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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.8 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2012

 

ARTÍCULO

Las maderas en el registro arqueológico porteño: primera aproximación a las transformaciones dentro y fuera de la estructura social

Timber archaeological record in Buenos Aires city: a preliminary approach to the transformations inside and outside social Structure

 

Iván Díaz*

*Proyecto Arqueológico Flores, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Argentina. Iván Alexis Díaz es estudiante de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente forma parte del Proyecto Arqueológico Flores y Arqueocoop Ltda., investigando los diferentes usos históricos de las maderas (y antracología) en la Ciudad de Buenos Aires.E-mail: ivan-alexis-diaz@hotmail.com

Recibido: junio de 2011
Aceptado: marzo de 2012

 


RESUMEN

Este trabajo constituye un acercamiento preliminar en la búsqueda de explicaciones que den cuenta de las posibles causas de la escasez de maderas en el registro arqueológico de la Ciudad de Buenos Aires. Se procedió a partir de lo observado en algunas maderas arqueológicas procedentes de seis sitios de San José de Flores. A su vez, se tuvo en cuenta el contexto general socio económico e histórico de Buenos Aires. El análisis general y particular de los datos permitió hipotetizar que posiblemente la poca visibilidad de las maderas en el registró arqueológico porteño fue dada por la suma y articulación conjunta de diversos factores como la distribución geográfica de los bosques nativos, las características climáticas de la ciudad y la limitación de los recursos para ciertos sectores sociales, entre otros.

Palabras clave: Ciudad de Buenos Aires; Procesos post-depositacionales; Reutilización; Maderas; San José de las Flores

ABSTRACT

This paper is a preliminary approach in search of explanations to account for the possible causes of the scarcity of wood in the archaeological record of the City of Buenos Aires. We proceeded from that observed in some woods from six archaeological sites of San José de Flores. In turn, we took into account the overall context of socio-economic and historical Buenos Aires. General and specific analysis of the data allowed us to determine that perhaps the poor visibility of timber in the archaeological record of Buenos Aires was given by the sum and articulation joint of various factors such as geographic distribution of native forests, climatic characteristics typical of the city, the limitation of resources for certain social groups, among others.

Key words: Buenos Aires City; Post-depositional processes; Reuse; Timber; San José de Flores


 

INTRODUCCIÓN

Debemos pensar el contexto urbano de Buenos Aires del siglo XIX y de los pueblos periféricos, con sus actividades económicas constructivas, como parte integrada de un todo, modificado por las diversas influencias externas e internas. Estas influencias generaron cambios en la configuración territorial de la ciudad y zonas periféricas, mediante la incorporación y eliminación de diversos recursos naturales, entre ellos las maderas. En este trabajo nos enfocaremos en algunas zonas de la actual Ciudad de Buenos Aires, sin descuidar su importancia histórica y económica como ciudad-puerto.

De esta forma, podemos ir prefigurando el objetivo de este trabajo, que consiste en intentar una aproximación al entendimiento de por qué en el contexto arqueológico urbano del barrio de Flores es difícil el hallazgo de restos maderíferos abundantes y en buen estado de conservación.

El planteamiento inicial, determinado por los trabajos arqueológicos, requiere que nos situemos en el seno de un contexto y periodo histórico concreto, a saber, el barrio de San José de Flores durante el siglo XIX y principios del XX. Se pretende extender el enfoque hasta englobar variables específicas como las condiciones climáticas y el suelo característico de la zona de estudio. También en un plano más abarcativo, intentaremos mencionar brevemente algunas dinámicas sociales porteñas de la época, y sus conexiones con las zonas aledañas, respetando el periodo mencionado. También, mencionaremos algunas modalidades de explotación maderifera durante el periodo considerado, en ámbitos urbanos y peri-urbanos.

En este trabajo sólo pretendemos indagar sobre algunas pistas importantes que permitan entender el problema de la visibilidad y conservación de los artefactos de madera en el contexto porteño actual.

Se partirá del análisis de algunos objetos de madera hallados en el marco del Proyecto Arqueológico Flores, dirigido por el licenciado Ulises Camino, haciendo hincapié en los variados patrones de descarte propuestos por el modelo de flujo artefactual de Schiffer (1987), el cual nos permitirá aproximarnos al objetivo buscado.

Las causas que originalmente nos llevaron a plantearnos este estudio han sido varias, pero una de las fundamentales es la falta de bibliografía arqueológica en Argentina que trate esta problemática, sobre todo, adecuada al contexto de la ciudad de Buenos Aires.

En este análisis convergen conocimientos y metodologías provenientes de distintas disciplinas. Por esta razón el objetivo es darle un enfoque somero desde la biología y la botánica, ya que no nos atañe concentrarnos en un análisis profundo desde estos campos. Así, la perspectiva utilizada es histórica y sociológica, sin desviarnos del campo analítico arqueológico en concreto.

Modelo teórico

Utilizaremos el modelo teórico propuesto por Schiffer (1987) para el flujo artefactual relacionado a la transformación sufrida por los artefactos antes de que los sitios arqueológicos queden enterrados; y los que sufren luego de su enterramiento. Mencionaremos sólo los conceptos más importantes de este modelo, entre ellos el concepto de reutilización.

El autor postula la existencia de procesos post-depositacionales culturales (C-transforms) y naturales (N- transforms). Para comprender mejor los procesos post-depositacionales culturales, Schiffer incluye dentro de estos los procesos de reclamación. Estos se producen cuando existe una transformación o paso de los objetos desde un contexto arqueológico a un contexto sistémico. Incluido dentro de los procesos de reclamación, junto a otros conceptos como reincorporación y rescate, se encuentra la idea de reutilización. Previamente a los procesos de transformación de los objetos arqueológicos en objetos de uso cotidiano, el autor reconoce que pueden existir otros tipos de conductas frente a los artefactos, como los descartes primarios, secundarios y provisionales (Schiffer 1987).

La reutilización es una forma de reclamación artefactual que se produce secuencialmente detrás de eslabones previos tales como el uso y descarte del artefacto.

Por otra parte, los procesos postdepositacionales naturales son los hechos naturales que determinan tanto el enterramiento como la supervivencia del registro arqueológico (Renfrew y Bahn 1998). Los agentes naturales más importantes que puedan afectar un contexto arqueológico son la lluvia, el viento, la fauna y flora circundante, entre otros.

Los aspectos mencionados son aplicables a todos los artefactos pero debemos dejar lugar para abordar particularmente los materiales orgánicos que nos conciernen y la manera específica en la que también son perjudicados por los procesos post-depositacionales naturales.

Contexto histórico

A mediados del siglo XIX se llevaban a cabo en Europa los procesos de industrialización dentro de la denominada segunda revolución industrial, situación que motivó la transformación de Buenos Aires en un puerto exportador de productos agropecuarios hacia Europa, sobre todo a Inglaterra (Ferrer 1963). Atmósfera que podría sintetizarse adecuadamente en la conocida frase del economista Richard Cobden (1879): "Inglaterra será el taller del mundo y la América del Sur su granja.”

Tal escenario tuvo un impacto directo en la demografía nacional y local, provocando un repentino crecimiento poblacional en las zonas urbanas y, por consiguiente, un fuerte efecto en el volumen de las mercancías nacionales.

Mientras que en el contexto internacional se desarrollaba el avance de la industrialización, en el contexto nacional y sobre todo el porteño, bajo el gobierno de Rosas específicamente, se implementaba la integración de la economía del ganadero, con la industrialización y comercialización del producto (Jauretche 2008 [1966]). La creciente expansión agropecuaria repercutió directamente en la infraestructura de Buenos Aires, fomentando la aparición, desarrollo y auge de cuatro elementos esenciales. Estos fueron: 1) el frigorífico, cuya aparición permitió un aumento del ganado local, mayor aprovechamiento del mismo y de las tierras para su desarrollo, reemplazando así al mercado del tasajo (carne seca y salada para su conservación); y 2) la aparición del ferrocarril con la creación en 1857 de la primera línea nacional que permitió el desarrollo y expansión de la agricultura, favoreciendo la cohesión geopolítica. Como consecuencia directa de los anteriores se implementó 3) el cercamiento1 como perímetro para el ganado y delimitación de las tierras de cultivo. Por último, 4) si bien ha precedido en relevancia y antigüedad a los anteriores, no debe desestimarse el rol medular de la construcción de embarcaciones, sin las cuales no hubiese sido posible insertar los productos y materias primas en el contexto internacional.

Concentración urbana y población

Con su crecimiento, la población de la Ciudad de Buenos Aires empezó a experimentar cambios en su composición estructural. Considerando el periodo entre 1857 y 1911, la inmigración de ultramar representó la base del crecimiento urbano en la Argentina. De esta forma, la aglomeración metropolitana concentró entre el 25 y el 30% de la población extranjera total (Gino Germani 1995). Con posterioridad a 1930 se produce otro periodo de crecimiento urbano. Como afirma Giberti "Toda esta concentración obliga a construir rápidamente una gran ciudad (...) instalaciones portuarias y estaciones de ferrocarril, edificios para la administración de los negocios, etc...” (1964:19).

Algunas utilizaciones históricas de los recursos maderíferos

Como sugerimos anteriormente, el puerto de la Ciudad de Buenos Aires cumplió un rol esencial en la situación socio-económica de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Esto puede ser articulado con las afirmaciones de Jauretche, quien considera que el puerto: "...determina la concentración de todo el aparato administrativo del Estado y se convierte en el gran centro de consumo y trabajo, donde son posibles, además de los consumos esenciales, los consumos de lujo y confort...” (Jaouretche 2008 [1966]:116). Esta situación de demanda, generada por una concentración mayor de personas, tanto del propio país como extranjeras, también empezó a impactar en el consumo del recurso maderífero. El consumo en aumento de este recurso natural, no solo derivó en la utilización de diversos artefactos utilizados para las construcciones a la intemperie (e.g. tarugos para el enmaderado de calles, adoquines, postes, vigas, etc.), sino también en artefactos de ebanistería, carpintería, elementos de uso cotidiano (e.g. muebles, pinceles, broches), derivados de la madera como alcoholes, aserrín, empleos mas delicados como instrumentos musicales (Díaz 2010) y por supuesto un amplio uso en embarcaciones. Desde el siglo XVIII se demandó cada vez más cantidad de madera (ya sea proveniente directamente del árbol, o de restos de artefactos previamente manufacturados), que fue el reflejo directo de la progresiva concentración urbana acaecida por las dinámicas económicas. El resultado fue el aumento del uso de la madera como combustible, tanto para empleo doméstico (cocción, calefacción), como industrial, este último asociado íntimamente al ferrocarril (cuya demanda iba desde madera para los durmientes de las vías, hasta madera para combustión de la locomotora).

En relación al uso de la madera ligada al ámbito doméstico como la cocción y calefacción, ya desde el siglo XVIII esta provenía principalmente desde el Tucumán, Paraguay y la Banda Oriental (Furlong 1946). En el ámbito local, procedía, mayormente de los durazneros plantados en los pueblos aledaños a la Ciudad de Buenos Aires, como San José de Flores, Belgrano, San Isidro y otras fincas periféricas. También de los bosques de tala, que en palabras del ingeniero agrónomo Tortorelli, al poseer un tronco sinuoso: "... no permiten su uso en aplicaciones que, como construcciones civiles y navales, podría ser apropiada por su dureza; se utiliza, en cambio, en escala importante para leña y carbón.” (Tortorelli 2009: 321)

Con respecto al incremento del consumo del recurso maderífero para el empleo en postes de cercamiento, durmientes y artefactos de construcción, las principales maderas utilizadas fueron el ñandubay (Prosopis algarobilla) y palmeras de yatay (Butia yatay), ambas procedentes de Entre Rios. También se utilizó el quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae), el quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii), el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), el algarrobo blanco (Prosopis alba) y el lapacho negro o lapacho (Tabebuia ipe) (Tortorelli 2009).

Es fácil percibir que muchas de estas especies comenzaron a explotarse con mayor intensidad luego de 1857, cuando el ferrocarril empieza a expandirse y adentrarse hacia los grandes bosques que permitían una extensa explotación de sus recursos, sobre todo, acompañando la ampliación de la frontera que implementaba el gobierno nacional hacia el norte. Este enfoque puede comprenderse mejor con la afirmación de la antropóloga Marcela Brac: "...la producción de la región chaqueña era subsidiaria al modelo pampeano, se aplicó para ella una política puramente extractiva. La madera que se producía en Chaco y Santiago del Estero, servía de postes para alambrado de campos -de la región pampeana- y para el tendido de las vías férreas. (2008:23)

Antes que el ferrocarril ampliara su extensión por los lugares económicamente estratégicos de la Argentina, en los bosques (Figura 1) donde se empezó a extraer la materia prima para los primeros durmientes, el árbol de quebracho (en algunos casos ñandubay) recién cortado era trasladado hacia los aserraderos en cachapés. El cachapé era un carro antiguo, arrastrado por bueyes, empleado para transportar troncos en las forestaciones, y constaba sólo de un armazón ligero colocado sobre los ejes.


Figura 1. Distribución boscosa del país.

En relación al traslado de los troncos o durmientes ya elaborados, desde el lugar de extracción y labrado hasta la provincia de Buenos Aires y los respectivos puntos de empleo, es probable que se trasladaran a través de algún tipo de carro típico del siglo XIX, que pudiese soportar largas distancias con bastante peso. Los carros típicos tenían una armazón consistente en un bastidor con listones o cuerdas para sostener la carga, tablas en los costados y a veces en los frentes para sujetarla (Alemani y Bolufer 1948).

Evidencia arqueológica

Para visualizar el pasado y la historia de los artefactos de madera hallados, procederemos a describirlos con sus particulares características. En San José de Flores fueron hallados en dos sitios diferentes, llamados Corralón de Floresta y Rodríguez-Visillac, algunos materiales de importancia que posiblemente nos permitan aproximarnos al entendimiento de la escasez de maderas en el registro: tres durmientes enteros, uno fragmentado y un trozo de marco de abertura (puerta o ventana).

Los sitios que aportaron artefactos de madera no fueron los únicos tenidos en cuenta para apoyar el planteo. También se consideraron otros cuatro sitios: Nazca 313, Plaza Pueyrredón, La Moyosa y Sanatorium Flores. Todos los sitios -un total de seis- se ubican en San José de Flores y fueron investigados en el marco del Proyecto Arqueológico Flores.

Se debe recordar que los descartes de materiales de la Ciudad de Buenos Aires, iban a parar muchas veces a los pueblos colindantes, como relleno de terrenos (Camino 2011). A su vez, el flujo material entre la Ciudad de Buenos Aires, los pueblos vecinos y las áreas rurales periféricas, era muy activo. Por lo tanto, las vastas zonas que rodeaban a la gran ciudad recibían gran cantidad de materiales, ya sea cómo basura o como mercancías.

En el sitio Nazca 313 fueron hallados un total aproximado de 769 materiales, entre los cuales no se registraron fragmentos ni instrumentos de madera. Los restos fueron fechados con seguridad como anteriores a 1909 (Camino 2011). En este sitio, se realizaron excavaciones sistemáticas.

En Plaza Pueyrredón se hallaron también, entre materiales enteros y fragmentados, aproximadamente 5463, de los cuales solo se pudieron identificar en estado fragmentado 21 restos de maderas. Los materiales fueron fechados para 1930 (Camino 2011). Estos artefactos resultaron del planteo de cuadrículas, una trinchera y recolección superficial. Los fragmentos de madera hallados se encuentran altamente fragmentados, dificultando la identificación de las especies a la cual pertenecen.

El sitio Corralón de Floresta fue el que aportó evidencias maderíferas claras. De un total de 4563 materiales procesados, solo se identificaron los tres durmientes y el trozo de marco (Figura 2). El sitio fue fechado con seguridad entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se realizaron excavaciones sistemáticas y de rescate, obteniéndose contextos estratigráficos bien definidos, ya que son productos de relleno (Camino 2011).


Figura 2. Fragmento de marco

Las excavaciones realizadas en el sitio La Moyosa arrojaron un total aproximado de 878 restos materiales, entre los cuales no se identificaron maderas. Los restos fueron datados entre los años 1880 y 1950.

Otro sitio con restos maderíferos en forma de fragmentos y artefactos, fue Rodríguez- Visillac. De un total aproximado de 1200 materiales contabilizados, se halló un pilote y un fragmento de durmiente de quebracho. Ambos fueron fechados antes de 1857 (Camino 2011). El pilote se obtuvo en un contexto estratigráfico bien definido, producto de excavaciones sin restricciones de tiempo. Sin embargo, el fragmento de durmiente se halló descontextualizado.

Finalmente, en el sitio Sanatorium Flores se hallaron escasos fragmentos de maderas (Camino com. pers. 2011), algunos mal conservados. Se realizaron excavaciones de rescate y recolección superficial.

Con respecto a los artefactos hallados en Rodríguez-Visillac y Corralón de Floresta, vemos que: las dimensiones del fragmento de durmiente son de 27 x 24 x 10 cm y se destaca por poseer una canaleta de 25,3 cm de largo, 10 cm de ancho y 6,5 cm de profundidad, que lo atraviesa de extremo a extremo. Esta canaleta presenta un corte regular (observado en su forma y bordes), rasgos que indican una actividad antrópica planificada. A su vez, a una distancia de 7 cm de uno de los extremos de la canaleta, se observa un pequeño agujero de forma ovalada de 6 x 3,5 cm (Figura 3). Este artefacto fue hallado debajo del piso de una de las estructuras excavadas (en Rodríguez- Visillac), en posición vertical. Posiblemente el durmiente sirvió como poste para el antiguo cerco que dividía el predio de las vías del ferrocarril. En algún momento, tal vez debido a algún esfuerzo sobre el durmiente, éste se quebró, quedando un trozo depositado en el suelo. En cuanto a la canaleta que presenta el fragmento, aún no hemos podido determinar su funcionalidad.


Figura 3. Fragmento de durmiente.

Los tres durmientes completos tienen una dimensión aproximada de 82 x 19 x 8 cm2, pero presentan diferencias entre sí con respecto al grado de conservación (Figura 4). El primer durmiente analizado presenta un corte cóncavo en uno de sus extremos que abarca parte de ambas caras, que probablemente haya sido producto de algún esfuerzo humano (por la forma del corte). También, se observa en uno de sus lados, hacia el extremo opuesto del corte cóncavo, un agujero de 9 x 8,8 cm, con una profundidad de 2,5 cm. Tal agujero, quizás, sea producto del deterioro post-depositacional u otro agente no humano, ya que no evidencia cortes o daños de índole instrumental, presentando, por el contrario, una concavidad desprolijamente redondeada y agrietada. La otra cara exhibe partes carbonizadas y partes de los bordes con óxido ferroso, producto del contacto con el hierro de las vías. Los dos durmientes restantes están mucho mejor conservados, excepto uno de ellos, que posee restos de asfalto en parte de una de las caras. Los tres durmientes fueron encontrados donde antiguamente se emplazaba una herrería (Corralón de Floresta) encargada del herrado de los equinos que se utilizaban en la recolección de residuos domiciliarios zonales (Turk 2009). Según ex trabajadores del predio, los durmientes fueron utilizados para el transporte de carbón hacia la herrería a través de una vagoneta montada sobre rieles (Camino 2009).


Figura 4. Uno de los durmientes hallados. Dimensión aproximada 82x19x8 cm.

Finalmente, el fragmento de marco presenta medidas de 67 x 9,3 x 6 cm, con un agujero rectangular de paso -posiblemente de cerradura chica- hacia uno de los extremos de 3,4 x 7,9 cm, y posee restos carbonizados en uno de los extremos, abarcando ambos lados. El extremo opuesto al quemado se encuentra fracturado de forma posiblemente manual, o sea quebrado por alguna fuerza que no ha dejado rastros de golpes ni de instrumentos filosos cortantes.

Breve descripción del clima y suelo del área

El territorio de la actual Ciudad de Buenos Aires se ubica en un área de clima húmedo subtropical. Las estaciones cálidas presentan abundantes precipitaciones, sobre todo entre noviembre y abril. Dentro de este periodo, abril es el mes que presenta mayores días con precipitaciones (entre cinco y diez) (Camilloni y Barros 2010). También estos autores argumentan que "La mayor frecuencia de tormentas se registra durante los meses de verano. Esto es consecuencia de la intensa convección que se produce en la región alimentada por el vapor de agua que es transportado por una intensa corriente en chorro en los niveles bajos de la atmósfera” (disponible online). La ubicación geográfica de la ciudad y los datos pluviales muestran una acumulación de humedad sobre el territorio de Buenos Aires.

Los suelos de la Ciudad de Buenos Aires y el área circundante son clasificados como "Molisoles” que se han desarrollado a partir del "Loess pampeano”, características edáficas que favorecen las potencialidades geotécnicas y agronómicas (Morras et al. 2010). Según la clasificación de los suelos efectuadas por estos autores, "...Los molisoles de la Pampa Ondulada, dentro de la cual se encuentra el área metropolitana de Buenos Aires, se han desarrollado en un ambiente húmedo, denominado údico...” (disponible online).

Por otro lado, en relación al sedimento típico de la ciudad de Buenos Aires, Rimoldi y Morras (2010) afirman que: "Todos los terrenos ubicados en cotas inferiores a seis metros (msnm) poseen características desfavorables para la urbanización, dado las proporciones variables de arcillas expansibles y las malas condiciones de permeabilidad. Estos materiales aparecen principalmente en la zona norte y sur (...) debe tenerse presente que las áreas de relleno ganadas al río son terrenos inestables y poseen altas tasas de subsidencia. A su vez, la presencia de sedimentos arcillosos y la humedad propia de estas áreas dificulta la compactación de los terrenos” (disponible online).

Como se puede inferir de la cita anterior, los suelos típicos de Buenos Aires varían en su composición arcillosa, limosa y arenosa, provocando muchas veces variaciones de permeabilidad que afectan de forma diversa a los artefactos orgánicos. Pero este agente no es el único que podría afectar a estos materiales.

Asimismo, geográficamente, San José de Flores se encontraba sobre una meseta cruzada por los arroyos Maldonado y Cildañez. Al no haber erosión visible y poseer un buen equilibrio entre el egreso e ingreso de material sedimentario, generó condiciones aptas para el cultivo, con tierras de buen drenaje (Camino 2011).

Conservación de los artefactos

Se llegó a la determinación de que los durmientes fueron confeccionados en quebracho colorado chaqueño y el marco de abertura, muy probablemente, en madera de tala. De todas formas, antes de mencionar cómo se llegó a tal determinación, nos referiremos a algunas formas históricas de conservación.

Las maderas reservadas para alguna implementación constructiva, históricamente, debían mantenerse secas o tratarse con conservantes para evitar su descomposición (tal como actualmente se realiza). De esta forma, existe la posibilidad de que alguno de los artefactos aquí descriptos hayan sido tratados, por ejemplo con Cresota, una mezcla compleja de varios éteres obtenidos a partir de la destilación seca de la madera, que presenta buenas características antisépticas. Este compuesto fue utilizado a partir de las últimas décadas del siglo XIX (López y Zigaran 1973). A modo ilustrativo, podemos mencionar nuevamente a Furlong quien afirma, para las maderas próximas a ser utilizadas en construcciones "...el remedio es Gachuela de boñiga de bueyes, y con ella bañar bien toda la madera (...) poniéndola después a la sombra, y en donde no le de el agua (...) la preserva de encombarse o torcerse, como también de que no se raje.” (Furlong 1946:101). Es probable que la aplicación de algún tipo de conservante a las maderas, haya retrasado el deterioro producido por los agentes orgánicos y factores climáticos.

Sin embargo, considerando también algunas propiedades adicionales, los durmientes enteros y fragmentados, al estar construidos en madera de quebracho colorado es posible que hayan resistido un poco más a los agentes postdepositacionales orgánicos que el resto de las maderas. Quizá, esta conservación se deba al gran contenido de tanino que posee dicha madera, que es considerado por los especialistas como un producto de excreción que aumenta la resistencia de la madera a diferentes tipos de parásitos, dada la propiedad antiséptica del compuesto (Gola et al. 1936).

Metodología en el laboratorio

Los artefactos confeccionados en quebracho colorado y tala fueron determinados como tales por la Dra. María Agueda Castro, bióloga del Laboratorio de Anatonomía Vegetal del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental (DBBE) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

Las observaciones y análisis microscópios fueron realizados en base a la estructura anatómica de la madera. Se emplearon fragmentos pequeños de la misma, cuidadosamente extraídos de uno de los extremos de cada artefacto. Los vasos de la madera, fibras y radios leñosos fueron las variables que permitieron la identificación específica.

El reacondicionamiento de los artefactos en el laboratorio se realizó bajo observación detallada y análisis macroscópicos. Los que mejor conservación presentaban fueron los tres durmientes enteros, mientras que el fragmento de durmiente y el marco de abertura exhibían un mayor deterioro. Por ejemplo, en el segmento de durmiente pudimos observar hongos de color blanquecino, que probablemente sean los llamados Mildiu, pertenecientes a la familia de los Saprofitos (organismos que no puede obtener su alimento mediante la fotosíntesis y en su lugar se nutren de restos de materia vegetal o animal), y a su vez pertenecientes a la subfamilia de los Erysiphaceae (que incluye a los mildius pulvurentos). Estos últimos se llaman así porque sus numerosas esporas de color blanco forman una especie de telaraña polvorienta sobre la superficie de la madera (Smith et al. 1988).

Posteriormente, como mencionamos en un trabajo anterior (Díaz 2010), siguiendo recomendaciones profesionales de la conservadora del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires, Patricia Frazzi, para evitar la re-aparición de hongos en algunos sectores del fragmento de durmiente y, sobre todo, la expansión a sectores no atacados, se lo embebió con alcohol etílico y se lo envolvió con papel aluminio por más de 48 horas. Pasado ese lapso, se comprobó la eliminación casi total de los hongos sin la necesidad de aplicar algún tipo de fungicida. Finalmente procedimos a la limpieza del fragmento con un cepillo chico de pelos suaves y palillos de bambú para poder retirar fácilmente los restos de tierra (Díaz 2010). También presentaba restos de brea, la cual fue retirada cautelosamente (con elementos más resistentes) para no generar astillas.

Al trozo de marco no se le dedico ningún procedimiento conservante, simplemente se lo resguardó en un lugar seco y seguro.

Con respecto a la conservación de los tres durmientes enteros, tampoco fue necesaria la aplicación de técnicas conservantes, únicamente se extrajo la tierra, el polvo y restos de hollín con un cepillo grande. Uno de ellos también presentaba restos de brea que fue retirada cuidadosamente.

En ninguno de los artefactos fue necesaria la aplicación de conservantes químicos (como algún tipo de tapaporos, selladores de vetas, etc.), para lograr una mayor consolidación de la madera y evitar así su desintegración.

DISCUSION

En la introducción expusimos que se debe considerar al contexto histórico-urbano de Buenos Aires y sus zonas aledañas como una parte integrada en un todo más amplio, sometido a interacciones e influencias externas que intervinieron en la configuración territorial de la ciudad y su periferia. Esto se produjo a través del uso y descarte continuo de los recursos materiales, entre ellos las maderas.

Parte de la información que tal vez pueda servirnos para entender qué aspectos del contexto histórico-social podrían haber intervenido en los circuitos artefactuales sistémicos. Algunos de esos aspectos son aquellos mencionados más arriba (contexto histórico). Estos macro componentes, posiblemente interconectados entre sí, podrían llegar a mostrar -directa y/o indirectamente algunas dinámicas en los usos y descartes de los recursos maderíferos.

Jaureche mencionó a los tres primeros elementos como componentes económicos de gran importancia durante el siglo XIX para la expansión agropecuaria de la Argentina (Jauretche 2008 [1966]:99). Estos elementos fueron tomados, articulados entre sí y sumados a otro, que creemos de gran importancia, como la construcción de embarcaciones. Componentes de mucha importancia para las actividades socio-económicas de la zona de estudio.

Por otro lado, casualmente, los componentes que nombra Jauretche han involucrado el uso a gran escala de madera, por eso son propuestos en este trabajo como actividades económicas de gran influencia en los usos de estos recursos. Estos aspectos mencionados, son solo una pequeña fracción de los diversos e innumerables aspectos involucrados en las actividades materiales.

Pensamos que estos componentes agenciales podrían haber repercutido en los diversos tratamientos a los que se han sometido los artefactos de madera durante el proceso de circulación sistémico.

En relación a los cuatro elementos propuestos, el desarrollo del cerco, del ferrocarril y del frigorífico deja en evidencia un problema esencial con el que venía lidiando la Ciudad de Buenos Aires: la mencionada falta de grandes bosques nativos de madera resistente. Pero ¿qué relación hay entre el cerco, el ferrocarril, el frigorífico y la falta de bosques nativos de maderas duras y resistentes? El punto en común es que los nuevos implementos técnicos necesitaban grandes cantidades de maderas, y estas no se encontraban localmente disponibles. Asimismo, la falta de extensos bosques nativos que sirvieran como límites naturales a la administración y delimitación de pastizales, y tierras para el cultivo y animales, motivó la implementación del cerco (Giberti 1964).

Esta necesidad estuvo dada por la imposibilidad de desarrollar cultivos y actividad ganadera importante antes de la aparición a gran escala del cerco. El cerco otorgó un "ordenamiento” (aparte de posibilidades defensivas frente al ganado intrusivo) a la periferia semirural que bordeaba la ciudad y así, permitió abastecer las demandas de materias primas de la ciudad-puerto. A su vez, el ferrocarril transportó grandes volúmenes de cereales, y el frigorífico procesó grandes volúmenes de carne vacuna traída del ganado que pastaba en las periferias.

Como afirma Graupera (1984:40), existió una: "...paulatina necesidad de generar una reorganización de las tierras mediante el proceso de cercamiento que permitiera sostener la creciente demanda de materias primas”.

A su vez, esta carencia mostraba la real falta de madera para la construcción y desarrollo a gran escala de postes de cercamiento, es decir, madera resistente a los embates de la intemperie y posible ganado intrusivo. Esta limitación a la disponibilidad del recurso maderífero para el uso de cercos fue quebrada poco a poco por la aparición del ferrocarril, y su expansión hacia el resto del país (en ese momento, la Confederación Nacional), donde los bosques nativos proporcionaban gran cantidad de especies de árboles, aptos para la explotación de su madera a mayor escala. Pero aquí surge nuevamente el inconveniente de la falta de grandes bosques nativos, debido a que la expansión del ferrocarril también demandaba el empleo a gran escala de maderas para la confección de durmientes. Es probable que los primeros durmientes estuviesen confeccionados con madera procedente del bosque Chaqueño, Paraguay o la Republica Oriental del Uruguay.

Por otra parte, volviendo al cerco, no olvidemos que los árboles que podrían haber sido utilizados como cerco natural, fueron en innumerables ocasiones cortados para expandir las áreas cultivables.

Se puede suponer que durante el siglo XIX podrían haberse utilizado plantaciones artificiales para una explotación a gran escala de la madera y que, a su vez, sirvieran de limitación al ganado vacuno y los campos sembrados. Pero las plantaciones mayoritarias de la época probablemente no proporcionaron el abastecimiento de madera requerido para el ritmo de expansión del ganado y cultivos, ni tampoco al ritmo y calidad de madera necesaria para desarrollar el ferrocarril. Dichas plantaciones eran: los durazneros (Prunus persica) -con una vida útil comercial de entre siete y nueve años-, los pinos (Pinus sylvestris), las higueras (Ficus carica), vides (Vitis vinifera), magnolias (Magnolia grandiflora), el ombú (Pircunia divisa), el arce real (Acer platanoides), el fresno (Fraxinus excelsior), entre otras. Tampoco los bosques de tala (Celtis tala) y sauce criollo (Salix humboldtiana), que eran autóctonos, satisfacieron dicha necesidad. Las especies introducidas tenían finalidades ornamentales, predilección heredada de la colonia y ligada más al trazado urbano de la ciudad y pueblos que a la actividad económica (Suárez y Cueto 2010). Estas plantaciones (algunas de ellas presentes en San José de Flores) brindaban principalmente leña a la Ciudad de Buenos Aires.

Por este motivo, al considerar la flora del área, no podemos dejar de pensar que si bien existieron bosques nativos de tala en la provincia de Buenos Aires, la madera resultante, quizá, no era buena para producir instrumentos de alta resistencia como durmientes o postes. También existen registros de quebracho blanco en las zonas ribereñas, pero su densidad poblacional no era abundante como para sostener un empleo económico a gran escala. Los bosques autóctonos de tala se encontraban dispersos y alejados de las zonas de buenos pastizales, sobre todo a lo largo de barrancas y superficies accidentadas (Silveira com. pers. 2011). A su vez, no se niega un probable uso, en ocasiones, de madera de mala calidad para cercar el territorio, pero, como se menciona arriba, ésta posiblemente no era óptima para postes resistentes y de larga duración. De hecho, una estrategia de cuidado del territorio fue la vigilancia continua del ganado o áreas cultivadas en él, y/o el empleo de plantas espinosas.

Por otra parte, Flores fue uno de los pueblos periféricos a la Ciudad de Buenos Aires que, junto a Belgrano y Luján, constituían áreas de influencia económica y poblacional de ésta. Flores captó directa e indirectamente los cuatro elementos mencionados anteriormente. Tres de los cuales, como mencionamos, fueron propuestos originalmente por Jauretche.

Primero, la línea de ferrocarril desarrollada en 1857 tuvo allí su parada (estación Flores) con el objetivo de conectar la Ciudad de Buenos Aires y el pueblo, que era uno de los principales destinos vacacionales de la elite porteña (poseían propiedades semirurales). Esta conexión existía desde la colonia, ya que el pueblo se construyó a la vera del Camino Real, ruta que conectaba el puerto con el interior (Camino 2011). A su vez, en 1871 también llegó a Flores la primera línea de tranvías procedente de Buenos Aires. El tren también transportaba leña y frutos a la ciudad.

Segundo, hacia 1801 Flores, con el crecimiento económico y demográfico de Buenos Aires (producto de su constitución como nueva capital del Virreinato del Río de La Plata) comenzó a ser parcelado, con la finalidad de vender sus tierras. Esta parcelación también implicó un elevado empleo de madera. Con el paso del tiempo la parcelación se fue extendiendo cada vez más, hasta alcanzar su punto culmine con la llegada del ferrocarril.

Tercero, las tierras parceladas de Flores también permitieron el desarrollo del ganado, cultivo y plantaciones en ellas, sobre todo frente a la aparición del frigorífico. Este apareció comercialmente por primera vez en 1842, pero la conservación de alimentos congelados a gran escala no surgió hasta fines del siglo XIX con la aparición de los congeladores mecánicos.

Cuarto y último, los nuevos medios de transportes y/o la facilidad de acceso del trazado de caminos desde y hacia Buenos Aires, sumados al crecimiento demográfico de Flores, impactaron en el desarrollo productivo del mismo, sobre todo a través de productos agropecuarios (ganado, frutos y cereales) que tenían como destino la ciudad y el comercio internacional. Es posible que este flujo de mercancías no se hubiese dado sin la construcción de embarcaciones que se implementaba en la zona portuaria.

San José de Flores probablemente, no se autoabasteció de maderas a gran escala y calidad, ni tampoco lo hizo a la Ciudad de Buenos Aires. Como mencionamos más arriba, las plantaciones estaban destinadas, entre otras cosas al abastecimiento de leña. Posiblemente, en un principio, las maderas para el cercamiento hayan sido traídas de plantaciones naturales de baja calidad, presentes en las zonas ribereñas, y/o de países vecinos.

Por otro lado, consideramos que los artefactos también han sido perturbados y dañados por los procesos postdepositacionales naturales. Como se mencionó más arriba, todos los sitios presentan redepositaciónes sedimentarias y estratigráficas procedentes de acumulaciones residuales. Estas acumulaciones, además de presentar intervención humana en su formación, dejan entrever que la acumulación de restos artefactuales de madera en compactos residuales heterogéneos, tienden a perturbar y transformar los materiales blandos o biológicos (fracturas, deformaciones, desplazamientos, etc.).

También, debemos considerar que los contextos de relleno, propician las condiciones para generar la fragmentación de las maderas, por ejemplo, a través del pisoteo (durante el proceso de relleno), o por el peso de los escombros (peso sedimentario), etc. En consecuencia, es viable considerar cierto grado de perturbación y alteración de los restos maderíferos.

Por otra parte, los artefactos de madera son afectados especialmente por los suelos, sedimentos, clima, humedad, flora, fauna pequeña, diversos insectos, como los xilófagos (comedores de madera) y también bacterias, como las metanogénicas3 (que obtienen su energía a través de la producción metabólica de gas metano). Estos agentes provocan no sólo la perturbación química y física (composición/ dureza) de los artefactos, sino también desplazamientos posicionales en la estratigrafía. Sin embargo, en algunas ocasiones (y así lo demuestran parte de los artefactos hallados) un suelo o porción de suelo muy húmedo puede provocar en las maderas el efecto contrario, por ejemplo, su conservación. Esto se debe a que el exceso de agua genera un ambiente con poco oxígeno que suscita la preservación del material orgánico, en este caso las maderas. Esta humedad, provoca también la aparición de hongos (como se pudo constatar), que a largo plazo contribuyen al deterioro del artefacto o resto de madera.

Relacionando la información y las interpretaciones

Cuando hablamos de reutilización, no sólo estamos aludiendo a cambios en los usos de los artefactos sino también, indirectamente, a cambios o permanencias en las relaciones sociales que incitan a modificar o mantener los usos originales de los mismos. Relaciones que están ampliamente vinculadas a los procesos económicos-sociales y a las condiciones ambientales locales. Es de esperar que la reutilización se haya producido debido a que no todos los individuos pudieron acceder a los recursos maderíferos de la misma forma. Existen innumerables situaciones de esta índole a lo largo de la historia. Recordemos que hacia mediados del siglo XIX había un amplio sector de libertos, que trabajaban como artesanos en la ciudad y peones empleados en las zonas rurales y fincas, ambos sin títulos ni fortunas. En efecto, estas personas eran explotadas por los mercaderes, terratenientes y hacendados que los sometían arduamente a una "...compleja red de relaciones de dependencia personal” (Azcuy Ameghino 2008: 22). Entonces, dadas estas condiciones, quizás pudo haber sido frecuente el cambio o traspaso de sector social de los artefactos de madera. Sin embargo, no siempre las relaciones sociales estructurales de la Ciudad de Buenos Aires condicionaron exclusivamente el acceso a los recursos críticos. Muchas veces, posiblemente éste haya sido establecido ideológicamente por la elite dominante que vio las limitaciones maderíferas para el tipo de desarrollo socio-económico que quería implementar y generó procesos que permitieron romper con esas limitaciones. El consumo de madera a partir del desarrollo agrícola-ganadero (por consiguiente del cerco) y del ferrocarril incrementó abruptamente la incorporación y transporte de madera a la sociedad, sobre todo de madera de mejor calidad como la de los caldenes pampeanos y los quebrachos chaqueños.

Pero no sólo fueron los costos de traslado del recurso4 (Schávelzon 2000), y los usos principales al cual estaban destinados (industriales, agrícolas, ganaderos) los que pudieron haber motivado la reutilización de las maderas. Posiblemente pudo haber sido, a nuestro criterio, el monopolio del recurso escaso (orientado a los principales usos mencionados arriba) y la alta concentración de mano de obra en actividades comerciales centralizadas entorno a pocos individuos. Por ejemplo Furlong, basado en cédulas reales de la corona española, muestra la existencia desde el siglo XVIII de algunos pocos individuos carpinteros en la ciudad (para 1780, había 57 maestros carpinteros), de los cuales el más destacado fue Isidro Lorea, que además de artesano era un importador de maderas que: "...tenia galpones llenos de toda clase de ellas, era él el primero en presentarse en todas las licitaciones (...) pero tenía múltiples obreros, sobre todo esclavos a su disposición, hacia puertas y ventanas, mesas y sillas...” (Furlong 1946:119). Creemos que esta situación también puede ser extensible para el siglo XIX y principios del XX.

Asimismo, todos los artefactos hallados muestran rastros de haber sido descontextualizados de sus lugares de depositación primaria y reutilizados de una forma u otra. Por ejemplo, el trozo de durmiente se lo halló a tres metros aproximadamente de las vías del ferrocarril, dispuesto de una forma muy similar a los postes típicamente utilizados como divisorios perimetrales (vertical). Por otro lado, los tres durmientes y el fragmento de marco se encontraban muy cerca del lugar donde se ubicaba una balanza empleada hasta 1912, luego destruida y su agujero rellenado con escombros. Cuando se excavó dicho sector del terreno, se halló una gran cantidad de carbón de fogón junto a uno de los durmientes y el marco. Ambos presentan partes carbonizadas. Por consiguiente, es probable que tales artefactos hayan sido utilizados con la finalidad de provocar la combustión para algún objetivo que satisfaga una necesidad de corto plazo, como la cocción de alimentos, sobre todo teniendo en cuenta que no se hallaron más durmientes que los mencionados. O bien, para quemar restos de basura. La evidencia más clara de descontextualización de los restos (a excepción del pilote hallado en Rodríguez Visillac), es su carácter de material de relleno, material en claro contexto secundario.

Por esto, las necesidades de la población de Buenos Aires y áreas periféricas, en materia de satisfacción a corto plazo de insuficiencias cotidianas que requerían uso de maderas, posiblemente habrían llevado a la reutilización de los artefactos de madera, por lo menos hasta agotar su vida útil y terminar como material fragmentario de relleno.

Los artefactos posiblemente reutilizados están confeccionados en base a maderas que, durante el siglo XIX y principios del XX, fueron consideradas costosas, excepto el fragmento de marco. Esto demuestra, posiblemente, que no podían desaprovecharse maderas sobrantes de construcciones destruidas porque el costo de obtención era elevado y, sobre todo, la calidad de las maderas ligadas al desarrollo del ferrocarril y parcelamiento rural era muy buena como para desperdiciar las piezas que ya no se utilizaban en las construcciones de origen.

Los durmientes de quebracho indicados podrían haber sido reutilizados en nuevos tendidos viales ferroviarios, pero no existe evidencia contextual de ello.

Mencionados los aspectos anteriores, podemos evidenciar que la depositación, perturbación y representación de las maderas en la formación de los sitios arqueológicos en Flores, posiblemente se han visto influenciados por: 1) las características climáticas/edáficas de la zona, 2) por las particularidades de los rellenos sedimentarios de los sitios, y 3) por las grandes actividades económicas llevadas a cabo en la zona.

Es de esperarse que los procesos de reclamación como la reutilización, junto a los factores naturales hayan sometido a los materiales maderíferos a una continua y elevada perturbación, favoreciendo a la conformación de un registro arqueológico urbano con escaso contenido de materiales maderíferos (también se pueden encontrar otros materiales de índole orgánica reutilizados y deteriorados, como huesos, etc.) Así creemos que lo indican los sitios mencionados en este trabajo.

ÚLTIMAS PALABRAS

Como se ha podido ver, el contexto urbano de Buenos Aires y sus pueblos periféricos fueron una parte integrada en un todo más amplio sometido a interacciones e influencias externas que intervinieron en la configuración y ampliación territorial de la ciudad. Vimos que estas influencias estaban vinculadas a los desarrollos económicos y socio-históricos regionales, nacionales y mundiales, que fueron los causantes de un repentino crecimiento poblacional en las zonas urbanas y de un fuerte impacto en el volumen total de las mercancías nacionales.

Este impacto poblacional fomentó la aparición de cuatro elementos esenciales interconectados entre sí y que mostrarían, tal vez, las fluctuaciones en los usos y descartes de los recursos maderíferos. La distribución geográfica de los bosques nativos con buena madera, al estar alejados del principal centro urbano, elevaron los costos de transporte. Este encarecimiento posiblemente limitó el acceso maderífero de buena calidad a sólo aquellos que pudieran pagar esos costos, es decir, sectores ligados a la burguesía (dedicada a la manufactura de algunos productos y a la exportación de materia prima); y a la aristocracia terrateniente, también conectada a la exportación e importación. Al concentrarse cada vez más los recursos maderiferos en pocas manos, los sectores con menos recursos y fuerzas productivas a su disposición, posiblemente se vieron obligados a depender de maderas de menor calidad provenientes de artefactos previamente confeccionados para otros fines y destinados a sectores sociales diferentes. Al mismo tiempo, tal vez pudieron emplear maderas de buena calidad, pero condicionados a la presencia y abundancia de descarte de las mismas. Recordemos que el creciente desarrollo de ciertos factores productivos fue implementado como parte de necesidades frente a decisiones económicas burguesas regionales y nacionales. Por otro lado, en el registro arqueológico, los artefactos empezaron a sufrir las consecuencias naturales y climáticas (procesos post-depositacionales naturales) propias de la región bonaerense, consecuencias que, sumadas a las particularidades sedimentarias, y a los posibles procesos pre y post-depositacionales culturales como la reutilización, incrementaron su deterioro. Debemos recordar que el desgaste de algunas maderas no sólo podía darse por la conjunción de aquellos dos procesos, sino también por el elemento definitorio que era la calidad de la madera utilizada.

Los sitios que aportaron maderas para nuestro estudio, procedentes de San José de Flores, nos permitieron visualizar cómo, en términos generales, la sociedad de Buenos Aires fluctuaba activamente y de forma diversa entre ambos lugares. En palabras de Camino: "Otro aspecto fundamental es la dependencia del pueblo de Flores a la ciudad de Buenos Aires, puerto de entrada y de salida de todos los productos de la Cuenca del Plata” (2011:185).

Como dijimos, estas breves observaciones a lo mejor, podrán aproximarnos a los procesos a los que fueron sometidas las maderas cuando todavía eran parte de un sistema social estructurado y jerarquizado. Y asimismo, a la clase de procesos a las que podrían haber estado sometidas cuando cambiaron de sector social y pasaron a componer nuevos artefactos u otras aplicaciones (e.g. combustión). Y finalmente, podrán acercarnos a lo sucedido con las maderas cuando éstas dejaron el sistema social y pasaron a integrar el registro arqueológico de Flores.

Quedan abiertos múltiples interrogantes y posibles líneas de trabajo a futuro, como por ejemplo, poder demostrar diferencias históricas a partir del registro arqueológico, entre las modalidades de explotación y utilización de las maderas en ámbitos urbanos y rurales o peri-urbanos. También habría que establecer comparaciones entre las especies arbóreas más explotadas entre tales ámbitos. A su vez, poder determinar también qué porcentaje de maderas a nivel regional eran utilizadas para actividades píricas y qué porcentual de maderas fueron utilizadas para la fabricación de artefactos. Asimismo, poder identificar las variaciones estaciónales en la explotación de la madera.

Por último, habría que avanzar en dirección hacia una sistematización teórico-metodológica local, de los tipos de huellas y marcas más frecuentes de índole pre y postdepositacional encontradas en las maderas.

Estos procesos en el registro arqueológico, al ser de gran envergadura, aún son difíciles de visualizar con claridad y, por lo tanto, debe profundizarse mucho más su estudio. Sin embargo, esperamos haber podido contribuir a esclarecerlos un poco.

NOTAS

1 Esta claro que el poste o madero como delimitación territorial tiene usos muy antiguos, y no propios de los contextos capitalistas. La propuesta es la aparición y expansión a gran escala del mismo bajo determinadas situaciones comerciales y de conflicto y/o vandalismo.

2 Los tres durmientes presentan variaciones milimétricas entre sí. Por cuestiones de resumen, se adoptan las mismas medidas para los tres.

3 Bacterias pertenecientes al grupo de las arquebacterias (microorganismos unicelulares procariotas, muchos de los cuales no requieren ni oxígeno ni luz solar para vivir) (Alemani y Bolufer 1948).

4 Seguramente éste no haya sido el único factor que encareció los costos de traslados de las maderas, es muy probable que el encarecimiento del traslado también fuera un proceso cíclico, ligado a los costos de los productos en la ciudad. Cuando los costos de las materias primas en Buenos Aires bajaban, el transporte de carga a larga distancia se abarataba (Cardozo y Brignoli 1979).

5 Ver trabajo de Segui y González del año 2009 publicado en el CD-ROM de las jornadas de: El área pampeana. Su abordaje a partir de estudios interdisciplinarios. Organizado por el Centro de Estudios en Ciencias Sociales y Naturales de Chivilcoy (CECH).

AGRADECIMIENTOS

Al licenciado Ulises Camino por el aporte de datos, materiales, incentivo y comentarios de especial relevancia. Al Dr. Sebastián Pastor por la atenta lectura del manuscrito original, aportes y sugerencias. A los doctores Daniel Schávelzon y Mario Silveira por sus comentarios que permitieron orientar mejor la investigación. A los evaluadores y editores por las acertadas correcciones. Finalmente, a mis compañeros del Proyecto Arqueológico Flores, por su apoyo y sugerencias.

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