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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.15 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2017

 

ARTÍCULO

 

Ocupación del espacio y construcción del paisaje cultural arqueológico en Quebrada La Chinchilla, Región de Atacama, Chile

Space occupation and archaeological cultural landscape construction at Quebrada La Chinchilla, Atacama Province, Chile

 

Carolina Pavez Chiesa*

*Facultad de Patrimonio Cultural y Educación de la Universidad SEK, Chile. Egresada reciente de la carrera de Arqueología de la Facultad de Patrimonio Cultural y Educación de la Universidad SEK, Chile. Actualmente trabaja en el monitoreo arqueológico en Embalse Convento Viejo, Lolol, Chile. E-mail: carolinapavez@live.cl

Recibido: mayo de 2017.
Aceptado: agosto de 2017.


RESUMEN

Quebrada La Chinchilla se emplaza en la porción meridional del desierto de Atacama, cerca del pueblo minero Inca de Oro. Gracias a la cerámica superficial, ha sido posible adscribir las ocupaciones humanas desde el período alfarero temprano hasta el tardío, así como determinar el tipo de actividades llevadas a cabo, orientadas a la manufacturación lítica y de cuentas de mineral. Los sitios arqueológicos se hallan distribuidos cercanos a vetas de mineral, canteras, recursos hídricos y llanos, lo que nos incitó a buscar qué tipo de relación espacial se encontraría en la quebrada, la que por lógica debiera orientarse al emplazamiento cultural de acuerdo a la distribución de estos elementos naturales de interés. Se aplicaron metodologías de la arqueología del paisaje interpretadas desde postulados que asocian el tipo de distribución cultural de acuerdo al ambiente natural en que se insertan.

Palabras clave: Espacio; Paisaje; Distribución; Asociación; Chile.

ABSTRACT

Quebrada La Chinchilla is placed at the southern portion of the Atacama desert, near to the miner town Inca de Oro. Because of the superficial pottery, it has been possible to associate human occupation from early-pottery period to later period, and identify the manufacture of lithics and mineral beads as the kind of activities carried out at the ravine. The archaeological sites observed at the ravine are placed near to ore veins, lithic quarries, water resources and nearby flat lands, which led us to hypothesize about what kind of spatial relationship would be developed at La Chinchilla, which by logic would be focus on the cultural placement around the distribution of these specific natural elements. We applied landscape archaeological methodologies, which have been interpreted from cultural distribution according to the natural environment where they are inserted.

Keywords: Space; Landscape; Distribution; Association; Chile.


 

INTRODUCCIÓN

Como trabajo de investigación de una tesis de pregrado, se planteó la posibilidad de acercarnos a Quebrada La Chinchilla desde los análisis de la arqueología del paisaje,específicamente lo planteado por Criado(1999); debido a que en la quebrada hallamos sitios arqueológicos distribuidos cercanos a vetas de mineral, canteras, llanos y a un único pozo de agua, interesándonos en la posibilidad de asociación espacial que pudiera identificarse entre sitios y dichos elementos naturales y añadiendo la posibilidad de intervisibilidad que podría generarse. La quebrada presenta un total de 13 sitios denominados Chinchilla (CH), 10 de ellos insertos dentro de la quebrada y tres de ellos en su zona exterior, los que fueron considerados como Chinchilla debido a la similitud del registro arqueológico superficial,el que se enfoca en la manufacturación lítica y de cuentas de mineral de cobre (Garrido 2015). Garrido (2015) en su tesis doctoral explica que el asentamiento desde períodos preincaicos, específicamente desde el período alfarero temprano y hasta el período tardío con la llegada del Inca, se debería a la explotación de vetas de mineral y canteras con los fines últimos de dicha manufacturación de cuentas y artefactos líticos. Esa conclusión incidió en nuestra suposición de que el emplazamiento de los sitios estuvo asociado con la distribución de los elementos naturales que estarían siendo utilizados: vetas y canteras.

Por otro lado, nos llamó la atención la homogeneidad en la distribución de sitios arqueológicos, uno tras otro, lo que implicó adicionalmente el determinar qué tipo de asociaciones se darían entre sitios, teniendo además en cuenta la similitud en el registro arqueológico presente en cada uno de ellos. Para esto, se propuso el registro sistemático de los elementos culturales arqueológicos (sitios y/o paneles de arte rupestre, estructuras y senderos aislados) y los elementos naturales mencionados, particularmente relativo a su emplazamiento geográfico, lo que posteriormente permitiría generar mapas de distribución que indicaran de qué forma se daría la relación por asociación espacial entre elementos culturales arqueológicos y elementos naturales de interés en este estudio. Este relevamiento de información, como objetivo último, se utilizaría para la construcción del o los paisajes culturales arqueológicos,como una posible forma de comprender el uso y significación que le fue entregado a dicho espacio.

Este acercamiento al uso y significación del espacio, y desde una perspectiva lógica, debiera apoyar la hipótesis de Garrido (2015) y las observaciones de evidencias superficiales en los sitios, como mencionamos, orientadas a la manufacturación de líticos y cuentas de mineral. Para esto, la distribución de los sitios debiera estar asociada con las fuentes de materias primas que serían utilizadas, considerando la presencia y cercanía de ellas, incluso su visibilidad.

ANTECEDENTES DE LA QUEBRADA

Quebrada La Chinchilla se emplaza en la porción meridional del desierto de Atacama,específicamente en la sierra Cachiyuyo de Llampos, que corre en dirección noreste suroeste entre 35 y 70 km al norte de la capital regional Copiapó, y con el pueblo minero Inca de Oro como el más cercano, unos 36 km aproximadamente al norte. El sector oeste de la sierra está rodeado por dos llanos: hacia el norte el llano Piedra de Fuego (llano en que está emplazado el Qhapaq Ñan) y hacia el sur el llano arenoso Llampos (Figura 1).


Figura 1. Ubicación de Quebrada La Chinchilla en la región de Atacama.

La primera persona que mencionaría a la quebrada es Paul Treutler, un alemán ingeniero en minas que recorrió Chile entre 1851 y1863 en busca de minerales como oro y plata. Treutler accedió a la zona de la sierra Cachiyuyo de Llampos, en la porción meridional del desierto de Atacama, y en una ocasión y buscando a su mula, llegó a lo que actualmente conocemos como Quebrada La Chinchilla. Allí encontró a su mula, bebiendo agua de un pozo sombreado por un algarrobo, y en sus escritos señala el hallazgo de jeroglifos de color rojo que representan cóndores, guanacos y figuras humanas, y que se plasman en los farellones rocosos del sector al que llega (Treutler 1882). Entre los años 2007 y 2014, el arqueólogo Francisco Garrido realiza varias campañas dentro y fuera de la quebrada, a la que accede gracias a las detalladas descripciones de Treutler(1882). Enmarcado en su tesis doctoral, Garrido (2015) intenta comprender de qué forma la infraestructura incaica influenciaría a los grupos locales de la quebrada, puesto que, durante el período tardío, el Qhapaq Ñan se instala 3 km hacia el este. Aquí concluye que, en períodos más tempranos los grupos locales realizarían actividades especializadas de manufacturación de cuentas de mineral y artefactos líticos, mientras que con la llegada del Inca los grupos realizarían actividades diversas con el fin de intercambiar materialidades con los sitios emplazados a lo largo del Qhapaq Ñan y con los individuos que lo transitarían.

Con su investigación, se definieron 13 sitios que se adscriben siguiendo los fragmentos de cerámica diagnóstica en superficie a períodos que van desde el Agroalfarero Temprano (PAT) al Tardío. Se identificó en superficie cerámica tardía (CH1, CH2, CH3 y CH10), presencia de cerámica tipo Copiapó negro sobre rojo y Punta Brava (CH3), un fragmento cerámico atribuido a la Cultura La Ciénaga del Noroeste argentino(CH11), cerámica monocroma negro pulida asociada al PAT (CH5), cerámica posiblemente tipo Ánimas La Puerta (CH9 y CH10) y Ánimas I (CH1). De los 13 sitios, ocho presentan arte rupestre, y varios de ellos y entre ellos, senderos. También se identifican algunas vetas de mineral de cobre como en el sitio CH1 yCH5, canteras de óxido de hierro y jaspe rojo cercanas al sitio CH1 y CH7, y un único pozo de agua activo en CH9.

Para el presente proyecto, se tomaron los 13 sitios definidos por Garrido (2015) siguiendo los croquis de su relevamiento con el fin de reconocer en terreno cada una de las estructuras que él registró. Aquí se adicionaron estructuras que en campañas anteriores no habían sido identificadas y/o registradas, paneles de arte rupestre sin información previa de su emplazamiento específico, adicionando senderos observados. A la georreferenciación de estos elementos culturales se sumaron los elementos naturales definidos anteriormente, con el fin de establecer una primera asociación a través de las cercanías entre ellos, siendo medidas las distancias en terreno y utilizando imágenes satelitales de Google Earth. Considerando las propuestas iniciales, y asociándolas a la distribución de elementos culturales en Quebrada La Chinchilla junto con la observación e identificación de elementos naturales que pudieran asociarse a los primeros, se determinó la forma en que se dio la ocupación del espacio en ella, tomando como elementos culturales a aquellas estructuras delimitadas por bloques rocosos, paneles de arte rupestre y senderos que se registran en la quebrada y que se definen como evidencia arqueológica inmueble, lo que permitiría inferir que su ubicación actual corresponde a su ubicación pretérita.

MATERIALES Y MÉTODOS

En el análisis espacial se parte del supuesto de que en los yacimientos arqueológicos existen relaciones de localización entre las acciones sociales y el conjunto de los procesos naturales que dieron origen al espacio físico en donde se llevaron a cabo dichas acciones sociales (Sánchez 2006). Aquí se da por hecho que las decisiones humanas que se desarrollan dentro del espacio tienen una consecuencia material en él. En sintonía con la arqueología del paisaje, esta perspectiva tiene por objetivo definir los procesos de construcción social del espacio en épocas pretéritas a partir del registro material de los grupos humanos, considerando que el espacio existe por las relaciones sociales, objetos naturales y culturales (Tilley 1994).

Ligado a este espacio, constituido por relaciones sociales y objetos naturales y culturales, es que surge la apropiación como la incorporación de éste u otro espacio al ámbito social (Santos 2008), permitiendo la posesión y gestión de él por uso habitual o por una identificación con el mismo (Pol 2002). Este planteamiento es coherente con nuestros objetivos, puesto que los sitios arqueológicos están distribuidos de manera que los individuos se apropien de espacios en que encontramos elementos naturales de interés para los ocupantes de la quebrada, sin necesidad de adueñarse de ellos, más bien y como se indicó líneas atrás, gestionarlos por un uso habitual y hasta familiar. Consecuentemente la incorporación de los espacios de interés genera un espacio total que concentra estos distintos espacios más pequeños, enmarcando el movimiento que se produce a través de él y entre ellos, que actúan como marcadores territoriales (Aedo 2008) y otorgando significados especiales a ciertos hitos en el espacio que inciden en la familiaridad del individuo con él, agilizando el tránsito debido a la posibilidad de orientación y reducción de la complejidad de movimiento (Pol 2002).

Bradley y colaboradores (1994) proponen que a través de materialidades insertas en el espacio natural es posible acercarse a la apropiación del espacio en el paisaje cultural arqueológico. En dicho caso, la cultura material se interpreta como socialmente significativa, relacionándose con comunicación social o un medio simbólico que oriente a los individuos en su ambiente natural y social (Shanks y Tilley 1987). La importancia de la orientación en el espacio radica en la cualitativa distinción entre lo que está más cerca y aquello que está más lejos, una relación entre el cuerpo humano y la naturaleza por la que se desplaza. Para que esta relación se desarrolle, se debe generar conciencia sobre ese algo que está cerca y es de nuestro interés, o ese algo que está lejos pero al que es posible acceder. Para ello contamos con nuestra percepción de espacio como una habilidad fundamental del ser humano para experimentar la relación cuerpo-espacio; esta experiencia espacial tiene prioridad en el espacio geométrico (en el tridimensional), al que sólo podemos descubrir teniendo primeramente la conciencia de existir en él (Thomas 1996). Cuando tenemos esta conciencia, “…we can measure the distance across a valley because we can first of all recognise the difference between its near and its far side” (Thomas 1996:85) .Entonces, la ubicación de la materialización en el espacio y la conciencia que el ser humano tiene sobre él, conlleva un trasfondo, una razón, o mejor dicho, una racionalidad espacial, la que puede guiarnos hacia la comprensión del por qué de dicha localización al momento de relacionar la naturaleza circundante a la cultura material inserta en el espacio (Troncoso 1998). Este conocimiento del espacio, y su constante inserción en los procesos cognitivos de los individuos que lo transitan genera las llamadas racionalidades culturales, que se refieren a lógicas del pensamiento en cada grupo de individuos, los que al realizar sus acciones sociales permiten que éstas y/o las consecuencias materiales sean o no sean visibilizadas dentro de un espacio (Criado 1993).

Estas visibilidades están cargadas de la intencionalidad de hacer o no hacer visibles las acciones sociales y/o sus productos. Claro que, en ocasiones no hay una intencionalidad de hacer visible algo, sino más bien este algo es visible por una conducta inconsciente. Ante esto, tomar aquellos productos de las acciones sociales que se consideren inmuebles (por ejemplo, paneles de arte rupestre), facilita la identificación de una posible intencionalidad de visibilizar o invisibilizarlos dentro del espacio, debido a la intencionalidad de ubicación particular. Esta interacción se desarrolla entre el individuo y el espacio, cuando éste se vuelve conocido, y permitiendo que el ser humano construya su paisaje, a medida que éste es moldeado de acuerdo a la distribución de los productos de las acciones sociales siguiendo pautas ordenadas de acuerdo a dicha intencionalidad de visibilidad o invisibilización, y en donde notamos sectores y/o productos que son visibles desde muchos puntos de observación, casi como lugares públicos, y sectores y/o productos que son visibilizados únicamente desde un punto de observación, casi como lugares privados (Criado 1993; Scheiber 2008).

Resulta interesante aquí, los factores causales de la distribución planteados por Hodder y Orton (1976), orientados a los emplazamientos de recursos hídricos, vegetación, tipo de suelo, presencia/ausencia de otros asentamientos, defensa, yacimientos minerales, materiales de construcción, cercanía a rutas y mercado. Para nuestro trabajo, fue esencial determinar la distribución de los elementos naturales que consideramos de interés y que incidirían en nuestros factores causales de distribución, permitiendo posteriormente, la generación de las interpretaciones sobre dicha distribución. Podríamos suponer que aquellos recursos de primera necesidad guiados por las normas sociales de un grupo (y/o necesidades primarias) corresponden a los puntos referenciales en el espacio que guían esta experiencia corporal al identificar su lejanía o cercanía; de allí que los grupos decidan conscientemente (ya sea por instrucción de un jefe, persona con prestigio o por determinación propia) la que será la ubicación de estructuras residenciales, paneles de arte rupestre, senderos, entre otros.

Estos puntos referenciales son los que permitirían ordenar el espacio y en cuyo caso, son un buen ejemplo de percepción. Esta última es la que, posterior al conocimiento de un espacio, nos permite comprender la distribución de los elementos culturales y/o naturales de interés, y como indicó Pol (2002), orientar y agilizar el tránsito. Tener conocimiento del espacio por el que se movieron pudo incidir por otro lado en la interacción entre individuos, puesto que como mencionamos, los sitios arqueológicos están cercanos y distribuidos de forma homogénea a lo largo de la quebrada, así como los elementos naturales considerados para la investigación. Como varios de ellos se orientaron a similares actividades, el uso de fuentes de materias primas pudo también ser similar, especialmente si notamos que éstas en ocasiones, se emplazan cercanas a más de un sitio con ese tipo de evidencia superficial. Cuando consideramos lo expuesto y tomamos al paisaje, notamos que el análisis de éste entrega referencias a experiencias subjetivas que percibieron las personas durante el desarrollo de prácticas sociales, que también cargarían a ese espacio de significados (Acuto 2013). Este significado en los elementos que es atribuido por los individuos habitantes en el espacio a sus propios actos enmarcados en él es netamente subjetivo y asimismo se entrega de forma consciente y comprendida. Ese significado es expresado además en la organización social del grupo y en la organización política, en donde se aprecia como pautas de control del paso, acceso y movimiento entre y hacia determinados sitios sagrados o de particular interés (García 2005). Estos planteamientos son los que implican determinar la distribución en el espacio de Quebrada La Chinchilla, con la finalidad de comprender el uso de espacio y, en mayor medida, la construcción del o los paisajes. Esta construcción se centra en un primer momento (y como en el análisis espacial) en la distribución espacial de los elementos culturales arqueológicos en el entorno habitado para posteriormente identificar intencionalidades dentro del paisaje que los seres humanos construyeron. Estas intencionalidades se materializaron en los elementos constitutivos del espacio estudiado: el registro arqueológico.

Para construir el paisaje cultural arqueológico extraemos desde Criado (1993) que todo objeto cultural reproduce una racionalidad espacial determinada. Para ello se basa en la definición que proponen los autores Shanks yTilley (1987), en la cual la cultura material es la objetificación del ser social. Se aplica dicha definición a cualquier proceso de la acción social, así como a sus resultados, y dentro de esos procesos, se enmarca la construcción del paisaje arqueológico a partir de los objetos que lo producen (podemos tomar como ejemplos los explicados anteriormente: senderos, arte rupestre, recintos, etc.). Estos objetos producidos e insertos en el paisaje están sumidos ante la voluntad involucrada en el proceso social, la cual puede o no hacer visibles estos resultados según pautas sociales seguidas por el grupo que les da origen. Es allí en donde asume que la visibilidad dentro del paisaje es la materialización de la concepción espacial vigente en el contexto histórico, es decir, si se desea o no que los productos (resultados materiales, ya sean intencionales o no) de la acción social sean visibles en el espacio (Criado 1993). Para efectos en la determinación de distribución, se realizó la georreferenciación de los elementos culturales y naturales dentro de la quebrada y en sitios como CH11,CH12 y CH13, que se hallan en un sector aledaño a ella. A partir de esto se realizó el ordenamiento de la información relevada en bases de datos orientadas a las distintas fases de la metodología. Para lograr un análisis sistemático de la información, se integraron los datos siguiendo los niveles espaciales de la investigación, que corresponden a los puntos guías dentro del proceso de construcción del paisaje (Criado 1999) (Figura 2).


Figura 2. Niveles espaciales que guiaron la investigación.

El primer nivel espacial se basó en la identificación individual del tipo y cantidad de elementos culturales y naturales de interés ya mencionados registrados en la quebrada. El segundo nivel espacial, y a través de asociación por cercanía observable en terreno, vincula elementos culturales con otros elementos culturales, definiendo los sitios con los que se trabajaron en la quebrada, que integran los sitios ya postulados por Garrido (2015) en adición a estructuras sin registro previo, paneles de arte rupestre y senderos. El tercer nivel espacial asocia los sitios con los elementos naturales cercanos, incluyéndolos en los primeros. Este nivel espacial corresponde a las llamadas áreas, que en sintonía con los resultados de análisis de cuencas visuales y análisis de visibilidad/visibilización, permiten en ocasiones, vincular dos o más sitios debido a la intervisibilidad, cercanía entre ellos y/o senderos que los conecten. Ante la ocurrencia de esto, suponemos una intencionalidad de intervisibilidad e interacción que se quiso concretar, por lo que se planteó además la intencionalidad de percepción, por un lado conociendo el espacio y disponiéndose según lo requiera la interacción y por otro lado, disponiéndose según las actividades particulares que se lleven a cabo, por ejemplo, manufacturación de cuentas de mineral. Con la visibilidad/visibilización, y como presentamos anteriormente, es posible argumentar interpretaciones que aludan a la intencionalidad de hacer ese algo visible desde cierto o ciertos puntos, especialmente si nuestros elementos culturales son catalogados de inmuebles y por lo tanto, su ubicación actual correspondería a su ubicación original. Considerando esto, las redes de intervisibilidad que se planteen entre elementos culturales arqueológicos y naturales, podrían interpretarse como acciones intencionales de los ocupantes pretéritos de la quebrada. La intención de visibilidad hacia el movimiento que se genera alrededor de los sitios, por ejemplo desde estructuras en altura, es una interpretación simple y básica que se ha ampliado en investigaciones complejas de arqueología del paisaje (ver por ejemplo Arkush 2011). Finalmente, la relación entre áreas constituyó la clave para la construcción de los paisajes culturales arqueológicos, que corresponde al cuarto nivel espacial.

Los análisis mencionados anteriormente se refieren a lo desarrollado por Criado (1999) y su adaptación a nuestra investigación, considerando nuestra menor escala de aplicación, las simples herramientas con las que se contó y nuestros indicadores de interacción y percepción generada en la quebrada, que permitió un incipiente acercamiento al conocimiento del espacio (Tabla 1).

Tabla 1. Sistematización de la metodología que permitió medir interacción y percepción dentro de la Quebrada.

En cuanto a las etapas de los análisis, tomamos la definición de cuenca visual como el “…conjunto de todas las localizaciones en un territorio que son visibles desde otro punto de observación específico” (García et al. 2009:173), en otras palabras, la amplitud máxima de visual desde dicho punto de observación. Para el acercamiento a la medición de las cuencas visuales, se tomaron dos fotografías panorámicas que hacían un total de una visual de 360°, desde cada elemento cultural/natural registrado. Cuando los elementos culturales registrados formaban conglomeraciones (particularmente de estructuras y paneles dearte rupestre) con menos de 8 m de distancia entre sí1, se tomaron las fotografías desde un punto central. La cámara digital utilizada fue una Sony Cyber-Shot modelo DCS-H200, cuyas fotografías panorámicas fueron divididas en 10 cuadros de igual medida (fotografía de 11.520 x1.080 píxeles aproximadamente, en 10 cuadros de 5 x 5.5 cm). Si recordamos que eran dos fotografías desde cada punto de observación, tenemos un total de 20 cuadros. A estos se les aplicaron criterios que permitieron definir cuáles de ellos eran visibles o cuáles no, deacuerdo a la máxima amplitud de la visual. Por ejemplo, si el cordón montañoso inmediato al punto de observación se sobreponía en cinco de los 20 cuadros, o si ocupaba más de la mitad de los cuadros, el resultado de cuenca visual correspondería a 75% de visibilidad máxima, de acuerdo a la siguiente ecuación realizada: 100%visibilidad = 20 cuadros à 100*N° cuadros visibles/20 = % visibilidad.

Los resultados luego fueron ordenados según categorías cualitativas propuestas que corresponden a 0%-35% como cuenca visual baja, 40%-60% cuenca visual regular y 65%-100% cuenca visual buena.

Dentro de las cuencas visuales, y a través de los análisis de visibilidad/visibilización, se pueden señalizar los elementos culturales y/o naturales visibles desde dicho punto de observación (visibilidad) y desde esos elementos culturales y/o naturales visibles de interés y ya mencionados para esta investigación, podemos mirar de vuelta a nuestro punto de observación (visibilización). Realizar este ejercicio genera una especie de red de intervisibilidad relevada en las bases de datos desarrolladas posteriormente, con la finalidad de comprender qué elementos son más vistos, son menos vistos, ven más o ven menos, y así acercarse a determinar la intencionalidad detrás, interpretada desde la interacción y la percepción. Para esto, desde los mismos puntos de observación en que se tomaban las fotografías, se registraban los elementos culturales y naturales de interés observados siguiendo los nombres y números asignados a cada uno de ellos al momento de llegar al sitio, por lo tanto primeramente se realizaron reconocimientos del sector.

En adición, y con la finalidad de determinar las distancias entre elementos culturales y naturales de interés que permitieran identificarlas asociaciones por cercanía, se tomaron los metros y la cantidad de pasos de distancia 2 entre los elementos que presentaban intervisibilidad. Esto se realizó con el fin de no proponer cercanías/lejanías basadas en números que podemos obtener con mediciones en gabinete y, al contrario, poner a prueba caminos de menor costo energético y/o mayor costo energético, pero con posibilidad de acceso a más cantidad de recursos.

Finalmente se realizó la abstracción del patrón de desplazamiento. Éste corresponde a una visualización abstracta del movimiento que se genera dentro de la quebrada, según lo que observamos actualmente. A partir de ello, comprendemos concretamente la base del desplazamiento dentro del espacio, según la topografía lo permita, los senderos lo hayan establecido, y la distribución de los elementos culturales lo guíe. Esta actividad se denomina análisis de tránsito (Criado 1999), y a pesar de que durante el trabajo de investigación no se ahondó en él, resulta relevante destacar los emplazamientos de los senderos en relación a la distribución de elementos culturales arqueológicos y naturales con la finalidad de tomarlos para proyectos posteriores.

RESULTADOS

Distribución en el espacio

Fueron registrados un total de 90 elementos culturales arqueológicos, que corresponden a estructuras, paneles de arte rupestre y senderos (Figura 3). Su distribución varía entre diversos sectores que permiten actualmente asociar directamente cada uno de ellos con un emplazamiento específico. Como resultado general, la mayor cantidad de estructuras se encontró en laderas, mientras que la mayor cantidad de paneles de arte rupestre se encontró en farellones rocosos. A los elementos culturales, se sumaron cinco elementos naturales que corresponden a tres vetas de mineral de cobre, un pozo de agua activo y el llano Piedra de Fuego. A esto podríamos añadir el llano arenoso Llampos, a pesar de que no se haya determinado intervisibilidad entre algún sitio en la quebrada y él, y dos canteras líticas que no fueron registradas en terreno pero de las que se sabe su existencia y ubicación exacta de una de ellas. Estas corresponden a óxido de hierro (con ubicación exacta) y jaspe rojo (hacia el Este de la quebrada) (Francisco Garrido, com.pers. 2016). Estos elementos naturales fueron los de interés para esta investigación, como primer acercamiento, lo que no excluye que en trabajos posteriores se añadan otro tipo y/o más cantidad de los mismos elementos.


Figura 3. Distribución de los elementos culturales con indicación del emplazamiento de los elementos naturales. Dentro del triángulo señalado, se encuentran los sitios arqueológicos CH11, CH12 y CH13, que se ubican en el exterior de la quebrada.

A través de los análisis realizados por visibilidad/visibilización, desde cada elemento cultural arqueológico, en este caso sitios, se observaron diversos elementos naturales, realizando desde y hacia cada uno de ellos las mediciones por caminata correspondientese indicadas previamente.Gracias a esto, se generaron las primeras asociaciones por intervisibilidad y cercanía; las vetas están asociadas a CH1, CH7, CH4, CH5 y CH13, mientras que el llano Piedra de Fuego (a través de análisis de cuencas visuales) es visibilizado desde CH1, CH7, CH5 y CH6. Desde CH1, CH7y CH6 específicamente por su emplazamiento, es posible un acceso fluido al llano. Los sitios CH2, CH3, CH8 y CH12 no fueron asociados a ninguna unidad de análisis natural, aunque dentro de la evidencia superficial hallada se encuentran minerales (óxido de hierro y mineral de cobre). El único pozo de agua en la quebrada está en CH9 con la inscripción “Agua de las Chinchillas 1914”, y es visible desde las estructuras presentes en el sitio, ya sean algunas identificadas a ras de suelo y al menos dos aleros registrados en el área. A los elementos culturales y naturales, adicionamos los que hemos denominado hitos topográficos, que corresponden a particularidades de la quebrada que nos permitieron asociar mentalmente un sitio con un sector particular, generándose una cotidianeidad en el espacio por el que se transita. Destacamos que estas particularidades fueron identificadas por nosotros en terreno, por lo que no consideramos aplicarlas al pasado, aunque sí resulta de interés presentar ciertas particularidades asociadas a ciertos sitios arqueológicos, esto como un ejemplo de lo propuesto previamente sobre la familiaridad que se le puede atribuir a un espacio conocido, disminuyendo la complejidad del desplazamiento (Tabla 2).

Tabla 2. Hitos topográficos identificados en terreno, y sitios emplazados en asociación con ellos.

Cuencas visuales

En todos los sitios arqueológicos se tomó un punto central desde el cual se realizaron observaciones y fotografías en 360°que permitieron identificar qué elementos culturales y naturales eran observados desde cada uno de los otros elementos culturales y naturales. A través de la metodología planteada anteriormente, los resultados indicaron que sólo dos sitios presentaron una cuenca visual regular, mientras que el resto presentó cuenca visual baja. Esta situación recaería en que los sitios se hallan emplazados en áreas rodeadas por cordones montañosos, lo que acorta la cuenca visual desde un punto de observación hacia el horizonte. Aquí, la importancia de la cuenca visual recae en la amplitud máxima de visual, por lo tanto, los resultados nos indican que sólo dos de los sitios tienen una amplitud regular, lo que coincide con su posición en altura (CH11 y CH13). El resto de los sitios tienen una cuenca visual baja, debido a su emplazamiento rodeado de cordones montañosos. Para ello son los análisis de visibilidad/visibilización que nos indican detalladamente lo que vemos en dicha cuenca, ya que la amplitud visual puede no considerarse relevante al momento de asentarse en zonas específicas, sino más bien los hitos particulares que se logran observar, por ejemplo, estructuras y/o zonas de paso. En dichas cuencas de visibilidad baja son de gran importancia los cordones montañosos, ya que nos permiten observar el movimiento que se pudiera generar alrededor del sitio, siendo en varios casos (por ejemplo en CH5) la única forma de acceder a ellos (Figura 4).


Figura 4. Cuenca visual hacia el Oeste desde las estructuras presentes en el sitio Chinchilla 5.

Visibilidad/Visibilización

Desde cada elemento cultural arqueológico y/o natural tomado para la investigación, se realizaron las observaciones en 360°, registrando qué otro elemento cultural o natural era visibilizado. Si eran visibles ciertos elementos, posteriormente se caminaba hacia ellos con la finalidad de medir distancia y percibir qué tipo de tránsito se generaba (dificultoso, accesible, fluido, intermitente por obstrucción de la topografía, entre otros). Dentro de cada sitio la intervisibilidad varió considerablemente debido a la topografía en que se inserta cada uno de ellos y la distribución de los mismos, identificando elementos culturales que ven más pero al mismo tiempo son menos vistos, y algunos que ven más y al mismo tiempo son los más vistos. Esta variabilidad se da principalmente por la distribución amplia de los elementos culturales, que se hallan entre afloramientos rocosos, en terrazas, en la huella de escurrimiento de la quebrada, laderas, conos aluviales, planicies y zonas altas, como por ejemplo aleros. Debido a ello, y a lo restringida de algunas cuencas por el encajonamiento de la quebrada, la intervisibilidad no se dio entre todos los elementos culturales/naturales, aunque en algunos sitios éstos se veían y eran vistos la misma cantidad de veces. En otras ocasiones, la intervisibilidad se produjo a modo de dominó, puesto que si bien no todos los elementos culturales/naturales de un sitio se veían entre sí, desde cada uno de ellos se veía el siguiente y así, como sucedió en CH1.

Esta variabilidad se identifica durante el recorrido de los sitios y las observaciones entre cada uno de sus elementos culturales/naturales, notando que en ocasiones las estructuras menos vistas eran las que más veían, casi como posicionándose en sectores estratégicos que presentaban una buena visibilidad del tránsito que se pudiera haber generado (por ejemplo,estructuras en CH3 y CH11) (Figura 5). En otras oportunidades, la visibilidad/visibilización recayó en el emplazamiento de cada una de las estructuras de un sitio; por ejemplo en CH1 algunas estructuras se ubican en la parte baja de la terraza en la huella de escurrimiento, por lo que la visibilidad hacia las estructuras sobre la terraza es nula. Ello no implica que los individuos, de transitar sincrónicamente en ambas, no se vean entre sí, pero de encontrarse cada uno de ellos dentro de sus residencias, ya no se generaría la intervisibilidad, casi a modo de privacidad. En este punto debemos destacar que en tiempos pretéritos pudo no darse la intervisibilidad de alguna de las formas mencionadas, puesto que la formación de sitios varía a lo largo del tiempo, así como mencionábamos la topografía durante las caminatas. Sí consideramos relevante destacar estas particularidades puesto que en investigaciones posteriores podrán utilizarse como hipótesis que guiarán los análisis de visibilidad/visibilización. Igualmente, reiteramos que la cercanía entre estructuras en los sitios arqueológicos no es amplia, por lo que la intervisibilidad se debió haber generado durante algún momento y, por lo tanto, la interacción al menos al momento de acceder a otros sectores de interés y no necesariamente entre individuos. Entre sitios la intervisibilidad pudo generarse también en algún momento, sin considerar que aún no se han llevado a cabo excavaciones en cada uno de ellos que permitan adscribirlos a períodos quizás contemporáneos; únicamente se cuenta con cerámica diagnóstica en superficie de algunos sitios arqueológicos que pudieran entregarnos proyecciones de esta clase.


Figura 5. Área Cachiyuyo 1. El polígono indica intervisibilidad entre agrupaciones.

Senderos

La abstracción del patrón de desplazamiento se basó en la huella de escurrimiento que recorre la quebrada, y que pudiese haber actuado como sendero principal, ya que accede a cada uno de los sitios dentro de ella y nosotros en terreno, también la utilizamos como sendero principal, a pesar de que en ocasiones tomábamos los senderos identificados. Considerando que no todos los sitios pudieron ocuparse contemporáneamente, al menos desde el emplazamiento de cada uno de ellos asociado a la huella de escurrimiento pero no sobre ella, se infiere que igualmente podría haber sido utilizada como sendero principal, esto porque sólo dos estructuras interfieren en ella, mientras el resto se ubica a los costados sobre laderas, conos aluviales o terrazas, casi a modo de dejar el paso libre.También debemos destacar en este punto que la idea de no emplazar estructuras sobre la huella de escurrimiento podría deberse al evitar su arrastre durante episodios de densas precipitaciones, ya que fueron identificadas huellas de mudcracks3 que se habrían originado con los aluviones del año 2015 en la región de Atacama.

Igualmente, fueron registrados senderos que permiten comprender que no siempre la huella fue la utilizada como sendero principal, y que en ocasiones los ocupantes pudieron haber evitado las curvas naturales, prefiriendo caminos más cortos por sobre las laderas. Estos senderos además, indican el movimiento que se generó entre diferentes sectores de la quebrada, aludiendo a la intencionalidad de interacción entre individuos y/o áreas en donde encontramos elementos naturales, como el pozo de agua activo o las vetas de mineral. En el caso de aquellos sitios que pudieron ocuparse de forma contemporánea, los senderos asociados a ellos (por ejemplo, entre sitios CH5 y CH6; entre sitios CH1 y CH7 hacia cantera de óxido de hierro; entre sitios CH10 y CH11) también pudieron ser utilizados en dichos períodos, a pesar de que superficialmente no haya evidencia que lo sustente (Figura 5 y 6). De igual manera los senderos que recorrían parte de la quebrada, inciden en nuestro planteamiento de que los individuos ocupantes de la quebrada, en algún período de tiempo, la estuvieron recorriendo densamente, al punto de generarse senderos. Tomando esto, el hecho de no hallar senderos de gran longitud, indicaría que sólo en ciertas zonas éstos fueron utilizados, mientras que en el resto de la quebrada habría sido la huella de escurrimiento el sendero principal.


Figura 6. Área Cachiyuyo 4. El polígono indica intervisibilidad entre agrupaciones.

Áreas

Éstas fueron definidas según la intervisibilidad y por lo tanto, cercanía que se generó entre algunos sitios, lo que indicaría la intencionalidad de vinculación, y por lo tanto la interacción que se produciría entre ellos. Para esto tomamos en consideración aquellos sitios arqueológicos que presentaron en superficie fragmentos cerámicos que los asocian a similares períodos culturales. De acuerdo al conocimiento del espacio en que se emplazan los individuos, habría existido una intencionalidad de vinculación debido a la asociación espacial que se da entre algunos sitios arqueológicos y elementos naturales. Esta suposición además, es comprendida desde lo planteado por Garrido (2015) para algunos sitios de la quebrada, los que quedan asociados desde allí y según lo observado en terreno con las metodologías de intervisibilidad. Con el fin de diferenciar los sitios de las áreas, que son el paso previo a la construcción del paisaje cultural arqueológico, la nueva denominación correspondió a Cachiyuyo más un número correlativo del uno al 10. Estas áreas, en sólo dos ocasiones, integran más de un sitio, mientras que en las restantes ocho se conservan las mismas características de su sitio previo, cambiando sólo el nombre.

Cachiyuyo 1

Comprende los sitios CH1, CH7 y la veta de crisocola frente a ellos. Esta área presenta intervisibilidad entre sus elementos culturales/naturales, integrando una intencionalidad de emplazamiento basado en interacción y percepción de su espacio; si bien no todos son vistos y ven a todos, los elementos se vinculan a través de una observación de efecto dominó de norte a sur/este a oeste, es decir, se genera una continuidad en la intervisibilidad, en donde predomina la visibilización de una conglomeración de estructuras denominada EE9 en el sitio CH1. La importancia de esto recae en que Garrido (2015) planteó que en dicho sector se llevarían a cabo la mayor cantidad de actividades en el sitio, siendo coherente la idea de que el lugar con probablemente más movimiento de individuos y/o permanencia de ellos por la cantidad de actividades, sea el más visto desde los demás sitios mencionados y desde otros sectores del mismo sitio en que se halla. La interacción entre sitios se basaría, por un lado, en la utilización de la veta de crisocola ubicada frente a ellos, mineral que es hallado en superficie en los otros dos sitios, y en el caso del sitio CH1, también en estratos. Los sitios CH1 y CH7 se emplazan cercanos entre sí (220 m aproximadamente) y, además, podrían compartir la cantera de óxido de hierro, a 280 m aproximadamente al noreste, desde un punto medio entre ellos. Asociado a ello, se identificaron dos senderos que surgen desde dos sectores distintos correspondientes a cada sitio, los que se unen previo a llegar a la cantera, señalando que ésta fue apropiada desde dos puntos distintos dentro de la misma área (Figura 5).

Cachiyuyo 4

Comprende los sitios CH4, CH5 y CH6. De acuerdo a Garrido (2015), CH4 funcionaría como sitio de reducción de mineral de cobre obtenido en la veta de la CH5. Siguiendo esto, fue posible determinar la visibilidad que se genera desde la primera hacia la segunda: si observamos hacia el sector oeste sobre el cordón montañoso, notamos el afloramiento rocoso en que se emplazan las estructuras de CH5, por lo tanto el tránsito generado en dicho sector sería visto desde CH4. Desde CH5 surgen dos senderos hacia el oeste, uno de ellos claramente conectando ésta con CH6. Si bien no se genera intervisibilidad entre ellos, el sendero permite inferir la interacción que se forjó entre ambos sitios, o al menos hacia dicho sector. Teniendo en cuenta la ubicación de CH6 en un promontorio rocoso asociado al llano Piedra de Fuego y la cercanía a CH5 (con clara vinculación), se podría interpretar la posición del sitio clave al momento de trasladar por ejemplo, cuentas de mineral de cobre. En CH5 éstas se habrían fabricado artesanalmente, y en CH6 pudieron manufacturarse algunas en el mismo sitio o en la anterior, llevándose algunas hacia el promontorio para posterior traslado. Adicionalmente, en CH6 la gran cantidad de paneles distribuidos en afloramientos y bloques rocosos aislados en todo el promontorio se podrían haber generado por una ocupación continua en el sector que sería posible al ser sitio residencial con quizás, uno de sus objetivos destinados al acceso eficiente y rápido al llano (Figura 6).

DISCUSIÓN

Ocupación del espacio

Considerando los resultados de los análisis propuestos, se definieron las formas de ocupación del espacio. Para ello, indicamos los siguientes puntos concretos:

-La definición de los sitios arqueológicos en Quebrada La Chinchilla abarca la identificación de estructuras semi-circulares, circulares, semirectangulares y elípticas, en asociación con paneles de arte rupestre y senderos. Sólo unos pocos paneles de arte rupestre, estructuras y senderos fueron registrados sin asociación entre sí y por lo tanto, aislados.

-Una distribución homogénea y continua de sitios arqueológicos, con disposiciones particulares en el espacio permite suponer la planificación y decisión al momento de escoger el lugar de asentamiento.

En conjunto a los dos puntos anteriores, integramos la variabilidad en la distribución de estructuras y paneles de arte rupestre en cada sitio arqueológico, que indicaría el conocimiento de los individuos que se asentaron allí puesto que tal cual identificó Garrido (2015) en algunos sitios, no existe segregación de actividades llevadas a cabo al interior o al exterior de las estructuras. Si bien él lo define para actividades del tipo de manufactura de cuentas de mineral o herramientas líticas, aquí ampliamos dicha hipótesis añadiendo la producción de arte rupestre, el que se ubica asociado a estructuras, asociado a las áreas de los sitios arqueológicos y también de forma aislada (sin asociación a sitios).

También notamos una intencionalidad de percepción e interacción entre los ocupantes de la quebrada. La primera nos permitió comprender que los individuos pretéritos se asentaron a lo largo de Quebrada La Chinchilla siguiendo sus intereses ya sean económicos, políticos, sociales, tecnológicos y/o ideológicos, puesto que se observó mayor cantidad de desechos y herramientas líticas en sitios hacia el este de la quebrada cercanos a canteras, mientras que una mayor cantidad de mineral en superficie en sitios al oeste de la misma y cercanos a vetas. También notamos una intención de interacción entre individuos y/o sectores de la quebrada, puesto que la distribución homogénea, continua y delimitada de la ocupación, nos permitió inferir un establecimiento concreto en el espacio, estando separados los sitios entre sí pero sincrónicamente cercanos, ya que la huella de escurrimiento de la quebrada actúa como sendero principal recorriendo cada uno de ellos, así como también senderos culturales indican la interacción que se habría generado entre áreas, no necesariamente de manera contemporánea. Si bien no contamos con información suficiente para postular ocupaciones de este tipo, resulta interesante destacar la baja superposición de motivos en el arte rupestre y la nula disturbación de estructuras, lo que avalaría una hipótesis que implique el bajo o inexistente conflicto entre grupos de distintos períodos; esto en parte sustentado en la idea de grupos que se dedican a similares actividades y por lo tanto, seguirían algún tipo de tradición: manufacturación de cuentas de mineral y manufacturación de herramientas líticas (Garrido 2015).

Construcción del paisaje cultural arqueológico

Como primer punto de interés para la investigación, la interacción estaría indicada por la similitud en el registro arqueológico identificado para cada sitio. Esto no implica un intercambio o interacción individuo-individuo, pero sí estrategias tecnológicas compartidas que se orientan a la producción de artefactos líticos y cuentas de mineral, quizás para grupos contemporáneos o no. Igualmente, si las estrategias son compartidas, puede que las fuentes de recursos materiales también lo hayan sido, aunque no de manera contemporánea. De ser así, en algún momento, los ocupantes que sí son contemporáneos se encontrarían en las vetas y/o canteras apropiadas. De no corresponder a grupos contemporáneos, las canteras y/o vetas igualmente podrían haber sido utilizadas anterior o posteriormente debido a la cercanía desde ellas a todos los sitios de la quebrada. Previamente indicamos aquellos sitios asociados a éstas por cercanía o intervisibilidad, pero debemos indicar que en sitios en donde no fueron asociados elementos naturales, igualmente se identificó material extraído de fuentes líticas o minerales (por ejemplo, en el sitio CH8). Para posteriores estudios, será necesario definir si estratigráficamente estas actividades se llevaron a cabo en cada sitio arqueológico. En este apartado incluimos las definiciones de áreas, en donde dos de ellas presentaron intervisibilidad y cercanía entre sitios, lo que nos permitió concretar la idea de interacción entre algunas zonas de la quebrada, teniendo en cuenta el tipo de evidencia superficial en ellos, específicamente de similares períodos culturales (período tardío correspondiente a cerámica diaguita-inca).

Dentro de la percepción una de las mediciones recae en la distancia, indicada por la accesibilidad entre elementos culturales/naturales. La diferencia con la accesibilidad como indicador en interacción enfatiza en la distinción entre lo que nos parece cerca o nos parece lejos (Thomas 1996), un análisis cualitativo que conlleva un primer acercamiento al espacio. Aquí decidimos recorrer diferentes sectores con la finalidad de discriminar entre distancias que nos parecen cercanas y aquellas que nos parecen lejanas, claramente tomando la topografía actual, pero permitiéndonos una incipiente comprensión del ambiente natural en que se insertan los elementos culturales arqueológicos de interés. Por ejemplo, CH3 podría acceder tanto a la veta de crisocola frente a CH1 o a la veta de mineral de cobre en CH5. La distancia desde CH5 a la primera es de 1,21 km, mientras que a la segunda es casi 1 km. Si nos basamos en distancias métricas, es más factible que los ocupantes de CH3 se apropien de la veta en CH5. El punto es que el tránsito hacia CH5 conlleva un mayor gasto de energía, puesto que para acceder a la veta se debe subir a través de una falda de cerro arenosa. Hacia CH1, aunque un poco más lejos, el camino es fluido y únicamente implica subir la ladera rocosa del cerro en que se emplaza la veta.

Paisaje preincaico y paisaje tardío

Como objetivo final de nuestra investigación decidimos construir el o los paisajes culturales arqueológicos, o dicho de otra forma, plantear una interpretación al por qué de la distribución de elementos culturales arqueológicos en relación a los elementos naturales que consideramos de interés, esto entregando una posibilidad de significación a dichas formas de emplazamiento. Para esto ampliamos la hipótesis de Garrido (2015) sobre que los sitios arqueológicos del Período Tardío corresponderían a aquellos más cercanos al Qhapaq Ñan, en dicho caso los sitios CH1, CH2, CH3 y CH10 dado que los cuatro presentan cerámica diagnóstica Diaguita-Inca. Si bien los tres primeros se emplazan cercanos al Qhapaq Ñan, el último se ubica al otro lado de la quebrada y por lo tanto, no comparte la característica de cercanía de los demás sitios mencionados. Ante esto, notamos a través de análisis de distribución, visibilidad/visibilización, cuencas visuales y tránsito, además de las comparaciones entre sitios, ciertas reiteraciones entre CH1-CH2y CH3-CH10. Por un lado, los dos primeros comparten la mayor cercanía al Qhapaq Ñan (3 km al este, aproximadamente), cerámica diagnóstica Diaguita-Inca sin clara presencia de cerámica más temprana5, amplia cuenca visual que permite su clara visibilidad al acceder a la quebrada (por lo que es imposible pasarlos por alta al acceder a La Chinchilla), nula ocupación de afloramientos rocosos y baja presencia de arte rupestre, considerando que en ambos sitios se halla pigmento rojo en superficie y en el caso de CH1, es el más cercano a la cantera de óxido de hierro. Por otro lado, CH3 y CH10 presentan cerámica diagnóstica del Período Tardío, y particularmente el primero, gran presencia de cerámica Copiapó negro sobre rojo y Punta Brava, correspondientes al Período Intermedio Tardío. Adicionalmente, ambos sitios presentan cuencas visuales reducidas, lo que no siempre permite la intervisibilidad, encontrándose estructuras que no son vistas desde ciertos puntos en el espacio, pero sí ven otras estructuras y/o el tránsito que se genera a su alrededor, casi como si fuesen privadas. Esta característica se observa principalmente para aquellas estructuras emplazadas en afloramientos rocosos, los que como indicamos anteriormente, no se asocian a los sitios CH1y CH2. Finalmente, existe gran cantidad de paneles de arte rupestre distribuidos en ambos sitios, permitiendo comprender la carga simbólica que debieron aportar las representaciones al lugar.

Con estos datos se propuso la hipótesis de que CH3-CH10 corresponderían a sitios ocupados desde épocas más tempranas, lo que estaría indicado por la cuenca visual reducida (observada en otros sitios de la quebrada con presencia temprana como CH5, CH6, CH9 y CH11), la ocupación de afloramientos rocosos (también observada en sitios con presencia temprana como CH5, CH6 y CH11) y la alta presencia de arte rupestre, sólo observada también en CH6 y CH9, lo que podría sugerir una ocupación prolongada en tiempos no necesariamente tardíos. Esto es porque los sitios CH1-CH2 tendrían mayor interacción con los sitios a lo largo del Qhapaq Ñan y los individuos que lo transitan, enfocándose en la rápida manufacturación de objetos para intercambiar (Garrido 2015), lo que avalaría la facilidad para entrar y salir de la quebrada y la baja presencia de arte rupestre (puesto que estarían prefiriendo intercambiar óxido de hierro a utilizarlo ellos mismos). Por lo tanto, y basándonos únicamente en características distribucionales y presencia/ausencia de ciertas evidencias arqueológicas, el paisaje en la quebrada comenzaría con ocupaciones dentro de ella, cargadas de simbolismo (representado por el arte rupestre) y variabilidad en el emplazamiento de estructuras (visibles y no visibles desde la huella de escurrimiento que recorre los sitios), mientras que en períodos tardíos este paisaje se concentraría en sitios con acceso rápido al llano Piedra de Fuego (donde se emplaza el Qhapaq Ñan) y baja presencia de arte rupestre (cuatro paneles entre los dos sitios), sustentando en la propuesta de Garrido (2015) sobre la predominancia del intercambio durante época tardía para los grupos locales de La Chinchilla.

CONCLUSIONES

Como visión general sobre la ocupacióndel espacio en Quebrada La Chinchilla, en cada momento en que identificamos una estructura, fue cuestión de mirar alrededor y notar que estábamos frente a un sitio. Esto plantea que la ocupación se dio en zonas específicas, homogéneamente y de forma delimitada en el espacio; tenemos una distribución de los elementos culturales continua, homogénea y bien delimitada, posiblemente guiada por la percepción de su espacio que como indicamos, implica que los sitios más cercanos a vetas de mineral presentan más de esta materialidad en superficie, y lo mismo ocurre con sitios más cercanos a canteras. Si tomamos en cuenta esto, el emplazamiento de algunos sitios es coherente (CH1, CH2, CH7, CH4, CH5, CH13) pero en los demás no hay una clara asociación sitio-veta o sitio-cantera. De igual forma, las evidencias superficiales se extienden por los demás sitios de la quebrada, lo que supone que los ocupantes se asientan en el sector para realizar similares actividades artesanales, tal cual lo planteó Garrido (2015). Para esto, encontramos cuentas de mineral terminadas o en fase de producción en sitios cercanos a vetas (CH1, CH2, CH5), así como el mismo tipo de evidencia en sitios más lejos de ellas (CH6, CH8, CH10), al menos de vetas que hayamos identificado durante esta investigación.

Es relevante destacar que, la sierra Cachiyuyo de Llampos presenta una alta cantidad de vetas inactivas y aún activas, siendo la explotación mineral algo usual de ver en el sector. Por ello, podríamos suponer que en el pasado se dio de la misma forma y la explotación de las vetas y/o canteras se extendió más allá de la quebrada, con la diferencia de que, por alguna razón, los individuos decidieron asentarse en ella. Garrido (2015) indicó que el pozo de agua identificado sería el único en varios kilómetros. Ante esto, podríamos suponer que él influyó bastante en la decisión de ocupar la quebrada y la posibilidad de tránsito que se genera a través de ella, moviéndose de un llano a otro y posibilitando acceder a ellos para el desplazamiento en general. Sumado a ello, tenemos una quebrada que añade cierto resguardo a los sitios, ya que se hallan mayoritariamente en su interior, amparados por las laderas pronunciadas y los farellones rocosos que aparecen intermitentemente. La variabilidad en la distribución de la quebrada indicaría un claro conocimiento del espacio por el que se desplazan los individuos, comprendiendo la distribución de elementos naturales de interés y tránsito eficiente por parte de los individuos que accedieron, lo que implica decisiones basadas en lógicas de planificación del espacio.

Debemos destacar nuevamente que los trabajos llevados a cabo en la quebrada estuvieron enmarcados en un primer acercamiento al análisis espacial, por lo que pretendemos ahondar en lo presentado aplicando análisis de cuencas visuales e intervisibilidad a través de Sistemas de Información Geográfica (SIG) y análisis de tránsito que permitan seguir proponiendo rutas de tránsito a partir de metodologías ya trabajadas e involucrando la incidencia de la topografía durante los recorridos (Lucero et al. 2014). Con esto proponemos contrastar los resultados obtenidos a través de modelos predictivos y los resultados obtenidos durante los recorridos en terreno.

Consideramos que este trabajo se enfocó en el registro sistemático de elementos culturales arqueológicos en relación a la distribución de los elementos naturales que, para esta investigación, denominamos de interés, esperando en el futuro incorporar otro tipo de elementos que permitan enriquecer los análisis espaciales y construir el o los paisajes culturales arqueológicos junto con el relevamiento de mayor cantidad de datos, por ejemplo, estratigráficos, que permitan hipótesis sustentadas en la adscripción a períodos culturales.

NOTAS

1 Este criterio para determinar las conglomeraciones se definió el primer día en terreno. Al llegar al sitio Chinchilla 1, Garrido (2015) había propuesto un sector correspondiente a períodos históricos, y en donde las estructuras halladas no sobrepasaban la distancia de 8 m entre sí. Esto se aplicó únicamente para facilitar el relevo de la información.

2 Siguiendo lo propuesto por Magnin (2013) parala medición en minutos de marcha con el fin de concientizar al investigador sobre el espacio recorrido,se propuso cada 1 segundo dar un paso, caminata que realizaron dos personas hacia cada elemento cultural/natural observado para comprender la variación que se genera por la diferencia de altura.

3 Estructuras sedimentarias formadas por lodo que se ha secado y dividido (Fuente: indiana.edu).

4 Como orientadores dentro del espacio de la quebrada,considerando que en parte el asentamiento en el sector se debería a la ubicación de elementos naturales utilizados por los individuos.

5 Un único fragmento aparentemente, tipo Ánimas I fue recuperado de las excavaciones en Chinchilla 1 realizadas por Francisco Garrido (Garrido 2015).

AGRADECIMIENTOS

A Francisco Garrido y Luis Borreropor su disposición para leer el manuscritode la publicación, entregándome valiososcomentarios. A Benjamín Concha, Carol Banday Jesús Barra por su apoyo en terreno.

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