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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.8 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2012

 

ARTÍCULO

Arqueología, senderos y paisaje en el Valle de Balcosna

Archaeology, paths and landscape in the Balcosna Valley

 

Emilio Alejandro Villafañez*

*Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba, CONICET. Córdoba Capital, Boulevard San Juan 870 11 D. Argentina. Alejandro Villafañez egresó en el año 2008 de la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca. Este trabajo forma parte de sus investigaciones como becario Doctoral de CONICET. El autor es un apasionado por investigar cualquier temática vinculada a lo que él considera su lugar en el mundo: la localidad de Balcosna. E-mail: emilio81@gmail.com

Recibido: abril de 2012
Aceptado: octubre de 2012

 


RESUMEN

Este trabajo tiene como finalidad acercar al lector las primeras investigaciones arqueológicas sistemáticas realizadas en el Valle de Balcosna, Provincia de Catamarca. Este Valle ubicado en las estribaciones finales de las yungas, cuenta con muy pocas referencias en la bibliografía arqueológica, por lo que nuestras primeras preguntas fueron guiadas por la necesidad de conocer cómo fue la construcción social del paisaje en el valle, para averiguar qué rol jugaba a nivel regional en relación con las investigaciones e interpretaciones que se generaron en valles vecinos. Metodológicamente llevamos a cabo prospecciones guiadas por las sendas que aún persisten en el valle, junto a la ejecución de sondeos estratigráficos para delimitar diferentes contextos de uso de las estructuras. Los resultados que expondremos a continuación son más que prometedores, ya que hemos registrado gran variedad y cantidad de sitios arqueológicos de diversas formas y tamaños junto a complejos sistemas de terrazas de cultivos y arroyos destinados para almacenar agua. Interpretamos a este valle como un lugar donde el paisaje fue constantemente re-creado por un grupo que habría habitado de forma permanente en estrecho contacto con otras regiones interconectadas por la red de sendas que se usan en la actualidad, y que posiblemente fueron utilizadas en el pasado.

Palabras clave: Paisaje; Espacio; Sendas; Yungas; Prospecciones

ABSTRACT

This paper aims to present the first systematic archaeological investigations conducted in the Balcosna Valley, Catamarca Province, NW Argentina. This valley located in the end of the foothills of the Yungas, has not extensively been mentioned in the archaeological literature. Therefore, our main objectives were understanding and interpreting the social construction of landscape in the valley. This is to say, which was the role it played regionally, in connection with the available information of the surrounding valleys. Methodologically, we conducted surveys following the paths that still exist in the valley, along with the implementation of stratigraphic test pits to delimit the different contexts of use of the identified structures. The results presented here are more than promising since we have recorded a great variety and number of archaeological sites of various shapes and sizes, together with complex systems of terraced fields and reservoirs for water storage. Thus, we interpret this valley as a place where the landscape was in constant re-creation. People who lived there probably had a permanent settlement which in turn conformed a network system interconnected with paths that are used today and, possibly, in the past.

Keywords: Landscape; Space; Paths; Yungas; Surveys


 

INTRODUCCIÓN

El Valle de Balcosna se encuentra en la parte más septentrional del Departamento Paclín, ubicado en  el centro de la Provincia de Catamarca (Figura 1). En dicho valle predomina una superficie marcadamente ondulada, originada por la disección del relleno espeso del valle, formado especialmente por el piedemonte que baja de la Cumbre del Potrerillo (González Bonorino 1950; Navarro 1990). Una característica de esta región es la presencia de sierras y cuencas internas en forma longitudinal, con cordones cuyas líneas de cumbres no demuestran cortes o incisiones. Estas cumbres poseen una sección asimétrica, cuya caída más fuerte está siempre al oeste. Los flancos orientales presentan una superficie regular más o menos incidida por los cauces que bajan en pequeños valles longitudinales (Cattania y Varela 2010).


Figura 1. Ubicación del departamento Paclín y el Valle de Balcosna
.

La cuenca del río Balcosna está conformada por varios arroyos que nacen en las quebradas y las cumbres de la localidad de Balcosna de Afuera. Este río cruza dicha localidad en dirección norte-sur. Al recorrer casi 5 km, un gran meandro propicia su cambio de dirección en la Villa de Balcosna y Las Lajas, adoptando un sentido sur-norte, siendo su afluente principal el río Potrerillos. Finalmente, el río Balcosna cruza por el interfluvio formado entre el Cerro del Kiko y la Cumbre del Potrerillo, para luego desembocar en el dique de San José, en Graneros, Tucumán (Cattania y Varela 2010). El régimen del río es pluvial, con características torrenciales, produciendo crecidas extraordinarias sólo en la época de verano. El Valle presenta suelos fértiles y precipitaciones superiores a 1200 mm anuales (Ojeda y Cisternas 1994; Morlans 1995).

El Valle de Balcosna forma parte de una de las estribaciones finales de las yungas. Si bien el mismo no cuenta con antecedentes de trabajos arqueológicos locales de larga data, se sitúa en una región que a sido intensamente estudiada por la arqueología. Las investigaciones llevadas a cabo en el Campo del Pucará o el Valle de Ambato han incorporado al Valle de Balcosna a sus propios modelos de desarrollo macro regionales (Villafañez 2007; Pantorrilla 2008; Pérez Gollán et al. 2000). Sin embargo, esta incorporación se dio bajo una serie de preconceptos, pues la arqueología del Noroeste argentino (NOA) siempre fue interpretada, explícita o implícitamente, desde un punto de vista "andino-céntrico" (González y Pérez Gollán 1966, González 1982, Albeck 1994; Garay de Fumagalli 1994; Ventura 1994; Garay de Fumagalli y Cremonte 2002; entre otros). En este sentido, aunque la ceja de selva no estuvo ausente en los escritos arqueológicos, fue subvalorada y asociada a procesos sociales marginales, como de hecho ocurrió con nuestra zona de estudio.

Por distintas razones históricas que no trataremos aquí, muchas de las investigaciones arqueológicas pioneras en Catamarca se realizaron en el área valliserrana, donde el marco teórico "Histórico Culturalista" influyente en la segunda mitad del siglo pasado, hizo que fuera posible la descripción detallada de diversas "culturas arqueológicas". Luego, con los aportes de las posturas teóricas funcionalistas, se lograron delimitar complejos procesos sociales a nivel local, en los cuales su particular economía se habría forjado en base a modelos de complementariedad similar a los formulados por Murra (1975) que estableció un control social y político de diferentes pisos ecológicos (Núñez Atencio y Dillehay 1995).

Las interpretaciones realizadas en base a estos modelos en boga argumentaban que, en general, las yungas fueron un lugar sin demasiada importancia socio-cultural, salvo por los abundantes recursos que eran sustraídos y administrados desde los lugares centrales. Esto permitió que, por mucho tiempo, se incorporara a las yungas a los modelos de interacción social, sin la necesidad de exhaustivos trabajos de campo (Garay de Fumagalli y Cremonte 2002).

Es importante decir que nuestra zona de estudio no estuvo ajena a estas consideraciones; veamos brevemente entonces, cuáles fueron los antecedentes previos que tuvo el Valle de Balcosna, para luego presentar los modelos que influyeron en la visión que se tuvo por mucho tiempo de la porción de ceja de selva que estamos estudiando.

ANTECEDENTES DEL VALLE DE BALCOSNA

La casi total ausencia de información a nivel arqueológico fue uno de los problemas que tuvimos al comenzar nuestros trabajos en el valle de Balcosna. Tal es así que este lugar sólo fue nombrado de manera directa en la bibliografía arqueológica por el hallazgo de un "suplicante" (González 1977; Tartusi y Núñez Regueiro 1993, 2001, 2004, 2005a, 2005b; Pérez Gollán 2000; Gentile 2001, entre otros) y un "menhir" (Kriscautzky 1999, 2006) considerado excepcional ya que nunca antes se había contado con un hallazgo de estas características, tanto a nivel local como en otros lugares próximos.

A su vez, Amalia Menecier y Juan Schobinger, en el marco de un trabajo de reconocimiento de sitios arqueológicos realizados en los Departamentos Capital, Ambato y Paclín, mencionaron el hallazgo de material cerámico en el tramo del camino que une La Merced con Balcosna, ante lo cual señalaron: "Lo visto bastó para poder considerar que este pintoresco valle alto, también tuvo una abundante población agro-alfarera; pero no sabemos si hasta allí llegó la Cultura Aguada, o si por el contrario se trata de otro grupo, de filiación y antigüedad desconocida. Valdría la pena realizar una amplia campaña de prospección en todo el valle, para descubrir yacimientos potencialmente interesantes" (Menecier y Schobinger 1992:98).

Fue también Alberto Rex González quien se animó a señalar que: "Seguramente cuando se conozca bien la arqueología de la zona aledaña a la sierra de Ancasti y Balcosna, que parece albergó una facie Aguada de rica cerámica y pinturas rupestres de complejos motivos, la descripción detallada de los motivos enumerados abarcará muchos capítulos" (González 1977:183).

Partiendo de esta base, casi especulativa, es que en el año 2006 comenzamos nuestros trabajos en la zona. En primera instancia, planteamos realizar una serie de prospecciones en la localidad de Balcosna de Afuera, tanto en el fondo de valle como en la cumbre homónima, lo que nos permitió obtener los primeros resultados (ver Villafañez 2007) que se detallan a continuación:

- Existen pocos sitios de gran tamaño y muchos pequeños.

- Los sitios muy grandes se encuentran separados entre sí.

- La disposición de los sitios no es al azar, ya que se asientan en los lugares más favorables para el asentamiento humano, con buena visibilidad y cercanos a algún curso de agua.

- Los sitios registrados por cada unidad de prospección indican una alta ocupación del valle, la que no se restringe a un nivel altitudinal específico, ya que están dispersos por todo el espacio de manera continua.

- Aunque no existen evidencias de una fuerte producción agrícola (e.g. terrazas, andenes) o pastoril (como corrales), se infiere que la primera pudo haber sido de importancia, atendiendo a las notables obras de manejo del agua en muchos arroyos; y en cuanto la segunda, aún faltan evidencias para determinar la funcionalidad de algunas estructuras.

Estos trabajos parciales nos brindaron un panorama que se alejó de la idea general que se tenía de un sector típico de yungas y nos indicaron vínculos a nivel regional en otros sentidos "que descartan mecanismos tan rígidos como colonias o islas y, en cambio, nos hablan de procesos más complejos, de interdependencia y no de independencia, de interacción y no de control, de una zona que habría jugado un rol más activo en los procesos sociales y no pendientes o dependientes de ellos" (Villafañez 2007:133).

Debemos considerar que nuestras investigaciones anteriores han sido iniciales y provisorias, con un acotado universo de estudio prospectado, pocos hallazgos en excavaciones, muy poca evidencia en cuanto a construcciones agrícolas, todo lo cual nos ha llevado a pensar que aún no logramos entender cabalmente la dinámica social de los grupos prehispánicos en el Valle de Balcosna (Villafañez 2010). Si bien este trabajo no pretende llegar a entenderla en su totalidad, sin duda esperamos que sea un avance hacia ello al brindar los datos e interpretaciones de las nuevas prospecciones y excavaciones.

MODELOS INTERPRETATIVOS VIGENTES

Fueron Núñez Regueiro y Tartusi, quienes se preocuparon por entender la dinámica social de los sitios Condorhuasi-Alamito del Campo del Pucará, y siguiendo hasta último momento una postura normativa con ribetes procesuales como marco teórico, intentaron explicar el origen de la cultura de La Aguada en base a contactos con otras regiones (Núñez Regueiro y Tartusi 1990; Tartusi y Núñez Regueiro 1993, 2001, 2004, entre otros)1.

Con el difusionismo como principal herramienta explicativa, los mencionados autores plantearon que, a mediados del primer milenio los moradores de Alamito habrían abandonado el Campo del Pucará desplazándose en varias direcciones: por una parte, se dirigieron hacia el Valle de Ambato, y por otra, se desplazaron por la sierra y Valle de Escaba y por el Valle de Balcosna hacia llanura chaco-santiagueña (Núñez Regueiro y Tartusi 1990). Aunque la alusión al Valle de Balcosna es escasa, se hace referencia al mismo cuando mencionan todas las vías de tránsito que posiblemente utilizaron para desplazarse y colonizar toda el área de yungas (Núñez Regueiro y Tartusi 1990). En sus propuestas sostienen que: "…hacia el 450 o 500 d.C. los sitios del Campo del Pucará fueron abandonados; sus moradores al parecer migraron, algunos hacia el Sur, en dirección al Valle de Ambato; otros hacia el oriente, por la zona de la Sierra de Escaba, desplazándose luego hacia la llanura. Esta movilidad espacial ocurrió en los momentos en que se produjo el tránsito del Formativo Inferior al Medio, que dio lugar a lo que se manifiesta como Aguada Ambato" (Núñez Regueiro y Tartusi 1990:151).

Pasados más de 15 años los autores siguen sosteniendo para el área pedemontana1 (la que incluye Escaba, parte de los Llanos de Alberdi, Balcosna, etc.) que "la información sustantiva recogida hasta el momento apunta a la colonización de ese territorio, posiblemente en forma continua, a partir de Condorhuasi, pasando por Aguada" (Tartusi y Núñez Regueiro 2001:37). Esta colonización previa del espacio de selva, por parte de Condorhuasi, agregan los autores, habría sentado las bases para un posterior surgimiento de Aguada (Pantorrilla 2008).

Desde esta perspectiva, el área pedemontana fue considerada como un lugar que se incorporaba a la dinámica de poblaciones de los valles valliserranos. Esto se produjo mediante la inclusión de asentamientos correspondientes a la denominada cultura Condorhuasi y posteriormente Aguada. El interés por este sector se fundamentó, para dichos autores, a partir de la existencia de una gran variedad de recursos, ausentes en las zonas centrales de emplazamiento de estos grupos, los que en algunos casos se incorporaron como espacios para producción agrícola-ganadera (Pantorrilla 2008).

Para el caso del Valle de Ambato, en cambio, se plantea la existencia de una sociedad internamente diferenciada y estratificada, de lo cual hay claras evidencias, como las variaciones en la densidad y clases de sitios domésticos y públicos (Assandri 1999, 2000; Assandri y Juez 2000; Laguens 2004), los grandes sistemas de infraestructura vinculados a la agricultura, la producción excedentaria y los bienes materiales que denotan el simbolismo de una ideología dominante con motivos que reflejan a una elite (Laguens 2002, 2003). Se plantearon algunas hipótesis respecto a los procesos de complejización y diferenciación social (Pérez Gollán et al. 2000; Laguens 2003), que pudieron haber estado vigentes de modo simultáneo o sucesivo, de forma total o parcial, cubriendo a su vez escalas geográficas distintas. Así, dentro de este modelo tenemos:

- En primer lugar, se plantea una visión tradicional, basada en la posibilidad de desarrollo local de una producción agrícola excedentaria, gracias a las características naturales y al conocimiento y habilidad tecnológica (Pérez Gollán et al. 2000).

- Asimismo, se ha esbozado la posibilidad del surgimiento de una mayor complejidad y diferenciación social, así como su mantenimiento, en asociación a desarrollos similares en otras zonas, con las cuales se establecían y mantenían importantes relaciones socioeconómicas a través de redes de transporte e intercambio, apuntaladas por el control de fuentes de aprovisionamiento de recursos claves (metal, cebil, madera, tabaco) (Pérez Gollán et al. 2000).

- Una tercera línea destaca la consideración de la ubicación estratégica de la región del Valle de Ambato entre zonas económicamente complementarias y la inversión de la producción excedentaria en el flujo interregional de bienes, junto con el control de rutas de intercambio y el manejo de alianzas sociales que mantuvieron control total o parcial de determinadas regiones (Pérez Gollán et al. 2000).

Aunque este modelo tuvo cierta influencia para la época, a partir de los sucesivos planteos y nuevas líneas de investigación del Proyecto Ambato, últimamente se ha hecho hincapié (entre tantas otras cosas) en la producción agrícola-ganadera, realizando investigaciones que dan cuenta de un sistema económico mixto, en el cual los grandes complejos agrícolas dispuestos en las vertientes de las cumbres se relacionan directamente con corrales y viviendas. Esta articulación "tendría numerosas ventajas, como la diversificación de la dieta, la obtención de fertilizante de estiércol, el uso de los campos en barbecho para forrajeo, el uso de los animales para transporte de la cosecha, la prevención de la erosión de los suelos y el uso de residuos agrícolas como alimento del ganado, prácticas de uso común en la actualidad" (Figueroa et al. 2010:10). Esta novedosa postura ha cambiado algunas formas de entender al Valle de Ambato, al dejar de lado los postulados de la complementariedad económica entre regiones como elemento esencial para la producción y reproducción de la diferenciación social. A partir de nuevos hallazgos e interpretaciones, se planteó la posibilidad de una estrategia agrícola-ganadera, que constituyó una innovación a nivel local (Figueroa et al. 2010).

Es interesante destacar que el modelo de complementariedad económica esbozado en una primera instancia, no utilizó en sus fundamentos datos de áreas vecinas, sino que se asumían algunos criterios relacionados a cierta inferioridad de esas áreas. En contraste, la última propuesta mencionada arriba que proyecta una postura de innovación local como base para el sostenimiento de la producción y reproducción de la estratificación social, nos parece interesante desde nuestra perspectiva, pues no se infiere a priori ningún pre-concepto sobre los valles aledaños. Así esperamos que nuestros trabajos sean un aporte para conocer la dinámica social en relación al contacto entre regiones.

Lo importante de destacar aquí, es que los modelos antes planteados no se fundamentan en base a investigaciones en las regiones vecinas que en algunos casos se mencionan con insistencia. Es por eso que es evidente la importancia de realizar trabajos más sistemáticos en el área de yungas para entender su propia dinámica local, así como también para aportar más información a la dinámica inter-regional, entre los valles intermontanos y la ceja de selva.

MARCO TEÓRICO

Tratar de acercarnos a los paisajes arqueológicos del Valle de Balcosna implica, en primer lugar, romper con algunas concepciones básicas de la arqueología espacial del NOA, pues en mucho casos la influencia de la arqueología procesual de corte sistémico y funcionalista impuso una concepción del espacio a partir de una perspectiva contemporánea que prima el componente económico y determinista, poniendo el énfasis en la rentabilidad y la maximización de recursos y esfuerzos. Esta idea del espacio ha propiciado perspectivas reduccionistas, donde el hombre es un ser eco-sistémico y el espacio es visto como un elemento empírico y medible (Villafañez 2011).

Las críticas a los postulados extremadamente cientificistas llegaron en los ‘70, a los que se les cuestionó que se preocupaban más por las técnicas analíticas que por el desarrollo y profundización de una auténtica teoría del espacio; que además se había convertido en un objeto geométrico, teórico, separado de la vida concreta de la gente, justificador del orden social existente y carente de una dimensión ética (Bertrand 1987; Pillet Capdepón 2004).

El llamado "giro espacial" que se produjo en la geografía (la ciencia del espacio), generó para entonces un acercamiento de esta ciencia a otras, haciendo de la trans-disciplinariedad y la inter-disciplinariedad una pieza clave para lo que Hiernaux y Lindón (2006) entienden como una "espacialidad explosiva". Esto llevó a incluir a la materialidad espacial como un aspecto significante en las relaciones sociales, siendo a partir de los años ´70 que se acuñan conceptos tales como "espacio vivido", "lugar" y "experiencia" (Sanguin 1981; Nogue i Font 1985). Estas nociones fueron básicas para la renovación crítica de la geografía humana y la arqueología post-procesual, sirviendo de punto de partida para entender al paisaje como un nuevo objeto de estudio social (Villafañez 2011).

Los nuevos enfoques otorgaron a la cultura material y las formas espaciales un papel activo en la conformación de la vida social. Existe entonces, una relación dialéctica entre las prácticas y las relaciones sociales que los sujetos desarrollan, y los objetos y las formas espaciales que emplean para llevarlas a cabo. Es así que tanto los objetos como las formas espaciales están significativamente constituidas; o sea, tienen significados y narrativas inscriptos en ellos (Criado Boado 1995; 1999). La interacción y aprehensión de la materialidad y espacialidad no es simplemente un proceso intelectual, sino que se da a partir de la experiencia corporal (las personas no son espectadores, sino agentes) (Acuto 2007).

La intención de este trabajo es acercarnos a la arqueología del Valle de Balcosna desde la perspectiva arriba planteada, en la que el espacio es continuamente construido y significado. Por esto entendemos al sitio arqueológico como "representaciones discretas de lugares discretos del espacio producto de la actividad humana" (Curtoni 2007:78 el subrayado es nuestro), donde "un lugar no es simplemente un punto en el espacio sino más bien una red de relaciones especificas, entre materialidad, gente, significado y narrativas" (Acuto 2008:169).

Haremos hincapié en algunas cuestiones que entendemos son básicas para acercarnos a dicho paisaje y a esa red de relaciones que mencionamos arriba, prestando especial atención a cuestiones de visibilidad, sonoridad (Criado Boado 1993; Acuto 2007) y transitabilidad (Roura et al. 1990; Criado Boado 1999). También hay que tener en cuenta que el análisis de caminos y/o sendas, y por ende del tránsito, no implica necesariamente contactos entre regiones distantes sino la capacidad de las poblaciones para relacionarse entre sí y con el paisaje circundante.

METODOLOGÍA

Este trabajo pretende ser una continuación de aquel empezado en el año 2006, y que tuvo como resultado una tesis de licenciatura. En dicha oportunidad tomamos como universo de estudio el valle de Balcosna, sub-dividido en diferentes sectores, a saber: a) sector bajo, que incluye los niveles aterrazados y el piedemonte, con un límite en los 1600 msnm, donde la vegetación cambia; b) pastizales de altura, desde los 1600 msnm hasta llegar a punta de cumbre; c) pasos naturales y d) algunas sendas actuales.

En trabajos posteriores nos concentramos en prospectar aquellos lugares que había dejado de lado esa sub-división. Así, nuestro universo de estudio siguió siendo el valle de Balcosna, pero con los siguientes límites: a) hacia el este el río Balcosna; b) al sur el caudaloso arroyo del campo de Martín Cordero; c) al oeste la punta de cumbre de Balcosna y d) al norte donde ésta termina, a la par del camino actual de la cuesta de Singuil (Figura 2). En total el área consiste en aproximadamente 46 km2.


Figura 2. Vista general del Valle de Balcosna, donde se puede apreciar la parte baja cultivada y la evidencia arqueológica relevada
.

Al llevar a cabo las prospecciones, no se recorrió la totalidad de la zona antes descripta. En estos trabajos se prefirió, en cambio, prospectar adoptando el criterio de caminar por el paisaje del valle siguiendo los senderos y vías de tránsito. Esta metodología, que podríamos llamar "sistema de prospección por sendas", nos ha permitido acercarnos al paisaje de otra manera: si bien no se recorre "sistemáticamente" la totalidad del área, una persona puede moverse "naturalmente" a través de ella. Las sendas nos brindan un modo de conocer el paisaje de manera diferente, al permitirnos comprender que algunos lugares que a priori parecían alejados por la distancia y la topografía, son posibles de conectarse mediante sendas que se acomodan a las sinuosidades propias del terreno.

En relación a las estructuras, hemos seguido las categorías de Assandri y Laguens (2003) quienes las clasificaron de acuerdo a los metros cuadrados construidos2. A partir de ello, para el caso del Valle de Balcosna definimos cuatro categorías:

1- Unidades pequeñas: estructuras que varían entre unos pocos metros hasta 150 m2. Se caracterizan generalmente por ser unidades simples, y en algunos casos por tener divisiones internas y/o uno o más recintos adosados.

2- Unidades medianas: estructuras superiores a los 150 m2 que llegan hasta 300 m2. Se distinguen de las anteriores fundamentalmente por el tamaño. También se observan con mayor frecuencia estructuras con varios recintos adosados y algunos no adosados. En algunos casos éstas estructuras se encuentran cerca de las terrazas de cultivo.

3- Unidades grandes: su tamaño oscila entre los 300 a 600 m2. Consisten en una gran diversidad de estructuras, por lo general complejas, con recintos que presentan varias divisiones internas y sectores. Muchas de ellas están asociadas a terrazas de cultivo y morteros.

4- Unidades muy grandes: aquellas que superan los 600 m2. Se caracterizan por tener recintos grandes y amplios, además de recintos adosados y no adosados alrededor. Generalmente se vinculan a unidades de menor tamaño y a terrazas de cultivo.

En cuanto a la recolección de los datos, la información fue registrada mediante una planilla estandarizada con 75 variables, entre las que se destacan las ambientales, procesos de formación de sitios, formas y tamaños de los mismos, técnicas constructivas, visibilidad de percepción, etcétera. Se utilizó planillas especiales para los arroyos encauzados, terrazas de cultivo, morteros y dispersiones de material. También se hizo un relevamiento detallado de las sendas, tomando tiempos, distancias y realizando tracks completos con GPS.

RESULTADOS OBTENIDOS

Las prospecciones llevadas a cabo a lo largo del Valle de Balcosna dieron como resultado un total de 164 sitios arqueológicos (Figura 2) de diferentes tipos, que incluyen posibles unidades de vivienda, corrales, almacenamiento y dispersiones de material cerámico. Además, se hallaron 28 arroyos encauzados, 29 morteros y un total de 22 sectores con terrazas de cultivo.

En cuanto a las técnicas constructivas, logramos observar dos grandes grupos: los muros simples y los muros dobles. Los primeros, representan una porción mínima de las construcciones (tan sólo el 8%) y están confeccionados con rocas dispuestas una sobre otra pegadas con barro. En cuanto a los segundos, representan el 92% del total de las construcciones y se pueden distinguir tres sub-tipos:

1- El muro de piedras paradas, constituido por lajas dispuestas a 0,80 m entre sí y relleno de tierra en su interior. Este muro por lo general sobresale en la superficie cerca de 0,30 m y representa el 80% de los casos de los muros dobles.

2- El muro doble con lajas horizontales, que consiste en una combinación con el tipo de muro anterior, pues sobre las lajas dispuestas verticalmente a 0,80 m se disponen otras de forma horizontal. Este subtipo representa el 4 % de los casos.

3- El muro doble en afloramiento, que se implementa en la confección de recintos adosados junto a algún afloramiento rocoso, el cual conforma uno o dos muros de los mismos. Este subtipo representa el 16% restante de los casos de muros dobles (Figura 3).


Figura 3. Diferentes muros: (a) Muro simple; (b) Muro doble; (c) Muro doble combinado con un afloramiento de rocas naturales
.

La construcción de las unidades se habría llevado a cabo a partir de la extracción de rocas de los afloramientos de granito y gneis que se encuentran a lo largo de toda la cumbre. Por lo general se habrían usado los dos tipos de roca, siendo la base de los muros de gneis en algunas ocasiones combinado con granito. En casos muy específicos, donde existen canteras de cuarzo, éste material también fue utilizado.

Podemos definir, a partir de las observaciones en el campo que la técnica de muro simple sólo se encuentra en los sitios pequeños. El muro doble junto con sus tres subtipos, está presente en todo todos los tipos de sitios, y aquellos realizados en un afloramiento rocoso son sitios medianos a grandes.

Además, la técnica de construcción de muro doble de piedras clavadas con lajas horizontales se registra por lo general en lugares donde la erosión no influyó de manera acentuada, lo que habría permitido que el muro se conserve. No habría sucedido lo mismo en aquellos sitios que se disponen en los filos de quebrada (que son la mayoría) donde los procesos erosivos hicieron que la parte superior de la pared se desplome y sólo permita ver la parte inferior del muro, o sea las salientes de las rocas. A su vez, esto produjo que el 93% de los sitios tenga una visibilidad media a baja, dificultando muchas veces su registro.

Antes de referirnos al emplazamiento de las estructuras, debemos mencionar un tema de suma importancia y que se relaciona con el fondo de valle: el avance del cultivo actual en este sector nos ha impuesto una limitación importante en la investigación, pues no nos ha dejado observar con claridad la disposición de las estructuras en el espacio salvo contadas excepciones. Al prospectar en los campos de cultivo hemos relevado y recolectado una importante cantidad de material cerámico, indicio principal para indicar que esta parte del valle también habría estado ampliamente habitada.

Fuera de dichas áreas de cultivo actual, las estructuras se disponen a lo largo de las quebradas laterales de toda la cumbre, desde los 1200 msnm hasta punta de cumbre (a los 1850 msnm). No existen niveles predilectos para las construcciones, puesto que encontramos estructuras muy complejas y también de gran tamaño en niveles de pastizales de altura o recintos pequeños en niveles inferiores y viceversa. Es evidente que uno de los criterios fundamentales para la elección de un lugar de emplazamiento fue la cercanía (entre 10 a 120 m de distancia) a algún curso de agua, ya que el total de las estructuras se vincula a un arroyo permanente.

Otro tema que consideramos fundamental para la disposición de los sitios en el espacio es la inter–visibilidad, propiedad de visualización entre estructuras, puesto que el 91% de los sitios "mira" por lo menos a uno de los otros. Vemos, de este modo, cómo más allá de la simple disposición en sectores de quiebre de pendiente en cercanías a los cursos de agua, las estructuras se disponen estratégicamente en relación a otras.

ESTRUCTURAS AGRÍCOLAS Y CONTROL DEL AGUA

El agua es, y fue sin lugar a dudas, uno de los elementos más preciados y claves para la elección de los lugares donde instalarse y vivir. En la red hidrográfica actual del valle de Balcosna, descienden desde la cumbre homónima un total de siete arroyos con un importante caudal de agua permanente hacia el río.

En la actualidad existe un promedio de 1200 mm anuales, la marcada estacionalidad de las lluvias (intensas entre los meses de diciembre y marzo) hacen que el resto del año la zona sufra de stress hídrico y una drástica disminución del volumen del río y arroyos. Podría considerarse, con suficiente cautela, que esta característica de la zona podría haber incidido también en la vida de las sociedades que habitaron en ella, experimentando una importante necesidad de acumular agua, cuestión evidenciada en parte por la existencia de numerosos sistemas de arroyos encauzados.

Como ya hemos dicho, se han registrado un total de 28 arroyos con trabajos de encauzamiento. Para su construcción se levantaron una serie de muros transversales a una distancia de entre 5 a 10 m, de acuerdo al grado de pendiente del cauce. En la mayoría de los casos se ensanchaba parte del mismo y se lo amurallaba, formando de este modo diques a lo largo de su recorrido. Se han registrado desde pequeños embalses de 2 m2 con una profundidad de 0,5 m, hasta algunos que superan los 20 m2 con más de 1,5 m de profundidad, lo que permitía la acumulación de más de 30.000 m3 de agua en tan sólo uno de ellos. El 45% de las estructuras se vinculan de alguna manera a uno de estos arroyos (Figura 4).


Figura 4. Diferentes técnicas constructivas de tecnología agrícola: (a) Vista general; (b) Parte de muro de un arroyo encausado para almacenamiento de agua; (c) El mismo muro anterior en épocas de lluvia colmado de agua; (d) Terrazas de contorno; (e) Terrazas rectas
.

En cuanto a las terrazas de cultivo, seguimos los criterios utilizados por Figueroa (2008), quien las clasifica en dos grandes grupos: las terrazas de contorno, que siguen las sinuosidades del terreno, y las terrazas rectas, que cortan parte de las quebradas inter fluviales. En este sentido, hemos registrado más de 500 terrazas de cultivo, algunas de las cuales se vinculan exclusivamente a una estructura, identificando entre 10 a 12 terrazas con un promedio de 20 m de largo. No obstante, en la mayoría de los casos es difícil asociarlas a un sólo sitio. Existen lugares donde se observan entre 80 a 100 terrazas (rectas y de contorno) con largos que superan los 40 m; allí hemos registrado que de los muros que cortan los arroyos que forman los diques contenedores de agua se desprenden terrazas de contorno, por lo que podemos inferir cierta vinculación del agua con las terrazas. Así, observamos que el 35% de los sitios se vinculan a terrazas, pero de los 20 sistemas de terrazas, el 98% se vincula a un arroyo encauzado (Figura 4).

CRONOLOGÍA RELATIVA

Uno de los mayores inconvenientes fue la realización de una cronología relativa para el valle. Lo que antes habíamos señalado como una dificultad para el fondo de valle, en relación al hallazgo de estructuras, de a poco se fue convirtiendo en una virtud al recorrer los grandes campos de cultivo, que nos permitió recolectar una acotada cantidad de cerámica y lítico.

El análisis de dicho material (aún en proceso) nos ha brindado un panorama cronológico, por lo pronto bastante amplio para el fondo de valle. Así, en relación a los estilos cerámicos se cuenta con la presencia de estilos Condorhuasi, Ciénaga, cerámica Chaco-santiagueña y Aguada. En cuanto a su distribución, en tan sólo un lugar hemos hallado material temprano, asociándose el resto al estilo Aguada Ambato Negro Pulido y Ambato Tricolor.

Aunque fue evidente que el fondo de valle tenía una importante concentración de material Aguada, nos queda la duda sobre qué sucedió respecto a las estructuras relevadas, ya que sólo en dos sitios con recintos se recolectó apenas unos pocos tiestos toscos (Villafañez 2007).

Esto nos llevó a plantear varios sondeos y excavaciones3, siendo la más importante la que se realizó en el sitio 111. Éste se encuentra en una hondonada a 1550 msnm, en la parte baja de una quebrada, la cual se bifurca y se une a otra hacia el sur. Es un complejo de tres recintos, dos de los cuales tienen un tamaño de 4 x 4 m y un tercero de 10 x 11 m.

La excavación se llevó a cabo en uno de los recintos más pequeños, en el que se realizaron tres cuadrículas de 1,5 x 1,5 m. En total, el sitio contaba con una profundidad de un metro aproximadamente. Los primeros 0,40 m consistieron en material de relleno y los 0,20 m siguientes mostraron parte del derrumbe del muro (de donde se retiró una apreciable cantidad de rocas junto con algunos fragmentos de cerámica). La excavación continuó hasta llegar a un metro, donde pudo identificarse un sedimento compacto, posiblemente el piso del recinto, en el cual apareció la mayor cantidad de material arqueológico.

En la cuadricula 1 pudieron registrarse tres rocas dispuestas alrededor de un sedimento rojizo junto a algunos fragmentos de carbón4, lo que interpretamos como un fogón. En cercanías de éste, se obtuvo una importante cantidad de material tosco con rastros de hollín. En la cuadrícula dos y tres se recuperó material tosco en iguales condiciones y una cuenta de malaquita. En total, en la excavación se encontraron ocho fragmentos cerámicos decorados, cada uno de ellos asociado a material Aguada.

Gracias a esta excavación pudimos corroborar la asociación de, por lo menos, una estructura a momentos Aguada. Es difícil no extrapolar este dato a otras estructuras de la zona, aunque aún hace falta realizar más excavaciones para poder contrastar esta aseveración. Por lo pronto, podemos inferir que gracias al material recolectado en el fondo de valle y el extraído de la excavación la asignación a momentos Aguada parece clara.

HACIA UN PAISAJE DEL VALLE DE BALCOSNA

Hemos visto hasta aquí algunos datos estadísticos acerca de la distribución espacial del registro arqueológico en el Valle de Balcosna, ahora trataremos de acercarnos a un paisaje del mismo.

Lo primero que podemos observar en el valle de Balcosna es la dispersión casi continua, entre las estructuras a lo largo del estrecho valle. Aunque dicha continuidad algunas veces se ve atenuada por algunas zonas sin evidencia (lugares donde no existen cursos de agua y niveles altitudinales elevados) podemos visualizar cierta lógica en la ocupación del paisaje.

Creemos válido aclarar primero algunas cuestiones respecto al fondo de valle, pues si nos guiamos por la percepción actual del paisaje, este sector bajo habría sido (como lo es hoy) uno de los lugares más llamativos a la hora de elegir un asentamiento estable, pues cuenta con un gran espacio para la construcción de viviendas, las prácticas agrícolas y la cría de animales, además de la cercanía al río como curso de agua permanente.

Si pensamos en la cumbre como un sector restrictivo para asentarse y llevar a cabo cualquiera de las actividades antes mencionadas, creemos que incurriríamos en un error. El agua no habría sido prohibitiva acorde a la cantidad de arroyos que existen. Aunque a priori las quebradas limitan la cantidad de terreno construible (para viviendas, corrales, etcétera), existen grandes explanadas propicias para llevar a cabo cualquier tipo de edificación. También se habría ganado espacio mediante la tecnología de los muros de contención y los sistemas de terrazas de cultivo habrían tenido el mismo propósito en las laderas de las quebradas.

Ahora bien, si pensamos en base a la información recogida cómo era la vida en este valle desde una escala más pequeña, por ejemplo desde una unidad o un grupo de viviendas, podríamos obtiene el siguiente panorama.

Los sitios habitacionales, ubicados por lo general en los puntos de quiebre de la pendiente de las quebradas, estaban vinculados a otras estructuras de menor grado de complejidad que, en algunos casos y por similitud a otros lugares investigados, podríamos interpretar como corrales5 o lugares de almacenamiento. En cercanía a estas estructuras o en algunos casos entre ellas, se encontraban morteros y terrazas de cultivo.

Como ya hemos dicho también, el agua no habría sido solamente suministrada por cursos permanentes, sino también (y siempre que existían terrazas de cultivo) por estructuras que permitían almacenarla para tiempos de escasez. De este modo, se aseguraba una provisión constante de este recurso, lo que evitaba posiblemente la dedicación exclusiva del cultivo a secano.

En relación a esto último, en muchos de los sitios se observó que tendían a asociarse a uno o varios sistemas de terrazas, aunque hemos registrado sitios con sistemas agrícolas pequeños que podríamos interpretar como domésticos, y sectores donde no se visualizaron dichos sistemas ni estructuras para manejo del agua. Por lo general, vemos que los asentamientos tenían un carácter "comunal", donde los vínculos entre las personas que habitaban la zona habrían estado dados por la cercanía de las estructuras emplazadas de las quebradas adyacentes.

Para acercarnos a estos vínculos correlacionamos todas las variables que ya mencionamos (técnicas constructivas, tamaño y complejidad, estructuras agrícolas, etcétera) y las asociamos con algunos aspectos de carácter sensorial, que si bien no dejan evidencia empírica contrastable, en estas últimas décadas han sido objeto de numerosos estudios (Criado Boado 1991, 1999; Tilley 1994; Acuto 2007; Ingold 2010; entre otros).

Si tomamos como ejemplo un grupo de las numerosas quebradas prospectadas, y si tenemos en cuenta que con el grado de visibilidad actual es posible ver los restos de las estructuras cercanas en quebradas adyacentes, es inevitable en este caso no retrotraernos al pasado e imaginar construcciones que posiblemente llegaban a casi dos metros de altura, viviendas con techos construidos con algún material perecedero, y el humo de los fogones que salía de las cocinas, corrales llenos de animales y terrazas en plena producción, escenario que hacía que la vegetación propia de este ambiente se confundiera con un paisaje completamente construido y humanizado. Otro aspecto referido a las percepciones sensoriales que pudimos experimentar en el campo6, fue la capacidad de percibir sonidos a diferentes distancias y alturas. Entre varios sitios y a distancias que a veces superaban los 400 m es posible escucharse con cierta claridad. A partir de esto consideramos que ser visto, pero también oír y ser escuchado, habría sido importante para esta sociedad emplazada en esta particular topografía.

La prospección por sendas nos ha permitido entender, en parte, la lógica en cuanto a la movilidad en el paisaje del valle de Balcosna. De esta forma, un tema que no queremos dejar de mencionar fue la transitabilidad: si una persona podía ver y escuchar a otra, podía también caminar hacia ella siguiendo la red de senderos existente. Así, lograría sin demasiados problemas cruzar todo el valle hacia otros valles por sendas que los conectaban, como aun lo hacen en la actualidad. Pero también podía caminar desde el fondo del valle hacia cualquiera de las quebradas de la cumbre, además de cruzar entre ellas mediante pasos que actualmente perduran y son mantenidos gracias al tránsito constante de animales y personas. Estos senderos, entonces, conforman una red plausible de ser vinculada a los sitios arqueológicos.

Si tomamos una vez más como ejemplo el sitio 111 ya excavado (con claras evidencias de ser una estructura habitacional), transitar desde allí hacia el fondo de valle habría significado hacer, tal vez, el siguiente recorrido: caminar por la misma quebrada donde se encuentra el sitio hacia el este (senda 1), siguiendo la senda más descansada (que la mayoría de las veces no es la más corta), pasando cerca de ocho sitios y algunos sistemas de terrazas, hasta llegar a una quebrada lateral que gira hacia el noreste y llega al fondo de valle.

En cambio, si alguien quería cruzar desde el sitio 111 al 120 (desde los cuales es posible ver y oír a otra persona), tendría que caminar por los lugares que la topografía le permitiera, siguiendo las sendas que a ella se acomodan. Una primera opción sería tomar la quebrada subsidiaria del sur (senda 2), pasando en cercanías a cuatro sitios y bajando por la ladera al final de dicha quebrada, en la cual sortearía una importante cantidad de terrazas de cultivo hasta subir por los faldeos de la siguiente quebrada lateral, cruzando por otros dos sitios más hasta llegar al sitio 120. Como segunda opción, podría bajar hasta el sistema de arroyos encauzados hacia el sur (senda 3) y subir por la quebrada transversal donde se disponen por lo menos tres sitios y un mortero hasta llegar a su destino (Figura 5).


Figura 5. 1) posible senda desde el sitio 111 al fondo de valle, 2 y 3) posibles sendas al sitio 120
.

Si pensamos en esta red de vínculos en una escala mayor (Figura 6), podríamos obtener resultados similares. Tomando como ejemplo nuevamente el sitio 111, considerando que una persona quisiera desplazarse hacia el sitio 100, ca. 4000 m de distancia del primero, podría realizar un camino fácil y corto a partir de los siguientes tramos de sendas: subiría la quebrada al este (senda 4), donde se encuentra el sitio 111, para pasar por la senda que la une a otra al norte, remontaría por la quebrada lateral que corre en dirección suroeste, para cruzar nuevamente hacia otra quebrada y, subiendo, cruzaría por último por una de las estribaciones de la cumbre hasta ascender a la senda en los pastizales de altura donde está el sitio 100. Si quisiera seguir desde este punto hacia el norte (senda 5), por ejemplo al sitio 90, que se encuentra a 4600 m de distancia, podría simplemente ascender a punta de cumbre y caminar por los pastizales de altura hasta llegar al comienzo de la quebrada7 que corre en dirección noroeste y descender por una de sus estribaciones laterales al oeste.


Figura 6. 4) Posible senda desde el sitio 111 al sitio 100, 5) posible senda desde el sitio 100 al 90
.

Para el primer recorrido, en esta escala mayor, una persona tendría que pasar cerca de 15 sitios y ascender desde los 1500 msnm hasta los pastizales de altura a los 1850 msnm. El segundo recorrido es más sencillo aún, ya que se camina por punta de cumbre, lugar desde donde se observa el Valle de Ambato, y donde se pasa cercanamente a siete sitios hasta llegar a destino.

En síntesis, el transitar desde un lugar a otro en el valle de Balcosna, cualquiera sea la senda elegida, implicaba estar en contacto permanente con otras personas que habitaban la zona. La cercanía o lejanía entre lugares condicionaba de alguna manera las interacciones sociales. La red de sendas y pasos que conectaban el paisaje, facilitaba el hecho de compartir ideas, percepciones, experiencias y conocimientos, muchos de los cuales podían visualizarse mediante la similitud de técnicas constructivas, el uso del agua y las prácticas agrícolas, entre otras cosas. La materialidad y la espacialidad en el valle de Balcosna producían una comunidad que tendía a la cohesión, acercando a las personas. El ver y ser vistos, el escuchar y ser escuchados, el tránsito mediante, pasos, huellas y sendas unían (como aun unen hoy) todos los lugares en el paisaje.

CONSIDERACIONES FINALES

Este trabajo tuvo como finalidad brindar al lector un primer panorama general acerca de la arqueología del Valle de Balcosna. Aún queda mucho por investigar, pero hasta el momento la información disponible basta para afirmar la existencia de una amplia distribución espacial de sitios arqueológicos a lo largo de toda el área prospectada. Debido a la destrucción de la mayoría de la evidencia que implicó el cultivo actual en el fondo de valle, nunca sabremos a ciencia cierta si existían diferencias particulares entre este sector y las quebradas laterales que de la cumbre se desprenden. Sin embargo, lo que podemos decir con cierta seguridad es que hubo una amplia ocupación en momentos Aguada.

Si concebimos al Valle de Balcosna en relación a la problemática planteada al inicio de este trabajo, no negamos los vínculos constantes con la región, pero nos es difícil pensar en un valle que tuvo un uso complementario respecto al de Ambato o Alamito. Descartamos las ideas extremas de una zona que fue colonizada por grupos provenientes desde el área Valliserrana, donde su única importancia habría consistido en los recursos económicos.

Sostenemos, en cambio, que en el Valle de Balcosna, la variabilidad y complejidad de las estructuras, los sistemas de terrazas de cultivo, su evidente asociación al recurso hídrico y la forma en que estos grupos de estructuras se disponen en el paisaje, se estructuran en términos de procesos locales. De esta forma, las unidades productivas, tanto individuales como comunales, habrían estado a cargo de pequeños grupos de agricultores y pastores, dispuestos en un paisaje construido y vivido. Allí mismo, el vínculo con valles vecinos habría sido frecuente, y tal vez cotidiano, a través de las sendas que aún persisten y se transitan en el paisaje.

NOTAS

1. Como una reacción al debate centrado en la interacción económica que predominó en la literatura arqueológica, Núñez Regueiro y Tartusi (1990) criticaron el uso que se hacía del concepto de "área", tanto en la perspectiva difusionista como en el marco ecológico, planteando que estos enfoques tendían a ignorar o dejar de lado la permanente relación dialéctica que se habría dado entre los pueblos y su ambiente; por lo tanto, plantearon que la determinación del área debía efectuarse en forma mecánica, superponiendo variables culturales a variables geográficas. En función de ello, propusieron un uso del término "área" de manera que considerara históricamente el vínculo entre la sociedad y su medioambiente. Así definen la "Macro-área Pedemontana", cuyas características no responden ni a lo andino ni a la llanura, sino a una síntesis de la relación dialéctica de ambos. A partir de entonces, el énfasis es colocado en las interacciones que se desarrollaron entre los habitantes de las diversas áreas de los valles y quebradas, las yungas y la puna.

2. No pretendemos que esta clasificación represente un criterio jerárquico para los sitios del valle, simplemente es un método para ordenar los diferentes clases de recintos que han sido relevados.

3. En total se llevaron a cabo seis sondeos y dos excavaciones, en este trabajo se detallará la última excavación, pues es la única que brindó datos relevantes.

4. Se recuperó la suficiente cantidad de carbón para hacer un fechado de AMS, el cual está siendo procesado en la actualidad en el laboratorio de "NSF Arizona AMS Facility. The University of Arizona".

5. Nos basamos en los trabajos realizados por Figueroa (2008, 2010) para el Valle de Ambato, donde se llevaron a cabo sondeos en dos estructuras interpretadas como corrales. Dada la similitud entre estructuras pensamos que algunos de los recintos que hemos relevado pueden haber tenido la misma función.

6. Esto pudo registrarse debido al hecho de que muchas veces grupos de personas (prospectando) tomaban sendas diferentes para poder abarcar más espacio lo que permitía poder escucharse uno del otro a grandes distancias.

7. La quebrada a la que hacemos mención los pobladores de la zona le llaman "la cumbrecita" y fue paso obligatorio para todas aquellas personas que iban o venían desde Tucumán. En su recorrido, el cual supera los siete km, se puede descender hasta el río Singuil en cercanías de la Localidad de Escaba.

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