar pautadas según categorías de sexo y/o edad (lo que se denomina estatus adscripto), o sobre otros aspectos obtenidos en vida como, por ejemplo, el mérito personal o la afiliación grupal -estatus adquirido- (Flanagan 1989). Ahora bien, hay ciertas sociedades que están basadas en relaciones de diferenciación social vertical (cuando existe un acceso diferencial a las riquezas), o de estratificación social (cuando la sociedad se encuentra dividida en clases sociales con un acceso diferencial a los recursos básicos para vivir). Por otro lado, puede haber desigualdades horizontales, basadas principalmente en la distinción de roles, sin que ellas impliquen un acceso diferencial a recursos o riquezas. Lo que hemos encontrado en Cerro Lutz son diferencias en base a categorías de sexo y edad, que, como fue señalado, también fue encontrado en otros estudios sobre sociedades cazadoras-recolectoras. Descartamos momentáneamente la presencia de desigualdad social vertical o de estratificación social dado que no hemos encontrado ajuar mortuorio (elementos colocados en la tumba intencionalmente, que, según la literatura señalada, han sido tomados como indicadores de desigualdad social). Sin embargo, dicha aproximación es de carácter preliminar, ya que el hecho de no encontrar ajuar mortuorio junto a las inhumaciones no necesariamente está correlacionado con una falta de jerarquización (Ucko 1969 en Chapman y Randsborg 1981; Pearson 1999). La adición de otras líneas de evidencia (como ser indicadores de actividades cotidianas, de salud y alimentación) nos conducirán a corroborar o refutar su existencia.

Antecedentes

Si bien el sitio fue previamente excavado por Lafón y colaboradores hacia la década del ´70, al momento sólo contamos con su libreta de campo, algunos restos óseos humanos sin información sobre su contexto de inhumación y materiales diversos en procesamiento. Al remitirnos a sus anotaciones hemos notado la gran coincidencia entre los elementos materiales rescatados por ellos, entre los que se destacan: los tiestos cerámicos, la fauna local y las inhumaciones sobre valvas, como así también la coincidencia en la ubicación geográfica entre El Aserradero y Cerro Lutz. Seguramente, cuando se terminen de analizar los materiales extraídos, tanto por Lafón como por el equipo de investigación actual, se podrán realizar mayores comparaciones.

Metodología

Tal como señala Miranda, en la Tabla 1 se tendría que haber discriminado entre"probablemente femenino" o"probablemente masculino" en la asignación sexual de los entierros secundarios. Es necesario que se los considere como tal, ya que la aproximación sexual ha sido determinada sólamente de forma macroscópica sin ningún tipo de análisis cuantitativo. Cabe destacar que dichos análisis se encuentran en curso en estos momentos. A su vez, la discriminación entre Ad y ad se debe a un error de escritura, ambos significan"adultos".

Por otra parte, es muy interesante lo planteado y sugerido por Killian en relación a la presencia de entierros secundarios y sus posibles patrones de movilidad. Si bien el registro arqueológico del área muestra rangos de acción limitados al ambiente del humedal para los grupos humanos y las lecturas isotópicas son similares tanto en presas típicas de este ambiente como de los individuos que se recuperaron en los sitios (Loponte 2008), los análisis de isótopos de estroncio se encuentran bajo estudio, no sólo del área del sur de Entre Ríos, sino también de la zona de Bajíos Ribereños Meridionales, justamente para evaluar los patrones de movilidad de aquellas poblaciones cazadoras-recolectoras.

Inhumaciones

Ante todo, quisiera mencionar que no hay incineraciones en Cerro Lutz. Ellas fueron encontradas a nivel regional en diferentes sitios (Greslebin 1931; González 1947; Gaspary 1950). Sin embargo, González (1947) aclara que, al menos en el sitio estudiado por él, las incineraciones pueden deberse a una combustión previa del sedimento sobre el cual fueron depositados los restos óseos. Esta observación incita a ser cautos a la hora de evaluar la presencia de este tipo de inhumación en la región.

Por otro lado, Menéndez ha hecho mención a la presencia de marcas de corte en los entierros secundarios. Si bien sería lo esperable como consecuencia del descarne y de la desarticulación de los elementos óseos, no hay marca alguna que señale la utilización de elementos cortantes para tal fin. Posiblemente, esto se deba a la formación de adipocira luego de que haya pasado cierto tiempo desde la muerte del individuo, provocando que las partes blandas sean fácilmente extraíbles, sin necesidad de elementos filosos (Mazza 2010). Para responder a la inquietud de la colega en cuanto a si eran procesados inmediatamente después de su muerte o enterrados de forma primaria y, luego de un tiempo, en forma secundaria, me inclino a argumentar en favor de la segunda opción. Caso contrario, deberíamos haber encontrado huellas de corte, principalmente en las articulaciones, producto de la desarticulación y descarne.

Posteriormente, Menéndez, en el punto 4 de sus comentarios, dice"Sin embargo, me parece que no puede definirse con claridad a qué grupos pertenecen los individuos del sitio". Ahora bien, si se refiere a su afiliación grupal, lamentablemente no podemos establecer con exactitud su adscripción. En las crónicas del siglo XVI (García en Madero 1939; Ramírez en Madero 1939; Schmidl 1948) se menciona la existencia de varios grupos cazadores-recolectores (Mbeguá, Chaná-Mbeguá, Timbú, Corondá, Chaná-Timbú, Colastiné) y horticultores (Guaraníes) ubicados en el sector deltaico, los cuales se encontraban distribuidos en el espacio, con una aparente demarcación territorial y con ciertas características que eran compartidas entre las distintas poblaciones, mientras que otras eran distintivas de cada grupo (ver resúmen en Lothrop 1932). Sin embargo, no podemos trasladar aquellas delimitaciones hacia el período que estamos tratando, más allá de contrastar la hipótesis sobre la existencia de límites sociales y evaluar los aspectos por medio de los cuales se diferenciaban (Loponte 2008; Mazza 2009). Luego, en el mismo punto, hace alusión a las diferencias sociales sexo-etarias encontradas en las inhumaciones del sitio. Tal como se explicitó en el artículo, las diferencias encontradas a nivel mortuorio son evidentes. Sin embargo, para evaluar que las mismas también hayan estado presentes durante la vida de estos individuos se realizarán análisis biomecánicos y de isótopos estables. En relación con la presencia de ocre, claramente puede estar connotando algún tipo de diferenciación social, pero, por ahora, no hemos podido establecer relaciones de esa índole.

Otro tema tratado fue el de la violencia interpersonal. Si bien el registro bioarqueológico de Cerro Lutz es escaso al respecto, es válido recalcar que es contundente, ya que la única forma que dicho individuo posea un ápice de un instrumento óseo en una de sus vértebras es por medio de una agresión interpersonal. Sin embargo, aún el registro de la zona ofrece muy pocos casos con posibles evidencias de conflictos (Pau 2010) para adjudicarla como una característica de estas sociedades.

Bibliografía

1. Binford, L. 1971. Mortuary Practices: their Study and their Potential. En: J. A. Brown (ed.) Approaches to the Social Dimensions of Mortuary Practices, pp. 6-29. Washington DC., Society for American Archaeology Memoirs 25.

2. Brown, J. A. 1981. The Search for Rank in Prehistoric Burials. En: R. Chapman, I. Kinnes y K. Randsborg (eds.), The Archaeology of Death, pp. 25-38. Cambridge, Cambridge University Press.

3. Chapman, R. , I. Kinnes y K. Randsborg (ed.) 1981. The Archaeology of Death. Cambridge, Cambridge University Press.

4. Flanagan, J. G. 1989. Hierarchy in Simple"Egalitarian" Societies. Annual Review of Anthropology 18:245-266.

5. Gaspary, F. 1950. Investigaciones arqueológicas y antropológicas en un"Cerrito" de la Isla Los Marinos Publicaciones del Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore"Dr. Pablo Cabrera". vol. XXIII. Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba.

6. González, R. A. 1947. Investigaciones arqueológicas en las nacientes del Paraná Pavón Publicaciones del Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore"Dr. Pablo Cabrera". vol. XVII. Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba.

7. Greslebin, H. 1931. La estructura de los túmulos indígenas del Departamento de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, Argentina. Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueología del Uruguay:5-51.

8. Kroeber, A. L. 1927. Disposal of the Dead. American Antrhopologist 29 (3): 308-315.

9. Littleton, J. 2002. Mortuary Behavior on the Hay Plain: Do Cemeteries Exist? . Archaeology in Oceania 37:105-122.

10. Loponte, D. 2008. Arqueología del Humedal del Paraná Inferior. Bajíos Ribereños Meridionales. Alejandro Acosta y Daniel Loponte (eds.) Arqueología de la cuenca del Plata. Serie monográfica, Vol. 1. Ediciones del Riel, Buenos Aires.

11. Lothrop, S. 1932. Indians of the Parana Delta, Argentina XXXIII. New York, Annals of the New York Academy of Scienses. New York.

12. Madero, E. 1939. Historia del Puerto de Buenos Aires. Ediciones Buenos Aires, Buenos Aires.

13. Mazza, B. 2009. Los comportamientos mortuorios del humedal del Paraná inferior. Una aproximación a la variabilidad mortuoria. Tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires 2010. Avances en el conocimiento de los entierros secundarios del humedal del Paraná inferior. Ponencia expuesta en el simposio"El mundo funerario y la sociedad: aportes de la Arqueología de la Muerte (II)", del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Mendoza.

14. Pardoe, C. 1988. The Cemetery as Symbol. The Distribution of Prehistoric Aboriginal Burial Grounds in Southeastern Australia. Archaeology in Oceania 23:1-16.

15. Parker Pearson, M. 1999. The Archaeology of Death and Burial. Texas, Texas A&M University Press.

16. Pau, D. 2010. El espacio de la violencia: Una aproximación preliminar a través del análisis de casos del registro bioarqueológico. Ponencia expuesta en el simposio"Indicadores arqueológicos de violencia, guerra y conflicto en sociedades prehispánicas", del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Mendoza.

17. Peebles, C. y S. Kus 1977. Some Archaeological Correlates of Ranked Societies. American Antiquity 42 (3): 421-448.

18. Schmidl, U. 1948. Crónica del Viaje a las Regiones del Plata, Paraguay y Brasil. Buenos Aires, Schmitt, D.N. y K. D. Lupo.

19. Tainter, Joseph 1978. Mortuary Practices and the Study of Prehistoric Social Systems. En: M. B. Schiffer (ed.) Advances in Archaeological Method and Theory, pp. 105-141. vol. I. Tucson, University of Arizona Press.

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