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La zaranda de ideas

versión On-line ISSN 1853-1296

Zaranda ideas vol.18 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2020

 

Reseña

RESEÑA DE: FOIAS, A. 2013. ANCIENT MAYA POLITICAL DYNAMICS. FLORIDA, UNIVERSITY PRESS OF FLORIDA. 290 PÁGINAS.

Jorge Cano Moreno1  * 

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Universidad Católica Argentina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina. E-mail: canomorenojj@gmail.com

En los últimos años se puede apreciar que cada vez más enfoques, tanto en la arqueología como en la antropología, intentan brindar aproximaciones más dinámicas a los grandes tópicos de estas disciplinas. En comunión con estas corrientes podemos encontrar el libro de Antonia Foias, profesora de Williams College y directora desde 1998 de la excavación del sitio Motul de San José ubicado en Guatemala en la Cuenca del Petén.

En esta obra, la autora utiliza como problema disparador los debates acerca del tipo de organización política que pudieron haber tenido las poblaciones mayas durante el Período Clásico. Básicamente, el eje de esta problemática es determinar si los estados mayas habían tenido un modelo centralizado o descentralizado en las relaciones políticas entre las diferentes ciudades o unidades políticas. Sin embargo, a partir de los 90’, este debate parece haber sido superado cuando se incluyeron modelos más dinámicos que entendieron al poder no de una manera esencialista, sino más bien como el producto de las relaciones entre distintos miembros de la sociedad.

Precisamente, Foias comienza su trabajo partiendo de estos modelos dinámicos. De hecho, sus tres primeros capítulos -contando la introducción- se encargan de hacer un análisis crítico de las últimas tendencias en la antropología política y en la arqueología respecto a cómo aproximarse a las dinámicas políticas en los estados antiguos. Desde nuestra óptica, estos capítulos son los más valiosos del libro ya que constituyen una base teórica que trasciende a la arqueología maya. Incluso, esas páginas cuentan con un amplio número de investigaciones que incluyen, principalmente, trabajos de campo antropológico y arqueológico de distintas áreas del mundo. Para finalizar la introducción, la autora señala que limitará su análisis al poder político institucionalizado y a las dinámicas que llevan a individuos o grupos a luchar para conseguir obtenerlo.

En el segundo capítulo, Foias profundiza y expande su postura en lo referente a las dinámicas políticas. En primer lugar, el principal fundamento que sostiene es que el poder no es estático y que este no reside en un solo sector de la sociedad dado que existen conflictos entre quienes tienen la posibilidad de acceder a los estamentos más altos del gobierno. Por lo tanto, el poder se disputa y se pone en juego frente a los individuos que no pertenecen a los grupos de elite. De este modo, la autora presenta los dos paradigmas más importantes respecto a este debate: el poder entendido como capacidad económica y el poder concebido como una evolución de formas más o menos institucionalizadas (jefatura, estado, estado territorial).

En esta cuestión es fundamental tener en cuenta dos elementos: lo primero es que el poder no solo se define sobre la capacidad de controlar recursos, sino que también está vinculado con las fuentes que avalan y sostienen determinadas posiciones hegemónicas. Así, el poder no sólo se sostiene por la acción para controlar cosas, sino para influenciar sobre las personas. La autora, por lo tanto, intenta mostrar que el poder se encuentra en las interacciones entre los distintos componentes de la sociedad y en su relación con recursos materiales e inmateriales. Ante esto, no hay que dar por hecho que la relación entre los líderes y sus seguidores queda establecida de manera invariable, sino que la legitimidad exige una gran cantidad de esfuerzos para que quienes no ostentan el poder hagan suya la hegemonía del estado. Pero, además, la autora agrega que esta interacción es aún más compleja si incluimos los grupos que disputan por el poder y, por lo tanto, también apelan a la legitimidad otorgada socialmente. Por lo tanto, el estado no es una forma política como se consideraba desde la antropología y arqueología evolucionista, sino más bien un proceso.

Foias incluye en su análisis cómo esta interacción se puede encarnar y materializar a través de rituales políticos. En ellos cobra especial atención la posibilidad de expresar el poder que las elites ostentan -o qué buscan conseguir- dado que se ponen en juego estrategias materiales y simbólicas para vincularse con el resto de la población. Pero estos lazos, que podemos considerar verticales, se confluyen con los lazos horizontales que se generan entre quienes participan, ya sea identificándose como miembros de un grupo o como pertenecientes a otro colectivo.

Teniendo en cuenta lo anterior, la autora cierra el capítulo volviendo al análisis macro para poner en juego diferentes modos de interacción entre unidades políticas. Aquí, se enfrentan dos pares de modelos políticos: el exclusionista contra el corporativista y la organización jerárquica contra la heterárquica. Respecto a la primera dicotomía, la investigadora sostiene que la exclusión se da cuando se busca monopolizar las fuentes que otorgan poder, mientras que en la estrategia corporativa el poder se comparte entre distintos sectores que son conscientes de la necesidad de solidaridad entre ellos. En el segundo binomio, la jerarquía se caracteriza por ordenar determinados elementos, uno por sobre otro, teniendo en cuenta un parámetro; en cambio en la heterarquía, los elementos no están ordenados o pueden variar su posición teniendo en cuenta qué escala se utiliza. Con agudeza, Foias detalla que estás formas son fructíferas para ser utilizadas analíticamente, pero que no se dan de manera pura en las dinámicas sociales.

Ya en el tercer capítulo, la autora realiza la conexión entre las teorías antropológicas y la práctica arqueológica. De hecho, intenta vincular estas aproximaciones con su trabajo de campo. Con este fin, detalla la postura de la escuela procesual destacando que sus aportes sirvieron para poner un orden clasificatorio a una diversidad heterogénea que, en definitiva, permitió sentar las bases para comparar diferentes culturas. Además, el enfoque procesual sentó las bases sobre las cuales la teoría postprocesual desarrolló su propio devenir teórico.

Tras estas declaraciones, Foias toma dos casos de estudio que le servirán como ejemplos: el primero corresponde al Imperio de Urartu estudiado por Adam Smith. Respecto éste, la autora resalta que el foco está puesto en la autoridad y no en poder en sí mismo, dado que Smith considera que el poder se manifiesta en un conjunto de relaciones que incluyen las relaciones entre grupos, individuos e instituciones alternativamente. En este esquema, la autoridad sería la capacidad de vincular estas distintas partes de manera de mantener el poder obtenido. El segundo ejemplo es la investigación de Pauketat sobre Cahokia, una cultura que alternó entre las categorías de jefatura y estado. Respecto a este estudio, Foias destaca que la labor de un estado en formación es hacer que un grupo de personas genere una identidad respecto al espacio que ocupa, es decir que el paisaje no es un mero reflejo de las instituciones políticas, sino que es el elemento que permite que las instituciones políticas surjan generando una agencia sobre los sujetos que se identifican con ellas.

A partir del cuarto capítulo, Foias se concentra en las dinámicas políticas mayas en general y en su campo de estudio en particular. La autora pone el caso de Ujuxte, en Guatemala, estudiado por Love, en el cual se busca analizar cómo el poder actúa sobre la materialidad sin la necesidad de estar institucionalizado. Dicho trabajo sirve para mostrar que el poder en las sociedades mayas estaba sujeto a constantes disputas y enfrentamientos, no solo entre los grupos de elite que aspiraban a monopolizarlo, sino también en su relación con los grupos subalternos que tenían diferentes mecanismos de resistencia.

Sin embargo, antes de concentrarse en su trabajo de campo, Foias expone las dos grandes corrientes en la antropología maya: el modelo centralizado y el descentralizado. De todas formas, la autora augura por una posición superadora de esta dicotomía ya que plantea que ambas aproximaciones son bastante estáticas para la corriente postprocesual que ella mantiene. La cuestión es que en el entorno maya existen una diversidad de entidades políticas de diferentes tamaños y con diferentes aspiraciones territoriales y, por lo tanto, con distintas estrategias de control entre ellas, por lo cual éstas variaban considerablemente de una a otra ciudad.

También la autora detalla los componentes materiales más importantes para analizar dichas dinámicas. Entre estos se encuentran: el urbanismo y su rol clave para mediar entre el paisaje y los recursos materiales; los jeroglíficos como una de las estrategias más importantes de legitimación de las elites por medio de su vinculación con el mundo sobre natural; y finalmente, el valor de la religión y los calendarios en estas dinámicas. Respecto a cada uno de estos temas, la autora presenta casos de estudio particulares, pero su aporte más significativo se logra cuando presenta los análisis correspondientes a su sitio arqueológico. En él, concluyen una interesante cantidad de dinámicas macro: por ejemplo, su posición política variaba entre la subordinación y la autonomía respecto a centros de mayor importancia. Al mismo tiempo, este sitio tuvo sus propias dinámicas de expansión y de retracción en relación con entidades políticas iguales o menores, las cuales son tratadas en el siguiente capítulo. No obstante, antes de esto, la autora introduce una particularidad propia de la arqueología maya: la etnohistoria basada en los documentos del momento del contacto. De ellos, intenta agregar más fuentes para comprender los distintos niveles de nobleza, administradores y sus respectivas posiciones en las unidades políticas mayas.

En el capítulo quinto, Foias explora las dinámicas políticas en una escala media concentrándose en la burocracia estatal y en la función de las elites en la administración. Aquí no solo se explora cómo Weber categoriza estos conceptos, sino que se incluye los cargos burocráticos que tenían los mayas de acuerdo con la escritura y la iconografía. Así, la autora considera que la burocracia maya estaba organizada conforme a una teocracia que se preocupaba de hacer llegar los recursos necesarios para que se desarrollen diversos rituales religiosos. Esta era una estrategia política que se evidencia en la proliferación de edificios administrativos que se encargaban de controlar la movilización de recursos y que servían para recompensar o castigar a las elites por medio de determinados cargos burocráticos. Luego de esta presentación se detalla cómo funcionaba este mecanismo en Motul de San José. Allí, las elites se encargaban de producir bienes de alto valor social, mientras con el resto de la población debía tributar bienes de consumo. Esta división no sólo separaba a la población en dos grandes grupos, sino que también nos muestra que la burocracia estatal era una manera de centralizar los recursos materiales y de monopolizar el control sobre estos.

En el último capítulo antes de la conclusión, la arqueóloga se encarga de estudiar la microescala política de la cultura maya, lo que significa que va a analizar las interacciones entre las elites y el resto de la población. Aquí, además de la importancia del movimiento de recursos, la autora agrega otras fuentes de poder, como la coerción militar y el vínculo de las autoridades con el mundo religioso. Respecto a la coerción, se señala que la violencia estaba más presente en los conflictos entre las entidades estatales y, como mecanismo de control de las elites. En cuanto a la religión, parece haber servido para controlar parcialmente tanto los bienes materiales como el trabajo de los individuos. Este último medio de legitimación parece haber sido clave, ya que la sociedad parece haber tenido un vínculo más fuerte con sus líderes que con determinado espacio en particular.

En esta línea, la autora incluye la gran preocupación que tenían las elites de expresar públicamente el vínculo con el mundo sagrado. Es en este marco que Foias explica la importancia, no solo de la iconografía, sino que también incluye la función de las danzas y de los festines para generar lazos horizontales entre las elites y verticales respecto al resto de la población. De estos últimos, llamados commoners, la autora destaca el rol sustancial que tenían al “votar con sus pies”, es decir, que contaban con la posibilidad de movilizarse en caso de que los lazos con los líderes estuvieran rotos o ante algún cambio ecológico como se asume que sucedió hacia finales del Período Clásico. En este sentido, es un aporte muy interesante entender que estos grupos también tenían un espacio de resistencia a la vez que configuraban sus propias identidades por medio de la participación de rituales, ya sean públicos o privados. Lejos estaban de ser simple súbditos afectados por un poder coercitivo vertical, sino que, en su medida, podían disputar la autoridad de los líderes con acciones puntuales como marcharse a otra ciudad.

Pero la autora se concentra más en las dinámicas entre los distintos grupos de elite ya que hace un especial énfasis en los consejos de nobles y en la importancia de vincularse con las máximas autoridades en una unidad estatal o supra estatal. De esta manera, los líderes del estado conseguían un importante capital político y las elites lograban afianzarse en sus posiciones burocráticas. En esta sección también se incluye un interesante análisis las disputas a este poder entre estos grupos, mostrando como en diversos registros materiales (la iconografía, la cerámica, los figurines, entre otros) se enfrentaban diferentes estrategias ideológicas y retóricas para manifestar diferentes grados de adhesión o de independencia. Finalmente, el último capítulo sirve como conclusión al libro en la cual se hace un balance de la combinación de los diferentes niveles investigados para comprender las dinámicas políticas mayas.

Como apreciación de la obra en su conjunto es importante resaltar que cuenta con un bagaje teórico y bibliográfico realmente muy completo y con una riqueza y diversidad de autores que resulta ineludible para quienes quieran profundizar sobre la antropología política y su vínculo con la arqueología. Incluso, la metodología empleada por la autora permite que especialistas en otras áreas del mundo antiguo -como en nuestro caso- puedan encontrar enfoques fructíferos para sus propios trabajos. En ese sentido, la gran cantidad de casos de estudio que no involucran a la cultura maya muestran la posibilidad de emplear analogías y comparaciones de gran utilidad. Por último, los análisis materiales que realiza Foias le brinda una buena dosis de empirismo para que los diversos debates solo sean planteados desde la abstracción.

Recibido: 09 de Julio de 2020; Aprobado: 23 de Septiembre de 2020

*Autor por correspondencia: Jorge Cano Moreno, e-mail: canomorenojj@gmail.com

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