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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.18 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2020

 

Miscelánea

Viaje al archivo

Traveling to the archives

Sabrina Vollweiler1  * 

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Desarrollo Económico y Social, Centro de Investigaciones Sociales. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: vollweiler.sabrina@gmail.com

El espacio donde hoy está nuestro país no tuvo siempre los mismos límites ni habitantes, por el contrario, fue variando a lo largo del tiempo. En el Archivo General de Indias, en Sevilla (España) se conservan documentos de época colonial. ¿Por qué viajar a hacer trabajo de campo o, mejor dicho, trabajo de archivo? Compartir parte de esa experiencia es compartir parte de nuestra historia.

En el marco del doctorado en Antropología Histórica, en noviembre del 2019 pasé un mes en el Archivo General de Indias. Ahí revisé documentos producidos por la administración colonial española con una gran cantidad de información acerca de la historia latinoamericana. Pero viajar a hacer trabajo de campo en archivo no es solo eso. La investigación, el silencio, los legajos, el roce de la piel con los papeles viejos, el ruido de las herraduras de los caballos contra las piedras del suelo, los turistas, el mate en la plaza, el café de las once.

El Archivo General de Indias se encuentra en el centro de la ciudad, al lado de la Real Alcázar (el palacio de los reyes) y de la Catedral, tres edificios declarados Patrimonio de la Humanidad. Fue construido en piedra entre 1582 y 1646 para reunir comerciantes hasta que, en 1781, fue readaptado para su utilización como repositorio documental. Se lo conoce como La Lonja y, además de su atractivo arquitectónico, es utilizado 1para exhibir muestras relacionadas con la presencia de España en América (Ministerio de Cultura, s. f.). Cuando estuve ahí, bajo el nombre El viaje más largo se exhibían documentos y mapas en conmemoración al V Centenario de la primera vuelta al mundo. Frente a este edificio hay otra sede del Archivo donde se consultan los documentos llamada Cilla.

ARCHIVO ADENTRO, EL SILENCIO

Antes de llegar a la Sala de investigadores, en el segundo piso -o segunda planta, como dicen en España- pasás por un control, dejás los objetos personales en un casillero y te registrás. Te asignan uno de los 45 puestos de trabajo que consiste en un escritorio con una computadora para poder trabajar con los documentos. Por medio del sistema, pedís los legajos que querés consultar -las carpetas con las cartas, informes, pleitos, diarios, tratados de paz, declaraciones de excautivos, entre una gran variedad de escritos que se pueden encontrar en cada legajo- y, después de unos minutos, te enfrentás con lo desconocido.

En el Archivo hay documentos que las instituciones españolas crearon para administrar los “territorios ultramarinos” (Ministerio de Cultura, s. f., p. 9) o, mejor dicho, las colonias (no únicamente las que tenían en América, ya que también hay documentos relacionados con la historia de otros lugares, como Filipinas). Por el recorte del tema que investigo, consulté fuentes escritas entre 1600 y 1750 aproximadamente. Se trata de la comunicación entre funcionarios coloniales que estaban en Buenos Aires, Córdoba, Lima, Madrid y Sevilla, entre otras ciudades, acerca del control de los territorios y sus habitantes.

En esos documentos no sólo se conserva información acerca de la administración colonial, sino también la historia de los pueblos originarios, sus territorios, sus nombres e identidades. Por ese motivo, conocer esas fuentes, analizarlas y trabajarlas es parte de la historia del territorio y de los habitantes de nuestro país, historia que repercute y continúa en el presente.

Se podría decir que cuanto más antiguo el documento, más esfuerzo hay que hacer para leerlo. Uno de los obstáculos es la caligrafía: cuando la letra es clara las historias pasan rápido pero no siempre tenés esa suerte, a veces tardás bastante en descifrar de qué letras se trata y qué palabras forman. La conservación es parte del desafío: manchones de tinta, tachaduras, bordes rotos y hojas faltantes también nos dejan las historias inconclusas. Por eso, las estrictas reglas indican que no se puede tomar ni comer, entrar con lapicera ni sacar fotos y, en los archivos en los que sí se puede, lo que está prohibido es el uso del flash.

Cuando estoy en la sala - ya sea el Archivo General de Indias, del Archivo General de la Nación en el centro de Buenos Aires o en cualquier otro- una de las sensaciones que más percibo es el silencio. Se me pasan las horas mientras leo relatos, los relaciono con datos que encuentro en otros documentos o que leí en el trabajo de algún otro investigador, variando entre la búsqueda de información específica y el mantenerme abierta a que esos escritos me sorprendan con algún dato que no esperaba encontrar. Al frente y a ambos costados hay otros investigadores pero me olvido, rodeada por una o dos pantallas -la de mi puesto de trabajo y mi notebook- y las pilas de papeles viejos que me atrapan.

AFUERA, EL SOL

Cuando cruzo la puerta del archivo todo cambia. Estoy en el centro de Sevilla, entre personas de diferentes partes del mundo que llegan por unos pocos días y quieren recorrer los edificios más conocidos y respirar el aire de la ciudad. En realidad yo también soy turista, solo que esta vez no voy a la plaza para descansar del paseo o para esperar a que se junte un grupo para hacer un tour por el casco histórico o por alguno de los barrios tradicionales. Esta vez uso la plaza para descansar, estar al aire libre, tomar unos mates y almorzar mientras los caballos con los carruajes pasean a los turistas entre los edificios. La pausa necesaria para volver a la sala y seguir con el legajo que dejé a la mitad, para enterarme de algo más de los pueblos originarios que en el siglo XVII se encontraban en la región pampeana, quizás el nombre de un cacique y algún lugar que transitó.

Un día me entero que, en la sala, además de pasar horas leyendo otras fuentes, a mi lado hay un grupo de estudiantes de posgrado que hacen una pausa a las once para tomar un café a pocos metros del edificio. Son de distintos países, Brasil, México, Francia y Estados Unidos, un grupo que va rotando y pasa de más de 15 personas a cinco dependiendo de quiénes llegan y se van en función del financiamiento y las becas que consiguen. Algunos se quedan por unas pocas semanas y otros varios meses. Entre café y café cada uno se dedica a trabajar en silencio con fuentes de su tema de investigación pero, en las pausas, compartimos historias que nos llamaron la atención, nos recomendamos bibliografía, comparamos lo que pasaba en distintas regiones y fantaseamos con, algún día, escribir algo en conjunto.

Hay un juego entre el tiempo y el espacio. Viajé desde Argentina a España en avión para consultar estos documentos que, en realidad, ya viajaron de un lado a otro del Atlántico en barco. Por eso mismo, la lectura de las fuentes funciona como un viaje al pasado, un acceso directo al período colonial. Puertas afuera, la percepción discordante del tiempo sigue. Sé que estoy en el 2019 pero veo edificios de hace unos cuantos siglos, caballos que pasean personas y escucho el ruido que hacen sus herraduras contra el suelo. Estoy acá, allá, antes y ahora.

REFERENCIAS CITADAS

Ministerio de Cultura. (s. f.). Archivo General de Indias, Archivo General de Indias, https://www.culturaydeporte.gob.es/dam/ jcr:5cc4a704-ac88-4197-bbc7-92e753ae885c/fo- lleto-archivo-gral-indias-web.pdf (acceso: 10 de julio, 2020). [ Links ]

Recibido: 19 de Mayo de 2020; Aprobado: 14 de Julio de 2020

*Autor para correspondencia: Sabrina Vollweiler, e-mail:vollweiler.sabrina@gmail.com

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