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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.7 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2011

 

ARTÍCULO

Análisis espacial del Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba (Departamento de Belén, Catamarca)

 

Raúl González Dubox*, Federico Wynveldt**, Valentín Val*** y Manuel López Mateo****

*Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Raúl Gonzalez Dubox es estudiante de la carrera de Licenciatura en Antropología y Guía del Museo de La Plata, de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente participa del proyecto de jóvenes investigadores subsidiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación acerca de los conflictos y la violencia durante el Período de Desarrollos Regionales/Inka en el Valle de Hualfín, bajo la dirección del Dr. Federico Wynveldt. E-mail: raulquitral@yahoo.com.ar

**Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Federico Wynveldt es egresado de la carrera de Licenciatura en Antropología y Doctor en Ciencias Naturales, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es docente-investigador de la UNLP y dirige un proyecto de jóvenes investigadores subsidiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación acerca de los conflictos y la violencia durante el Período de Desarrollos Regionales/Inka en el Valle de Hualfín. E-mail: wynveldtf@fcnym. unlp.edu.ar

***Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Valentín Val es egresado de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente participa del proyecto "Investigaciones arqueológicas en La Cienaga, Pcia. de Catamarca" acreditado por la UNLP y subsidiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación dirigido por la Dra. Bárbara Balesta. E-mail: a.valentin.val@gmail.com

****Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Manuel Lopez Mateo es egresado de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente participa del proyecto "Investigaciones arqueológicas en La Cienaga, Pcia. de Catamarca" acreditado por la UNLP y subsidiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación dirigido por la Dra. Bárbara Balesta. E-mail: lopezmateomanuel@gmail.com

Recibido: marzo de 2011
Aceptado:
agosto de 2011

 


RESUMEN

Se analizan las características espaciales del Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba (Departamento de Belén) y la información cronológica generada para el sitio, con el fin de indagar en la experiencia y la percepción del espacio, en el marco de los estudios del paisaje socio-político del Valle de Hualfín para el período de Desarrollos Regionales. Este sitio fue clásicamente asignado a la fase II de la Cultura Belén. El emplazamiento en altura, la visibilidad, la inaccesibilidad y ciertos rasgos defensivos llevan a interpretar al sitio como un poblado protegido, con límites físicos (y simbólicos) para el acceso, como murallas y muros a modo de parapetos. Se sugiere que el Cerrito pudo haber sido ocupado transitoriamente, cuando los pobladores de la zona, dispersos por los campos aledaños, se sentían amenazados.

Palabras clave: Cerrito Colorado; Valle de Hualfín; Desarrollos Regionales; Paisaje socio-político; Análisis espacial

ABSTRACT

We analyze the spatial characteristics of Colorado Cerrito, La Ciénaga de Arriba (Department of Belén) and the chronological information available for the site. The aim is to investigate the experience and perception under the socio-political landscape`s studies about Hualfín Valley, period of "Regional Developments". Traditionally, this site was assigned in the phase II of Belén Culture. According to the high altitude, its visibility, the inaccessibility, and defensive features, one can interpret the site as a protected village with physical (and symbolic) boundaries such as walls and parapets. It is also suggested that the Cerrito was perhaps occupied temporarily, when local people, scattered throughout the surrounding fields, felt threatened.

Key words: Cerrito Colorado; Hualfín Valley; Regional Developments Period; Socio-political landscape; Spatial analysis


 

INTRODUCCIÓN

Durante una prospección arqueológica realizada en el año 2005 en los alrededores de la localidad de La Ciénaga de Arriba (Figura 1), en el marco del proyecto "Investigaciones arqueológicas en la localidad de La Ciénaga (Departamento de Belén, Catamarca)" dirigido por la Dra. Bárbara Balesta, se descubrió en "la banda" (cruzando el río Hualfín desde el actual poblado) un importante conjunto de sitios arqueológicos con construcciones de piedra, morteros y acumulaciones de fragmentos cerámicos. Si bien se tenía conocimiento de los trabajos del Dr. Alberto Rex González en esta área durante la década del '50, particularmente en el denominado "Cerrito Colorado" (González 1955), la ausencia de mapas o descripciones detalladas del mismo y la inexistencia de trabajos posteriores en esta zona en particular habían impedido en un principio la localización inmediata del sitio.


Figura 1. Mapa del valle de Hualfín (Departamento de Belén, Catamarca) con la ubicación de la
localidad de La Ciénaga y el Cerrito Colorado.

Sin embargo, en una de nuestras visitas al lugar pudimos observar una serie de murallas sobre las laderas de una lomada de color rosado, y desde una perspectiva más próxima, distintas estructuras emplazadas a diferentes alturas. Luego de ascender los 150m de la loma pudimos constatar la presencia de varios recintos de distintas dimensiones, en su mayoría de morfología cuadrada o subcuadrada, siguiendo en orden de importancia las formas rectangulares o sub-rectangulares, trapezoidales y poligonales. Estas estructuras se hallaban aisladas y dispersas en los distintos "espolones" o "lenguas" más o menos planos que conforman la cima. También notamos algunas evidencias de excavaciones completas de recintos, que asociamos inmediatamente con los trabajos de González, además de los clásicos "huaqueos" (pozos presuntamente realizados por lugareños en el centro o en los rincones de las estructuras). A partir de aquel "redescubrimiento" se llevaron a cabo nuevas prospecciones y el levantamiento topográfico del sitio.

En este artículo se analizan las características topográficas y arquitectónicas y la información cronológica del sitio con el fin de indagar en distintos aspectos relativos a la experiencia espacial. Esta se refiere, por un lado, a las prácticas materiales vinculadas a dicho espacio, y por el otro, a su percepción, es decir la interacción sensorial de aquel con los actores desde el punto de vista de construcción y uso como actores políticos (Smith 2003). De esta manera, se pretende incorporar uno de los sitios arqueológicos considerados por González como clásicos para la definición de la secuencia cronológica del NOA (González 1955) a los estudios del paisaje socio-político del Valle de Hualfín (Wynveldt y Balesta 2009).

ESPACIO Y PAISAJE

Los conceptos de espacio y paisaje en arqueología han sido tratados, implícita o explícitamente, desde dos perspectivas diferentes: como categorías absolutas por un lado, y subjetivas por el otro; ambas posturas han sido criticadas en diversos puntos (Wynveldt y Balesta 2009). Un enfoque alternativo es la línea de Smith (2003) quien desarrolla el concepto de "paisaje político" y propone una posición relacional para entender el espacio como inmerso únicamente en el reino práctico de lo social. Dado que no todos los individuos tienen la misma capacidad para comprometerse en la producción de los espacios en el nivel de la experiencia o de la percepción, y considerando que existe una desigualdad en la producción de significados adjudicados a espacios particulares, hay por consiguiente una disparidad de poder. En base a estos supuestos, Smith define tres dimensiones prácticas del paisaje: el espacio físico del ambiente, el espacio percibido de los sentidos y el espacio representacional de la imaginación, como dominios interconectados de la vida social.

La experiencia espacial (prácticas materiales) describe el flujo de cuerpos y cosas a través del espacio físico, y las técnicas y tecnologías de la construcción. La percepción espacial describe la interacción sensorial entre actores y espacios físicos. Es un espacio de signos, señales, claves y códigos que no se reduce a un sistema de codificaciones y decodificaciones, sino que también considera al espacio evocador como un dominio analítico en el que los términos afectivos describen interacciones entre los seres humanos y su ambiente. Finalmente, la imaginación espacial surge enteramente en los discursos sobre el espacio, como los correspondientes al dominio analítico de las representaciones, desde mapas y paisajes pictóricos hasta la teoría y la filosofía espacial. Con el objeto de dar unidad a estas tres dimensiones del espacio sugiere el uso delconcepto de paisaje, no simplemente como expresión de una organización política, sino como orden político en sí mismo. El objetivo principal que Smith propone para su estudio es comprender cómo funcionan las relaciones políticas a través de los paisajes, porque si el espacio no sólo es prioritario en las relaciones políticas, sino que es creado por ellas, se debe examinar a los espacios como actos políticos (Smith 2003). Desde esta perspectiva se propone aquí abordar el análisis de distintos aspectos de la experiencia y la percepción espacial en el Cerrito Colorado, como una manera de aproximarse a una reconstrucción del paisaje socio-político del Valle de Hualfín para los momentos tardíos de la ocupación prehispánica.

EL CERRITO COLORADO: UN "SITIO TIPO"

En uno de los trabajos más trascendentes para la historia de la arqueología del NOA, A. Rex González afirmaba: "Una de las necesidades más imperiosas de la arqueología argentina es establecer las cronologías relativas y absolutas de sus áreas más importantes. Sin ellas carecemos por completo de la perspectiva histórica de los acontecimientos culturales habidos en dichas áreas" (González 1955:7). Justamente en ese artículo González proponía la primera secuencia cronológica relativa para el NOA, basada en sus investigaciones en el Valle de Hualfín, más tarde discutida, revisada y replanteada por el mismo González y distintos autores a partir de nuevos aportes empíricos e interpretativos (Núñez Regueiro 1974; González y Cowgill 1975; Cigliano et al. 1976; González 1977, 1979; Tartusi y Núñez Regueiro 1993). Los objetivos de las excavaciones de González apuntaban principalmente a la recuperación y la clasificación de determinados materiales para conformar los "contextos culturales" correspondientes y ubicarlos luego en alguno de los períodos propuestos. El desarrollo de las culturas agroalfareras fue dividido en cuatro períodos -Temprano, Medio, Tardío e Inka-, que a su vez se dividían en fases. En el Valle de Hualfín, la presencia del tipo cerámico Belén Negro sobre Rojo y el patrón de asentamiento caracterizado por construcciones sobre la cima de lomadas eran los principales indicadores para la adscripción temporal y cultural de los sitios dentro de su esquema cronológico general: Período Tardío/Cultura Belén.

Entre los considerados "sitios tipo" para la definición de las fases de cada período se incluyó al Cerrito Colorado, específicamente como perteneciente a la fase II de la Cultura Belén (González 1955). Esta fase, según González, se caracteriza arquitectónicamente por la presencia de poblados en la cima de lomadas, con recintos de piedra aislados, a diferencia de la fase I, en la que no existían poblados sobre lomas ni arquitectura en piedra, sino casas-pozo comunales. Si bien posteriormente se agrega que a fines de la fase II comienza a aparecer un patrón semi-urbano, con una mayor aglomeración de estructuras (González y Pérez 1972), la fase III, caracterizada por las influencias inkaicas en el NOA, no es definida a partir de rasgos arquitectónicos sino a través de ciertas características estilísticas de la cerámica (González 1955).

En 1975 González y Cowgill presentaron un artículo en el cual se incluían tres fechados radiocarbónicos del Cerrito Colorado (Tabla 1) realizados sobre muestras de excavación extraídas en 1952 de dos recintos. Las edades, obtenidas en tres laboratorios diferentes a fines de los años '50, fueron las siguientes: 580 ± 80 AP (U-154), 400 ± 100 AP (L-476C) y 240 ± 80 AP (Y-560) (González y Cowgill 1975). Conjuntamente fueron publicados varios fechados radiocarbónicos para diversos sitios Belén. La comparación entre las fases culturales y las edades radiocarbónicas mostraron algunas contradicciones, por lo cual los autores decidieron mantener la secuencia original sin cambios sustanciales: Belén I (1100-1300 AD), Belén II (1300-1480 AD) y Belén III (1480- 1535 AD). Posteriormente, en el marco de los proyectos del Laboratorio de Análisis Cerámico se realizó un nuevo fechado en el LATYR con los propios materiales de González del Cerrito Colorado, obteniéndose una edad de 420 ± 70 AP (LP-1810).

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos calibrados del Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba. Los números de "Casa" corresponden a la numeración original de González, y no se relacionan con la numeración de recintos presentada en este artículo.

DISCUSIÓN CRONOLÓGICA

En un trabajo anterior (Wynveldt 2009) se discutieron distintos problemas ligados a los fechados radiocarbónicos correspondientes a sitios del período Tardío del Valle de Hualfín, sobre todo en relación a aquellos realizados con anterioridad a la década del '70. En esos tiempos del desarrollo del método se cometieron distintos errores experimentales en su aplicación y en la extracción de las muestras, además de la inexistencia de intercomparaciones que permitieran establecer ciertos parámetros entre los laboratorios.

Los tres fechados del Cerrito Colorado que realizó González corresponden a los años 1958-1960, es decir que estarían dentro de ese marco de dudas. Uno de los inconvenientes del muestreo en algunos de estos fechados pudo tener que ver con el efecto Old Wood, es decir, la elección de troncos de gran porte que podrían corresponder a madera vieja, generando una fecha más antigua al uso real dado por la gente cuya ocupación se intenta datar (Figini et al. 1983). Por otro lado, la contaminación del material puede alterar la datación, por lo cual, una muestra ya extraída y depositada mucho tiempo en condiciones de humedad, por ejemplo, puede provocar una fecha más moderna que la de la muestra original. Finalmente, como ya se mencionó, la falta de intercomparación pudo hacer pasar inadvertido un error del laboratorio en el que se generase un efecto de envejecimiento o rejuvenecimiento de todos sus fechados. Este último problema González intentó evitarlo enviando sus muestras a distintos laboratorios, incluso dividiendo una misma muestra. Si bien la estrategia permitió notar qué laboratorios eran más coherentes entre sí, para el caso de los sitios "Belén" se perdió la posibilidad de obser var una secuencia completa obtenida en un mismo laboratorio, que probablemente habría mostrado, al menos, una coherencia interna.

Con respecto al análisis particular de estos fechados, el más antiguo, U154 (580 ± 80 AP), fue obtenido de una muestra extraída de un fogón de la "Casa 3" (según la numeración de González), combinándose madera de algarrobo y jarrilla. La medición fue efectuada en 1959, en el laboratorio de Uppsala (Olsson 1960). Si bien la jarilla es una planta adecuada para una datación precisa, el algarrobo pudo envejecer la muestra. Sin embargo, el fechado resulta coherente con lo esperado para la datación de un sitio "Belén", y más específicamente, coincide con la fase II propuesta por González.

Con respecto a Y-560 (240 ± 80 AP), también correspondiente a la "Casa 3" y no existen precisiones acerca de qué vegetal componía la muestra. En un comentario sobre este fechado, obtenido en 1959 en el laboratorio de Yale, se considera que la edad proporcionada por U-154 es más aceptable para la fase Belén II, a la que se asocia el sitio (Stuiver et al. 1960). González se preocupó por la incoherencia, no sólo entre este fechado y U-154, que según afirmó, deberían dar fechas próximas entre sí, sino también en relación a la discrepancia intralaboratorio con Y-559 (590 ± 50 AP) de Corral de Ramas, un sitio adscripto a la fase I de Belén. Como González negó toda posibilidad de que el Cerrito Colorado pudiera corresponder a una época post-hispánica, evidentemente no lo aceptó como válido.

El ultimo fechado realizado por Gonzalez en el sitio es L-476C (400 ± 100 AP). La muestra fue extraida de otra estructura (la "Casa 8" en la numeracion de Gonzalez), y estaba compuesta por carbon del piso del recinto (Olson y Broecker 1961). El fechado, como parte de toda una serie, fue obtenido entre 1958 y 1960 en el Observatorio Geologico de Lamont.

Considerando los problemas planteados acerca de la metodologia de datacion radiocarbonica y la extraccion de muestras apropiadas, en 2007 se obtuvo un nuevo fechado, LP-1810 (420 ± 70 AP), a partir de una muestra de pequenas ramas carbonizadas de la "Casa 3" de Gonzalez. A pesar del tiempo transcurrido entre la extraccion y la datacion, el resultado fue relativamente coherente con U-154, correspondiente al mismo recinto y es casi identico a L-476C.

En el mismo sentido apunta el análisis estadístico de significación realizado con el programa Calib Rec 6.0.1, a partir del cual pudo comprobarse que para un nivel de significación del 95% las edades son diferentes cuando se incluye Y-560 (T = 9,05; X2 para 0,05 = 7,81), pero son iguales cuando se lo excluye (T = 2,89; X2 para 0,05 = 5,99).

La calibración de estos fechados, exceptuando Y-560 que puede ser al menos cuestionado al considerar que el contexto arqueológico sería prehispánico, muestra que las mayores probabilidades de los rangos se ubican alrededor de los siglos XV y XVI. Si se comparan estos resultados con los últimos fechados realizados en la zona de La Ciénaga para sitios tardíos, como el Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo, Lajas Rojas y Loma de Ichanga, puede observarse que existe una importante coincidencia (Wynveldt y López Mateo 2010). En este sentido, puede afirmarse que estos sitios tuvieron ocupaciones contemporáneas hacia fines del Período de Desarrollos Regionales, y probablemente durante la conquista inkaica.

ANÁLISIS ESPACIAL DEL CERRITO COLORADO

Partiendo de la propuesta teórica mencionada, se consideraron una serie de variables arqueológicas para el análisis del sitio que permitieran abordar el espacio teniendo en cuenta las prácticas materiales ligadas a él y su percepción. Estas variables son: topografía, modo de emplazamiento, visibilidad, circulación intrasitio, cantidad y particularidades de los recintos, su distribución, superficie y comunicación con el exterior y con otras estructuras, los materiales de construcción y las técnicas constructivas utilizadas.

Se empleó para la definición de los componentes arquitectónicos una serie de términos propuestos por uno de nosotros en anteriores trabajos (Wynveldt 2005, 2009). El primero de estos términos es el de recinto, adoptado en lugar de los de "habitación", "unidad habitacional" o "unidad de vivienda", ya que estos últimos están ligados a una funcionalidad determinada que no puede ser definida sin el estudio completo de los contextos arqueológicos. Tomamos aquí como definición de "recinto" a un espacio continuo, sin segmentaciones internas, comprendido dentro de determinados límites, en este caso constituidos por paredes de piedra, con aberturas en forma de puerta o sin ellas. Otro concepto utilizado es el de abertura, considerado aquí como una discontinuidad abrupta en la pared de un recinto o en cualquier muro. Las puertas son aberturas construidas a fin de permitir el acceso a un recinto; en ciertas circunstancias se reconocen fácilmente por la presencia de detalles constructivos como jambas, compuestas por lajas alineadas perpendicularmente a la orientación de la pared, y pisos de piedra a lo largo de un pasillo; además, generalmente no superan el metro de ancho. Otras aberturas son más difíciles de interpretar, ya que podrían constituir tanto una característica propia de la estructura como la destrucción parcial o total de una pared.

Además, pueden hallarse diferentes tipos de pircas o muros conformando las paredes de los recintos. La pirca simple está formada por una única línea de piedras, y la doble se compone de dos líneas de piedra, con o sin un espacio con relleno de pedregullo entre ellas. En muchos casos se descubre que las pircas simples conforman lo que denominamos "pirca en terraplén", que consiste en una pared subterránea construida en un sector cavado en la tierra hacia el interior del recinto que se realizaba con el fin de nivelar el piso en sectores irregulares del terreno.

El Cerrito Colorado muestra una topografía accidentada (Figura 2), con una pared de "jasi"1 en su lado este, un cordón del mismo tipo de formación por sus flancos sur y suroeste, y laderas algo más suaves, aunque de muy difícil acceso hacia el oeste y norte (Figura 3). También presenta quebradas profundas desde la cima hacia el oeste. El campo visual logrado desde lo más alto de la lomada es óptimo, e incluye líneas de observación hacia el este y toda la Sierra de Belén, el Cerro Colorado y la Puerta de San José al sur. En dirección al suroeste, se observa La Toma, todo el faldeo occidental del Valle -desde Pozo de Piedra hasta Azampay- y hacia el norte se pueden divisar las lomas de Palo Blanco. Contrariamente, desde el pie el campo visual se ve ocluido sobre todo por distintas líneas de lomas ubicadas al oeste y norte.


Figura 2. Imagen satelital del Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba, con la indicación de la división en sectores.


Figura 3. Vistas del Cerrito Colorado.

En cuanto a la cantidad de recintos identificados (19), el Cerrito Colorado presenta un número bajo en relación a otros sitios del valle (Wynveldt 2009). Además, todos se encuentran aislados. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que existen pircas aisladas o grupos de dos o tres paredes formando ángulos, que dan la pauta de la presencia de una mayor cantidad de recintos. Se observan también, alrededor de algunos de ellos, espacios aterrazados formados por muros de contención. Por otro lado, se hallaron dos cistas circulares posiblemente funerarias.

Únicamente con fines descriptivos hemos segmentado al sitio en cinco sectores a los que denominamos: A (recintos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 12), B (recintos 8, 9 10 y 11), C (recintos 13 y 14), D (15, 16, 17, 18 y 19) y E (sólo muros y estructuras de contención). El sector A corresponde a la cima, los sectores B, C y E a tres "espolones" o "lenguas" que descienden más o menos abruptamente hacia la base de la loma; y el sector D, a la base misma, adyacente al acceso al sitio. En la Tabla 2 se presenta la información de los recintos por sector.

Tabla 2. Características principales de los recintos, de acuerdo a su ubicación por sector.

Sector A

Como se mencionó, este sector corresponde a la cima del Cerrito (1600 m) y sus proximidades, tomando como límite inferior la cota correspondiente a los 1550 m. Se identificaron aquí ocho recintos (N 1 a 7 y N 12). Los recintos 1, 2 y 3, junto con varias otras estructuras que muy probablemente también fueran recintos y/o muros de contención, se encuentran en el sector más alto, y los recintos 4 a 7 se emplazan en una posición inferior sobre la ladera occidental (Figura 4). Algo alejado, hacia el este y a menor altura que el grupo anterior, está el recinto 12 junto a otros posibles recintos y una muralla que marca el borde del espolón por el que se accede actualmente, constituyendo el límite con el sector C (Figura 5).


Figura 4. Sector A. Grupo de recintos de la cima en el extremo oriental del sitio.


Figura 5. Grupo de estructuras de la porción oeste delSector A y parte superior del espolón correspondiente al Sector C.

Sector B

Comprende al espolón que desciende en sentido noroeste, siendo sus límites superior e inferior 1530 m y 1450 m respectivamente. En este sector se identifican cuatro recintos, el N 8 en la parte más alta, cercano al límite superior y otros tres (N 9, 10 y 11) ubicados cerca del límite inferior, apenas por encima de los 1450 m (Figura 6). Además, hay cuatro probables recintos y varios muros de contención. A la salida de los cuatro recintos identificados existen espacios planos, con sectores aterrazados, que si bien no tienen límites precisos están contenidos por distintas estructuras. El recinto 11 presenta una particularidad no observada en otros (al menos en lo que a nivel superficial se refiere) y es la línea de pirca que divide en dos su espacio interno.


Figura 6. Sector B.

Sector C

Descendiendo levemente hacia el sudeste encontramos un espolón de menor tamaño con gran cantidad de estructuras de contención y murallas de longitudes variables, y dos recintos (N 13 y 14). El límite superior de este sector es la cota correspondiente a 1520m en cuyas adyacencias se encuentra el recinto 13 (1540m) (Figura 5). En su límite inferior se halla la cota 1450m, incluyendo el recinto 14 (Figura 7). El recinto 13 presenta diferencias importantes en relación al resto de los recintos y estructuras ya que es un pequeño espacio emplazado al borde del precipicio, con una doble pirca hacia el lado externo y una abertura con un pequeño deflector. Dado su emplazamiento y sus reducidas dimensiones, pudo constituir un parapeto o atalaya en la vía de acceso a los recintos de la cima.


Figura 7. Sectores D y E, y porción inferior del sector C.

Sector D

Al pie del Cerrito (1450 m) se encuentra un sector con cinco recintos (15, 16, 17, 18 y 19), todos cuadrangulares y aislados, en un gran espacio plano, en parte aterrazado por medio de estructuras de contención. Exceptuando el recinto 16 que es muy pequeño y no muestra un acceso con abertura en la pirca, el resto presentan pasillos de entre 1,1m y 1,3m de longitud, y fueron construidos mayormente con rodados de basalto y rocas metamórficas, a diferencia de los recintos construidos en las laderas y cima cuyo material es el granito.

Sector E

En este sector, ubicado al oeste del C, encontramos varias pircas que podrían interpretarse como muros de contención, ubicados a distintas cotas, quizás sirviendo como sendas para el tránsito y en algunos casos como murallas defensivas. En este sector no se observan recintos ni otro tipo de estructuras que las mencionadas líneas de pirca en terraplén (Figura 7).

RESULTADOS

A partir del análisis de las variables propuestas pudieron obtenerse diversos resultados vinculados a la construcción y uso del espacio del Cerrito Colorado. La mayoría de los recintos es de forma cuadrada, siguiéndole en orden de importancia, la rectangular y la trapezoidal (Figura 8). En cuanto a los materiales de construcción, en el Cerrito Colorado se utilizaron preferentemente bloques de granito que afloran en superficie (Figura 9) y también rodados de rocas metamórficas y volcánicas, aunque estas últimas predominan en las construcciones de la base.


Figura 8. Clasificación de los recintos de acuerdo a la forma.


Figura 9. Recinto 5, construido con pirca doble y en terraplén, con bloques de granito. Siendo que las paredes se encuentran prácticamente descubiertas podría tratarse de uno de los recintos excavados por González.

Si bien la modalidad de construcción principal es la pirca simple y la pirca en terraplén (Figura 10), seguramente una excavación sistemática del sitio redundaría en una mayoría de pircas en terraplén. Este tipo de pirca fue empleado especialmente en sectores irregulares del terreno para nivelar el piso de los recintos, y ciertamente el terreno del Cerrito se caracteriza por su irregularidad y por la friabilidad del sedimento. Las pircas dobles abundan en los sectores de acceso a los recintos, conformando los pasillos y siendo parte al mismo tiempo de paredes o murallas próximas a los abismos, como refuerzo para la contención del terreno.


Figura 10. Clasificación de los recintos de acuerdo al tipo de pirca.

En cuanto a la superficie de los recintos, la mayoría se ubica entre los 9 y 25m2, es decir entre los 3 y 5m de lado (Tabla 3). En relación a la comunicación de los recintos con otros espacios, la mayoría se vincula con sectores aterrazados (57,9%), es decir, espacios abiertos donde una o más pircas de contención más o menos próximas al recinto permiten mantener un piso nivelado, evitando la acción de la erosión (Tabla 3). El resto de los recintos se comunica directamente con el exterior. Por otra parte, con respecto a la orientación de los accesos a los recintos, no hay tendencias significativas, aunque el mayor porcentaje apunta el sudeste (Figura 11).

Tabla 3. Clasificación de los recintos de acuerdo a su superficie y al tipo de comunicación de sus accesos.



Figura 11. Orientación de las aberturas de los recintos.

En relación a la distribución de los recintos, hemos dividido arbitrariamente al sitio en cinco sectores: la cima, tres espolones y los recintos al pie. Si bien dentro del sitio no existen espacios restringidos para el acceso a los recintos, la movilidad debió estar afectada por la topografía, que implicó ciertas dificultades para acceder a los distintos sectores del sitio. Las murallas y muros de contención debieron facilitar la movilidad a través de dichos sectores a quienes conocieran los senderos. Teniendo en cuenta las características topográficas, el acceso al sitio pudo darse a través de los dos principales espolones que ascienden en sentido noroeste-sudeste (sectores B y C). Al Sector B resulta algo más complicado acceder desde la base, aunque una vez en él, se hace posible circular con relativa facilidad hasta el espacio más próximo a la cima; no obstante, el terreno se hace bastante intransitable. El Sector C es fácilmente accesible desde la mesada ubicada al oeste, aunque iniciado el ascenso las dificultades son muy grandes, más allá de los muros y pircas que conforman algunos espacios planos sobre los cuales pisar. Luego de ascender abruptamente, al llegar al recinto 12 se accede fácilmente a la cima. Como se mencionó anteriormente, la vista panorámica lograda desde la cima del sitio hacia todo el valle es excelente, a diferencia de la visual obtenida desde el pie.

LA EXPERIENCIA Y LA PERCEPCIÓN DEL ESPACIO EN EL CERRITO COLORADO

A partir del análisis de las características espaciales del Cerrito Colorado es posible avanzar en la interpretación de distintos aspectos de la experiencia y la percepción vinculados a la construcción y uso del espacio de estos sitios. Por un lado, la experiencia espacial está referida a las prácticas materiales vinculadas al espacio. Deben diferenciarse las prácticas relacionadas con la construcción del espacio físico de aquellas que atañen al flujo de cuerpos a través del mismo. Estos dos tipos de prácticas se vinculan entre sí, ya que el espacio construido no es estanco, sino que sufre modificaciones en la experiencia. En definitiva, las estructuras analizadas serían únicamente un reflejo (parcial) de los últimos momentos en el uso de ese espacio, con las probables alteraciones o innovaciones que puede haber traído aparejadas. Por otro lado, la información sobre los contextos domésticos y los datos cronológicos conducen a una mejor comprensión de la utilización de estos espacios.

Del análisis de la construcción del espacio intrasitio se puede interpretar, en primer lugar, que fue proyectado sin introducir modificaciones importantes en la superficie natural. Esta organización del espacio se montó a partir de la construcción de pircas en terraplén combinadas con otras sobre-elevadas para la nivelación del piso de los recintos en los sectores más irregulares, además de instalarse muros de contención en las áreas más erosionables o en sectores muy transitados, como los patios aterrazados a la salida de los recintos. Por otra parte, los materiales utilizados para las construcciones fueron seleccionados entre las rocas que afloran en el propio sitio. En lo que concierne a la distribución de las construcciones en el espacio, los recintos aparecen dispersos y sin formar conjuntos, ni siquiera de a pares. Puede sugerirse que la construcción de cada recinto -al menos de aquellos de medianas dimensiones- y las estructuras inmediatamente externas fue llevada a cabo por los mismos individuos que luego los utilizarían, quizás con la colaboración de otros miembros de la comunidad.

En cuanto al tamaño de las construcciones existe una interesante variedad. Algunos recintos tienen grandes dimensiones, mientras que la mayoría son pequeños espacios cuadrangulares con un angosto pasillo. Esta diferencia también se observa en el cercano Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo, aunque la configuración de los conjuntos sea en este caso mucho más compleja. En cambio, otro de los sitios de la zona de estudio, como es la Loma de Ichanga que presenta una configuración espacial similar al Cerrito Colorado por la dispersión de los recintos (Balesta y Wynveldt 2009), tiene únicamente recintos de pequeñas o medianas dimensiones.

En los recintos cuyas paredes se encuentran descubiertas en toda su altura fue posible observar una técnica constructiva típica de los sitios tardíos de la región. En la base de la pared se colocaron lajas (en este caso, bloques alargados y más o menos planos de granito) en sentido vertical, y por encima y en los intersticios dejados por aquellas, se ubicaron piedras redondeadas más pequeñas llevando la pared hasta aproximadamente el metro de altura. Cabe señalar que en su mayor parte estas paredes son semi-subterráneas y seguramente debieron continuarse hacia arriba con el agregado de algún material perecedero (como adobe o quincha).

Con respecto al flujo de los cuerpos en el espacio físico, el Cerrito presenta en principio una importante restricción al acceso de los recintos de la cima, dada sobre todo por el emplazamiento en una lomada con pendientes muy pronunciadas, pero también por algunas murallas, muros y parapetos ubicados en sus laderas. En cambio, los recintos que se hallan al pie debieron ser más fácilmente accesibles desde las áreas próximas al sitio. Por otro lado, los espacios generados por las diversas estructuras, sobre todo las murallas de contención, debieron permitir la circulación para el ascenso y descenso de los pobladores, aunque no sería fácil para quienes no conocieran sus recorridos. En relación al flujo de cuerpos en los espacios vinculados a los recintos, el acceso a algunos de ellos está relativamente restringido por los aterrazados con murallas de contención que, si bien son suficientemente abiertos como para transitar por ellos libremente, debieron ser utilizados -quizás a modo de patios- únicamente por quienes se refugiaban en los recintos. Este hecho debió generar cierta restricción a la circulación hacia el interior.

Considerando que la gran mayoría de las investigaciones, tanto clásicas como actuales, sobre el Período de Desarrollos Regionales coinciden en que en esos momentos existió un contexto de beligerancia que abarcó gran parte del área andina (Nielsen 2002; Arkush 2006) incluyendo el NOA (Núñez Regueiro 1974; Raffino 1988; Sempé 1999; Acuto 2007; Nielsen 2007, entre otros), cabe preguntarse hasta qué punto algunas de las características espaciales y arquitectónicas observadas en el Cerrito Colorado pueden interpretarse como elementos que afectaran el flujo de cuerpos en función de la defensa del sitio.

En primer lugar, el emplazamiento en altura en sí mismo constituye obviamente una muy importante barrera para el acceso, pero además existen barreras artificiales. Varias estructuras del Sector C pueden interpretarse como verdaderos parapetos emplazados a distintas alturas, alternando con murallas. Uno de ellos es el pequeño recinto 13 desde el cual se obtiene una muy buena visibilidad de todo el entorno inmediato al sitio, además de constituir potencialmente una línea de avanzada ante eventuales ataques. Otros son simples muros detrás de los cuales los defensores pudieron protegerse y contraatacar. Algunas de las murallas presentan ángulos en ciertos sectores que constituyen potencialmente una ventaja para la defensa, ya que dan protección en más de un flanco, permitiendo un mayor ángulo de disparo. Y no debe descartarse la posible inclusión de barreras construidas con vegetación espinosa, hoy día empleadas muy eficazmente por los pobladores locales para delimitar sus campos y protegerlos de los animales.

Entre las barreras naturales, los ríos no parecen haber sido impedimentos para el acceso, ya que el Rio Hualfín se encuentra a cierta distancia, por lo cual quienes se aproximaran al sitio podían elegir el lugar más apropiado para su cruce con previsión, mientras que otros cauces próximos como el Río de las Torres o el de la Villa, que cruza frente a la ladera norte del Cerrito en sentido este-oeste se mantienen secos durante todo el año, excepto en ocasiones muy aisladas. Una barrera natural para el acceso al sitio pudieron ser las innumerables cárcavas que año tras año se profundizan al pie del sitio, generando dificultades para llegar a la base de los espolones.

En cuanto a la percepción espacial, entendida como la interacción sensorial entre actores y espacios físicos, nos interesa particularmente indagar en dos conceptos: el de límite, donde el límite físico funciona como reflejo de un límite conceptual (Fleming 1982; Dark 1995; Balesta 2000), y el de visibilidad, vinculado a aspectos como la vigilancia y la defensibilidad.

El límite es un elemento importante en la conceptualización, y consecuentemente en la percepción de espacios diferentes, como puede ser la diferenciación entre un espacio "interno" y otro "externo". En el mismo sentido, las murallas al ser percibidas significaron a la vez que un límite físico, un límite conceptual para los ocupantes del Cerrito Colorado o para quienes se aproximaran al sitio, por ejemplo, eventuales atacantes en tiempos de conflicto. Seguramente, el factor disuasivo, es decir, el límite simbólico que impone la sola presencia de las murallas, debió conformar una verdadera barrera psicológica. Sin embargo, a diferencia de otros sitios probablemente contemporáneos, no existen murallas de circunvalación que marquen tajantemente y de manera continua un "adentro" y un "afuera" -al menos desde las construcciones de piedra-. Aunque sí puede señalarse que la localización de los recintos del sector D "al pie" y "por delante" de las murallas y muros del espolón del sector C marca una diferencia en relación a los recintos que hallan "arriba" y "por detrás" de las murallas. Evidentemente, más allá de la obvia distinción en el emplazamiento, estos espacios debieron ser percibidos como diferentes en función del límite intermedio (físico y conceptual) que supone la presencia de las estructuras del sector C: los recintos del sector D serían espacios "desprotegidos" frente a aquellos "protegidos" de la cima.

La percepción de límites físicos en el espacio intrasitio también debió tener su correlato conceptual, sobre todo en cuanto a la diferenciación entre espacios restringidos o no restringidos, representando entonces significaciones diferentes que incidían en las acciones de los ocupantes o de quienes llegaban hasta la cima. Y, considerando el juego de restricción y accesibilidad, esta incidencia posiblemente estuviera vinculada con qué espacios podían transitarse, qué límites podían traspasarse, y quiénes podían o no circular libremente a través de ellos. Es el caso mencionado anteriormente para los recintos y los espacios aterrazados adyacentes. Mientras que muchas actividades diurnas podían ser desarrolladas a la vista de todos en los patios, otras, como las realizadas en la mayor parte de los recintos (refugio para la vida nocturna, descanso, alimentación, protección de las inclemencias del tiempo) debían tener una restricción al acceso comunal.

La visibilidad es otro de los aspectos a considerar para el análisis de la percepción espacial. En este sentido, el emplazamiento en altura le da a esta variable una significación particular, vinculada a la observación del entorno o a la vigilancia. Es interesante el hecho de que exista inter-visibilidad entre el Cerrito Colorado y varios sitios tardíos del valle (Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo, Loma de Ichanga, Loma de Palo Blanco, Loma de los Antiguos de Azampay, Huasayacu, Loma de La Toma, entre otros) ya que las líneas de visión entre ellos pudieron haber proporcionado apoyos para defensas mutuas en caso de alertas por la presencia de grupos foráneos, permitiendo una inmediata comunicación de la información sobre el movimiento de gente en el valle y las acciones que debieran realizarse de acuerdo a cada situación.

¿RECINTOS DISPERSOS PARA GENTE DISPERSA?

Continuando con la idea sobre el análisis de la percepción espacial como la instancia de interacción sensorial entre actores y espacios físicos, resulta interesante avanzar en la línea de Acuto (2007), quien analiza muchos de los sitios tardíos de la Puna de Jujuy, la quebrada de Humahuaca, la quebrada del Toro y el valle Calchaquí Norte y Medio. Estos se caracterizan por grandes extensiones de estructuras aglomeradas, formando un patrón celular en el que la residencia doméstica era la unidad arquitectónica básica en la organización espacial. Allí la circulación se realizaba por sendas que incluían las propias paredes de las estructuras, atravesando los complejos residenciales. Esta organización de los poblados tardíos ponía en proximidad física a sus habitantes, pudiéndose oír las conversaciones o reconocer auditivamente el tipo de actividades realizadas, oler lo que otros preparaban en la cocina, ver lo que los vecinos hacían, en síntesis, compartir las experiencias de toda la comunidad (Acuto 2007). Como se pudo apreciar en este trabajo, en el Cerrito Colorado los recintos se encuentran dispersos y aislados, no existiendo paredes compartidas. Evidentemente tanto la percepción como la experiencia espacial por parte de sus moradores debió ser bien distinta a la de los pobladores de aquellos sitios con patrón celular. Una cuestión que surge de esta diferencia es considerar qué es lo que llevó a la gente a disponer los recintos en el espacio de esa manera.

Dada la falta de evidencias de núcleos concentrados de población en sectores bajos en todo el Valle de Hualfín cabe preguntarse si, en cambio, existió un patrón rural disperso. En las proximidades del Cerrito Colorado no se hallaron hasta el momento restos que indiquen claramente la presencia de viviendas tardías, a excepción quizás de los recintos del Sector D ubicados al pie y también de los más bajos del Sector B2. Sin embargo, sí se encontró una buena cantidad de estructuras aisladas o en pequeños grupos en distintas áreas bajas de La Ciénaga. Un ejemplo son los seis sitios hallados hasta el momento a lo largo de las terrazas del río Ichanga, a sólo 2 km al oeste del Cerrito, uno conformado por tres recintos independientes de medianas dimensiones, otro por dos estructuras, una pequeña y otra de gran tamaño, y los restantes por recintos más o menos aislados. Además, en las lomadas que se encuentran entre el río Ichanga y La Ciénaga de Arriba, se ubicó aislado un conjunto formado por un recinto pequeño con un "patio" adosado3. Subiendo por el mismo cauce, en una de las altas mesadas que flanquean el río, se emplaza la Loma de Ichanga, un sitio conformado por unos 15 recintos dispersos, entre los cuales se excavó el único conjunto con estructuras asociadas, que corresponden a un recinto cerrado y un patio (Balesta y Wynveldt 2010)4. Si bien se requiere más información contextual sobre algunos de estos sitios dispersos para determinar de manera precisa su cronología e identificar sus probables funcionalidades, se ha sostenido que la estructura conformada por un recinto relativamente pequeño asociado a un espacio mayor, que es una constante en los sitios tardíos del Valle de Hualfín, representaría un área de vivienda (Wynveldt y Balesta 2009). Por otra parte, debe considerarse que es muy probable que en las terrazas más bajas del río Hualfín, distantes apenas 1 km al oeste de la base del Cerrito Colorado y hoy ocupadas por una línea continua de fincas, se hallaran asentamientos tardíos dedicados a la agricultura.

Asumiendo que gran parte de la población tardía del valle debió ser campesina, dispuesta en pequeños grupos -tal vez familias- con una forma de vida relativamente aislada al menos en lo que respecta al espacio físico, la distribució dispersa de las construcciones en el Cerrito Colorado quizás sea un reflejo de tal situación. En efecto, podemos sugerir a modo de hipótesis que a diferencia de aquellos grandes poblados aglomerados de los valles del norte del NOA -y de algunos otros núcleos bien próximos- el Cerrito Colorado fue un asentamiento provisorio ocupado cuando los habitantes de la zona, probablemente agricultores y pastores esparcidos por los campos en las proximidades del sitio, se sintieran amenazados. Dentro de ese lugar protegido común, el flujo de cuerpos y la percepción de los espacios y sus límites debieron estar, de alguna manera, estructurados por esa modalidad familiar y campesina. Esta idea deberá ser contrastada con nuevos datos procedentes de sitios de sectores bajos aledaños al Cerrito Colorado y con nuevas excavaciones en este mismo y emblemático sitio arqueológico.

COMENTARIO 1

Claudio Javier Patané Aráoz*****

*****Escuela de Arqueología, UNCa. Claudio Javier Patané Aráoz es Licenciado en Arqueología (Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca). Ha participado en diversas investigaciones en el área de Tafí del Valle, en donde realizó su tesis de licenciatura. Actualmente es candidato doctoral (Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba), investigando la Fortaleza Inkaica Pukara del Aconquija (Departamento, Andalgalá, Catamarca), bajo la Dirección del Dr. Néstor Kriscautzky y Co-Dirección del Dr. Martín Orgaz. Sus temas de interés centrales son el análisis de la Expansión Imperial Inkaica en el NOA, Fortalezas, Fronteras y Articulación con las Comunidades Locales. E-mail: patanearaoz@yahoo.com

Este artículo presenta importante información obtenida a través de nuevas indagaciones realizadas en el Valle de Hualfín con implicancias directas en actuales debates arqueológicos relacionados al estudio de los profundo cambios sociales generados por condiciones de conflictos interétnicos en el marco de un período de tiempo específico del sur andino prehispánico. Por medio del empleo de enfoques actuales estos estudios procuran, a través de diferentes líneas de investigación, ajustar teórica y empíricamente nuestra habilidad para determinar la presenciaausencia de conflictos, identificar acciones colectivas y factores subyacentes en procesos sociales internos, la lógica de principios organizativos materializados en relaciones espaciales implícitas en el uso del paisaje natural y construido y optimizar los controles cronológicos de estos fenómenos sociales.

Los autores, tomando como caso de estudio un sitio con rasgos defensivos, presentan un minucioso y detallado estudio. Analizan las características espaciales del sitio, vinculando su construcción y uso con diferentes escenarios de percepción y experiencias colectivas internas y las posibilidades generadas con el medio físico. Discuten aspectos relacionados a la cronología y proponen fundamentos para interpretar la particular dispersión de losrecintos en el sitio. Asimismo, proponen la identificación de respuestas grupales ante potenciales amenazas de conflictos en el área, generadas a través de acciones estratégicas coordinadas a nivel social interno, como también por resultado de la interacción externa con otras comunidades ante estas situaciones.

De este modo, el artículo enriquece previos argumentos ofrecidos en publicaciones originadas desde este Proyecto de Investigación. Aspectos fundamentales derivados de esos trabajos les permiten sostener que, al menos en este sector del Valle y para un momento de ocupación delimitado entre los siglos XV y XVI, las situaciones de conflictos creadas ya sea por invasores externos o bien por ramificaciones de tensiones locales existentes tuvieron efectos profundos y reconfiguradores en las prácticas sociales locales. Tomado en conjunto, esto constituye una aproximación en dirección a responder preguntas relevantes como: ¿qué causas crearon y mantuvieron conflictos? ¿quiénes participaron en ellos? oedónde es visible el conflicto? ¿qué se está defendiendo y cómo se organizan para hacerlo? oequé se percibe como amenaza? y fundamentalmente oecómo percibimos arqueológicamente estos indicadores?

Destaco que los aportes de este trabajo son sumamente útiles en tanto contribuyen a la construcción de marcos de referencia y comparación, destinados a lograr una más completa perspectiva de comprensión diacrónica regional y macro-regional sobre el impacto de los conflictos en las sociedades. La información presentada, por lo tanto, no sólo es relevante para el Valle de Hualfín en tanto posibilita nuevos alcances destinados a ampliar el entendimiento sobre procesos complejos que caracterizaron a toda una época.

COMENTARIO 2

Catriel Greco******

******Museo "Juan B. Ambrosetti", CONICET. Catriel Greco es Licenciado en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología (FFyL, UBA). Actualmente es becario doctoral de CONICET, con lugar de trabajo en el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti y prepara su tesis doctoral sobre técnicas de datación y cronología prehispánica en el valle de Santa María, Catamarca. Antiguo editor de La Zaranda de Ideas. E-mail: catriel_greco@yahoo.com.ar

Este es un trabajo de los que me gusta leer, debido a que se incluye de lleno dentro de una actual discusión teórica sobre la política de las sociedades prehispánicas de la región, al tiempo que aporta información de base, clara y detallada, como para sustentar la propia reflexión y permitir que otros retomen esos datos en futuros análisis. Hay aquí varios tópicos que despiertan mi interés, pero me centraré en algunos de ellos para comentar en esta oportunidad.

La revisión de los fechados particulares y en conjunto de Cerri to Colorado constituye una verdadera metodología de "puesta en valor" de los resultados originales de A. R. González. Este autor, como bien es destacado en este trabajo, se había propuesto comprobar sus propias estimaciones así como contrastar al método radiocarbónico en sí mismo, de ahí que intervengan distintos laboratorios en un mismo caso, con las complicaciones que ello trae a la hora de una revisión. Una investigación tan importante dejó abiertas las puertas a modificaciones del modelo en base a nuevos datos, algo que sucedió poco.

Más aún, como es sabido esta secuencia de Hualfín se trasladó a áreas vecinas, en donde progresivamente se fueron abandonando algunas de las fases, posiblemente por la dificultad de asociar fechas con un determinado patrón de asentamiento. Por razones prácticas se continuó analizando el período Tardío o de Desarrollos Regionales como un bloque, asumiendo sincronicidad en los fenómenos a lo largo del mismo. Sin embargo, algunos de ellos, como las características defensivas de los poblados o la alta concentración demográfica parecen comenzar a mediados/fines y no en la larga historia de este período. El problema está en que, visto en macroescala, las fechas y patrones pueden ser diferentes que en la particularidad de un sitio.

En este sentido, las características defensivas articuladas con recintos dispersos del Cerrito Colorado llevan a repensar, redefinir, complejizar o abandonar las tipologías de sitios. La articulación entre fenómenos locales y tendencias de mayor escala me hacen pensar en la dificultad de establecer los inicios de un determinado fenómeno y la necesidad de clasificación para la comparación de la variabilidad del mismo. Si Cerrito Colorado era entonces un sitio "tipo" de una tal fase Belén II, hoy reencontrado y revisada su cronología... ¿podría ser una de las variantes de los tipos de sitio del Belén III? Aunque esta pregunta puede no estar en la agenda de los autores, la variabilidad espacial y los cambios durante el período tardío pueden ser ahora vueltos a considerar, y el Cerrito Colorado podría volver a ser condenado al arquetipo.

COMENTARIO 3

Claudia Amuedo*******

*******FFyL, UBA. Claudia Amuedo es Licenciada en Antropología con orientación en arqueología de la (FFyL, UBA). Sus trabajos están orientados a la investigación de las prácticas mortuorias y sus relaciones con la vida cotidiana de las comunidades del Período Tardío e Inka del Valle Calchaquí Norte (Salta). Actualmente se encuentra realizando su posgrado sobre las prácticas de uso y transformación de los recursos vegetales (alimentos, bebidas, psicoactivos y/o medicinales) en los momentos tardíos y los posibles cambios con la llegada del inka. E-mail: claudiaamuedo@gmail.com

El artículo de González Dubox y colaboradores sobre el estudio de las características espaciales del Cerrito Colorado de la Ciénaga de Arriba (Departamento de Belén, Catamarca) es un interesante trabajo gracias a la gran capacidad que tuvieron los autores para hacer partícipe a los lectores del espacio vivido. Es una tarea muy compleja, y las descripciones y planos realizados habilitan al lector a comprender la distribución del sitio y el manejo del paisaje. Ninguna imagen le hace honor a la inclinación de una pendiente o a los vericuetos de un sendero.

En relación a la hipótesis sugerida sobre uso del sitio, pensado como lugar protegido donde las familias campesinas del tardío pudieron refugiarse, me surgen las siguientes reflexiones:

- El clima constante de beligerancia considerado para momentos tardíos en la zona hace pensar en la posibilidad de una organización temporal de las tareas cotidianas en estos refugios, en los patios y dentro de los recintos. ¿Existe evidencia para plantear el orden residencial del sitio? Es decir, ya sea por estar habitado permanentemente o de manera temporal, deben existir correlaciones en el arreglo espacial y del registro superficial con los otros sitios contemporáneos mencionados que habiliten la idea de estar ante recintos y patios, y no arquitectura de otro orden.

- Según la descripción hecha por los autores hay una gran producción del espacio. Con esto no me refiero a inversión energética, ni a la cuantificación de movilización de mano de obra, sino a la proyección de un espacio habitacional en un relieve irregular con esfuerzos puestos en la nivelación, contención de zonas erosionables con murallas y refuerzo de las más transitadas. Esto me recordó a otros casos, como por ejemplo el del Cerro Paidahuén (cuenca superior del río Aconcagua, Chile Central), sitio trabajado por Andrés Troncoso (2008) quien plantea que la espacialidad operacionaliza una arquitectura fundada en el movimiento de los cuerpos, trazando un eje de desplazamiento. De esta manera la experiencia y la percepción en el movimiento del paisaje están controladas y dirigidas por un espacio proyectado y construido para ello (Acuto et al. 2011). Siguiendo con estas ideas, ¿no es posible pensar que la circulación por el Cerrito Colorado operaba bajo una lógica ligada al ascenso de grupos pequeños en el peregrinaje hacia la cima? ¿No es posible pensar al sitio como un centro de congregación y peregrinaje de las poblaciones campesinas?

- Se identificaron 19 recintos en Cerrito Colorado. Todos ellos rodeados por espacios aterrazados, aplanados artificialmente y con muros de contención. En el sector A se destaca la posición, dimensión y técnica constructiva del Recinto 1. Este se ubica en la cima del cerro, con un tamaño que por lo menos duplica al resto de los recintos representados en las figuras (exceptuando el Recinto 8), siendo el único construido en su totalidad con una técnica de muro doble ¿Cómo es considerada esa diferencia en la accesibilidad, en el emplazamiento y en el tamaño? ¿Pudo tratarse de un espacio de congregación restringido?

- Por otro lado, las líneas teóricas sobre las que se fundamenta el trabajo proponen ver "cómo funcionan las relaciones políticas a través del paisaje", ya que éste encarna y reproduce un orden político. Sin embargo, no se comprende cómo la experiencia y la percepción desigual del espacio, en este caso el Cerrito Colorado y sus diferentes niveles, crean y recrean este orden político. El patrón disperso de las poblaciones campesinas se materializa en Cerrito Colorado en un relieve vertical, donde diferentes grupos familiares ocupan refugios a diferentes cotas altitudinales. Se me ocurre pensar ¿qué relaciones políticas se ponen en juego y en riesgo o se reconfiguran en este movimiento del espacio vivido?

RESPUESTA

Raúl González Dubox*
Federico Wynveldt**
Valentín Val****
Manuel López Mateo
*****

Ante todo, agradecemos los valiosos comentarios referidos a nuestro artículo. Tanto las críticas como los elogios nos llevan a la reflexión acerca de los diversos problemas que se nos plantean frente a un registro arqueológico tan importante para la historia de las investigaciones en el Valle de Hualfín. Creemos, junto con la comentarista Claudia Amuedo, que esta es una buena oportunidad para la discusión y la generación de inquietudes en relación a las diferentes propuestas.

En principio, debemos mencionar que las preguntas que plantea Patané Aráoz en su comentario ("¿qué causas crearon y mantuvieron conflictos? ¿quiénes participaron en ellos? ¿dónde es visible el conflicto? ¿qué se está defendiendo y cómo se organizan para hacerlo? ¿qué se percibe como amenaza?, y fundamentalmente ¿cómo percibimos arqueológicamente estos indicadores?") son efectivamente las líneas que intentamos seguir al abordar el estudio de los sitios protegidos.

Compartimos la idea de Greco acerca de que las tipologías de sitios deben ser repensadas o incluso, según el caso, abandonadas. Para nuestros casos sostenemos que, al menos, deberían ser redefinidas a nivel local y desde allí intentar una comparación a mayor escala -como sugiere Patané Aráoz- manteniendo la perspectiva macro-regional sobre los fenómenos sociales (en este caso, con énfasis en los conflictos). Para el Valle de Hualfín son varios los sitios con recintos dispersos y rasgos que consideramos defensivos ("fase II"), e incluso son contemporáneos y vecinos de sitios aglomerados o con influencias inkaicas ("fase III"). Por otro lado, no ha habido aportes para la confirmación de la existencia de una "fase I". En este sentido, la pregunta final de Greco ("¿podría ser el Cerrito Colorado una de las variantes de los tipos de sitio del Belén III?"), como él mismo deja entrever, no tiene respuesta. Más bien, abre un abanico a otras problemáticas, a saber: ante la falta de profundidad temporal en el Tardío del valle ¿cómo y dónde se estructura "lo Belén"?; ¿qué implica la contemporaneidad entre sitios "tipo" de "fases" distintas, es decir, la coexistencia de poblados protegidos con muy diferentes grados de aglomeración?; siendo que en esos poblados no existen prácticamente indicios de influencia inka ¿desde cuándo y a partir de qué evidencias podría definirse una fase Belén Inka? Estas son algunas de las interesantes cuestiones que se nos plantean, tanto como producto de la propia reflexión sobre la información disponible, como también, en este caso, de las observaciones y sugerencias de los evaluadores y comentaristas.

Respecto a las observaciones de Amuedo, cabe hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, creemos que el planteo de ocupaciones residenciales para los recintos del Cerrito Colorado está fundado en distintas evidencias: la estructura "recinto y patio", como se menciona en el texto, ha sido excavada en otros sitios contemporáneos, obteniéndose evidencias típicamente domésticas (cerámica Belén y de otros tipos tardíos, cerámica ordinaria con evidencias de exposición al fuego, restos de manufactura lítica, artefactos líticos tallados y de molienda, restos óseos de distintas especies animales, marlos de maíz y semillas de otras especies vegetales, fogones, etc.) (Wynveldt 2009; Wynveldt y Balesta 2009; Balesta y Wynveldt 2010). Por otra parte, la información existente sobre las excavaciones de González de 1952 en el Cerrito Colorado, si bien es muy escasa (González y Sempé 2007), no hace mención a contextos arqueológicos que puedan suponerse diferentes a las ocupaciones domésticas mencionadas.

Sin embargo, el hecho de asumir la ocupación residencial del sitio no implica descartar la posibilidad de que algunas estructuras pudieran haber tenido otros fines. Un ejemplo que destaca Amuedo es el Recinto 1, ubicado en la cima y diferenciado del resto por su mayor tamaño y su morfología alargada. Si bien en el artículo no hemos presentado algunas de las ideas que manejamos acerca del probable rol de este recinto (por falta de espacio y evidencias que las sustenten hasta hasta el momento), es tentadora la hipótesis del ceremonialismo, la congregación y/o el punto de peregrinaje. Harían falta excavaciones (y hallazgos) en la cima que pudieran apoyarla. Pero incluso la ratificación de esta idea no excluiría el hecho de que la mayoría de las construcciones serían recintos y patios para uso residencial. En este sentido, podría pensarse que en ciertos momentos el sitio fue usado efectivamente como refugio y que tendría en la cima un espacio ceremonial, y en otros tiempos, quizás cuando los conflictos se disipaban, ese mismo espacio seguiría funcionando como lugar de peregrinaje y congregación. Tampoco puede descartarse que los recintos de mayor tamaño correspondieran a corrales o depósitos. Las tres alternativas son viables considerando que tanto el ganado como las cosechas debieron tener sus espacios asignados para evitar saqueos, mientras que las prácticas rituales seguramente no podía suspenderse, menos aún en tiempos de peligro.

Otra observación interesante que presenta Amuedo sobre nuestro artículo es la falta de una explicación acerca de cómo la experiencia y la percepción espacial crean y recrean el orden político en el espacio mismo del Cerrito Colorado. En primer lugar, más allá de nuestra propuesta teórica, creemos que hace falta más información de excavaciones que refuerce las diferencias intra-sitio para comenzar a profundizar en ciertos aspectos políticos del asentamiento tales como la desigualdad social o de poder interna. Nuestro equipo de trabajo está avanzando en las investigaciones sobre una importante variedad de sitios protegidos tardíos, entre los cuales existen varios que presentan un patrón disperso similar al del Cerrito Colorado y que también exhiben ciertas diferencias espaciales en altura y tipos constructivos. Para estos poblados dispersos con algunas diferenciaciones internas es evidente que hubo quienes tuvieron la posibilidad de ubicarse en los sectores más protegidos, mientras que otros grupos o familias habrían quedado más expuestos a eventuales ataques. Por otro lado, como se mencionó en la Nota 4 del artículo, hay algunos otros poblados más aglomerados, más defendidos y en general más complejos -como el Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo- que nos permiten ya identificar diferencias de orden político entre grupos del valle.

Finalmente, muchas de las respuestas a las variadas preguntas con las que Amuedo concluye su comentario no pueden ser abordadas con la información disponible, otras implicarían un artículo complementario y otras, como las probables dinámicas de ocupación del sitio, han sido ya brevemente comentadas. En relación a las evidencias de conflicto, sí tenemos argumentos junto con la mayoría de los investigadores de gran parte del NOA, para sostener al menos la sensación de inseguridad que sufrieron las sociedades tardías en algún momento de su historia (Wynveldt y Balesta 2010). De acuerdo con los fechados radiocarbónicos obtenidos para nuestra región (Wynveldt 2009) existen ocupaciones pre y post-inkaicas en sitios con distinto grado de protección, que evidentemente fueron construidos para evitar o prevenir eventuales ataques. Esperamos que las próximas investigaciones nos revelen mayores certezas acerca de si estos conflictos llevaron en ciertos casos a una violencia física directa o si las precauciones tomadas fueron suficientes para desalentar a los potenciales agresores.

NOTAS

1. "Jasi" es la denominación local que se da a las formaciones sedimentarias de color rosado o rojizo que abundan en la región.

2. Existen en los alrededores del sitio distintas estructuras poco comunes en los sitios tardíos del valle: al pie del Cerrito se extienden dos mesadas de baja altura que presentan, por un lado, una pequeñas pircas semicirculares, y por el otro, grandes paredes rectas destruidas en parte o tapadas, para las cuales no se obtuvo aun información acerca de su probable funcionalidad; además, se halló un montículo natural pircado en su base, con una posible rampa de acceso y un gran mortero de granito en la cima (Balesta y Zagorodny 2010).

3. Toda esta información fue obtenida en las últimas prospecciones y excavaciones realizadas en la zona de Ichanga, por lo cual se encuentra aún en proceso de análisis.

4. Otro ejemplo de estructuras aisladas en sectores bajos son los recintos denominados "Lajas Rojas", emplazados al pie del Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo, un pukara ubicado a sólo 2,5 km del Cerrito. Sin embargo, para su análisis debe considerarse que el espacio del Cerro Colorado muestra una conceptualización muy diferente, que se refleja en conjuntos de recintos asociados emplazados en distintos sectores o "barrios", además de presentar una mayor disponibilidad de recursos defensivos. Estas variantes quizás deriven de diferencias dadas al interior de la sociedad, siendo este sitio un espacio aglomerado y más protegido que el resto, donde posiblemente habitaran grupos con ciertos privilegios en relación al común de la población (Wynveldt y López Mateo 2010).

AGRADECIMIENTOS

A César Carrizo, del Museo Cóndor Huasi de Belén, por su colaboración en las prospecciones realizadas en La Ciénaga de Arriba (y en tantos otros lugares del Valle de Hualfín), así como en las diferentes tareas arqueológicas llevadas a cabo por el LAC en el campo. A la Dra. Bárbara Balesta, por la atenta lectura del manuscrito original.

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