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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.11  Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2014

 

NOTA

Presencia de candelabros en sitios coloniales de Argentina.

Chandeliers at colonial sites of Argentina.

 

Nicolás Aguerrebehere*

*Equipo de Arqueología Histórica, FCNyM, UNLP. Nicolás Aguerrebehere es alumno avanzado de la Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, donde está por graduarse con orientación arqueológica. Desde hace más de cuatro años se desempeña como pasante del Equipo de Arqueología Histórica del Museo de La Plata, y como colaborador del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires, habiendo participado en números trabajos de análisis documental, campo y laboratorio. E-mail: nicoague@hotmail.com

Ana Igareta**

**CONICET. Equipo de Arqueología Histórica, FCNyM, UNLP. Ana Igareta es Licenciada en Antropología (1999) y Doctora en Ciencias Naturales (2008) graduada en ambos casos en la Universidad Nacional de La Plata. Desde hace más de diez años trabaja en problemáticas relativas al período colonial temprano. En la actualidad se desempeña como Investigadora Asistente del CONICET, es Encargada de Colecciones la División Arqueología del Museo de La Plata e investigadora del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad Nacional de Buenos Aires. E-mail: aigareta@gmail.com aigareta@gmail.com


INTRODUCCIÓN

Dentro del repertorio material recuperado en contextos arqueológicos en nuestro país, han aparecido fragmentos o piezas enteras identificadas como candelabros, candeleros y porta-velas cuya presencia ha contribuido a la definición del carácter histórico de tales contextos. Al igual que muchos otros objetos utilizados en Europa durante los siglos XIV y XV, éstos llegaron a América como parte del bagaje transportado por los conquistadores y su uso se incorporó a las prácticas habituales de iluminación artificial del Nuevo Mundo colonial. A diferencia de lo ocurrido con otras piezas entonces llegadas cuya función era análoga a la cumplida por elementos de las tradiciones locales –ollas, vasos, cuencos, etc.- los candeleros inauguran el registro conocido de objetos cuya función singular es la de brindar iluminación artificial.

La bibliografía muestra que en el Viejo Mundo los candelabros podían estar confeccionados en una amplia variedad de materias primas – cerámica, loza, metal, madera- y que abarcaban un repertorio funcional y decorativo que iba desde piezas muy simples hasta otras con receptáculos múltiples, extremadamente complejas y ornamentadas. Si bien es posible suponer que ejemplares de los tipos más diversos fueron transportados ocasionalmente hacia América, los hallazgos realizados en distintos sitios de Argentina indican que las formas simples manufacturadas en cerámica –candeleros en sentido morfológico estricto- fueron las más habituales.

Si bien son escasos los estudios que abordan específicamente la problemática de la manufactura local de este tipo de piezas, es posible suponer que el derrotero seguido fue semejante al de otros materiales: los ejemplares más antiguos llegaron desde la Península Ibérica durante las primeras décadas de la conquista y algunos años después comenzó su producción en nuestro territorio. Los productos americanos exhibieron rasgos particulares que los distinguieron de sus pares europeos del mismo período, pudiendo servir como elementos diagnóstico para identificar su origen. Cabe recordar que en dicho proceso no solo se conjugaron rasgos de las tradiciones indígenas e ibéricas, sino también moriscas y africanas –por mencionar sólo las más estudiadas-, lo que se presenta como un ajustado correlato material del carácter multiétnico de la sociedad colonial.

Las singularidades de tales manufacturas dan cuenta de la multiplicidad de influencias que entraron en juego en los procesos productivos de la época, combinando materias primas, formas y decoraciones conocidas a ambos lados del Atlántico, generando un resultado a veces por completo novedoso y otras más cercano a una u otra tradición cerámica. En el caso particular de los candeleros y candelabros americanos, la morfología parece haber sido el rasgo más estable en relación a su referente europeo, mientras que los materiales y las técnicas empleadas en su manufactura experimentaron mayores variaciones, al igual que la ornamentación.

Una primera revisión de la bibliografía que menciona el hallazgo de porta-velas en nuestro país permite observar que los textos se limitan casi exclusivamente a dar cuenta de su aparición y describir sus rasgos, y sólo en escasas ocasiones se intenta articular su presencia con una interpretación más amplia de la dinámica del sitio. El presente trabajo repasa los hallazgos de candelabros y candeleros realizados en sitios coloniales argentinos, a la vez que pretende conectar su presencia con otros rasgos relevantes observados en los sitios en los que fueron hallados.

ANTECEDENTES DE HALLAZGOS

En sitios coloniales americanos, la aparición de elementos destinados a mantener una iluminación artificial ha sido habitualmente asociada al desarrollo de acciones extractivas o productivas que requirieran de una actividad continua; tal es el caso, por ejemplo, de los centros de producción minera de diversas regiones del Perú, en los cuales alumbrar el interior de minas resultaba vital para mantener la forzada extracción. Luego, “la necesidad de cera o grasa animal para velas, imprescindibles para la iluminación del subsuelo, impulsó su comercio” (Pérez Herrero 1992:80) y la presencia de dichos objetos en el registro documental y material de tales sitios puede ser rastreada con relativa continuidad.

En la República Argentina, en cambio, es escasa la atención que se le ha prestado a este tipo de objetos, pese a que el hallazgo de portavelas o fragmentos de éstos en sitios coloniales y decimonónicos ha sido relativamente frecuente. Piezas enteras, partes de las mismas o elementos asociados a su uso han sido encontrados en las ruinas de todas las ciudades coloniales intervenidas arqueológicamente1, aunque los restos de candeleros –elemento más sencillo de soporte horizontal de velas- son mucho más abundantes que los de candelabros –soportes horizontales de velas con base elevada o gancho de pared para sostén-.

Una de las menciones más tempranas halladas en la bibliografía corresponde a la publicación de los hermanos Wagner (1934) quienes, en las primeras décadas del siglo XX, recuperaron material en la provincia de Santiago del Estero. En dicha publicación los autores reprodujeron la imagen de una pieza cuyos rasgos les resultaron curiosos, incluyéndola dentro del repertorio de la cultura Averías2pero indicando que corresponde a un artefacto de uso desconocido (Figura 1). El objeto en cuestión es un elemento realizado en cerámica, con tres secciones verticales y rematado por un conducto hueco, decorado con una cubierta de pintura blanca sobre la que se extiende una ornamentación de líneas rectas y curvas en color rojo. Si bien probablemente fueron los colores y el tratamiento de superficie los que llevaron a los Wagner a identificarlo como de filiación Averías, tanto la forma como los motivos resultan ajenos a dicha tradición; la combinación de rasgos nos permite identificarlo como un candelabro colonial de producción local.


Figura 1. Detalle de uno de candelabros presentados en el libro de los hermanos Wagner (Wagner y Wagner 1934: lámina LXIII: 3.)

La multiplicidad de influencias que mencionábamos al comienzo es visible también en otros candeleros y candelabros recuperados por los hermanos Wagner y actualmente están incluidos en las colecciones del museo que lleva su nombre (Figura 2)3. Procedentes de diversos sitios de la provincia de Santiago del Estero, dichos objetos exhiben una muy significativa variedad de tipos morfológicos, aunque lamentablemente carecen de información asociada referida a sus contextos originales de hallazgo que permita inferencias más elaboradas.


Figura 2. Algunas de las piezas exhibidas en el Museo Wagner, Centro Cultural Bicentenario de la ciudad de Santiago del Estero (Fotografía M. Iwanow).

Los Wagner fueron responsables también del hallazgo de restos aislados afines a portavelas en sitios de la Mesopotamia santiagueña que no fueron explorados sistemáticamente. Por ejemplo, en la cuenca del río Salado, exhumaron “…una serie de piezas muy significativas: despabiladores, alfileres de plata, cuentas de cristal, balas” (Gramajo de Martínez Moreno 1983a:718) así como también “… veleros, candeleros, platos, botellones, jarritas, cuencos, tapas de puchero, tapa de pila bautismal, sahumadores, antorcheras, pipas y estatuillas (…) Bases, tubos y candeletas de candeleros. Los tubos de estas observan dos formas, unos son circulares y otros cuadrangulares con aristas de los lados muy marcadas y decoradas…” (Gramajo de Martínez Moreno 1983a:740). Sin embargo, ni en ese momento ni a posteriori el material fue analizado en detalle o presentado el contexto en que se produjo su hallazgo, si bien sí fue debidamente reconocida su filiación hispánica.

Situación semejante se observó en los materiales hallados a fines de 1940 por Agustín Zapata Gollán en las ruinas de Santa Fe la Vieja; varios ejemplares de candeleros de cerámica y manufactura local (Letieri et al. 2009) fueron recuperados entre los restos de la ciudad fundada en 1573. Las piezas aparecieron en lo que fue identificado como parte de los antiguos pozos de basura utilizados por los primitivos pobladores del sitio (Ceruti com. pers. 2012), y si bien los detalles del contexto del hallazgo no han sido publicados, se trataría de uno de los pocos casos registrados en nuestro país de aparición en un solo sitio de múltiples restos de este tipo de piezas.

En la década de 1960, Gramajo de Martínez Moreno recuperó durante las excavaciones realizadas en las ruinas de la ciudad de Ibatín, provincia de Tucumán, “…bases y pedestales y tubos de candeleros” (Gramajo de Martínez Moreno 1976:160) hechos en cerámica, así como también “…fragmentos de despabiladores” (Gramajo de Martínez Moreno 1976:160). El texto no proporciona más detalles sobre el tamaño, morfología o decoración de los objetos, como tampoco datos puntuales sobre las condiciones de hallazgo. Sin embargo, teniendo en cuenta que todas las estructuras -excepto una- intervenidas por la autora en dicha oportunidad corresponden a iglesias, es posible estimar que el material proviene de alguno de los espacios ocupados por los religiosos en la ciudad que se desarrolló entre 1565 y 1685.

En el sitio del Fuerte de San Blas del Pantano, erigido hacia 1633 en la provincia de La Rioja, Cáceres Freyre (1983) recuperó un interesante conjunto de restos que combinan rasgos de tradición indígena con otros de procedencia europea. En las excavaciones realizadas en los torreones en ruinas halló diversos implementos que catalogó como “elementos de culto católico - medallas de bronce, crucifijos y cruces –” (Cáceres Freyre 1983: 573) entre los que figura también un candelero de cerámica roja de 16 cm de alto (Figura 3). El investigador proporciona una imagen de la pieza donde se observa la base cilíndrica de un candelabro confeccionado con torno.


Figura 3. Detalle del candelabro hallado en el Fuerte San Blas de Pantano (Cáceres Freyre 1983:595)

En los trabajos realizados en la provincia del Chaco, durante las excavaciones realizadas en el sitio en que se encontraba la iglesia de la ciudad de Concepción del Bermejo, fundada en el año 1585, Morresi halló una pieza parcialmente rota a la que denominó “candelabro de altar” (Morresi 1983:402) y otra semejante que presentaba evidencias de haber sido restaurada en tiempos históricos (Figura 4). Por su contexto de aparición, ambos elementos fueron asumidos y descriptos como objetos de liturgia y religiosidad: “su tamaño, la simetría de sus partes y el uso litúrgico son rasgos de naturaleza hispánica. Pero la pasta, el antiplástico, tratamiento de superficie, cocción, etc. son de raigambre indígena y constituyen un claro exponente de la simbiosis cultural que allí sucede y que se exterioriza arqueológicamente” (Morresi 1983:409). En el curso de estos trabajos también fueron hallados candeleros más toscos que no son detallados ni descriptos, indicándose que aparecieron asimismo en un contexto litúrgico.


Figura 4. Detalle de los candeleros hallados en Bermejo (Morresi 1983:402)

En una publicación posterior, Schávelzon (2006) presentó un análisis de objetos encontrados en las excavaciones realizadas por Morresi que no habían sido publicados en 1983 y, entre los objetos incluidos dentro de los materiales de tradición europea, menciona un pequeño plato cuya función, inicialmente desconocida, es identificada luego como la de un porta-vela de rasgos muy sencillos. Asimismo, Schávelzon indica que “En el museo [A. Martinet de la Universidad Nacional del Nordeste] se hallan también varios candeleros muy similares—casi idénticos diríamos- a los hallados en igual temporalidad y función tanto en Santa Fe la Vieja como en Ibatín (Gramajo 1971) cuya producción debe ser regional” (Schávelzon 2006:130). Sin embargo, hasta el momento no se han realizado nuevos análisis de dichas piezas ni se dispone de otros datos referidos a sus características. En otra publicación, Schávelzon (1991) ha dado cuenta también de la reiterada aparición de candeleros en diversos sitios coloniales de la ciudad de Buenos Aires, incluyendo el hallazgo de un total de 19 ejemplares realizado durante excavaciones desarrolladas en San Telmo. Para este investigador, los candeleros constituyen el ejemplo por excelencia de “cerámica mestiza” (Schávelzon 1991:81), ya que conjugan tradiciones de manufactura indígena con funcionalidad española. El autor no detalla en el mencionado artículo el contexto de aparición de cada pieza, pero sí destaca que le resulta llamativa la semejanza de pasta, color y dimensiones de las mismas más allá de la variabilidad de contextos en que fueron encontrados (Schávelzon 1991:81).

Durante las excavaciones realizadas en el Parque Aguirre de la ciudad de Santiago del Estero4, el equipo al que pertenecen los autores recuperó parte de la base de un candelero y el cuerpo de otro, los dos de cerámica sin decorar ni vidriar. Si bien ambos hallazgos se realizaron dentro de lo que se estima era la antigua área fundacional de la ciudad (Igareta 2012), los contextos identificados para cada pieza fueron marcadamente diferentes.

El primer elemento, una palmatoria muy sencilla cuya base presenta fracturas en los bordes pero aún conserva intacto el cañón de 5,3 cm de altura y 3,8 cm de diámetro (Figura 5), fue hallado en clara asociación estratigráfica con fragmentos de piezas cerámicas pertenecientes a la tradición Averías, junto con restos de una hoz de hierro o herramienta semejante de labranza, fragmentos de cerámica vidriada verde y unos pocos restos óseos de vacuno. La disposición del material así como sus características generales permitieron proponer que tal conjunto era el resultado de un proceso de depositación ocurrido entre mediados del siglo XVI y comienzos del XVII, en lo que se estima fue un espacio de uso doméstico de un reducido grupo de personas. La segunda pieza hallada fue el cañón de un candelero sencillo de 7,2 cm de altura y 3 cm de diámetro, íntegramente separado de su base y con evidencias de uso visibles en el hollinamiento parcial de la boca donde iba inserta la vela. Este fragmento se encontró asociado a una gran cantidad de restos óseos de vacunos y ovicápridos, numerosos fragmentos de recipientes vidrio, cerámica y loza y restos de materiales de construcción tales como clavos y fragmentos de tejas y ladrillos. El material apareció depositado en lo que interpretamos fue un pozo de basura excavado en el sitio a comienzos del siglo XIX y rellenado en un muy corto lapso de tiempo con restos descartados por los religiosos que ocupaban las dependencias del cercano Templo de San Francisco.


Figura 5. Vista de la base de uno de los candeleros hallados en el Parque Aguirre en Santiago del Estero (Fotografía N. Aguerrebehere)

 

CONSIDERACIONES SOBRE LOS CONTEXTOS DE HALLAZGO

Un análisis conjunto de los hallazgos mencionados permite observar que los mismos fueron realizados en sitios que, en sentido amplio, pueden ser considerados como urbanos, entendiendo por ello el espacio ocupado por antiguas instalaciones coloniales. Esto resulta interesante si se tiene en cuenta que no hay registro de que objetos semejantes hayan sido recuperados en sitios identificados como “de contacto” (denominación generalmente utilizada para espacios de ocupación y de circulación colonial en los que la materialidad se encuentra dominada por rasgos de tradiciones indígenas y la influencia de las europeas resulta menos visible). A diferencia de lo observado en relación con otro tipo de elementos introducidos por los conquistadores y cuyo hallazgo ha sido frecuente en dichos sitios –tal como ocurre con restos óseos de vacunos y equinos, cuentas de vidrio o herramientas de hierro por mencionar solo algunos-, la presencia de porta-velas en sitios no urbanos de momento se presenta como nula.

Si bien esta observación es muy preliminar, permite proponer una primera relación entre la presencia de candeleros y candelabros y su uso a nivel doméstico o institucional (religioso, militar, administrativo) en un contexto regido por lo que podemos definir como “lógica europea”. La necesidad de disponer de un sistema de iluminación artificial para la noche o para el interior de los edificios estaría así directamente asociada con una dinámica de vida introducida desde la Península Ibérica, dado que hasta donde hemos podido relevar no existen en la arqueología argentina antecedentes de hallazgos prehispánicos de piezas cuya función haya sido específicamente la de iluminar. Luego, la presencia de tales objetos en ciertos sitios coloniales funcionaria como evidencia de la adopción del modo de vida urbanizado que los colonizadores trasladaron al territorio, y su ausencia en otros estaría indicando la persistencia o desarrollo de otras tradiciones domésticas.

Es posible proponer en términos hipotéticos que la vida de quienes ocupaban espacios más alejados de los núcleos urbanos coloniales principales, giró en torno a actividades diurnas -siembra y cosecha, cuidado de animales, entre otras- que no requerían de disponibilidad de luz durante la noche, por lo que afrontar el gasto implicado en adquirir y mantener dicha iluminación hubiera sido superfluo. En las ciudades, en cambio, la costumbre del uso de lámparas y velas para extender la duración de las actividades, estaba ya demasiado arraigada en Europa como para interrumpirse en América. Nuevos trabajos de recopilación de datos y su comparación tal vez contribuyan a dar cuerpo a esta hipótesis o a proponer una interpretación alternativa.

Consideramos relevante insistir en la necesidad de intensificar los análisis de este tipo de materiales, que indaguen más allá de sus características morfotecnológicas, avanzando en interpretaciones de significado contextual, junto con otros elementos del registro. Cabe esperar que si los porta-velas se integran a un conjunto más amplio de piezas que definen el perfil cultural y material de un período histórico determinado, la información que proporcionan contribuya a la construcción de interpretaciones más detalladas.

 

NOTAS

1. No tendremos en cuenta en este artículo los hallazgos realizados en las Misiones Jesuitas ubicadas en el litoral argentino, por considerar que se trata de un conjunto articulado de sitios con características tan singulares que no pueden ser definidas de modo sintético como rurales o urbanas.

2. Se denomina genéricamente como Averías a un estilo cerámico que se desarrolló en territorio santiagueño entre el 1200 d.C. y el comienzo del período colonial. Para más detalles ver Lorandi 1978 y Taboada 2011.

3. Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales de Santiago del Estero “Emilio y Duncan Wagner”. 4. Proyecto “Ciudades que ya no están – Arqueología del período colonial temprano”. Dra. Ana Igareta. CONICET – UNLP – Municipalidad de Santiago del Estero.

 

AGRADECIMIENTOS

A Vanina Castillón, Diego Gonnet y Marina Iwanow -el resto del Equipo de Arqueología Histórica del Museo-por su colaboración en la búsqueda de datos. A Carlos Ceruti por su amabilidad en compartir con nosotros cosas que solamente él sabe.

 

BIBLIOGRAFIA

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