SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 issue1Punta Florida: a particular site in the mobile dune zone of the pampean coastSpace occupation and archaeological cultural landscape construction at Quebrada La Chinchilla, Atacama Province, Chile author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


La zaranda de ideas

On-line version ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.15 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires June 2017

 

ARTÍCULO

Caminando sendas en el valle intermontano de "El Tala", Dpto. Capital, Catamarca

Walking on trails in the intermountain valley of "El Tala", Dept. Capital, Catamarca

 

Cristian Sebastián Melián*

*CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Av. Belgrano 300 (4700), Catamarca, Argentina. Cristian Sebastián Melián es egresado de la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca. Este trabajo forma parte de su tesis de Licenciatura defendida en Junio de 2015. Actualmente es becario doctoral CONICET y estudiante del Doctorado en Ciencias Antropológicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Es miembro del equipo de investigación del “Proyecto Arqueológico Paclín”, investigando la Arqueología de las Prácticas Cotidianas y los Espacios Domésticos en el Valle de Balcosna entre los siglos IV a X. E-mail: cristianmelian@conicet.gov.ar

Emilio Alejandro Villafañez**

**Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Av. Belgrano 300 (4700), Catamarca, Argentina. Emilio Alejandro Villafañez es Doctor en Ciencias Antropológicas, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente es Profesor Adjunto Exclusivo de la catedra “Arqueología, Paisaje y Asentamiento”, de la Escuela de Arqueología en la Universidad Nacional de Catamarca y director del “Proyecto Arqueológico Paclín”. E-mail: emilio81@gmail.com

Recibido: octubre de 2016.
Aceptado: diciembre de 2016.


RESUMEN

El valle intermontano de El Tala, en la provincia de Catamarca, es un área con un ambiente serrano que ha sido interpretado por la arqueología solamente en torno a sus potencialidades agrícolas. En estos últimos años llevamos adelante trabajos intensivos, además tomamos como base teórica la Arqueología del Paisaje preguntándonos sobre la construcción social del paisaje en la zona. Metodológicamente aplicamos un novedoso Sistema de Prospección por Sendas (SPS), lo que nos permitió recabar información de más de 30 sitios arqueológicos, registrando estructuras habitacionales que hasta el momento no habían sido reportadas para el área.

Palabras Clave: Arqueología; Paisaje; Senda; Movilidad; Tránsito.

ABSTRACT

The “El Tala” intermountain valley, in the province of Catamarca, is an area with a mountainous environment that has been interpreted in archeology around its agricultural potential. In recent years we have carried out intensive work in the region, departing from Landscape Archeology as theoretical basis we ask ourselves about the social construction of the landscape in the area. Methodologically we apply the novel Trail Prospecting System (SPS in Spanish), which allowed us to gather information from more than 30 archaeological sites, registering residential structures that had not been reported for the area yet.

Keywords: Archaeology; Landscape; Trail; Mobility; Transit.


INTRODUCCIÓN

Nuestra investigación se enmarca dentro del proyecto “Arqueología de los Paisajes Agrarios en el tramo superior de la Quebrada de El Tala. Siglos III a XII d.C.”, cuyo principal objetivo, como el nombre del proyecto lo indica, es estudiar los paisajes sociales y agrarios de las poblaciones que se asentaron en la cuenca superior de lo que actualmente se denomina Quebrada de El Tala para el primer milenio de la era. Situada a más de 20 Km de la ciudad capital en el paraje conocido como “El Tala”, corresponde al tramo superior de la cuenca del Río El Tala. Se sitúa en un sector correspondiente a las estribaciones de las serranías de Ambato-Manchao, en el valle inter-montano de El Tala próximo al km 22 de la Ruta Provincial N°4 (Figura 1).


Figura 1. Ubicación geográfica del área de estudio.

Nuestro trabajo parte de considerar al paisaje como poseedor de una carga significativa, la cual está relacionada a la experiencia cognitiva de quien contemple dicho paisaje. Según Ingold (1993) el paisaje se crea y recrea constantemente, es tanto su forma física como la percepción de la misma. Es aquí donde nos preguntamos: ¿el paisaje en el tramo superior de El Tala es únicamente un objeto físico, o es el resultado en una concepción particular del espacio cargado de sentido? En referencia a esto último ¿la construcción social del paisaje, se realizó en base a un espacio meramente productivo? Esto último nos lleva a preguntar: ¿existieron lugares de vivienda? y ¿cuál fue la dinámica de lo doméstico en la zona?.

Creemos que estos interrogantes se pueden responder desde diversos marcos teóricosmetodológicos, nosotros nos propusimos aquí hacerlo desde las características particulares del tránsito y la movilidad que las personas tuvieron en el pasado. Esto nos permitirá entender (aunque sea en parte) su configuración actual e interpretar cómo fue concebido y organizado el paisaje para así poder acceder a los procesos sociales subyacentes en el pasado. Consideramos también que todo terreno tiene formas posibles de desplazamiento por él, por lo que es evidente que la disposición del relieve, la vegetación, las corrientes de agua y otros elementos naturales del paisaje dificultan ciertos movimientos y direcciones, pero al mismo tiempo facilitan otros, siendo la percepción de un paisaje socialmente construido quien lo determina (Villafañez 2012).

En el presente trabajo partimos de un principio similar, en el que no se limita a priori el hecho de la transitabilidad, pues creemos que el tránsito debe entenderse como reflejo de la red de permeabilidad de un espacio; la reutilización de unos puntos u otros del tránsito por elementos arqueológicos ilustrará el proceso de semantización concreta de ese espacio (Villafañez 2012).

ANTECEDENTES

Uno de los primeros antecedentes sobre la arqueología de la zona se asocia a Larrouy (1914) y su trabajo denominado “Los Indios del Valle de Catamarca. Estudio Histórico”. Él fue el primero en registrar y comunicar sobre la existencia de restos arqueológicos caracterizados como andenes ubicados en una serie de quebradas, principalmente en la de El Tala, sobre los cuales sólo realiza una somera descripción en cuanto a sus formas y sitio de emplazamiento.

Años más tarde, Quiroga (1929) comenta, respecto a lo observado durante la visita que realiza a la zona, que las evidencias “consisten en pircas atravesadas en las quebraditas de rápido declive, donde la tierra vegetal arrastrada por las aguas pluviales, deteníanse, contenida por el atajadizo de piedra. Obteníanse así, múltiples y diminutos espacios llanos (...) donde crecían abundantísimos pastizales...” (Quiroga 1929:55). Menciona además que habría existido una alta densidad de población indígena, centrando su atención sobre el número de andenes, asignándole una funcionalidad asociada con regulación de escorrentías y/o espacios de producción de siembra de pastura para alimentar el ganado.

Como podrá observarse, estas primeras publicaciones surgen de una forma particular de hacer arqueología en las primeras décadas del siglo XX, donde las evidencias más sobresalientes fueron destacadas con cierta minuciosidad en la descripción, aunque sus interpretaciones siempre fueron escasas:

“... en las quebradas, sobre todo en la del Tala, abundan hasta el cansancio los andenes, o pircas muy bajas, distantes entre sí de tres, cuatro o más metros, y que se sobreponen, a modo de escaleras hasta varias cuadras en las faldas de los cerros. Los mismos escalones sucesivos, pero más altos, se notan en el cauce de los torrentes que originan las lluvias y que casi siempre están secos...” (Larrouy 1914, en Ardissone 1944:93).

“...el cerro albergaba una abundante población indígena (...). No hay rigurosidad del monte por pequeña que sea, que no esté cruzada de antiguas construcciones. Generalmente estas consisten en pircas atravesadas en las quebraditas de rápido declive, donde la tierra vegetal arrastrada por las aguas pluviales, deteníanse, contenida por el atajadizo de piedra. Obteníanse así, múltiples y diminutos espacios llanos (...) donde crecían abundantísimos pastizales (...). En la inmensa mayoría de los casos no es más que media, quinta o décima hectárea lo beneficiado; pero tales construcciones son innumerables en el espacio de algunas cuadras y en mayores extensiones pueden contarse por millares...” (Quiroga 1929, en Ardissone 1944:94).

Como bien sintetiza Álvarez (2001): “Estas primeras investigaciones en la zona se centraron solamente en la observación y descripción de los restos de terrazas emplazadas en los cerros, en particular donde se construyeron, cantidad de estas y función que tuvieron” (Álvarez 2001:22).

Es recién en los años 70 que Barrionuevo (1972) realiza las primeras excavaciones para la zona, en el sitio denominado Yacimiento Paso del Obispo, en el cual define un patrón constructivo de recintos cuadrangulares adosados con aberturas hacia un espacio común, vinculados a terrazas de cultivo. En uno de los recintos excavados describe la estratigrafía y los materiales hallados, en el cual hace referencia a material cerámico tosco y lo vincula a un uso doméstico, y en los niveles inferiores halla un enterratorio asociado a material cerámico decorado al cual describe como una fase final de la cultura de La Aguada.

Pasados varios años, se retoman nuevamente los trabajos en la zona con las investigaciones Néstor Kriscautzky, quien en uno de los primeros trabajos, es capaz de mostrar los resultados obtenidos en la Quebrada de El Tala donde describe y clasifica patrones de asentamientos, cerámica, etc. (Kriscautzky 1995). En otra publicación se aborda la diversidad de sitios presentes a nivel quebrada y fondo de valle, los cuales son atribuidos a diferentes modos de producción, caracterizándolos de acuerdo al lugar de emplazamiento en cual se encuentran (Kriscautzky 2000b).

En el año 1999, Kriscautzky presenta una caracterización en la cual agrupa los sitios que se encuentran en la quebrada. Éstos varían según las condiciones geomorfológicos, el paisaje y la función que cumplen; es a partir de estos atributos que crea una tipología para los diversos sitios de la quebrada (Kriscautzky 1999a). En el mismo año se publica un libro el cual aborda la primera síntesis, en el que se integra y expone un panorama general basado en la información recobrada en todos esos años de investigación en el Valle Central de Catamarca (Kriscautzky 1999b). También en 1999 presenta su tesis doctoral, y en la introducción Kriscautzky plantea que, para el Valle Central, las condiciones climáticas y los cambios en la conformación social fueron las causas que permitieron realizar grandes obras de infraestructura. Como señala el autor, “todo ello sostenido por un sistema ideológicoreligioso fuerte, con una organización por lo menos a nivel de señoríos” (Kriscautzky 1999c:35).

Kriscautzky y Lomaglio (2000), plantean una larga tradición de Aguada en el valle de Catamarca, la que dividen en tres etapas. En primer lugar, Aguada Inicial, que habría tenido su origen en el valle de Catamarca, asignada a los primeros siglos de la Era; se encuentra asociada a materiales Condorhuasi y Ciénaga. En esta etapa se encontraría la ocupación de Pueblo Perdido de la Quebrada. En segundo lugar, Aguada Clásica que se corresponde con la descripta para Hualfín y el oeste de la provincia; y finalmente Aguada Final, caracterizada por Aguada Portezuelo del Valle Central, el este catamarqueño y parte del área chaqueña.

Consideramos que fue este autor quien genera un quiebre importante en la arqueología de la zona, por cuanto toma en cuenta un sinnúmero de nuevas evidencias que le permiten realizar interpretaciones y asociaciones entre tipos de asentamientos en relación a la altura de su emplazamiento. Plantea además un modelo caracterizado por zonas de cultivo de maíz en espacios regados por el río principal, complementado con caza de especies y recolección, todos en los espacios más bajos, y pastoreo de camélidos en pastizales de altura, así como depósitos en ese mismo sector (Kriscautzky 2000a, 2000b).

En base a lo antes expuesto, Kriscautzky plantea en líneas generales que:

“...encontramos para el valle de Catamarca en épocas de ‘Aguada’ un grupo social estructurado con un sistema de trabajo de la tierra y producción que combina la ganadería de camélidos en los pastizales de altura con sembrados en laderas preparadas a tal efecto, riego por canales en las laderas, producción y trabajo de las materias primas en los niveles intermedios y caza, recolección y producción en los niveles bajos de la depresión, todo ello requirió evidentemente de un sistema estructurado de organización política sostenido por un sistema de creencias con una ideología estructurada, que permitió el trabajo de conjunto de grupos numerosos para elaborar obras de almacenamiento y producción, sin estructuras que indiquen actividad bélica entre ellos.” (Kriscautzky 2000a:68).

Se destacan dos cosas importantes en esta cita: en primer lugar, el autor propone un espacio sectorizado según diferentes estratos altitudinales, donde existieron lugares específicos para vivir, cultivar y criar ganado, propuesta basada en los modelos de complementariedad económica tan ampliamente aceptados a lo largo de todos los Andes (Murra 1975; Núñez y Dillehay 1979) y que tuvieron gran asidero en los modelos propuestos para el noroeste argentino (González 1979; Núñez Regueiro y Tartusi 1987; entre otros); en segundo lugar, se pone énfasis en la organización político administrativa que generó lo que fuera definido como “Cultura de La Aguada” (sensu González 1964), donde habría existido un alto grado de estratificación social.

En trabajos posteriores (Álvarez 2000-2001, 2001; Álvarez et al. 2007; Álvarez y Valverdi 2008, 2012), se detectan una gran cantidad de estructuras, la mayoría de las cuales serían emplazamientos agrícolas. Se realiza una clasificación de estas estructuras, llegando a la conclusión de que en la Quebrada de El Tala se practicó una agricultura intensiva para el momento de Aguada (Álvarez et al. 2007). También compara el sitio Mogote del Carrizal con otros emplazamientos ubicados en la Quebrada de El Tala teniendo en cuenta la arquitectura y material cerámico recuperado, concluyendo que la configuración actual del paisaje en la Quebrada de El Tala es el resultado de una actividad agrícola continua, desarrollada a lo largo de milenios con el fin de modificar el paisaje natural y: “conformar intencionalmente factores microclimáticos, que tuvieron por propósito optimizar las condiciones de cultivo, en zonas que previo a estas reformas resultaban marginales para la implementación de la agricultura.” (Álvarez y Valverdi 2008:146).

Puentes (Puentes 2005; Puentes et al. 2007) realiza una propuesta explicativa de cómo era concebido, administrado y remodelado el espacio respecto de la planificación agraria desde una perspectiva espacial, atendiendo y describiendo las técnicas de apropiación del espacio asociado a la actividad agrícola. Propone que los grupos que habitaron la Quebrada de El Tala supieron administrar la información extraída del ambiente a través de sistemas concretos de cognición y percepción que seleccionaron la información más útil y adaptables a la geografía serrana. Los mismos están evidenciados a través de las múltiples estructuras presentes en esta área (Puentes et al. 2007). Sostiene que en los tiempos del Formativo Superior para la zona de estudio, el espacio era concebido y administrado a través de un modelo articulado, donde el uso diferencial del suelo alcanzó un equilibrio dinámico logrado con una tecnología capaz de maximizar la heterogeneidad ambiental (Puentes y Fiant 2008). El interés primordial de estos trabajos es comprender la lógica de producción de los sistemas agrícolas prehispánicos, definiendo el patrón de uso del espacio. Siguiendo esta línea, Álvarez y Puentes llevan a cabo las primeras excavaciones en dos sitios de la Quebrada de El Tala, donde muestran la asociación entre un sistema agrícola y uno residencial (Álvarez 2001; Puentes et al. 2007). Si bien en un primer momento presentan un modelo de base fuertemente económica, la descripción de sitios y su caracterización comienza a brindar la posibilidad de realizar nuevas preguntas en torno a los paisajes arqueológicos de la Quebrada.

MARCO TEÓRICO

En base a nuestra problemática y a los objetivos planteados, hemos decidido abordar nuestro estudio a través de una investigación de amplia escala a partir de la propuesta teórica-metodológica de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado 1993). Puesto que ésta considera el espacio no como un marco de los procesos históricos, o un elemento más del registro arqueológico, como ocurre en las aplicaciones de metodologías neopositivistas, sino como un sistema integrado resultado de la acción del hombre, donde los elementos que lo forman son interdependientes y se condicionan (Anschuetz et al. 2001).

El estudio del paisaje arqueológico no implica una restitución del medio geográfico en un momento determinado. A lo largo de la evolución histórica y cultural del hombre su comportamiento sobre el medio es determinante como acción modificadora del paisaje. Estas transformaciones humanas en el medio son informaciones precisas, ligadas a la dinámica histórica de las sociedades y, por lo tanto, el estudio de las transformaciones del paisaje es también el estudio de la evolución histórica de una comunidad.

Por lo tanto, el estudio del paisaje nos permite estudiar de manera exhaustiva muchos factores que globalmente interactúan en los procesos de cambio cultural. El paisaje caracteriza a la línea de acción que se abre en arqueología cuando se asume como principio esencial el hecho de que las entidades arqueológicas no existen aisladas, sino que son entidades espaciales, relacionadas significativamente con su contexto espacial. Anschuetz et al. (2001) plantean que una de las premisas aplicables al paisaje es que este es un mundo de productos culturales donde las comunidades transforman los espacios físicos en lugares llenos de contenido mediante sus actividades diarias, sus creencias y sus sistemas de valores.

Las relaciones con el paisaje hacen alusión a prácticas sociales recurrentes y rutinarias que en su reproducción construyen al individuo como actor social y a la estructura, o sociedad, como organizadora de la vida colectiva (Giddens 1995). Esta ontología de lo social enmarca dentro de sí al individuo y a la sociedad, y sirve para llegar a comprender la manera en que se construyeron las relaciones al interior de los grupos sociales (Giddens 1995). Las prácticas sociales son estructuradas y estructurantes (Bourdieu 1991:91). Por ello, son eficaces para ejemplificar la forma en que la sociedad es construida en una dinámica cambiante y contextualmente significativa. Es decir que, esta teoría pone el acento en la importancia del contexto en el que fueron producidas las acciones concretas del pasado que originaron los restos materiales.

De manera que las prácticas son el nexo entre el individuo y la sociedad, entre la agencia y la estructura. El concepto de agencia (Giddens 1987) se refiere a un individuo que posee una capacidad para resignificar las reglas aprendidas de su entorno social, y que es cognoscible. Es decir, comprende a un individuo o agente social inserto en un saber colectivo que tiene motivos y razones que guían su acción (Giddens 1987). Estas acciones tienen un fundamento basado en el conocimiento del contexto en que son llevadas a cabo, y tienen un fin específico. Esto se denomina “control reflexivo de la acción” (Giddens 1993:45). En las culturas tradicionales, por ejemplo, prevalecen las prácticas fundadas en la valoración de símbolos que contienen y perpetúan la experiencia de generaciones y utilizan a la tradición como contexto de justificación (Giddens 1987, 1995).

La tradición integra el control reflexivo de la acción, organizando el tiempo y el espacio de la comunidad; en ellas las actividades y experiencias se inscriben en una continuidad temporal que une pasado, presente y futuro, que son, a su vez, reestructurados por las prácticas sociales recurrentes (Giddens 1995). Según esto, la tradición no es totalmente estática porque es reinventada por las nuevas generaciones al hacerse cargo de su herencia cultural.

Para ahondar en los aspectos de las prácticas sociales y sus relaciones con el paisaje, y verlas a éstas como recurrentes y rutinarias, es que tomaremos los aspectos derivados del tránsito, pues creemos que debe entenderse como reflejo de una red de permeabilidad de un espacio, donde la reutilización de unos puntos u otros del tránsito por elementos arqueológicos ilustrará el proceso de semantización concreto de ese espacio (Villafañez 2012).

También Tilley (1987) sostiene, partiendo de la premisa de documentar su propio movimiento alrededor de una serie de monumentos megalíticos, que la experimentación subjetiva del paisaje proporciona una metodología para la interpretación arqueológica de la organización del mismo. Movimiento, que es percepción personal de formas, distancias y tiempos del paisaje. Además consideramos al paisaje como poseedor de una carga significativa, la cual está relacionada a la experiencia cognitiva de quien contemple dicho paisaje. Así, según Ingold (1993) el paisaje se crea y recrea constantemente, es tanto su forma física como la percepción de la misma. Es también movimiento, ya que es “el mundo tal y como es percibido por aquellos que viven en él, que habitan determinados lugares y viajan a lo largo de los caminos que los conectan” (Ingold 1993:156).

MARCO METODOLÓGICO

Desde hace muchas décadas, la prospección ha sido reivindicada como metodología válida para conocer el pasado y plenamente capaz de conducir a hipótesis factibles de contrastar sin la necesidad de excavaciones (Trigger 1992). Existen muchas definiciones acerca de lo que consiste una prospección. Cerrato Casado, por ejemplo, la entiende como “la técnica arqueológica de campo consistente en la exploración visual del registro material conservado en la superficie del terreno y su debida documentación mediante un método planificado y atendiendo a unos objetivos concretos” (Cerrato Casado 2011:151). Otra es la que proponen Gallardo y Cornejo, quienes afirman que consiste en “la aplicación de un conjunto de técnicas para optimizar las probabilidades de descubrimiento de los materiales culturales que caracterizan el registro arqueológico en el ámbito de un espacio conceptualmente definido” (Gallardo y Cornejo 1986:410).

La Quebrada de El Tala, es un lugar con una amplia variedad ambiental y topográfica, con un relieve ondulado que nos imposibilita el hecho de llevar a cabo tareas en un corto periodo de tiempo (prospecciones no-planificadas), o trabajos en búsqueda de evidencias puntuales (prospecciones extensivas), como así también relevamientos con un gran número de personas siguiendo transectas (prospecciones intensivas) (Chapa Brunet et al. 2003); en cuanto a este último caso, entre otras cosas, porque el esfuerzo de cruzar sucesivamente quebradas con alto grado de pendiente sería muy elevado.

Tomando estos criterios, adoptamos como metodología de prospección la propuesta realizada por Villafañez (2013, Villafañez et al. 2015), debido al hecho que la zona de estudio es muy similar a la zona trabajada por el autor en cuanto a su topografía, vegetación y evidencias materiales, además creemos que es una propuesta innovadora que nos permitirá acercar de forma más estrecha a las pautas de movilidad que este trabajo plantea.

Según Villafañez (2012) esta metodología de prospección, toma algunos aportes de las tradicionales (escuetamente comentadas párrafos arriba) e introduce nuevos conceptos. Concretamente, la búsqueda de restos arqueológicos en el área de estudio se realizó adoptando el criterio de caminar por el valle siguiendo los senderos y las vías de tránsito naturales y culturales que aún vemos en la actualidad. Esta metodología, que se ha denominado Sistema de Prospección por Sendas (SPS), nos ha permitido acercarnos al paisaje de la Quebrada de El Tala de otra manera, donde logramos movernos fluidamente a través de ellas por las vías de tránsito usadas cotidianamente por los habitantes del lugar. “Las sendas nos brindan un modo de conocer el paisaje de manera diferente, al permitirnos comprender que algunos lugares que a priori parecían alejados por la distancia y la topografía, son posibles de conectarse mediante vías que se acomodan a las sinuosidades propias del terreno de manera gradual, no abrupta” (Villafañez 2012:35).

Esta propuesta metodológica, el SPS, tiene algunas ventajas que queremos rescatar:

a) A la vez que se registra la evidencia arqueológica se pueden reconocer algunas potenciales pautas de movilidad en el terreno (por ejemplo, cruces, desvíos, cuestas, posibles lugares de descanso), logrando un conocimiento más preciso de las distancias de caminata entre sitios.

b) También permite relevar datos relacionados a la temporalidad, pues por ejemplo desplazarse desde diferentes lugares con una misma distancia muchas veces no implica una misma duración, considerando factores tales como la topografía, la vegetación etc.

c) Moverse a través del paisaje brinda la posibilidad de registrar, de manera más completa y compleja, los rangos de visibilidad, visibilización e inter-visibilidad (sensu Criado Boado 1993).

d) Si los trabajos son realizados por varios grupos simultáneamente, en ocasiones se puede prestar atención a temas que no quedan en el registro arqueológico en forma de evidencia empírica, tales como la sonoridad del paisaje y la posibilidad escuchar a otro entre quebradas.

e) Las tareas de prospección, por lo general, son más cortas y no se necesitan demasiadas personas para llevarlas a cabo, minimizando los costos de la investigación.

En cuanto a la recolección de los datos de los sitios arqueológicos, la información fue registrada mediante una planilla estandarizada con 75 variables, entre las que se destacan las ambientales, procesos de formación de sitios, formas y tamaños, técnicas constructivas, visibilidad, de percepción, etc. También se hizo un relevamiento detallado de las sendas, tomando tiempos, distancias y realizando tracks completos con sistema de posicionamiento global (GPS).

ALGUNAS DEFINICIONES OPERATIVAS

Sitio arqueológico: el sitio arqueológico es la unidad mínima de prospección y análisis, entendido como locus material producto de la actividad humana con suficiente discontinuidad con respecto al entorno como para poder diferenciarlo de otros similares y establecer sus límites (Villafañez 2012).

Unidad habitacional: para esta definición hemos tenido en cuenta los datos recabados a través de sondeos y excavaciones de investigaciones de áreas cercanas. Tanto los trabajos realizados a lo largo de gran parte de la Quebrada de El Tala (Pata de Buey, Pueblo Perdido, Pueblo Perdido II) (Kriscautzky 2000a, 2000b; Puentes 2003; Fonseca 2010;Fonseca et al. 2014, 2015) como además las excavaciones en valles aledaños como Ambato y Balcosna (ver Figueroa 2008; Villafañez 2013). En base a estas similitudes entendemos que las unidades habitacionales poseen en líneas generales recintos adosados (entre 2 a 10) que comparten un muro doble, con aberturas que comunican a un espacio abierto común. La técnica de construcción de estas estructuras se caracteriza por una base de dos hileras de piedras lajas canteadas, clavadas de manera vertical y con relleno de tierra y cascajo y sobre ella hileras de piedras lajas dispuestas de manera horizontal, en cuanto al tamaño pueden variar promedio de entre 80 y 600 m2.

Estructuras Agrícolas

Tomamos como base la tipología realizada por Kriscautzky (2000b), basada en la forma de la planta y la pendiente del terreno de base:

Andenes: sucesión de muros de contención que siguen las curvas de nivel a pocos metros unos de otros, permitiendo la nivelación de tierras en laderas abruptas.

Terrazas: similares a los anteriores, pero con mayor distancia entre las paredes, se encuentran sobre terrenos de pendientes relativamente suaves (menos de 45º). Canchones: grandes espacios nivelados por contención de sedimentos en las terrazas bajas o llanura de inundación de los cauces, sobre terrenos con una base geomorfológica de escasa pendiente, mantenidos con superficie horizontal por relleno de aluvión contenido a partir de muros de piedra doble bajos entre 0.50 y 0.80 m, construidos con dos hileras de piedras lajas clavadas verticalmente y relleno de cascajos que a veces superan los 50 m de distancia.

Despedres: acumulaciones de piedra como producto de la limpieza de los terrenos de cultivo.

DESCRIPCIÓN DEL ÁREA DE ESTUDIO Y RESULTADOS OBTENIDOS

El área presenta un fuerte predominio orográfico por lo que circunscribe la zona y bosqueja de cierto modo sus límites naturales; al norte con la formación montañosa en la que se destacan los cerros Pabellón, Pabellón Chico y Mogote del Carrizal; al oeste por la cumbre de la sierra de Ambato y las Serranías del Tala; al este por el cerro Colorado y al sur hasta encontrarse con el cambio de rumbo de la quebrada en proximidades del km 22 (Juárez 1986).

Desde el punto de vista geológico la quebrada se manifiesta sobre una estructura de fracturas precámbricas, de plegamiento caledónico y con restitución ándica, conformando un relieve en bloques disectados en forma asimétrica, diseño típico de las Sierras Pampeanas, cubiertos por materiales sedimentarios.

En la siguiente sección se describen de manera muy somera las sendas prospectadas y luego se presentan los datos de los sitios relevados en las mismas.

Descripción de las sendas

1. Senda 1 Quebrada Seca

Ubicada inmediatamente al sur de la Quebrada de El Tala. Las características topográficas impedirían recorrerla de otro modo que no sea a través de la red de senderos que en ella existen. Con una longitud de 3,4 km, tomamos una dirección este-oeste por la parte más baja de la quebrada, zona donde se relevaron una importante seguidilla de estructuras agrícolas y de viviendas (Figura 2 y Figura 3), luego se siguió el ascenso por la loma contigua en dirección norte-sur, la cual termina con la unión hacia el río El Tala. Caminar por allí implica adentrarse en la profundidad de las lomas, lo que en muchas ocasiones significaba observar gran variedad de estructuras, algunas muy cercanas entre sí.


Figura 2. Croquis de sitio habitacional en donde se observa estructuras habitacionales y agrícolas.


Figura 3. Senda 1, los números indican la ubicación de los sitios registrados.

 

2. Senda 2 Quebrada de El Tala

Transcurre por las terrazas del piedemonte, por el margen izquierdo del Río El Tala, a la que denominamos Valle del Tala, atravesando numerosos canchones de cultivo y ascendiendo suavemente en dirección a las nacientes del mismo (Figura 4). La vegetación es abundante en pastizales y arbustales, reduciendo en la época de lluvias la visibilidad de manera notable. Los sitios se ubican a uno y otro lado de la misma, y si bien se identificaron cinco, en realidad parecería que toda el área sería una gran zona de cultivo entre los que se distribuyen estructuras habitacionales, canchones, despedres y posibles sitios de almacenamiento que en su conjunto ocupan un área de 55.000 m2 (Figura 5). En el inicio de la senda se observa un gran impacto antrópico producto de la remoción de suelos y estructuras arqueológicas para la construcción de obras de infraestructura habitacional actual y el desmonte y la limpieza de terrenos para loteos. En la actualidad el primer tramo de la senda que va desde la ruta hacia el loteo ha sido ensanchada para permitir el paso de vehículos de gran porte que trasladan los materiales para la construcción de las viviendas de la zona. La senda también es utilizada por montañistas para ascender al cerro Crestón, y personas que en temporada realizan actividades de pesca de trucha y cacería de perdices. El primer tramo de la senda tiene una extensión de 1.8 km de extensión y finaliza en un extenso muro de contención ubicado en la primera quebrada transversal tributaria del Río el Tala. A partir de esta quebrada se ascienden gradualmente sobre el nivel del río, produciendo espacios en donde se escalonan diversas estructuras agrícolas y posibles sitios habitacionales separados por quebradas angostas y profundas con una densa vegetación y que presentan en las márgenes de las mismas estructuras que podrían ser descriptas como muros de contención y despedres. Es de destacar que en los espacios aterrazados constituidos por las estructuras arqueológicas se registra una reocupación en tiempos actuales como corrales y puestos de ganadería. En este segundo tramo de la senda en una extensión de tres kilómetros se registraron un total de cinco sitios arqueológicos de recintos adosados, posiblemente sitios habitacionales (Figura 6).


Figura 4. Senda 2 Quebrada de El Tala, los números indican la ubicación de los sitios registrados.


Figura 5. Croquis en donde se observan canchones de cultivo y despedres.


Figura 6. Croquis de posible sitio habitacional.

 

3. Senda 3 Mogote del Carrizal

La senda inicia en el margen izquierdo del Río El Tala y transcurre por ésta hasta llegar a la primera quebrada del cerro Mogote del Carrizal. Comenzar a caminar implica ascender por una loma bastante empinada, por lo que la senda transcurre en zigzag, con una elevación total de 150 m. Los sitios arqueológicos se ubican en las quebradas laterales hacia el sur, así el ascenso sigue de manera abrupta y transcurre por el filo del cerro para luego descender y volver al piedemonte, conectándose en éste con la senda Valle del Tala (Figura 7). Es una senda bastante transitada ya sea por lugareños, animales, además de montañistas y para ascender a la cima del cerro Mogote del Carrizal. El tramo recorrido tiene una extensión aproximada de 2 km en el cual se relevaron 10 sitios.


Figura 7. Senda 3 Mogote del Carrizal. Los números indican la ubicación de los sitios registrados.

 

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Si bien este trabajo no deja de ser parte de una primera aproximación, nos sirve para aportar una nueva perspectiva a las ideas que existían para la arqueología de la zona. A lo largo de este trabajo pretendemos realizar una discusión con nuevos datos para el valle intermontano de El Tala, puesto que antes este valle era concebido primeramente como un objeto físico, como el resultado de un marco ambiental concreto modelado a través de la acción humana y cultural, algo que destacamos en los antecedentes con las primeras aproximaciones al área. En ellos se planteaba la idea de que la configuración actual del paisaje en el Valle de El Tala era el resultado solo de una actividad agrícola continua, desarrollada a lo largo de milenios con el fin de modificar el paisaje natural (Álvarez 2000-2001, 2001; Álvarez y Valverdi 2008, 2012). Por consiguiente, en los trabajos antes citados vemos que se desprende la idea de que el espacio condiciona los actos de los individuos y éstos a su vez modifican este espacio en su idea funcionalista - economicista del paisaje, por ello a través de una nueva mirada con un marco teórico distinto logramos interpretar este paisaje en una relación constante entre estructuras habitacionales conectadas (a veces unidas por muros y otras tantas a corta distancia) y estructuras agrícolas, ubicando en el espacio a los habitantes que habían permanecido ocultos hasta el momento, y configurando un paisaje permeable y transitable. Independientemente de las características topográficas del terreno y la posible funcionalidad asignada a las estructuras identificadas que nos permite inferir un paisaje como la expresión material de una construcción social, habitado y vivido (Figuras 8, 9 y 10). La existencia de vías de comunicación entre los sitios configura una serie de posibles escenarios sociales, por los cuales las personas transitaron cotidianamente, perpetuando la experiencia de generaciones y sedimentando y resignificando prácticas sociales que se inscriben en una continuidad espacial y temporal, que une pasado presente y futuro y que tiene su correlato en la materialidad beneficio. Estas perspectivas funcionalistas – economicistas del espacio, crearon una visión del paisaje del área de estudio en la que éste era solamente un contenedor de estructuras agrícolas y ganaderas.

En consecuencia, estas formas de concebir el paisaje nos estimularon a buscar respuestas en otros marcos teóricos. Puesto que concebimos al paisaje como una construcción social, la transitabilidad nos permitió relevar estructuras y concebir al terreno con sus posibles formas de desplazamiento. Por ello, el método de prospección por sendas (Villafañez 2012, 2013; Villafañez et al. 2015) utilizado en esta investigación nos posibilitó acercarnos al paisaje a una escala más humana, identificando y relacionando estructuras que hasta el momento habían permanecido ocultas tras el sesgo agrícola de las investigaciones previas.

A lo largo de estas sendas se identificaron sitios habitacionales (N=20), terrazas (N=256), canchones (N=70); andenes (N=207), despedres (N=2), morteros (N=4). Todo este conjunto de evidencias arqueológicas expresa más que sólo una idea funcionalista - economicista del paisaje, por ello a través de una nueva mirada con un marco teórico distinto logramos interpretar este paisaje en una relación constante entre estructuras habitacionales conectadas (a veces unidas por muros y otras tantas a corta distancia) y estructuras agrícolas, ubicando en el espacio a los habitantes que habían permanecido ocultos hasta el momento, y configurando un paisaje permeable y transitable. Independientemente de las características topográficas del terreno y la posible funcionalidad asignada a las estructuras identificadas que nos permite inferir un paisaje como la expresión material de una construcción social, habitado y vivido (Figura 8, Figura 9 y Figura 10).


Figura 8. Imagen en donde se observan la totalidad de las sendas y la distribución de los sitios.


Figura 9. Ubicación de los sitios según geoforma.


Figura 10. Cantidad y tamaño de los sitios habitacionales.

 

La existencia de vías de comunicación entre los sitios configura una serie de posibles escenarios sociales, por los cuales las personas transitaron cotidianamente, perpetuando la experiencia de generaciones y sedimentando y resignificando prácticas sociales que se inscriben en una continuidad espacial y temporal, que une pasado presente y futuro y que tiene su correlato en la materialidad construída que llega hasta nosotros.

A su vez, la estrecha distancia y la fácil comunicación entre los sitios, la sensación de unidad, nos permite aventurar la existencia de una comunidad integrada en la cual el límite entre las zonas de vivienda y producción se diluía en la rutinización de las prácticas cotidianas. Caminar significaba reconstruir constantemente el paisaje, experimentar el espacio relacionándolo inextricablemente con el entramado social, nombrando y amojonando lugares, personas y cosas.

A través de la regularidad de estructuras habitacionales insertas entre las estructuras de cultivo, así como por la homogeneidad de las técnicas de construcción (los andenes y terrazas están construidos con muros simples de piedra laja dispuestas de manera horizontal, las estructuras habitacionales con muros dobles con una base de dos hileras de piedras lajas dispuestas de manera vertical sobre la que se disponen hileras de piedras lajas horizontales, lo mismo que los canchones, con la diferencia que en estos últimos la altura de los muros no supera los 0.80 m), creemos en la existencia de un paisaje social homogéneo en el que no se observan signos de diferenciación social.

En cuanto a la ubicación temporal de este paisaje social, como aún no hemos realizado excavaciones para efectuar estudios más precisos que nos permitan obtener una idea acabada al interior de los recintos, recurrimos a una cronología relativa por comparación con las zonas aledañas, donde las recurrencias observables en el estilo arquitectónico nos permiten inferir que las prácticas sociales que nosotros pensamos para nuestra área, se inscriben en una continuidad espacial y temporal. Puesto que en los diversos sitios excavados de la Quebrada de El Tala los fechados radiocarbónicos se corresponden al Periodo Temprano con la aparición de las primeras aldeas, representados por los sitios Pueblo Perdido de la Quebrada I y II, Pata de Buey con fechados entre 1770 ± 90 AP y 1520 ± 80 (Kriscautzky 2000a; Kriscautzky y Lomaglio 2000) posteriormente con la expansión de Aguada representados por los sitios PPQ I, Mogote del Carrizal, km 25, Ojo de Agua I y Peschiutta; con fechados entre 1410 ± 60 AP y 990 ± 60AP (Kriscautzky 2000a; Kriscautzky y Lomaglio 2000 Fonseca et al. 2014, 2015). A su vez, los análisis de los materiales cerámicos manifiestan una continuidad formativa, es decir filiación Cóndor Huasi, Ciénaga, Candelaria y las distintas variantes de Aguada.

Así, y según todo lo antes dicho, no queremos dejar de remarcar lo inicial de esta investigación, donde el caminar a través de las sendas fue una “excusa” para plantear una nueva línea de investigación desde la Arqueología del Paisaje. El caminar y prospectar nos posibilitó el encontrar nueva y variada evidencia que antes no se había conseguido, ampliando notablemente el conocimiento de la zona, siendo esto quizás el aporte más importante de este trabajo, ya que nos permite de dejar pensar a la Quebrada de El Tala no solamente como un área de cultivo, sino como un área para vivir.

 

BIBLIOGRAFIA

1. Álvarez, S. 2000-2001. El Sitio Mogote del Carrizal y su relación con otros emplazamientos ubicados en la Quebrada de El Tala (Depto. Capital – Catamarca). Revista Centro Estudios Regiones Secas 8:59-71.

2. Álvarez, S. 2001. Uso del espacio para la producción agrícola y vivienda rural de grupos de filiación Aguada en la Quebrada de El Tala (Depto. Capital, Provincia De Catamarca - República Argentina). Un caso de estudio: Sitio Mogote del Carrizal. Tesis de Licenciatura inédita, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional De Catamarca, Catamarca.         [ Links ]

3. Alvarez, S., H. Puentes y A. Del Viso 2007. Planificación agraria regional en tiempos prehispánicos. El espacio pensado como recurso económico. Investigaciones en la ladera oriental del Cerro Colorado (Depto. Capital – Catamarca). En Memoria del II Congreso de Historia de Catamarca, Tomo I: 61-81, Catamarca.

4. Álvarez, S. y E. Valverdi 2008. Integrando datos: arqueología del tramo superior de la Quebrada de El Tala (Dpto. Capital). Aportes Científicos 8:133-150.         [ Links ]

5. Álvarez, S. y E. Valverdi 2012. Puertas tapiadas, indicadores de abandono en la quebrada de El Tala un caso de estudio (dpto. Capital). Aportes Científicos 9:150-168.         [ Links ]

6. Anschuetz, K. F., R. H. Wilshusen y C. L. Schieck 2001. An archæology of landscape: perspectives and directions. Journal Of Archaeological Research 9 (2):157-211.         [ Links ]

7. Ardissone, R. 1944. Andenes en la Cuenca del Torrente de las Trancas (Provincia de Catamarca). Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 4:93-109.         [ Links ]

8. Barrionuevo, O. 1972. Investigaciones arqueológicas en la cuenca hidrográfica del Río El Tala, Departamento Capital, Provincia De Catamarca. Yacimiento De Paso Del Obispo. Ms en archivo, Biblioteca de Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca.

9. Bourdieu, P. 1991. El Sentido Práctico. Editorial Taurus, Madrid.         [ Links ]

10. Chapa Brunet, C., A. Uriarte Gonzalez, J. M. Vicentgarcía, V. Mayoral Herrera y J. Perelrasies. 2003. Propuesta metodológica para una prospección arqueológica sistemática: El caso del Guadiana Menor (Jaén, España). Trabajos De Prehistoria 60 (1):11-34.         [ Links ]

11.Cerrato Casado, E. 2011. La prospección arqueológica superficial: un método no destructivo para una ciencia que sí lo es. Arte, Arqueología e Historia 18:151-160.         [ Links ]

12. Criado Boado, F. 1993. Límites y Posibilidades de la Arqueología del Paisaje. Spal 2: 9-55         [ Links ]

13. Figueroa, G. 2008. Los sistemas agrícolas del Valle de Ambato, Catamarca, siglos VI a XI d.C. Intersecciones en Antropología 9: 313-317.         [ Links ]

14. Fonseca, L. 2010. Aguada Inicial, arqueología de los espacios domésticos en Pueblo Perdido de la Quebrada (Valle de Catamarca). Ms. en archivo, Biblioteca de la Escuela De Arqueología, Universidad Nacional De Catamarca, Catamarca.

15. Fonseca, E., C. Melián y C. Caraffini. 2014. Análisis comparativo de tres recintos de una unidad habitacional en el sitio Pueblo Perdido de la Quebrada, Valle de Catamarca. Revista de investigaciones De Centro De Estudiantes De Arqueología UNSM 8:211- 225.         [ Links ]

16. Fonseca, E., C. Melián y C. Caraffini. 2015. Continuidad en los modos de hacer y vivir en una unidad habitacional, en Pueblo Perdido de la Quebrada (Valle de Catamarca). En Arqueología y Paleontología de Catamarca, editado por M. A. López, pp. 89-98. Fundación de Historia Natural Félix de Azara, Buenos Aires.         [ Links ]

17. Giddens, A. 1987. Las Nuevas Reglas Del Método Sociológico. Amorrortu Editores, Buenos Aires.         [ Links ]

18. Giddens, A. 1993. Consecuencias de la Modernidad. Editorial Alianza Universidad, Madrid.         [ Links ]

19. Giddens, A. 1995. La constitución de la sociedad: bases para una teoría de la estructuración. Amorrortu Editores, Buenos Aires.         [ Links ]

20. Gallardo, F. y L. Cornejo. 1986. El diseño de la prospección arqueológica: Un caso de estudio. Chungara 16-17: 409-420.         [ Links ]

21. González, A. 1964 La cultura de La Aguada del Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología 3:205-254.         [ Links ]

22. González, A. 1979. Dinámica cultural del Noroeste Argentino. Evolución histórica en las culturas del N.O.A. Antiquitas 28/29:1-15.         [ Links ]

23. Ingold, T. 1993. The temporality of the landscape. World Archaeology 25:152-174.         [ Links ]

24. Juárez, H. O. 1986. Estudio de la Cuenca del Rio El Tala. Ms. en archivo, Departamento de Geografía, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca.

25. Kriscautzky, N. 1995. Avances en la arqueología del Formativo Inferior en el Valle de Catamarca. Revista de Ciencia y Técnica 2(2):65-82.         [ Links ]

26. Kriscautzky, N. 1999a. Sociedades agropastoriles en la Cadena del Ambato-Manchao, El caso de la Quebrada de El Tala. En Actas del XII Congreso Nacional De Arqueología Argentina. Tomo I:89-91, La Plata.         [ Links ]

27. Kriscautzky, N. 1999b. Arqueología de Catamarca. Desde su poblamiento hasta la conquista española. Editorial Cenedit, Catamarca.         [ Links ]

28. Kriscautzky, N. 1999c. Arqueología del Fuerte Quemado de Yocavil. Publicación de la Dirección Provincial de Cultura. Catamarca.         [ Links ]

29. Kriscautzky, N. 2000a. Nuevos aportes en la arqueología del Valle de Catamarca. Shincal 6:27-34.         [ Links ]

30. Kriscautzky, N. 2000b. Sistemas productivos y estructuras arqueológicas relacionadas con la producción agropecuaria en el Valle de Catamarca. Shincal 6:65-69.         [ Links ]

31.Kriscautzky, N. y D. Lomaglio. “¿Aguado o Aguadas? En el Valle de Catamarca”. 14 octubre, 2000. http://www.geocities.ws/ aguadamesaredonda/oaguadas/oaguadas.html (10 de abril 2017).

32. Larrouy, A. 1914. Los indios del Valle de Catamarca. Estudio Histórico. Publicación de la sección Antropología14: 3-7.         [ Links ]

33. Murra, J. 1975. Formaciones económicas y políticas del mundo andino. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.         [ Links ]

34. Núñez, L. y Dillehay T. 1979. Movilidad Giratoria, Armonía Social y Desarrollo en los Andes Meridionales: Patrones de Tráfico e Interacción Económica. Editorial de la Universidad Católica del Norte, Antofagasta.         [ Links ]

35. Nuñez Regueiro, V. y M. Tartusi 1987. Aproximación al estudio del área pedemontana de Sudamérica. Cuadernos 12:130-159.         [ Links ]

36. Puentes, H. 2003. Los primeros tiempos del Formativo en el Valle de Catamarca, control de cuenca, manejo hidráulico y uso del espacio. Un caso de estudio: sitio El Tala. (Depto. Capital- Catamarca). Editorial Cenedit, Catamarca.         [ Links ]

37. Puentes, H. 2005. Economía agrícola prehispánica. Distribución y función de las estructuras destinadas a la producción en el espacio serrano durante el periodo formativo. En La cultura de la Aguada y sus expresiones regionales, pp. 199-210. Eudelar, La Rioja.         [ Links ]

38. Puentes, H; S. Álvarez Y N. Kriscautzky. 2007. Arquitectura agrícola del periodo Formativo en la Quebrada del Tala y Valle Central, Pcia. de Catamarca. En Libro de Resúmenes ampliados del XVI Congreso Nacional de Arqueología Argentina I:335-337.         [ Links ]

39. Puentes, H y Roxana Fiant 2008. Perspectiva Del Ordenamiento Territorial En El Pasado Prehispánico. Quebra-da De El Tala, Pcia. De Catamarca. Aportes Científicos 8. Facultad De Humanidades. Unca.         [ Links ]

40. Quiroga, C. 1929. Cerro nativo. El hombre y la naturaleza (espíritu de la región). Ediciones Nuestra América, Buenos Aires.         [ Links ]

41. Tilley, C. 1987. Re-constructing Archaeology. Theory and practice. The Press Syndicate of the University of Cambridge, Cambridge.         [ Links ]

42. Trigger, B. 1992. Historia del pensamiento arqueológico. Editorial Crítica, Barcelona.         [ Links ]

43. Villafañez, E. 2012. Espacio y paisaje entre el cañón de Paclín y el valle de Ambato, provincia de Catamarca. Tesis Doctoral inédita, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Cordoba.         [ Links ]

44. Villafañez, E. 2013. Arqueología, senderos y paisaje en el valle de Balcosna. La Zaranda de Ideas. Revista de jóvenes investigadores en arqueología 8:(2):119-136.         [ Links ]

45. Villafañez, E., E. Fonseca, G. Acuña y H. Puentes. 2015. Moviéndose con el paisaje: Una propuesta metodológica desde el Valle de Balcosna, Catamarca. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 40(2):477-497.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License